Para los padres de los niños y jóvenes que hacen parte de la escuela de Poli Soccer Betulia, el deporte es una vía para darles una oportunidad. Muchos de ellos, sin posibilidad de aspirar a una profesión o desarrollar una pasión.
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Crecer, jugar, soñar
Un grupo de niños corre por el engramado de la cancha de futbol de Betulia baja, mientras otros acarician el pasto como lo harían con una mascota.
Uno de ellos, Hafeth Martínez Gallego de 9 años, al que han apodado Mbappé por su parecido al jugador del París Saint-Germain, toma los conos naranja y los alinea correctamente.
En una tarde de viernes que comienza a aclarar después de una mañana lluviosa, solo hay 7 niños con pantalonetas, tenis, chalecos de colores, que hacen ejercicios de calentamiento.
Al mirar alrededor no se puede apreciar a nadie más en el lugar. Ninguno del grupo, que parecen hormigas alborotadas, se pregunta dónde está el entrenador, ni que harán en esta sesión habitual.
Solo saben que han llegado antes de las 4 de la tarde, y por ser los primeros, se esfuerzan por ser los mejores. En un parpadeo aparecen jóvenes de entre 9 y 15 años por todos lados.
Vienen en bicicletas, se bajan de jeeps, buses, y algunos otros llegan tomados de la mano de sus madres, como si fueran ellos los que las trajeran. Proceden de sectores como La Selva, La Palmilla, Tres Esquinas, Montezuna, y los más alegres viene de más lejos: el corregimiento la estrella.
Un pitido sordo de árbitro se deja oír en la cancha principal. Un lugar rodeado de un samán, tres discotecas, una iglesia, una escuela y una estación de policía, de donde salen los subintendentes Carlos Andrés Aguirre y Luis David Rodríguez, con dos silbatos colgados de su cuello y una tabla donde toman lista a los jovencitos.
Polisoccer
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Al caminar por la Estación de Policía de la vereda, alguno de nosotros espera oír una historia de algún preso, una pelea veredal o un abigeato. Pero nos encontramos con un afiche a blanco y negro estampado en la pared que anuncia el inicio de la primera escuela de Poli Soccer Betulia.
En la portada de la publicidad se ven los subintendentes, o gestores comunitarios, posando con un balón en la mitad del campo deportivo.
Al charlar con ellos lo primero que destacan es que el rostro social de la institución está cambiando. Que no se trata de ver a la Policía Nacional como una entidad represora, sino como gestores de proyectos sociales para la comunidad.
Y así sabemos que, hace dos meses iniciaron el proyecto deportivo con tan solo 8 niños, y entre ellos se pasaron la información hasta crecer a 28, que ahora asignan entre dos categorías, de 10 a 14 y de 15 a 17.
Debido a la cantidad de jóvenes, una vecina ofreció los predios de su finca llamada La Lila para que pudieran entrenar en cualquier momento.
La idea partió de un amigo del agente Carlos Andrés Aguirre, quien también es un apasionado por las bicicletas, llamado Jonnier Andrés Franco, que propuso una escuela de entrenamiento de fútbol en la zona rural.
Y así pasaron de la teoría a la acción. Mientras conversamos el tema, los niños revolotean alrededor como pájaros, mirando y escuchando lo que sucede con este grupo de periodistas que los visitan.
La mamá de dos talentos
El más atento es Edgar Ronaldo González Gallego, hermano de Hafeth Martínez Gallego, a quien los agentes han apodado Mbappé. Ambos sueñan con jugar a lo grande.
Su madre, la señora Leidy Johana Gallego, una dama corpulenta que trae ojos satisfechos al ver a sus hijos en algo y con la mente ocupada, expresa que desde que sus hijos están en el grupo de futbol han cambiado para bien en actitud, educación y valores.
Sin embargo, habla con temor y muy pausada. Tiene razones para hacerlo. Pues ella es una de las muchas madres que buscan seguridad en este nuevo proyecto, y esto, ante los incidentes que ocurrieron en la vereda en el 2015, y que dejó muchos sueños desinflados.
Se refiere al entrenador argentino Edgar Leandro Osuna, que llegó afirmando que era instructor profesional graduado en la universidad de Palermo en Buenos Aíres, y cuyas supuestas credenciales, le abrieron las puertas. Cada madre le facilitó 5.000 pesos por niño.
Luego en ese mismo año estalló la noticia nacional. El entrenador no era argentino, sino bogotano, y ni siquiera entrenador, sino un secuestrador y estafador internacional.
Desde ahí la comunidad perdió la confianza en los proyectos sociales, y guardaron sus sueños sin esperanza alguna. Ahora, dice la señora Leidy Johana, “estamos felices porque la Policía Nacional ha empezado el Poli Soccer y les confiamos nuestros hijos”.
Su hijo Edgar Ronald le gustaba pintar, pero ahora, según ella, ha adquirido la pasión por jugar futbol. Él junto a su hermano son los primeros en llegar cada lunes y el viernes, días oficiales de entrenamiento.
Vienen desde el sector Pedregales, a 7 minutos, trotando para llegar ejercitados.
El entrenador comprometido
Jonnier Andrés Franco, el entrenador, se concentra en lo suyo. Es un joven de estatura baja, ojos entusiastas, que inició junto con los gestores comunitarios el Poli Soccer Betulia. Vive en Cuba, pero también es un Dj conocido, un entrenador de arqueros y un adepto al ciclismo.
En su bicicleta viene desde Cuba a entrenar al grupo, sin importar las distancias o el cansancio.
Él ha creído que el deporte es una vía para darles una oportunidad a los jóvenes de la vereda. Muchos de ellos, sin posibilidad de aspirar a una profesión o desarrollar una pasión. Por eso como voluntario gestiona recursos ante sus amigos, para conseguir elementos deportivos para los niños y jóvenes del equipo de fútbol.
La comunidad de Betulia y las veredas que integran el sector, entre la estación Sucre y Matecaña, han empezado a soñar y confiar en un mejor futuro para sus hijos.
Y esto, según otras madres, gracias al esfuerzo humano y voluntario de personas nobles que creen en las potencialidades del otro, en una mejor ciudad, y hacen país con iniciativas como esta.