Como respuesta al cambio climático, un pensionado creó en el Meta una “fábrica de oxígeno”.

194
0

 


Ángel Sanabria tomó conciencia de la problemática ambiental que azota el planeta Tierra, y decidió dedicar gran parte de su tiempo  a promover la reforestación en su pueblo con árboles nativos.


 

 

Fotografías: Elizabeth Pérez P.

 

Por allá en los años 90, Ángel Sanabria oyó hablar de los problemas ambientales que había en el mundo.

Era un funcionario público, de los que además se interesan por la vida. También supo de una oferta del gobierno de la época.

 

Ángel Sanabria, nacido en Acacías.

 

 

A los campesinos que cuidaran bosques nativos les entregarían un subsidio en compensación por esa altruista labor.

 

Eran los tiempos de la apertura económica de César Gaviria y de la firma de la nueva Constitución política en Colombia, que selló el pacto de paz con la guerrilla de izquierda M-19 y elevó a la categoría de derechos los asuntos ambientales.

Soplaban vientos de esperanza en el país.

En ese contexto, y con el cambio de siglo, Ángel Sanabria empezó a darle un giro de 180 grados a su vida.

En 1991 compró una finca de 104 hectáreas en la vereda Melúa Alto, en Puerto López, Meta. “Se me presentó la oportunidad en esa región, que es muy bonita. El entorno lo atrae a uno, allá no se siente nada maluco. Se siente uno en paz”, dijo.

 

 

Archivo particular
Archivo particular

 

 

En el 2000, ya pensionado, este acacireño hizo realidad “la idea de volver al campo, que me bailaba en el subconsciente”, al igual que la promesa consignada en la Ley 99 de 1993 ( con la que se crea el Ministerio del Medio Ambiente).

“Hay una parte que dice que iban a pagarnos un subsidio a los campesinos por área de conservación de bosques”.

Empezó a sembrar árboles nativos. Cedros –macho y amargo, yopo, tulipanes, nogal, anon, caño fisto, cacay, palo de aceite, amarillo laurel. “Son árboles maderables, beneficiosos para la humanidad y el medio ambiente. Quiere decir que mi bosque produce oxígeno limpio”, dijo Ángel con orgullo.

 

 

 

 

Y así, empecinado, como suelen ser los campesinos, también se le metió en la cabeza la idea de promover entre sus vecinos la siembra de especies arbóreas autóctonas.

“Árboles de nuestras regiones, con el fin de que volvamos a tener en nuestras fincas la madera para nuestras cercas, nuestras casas, para las obras de carpintería”.

Advierte, en tono  de sentencia a muerte: “estos árboles están casi extintos en los bosques. Ya casi no se ven”.

Sin embargo, sus vecinos se mostraron reacios a reforestar. Corría el año 2001 o 2002, no recuerda con exactitud.

“Llegué a tener ‘enganches’ con esa gente por eso. Incluso me le echaban machete a los palos, diciendo que había harto monte, que para qué llevaba más basura. En el 2003 me le metieron candela. Menos mal por la orilla hay un caño y pude apagar el fuego. Me quedaron como unos seis a siete mil árboles, y de ahí me asemillé”, contó.

Ahora dedica su vida a cuidar la plantación El Cedral, el bosque nativo que sembró, cuidó y ha visto  crecer a lo largo de todos estos años  años.

 

Archivo particular
Archivo particular

 

 

Y continúa con su idea de incentivar la siembra de árboles nativos, en especial maderables.

“Cualquier árbol nos da oxígeno, nos da vida, pero estos nos dan un poquito más”, dice con convicción.

En ese monte de cedros, nogales, laureles, también tiene pavito y machaco, de los que recoge la semilla en los bosques circundantes.

“Los ubico en el monte, ya sé en qué época florean, echan la semilla y estoy pendiente de recolectarla”.

Los retoños a veces los regala a sus vecinos, que ya no están tan reacios a sembrarlos en sus fincas.

 

Exhibición de las plántulas de árboles nativos, que cultiva y cuida en la plantación El Cedral, con las que busca reforestar las sabanas metenses.

 

 

Conciencia ambiental

 

Cuando Ángel Sanabria empacó y se fue con su esposa a forjar lo que hoy es la plantación El Cedral, creyó con firmeza que “esa iba a ser la redención del campo, la vaca de leche del campesino para dejar de talar bosques, pero no”, dijo decepcionado de las promesas estatales.

En el Meta, el Consejo Regional de Política Económica y Social (Corpes) –ya extinto-, fue el encargado de aplicar esta política estatal.

Alcanzó a sembrar 15 hectáreas, de las 25 que contemplaba el proyecto aprobado en su momento por el Corpes de la Orinoquia.

“Hasta ahí me alcanzó la plata que me dieron en el primer desembolso. Cuando fui por el segundo ya no hubo más plata. Eso se fue en solo pagar publicidad”.

 

 

 

 

Sin embargo, insiste en reforestar con árboles nativos las sabanas metenses. “Lo estamos haciendo los particulares que nos estamos concientizando del problema ambiental que tenemos, y que si no sembramos árboles nos vamos a achicharrar todos. Con estos calores está como jodida la cosa”, sentenció.

Y aunque vive con la incertidumbre de si encontrará herederos para su iniciativa, pues hasta sus hijos le dicen que venda, que más bien se vuelva para Villavicencio, Ángel encuentra su sentido de vida en “volver a repoblar esas especies para nuestras generaciones futuras”.

Además porque: “si me vengo para el pueblo y me encierro, me acabo es de morir del tedio, porque no puedo quedarme quieto”.

 

 


 

Archivo particular
Archivo particular

 

 

Campaña de arborización en Villavicencio

 

La ‘siembra’ de la conciencia ambiental que promueve Ángel Sanabria con la campaña de arborización con especies nativas, la extendió a Villavicencio.

El Parque Malocas lo ha acogido  en algunas de sus ferias ganaderas.

Trae plántulas del semillero que tiene en su finca y  las ofrece a los visitantes, y aunque aún su terca idea no ha tenido suficiente eco, él persiste e insiste en asemillarse de árboles originarios de esta sabana llanera, que sueña ver reforestada.

 

Banco de CO2 en Antioquia

 

En Antioquia funciona desde el 2013 el BanCO2, una iniciativa ciudadana para conservar los bosques del Oriente de este departamento.

A través de este “banco verde”, que cuenta con el respaldo de la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los ríos Negro y Nare (Cornare), se busca vincular a empresarios, instituciones y ciudadanos, con la ruralidad.

A los campesinos que conserven extensiones de bosque de máximo tres hectáreas les entregan una compensación en dinero, pagada por quienes aporten al BanCO2. Eso sí, con la seguridad de que los beneficios ambientales son para todos.

 

En Pereira también se ha empezado a trabajar.

 

“Un proyecto en Pereira tiene el objetivo de aumentar el número de árboles en espacios públicos. De 21.868, con los que contaba la ciudad en 2015 (1 árbol por cada 18 habitantes), se espera tener  25 mil  más al finalizar  2017, alcanzando un promedio de  6 personas. La cifra sugerida por la Organización Mundial de la Salud es de un árbol por cada 3 habitantes”  La sombra que nos cobija  por Martha Alzate

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.