Betulia, una pequeña población rural que gira alrededor de una enorme cancha y un Samán

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Un nuevo recorrido por los barrios y comunidades de Pereira y sus alrededores. Esta vez por  los antiguos caminos del tren. Hay una evocación especial que siguen despertando estos lugares al  visitarlos y caminarlos.  


 

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares/ Diego Val.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

En días pasados La Cebra En Tu Barrio estuvo en Betulia (Alta y Baja), veredas del corregimiento de Arabia.

Nos sucede que, como equipo periodístico, nos asalta siempre una emoción especial cuando vamos a recorrer los antiguos caminos del tren.  ¿Cuál será la magia, la evocación especial, que dejaba a su paso este caminante con zapatos de hierro, que aún hoy todos lo evocan  y viven apegados a su recuerdo?

Ambas Betulias se desarrollaron alrededor de lo que fue la línea férrea que conectaba Pereira con el Quindío y otras zonas cercanas del Valle del Cauca.  

 

Foto archivo particular/ Grupo en Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”.
Foto archivo particular/ Grupo en Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”.

 

Llegando a estas veredas, a unos 25 minutos de la iglesia de Morelia, ubicada sobre la vía que de San Joaquín conduce al municipio valluno de Alcalá, nos internamos por carretera destapada en relativo buen estado.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

En el camino, fuimos encontrando grupos de casas dispersos, reunidos, la mayoría, en torno a lo que fueron las infraestructuras del tren: un puente sobre la quebrada Cestillal (en el popular balneario Pedregales), las antiguas estaciones, donde se detuvo en el pasado la máquina rodante, y así.

 

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Sin embargo, hoy del tren nada queda.  Los rieles no existen, y nuestro vehículo resbala por la vía en la amplitud de dos carriles vehiculares.  Solo al cruzar la Quebrada mencionada, un observador informado puede hacer la asociación y darse cuenta que aquel cruce debió servir originalmente a una locomotora solitaria. Desde él, los viajeros lanzarían en los tiempos viejos miradas melancólicas o anhelantes a las frescuras de la corriente.

 

 

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Lo que encontramos en la vereda Betulia Alta fue otra realidad. La de una comunidad que se hizo a partir de diferentes actos de donación y de acción comunal.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

El predio donde hoy se asientan la mayoría de las viviendas fue producto de la gestión del entonces congresista Oscar Vélez Marulanda.  El lugar, en su conjunto, destaca por su equipamiento deportivo, orden y, en general el espacio público que lo conforma.  

 

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Betulia Baja está constituido por una serie de viviendas que giran alrededor de dos espacios para desarrollar ejercicio: una cancha múltiple y una gran cancha de fútbol.  Esta última fue donada por el patriarca de una familia muy particular: los Betancourth.  

Don Gabriel Betancourth, no sólo donó los terrenos para lo que, posteriormente, se fue transformando en terreno de juego, sino que tuvo siempre una figuración muy importante en la acción comunal que acompañó los procesos de consolidación del asentamiento.  

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Lo que en su comienzo fue un lote en tierra, hoy luce como un buen escenario deportivo, sembrado en grama y dotado de porterías, iluminación y otras facilidades que permiten su uso y disfrute, por parte de la comunidad aledaña y de vecinos de otras zonas, puesto que en ella se realiza durante todo el año un campeonato.

Cada fin de semana acuden a Betulia Baja los representantes de los distintos equipos que participan en el torneo.  Y la vida misma de la vereda gira, en buena medida, en torno a esta competición.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Recorriendo sus calles, que se abren al visitante bajo la sombra de un elevado Samán, se puede disfrutar de una tarde plena de sol, en la que los colores vistosos de las fachadas de las viviendas alternan con los jardines.

En el corazón mismo del caserío, nos sentamos a descansar al abrigo de una acacia florecida, y muy en nuestro íntimo pensamiento contemplamos como posibilidad algún día compartir la vida tranquila de este lugar, hecho de un verde en el que conviven vecinos de mucho tiempo.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Jairo Londoño, líder comunal y habitante de años de la zona, nos contó cómo muchos de ellos trabajaron arduamente en jornadas extensas para lograr transformar el lote a secas en campo de juego, y llevarlo al estado en que hoy se encuentra. También él, como presidente de la Junta de Acción Comunal (que lo fue durante varios períodos), gestionó la iluminación de la cancha, entre otras buenas obras para la comunidad.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Actualmente, este espacio sirve para que los niños de sectores aledaños practiquen el fútbol en las tardes. Dos veces por semana arriba a Betulia Baja un entrenador profesional, que viene desde Perla del Sur, barrio del  sector de Cuba, en Pereira.

 Allí, cerca de cuarenta niños y jóvenes se reúnen para pasar una tarde deportiva, entrenando con técnicas e instrucciones acordes con la práctica de este deporte, y reforzando una disciplina que les permite pasar sus horas libres apegados a una actividad positiva para sus vidas.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

El deporte, no solo ayuda a cada individuo a tener un mejor estado físico y mental, sino que aporta a la consolidación de los lazos colectivos.  Es por ello que la escuela de fútbol es el semillero que alimenta también al campeonato. Y este, como hemos dicho, constituye eje fundamental de la vida social de esta vereda y sus alrededores.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Posteriormente, Jairo nos llevó a la casa de los Betancourth. Algunos de los nietos del patriarca (que en total fueron dieciséis), viven hoy en una parcela heredada de su padre.  Recuerdan la tradición de este clan que tanto arraigo tiene en Betulia.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Varios de ellos (como otros muchos de los habitantes de esta zona) partieron a Estados Unidos. Particularmente a Long Island en NYC.  Allí migraron a finales del siglo pasado, y en la medida en que se ayudaron unos a otros a llegar a este país, buscando mejores oportunidades de vida, se fue creando toda una colonia de Betulia en New York.

En la casa, remodelada en el lugar donde antaño existieron las habitaciones, en tiempos en que el padre aún vivía; de reciente construcción y buenas especificaciones, conviven por lo menos seis de los hermanos.   

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Algunos de los que están por fuera envían recursos para que puedan mantenerse los que permanecen al frente del terruño familiar. No obstante, varios de ellos trabajan en diferentes actividades y en la misma parcela (de 16 cuadras de extensión) cultivan y crían animales que ayudan a su manutención.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Comparten este espacio con sus propias familias.  Es decir, que allí viven los hermanos con sus parejas, y a la vez con algunos de sus hijos.  Una de ellas, de nombre Marta para más señas, cultiva un hermosísimo jardín, en donde destacan las orquídeas de varias especies.  

Allí los encontramos en nuestro recorrido, al final de una tarde de tonalidades amarillosas.  Mientras Jairo mostraba al equipo de La Cebra Que Habla las fotos que conforman el árbol genealógico de los Betancourth, que adornan las paredes de la casa, la jardinera fue contándome sobre las flores que cultiva, con paciencia y esmero, y hasta me compartió sus secretos en cuanto a abonos orgánicos se refiere.  

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Ya de recorrido por Betulia Alta, el panorama cambia drásticamente. En lo que podría llamarse “las partidas”, una y que bifurca la vía en dos caminos, se encuentra una tienda (enseguida de lo que fue una estación del tren y que hoy está habitada por una familia que tiene en ella su vivienda), y un espacio para la práctica de tejo.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Tomando este camino se accede a la parte más elevada del corregimiento, que está conformada por terrenos de cultivo de plátano y tomate (poco café), y algunos potreros.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

La tarde se extiende sobre el camino que acompañan las portadas de las fincas.  Se nota una gran actividad agrícola. Hay olor de fungicida y de caca de gallina.  En las tomateras, diligentes obreros juntan el producto del tomate, en camas de madera.  El aire tiene la temperatura de los valles cercanos.  

Y el paisaje es un resumen de los recuerdos de la infancia: guaduales que danzan despacio al ritmo del viento, plataneras espigadas, y algunas matas de café que aportan al horizonte el contraste del verde oscuro.  

 

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Pudimos contemplar, en el recorrido, bellos exponentes de la arquitectura tradicional cafetera, adornadas como es costumbre por variedad de plantas que crecen desprevenidas y abundantes en ollas, envases, canastos y todo tipo de recipientes. Indiferentes a su continente, exponen su fronda para el disfrute de quien quiera dedicarles una mirada.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Betulia Alta no tiene un caserío concentrado, como su vecina “La Baja”, pese a que en su jurisdicción se encuentra ubicada una escuela importante. No obstante, se siente ese agradable vivir de las zonas de campo, en donde las horas se deslizan, perezosas, de la aurora a la noche, acompasadas por los humos que fogones activos obsequian al ambiente, en su plenitud de maderas quemadas.  

 

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val
Directora del portal web La Cebra Que Habla

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