Anita tiene 68 años y Eliana 13. Son habitantes de toda la vida y líderes del barrio desde distintos procesos. Son dos generaciones diferentes, que se tejen por un mismo interés: el bienestar de su comunidad.
Fotografías por Erika Valencia Toro
Opiniones, reflexiones y muchas emociones dejaban escuchar y ver algunos de los líderes juveniles reunidos en “La Escuela Taller”, una especie de salón comunal ubicado en el barrio Las Brisas – Villa Santana.
A un lado de ellos se encontraba doña Anita, conocida en el barrio como “La Grande”, no propiamente por su estatura que difícilmente alcanza 1 metro con 20. Es un asunto metafórico, que hasta los más pequeños entienden, cuando observan ese rostro donde permanentemente se trazan la más grande sonrisa y la seguridad que refleja después de 68 años vividos.
Anita, fundadora de Villa Santana, asentía la cabeza, como símbolo de afirmación en medio de la conversación que se llevaba a cabo sobre los antecedentes de la comunidad.
Eliana, una niña de 13 años de edad, intervenía con opiniones sobre temas de interés social y exponía con firmeza sus esperanzas e ilusiones con el barrio.
Eliana dedica sus mañanas al colegio y sus tiempos libres los invierte en talleres y programas que realiza en la “Escuela Taller”, sus especialidades son el papel maché, los sancos, el reciclaje y la huerta.
Es la menor de cinco hermanos, quienes trabajan para sostener a toda la familia y a su madre. Quizás, y gracias a ellos ha adoptado como lema personal que siempre hay que “ayudar a las demás personas”, y así lo repite reiterativamente.
A su corta edad ella misma se proyecta en labores de servicio a la comunidad, pero su casa aún sin terminar y con apenas la cocina recién hecha, le recuerda que sus planes también deben incluir la ayuda y apoyo a su familia.
Su más grande sueño es terminar sus estudios y ser veterinaria: “si uno quiere algo lo tiene que conseguir… uno no mira hacia atrás”.
Por otro lado, Ana Elvia Rojo Villa, “La Grande”, culminó su bachillerato y empezó sus labores en la comunidad de Villa Santana, capacitándose para ejercer como voluntaria en diferentes áreas relacionadas con educación en salud oral y primeros auxilios.
Anita perdió su hijo cuando tenía 20 años, él era su más grande amor y fue asesinado dentro del barrio, ese mismo donde ha vivido toda la vida y al que noblemente aún sigue sirviendo. “Los más bonito de ser líder es ayudar a la gente… así soy feliz”, comenta con su sonrisa característica, a pesar del recuerdo que la invade.
“La comunidad se ha mejorado como en lo ambiental, se pavimentó, se sembraron árboles y la inseguridad bajó de cuatro años para acá”, continuaba el diálogo con un tono suave, ligero y tranquilo.
Después de tres periodos como comunera, este es su primer periodo como presidenta de la junta de acción comunal, y está encargada de un sector en donde sigue realizando gestión de proyectos.
Asegura que lo que le falta a la humanidad es amar al prójimo. Eliana, piensa algo diferente: considera que a la humanidad le hace falta ser más amable y responsable.
Son dos generaciones diferentes, que se tejen por un mismo interés: el bienestar de su comunidad.
Anita recordó que aún hay cosas por hacer, pero resalta la labor de esos jóvenes que desean capacitarse, escuchan y se proyectan con propósitos firmes para mejorar su entorno. Le alegra que ya no están en las calles delinquiendo, sino que invierten el tiempo en construir nuevos horizontes para la comunidad.
“Yo quiero que mi barrio tenga un mejor ambiente, que no se vean basuras… ser más unidos. Yo quiero que mi barrio sea bien”, el tono entusiasta se podía sentir en todo el lugar y en cada voz, especialmente en la de Eliana que sonreía ante la cámara con cierto nerviosismo y encanto.
En el barrio Las Brisas – Villa Santana se generan procesos grupales, con los que a través de la unión, el amor, la reflexión y el verdadero valor del ser, se construyen realidades diferentes y transformadoras.
El barrio hoy está lleno de historias y de personas que le apuntan al cambio.
Desde sus fundadores que sembraron árboles y más que eso valores, hasta los niños que aun muy pequeños ya se identifican en cada uno de estos programas, buscan juntos dar valor a la cotidianidad y seguir tras el sueño de seguir sembrando y expandiendo su legado.
Pese a lo anterior, gran parte del imaginario colectivo de esta comunidad se ha tejido a través de paradigmas de violencia, agresión y robo, generando un malestar generalizado y categorizando al sector como una zona peligrosa en la ciudad.
Adriana Delgado, otra de las líderes representantes de la Comunidad, comenta que la gente etiqueta deliberadamente la zona, por lo tanto ella guarda la esperanza de que algún día la gente conozca todos los esfuerzos que allí se hacen por fortalecer espacios, vínculos, familias y futuro, gracias a una conciencia colectiva de bienestar.
Esta realidad demuestra que los líderes permanecen para trasformar las visiones erradas, los ancianos dejan siempre su legado y los jóvenes tienen la responsabilidad más grande de transformar lo que se les encomienda en sus manos: el futuro, aquí y ahora.