sábado, mayo 3, 2025
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Inaugurado el circuito de parques de La Circunvalar

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El circuito de parques de La Circunvalar será un Corredor Cultural, Gastronómico y Cafetero que busca convertirse en referente de ciudad, por su oferta, simbolismo, riqueza patrimonial y su impacto en el desarrollo de Pereira


 

Tras presentar una propuesta que fue calificada como excelente por las comisiones de espacio público y de patrimonio de la Alcaldía de Pereira, en los aspectos técnico y social, el 21 de diciembre de 2018 se suscribió el Contrato 032 para la “administración, mantenimiento y aprovechamiento económico del espacio público”, firmado entre el Municipio de Pereira y la Sociedad de Mejoras de Pereira, comprometiéndose la entidad a administrar los espacios garantizando la inversión de los recursos en el mantenimiento de su infraestructura, limpieza, seguridad y actividades culturales.

Bajo el amparo normativo del Acuerdo Municipal 78/08, la SMP fue confirmada por el Municipio como la entidad operadora del circuito de parques de la avenida Circunvalar.

El circuito de parques de La Circunvalar será un Corredor Cultural, Gastronómico y Cafetero que busca convertirse en referente de ciudad, por su oferta, simbolismo, riqueza patrimonial y su impacto en el desarrollo de Pereira, en donde el civismo y la participación ciudadana tendrán un papel protagónico.

 

 

Ana María Cuartas, Directora Ejecutiva de la Sociedad de Mejoras de Pereira, aseguró que la entidad vinculó en el proyecto al chef Diego Panesso y el Comité Departamental de Cafeteros de Risaralda, con el fin de garantizar una oferta diferenciada y de alta calidad, y a su vez incluyente que permita generar mensualmente los recursos para el mantenimiento, el cuidado y la activación cultural de los parques, los cuales estarán dotados por cuatro góndolas que fueron donadas por Efigas S.A. E.S.P, Gerenciar S.A.S., Coordinar Seguridad y Compañía Ltda, y Asul S.A.S, contando además con aliados estratégicos, como la Empresa de Energía de Pereira S.A. E.SP, Atesa de Occidente S.A E.S.P, Contecho S.A.S, Trazzo y el Club de Jardinería de Pereira.

 

Plazoleta El Prometeo:

Las actividades culturales, serán las protagonistas en la plazoleta Los Fundadores, conocida también como el Parque Prometeo, en donde los visitantes podrán apreciar exposiciones artísticas, poesía, conciertos con la Banda Sinfónica de Pereira, entre otros eventos, que servirán para generar la apropiación del espacio público por parte de los ciudadanos.

 

 

La oferta artística de este parque será complementada por una fusión gastronómica de platos diversos, que pretenden ofrecer una experiencia saludable, teniendo como ingrediente principal el Yogurt Griego.

 

Parque La Julia:

Es un parque referente en Pereira, en donde se llevarán a cabo programas culturales como:

• Exposición de los accesorios más llamativos de los Artesanos de Risaralda
• Biblioteca
• Conversatorios, pasarelas, cuentería, poesía y conciertos

 

 

La gastronomía italiana complementará la oferta de este espacio, en donde los visitantes podrán disfrutar de una experiencia única a través de los sabores de la cocina internacional.

 

Parque La Rebeca:

Por su riqueza ambiental y simbólica se desarrollará un espacio lleno de tradición pereirana, en donde los ciudadanos podrán disfrutar de un café de alta calidad, que resalte el Paisaje Cultural Cafetero y la diversidad de perfiles en cada uno de los sabores.

 

 

El escenario tendrá además una oferta gastronómica dulce con un mobiliario dispuesto para crear un ambiente de sana convivencia.

Se desarrollarán actividades culturales en torno a la gastronomía, como ferias, bazares y preparaciones de recetas en vivo. Así mismo, se realizarán capacitaciones a ciudadanos y turistas sobre barismo, preparación, catación de café, a fin de ofrecer una experiencia sensorial sobre las tradiciones cafeteras de la región.

 

Parque Popular Modelo:

Las actividades del parque se realizarán en torno al arte y la música, destacando las activaciones con bambucos, boleros, exposiciones de obras de arte y otras actividades que buscan realzar la cultura de pereirana y de la región.

 

 

El ambiente gastronómico característico del espacio permitirá desarrollar un restaurante tipo “Street Food”, con el fin de complementar la oferta existente y permitir que los pereiranos disfruten de un concepto casual de cocina colombiana callejera.

 

El circuito de parques de la avenida Circunvalar será en sí mismo, un nuevo producto turístico para Pereira, y nuestros visitantes, a fin de que tengamos un lugar de esparcimiento del cual sentirnos orgullosos, al ser escenarios con un modelo de administración eficiente. Lugares limpios, con apropiación ciudadana y seguros, para lo cual es indispensable que todos hagamos buen uso de ellos y ayudemos a cuidarlos”, precisó Cuartas.

Galería Circuito de Parques La Circunvalar

 

Un recorrido inolvidable por un museo al aire libre: street art en Cali

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Mirá ve, si estás full desparche, te invitamos a este dar un borondo con esta galería de los murales y grafitis del arte urbano en Cali. Unas fotos bien ásperas, oís


 

Una de las características que a primera vista se aprecian cuando un visitante llega a la sucursal del cielo, además del calor y la sabrosura– como llaman sus habitantes a la alegría y estilo de vida rumbero-, es el arte público, murales en cada rincón de la ciudad.

Y es así como nos preguntamos: ¿Quién dijo que los muros no hablan? Las paredes y fachadas de Cali cuentan la historia, la cultura y los sueños de sus habitantes. El arte urbano y el muralismo llenan de color a Cali entregando un mensaje a los que la recorren.

 

 

Estos murales han ido cobrando vida con el pasar del tiempo gracias a infinidad de artistas latinoamericanos -que se han dado cita en las bienales de arte urbano o muralismo en Cali-, colectivos como Gráfica Mestiza y el Museo Libre de Arte Público (MULI), y artistas locales.

Se puede apreciar el uso de varias técnicas en este arte urbano: spray, mosaico, esgrafiado, acrílico, esmalte, entre otros. Son obras que invitan al espectador a conocer más sobre Cali, su cultura, historia, y a reflexionar sobre diferentes temas como el medio ambiente, la biodiversidad, las luchas sociales y el mismo arte urbano.

Cali se enriquece con el trabajo de artistas, grafiteros y muralistas, tanto nacionales como extranjeros y cada día, los caleños aprecian el arte urbano con el que se cruzan día a día, dando un nuevo lugar y reconocimiento a estas expresiones artísticas. Al fin y al cabo, hacen parte de la diversidad y riqueza viva de una ciudad, como lienzo creativo para que aquellos que ven en una tapia un canvas de infinitas posibilidades”, Expresa Alberto José Echeverri

Mirá ve, si estás full desparche, te invitamos a este dar un borondo con esta galería de los murales y grafitis del arte urbano en Cali. Unas fotos bien ásperas, oís.

 

Galería Arte Urbano en Cali


La obsesión por los selfies o narciso en el estanque digital

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Foto por Martha Alzate

En últimas, el objeto del viaje se ha convertido en lograr la mayor cantidad de fotos posibles, en las cuales lo que más importa es afirmarnos…


 

El selfie es el rey de los registros que constituyen, asimismo, la manera por excelencia de interrelación en las arenas digitales, una forma de estar presente y mostrarse ante los demás en el perpetuo intercambio de información de la era contemporánea.

Un autorretrato en tiempos de las redes sociales, es decir un selfie, constituye un grito dirigido al vacío de la red informática, una acción cuyo objeto es comunicar cada paso que se da.

Es, así mismo, una manera de rendir cuentas ante un universo relativamente indefinido acerca de los pormenores de la propia existencia; y de paso tranquilizarnos a nosotros mismos con los mensajes que nos llegan de vuelta, esos que nos ayudan a darle un sentido a lo que vivimos otorgando una importancia impostada a nuestras rutinas y actos cotidianos.

 

En las afueras del Museo de Louvre. Foto por Martha Alzate

 

Los selfies son usados en múltiples situaciones, ya sea para informar a nuestros amigos virtuales que estamos frecuentando un lugar o que realizamos una acción particular; para notificar cambios en nuestra apariencia; o simplemente para divertir y divertirnos (si es que a eso se le puede llamar diversión) haciendo toda suerte de carantoñas que quedan registradas y que, además, pueden ser retocadas con aditamentos que nos suministran las aplicaciones en los dispositivos móviles: orejitas de Playboy, lentes de colores, un rubor impactante para nuestras mejillas, un color llamativo para nuestros cabellos, o cualquier otra cantidad indeterminada de trucos de edición.

No obstante, es probable que el uso predominante de los selfies sea aquel que se vincula con nuestros recorridos turísticos. Es en esos momentos cuando, a mi juicio, somos más propensos a querer dejar una huella, un testimonio que certifique ante los otros (y ante nosotros mismos) que estuvimos allí.

Este tipo de retratos son, sin duda, los que nos ayudan actualmente a donar una constancia, y de paso a hallar la certeza de que asistimos como protagonistas a los actos de nuestra propia vida, ya que en la actualidad nuestras vivencias parecen desvanecerse si ellas no están debidamente respaldadas por los mega pixeles que nos ayudan a capturarlas, almacenarlas, y compartirlas indiscriminadamente por las redes sociales.

Entre más conocido e icónico sea el destino capturado en nuestras instantáneas, mucho mejor. Así, tenemos la sensación de apropiamos del espacio y su importancia, en virtud de que creemos que para ello es suficiente mostrarlo detrás de nuestra humanidad.

 

Selfie en Louvre, París

 

Lo así visitado termina por convertirse en un “adorno” de lo más irrelevante.

Para no estropear nuestro primer plano, pocas veces resalta algo más allá de alguna arista que permita realizar una correcta identificación del valor cultural o histórico del sitio en cuestión, es decir una característica sutil que logre desatar la referencia en el público al cual está destinado el espectáculo de nuestra privacidad transformada en publicación: lo que resta de estos emblemáticos lugares es su presencia apenas perceptible detrás de nuestros cuerpos omnipresentes, su nueva función como un fondos empequeñecidos dispuestos en la retaguardia de nuestro ego.

Al intentar aprehenderlos de esta forma ni siquiera los vemos, más bien nos miramos a nosotros mismos acompañados apenas por una presencia difusa a nuestro alrededor, algo que tan solo nos complementa.

En últimas, el objeto del viaje se ha convertido en lograr la mayor cantidad de fotos posibles, en las cuales lo que más importa es afirmarnos, de forma que son ellas las que han terminado por otorgar sentido a los múltiples desplazamientos turísticos actuales, mucho más que el reconocimiento directo de los emplazamientos, por mágicos o trascendentes que estos sean.

 

Hasta los más pequeños se vuelven cómplices en la captura de estos fugaces momentos de existencia. Foto por Martha Alzate

 

El pasado verano, en uno de los atractivos más visitados del mundo, el Museo del Louvre en París, me propuse observar y fotografiar pacientemente a los distraídos paseantes que disparaban copiosamente sus cámaras, no pocas veces haciendo uso del selfie-stick, esa extensión del brazo que, al estilo de otras prótesis contemporáneas, ha venido a aumentar nuestras capacidades naturales, o a reducirlas, según se considere.

Hice un somero recorrido por las poses y movimientos de diversos transeúntes que se daban cita aquel día en la plazoleta que obra como antesala al Museo, pero rápidamente el ensayo devino en aburrimiento. No obstante, al revisar nuevamente el material con el propósito de realizar este escrito, pude observar con más calma y mejor criterio lo que en él se contenía.

Mi favorita, por decirlo de alguna manera, es la fotografía de una mujer que se eleva unos centímetros por encima de la multitud, escalando y depositando su cuerpo sobre una especie de pedestal. Esforzándose por mantener el equilibrio, su felicidad llegaba al límite de la excitación  a medida que sus movimientos iban quedando registrados por la cámara que disparaba, a instancias de ella, algún familiar o compañero de viaje.

 

Selfies en París. Foto por Martha Alzate

 

Lo más sobresaliente de este espectáculo público era que la susodicha se encontraba situada totalmente de espaldas a las fachadas del Museo, al tiempo que le mostraba sus partes posteriores a la famosa pirámide que, instalada en el centro de la plaza, constituye el símbolo más reconocible de todo el conjunto del Louvre.

Es decir, a aquella compañera de viaje fortuita le daba igual todo lo que tenía a su alrededor, tanto que sus repetidos movimientos, hechos con alguna gracia para el improvisado fotógrafo, bien podrían haber sido captados en un estudio cerrado localizado en su país de origen, siempre y cuando detrás de sus contorsiones se hubiera instalado previamente una tela impresa con una imagen del Palacio y de la Plaza del Louvre, mismos elementos culturales y arquitectónicos que ella, en su pretendida actitud de modelo, negaba totalmente mediante su pose.

Mi observación continuó, y siguió los movimientos de dos hombres que, entre la multitud, se disponían a tomar sus fotografías.

Uno de ellos haciendo uso de una cámara común, y otro que se ubicaba de una manera algo marcial, sosteniendo con toda convicción su teléfono dirigido totalmente hacia su propio rostro. A éste último, el solo gesto parecía bastarle para convencerlo de que la suya era la única presencia del día en aquella explanada.

 

Foto por Martha Alzate

 

Afincado en su móvil, como quién detenta una espada, el individuo parecía preso de una profunda abstracción. Escapado a otra dimensión, su pretendido aislamiento le salvaba, en apariencia, de sufrir o disfrutar de todos los pormenores del contexto: el calor insufrible, las multitudes que lo rodeaban, y, obviamente, las características de los edificios y sus posibles significados.

Sigo revisando las imágenes de aquel día, y en cada una se puede contemplar a alguien tomando fotografías, muchas de ellas selfies. De rodillas, erguidos, acompañados o solos, cada uno se dedicaba casi exclusivamente al registro de su presencia, más importante que la presencia misma.

Otra imagen bien diciente es aquella en la que puede verse a un grupo de personas, probablemente una familia, mientras se entretienen revisando en tiempo real las fotografías que acaban de tomarse.

Es seguro que dedicaban el tiempo del que disponían para disfrutar de aquel sitio a labores de edición, o por lo menos ocupaban los minutos en meticulosas revisiones para convencerse a sí mismos de que su imagen había logrado una apariencia adecuada; certeza sin la cual no les habría sido posible continuar tranquilos el resto del día, aunque la operación debiera ser repetida hasta el cansancio cada vez que alguno de los participantes de aquella expedición decidiera realizar nuevas capturas.

 

Foto por Martha Alzate

 

A un costado del grupo descrito, se observa a un niño no mayor de doce años, hincado en posición que denota un cierto interés “profesional”, sosteniendo una cámara a todas luces demasiado costosa para su edad, encargado seguramente por sus padres de tomar una instantánea a la fachada del Palacio.

Por lo menos este infante no posaba a espaldas del edificio, y es posible que la imagen así capturada se hubiera fijado en su recuerdo impulsando posteriormente su inquietud respecto al emplazamiento visitado. Al repasar esta imagen suspiro, y elevo mis oraciones esperando que por lo menos en este caso así haya sucedido.

El resto de los registros carecen de interés, ya que muestran a una multitud uniforme, homogénea hasta la disolución, dispuesta en actitud de paciente rebaño a una expectación interminable obligada para traspasar los controles de acceso que los separan del Museo como centro de culto y peregrinación. Un segundo ruego se me escapa, en la esperanza de que un porcentaje de aquella turba, así sea ínfimo, derive algo trascendente para su existencia de la ansiada visita.

 

Foto por Martha Alzate

 

Esta mañana, antes de culminar el escrito, pude escuchar en France Inter Radio a Jean Luc Martinez, presidente del Louvre, hablar acerca del Museo y de la emblemática Pirámide, que este año cumplirá treinta de haber sido instalada en la plaza. 

Dos datos interesantes acerca de esa entrevista: El año pasado, según el director, el Museo alcanzó un hito: 10 millones de visitantes. Pero, según sus propios cálculos, el 60% de los franceses no visitan el museo.

A la pregunta de un oyente sobre qué hacer con aquellas personas que vienen a ocupar el espacio limitado de las visitas, pero se dedican solo a tomar fotografías en el interior de las instalaciones en vez de apreciar verdaderamente las obras, El Director dijo que era imposible prohibir las fotografías pero que en el Museo se esforzaban porque éste fuera realmente un lugar de encuentro entre personas.

Dos afirmaciones que me llevan a confirmar mis observaciones del verano anterior, en relación a la desnaturalización de este tipo de instituciones que dejaron de ser realmente centros culturales y artísticos para convertirse en atracciones turísticas, como cualquier parque de diversiones.

 

El Museo del Louvre es el museo más importante de Francia y uno de los más visitados del mundo. El año pasado recibió diez millones de visitantes. Foto por Martha Alzate

 

Así van las cosas por estos días: Narciso redivivo recorre el mundo, animado por el único propósito de contemplar su imagen multiplicada un millón de veces en el estanque digital de los selfies.

 

Galería afueras del Museo de Louvre

 

 

Pelar el cobre

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En esa medida, si la educación es de veras agente de transformación personal y social, la libertad de cátedra es una de sus grandes conquistas


 

“Pelar el cobre” es una vieja expresión coloquial utilizada para referirse al momento en el que una persona, luego de pasarse la vida entera reprimiendo sus intenciones últimas, muestra su verdadera condición.

Pasa a menudo con el lenguaje de la corrección política: años enteros dedicados a ocultar las más profundas convicciones tras el ropaje de los eufemismos y al final un desliz- el miedo o una pataleta, por ejemplo- saca a la luz lo más sórdido y visceral.

 

 

Es decir, lo más auténtico.

Sucedió al promediar el pasado mes de febrero: Edward Rodríguez, representante a la Cámara por el Centro Democrático, peló el cobre y propuso sancionar a los profesores que “promuevan ideas políticas a sus estudiantes”.

Fue solo una propuesta que bastó para desnudar la visión del mundo de un sector entero de la sociedad colombiana que, curiosamente, se ampara bajo los enunciados de un partido llamado Centro Democrático.

Acto seguido, su jefe político saltó a corregirlo en las redes sociales, su escenario favorito.

 

Edward David Rodríguez, Representante a la Cámara por el Centro Democrática. Imagen extraída de Wikipedia, autor Camilo Monroy

 

Como siempre, con sus declaraciones sólo consiguió empeorar las cosas.

El adoctrinamiento político de algunos profesores hace daño al estudiante, a la democracia y a la ciencia. Deberían buscarse soluciones que no sean sanciones legales”, dijo el hombre.

Confieso que sentí pánico ¿A qué llamarán esos personajes “adoctrinamiento”?.

¿A qué se refieren con lo del “daño al estudiante, a la democracia y a la ciencia”?

Peor aún: conociendo los antecedentes del senador ex presidente ¿Cuáles podrían ser esas “soluciones que no sean sanciones legales”?

Por ahora no quiero imaginarlo. Fui profesor universitario durante quince años y aprendí sobre el terreno que el debate libre y abierto en el aula es el camino más fértil para formar personas pensantes y por lo tanto capaces de tomar decisiones autónomas en las grandes encrucijadas.

 

 

En esa medida, si la educación es de veras agente de transformación personal y social, la libertad de cátedra es una de sus grandes conquistas.

Y el concepto de libertad implica la oportunidad de aproximarse a todas las corrientes de pensamiento, incluidas las izquierdas y derechas más extremas así como los centros más tibios y ambiguos.

Aquí empiezan las dificultades. Por lo menos durante dos siglos la Iglesia Católica Confesional- la del senador ex presidente y sus áulicos- controló la educación pública y privada en la actual Colombia, condenando todas las demás creencias a la condición de herejías y , por lo tanto, haciéndolas susceptibles de anatema.

Todos sabemos que, a menudo, el destino de los herejes fue la hoguera. Supongo que en el Maleus Maleficarum, tenebroso manual redactado por el Tribunal de la Inquisición, ese recurso correspondía a las soluciones que no eran sanciones legales.

Sólo supongo.

 

 

La ciencia, hoy considerada en peligro por el Centro Democrático, no fue ajena a esa condición herética. Hombres como Francisco José de Caldas tendrían mucho para contarnos al respecto.

En la lucha por la libertad de expresión, una de cuyas conquistas fue la libertad de cátedra, el Partido Liberal Colombiano- ese que ya no existe- libró varias decenas de guerras civiles a lo largo del siglo XIX.

Por lo visto las perdió todas, para utilizar palabras del escritor Antonio Caballero.

Y aquí vuelvo al punto del “adoctrinamiento”. Para los lenguajes del poder, esa palabra es utilizada para descalificar las posiciones políticas ajenas. Pero cuando se trata de las propias, es simple y justa promoción de los auténticos valores y principios.

Como eso de meterse en el útero de las mujeres que defienden su derecho al aborto, o en la urgencia sexual de los muchachos conminándolos a “aplazar el gustico”.

Esas cosas pasan cuando el concepto mismo de democracia y ciudadanía empieza a tambalear.

 

 

Todo funciona muy bien mientras el poder político y económico se siente seguro.

Pero cuando percibe alguna amenaza- real o inventada- no duda en apelar a los viejos métodos: el asesinato, la censura, el secuestro, la desaparición, el despojo, todo en defensa de “Los valores de la civilización”.

Que es una de las muchas maneras de pelar el cobre.

 

Villa de Leyva: un monumento nacional entre la historia, la prehistoria y el encanto

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Fundada el 12 de junio de 1572 y reconocida por su arquitectura colonial, Villa de Leyva vive con intensidad el siglo XXI pero comparte su historia con quienes la visitan


 

Villa De Leyva, declarado monumento nacional, es un espacio encantador y sorprendente gracias a su arquitectura colonial. Recorrer sus calles es transportarse a la época de su fundación.

 

 

Sobresale la inmensa Plaza Mayor, un espacio rodeado de viejas edificaciones coloniales que te llevarán a sumergirte en la cultura local de una de las ciudades más hermosas del país.

Las calles de piedra y las fachadas blancas reciben a los viajeros que llegan a Villa de Leyva, un municipio boyacense que hace parte de la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia y al que se llega desde Bogotá en unas tres horas por tierra hacia el nororiente de la ciudad. Fundada el 12 de junio de 1572 y reconocida por su arquitectura colonial, Villa de Leyva vive con intensidad el siglo XXI pero comparte su historia con quienes la visitan.

En La Cebra Que Habla preparamos la siguiente galería fotográfica de este maravilloso destino. Bienvenidos.

 

 

Siente la música: un lujo para el alma y el oído

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Encontrarnos con la música es una posibilidad de reconocer una tradición. En el teatro Comfamiliar el tercer viernes de cada mes trascurre la música. Imagen de Comfamiliar - Cultura y Bibliotecas

Encontrarnos con la música es una posibilidad de reconocer una tradición. En el teatro Comfamiliar el tercer viernes de cada mes trascurre la música. Difundir, pues, nuevos interpretes, nuevas propuestas, donde la música puede ser una forma profunda de reconocernos


 

La música nunca se acaba, solo se abandona. Apenas se abandona reaparece y a veces un poco antes. Puebla el tiempo y todas sus formas. En fin, nos habita.

Butes apenas escuchó el canto de las sirenas se arrojó al mar siguiendo la música. Marchó vagamente satisfecho, casi humillado por la belleza.

Cuando Bach componía nos insinuó la fragilidad del hombre porque nos musicalizó lo más hondo. No nos dijo todo, pero trazó el camino para que otros, con cierta reticencia, lo dijeran.

Cabe nombrar, esta vez, el personaje de Yourcenar: Alexis. Mientras toma distancia y nombra su ausencia con retazos de pasado, designado muchas veces por su presencia, y aún sin merecerlo, escribe:

Un montón de cosas insospechadas bullen dentro de nosotros al amparo de ese silencio y nunca podemos saber lo que va a decirnos una música que acaba”

Esta sentencia, donde la música acaba y el mundo comienza, es la sensación que me acompaña después de escuchar pasajes desde Beethoven hasta un solo de Clifford Burton. Si algo se acaba, escribió Rudolf Steiner, debemos pensar que algo empieza.

 

Encontrarnos con la música es una posibilidad de reconocer una tradición. En el teatro Comfamiliar el tercer viernes de cada mes trascurre la música. Imagen de Comfamiliar – Cultura y Bibliotecas

 

Hacia el año pasado se abrió la Sala de conciertos Siente la música en la ciudad de Pereira. Encontrarnos con la música es una posibilidad de reconocer una tradición. El teatro Comfamiliar es el lugar. Allí, el tercer viernes de cada mes trascurre la música. Difundir, pues, nuevos interpretes, nuevas propuestas, donde la música puede ser una forma profunda de reconocernos.

Nació bajo la idea de regresar a la escena musical un piano de media cola después de años silenciado.

Vuelto el piano nace la sala de conciertos. Solistas, cuartetos, sextetos, pasaron durante el primer año por la sala de conciertos. Una de las intenciones de Siente la música es crear una pedagogía musical con el público: un encuentro acorde entre artista y asistente.

El hábito de escuchar música es una reciprocidad de diálogos entre personas mediadas por el silencio, por una complicidad.

La temporada de conciertos de 2019 tuvo en su apertura la participación de la compositora Jacqueline Ocampo Cruz.

 

Afiche de inauguración de la temporada 2019 Siente la Música, con la compositora Jacqueline Ocampo Cruz en compañía de León Fabio Salcedo en la guitarra. Foto de Comfamiliar – Cultura y Bibliotecas

 

Con obras donde los sonidos naturales se dan crédito en el pentagrama y narran nuestras raíces. Narra, en resumidas cuentas, todo el andamiaje que nos construye como latinoamericanos. Declara que la música es un encuentro con el espíritu. Su música conmueve con lo mínimo.

Aquella vez, su amigo León Fabio Salcedo interpretó piezas para guitarra: pasajes donde la poética musical se expande y el sonido se aprehende como un pájaro asustado: tembloroso, vivo. Diríase que con pocos arpegios abarca el mundo y sus formas. Sus cadencias inspiran la sensación de tocar lo lejano, lo natural y los despojos que deja el paso del tiempo.

En el mes de marzo Incidental Ensamble y la música cinematográfica tuvo lugar. Una mezcla de cine, poesía y música: elementos que el público recibe con suma reflexión hacia la construcción de raíces culturales.

 

Incidental Ensamble, una agrupación de origen pereirano que deleitó al público con música tradicional colombiana y música cinematográfica. Foto de Comfamiliar – Cultura y Bibliotecas

 

Incidental Ensamble se conforma por instrumentos andinos colombianos, percusión y contrabajo. Aprovecha, a lo largo de sus interpretaciones, la polifonía para lograr una sonoridad orquestal, minuciosa. Ese día el público lo logró abstraer.

La agrupación de la ciudad de Armenia Cafeto Blues estará en el mes de abril.

Viene, entre tanto, con una propuesta musical que explora los ritmos del blues y los une a sonoridades de la región. Es imposible escucharlos y no imaginar las tierras del Mississippi y los recolectores de algodón, bajo un sol desnudo.

En mayo la agrupación Big Band del departamento de música de la Universidad de Caldas, traerá los compases del jazz. Los ritmos andinos estarán en el mes de junio en un concierto conversado: música, pedagogía y tradición se conjugarán en una puesta musical para el público.

 

Foto de Comfamiliar – Cultura y Bibliotecas

 

En la temporada de conciertos de 2019 se cuenta también con el componente de talleres y clases magistrales. Intercambios que, sin duda, permiten una construcción panorámica de la música y permite conocer su lectura desde contextos diferentes. Por lo demás, toda música es una construcción con el otro.

El maestro Franz Joseph Haydn, más allá de todo el genio de su aprendiz, influenció en las composiciones del joven Mozart. Sin embargo, Mozart todo lo narra, o casi, con la música genuina del mundo. Así pues, en las novedades de este año en Siente la música, añadimos la participación de la Banda Sinfónica del Municipio de Albán Cundinamarca, bajo de la dirección del maestro John Salamanca.

Será, entonces, una temporada para el encuentro y para la música.

 

Empanadear, el verbo más delicioso

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Salteña, la empanada más consumida en Bolivia. Foto por José Crespo Arteaga

¿Saben cuál es el secreto de que las empanadas gusten tanto? Es que encierran no sólo aromas deliciosos, sino también recuerdos agradables de épocas pasadas, de momentos breves y gozosos, aunque sean vagos e imprecisos


 

Las empanadas evocan muchas cosas. Cuando veo las más pequeñas, esas para el té, automáticamente pienso en los cumpleaños a los que acudí durante mi niñez, en los que junto a los rollitos de queso solía guardarme en el bolsillo para devorarlos más tarde mientras despreciaba las galletas y otras masitas dulces que apenas probaba por curiosidad.

 

El color rojizo es indicativo de que la empanada es picante. Foto por José Crespo Arteaga

 

Siempre me han fascinado los bocadillos salados y las empanadas están entre mis favoritos de toda la vida. Siento el olor del aceite caliente en alguna parte y me imagino que viene desde la otra calle donde fríen ‘pasteles’ que se hinchan como globos, conteniendo bombas olorosas de queso fundido.

Ese llamado del aroma es irresistible mientras se piensa en un api (mazamorra) de maíz morado que es el complemento perfecto para las noches más frías.

Las empanadas, dependiendo del origen o de la forma de prepararlas, se conocen como pasteles (siempre fritas, sean de queso o de jigote, esta última elaborada tradicionalmente en época navideña); las tucumanas son parecidas a las de jigote y las confunden a menudo, consisten en una mezcla de carne picada, trocitos de papa, arvejas y huevo duro que suelen venderse acompañadas de diversos aderezos como chimichurri, cebolla picada, llajua, mayonesa, etc.; las salteñas, similares a las tucumanas pero horneadas, son las empanadas más populares que suelen servirse a media mañana como merienda antes del almuerzo, su característica principal es que son jugosas en extremo y existen de variados sabores ya sean picantes, dulces, de pollo, mixtas, de charque, de fricasé y hasta vegetarianas, que sabe Dios con qué las rellenarán, porque algas marinas no las tenemos.

 

Pastel de navidad o empanada de jigote. Foto por José Crespo Arteaga

 

La empanada más rara es la de dulce de lacayote (fruto similar al zucchini o calabacín) que junto con los rosquetes rellenos del mismo dulce eran nuestro vicio en tiempos escolares, ahora apenas se la encuentra en alguna panadería, por casualidad.

La única empanada que no he visto en este pedazo del continente es la de pescado u otras especies marinas, pero en algún poblado amazónico o lacustre tiene que haber, habida cuenta de que Bolivia cuenta con numerosos ríos y abundante pesca tropical.

Por lo demás, la empanada está presente en todo momento en nuestra gastronomía. Allá donde vayamos nos toparemos con puestos ambulantes, prácticamente en cada esquina, donde nos ofrecerán mínimamente las de queso y las picantes (queso más el añadido de cebollita picada y locoto).

 

Salteña, la empanada más consumida en Bolivia. Foto por José Crespo Arteaga

 

En cualquier snack, salón de té o confitería las hallaremos surtidas. Es costumbre, desde tiempos inmemoriales, pasar por una heladería artesanal y degustar helado de canela con su empanada redonda de queso o picante.

Los domingos de fútbol, los vendedores recorren las graderías ofreciendo sus empanadas como si fueran pan caliente, a riesgo de entorpecer la vista de los fanáticos futboleros. Si hay gol a favor, seguro que le vacían la canasta para celebrar el acontecimiento.

Andando el tiempo, la empanada ha experimentado tantos cambios que es imposible hacer un recuento de las variedades que deben de haber en nuestro país.

 

Llaucha, empanada que define a La Paz. Foto por José Crespo Arteaga

 

A las más comunes de queso, ahora hay que añadir las de pollo, de cerdo, de charque, de dulce de leche, de pizza (jamón, queso y orégano, que no sabe mal a decir verdad), de arroz y carne como relleno en algunas partes del oriente boliviano.

Algunas son hasta arquetípicas como las llauchas paceñas, masa sumamente suave rellena de queso fundido y bañada con ají colorado, degustada en caliente para desayunar en las frías mañanas de La Paz.

Los vallunos tenemos, por nuestra parte, las pukacapas que, como su nombre sugiere, son empanadas rojizas y picantonas, rellenas de queso, cebolla y aceituna negra. De hecho, en la ciudad de Cochabamba, hay locales de expendio de empanadas que cobraron fama desde antaño: a la muy conocida “Wist’upiku”, siguen en popularidad las “empanadas Paula”, las “Wilstermann” y otras, alguna de ellas hasta ha conformado una verdadera cadena con sucursales en otras ciudades.

 

Uno de los sitios más antiguos de empanadas, y al lado la competencia. Foto por José Crespo Arteaga

 

Pero pese a todo, ninguna ha conseguido superar en prestigio y cariño popular a las “empanadas Carmelitas” que en la carretera al Valle Alto (a unos 20 km. de la ciudad), era la parada obligatoria para cualquier viajero de ida y retorno.

Con su horno de barro a la vera del camino y unas mesas sencillas en la entrada, eran la señal de que allí se cocinaba algo delicioso. De las Carmelitas decían que eran “siempre imitadas pero nunca igualadas”. Ciertamente, era inigualable aquella sazón de queso criollo derretido, el picante del ají colorado y, ¡por todos los dioses del Universo!, el aroma embriagante de la quillquiña (hierba parecida a la ruda) que escapaba de esa masa caliente, como una suerte de preciado tesoro que huye de una caja de Pandora.

Dicen que la dueña del secreto de tanta magia ya se murió. Ya no queda ni la esperanza de volver a disfrutar de ese único sabor, aunque digan que los herederos conservan la receta. Una receta es sólo letra muerta. El saber hacer, con todo ese cariño personal, no se puede heredar.

 

Este es el país de las filas, ¡hasta para comprar empanadas!. Fotopor José Crespo Arteaga

 

¿Saben cuál es el secreto de que las empanadas gusten tanto? Es que encierran no sólo aromas deliciosos, sino también recuerdos agradables de épocas pasadas, de momentos breves y gozosos, aunque sean vagos e imprecisos.

Tanto habrán calado las empanadas en nuestra cultura que hasta hemos inventado un verbo de tanto evocarlas: ‘empanadear’, esto es cuando las parejas pasean tomadas de la mano, con los dedos entrecruzados que semejan los pliegues doblados de este bocado exquisito. A empanadear se ha dicho, si es que se puede, desde luego.

 

Burning: solo existe la moralidad de la naturaleza

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“Burning” cuenta la historia de Jong-su, un joven repartidor que sueña con ser escritor


 

Título: Burning
Corea del Sur, 2018, 148 min
Director: Lee Chang-Dong
Guión: Lee Chang-Dong, Jungmi Oh (basado en un cuento de Haruki Murakami)
Fotografía: Kyung-Pyo Hong
Reparto: Yoo Ah In, Steven Yeun, Jun Jong-seo, Gang Dong-won, Seung Geun Moon


 

[Reseña sin spoilers]

Actualmente tenemos una cartelera de cine privilegiada en Pereira, gracias a que existen espacios alternativos al cine comercial.

La ciudad cuenta con tres salas de cine arte o independiente, Cámara de Comercio, Comfamiliar y Museo de Arte, donde encontramos las películas que normalmente no estrenan en las grandes salas de los centros comerciales.

Hoy me detendré en “Burning”, el último trabajo de Lee Chang-Dong que adapta el maravilloso cuento de Haruki Murakami, “Quemar graneros” y que a su vez es una versión libre del relato del premio nobel estadounidense William Faulkner “Quemar establos”.

A pesar del gran desafío que supone adaptar una obra literaria al cine, y más aún la de un autor como Murakami, la mezcla de estos tres genios ha creado una de las maravillas del año pasado.

Pero el cuento que la inspira, de no más de 20 páginas, es apenas un punto de partida. Chang-Dong logra crear un brutal filme de dos horas y media maravillosamente aprovechadas, con un tono y un ritmo que invitan al espectador a formar parte de la historia.

En esta producción, cada escena y cada plano están conscientemente calculados para lograr el máximo significado y un efecto dramático que se mueve con astucia entre el drama romántico y la intriga criminal. Por momentos consigue desmarcarse del relato que la inspira para obsequiarnos una extraordinaria reflexión acerca de la diferencia de clases.

 

 

“Burning” cuenta la historia de Jong-su, un joven repartidor que sueña con ser escritor.

El solitario y callado protagonista parece atrapado en el resentimiento hacia sus padres, hasta que se encuentra de manera casual con Hae-mi, una amiga de la infancia. Ambos crecieron en un ambiente rural que prefieren dejar atrás, pero ese pasado común trae cierta conexión entre ellos.

La muchacha, frágil y manipuladora, pide a Jong-su que cuide de su gato mientras ella realiza un soñado viaje a África.

Al regresar, le presenta a Ben, imperturbable adinerado, rodeado de lujos y misterio. El triángulo está sobre la mesa y el director lo mantiene presente durante toda la película.

 

 

Lee Chang-Dong recibió el premio de la crítica internacional Fipresci en el pasado festival de Cannes, donde calificaron su filme como “visualmente impresionante” y con una reflexión “compleja” sobre la sociedad contemporánea.

Al recoger el premio, el director agradeció recibir un galardón “en un lugar realista” y no con alfombras y luces rojas. Esta puede ser una razón por la que no estuvo nominada al Oscar a mejor película extranjera.

 

 

Considero que lo más complicado de adaptar este cuento en particular, es lograr la transición entre el diálogo y las imágenes, esa atmósfera que genera el escritor japonés en su relato es difícil de expresar.

Intentaré poner un ejemplo que no genere interpretaciones anticipadas: en la que se me antoja como la escena más íntima y poderosa de la película, uno de los personajes principales, que admite quemar graneros, está abiertamente dispuesto a hablar sobre su obsesión y su interlocutor no tiene miedo cuando pregunta por la naturaleza de la quema.

Al mismo tiempo la chica que en otra escena comparte su deseo de desaparecer, tiene un maravilloso momento de cara al atardecer y con la melodiosa música de Miles Davis de fondo. Todos esos pensamientos se plantean de manera tan tranquila y sin ser forzados, que hace que el ambiente sea más familiar de lo que debería ser a pesar de la naturaleza extraña y arbitraria del acto de quemar graneros.

 

 

La obra de Murakami en su conjunto tiende a centrarse en los aspectos mundanos de la vida cotidiana.

Lo que hace Lee Chang-Dong para potenciar verdaderamente esta adaptación, es elevar lo ordinario a lo extraordinario creando una historia mucho más contenida, sin dejar a un lado su increíble complejidad psicológica; sin embargo, centró más al personaje de Jong-su en la ira del niño narrada por Faulkner.

Lo que me gustó de la obra de Murakami era el misterio que había en la historia y pensé que podrían desarrollarse una multitud de misterios en una película, con diferentes capas”, explicó el realizador en una entrevista.

 

 

Cuando me refería a querer hacer parte de la historia como espectador, no lo decía simplemente por identificarnos con un personaje, sino más bien por tener que resolver cada pista, cada interpretación, de acuerdo a nuestros propios imaginarios.

“Burning” es una aventura cinematográfica intensa, de una belleza seductora y una intriga retadora, es el tipo de películas que lo tienen todo y aun así nos deja una sensación de vacío existencial.

 

 

El enciclopedista

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Aunque por razones de agilidad y precisión me abandono cada vez con mayor frecuencia a los poderes de Google, esos gordos volúmenes conservan su aura encantadora


 

¡Llegó el enciclopedista! Gritaba mi mamá Amelia desde la cocina cuando el último día del mes sonaba el timbre de la puerta a primera hora de la mañana.

Mi vieja que hoy, a los ochenta y cuatro años, no tiene idea de quienes fueron Voltaire o Diderot, lo llamaba así: El enciclopedista.

Se trataba de don Manuel Carrillo, el señor que le vendió cuatro tomos de una enciclopedia de tapas azules, en los que empecé a resolver los enigmas que se abrían ante mí como un océano sin orillas.

 

 

Don Manuel entraba, se tomaba un café mientras aguardaba el pago y lanzaba al aire su sartal de frases mágicas, como si él por su cuenta y riesgo fuera el autor de los descubrimientos:

  • La aurora boreal es provocada a partir de electrones generados por las radiaciones solares.
  • Yugoslavia era en realidad un puñado de repúblicas unificadas a la fuerza por el mariscal Tito.
  • La División Azul fue un contingente enviado por el general Francisco Franco en auxilio de Hitler durante la invasión a la Unión Soviética.
  • El matemático Georg Cantor postuló la idea de los números transfinitos.
  • Los diamantes son una forma del carbón.
  • En Australia los conejos llegaron a ser una plaga que devoró miles de hectáreas de cultivos.
  • Zenón formuló la paradoja de Aquilles y la tortuga.

Yo lo escuchaba embelesado. Don Manuel resumía para mí lo que hoy se conoce como la sociedad de la información y el conocimiento.

Para entonces, mi mamá salía con su fajo de billetes arrugados, el hombre se despedía con un alarde de buenos modales y desaparecía hasta el siguiente fin de mes.

Crucé la adolescencia en un diálogo perpetuo con las páginas de esa enciclopedia. Cada vez que una nueva duda asomaba en el horizonte me hundía en esas páginas llenas de ilustraciones y fotografías. No había preguntas del reino de este mundo que no tuvieran su respuesta allí: las del otro mundo podían esperar.

 

 

Contemplándome así de ensimismado, mi madre se preguntaba a ratos si lo de la enciclopedia había sido de veras una buena inversión.

Años más tarde, cuando descubrí quienes habían sido en realidad los enciclopedistas, me resistí a creer que superaran en sabiduría a don Manuel.

Por eso conservo como un tesoro esos cuatro tomos de páginas amarillas frecuentadas cada vez más por familias enteras de ácaros.

Debe haber muchos misterios aún no resueltos agazapados en sus páginas.

Pero además está el asunto de la fidelidad. Aunque por razones de agilidad y precisión me abandono cada vez con mayor frecuencia a los poderes de Google, esos gordos volúmenes conservan su aura encantadora.

Igual que La Biblia, Las mil y una noches y los versos de Pombo.

 

 

Todavía hoy imagino a los redactores de enciclopedias como una cuadrilla de gnomos hurgando en las entrañas de la tierra. De repente destella ante sus ojos la luz verde, roja o azul de una piedra diminuta: es una idea, un concepto recién acuñado, una palabra precisa que el hombrecito llevará en su viaje de regreso a la superficie para ofrendarla a los humanos.

De esa manera el horizonte se hace más amplio: una secuencia infinita de ventanas se abre dejándonos frente a nuevas preguntas por resolver.

Entonces comprendo por qué la palabra ventana es tan cara al mundo de la Internet.

Un solo clic y el mundo se expande un poco más hasta tocar los bordes de la nada, esa expresión suprema de lo que es y no es al mismo tiempo.

 

 

Los navegantes de la red conocen muy bien esa sensación: cuando creen haber encapsulado el infinito en una palabra o en una imagen ésta se desvanece un segundo después.

No queda otra salida que dar el siguiente paso como quien intenta cruzar, saltando de piedra en piedra, un río desprovisto de orillas.

Son las mismas piedras sobre las que he venido saltando desde que mi madre compró al fiado los cuatro tomos de la enciclopedia.

Parado en la mitad del río, evoco a don Manuel Carrillo y recuerdo que ya nadie puede ganarse la vida vendiendo esos librotes. Su oficio ha desaparecido, como el del buhonero o el afilador.

 

 

Tal vez por eso me hace tan valioso el recuerdo de mi madre gritando desde la cocina cuando sonaba el timbre al llegar a fin de mes:

¡Llegó el enciclopedista!

 

Día del pago equitativo: mind the gap….

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Problemas de lujo, dirán los contradictores. A lo que les respondo, pero no por eso dejan de ser problemas


 

A mí me perdonan que no siga el juego con esto de “país desarrollado” y “país en desarrollo”.

Hay que encontrar otros rótulos para definir las verdades de las evoluciones (e in-voluciones). De otra manera ¿cómo se puede explicar que el país más próspero de Europa tenga una de las tasas más altas de desigualdad salarial de todo el continente? Honestamente creo que es una vergüenza mayúscula.

Las mujeres que trabajan por una remuneración, en otras palabras, fuera de casa (sí, sí, ahora no nos metamos con el trabajo doméstico no remunerado que esto se pone peor). Esas mismas que se levantan, se arreglan, se desplazan hasta su lugar de trabajo, cumplen con su horario, desarrollan proyectos, comparten ideas, elaboran conceptos contables, planean y diseñan objetos, sirven como enfermeras, médicos, y un largo etcétera de profesiones.

 

 

Pero a la hora de los pagos, resulta que las mujeres en Alemania 2019 reciben menos que sus pares masculinos.

¿Cuánto menos? Pues el equivalente a que se levantaron, se fueron a trabajar y volvieron a casa durante 77 días sin recibir salario. Esto es como si desde el 1 de enero hasta el 18 de marzo las mujeres trabajaran gratis (¡cómo si la gratuidad de los ingratos oficios domésticos, no fuera suficiente!).

Y es por eso que la iniciativa de la empresa de trasporte público de Berlín (BVG) me toca la fibra. Me llega al corazón. Pero sobretodo pone de manifiesto la ridiculez de la discriminación salarial: la empresa decidió que el 18 de marzo, las mujeres pagaran 21% menos en su billete de metro o de bus.

 

Foto: el crédito es de mi buena hija en una tarde de este cálido invierno berlinés, quien quiso capturar al tranvía y a la luz del final de la tarde

 

¿Discriminador frente a los hombres? No. Una manera de equiparar salarios. Lástima que los arrendatarios, los supermercados y las farmacias no opinen lo mismo. Quizá así a las mujeres nos rendiría más la plata cada mes.

Asumiendo además que nos quiten los impuestos a los artículos de higiene personal y el llamado “impuesto rosa” por el cual pagamos más por cualquier artículo de belleza, incluidas las cuchillas de afeitar, porque “tienen diseño y aspecto femenino”.

O sea, la mujer gana menos y le toca pagar un precio mayor por la misma cosa por la que el colega hombre paga menos (aunque gane más) o que ni siquiera tiene que comprar porque su naturaleza masculina no requiere compresas.

 

 

Ya sé que el mundo está lleno de peores injusticias. Pero como dice Ifemelu en la novela Americanah, “no existe una liga de los oprimidos”.

Y aquí en medio de una sociedad “desarrollada”, las mujeres no tenemos que mandar a los hijos a la guerra ni caminar kilómetros diariamente para buscar el agua ni quedarnos en casa so pena de que nos apedreen por impuras.

Pero tenemos también problemas de mujeres urbanas: tenemos que seguir luchando por ser tomadas en serio, por ocupar cargos directivos y porque nos remuneren el trabajo de manera equitativa, y porque podamos conciliar el tema de familia y de trabajo con compañeros que asuman la corresponsabilidad en la crianza y en la distribución de la carga doméstica.

 

 

Problemas de lujo, dirán los contradictores. A lo que les respondo, pero no por eso dejan de ser problemas.

Así que felicidades a BVG, que pone el dedo en la llaga y le muestra a la sociedad alemana la iniquidad en la cara.