lunes, junio 16, 2025
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Coronavirus: cómo pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo de manera segura

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Los especialistas insisten en no relajar las medidas de protección para evitar el rebrote de casos, inclusive en la mesa navideña, que este año será muy distinta a las anteriores. Los cuidados especiales hacia los adultos mayores de 60 años y las medidas a tomar antes de los encuentros. 

Por Alejandra Hayon. Publicado en Página 12

Imagen AFP

La nueva normalidad, de la que se habló durante gran parte de la cuarentena, llegará a las mesas familiares de Navidad y Año Nuevo y será parte de los festejos. Si bien el aislamiento obligatorio estricto quedó atrás, y la sensación de que lo peor ya pasó se instaló entre muchas familias, los especialistas insisten en no relajar las medidas de protección para evitar el rebrote de contagios.

“Es difícil pedirle a las familias que después de nueves meses de no reunirse no se junten a celebrar las fiestas. Por eso es importantísimo hacerlo con responsabilidad: mantener la distancia, usar tapabocas y no quedarnos adentro”, resumió en pocas palabras la infectóloga Sandra Lambert, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

Para la médica es fundamental recordar que a pesar de la disminución de casos el riesgo sigue existiendo por lo que no hay que relajar los cuidados. “Es lindo celebrar, sí; pero hagámoslo con los cuidados necesarios. No seamos más de 10 personas, separemos las mesas por grupo de convivientes y que la comida sea sencilla y rápida para estar sin el tapabocas el menor tiempo posible”, remarcó.

Desde la SADI recomendaron seguir una serie de estrategias para minimizar la transmisión del virus y celebrar de manera segura.

La nueva normalidad, de la que se habló durante gran parte de la cuarentena, llegará a las mesas familiares de Navidad y Año Nuevo y será parte de los festejos. Si bien el aislamiento obligatorio estricto quedó atrás, y la sensación de que lo peor ya pasó se instaló entre muchas familias, los especialistas insisten en no relajar las medidas de protección para evitar el rebrote de contagios.

“Es difícil pedirle a las familias que después de nueves meses de no reunirse no se junten a celebrar las fiestas. Por eso es importantísimo hacerlo con responsabilidad: mantener la distancia, usar tapabocas y no quedarnos adentro”, resumió en pocas palabras la infectóloga Sandra Lambert, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

Para la médica es fundamental recordar que a pesar de la disminución de casos el riesgo sigue existiendo por lo que no hay que relajar los cuidados. “Es lindo celebrar, sí; pero hagámoslo con los cuidados necesarios. No seamos más de 10 personas, separemos las mesas por grupo de convivientes y que la comida sea sencilla y rápida para estar sin el tapabocas el menor tiempo posible”, remarcó.

Desde la SADI recomendaron seguir una serie de estrategias para minimizar la transmisión del virus y celebrar de manera segura.

-Festejar en burbuja. Esto significa reunirse con el círculo íntimo de personas con quienes se mantiene contacto habitual y los mismos hábitos de cuidado y responsabilidad. Que el festejo sea íntimo.

-Extremar medidas los días previos al encuentro. La propuesta es quedarse en casa la semana previa a las cenas de Navidad y Año Nuevo como una forma de minimizar al máximo la posibilidad de convertirse en transmisor del virus. Limitar las salidas y actividades sociales la semana anterior al encuentro o incluso hasta 10 días es fundamental sobre todo si del encuentro participarán adultos mayores.

“Si hay mayores de 60 es fundamental que nadie concurra enfermo y que 10 días antes de la cena nos quedemos en casa para extremar las medidas. Primero pensar en quienes tiene factores de riesgo”, sumó la infectóloga.

Especial cuidado con mayores de 60 y personas con factores de riesgo. Esta es, tal vez, la medida más antipática, pero de importancia fundamental. Si en el entorno hay personas mayores o con factores de riesgo -como diabetes, cáncer, enfermedades renales, cardiacas o pulmonares- que pueden desarrollar un cuadro grave de la enfermedad, lo ideal sería que participen del encuentro de manera virtual. 

Si la decisión es compartir el espacio físico de manera presencial, se recomienda que el sitio elegido sea al aire libre o con buenas condiciones de ventilación y que esta persona permanezca poco tiempo en la reunión. “A esta altura nadie le va a pedir a la gente que no se junte con sus seres queridos, pero hacerlo con cuidado y de manera segura es nuestra responsabilidad”, agregó Lambert.

Otras recomendaciones

  • Priorizar los encuentros al aire libre.
  • Limitar al máximo el número de personas que participen del encuentro, la recomendación es no superar los 10.
  • Evitar abrazos, besos y saludos con contacto físico.
  • Mantener una distancia de al menos 2 metros siempre que sea posible.
  • Utilizar tapabocas para cubrirse nariz, boca y mentón cuando no se logre mantener la distancia o se esté en lugares cerrados o con ventilación insuficiente.
  • Lavarse las manos con frecuencia. Ya sea con agua y jabón o con alcohol en gel u otro tipo de sanitizantes antes y después de ir al baño, comer, toser o estornudar, tocar superficies comunes o elementos compartidos.

Una cena particular

  • Evitar compartir platos, bandejas y cubiertos.
  • Identificar las copas o vasos para que no se mezclen.
  • Usar tapaboca durante la preparación de los platos, sobre todo en espacios cerrados. También al conversar sino se puede mantener la distancia de dos metros.
  • Mantener abiertas puertas y ventanas para asegurar una ventilación cruzada en todos los ambientes.
  • Lo ideal sería poder armar varias mesas con distancia una de otra, para que sean compartidas solo por convivientes.
  • Evitar cantar, gritar o bailar si no es posible mantener la distancia de dos metros.

Por último, la infectóloga remarcó la importancia de no caer en la falsa creencia de que la vacuna “es la solución rápida y mágica”, algo que no es así. “No contemos con que la vacuna va a solucionar la pandemia en los próximos meses porque en realidad nos va a llevar todo el año que viene. Que la vacuna no sea un distractor para que nos dejemos de cuidar”, agregó por último Labert.

“Bolsa de valores”, exposición individual de Luís Fernando Arango

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Por lo general nos sentimos incómodos con la cultura y muchas veces no sabemos con prontitud la razón. Creemos que la cultura es una especie de a priori que alguien ha instalado en nosotros con un ánimo indescifrable, extraño muchas veces, pero siempre de forma impositiva.

La incomodidad proviene del aliento pútrido que la cultura produce en la mayoría de casos, debido a que pertenece y al mismo tiempo nos es ajena desde perspectivas vinculadas a la sociedad, lo antropológico, la realidad y el capital, donde usufructúa lo peor y lo mejor de la producción humana.

De alguna manera, debemos sobrevivir en la superficie del mundo y para lograrlo acudimos a la cultura, ya sea vista desde alguna de las perspectivas anteriormente enlistadas o bien creando otras posibilidades, porque hay que tener en cuenta su constante renacimiento. Justo cuando ya habíamos identificado el rastro, las trazas, ella cambia, porque las sociedades no son inamovibles, se auto revisan constantemente.

La construcción que más me interesa de la cultura tiene que ver con la figura del invernadero dispuesto para la crianza de seres humanos. Me imagino un inmenso proyecto arquitectónico de separación dotado de los elementos básicos para crear ambientes en vez de entornos, en el cual se asegure el núcleo de la familia frente a eventuales peligros externos. La cultura vista de esta forma se encuentra conformada por leyes capaces de mantener el orden y proyectar ataques a otros invernaderos en señal de protección.

No obstante lo magnifico que nos pueda parecer dicha empresa sin demeritar la certeza de su propósito insular, la cultura como arma de penetración homogénea mundial depende del capital, o mejor dicho, la cultura hace parte del capital y éste se comporta como estrategia unívoca para clasificar, estratificar y marginar, no sólo el pensamiento, sino cuerpos sociales sin distinción.

“Dignidad” instalación con monedas de 1000 pesos

Las obras de Luis Fernando Arango se ubican en el plano de lo incómodo, lugar escogido con intención ya que su objeto consiste en generar interrupciones a las lógicas que el capital impone a la cultura. 

“Oil addiction” instalación y luz neón

Su trabajo produce disrupciones donde se ataca directamente valores culturales que no representan valores humanos y entonces todas las obras, ya sean instalaciones, performances, video performances, esculturas o pinturas se cargan de sentido desde la noción de resistencia.

“Justicia” instalación con billetes de 100 mil pesos
“Justicia” instalación con billetes de 100 mil pesos. Detalle

El lenguaje que Arango explora es el de un verdadero outsider cercado en su propia angustia de saberse víctima del perverso juego de tensiones, que lejos de infectar con moralinas el discurso, socavan el espíritu de normalidad basado en sospechas.

“Moral” Instalación con billetes de 1.000 pesos

De allí el título de la exposición “bolsa de valores” una asociación de palabras cargadas con profunda ironía en medio de nuestra sabia hipocresía. 

Oscar Salamanca (curador)

“Colombia” Instalación

SOBRE LA OBRA EN PALABRAS DEL ARTISTA

Mi producción gira en torno a señalar el poder y su absurdo, a rescatar la memoria y que el olvido no se convierta en estrategia de repetición de la historia; en este propósito abordo la violencia política y social del Estado.

Obras “Moral y Colombia”, montaje en el Museo del Barrio Arte contemporáneo Manizales

De otra parte, investigo sobre las relaciones de dominio a través de lo económico que traza una línea de trabajo entre las conexiones arte, dinero, desigualdad, avaricia y corrupción. En resumen, ambas líneas se funden en cómo el ser humano es convertido en una pieza de producción y sostén del sistema.

“Becerro” instalación
Paraíso perdido, Instalación
“Bipolar” instalación y luz de neón

Busco sembrar imágenes que contribuyan a realizar una especie de psicoanálisis social que señale a los responsables y a identificar cómo la sociedad civil termina siendo parte del juego del poder sin conciencia de ello, para lo cual recurro a lo irónico, al contraste, a lo incómodo, a lo disruptivo, a posiciones de resistencia a la historia oficial donde el lenguaje entre en otras estrategias, forma parte de ese juego y en mi producción se convierten en espejo de todo ello.

“In gold we trust” instalación con luz neón
Montaje de la obra “In gold we trust” y “bipolar”

En mis obras recurro a diferentes técnicas como la pintura, escultura y collage, hasta performance, video, videoinstalación e instalación; Igualmente trabajo en dibujo y ensamblajes con obras donde la composición, el diseño, la memoria, lo ecológico y la deriva intentan establecer zonas más blandas y polisémicas, al duro paisaje de lo real.

“Super bank” Performance. Obra en la cual el autor se propone develar la perversidad del sistema capitalista en Colombia y el mundo
Superbank en el Palacio de Justicia de Manizales, Colombia

SOBRE EL ARTISTA

luis F. Arango. Performance STOP en el 5to. Encuentro Nacional de Performance para la Vi(d)a María Teresa Hincapié en Fundación Calle Bohemia, Agosto de 2014

Es profesional en administración financiera de la Institución universitaria Politécnico Grancolombiano y en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana de Bogotá D.C.

Ha realizado estudios curatoriales en diplomados y seminarios con Chus Martínez, Guadalupe Álvarez-Pomares, Agustín Pérez Rubio y Miguel Huertas, entre otros.

Obtuvo Pasantía en performance MinCultura (2011), Beca de circulación internacional Chile MinCultura (2012), Beca de investigación curatorial 15 S.R.A. Centro occidente MinCultura (2014) y el gran premio en el primer salón nacional de arte popular BAT- MinCultura (2004).

Es el fundador, director y curador del Museo del Barrio arte contemporáneo desde 2011, del Festival Internacional de Arte Aire y Agua Resonancias FIAAAR desde 2014, y del Museo de Arte Contemporáneo de Manizales, MACMA (2020). En 2013 fundó el Museo de Salento, Quindío.

Redes de contacto:

[email protected]

https://www.facebook.com/luisfernando.arangoduarte

https://www.facebook.com/museodelbarrio.residenciasartisticas/

https://www.facebook.com/macmamuseo/

*Esta exposición llamada “Bolsa de valores”, exposición individual de Luís Fernando Arango, se publicó en el Jardín de Artista U.T.P, del 8 al 22 de julio de 2020. Proyecto intertextualidades críticas.

La creación del paisaje urbano

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La Virgen del canciller Rolin
Jan Van Eyck. 1435.

Los pintores flamencos crearon el paisaje. Al abrir las ventanas en sus obras nos trajeron el afuera, la contemplación de la naturaleza o de los elementos construidos, aunque rara vez los personajes de la escena pictórica ejercían dicha contemplación. Esto hace del paisaje un objeto dependiente de quien lo recrea, lo vive y lo contempla; sin observador no hay paisaje. El paisaje en los pintores de la escuela flamenca servía para reiterar los símbolos religiosos que eran el tema central de la obra. Por ello casi siempre era un paisaje ideal que recreaba algunas escena intemporales o simbólicas. Cuando Van Eyck abre la ventana para recrear la escena de la Virgen y el canciller Rolin, la pintura no refleja la antigua Autun, ciudad elegida para la obra, pero servía de marco para ver la Nueva Jerusalén (La Ciudad de Dios), que se componía con fragmentos de ciudades como Brujas, Lieja, Utrecht, Lyon, Génova, Gante y Ginebra.

Así las artes plásticas, creadoras del paisaje, lo intervienen con la instalación de sus obras en los sitios públicos de las ciudades antiguas, empezando por los arcos de la victoria que rememoraban las hazañas de los pueblos y sus héroes, las esculturas o las monumentales fuentes.  El arte con ello se pone en el papel de creador del espectador que posibilita la existencia del paisaje y el agente de intervención que crea nuevos paisajes urbanos para los ciudadanos.

Y una de las expresiones artísticas que ha contribuido en gran parte a la creación del paisaje urbano en Latinoamérica es el muralismo, con sus mayores exponentes Alfaro Siqueiros, Rivera y Orozco, que tuvieron una influencia en prodigiosos artistas, entre los cuales está el santarrosano Leonel Ortiz.  Las obras de éste último, que hoy están en edificios emblemáticos de Pereira hacen parte de nuestro patrimonio artístico. La explosión creativa de los muralistas latinoamericanos y de Ortiz, contextualiza los frescos romanos en una nueva técnica con una alta militancia política y estética que permitió exhibir las condiciones de la realidad social de la época. De ese modo, fueron usados como elementos pedagógicos en sus primeras obras, forjaron nuestra historia artística y nuestro paisaje urbano. 

Esta semilla de arte que sembró el maestro Ortiz ha calado profundo en una nueva generación de artistas que proponen transformar los muros inertes de algunas instituciones y espacios públicos en testimonios de nuestra riqueza natural, de la agricultura del café y de los rostros de la cotidianidad que entrañan nuestros más íntimos deseos y concepciones frente a la vida.

Convertir una ciudad en un museo a cielo abierto es un gran desafío para los artistas, la sociedad y los estamentos gubernamentales. Ya Sao Pablo, Valparaíso y San Miguel han mostrado formas participativas de apropiación de este tipo de paisajes urbanos, pero es un esfuerzo para el cual no bastarán cuatro años de una alcaldía inquieta, sino quince o veinte de transformaciones continuas que deberían reiterarse mediante el consenso de los ciudadanos y una política pública que ayude a la consolidación del proyecto. La idea es inspiradora, a todos se nos ocurren formas de sumar esfuerzos desde la escultura, el land art, las instalaciones, el happening, el teatro y todas las manifestaciones artísticas para dar la mano a tan valiosa iniciativa.

Santa Rosa de Cabal, museo a cielo abierto, ha empezado con la convocatoria a artistas de la región al primer Festival de Arte Urbano y Muralismo “Leonel Ortiz”, que con el acompañamiento de la Secretaría de Cultura, otro importante logro para el municipio, otorgaron un espacio para la manifestación de las voces jóvenes, que con diferentes estilos y técnicas dieron vida a un corredor artístico que acompaña el parque Los Fundadores de la ciudad. Un entorno como pocos, que en sus frentes de manzana enmarca una mirada sobre la zona urbana, tiene dos bienes de interés patrimonial como lo son la iglesia de La Milagrosa con su hermoso vitral en la fachada y el seminario de La Apostólica (1895) de la orden de los padres Vicentinos, el único seminario en el departamento que conserva de manera tan excepcional la arquitectura original y el imaginario del espacio público más usado para la socialización de la juventud local, que aunque ha perdido mucha de su hermosa vegetación sigue siendo sitio de reunión en las frías noches santarrosanas.

Alcalde y Artistas participantes en el Festival de Arte Urbano y Muralismo Leonel Ortiz, Santa Rosa de Cabal 2020. Fuente: Facebook Alcaldía Municipal Santa Rosa de Cabal.

Santa Rosa de Cabal, es más que turismo: es agricultura, patrimonio cultural, histórico e inmaterial; próximamente también será un paisaje urbano lleno de color y con nuevas formas de comunicar el pasado y el futuro en una de las ciudades más bellas de Colombia.

Obras en el corredor artístico del Festival de Arte Urbano y Muralismo Leonel Ortiz, Santa Rosa de Cabal 2020.
Fuente: Facebook Alcaldía Municipal Santa Rosa de Cabal.

Descuellar la gramática

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(…) yo sentía frío adentro

                      frío afuera y todo así

                      y arrimándome a una puerta

                      rompí en llanto compulsivo.

                      y llorando como un niño

                      como un hombre maldecí (…)

Como buenos lectores que son, ustedes ya lo habrán advertido: la expresión “correcta” no es maldecí, sino maldije. Así de caprichosos son algunos verbos en lengua castellana.

Pero pongánse por un momento en el lugar del autor de la canción Mis harapos, célebre entre nosotros en las interpretaciones de Antonio Tormo o de Los Visconti. Jorge Luque Lobos es el escritor de esa pieza ya clásica en el cancionero popular de Hispanoamérica. Me lo imagino insomne, ahogándose en mate a las tres de la madrugada, peleándose con la gramática como quien libra un duelo con el demonio.

Si escribo lo correcto conservo mi reputación pero estropeo la rima. Entonces ¿qué hacer? Supongo que pensaba el pobre hombre.

Bueno, ya conocemos la elección que dio como resultado la consonancia perfecta entre así maldecí. Y nadie podrá acusarlo de ignorancia: una persona que utiliza expresiones como arquetipo, Tartufo o cierzo es dueña de una apreciable cultura.

De modo que la suya fue una elección acertada y valiente. Tanto, que sus versos pasaron a la posteridad.

Todo esto viene a cuento por una razón: Abelardo Gómez es un editor riguroso y severo, como corresponde a quienes asumen su oficio con responsabilidad. Hace un par de meses, luego de revisar uno de mis textos antes de publicarlo en su portal La cola de rata, me envió un correo conciso y lapidario que me puso en un aprieto.

“Ha incurrido usted en un gazapo”, me dijo con tono admonitorio. Y continuó: “lo correcto no es descollo si no descuello”. Justo en ese momento se desataron mis desvelos. Los gramáticos merecen todo mi respeto y atención, pero a veces se les va la mano. Sucede que la palabra descuellar me produce una irrefrenable acidez gástrica. Me suena a estrangular, despescuezar, cortarle el cuello a alguien.

Apurado, busqué sinónimos o expresiones aproximadas como destaca o sobresale, por ejemplo, pero por alguna razón misteriosa la solución no funcionaba en mi cabeza.

Mejor dicho: en lugar de aproximarme, me alejaban de lo que pretendía decir.

Así que opté por violar la gramática y me le planté, valiente, al tenaz editor: pues lo voy a dejar así, le respondí, con el tono de un escolar insolente. Pero el hombre no dio su cuello a torcer.

En ese momento me abandoné a mis cavilaciones. Con todo y su inapelable validez, la gramática no puede ser un corsé, una camisa de fuerza que ahogue el potencial del lenguaje en su raíz, me dije, a modo de consuelo. Igual que el agua, el lenguaje fluye y se renueva en cada recodo. Si no lo hace se pudre, como las aguas estancadas.

Fiel a sus convicciones, Abelardo sustituyó descollo por descuello y fue así como quedé descabezado: bien sé que en su manual no hay piedad para los contumaces.

Pero es comprensible. A su severidad se suma el hecho de que el hombre no usa palabrotas. O al menos nunca las he escuchado de sus labios. Yo en cambio, no sólo las uso sino que las amo, con el fervor que sólo puede desatar el halo  seductor de las damas del arrabal.

Sin ellas, muchos textos serían una tierra baldía. Un auténtico erial de corrección política y, por lo tanto, gramatical. Hace años otro editor, tan pudoroso él, quiso remplazarme el castizo y certero cagar por el pudoroso y aséptico defecar.

No es lo mismo, le respondí, y me fui con mi artículo para otra parte.

A mi modo de ver defecar es obsceno, por su carga de disimulo, de hipocresía y de estreñimiento. Cagar en cambio es algo tan limpio y puro que al final uno se siente más liviano.

En fin que, como lo demuestra la letra de Mis harapos, el cancionero popular, que es la poesía de la vida cotidiana, es ducho en sortear ese tipo de encrucijadas. No importa si hay que torcerle el cuello a la gramática con tal de preservar la belleza.

Rock de Navidad

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Canciones navideñas interpretadas y compuestas por grandes músicos de rock.

Mantenemos este año la chispa navideña en La cebra que habla con recomendaciones musicales por semana. Pónganse los audífonos y disfruten las recomendaciones para esta tercera semana:

John Holt – “Lonely This Christmas” 
Captain Sensible – “One Christmas Catalogue
RUN-DMC – Christmas In Hollis
The Yobs – “Tommy The Christmas Tree

Escucha las canciones de la semana pasada, haciendo clic aquí.

Alexander von Humboldt: “Las ideas solo serán útiles cuando estén vivas en muchas cabezas”

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Publicado por Deutsche Welle

Imagen de Alexander von Humboldt en un grabado en cobre de Auguste Desnoyers. (1805).

Alexander von Humboldt: un miembro de la nobleza que cambió su vida de inspector de minas de la Corte Real en Prusia por la de viajero incansable, botánico y dibujante. Con la semana Humboldt, el Centro de Estudios Mexicanos de UNAM-Alemania, presenta una serie de reflexiones en torno al legado de este personaje.

Humboldt es el hilo dorado que conecta a la Alemania de hoy con el continente americano. No en vano Benito Juárez le otorgó la nacionalidad mexicana y el título de Benemérito de la Patria. Y Simón Bolívar, padre de la libertad para los países andinos, lo llamó “el segundo descubridor de América”.

Republicano convencido con salvoconducto real

Para Frank Holl, historiador alemán especializado en la vida de Humboldt, la presencia del barón en el continente americano fue instrumentalizada por la élite chapetona, que quiso dar brillo a su gesta libertaria uniendo su nombre al del científico. Una unión que perdura en el tiempo.

Dr. Frank Holl, historiador especializado en la vida de Humboldt.

Pero también cabe resaltar que las ideas de independencia republicana de las Américas encontraron en Humboldt un aliado. Como humanista, Alexander von Humboldt fue un crítico sagaz del sistema de explotación agrícola y minera basado en la esclavitud, y de la estructura social del sistema colonial, mas no de los virreyes. Pero esta ha sido, en opinión de expertos como el Dr. Holl, uno de los aspectos menos estudiados del legado de Humboldt.

Por su parte, el historiador Hans Buch recuerda, por ejemplo, la claridad de Humboldt en sus ensayos políticos, cuando escribió: “¡Cuán largo se nos antojó el camino, durante el cual nos vimos forzados a escuchar sobre la necesidad del comercio de esclavos, sobre la maldad innata del negro! ¡Discutir acerca de qué nación trata más humanamente a los negros es burlarse de la palabra humanidad!”.

Dr. Dietrich Rall.

Humboldt, a juicio de este historiador, simpatizaba con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa, pero al mismo tiempo le horrorizaban los actos de violencia jacobina que lo precedieron. De ahí que, según el Dr. Buch, se explique porqué para un hombre ilustrado y humanista como von Humboldt, sus comentarios sobre la insurrección de los esclavos haitianos no superaran la extensión de un pie de nota.

Fundador de la geografía política moderna

Sin embargo, sus observaciones sobre el virreinato mexicano, condensadas en el “Ensayo político sobre la Nueva España”, se considera la piedra angular de la geografía política moderna. La entrega del científico von Humboldt a descubrir también la América cultural, la de la astronomía, la de los acontecimientos sociales, partiendo desde la visión americana, indigenista y ecológica, hicieron que su fama fuera mayor en América Latina que en la misma Europa.

Adriana Haro, directora de UNAM Berlín.

Frank Holl lo resume así: “En Alemania no querían a Alexander por ser un republicano, pero la Corte no tenía ningún problema en explotar su imagen frente a su relación con América Latina”. Una instrumentalización de Humboldt desde la élite del poder monárquico. Pero el científico estaba por encima de estas consideraciones. El Humboldt diplomático se movía entre la nobleza, y el Humboldt inoficial conectaba con los indígenas y la gente sencilla, tal como él mismo lo consignó en sus diarios.

El viajero observador

Pero no solo von Humboldt inspiró a geólogos, botánicos, ilustradores, pedagogos o politólogos. Su nombre está asociado con el de los viajeros. Su figura está vinculada indiscutiblemente al anhelo de viajar a lugares

Dr. Lilianet Brintrup, fundadora de las Conferencias Humboldt.

exóticos. Así nació, según la académica Lilianet Brintrup, el “Congreso Alexander von Humbolt”, que cada dos años y desde 2001 reúne científicos de diversas disciplinas, unidos bajo el lema de “los viajes, los viajeros y la literartura”. Y es que, sin duda, la literatura contemporánea ha permitido que la figura de este explorador se popularice y llegue a sectores menos especializados. De ahí que, en opinión del experto en Literatura Dittrich Rall, es justamente la visión prosaica de un Humboldt en la literatura lo que lo deconstruye y lo humaniza.

Es seguramente ese lado anecdótico el que ha permitido acercar el legado de Humboldt a un público más amplio. La directora de la UNAM-Alemania, Adriana Haro, hace justicia a ese espíritu aventurero de Alexander von Humboldt al celebrar la semana de Humboldt en las ciudades de Berlín y de Cracovia, lugares a los que el viajero llevó los Códices Humboldt de la época colonial de México. Entre bromas, concluye “que la culpa” de tener una semana de celebraciones dividida “es del mismo Humboldt”.

#Lacebraenimagenes. LA CAUSA. Asociación de Caricaturistas Colombianos Independientes

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Un resumen de opinión a través de la caricatura, por LA CAUSA, movimiento social de caricaturistas colombianos independientes que busca, por medio del colegaje, promover, difundir y defender la crítica social a través de manifestaciones artísticas.

“Ser positivo o ser positivo” –  Una caricatura de Patán @patancartoon
 “Disfraz de moda” – Milton @milton_dibujo_libre
“La vacuna 2021” – Una caricatura de @omicaricaturas
“La patadita de la buen a suerte” – Diego @diegocaricatura
 “Júbilo inmortal” – Una caricatura de El Verdugo @elverdugo_caricatura
“Corrupción” – Una caricatura de @penelopeilustra
“Nuevos despojos” – Una caricatura de @DonBarbarias

Macondo y Balandú, la geografía literaria colombiana del Caribe a los Andes

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Por, Eliana María Urrego Arango, Universidad Pontificia Bolivariana — Universidad de Salamanca. Tomado de Tomado del libro: DIMENSIONES. El espacio y sus significados en la literatura hispánica.

Hay espacios con una sola voz,
espacios con muchas voces
y hasta espacios sin ninguna,
pero todo espacio está solo,
más solo que aquello que contiene.

Roberto Juarroz

La geografía colombiana tiene la complejidad necesaria para ser evocada en un ensueño imaginario. Por momentos parece tenerlo todo: dos grandes océanos, la cordillera de los Andes que se trifurca para recorrerla, las planicies llaneras al límite con Venezuela, la selva amazónica, el Tapón del Darién donde nunca deja de llover, y los ríos Cauca, Magdalena y Orinoco. La ubicación da forma a la palabra. Colombia está ahí arriba del Ecuador, esa línea que señala el comienzo del tan narrado trópico donde cualquier rincón se convierte en germen para la creación. Con esta multiplicidad de paisajes se antoja casi natural que la geografía colombiana esté mitificada, bien sea por Isaacs, por Ribera, por Carrasquilla o por García Márquez, el territorio se ha hecho ficción y se ha elevado a la categoría de espacio poético.

Siguiendo una idea de Wolkening (1), podemos afirmar que la vida en el trópico es rápida, se esfuma, se pudre casi antes de su génesis. El proceso biológico de nacer, crecer y morir se produce de una forma resuelta e imparable. El trópico es un espacio-ambiente donde conviven la creación y la destrucción, donde la fertilidad exuberante que renueva el paisaje cada segundo genera un efecto amnésico, allí el olvido actúa como una sustancia corrosiva que desdibuja las imágenes. Ser arqueólogo de una aldea tropical es una hazaña y tanto Gabriel García Márquez (1927-2014) como Manuel Mejía Vallejo (1923-1998) parecen tener un comportamiento de arqueólogo. En sus obras hay un propósito de recomponer el mundo visto y vivido por su generación y por las generaciones cercanas. Intentan reconstruir un universo con sus objetos, sus tiempos y sus habitantes, a partir de piezas aisladas, destruidas por la humedad, cubiertas por la maleza del olvido.

Macondo y Balandú son universos literarios amplios y complejos (2), con un origen similar: el afán de narrar una ciudad entera con todos sus pormenores a la luz de la historia de una familia. Herederos consciente e inconscientemente de Yoknapatawpha (Sartoris 1929), Santa María (La casa en la arena 1949) y Comala (Pedro Páramo 1955), estos mundos muestran la necesidad del hombre americano de construirse una identidad, de dar cuenta de quién es y sobre todo de quién ha sido. En América se olvida con mucha facilidad, con demasiada, según explica García Márquez: «Lo que pasa es que en América Latina, por decreto, se olvida un acontecimiento como tres mil muertos…» (3). El olvido permite sobrevivir a muchas adversidades y ayuda al ideal de modernización, premisa bajo la cual puede borrarse un mundo entero. De ahí el impulso de
rehacer el universo, de volver a contarlo, como dice Carlos Fuentes: «Ya no deseamos viajar, descubrir, conquistar; ahora recordamos para no volvernos locos y poder dormir» (4).

Estos escritores dirigen su mirada al tiempo del mito, al punto de origen donde todo comenzó para explicar desde allí su momento histórico. Revisaremos aquí los motivos que los impulsan a este tipo de creación y luego señalaremos algunos aspectos en los que coinciden o se diferencian ambos universos.

Motivos para escribir una aldea imaginaria

Para Mejía Vallejo y García Márquez la reconstrucción de sus memorias de infancia resulta fundamental. La infancia es una de las principales fuentes de información y motivación de un escritor, en ella se encuentran los núcleos temáticos que lo convocan una y otra vez a hablar de lo mismo. No se trata de hacer un trabajo anecdótico, sino de retomar lo esencial de esa memoria primaria para construir una ficción, como explica Bachelard: «Guardamos en nosotros una infancia potencial. Cuando vamos tras ella en nuestras ensoñaciones, la revivimos en sus posibilidades, más que en la realidad. Soñamos con todo lo que podría haber llegado a hacer, soñamos en el límite de la historia y la leyenda» (5).

Estos escritores colombianos pertenecen a una misma generación, ambos trabajaron mucho tiempo como periodistas y la violencia los obligó a salir del país. Su niñez transcurrió durante los mismos años en diferentes zonas de Colombia, vivieron en pueblos pequeños que marcaron su estilo y sus obsesiones.

Jardín, Antioquia

Mejía Vallejo creció en Jardín, pueblo fundado en 1864 y ubicado en la cordillera de los Andes a 1750 metros de altura. Perteneciente al departamento de Antioquia, zona centro-occidental de Colombia, su relieve frondoso y su clima húmedo se explica por la cercanía a la Región del Darién; Jardín hace parte del territorio conocido como el «Eje Cafetero». García Márquez vivió su infancia en Aracataca, espacio fundado en 1885 casi a nivel del mar en el departamento de Magdalena, al norte de país, entre la Sierra Nevada de Santa Marta, la Ciénaga Grande y el Mar Caribe; en la región conocida como «Zona Bananera». La ubicación geográfica y los acontecimientos históricos de estos territorios van a determinar para ambos su visión del mundo y su forma de hacer literatura. La mayor parte de sus narraciones estarán ambientadas en el pueblo de la infancia que adquiere otro nombre pero conserva sus rasgos.

Aracataca, Magdalena

En estos dos espacios encontramos sociedades cargadas de leyendas fantásticas, de mitos y creencias supersticiosas que explican los sucesos más cotidianos. Son aldeas donde la violencia dejó su rastro, en ellas la agricultura —del café o del banano— marca profundamente las formas de vida. Nuestros escritores se nutren de ello, reconociendo además que parte de su imaginario y estilo narrativo está asociado a aquellos que les relataron en su niñez, personas que les explicaban los acontecimientos a su alrededor ayudándoles a comprender el mundo.

Para García Márquez es muy importante la integración entre el universo mágico de su abuela Tranquilina y el realista de su abuelo Nicolás: «De día, el mundo mágico de la abuela me resultaba fascinante, vivía dentro de él, era mi mundo propio. Pero en la noche me causaba terror. […] El abuelo, en cambio, era para mí la seguridad absoluta dentro del mundo incierto de la abuela. Solo con él desaparecía la zozobra, y me sentía con los pies sobre la tierra y bien establecido en la vida real» (6).

En el caso de Mejía Vallejo es el campesino, con sus cantos y sus cuentos, quien ayudará a dar formar a una voz realista aferrada a la sabiduría y la poesía popular: «Yo me crie en un sitio donde se narraba mucho y no faltaba en ninguna reunión o al final de la jornada del trabajo alguien que contara cuentos populares […] Había también trovadores que se acompañaban de guitarras y tiples y se juntaban los sábados a echarse puyas irónicamente» (7). La concepción de la vida fijada en la niñez determinará en muchos momentos sus puntos de vista, guiará el tono y el ritmo de su prosa, y los convocará a asumir temas ligados a esos primeros años.

Para nuestros narradores la motivación a escribir sobre el pueblo de su infancia llega en un momento particular y provoca un giro en sus vidas. Eran jóvenes que abandonaban sus estudios y hacían sus primeros escritos periodísticos rodeados de un grupo de intelectuales —El grupo de Barranquilla y La tertulia del Café La Bastilla— cuando sucede algo que los saca de sí mismos y les obliga a escribir. Para García Márquez fue la venta de la casa: «Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa. / No tuvo que decirme cuál, ni dónde, porque para nosotros solo existía una en el mundo: la vieja casa de los abuelos en Aracataca, donde tuve la buena suerte de nacer y donde no volví a vivir después de los ocho años» (8). Para Mejía Vallejo fue la venta de Gibraltar, la finca donde vivió hasta los doce años, en su recuerdo resuenan las palabras de su padre: «Que me traigan un poder que yo lo firmo, pero que la venda Bernardo, porque yo no vendo eso. Vender Gibraltar, Monteloro, Pipintá, La India, es como venderlos a ustedes, es como vender a Rosana, la infancia, la vida que se vivió allí» (9). El episodio de vender la casa de la infancia impulsa a estos hombres a escribir, en su lucha contra el olvido, tienen que contar todo lo visto y oído, rescatar todas las voces, todo lo vivido en ese pueblo.

La escritura es una manera de hacer memoria, estos colombianos vuelven al principio para mostrar el origen y desde ahí explicar la soledad, la violencia, la muerte, las costumbres y la identidad. Al construir sus universos dejan constancia del sentir de un tiempo y un espacio.

García Márquez reconoció siempre que sus historias tenían como base un suceso que realmente había ocurrido, una experiencia propia recreada luego por la escritura: «No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad» (10). Todo lo escrito por estos autores ha sucedido, es parte de recuerdos propios y ajenos, pero nada está en el papel tal cual fue, la imaginación lo ha transformado y la poesía le ha dado su musicalidad, es una historia nueva que acentúa los mismos valores de antes pero que ahora alcanza dimensiones universales.

El trabajo literario hace de la realidad ficción, aportando una nueva mirada y con ella un nuevo relato que da palabras a lo innombrable, pues «solo narrando o poetizando los acontecimientos, el hombre consigue darle dimensión a su ser, es aquí donde se obtiene la profundidad sobre el tiempo y el espacio, asunto que de otra manera sería un plano simple y sin vida» (11). La memoria puede llegar a tomar forma de texto literario, esta reflexión quizá recurrente nos señala la preocupación por el olvido, para Mejía Vallejo ese temor al olvido será uno de los motores de su escritura:

«Tal vez escribo por un lejano instinto de conservación, por vanidoso temor de esfumarse completamente, de que seres y cosas que atestiguaron mi camino de hombre lleguen a morir en mi propia muerte; la obra sería un rastro que dejo, retazos de historia que viví y que me obligaron a soportar; un deseo ingenuo de cambiarla» (12).

Retomar el espacio de la infancia, narrarlo de nuevo con otras palabras y ofrecerlo como relato común permite que la obra de estos escritores sea un elaborado tejido entre la historia, el mito y la novela.

Macondo y Balandú: coincidencias y diferencias

En nuestros universos se aprecia la diferencia entre el mundo andino y el mundo caribe. Las historias de Macondo y Balandú tienen tantos puntos de encuentro como diferencias. No abordaremos aquí el estilo y la estructura de la narración que claramente se reconocen como disímiles. Haremos un acercamiento descriptivo a los elementos que dan cuenta de la construcción geopoética de ambos mundos, desde donde podremos observar cómo el relato de cada región se acerca o se aleja del otro mostrando sus particularidades.

Comenzaremos por decir que estos mundos tienen la función de vaso comunicante dentro de la obra de sus autores, ayudando a ubicar el espacio-tiempo donde transcurren los acontecimientos en casi todas sus creaciones. Esto permite que los universos sean muy complejos, es preciso seguir toda la obra para perfilar sus características y construir una idea general.

Las peculiaridades demarcadas por la ubicación geográfica de nuestras aldeas imaginarias son centrales.

Macondo está cerca del nivel del mar, con un clima cálido y húmedo que requiere de construcciones frescas y de rutinas con muchas horas de descanso para resguardarse del sol. La necesidad de la brisa hace que las viviendas permanezcan abiertas, reflejo de un carácter extrovertido y jovial. El calor incita a estar más tiempo fuera que dentro demarcando una estética colorida y festiva que se acompaña de ron y vallenato: «Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo» (13).

La región que inspira a Macondo participa en La Guerra de los Mil Días (1899-1902) apoyando principalmente al partido liberal, convirtiéndose en una de las zonas de poder de este grupo y donde el gobierno conservador tuvo que intervenir con más fuerza. También es una tierra propicia para la producción de banano, producto atractivo para grandes multinacionales que introducen muchos cambios en las costumbres del lugar y generan lógicas de empleo injustas, desencadenando una de las matanzas más terribles de la historia de Colombia, La Masacre de las Bananeras (1928).

Balandú, por su parte, se ubica en el mundo del café, donde los abusos son cometidos por terratenientes que quieren ampliar sus haciendas. El cultivo del café no pertenece a grandes empresas, se cultiva en las fincas de los señores y también en el pequeño huerto del campesino. Durante la guerra civil de principios del siglo xx, en esta zona predominaron los ideales del partido conservador, la violencia bipartidista fue cruda en el campo, dejando muchas víctimas. Esta tendencia al pensamiento conservador se relaciona con el clima templado, más cerca del frío por la altitud de la montaña donde se asienta el pueblo:

«Si llegas a un sitio de paredes altas y balcones y aleros carcomidos, con golondrinas en el vecindario, ese es Balandú […] si detrás de unos muros blancos sale un rezo coral de convento, ese es Balandú; si antes de llegar alcanzas a ver enormes tejados que anuncian calles grises y solares verdes, ese es Balandú; […] si crees estar en el largo día de difuntos y sabes que las campanas doblan tu muerte, conocerás a Balandú, otra muerte más sobre tu muerte» (14).

En esta aldea son constantes la niebla y la lluvia que provocan que las paredes sean fuertes y las casas estén siempre cerradas para resguardar a quienes pasan muchas horas dentro de ellas. El acceso a la aldea es difícil, los caminos de herradura son el único medio para comunicarse, el espacio está envuelto en un ambiente cerrado, oscuro y nostálgico donde se busca el calor del aguardiente de caña y el bambuco.

En estos universos imaginarios hay un componente mágico que se asume de manera diferente en cada caso. Para el mundo macondiano lo más asombroso es natural, lo mágico no irrumpe como algo que está fuera del orden habitual, por ello hablamos de un espacio construido dentro del realismo mágico, como muestran estas líneas: «La muerte le deparó el privilegio de anunciarse con varios años de anticipación. La vio un mediodía ardiente, cosiendo con ella en el corredor […] La reconoció en el acto, y no había nada pavoroso en la muerte, porque era una mujer vestida de azul con cabello largo de aspecto un poco anticuado» (15). En el pueblo de Mejía Vallejo también lo sobrenatural es parte de la vida diaria, pero allí el mundo oculto interviene en la cotidianidad y aterroriza: «Sonidos sin nombre en las noches de duendes revoloteantes, endriagos desesperados, Lloronas en busca del hijo arrojado al charco. —“¡Aquí lo eché, dónde lo encontraré!” —creía escuchar en sus desvelos o sobre las sillas del corredor de adelante» (16). Es una visión asociada a las supersticiones propias
del mestizaje andino, donde afloran duendes, mohanes, brujas, aparecidos y otras criaturas fantásticas.

La historia de estos pueblos se cuenta a través de una estirpe condenada. En Macondo los Buendía están marcados por el incesto, al no atender a la prohibición antropológica van labrando su propia condena. En Balandú los Herreros, con sus excesos e ideas de progreso, desobedecen los mandatos de la Iglesia, que maldice a todas las generaciones. Los primeros personajes de estas familias nunca mueren, en el mundo de Mejía Vallejo regresan a través de los espejos, mientras que en el de García Márquez permanecen, los fantasmas habitan el espacio como uno más. El símbolo principal de ambos linajes es una casa que refleja la historia familiar, los momentos de abundancia y de carencia. Ella se construye, se deteriora y vuelve a levantarse al ritmo del ir y venir de la estirpe.

La casa es el centro del universo, el lugar de origen al que siempre se retorna.

Quien administra la casa gobierna el microcosmos familiar, en el caso de los Buendía esta dinámica tiene un tinte matriarcal cifrado en la figura de Úrsula, eje articulador de todo el relato. Este lugar lo ocupa entre los Herreros Efrén, el patriarca que da seguridad y estabilidad (17). Estos dos personajes muestran una gran fortaleza a pesar del temor y la culpa que sienten por las desobediencias que han llevado a la familia a vivir en vilo. Aunque ambas sociedades son patriarcales, se revelan de diferente manera cuando están organizadas desde el mundo femenino o masculino, mostrando así la importancia que la cultura da a estas visiones. El mundo costeño es más intuitivo, impulsivo y sensual, es decir, más femenino; en el mundo andino predominan la fuerza, la lucha y el trabajo que somete a la montaña, características propiamente masculinas.

La soledad aqueja a las dos familias, una soledad que se va agudizando a medida que los personajes se alejan de la tierra de los antepasados y el mundo conocido por estos pierde forma. En ambos universos encontramos un plano mítico y otro histórico, el tiempo cíclico es claro en Macondo, a tal punto que la historia termina anclada a un tiempo mítico cuando la aldea se esfuma al desaparecer los Buendía: «“El primero de la estirpe está amarrado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas” […] el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra» (18). El tiempo en Balandú también adopta giros que lo hacen entrar en el plano mítico, especialmente en aquellos momentos en que se hacen patentes los efectos de la maldición y la familia se siente atada al tiempo primero. Sin embargo, al terminar la historia el mundo queda desprovisto de esta visión simbólica, los Herreros se extinguen y la aldea continúa a pesar de ello, la narración queda así en el plano histórico: «Con maldiciones o sin ellas Balandú seguía, con sus desfiles y su Banda» (19).

Así el transcurrir de Balandú puede describirse en la siguiente sucesión de acontecimientos que comienzan y terminan en el plano histórico: fundación-maldición-condena-pueblo sobrevive a la familia.

En Macondo el relato inicia y finaliza en el plano mítico: incesto-fundación-condena-todo desaparece.

Conclusión

Las condiciones geográficas definen gran parte de las particularidades de cualquier pueblo. Macondo y Balandú están ubicados en el trópico y se sienten atravesados por los hechos históricos del mismo país, a pesar de esto no se vive igual al lado del mar caribeño que al amparo de la inmensa cordillera. La historia de los Buendía, de Macondo, es la historia de un pueblo de puertas abiertas, donde el calor, la humedad y las plagas colorean el ambiente. Una aldea de viviendas de barro y cañabrava, de juglares vallenatos que mueven alegremente su acordeón, de prostíbulos a la vista de todos, de focos de rebelión liberal bajo el mando de un Coronel. Es un lugar explotado por multinacionales, que carga con olvidos históricos. En sus casas caben los hijos propios y los naturales. Allí todo el que muere permanece. Como dice Fuentes, es la historia de dos seres que se aman bajo el presagio de tener un hijo con cola de cerdo (20), la lucha de una familia por permanecer a la cual le ganan las hormigas.

La historia de los Herreros, de Balandú, es la historia de un pueblo de puertas cerradas, de duelos constantes, cubierto por la niebla de la montaña, de clima templado y frecuentes lluvias. Una aldea de casas de bareque y tapia, con campesinos trovadores de tiple y guitarra en mano, de prostíbulos escondidos y censurados, de rebeliones liberales entre una gran muchedumbre conservadora. Un lugar que solo se alcanza tras una ardua lucha con la montaña, allí no llegan multinacionales, quien conquista el terreno se hace dueño. Los caserones solo son habitados por los hijos legítimos y en los espejos de la Casa de las dos Palmas perviven los muertos de la estirpe que la iglesia católica maldijo y cuya realidad solo puede ser explicada por los designios de su condena. La disputa por la sobrevivencia la gana el olvido que extingue la estirpe mientras la aldea continúa su curso.

Puede ser que el tema de las aldeas imaginarias se repita como anécdota, pero hay unas que tienen un nivel de individualidad irrepetible. En Macondo y Balandú, el mar y la montaña se reflejan e integran en la misma condición tropical de exuberancia fugaz, donde todo pasa rápido y se olvida, donde una familia puede fundar un pueblo, crecer en él y desaparecer en el transcurso de pocos años. Aquello que se reúne en esta condición tropical se individualiza y particulariza en el ritmo con el que ese trópico es narrado: una cosa revela el vallenato bailable y alegre que canta el Caribe, otra cosa el tiple nostálgico y profundo que suena en las alturas andinas.

1 E. Wolkening, «Anotando al margen de Cien años de soledad», Lectura crítica de la literatura americana: actualidades fundacionales, ed. S. Sosnowski, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1997, pág. 55.

2 Macondo aparece por primera vez en 1955 en La hojarasca y su mayor esplendor se encuentra en Cien años de Soledad en 1967. Balandú es nombrado en 1973 en Aire de Tango y se consolida en La Casa de las dos Palmas en 1989.

3 G. García Márquez; M. Vargas Llosa, La novela en América Latina: diálogo, Lima, Ediciones UNI, 1968, pág. 24.

4 C. Fuentes, «Tiempo y espacio en la novela», Valiente Mundo Nuevo: épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana, Madrid, Mondadori, 1990, pág. 47

5 G. Bachelard, La poética de la ensoñación, México, Fondo de Cultura Económica, 2011, pág. 153.

6 G. García Márquez; P. Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba: conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, Buenos Aires, Sudamericana, 1993, Ebook.

7 A. Escobar, Memoria compartida con Manuel Mejía Vallejo, Medellín, Biblioteca Pública Piloto, 1997, pág. 107.

8 G. García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2002, pág. 10.

9 R. Jaramillo, «Manuel Mejía Vallejo, la palabra toma la palabra», Gaceta Colcultura, núm. 39, 1983, pág. 36.

10 G. García Márquez; P. Apuleyo Mendoza, ob. cit. pág. Ebook.

11 I. D. Carmona, «Ficción en tierra de mito. Escritura y fundación en América Latina», Escritos, vol. XVII, núm. 19, 2009, pág. 521.

12 M. Mejía Vallejo, «Razón de ser», Cuentos de zona tórrida, Bogotá, Norma, 1995, pág. 9.

13 G. García Márquez, Cien años de Soledad, Madrid, Unidad Editorial, 1999, pág. 11.

14 M. Mejía Vallejo, Y el mundo sigue andando, Bogotá, Planeta, 1984, pág. 50.

15 G. García Márquez, Cien años… ob. cit. pág. 218.

16 M. Mejía Vallejo, La Casa de las dos Palmas, Bogotá, Planeta, 1990, pág. 45.

17 C. Hernández, «Mujer y desequilibrio social desde una novela colombiana», Estudios de Literatura Colombiana, núm. 24, 2009, pág. 67.

18 G. García Márquez, Cien años…, ob. cit. págs. 319-320.

19 M. Mejía Vallejo, Los invocados, Medellín, Biblioteca Publica Piloto, 2002, pág. 195.

20 C. Fuentes, «Prólogo» en G. García Márquez, Cien años… ob. cit. pág. 7.

Bibliografía

Bachelard, G., La poética de la ensoñación, México, Fondo de Cultura Económica, 2011.
Carmona, I. D., «Ficción en tierra de mito. Escritura y fundación en América Latina» Escritos, vol. XVII, núm. 19, 2009, págs. 520-540.
Escobar, A., Memoria compartida con Manuel Mejía Vallejo, Medellín, Biblioteca Pública Piloto, 1997.
Fuentes, C., «Tiempo y espacio en la novela», Valiente Mundo Nuevo: épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana, Madrid, Mondadori, 1990, págs. 29-48.
— «Prólogo» en García Márquez, G., Cien años de Soledad, Madrid, Unidad Editorial, 1999.
García Márquez, G., Cien años de Soledad, Madrid, Unidad Editorial, 1999.
— Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2002.
— Vargas Llosa, M., La novela en América Latina: diálogo, Lima, Ediciones UNI, 1968.
— Apuleyo Mendoza, P., El olor de la guayaba: conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, Buenos Aires, Sudamericana, Ebook, 1993.
Hernández, C., «Mujer y desequilibrio social desde una novela colombiana» Estudios de Literatura Colombiana, núm. 24, 2009, págs. 65-80.
Jaramillo, R., «Manuel Mejía Vallejo, la palabra toma la palabra» Gaceta Colcultura, núm. 39, 1983, págs. 35-39.
Mejía Vallejo, M., Y el mundo sigue andando, Bogotá, Planeta, 1984.
— La Casa de las dos Palmas, Bogotá, Planeta, 1990.
— «Razón de ser», Cuentos de zona tórrida, Bogotá, Norma, 1995, págs. 9-12.
— Los invocados, Medellín, Biblioteca Publica Piloto, 2002.
Wolkening, E., «Anotando al margen de Cien años de soledad», Lectura crítica de la literatura americana: actualidades fundacionales, ed. S. Sosnowski, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1997, págs. 54-83.

Fragmentos del libro: Arroyos y Valses de Agua, Abel Anselmo Ríos Carmona

2

Compartimos gracias a Sílaba Editores fragmentos del libro (poesía): Arroyos y Valses de Agua de Abel Anselmo Ríos Carmona.

Bach – Concierto N° 7 para clavicémbalo en sol menor

Habría que creer en Dios

   cuando irrumpe como un delta de manos generosas

      contra el mar de inquietudes

         que camina en la espalda

Habría que darle fe

   a los susurros de luz que se reciben

      sobre el calor rosado de los pómulos

         en el vaivén de agua

            que llueve con la música

Habría que difundir

   este evangelio sublime

      de caricias y témpanos de fuego

Toda la jornada de las nubes

Todo el maratón de las cascadas

El crepitar de abrazos que guardan los glaciares

  Júbilos de rocío

  naciendo de mis lágrimas

Habría que sucumbir a las preguntas

   y declarar que el reino de los cielos

      es una respuesta incomprensible

         como el temblor del aire cuando tocas mis brazos

   como un alud del vientre

      cubriendo toda la tierra

      develando ante los ojos

         la niebla que protege a la confianza

Habría que creer en Dios

   mientras los ríos de la palma de las manos

      siguen desembocando en la alegría

         de que inundes de océano

            el dedal de mis pensamientos

Habría que creer

 y comprender que todas las historias

  ya fueron celebradas

   en las manos de Bach

    en los arrullos de cada anochecer

Sucumbir a la fe

Aceptar que un espíritu de escarcha

   navega las corrientes de la duda

Reconocer que hasta mi escepticismo

   hace parte del canto

      de los pájaros

Y darle de nuevo play

   al séptimo concierto en sol menor

Matilde Lina – Leandro Díaz

Su merced amarrándose los zapatos…

Su merced hundiendo una daga en el pecho de un intruso…

Su merced en el pensamiento

                                de cualquier forma

Prieta precisa

Imagen intocable que se desvanece en el guargüero

Como manjar de brisa con lágrima esponjada.

No puede ser normal este estremecimiento.

Su merced pinchándose el pulgar

          con las espinas agrias de la rosa…

Su merced a merced de las olas del sueño…

Su merced con las nubes de Luis Alfredo.

No puede ser cristiana

Esta hojuela de seda

                     entreverada en llamas

que incineran el aura

Cigarras, lloren cigarras

Grítenle piedras al campo

Cuántos destinos por acoger la daga para aquel que no es intruso

Cuánto deberle al destino para que vire la proa hacia otros remansos.

Su merced en la sonrisa de la sabana

Con los pómulos rosados del frío santafereño

Con el sudor a jacinto que añora el Serengueti

Con el hambre de la pampa cubriendo las espaldas

Con la altanería oceánica de las montañas

Con el cristal de un totumo bebiendo al Guatapurí

Si existiera el amor

Sería un hechizo tan firme

Que solo podría infundarlo el capricho de la fatalidad

Digámosle a este frío que recorre los témpanos de las vértebras

Digámosle conciencia que se adquiere

     cuando no nos interesa comprender nada nuevo

       mientras todo se desnuda ante los ojos

         y se rechina el manto de guama que solía protegerlos

Su merced ignorando que una hojuela de seda

desprendida de su desentendimiento

se ha instalado en el rincón más frágil de esa grieta

                                que otros insisten en llamar dizque Alma.

Su merced tejiendo un canto de obsidianas

mientras la vida teme que siga recordando

eso que no es usted

sino la imagen suya que ha salvado la vida.

Su merced caminando simplemente…

Su merced aventando improperios y piedras contra el sol…

Su merced entre aceites industriales,

   entre el lodo de las culpas de la humanidad…

Su merced apilando hadas empalagosas en una bolsa de

supermercado…

Siempre hermosa

Con sonrisa de daga.

Su merced que no existe

   y aún así sabe provocar el temor que merece la vida.

Un paseo que parece de Leandro Díaz.

La noche llegará – Canto Cardenche

Ya soy de aquí

Polvo del tiempo recogido en los pasos.

Ya habito el cactus jugoso

Y recorro en el buitre los caprichos del viento.

Sonrío como horizonte de suelos olvidados

Y siento dentro del vientre

la yerma algarabía

Sabor a terciopelo y a satisfacciones.

La noche volverá

Tendrá piedad de mí

De que te extraño un poco más

que a algunos achaques fríos de la vida

Traerá sus susurros

 y los agujeros que ha aprendido a hacer en la luz del

firmamento

La noche, que colecciona cosquillas titilantes

y rutilos ajenos y lejanos…

Ya soy de la noche parda.

Bajo la costra que acogió al camino

he regresado a la nostalgia por la escarcha.

Mis manos crecerán

Para esperar tus dedos

Seré espinas frondosas

Seré madriguera de antiguos madrigales

−cantos silvestres con dientes afilados−

Ya soy de aquí

Nocturno bajo el sol generoso del desierto.

Puedo decir que te pienso

Pero cubres mis desentendimientos

Como esta sábana de arena sobre mi quietud

Soy de aquí

Del lugar que te aguarda

Te ansía

Y resquebraja sus rocas

Añorando el temblor de tu cabello.

Soy de aquí para siempre

Luego seré un árbol y sus frutos

Luego seré un océano cubriéndome

Luego regresaré

Con flores para mí

Otearé entre la tarde

Y despediré lo que quede del sol en lejanía

Soy de aquí

En tu recuerdo

Y eres del material que cubre mi descenso.

Somos arena

 y tierra

y horizontes

Somos la noche mientras vives los días y las noches

Somos la noche que ha reclamado lo que había de vida en

la mirada.

Soy de este momento pisoteado Y soy recuerdo del prado que

El drama de las mujeres birmanas que son exhibidas como atracciones turísticas

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Pese a que están en Tailandia desde hace décadas, las mujeres kayan que huyeron de Birmania se ganan la vida con sus tradicionales anillos para el cuello. Pero eso está cambiando.

Una mujer kayan en Huay Pu Keng vende souvenirs frente a su casa a los turistas que visitan el lugar. Crédito: Amanda Mustard para The New York Times

Por, Hannah Beech. Pubicado en The New York Times

HUAY PU KENG, Tailandia — Frente a casi todas las casas de bambú de la aldea de Huay Pu Keng hay puestos que venden baratijas relacionadas con los anillos para el cuello que las mujeres de la etnia kayan usan tradicionalmente.

Hay versiones más engañosas de las bobinas de latón, con bisagras útiles para una fácil aplicación. Hay almohadas especiales para dormir con los anillos, que comprimen la clavícula y crean la ilusión de un cuello alargado de manera artificial.

Hay tallas de madera de las mujeres con sus decoraciones de cuello y algo llamado “vino de cuello largo”, aunque, confusamente, las botellas son rechonchas y redondas.

Toda la economía de Huay Pu Keng y otros pueblos kayan, desde los funcionarios locales hasta los que se dedican al turismo, depende de los adornos de metal que se sujetan alrededor de los cuellos de sus mujeres.

“Las mujeres mayores, usamos los anillos por tradición”, dijo Mu Na, de 58 años, quien vende baratijas en otra aldea turística. “Las más jóvenes, usan los anillos por el turismo”.

Una vista del pueblo de Huay Pu Keng
Una vista del pueblo de Huay Pu Keng. Crédito: Amanda Mustard para The New York Times

Los kayan son una pequeña minoría étnica que huyó de la guerra civil en el este de Birmania en la década de 1980. Cuando llegaron a Tailandia, los funcionarios tailandeses —de común acuerdo con una milicia étnica birmana que operaba en la zona fronteriza— vieron una oportunidad: en vez de poner a los kayan en los campamentos especiales que se habían construido para los cientos de miles de otros refugiados que en ese momento también escapaban del conflicto armado en Birmania, los ubicaron en aldeas recién construidas, diseñadas para tener una máxima visibilidad turística.

Cuando se establecieron en las aldeas, las mujeres recibían salarios de hasta 200 dólares al mes por parte de las compañías de turismo. Los tailandeses —desde los operadores de barcos hasta los fabricantes de baratijas— se beneficiaban.

Los críticos han definido a las aldeas como “parques temáticos étnicos”, con los kayan en exhibición como atracciones turísticas humanas. Sin embargo, para las mujeres y sus familias, los visitantes garantizaban un ingreso estable, aunque eso significara continuar una tradición que, de otro modo, podría haber desaparecido en el siglo XXI.

El coronavirus ha complicado la situación. Tailandia ha prohibido la entrada a la mayoría de los extranjeros para evitar la propagación del virus, y son muy pocos los turistas que visitan este remoto rincón del país. Y el destino de los kayan, una vez más, plantea incómodas preguntas sobre la explotación cultural, la independencia económica y la desafiante realidad de la vida como refugiado.

Mu Tae se sienta en su puesto de baratijas, mientras su cabeza flota sobre 18 lazos de metal que hacen que la distancia entre su barbilla y sus hombros parezca imposible.

“El gobierno nos dijo que preserváramos nuestra cultura, y lo hicimos, pero nadie está aquí para verlo”, dijo.

Una mujer teje frente a su local en Huay Sua Tao, el pueblo de Kayan más visitado por turistas. Crédito: Amanda Mustard para The New York Times

Aunque las mujeres y sus familias se han beneficiado de los visitantes de los pueblos, los anillos de cuello son cada vez más un legado de otro siglo. Incluso antes de la pandemia, muchas mujeres se los habían quitado. Mu Tae dijo que comenzará a ponerle anillos de metal a su hija cuando cumpla cinco años, pero no está segura de si la niña querrá continuar la costumbre kayan cuando sea adulta.

De las 105 mujeres de Huay Pu Keng, solo 12 siguen usando las bobinas en el cuello.

No está claro por qué los kayan, también conocidos como padaung, comenzaron a usar esos aros metálicos en los bosques de Birmania, de donde provienen. Las guías turísticas dicen, con una floritura, que los anillos de metal eran un mecanismo de defensa contra los tigres que iban por el cuello. Los kayan parecen escépticos ante esta explicación

“No se ve lindo sin los anillos”, dijo Ma Tae, de 63 años, quien lleva 23 anillos en su cuello, así como espirales en las piernas. “Es lo que siempre hemos hecho”.

Durante años, muchos kayan carecían de documentación oficial para abandonar sus aldeas, y no tenían ninguna esperanza de emigrar a otro país porque no estaban en los campos de refugiados.

Aquellos que podían aventurarse a salir, con los papeles necesarios, a menudo se sorprendían.

“No se ve lindo sin los anillos”, dijo Ma Tae, de 63 años, quien lleva 23 anillos en su cuello, así como espirales en las piernas.
“No se ve lindo sin los anillos”, dijo Ma Tae, de 63 años, quien lleva 23 anillos en su cuello, así como espirales en las piernas. Crédito: Amanda Mustard para The New York Times

“Cuando iba a la escuela en la ciudad, todos se me quedaban viendo, así que me avergonzaba de los anillos”, dijo Ma Prang, de 22 años, que se sacó 20 bobinas hace cuatro años. “Quiero ser médica y creo que será difícil hacer ese trabajo con los anillos puestos”.

Sin embargo, hace una docena de años, el gobierno tailandés comenzó a permitir que los kayan de las aldeas se trasladaran a los campos de refugiados, para que pudieran solicitar su reasentamiento en un tercer país. Desde entonces, decenas de kayan han comenzado nuevas vidas en Finlandia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, entre otros países. Ninguna de las mujeres continúa usando sus anillos.

A diferencia de los kayan de los campamentos de refugiados, algunos residentes de las aldeas turísticas han recibido la ciudadanía tailandesa completa o tarjetas que les permiten la libre circulación en el país. Pero incluso después de haber pasado décadas en el país, a otros kayan no se les ha expedido ese tipo de documentos, dejándolos a merced de la oficialidad tailandesa.

“No estoy segura de por qué no tengo una tarjeta de identificación”, dijo Ma Nye, de 33 años, que vive en Huay Sua Tao, la aldea kayan más visitada por los turistas. “Mis hijas nacieron en Tailandia, pero tampoco la tienen”.

Ma Nye, de 33 años, carga a la hija de una pariente. “No estoy segura de por qué no tengo una tarjeta de identificación. Mis hijas nacieron en Tailandia, pero tampoco la tienen”.
Ma Nye, de 33 años, carga a la hija de una pariente. “No estoy segura de por qué no tengo una tarjeta de identificación. Mis hijas nacieron en Tailandia, pero tampoco la tienen”. Credito: Amanda Mustard para The New York Times

Yothin Thubthimthong, director de la Autoridad de Turismo de Tailandia en la provincia de Mae Hong Son, donde están las aldeas kayan, dijo que la vida en el limbo de la inmigración en una de las aldeas turísticas era preferible a vivir en un campo de refugiados.

“Aunque no son tailandeses, creo que es mejor que vivir en el campamento con decenas de miles de personas”, dijo.

En Huay Pu Keng, los kayan viven junto a los kayaw, otro grupo étnico conocido por crear grandes agujeros en los lóbulos de las orejas de las mujeres. Aunque tanto los kayan como los kayaw provienen en su mayoría de Kayah, un estado en el este de Birmania que limita con Tailandia, hablan diferentes idiomas y tienen costumbres distintas. No habrían vivido juntos en Birmania.

Incluso antes del coronavirus, el turismo estaba disminuyendo en Huay Pu Keng y otros pueblos kayan a lo largo de la frontera con Birmania. En la última década, se ha permitido a algunas familias kayan, tanto de los pueblos fronterizos como de Birmania, reubicarse en ciudades tailandesas, después de que los operadores turísticos las reclutaran para vivir en nuevas comunidades más convenientes para las visitas de los turistas.

Hand carved long neck souvenirs sold at Huay Pu Keng village.
Hand carved long neck souvenirs sold at Huay Pu Keng village. Crédito: Amanda Mustard for The New York Times

“En Birmania, no podía trabajar en la ciudad debido a mis anillos”, dijo Ma Hao, de 34 años, quien fue contratada en Birmania hace siete años para lucir sus 28 bobinas en una de estas atracciones turísticas cerca de la ciudad norteña de Chiang Mai. “Aquí, podría ganar dinero con solo vivir”.

Pero desde la prohibición de viajes debido al coronavirus, los empresarios tailandeses que solían emplear a mujeres kayan como Ma Hao han dejado de pagar. Ahora, dice, está atrapada en Tailandia sin trabajo, y sin suficiente dinero para regresar a Birmania.

La Long Neck Hill Tribe Village es un conjunto de chozas de bambú con electricidad intermitente construidas por un oficial de policía jubilado en las afueras de Chiang Mai. Alrededor de 50 turistas al día, muchos de ellos de China, solían venir y pagar 15 dólares para ver a las mujeres kayan y sus anillos, así como a otros grupos étnicos, como los lahu, akha y lisu.

Hoy en día, la atracción turística recibe solo unos pocos visitantes. Y como no se ofrecen salarios, la mayoría de los trabajadores se han ido.

El río cerca de Huay Pu Keng forma parte de la frontera con Birmania.
El río cerca de Huay Pu Keng forma parte de la frontera con Birmania. Crédito: Amanda Mustard para The New York Times

Mu Nan, de 22 años, ha vivido con sus padres en la Long Neck Hill Tribe Village durante cinco años. Su madre, Mu Bar, de 38 años, lleva 25 anillos y es una de las mujeres más fotografiadas de la comunidad. Mu Nan no lleva ninguno.

A diferencia de sus padres o su hermano, que es un recolector de basura, Mu Nan recibió su ciudadanía tailandesa este año, un proceso que tomó tres años de llenar formularios y luchar contra la burocracia. Ahora estudia en la Universidad de Chiang Mai.

“Nunca me dieron ninguna educación”, dijo Mu Bar, ajustando la tela debajo de sus bobinas para evitar las rozaduras. “La vida de mi hija será diferente a la mía”, añadió. “Ella podrá hacer lo que quiera”.

Muktita Suhartono colaboró en este reportaje.