El sistema de salud en Colombia ha hecho grandes esfuerzos por mejorar la atención a los menores de edad que padecen de cáncer, al punto que algunos indicadores críticos presentaron mejorías importantes en 2018
Texto de Consultorsalud
Según la Cuenta de Alto, se ha disminuido el tiempo de atención entre el momento de sospecha y la confirmación diagnóstica y de esta al inicio del tratamiento en los pacientes menores de 18 años.
En el caso de la leucemia linfoide aguda, el tiempo de la sospecha a la confirmación diagnóstica pasó de 23,5 días a 21,8 días entre 2017 y 2018, y para los de linfomas de Hodgkin, de 53,6 días 30,3 en el mismo lapso.
Gracias a la mejora en estos tiempos de confirmación, los pacientes pueden recibir un tratamiento más oportuno.
Del total de pacientes menores de 18 años, el 56,5% pertenecían al régimen contributivo, seguido del 41,1% de pacientes pertenecientes al régimen subsidiado, el restante 2% se encontraba con otro tipo de aseguramiento o sin afiliación al sistema.
Calidad en la atención y control del cáncer
Para mejorar la calidad de la atención en cáncer pediátrico, Minsalud y la Cuenta de Alto Costo trabajan en conjunto con las EPS, IPS, la comunidad médica y pacientes, para analizar los indicadores de gestión del riesgo y hacerle seguimiento a la calidad de la atención y el acceso a los servicios de salud que reciben los menores de 18 años afectados con leucemias pediátricas agudas.
Adicionalmente se están implementando ajustes de innovación tecnológica para mejorar la eficiencia y la confiabilidad de los procesos de reporte, auditoría, evaluación y seguimiento de la atención en cáncer y se trabaja en la etapa final de revisión de un mecanismo de ajuste por incentivos para el cáncer, como una herramienta que permite fortalecer la calidad de la atención y compensar la concentración de esta enfermedad en el sistema de salud”.
Según las cifras contenidas en el libro ‘Situación del cáncer en la población pediátrica atendida en el SGSSS de Colombia 2017’, entre el 2 de enero de 2016 y el primero de enero de 2017 en Colombia se presentaron 775 casos nuevos de cáncer infantil, con los que el número de afectados alcanzó los Cinco mil trecientos treinta y siente casos (5.337).
De ellos, 56,9% se registraron en hombres y 52,2% en pacientes del régimen contributivo y 44,8% en el subsidiado.
En ese lapso, los tipos de cáncer más frecuentes entre los menores de 18 años son leucemia linfoide aguda (32,9 %), cáncer del sistema nervioso central (15%), linfoma no Hodgkin (8,9%) y cáncer renal (5,8%).
Igualmente, el documento revela que el mayor número de casos de pacientes con cáncer en menores de edad se presentó en Quindío, Valle del Cauca, Caldas, Antioquia, Bogotá, Santander, Risaralda y Huila.
Si bien se ha avanzado en la atención a los pacientes menores de edad con cáncer, aún hay retos en los que el Ministerio de Salud y Protección Social está trabajando para superarlos. Es muy importante la consulta médica oportuna ante cualquier sospecha para aumentar la detección temprana de la enfermedad y las posibilidades de éxito de los tratamientos.
De igual manera, según datos de Oici, el cáncer en la infancia es la segunda causa de muerte entre los niños de 5 a 15 años. Y se estima que solo el 60 por ciento de los menores colombianos con algún tipo de cáncer logran sobrevivir. En los países desarrollados y algunos de la región, como Chile y Costa Rica, ese indicador de sobrevida llega al 80%.
Ahora, doce años más tarde, estoy libre de cáncer y de compromisos. Estas historias están en mi pasado, pero no olvidadas, un confuso pedazo de mi historia que informa a mi consciencia constante de la brevedad e imprevisibilidad de la vida.
Texto por Evelyn Wittig Extraído de Medium en español
De todos los recuerdos que se desvanecen en el olvido después del tratamiento del cáncer, estoy un poco sorprendida por la claridad con que recuerdo el momento en que me enteré del nódulo.
Era la primavera de 2001, y yo era una estudiante de segundo año en la escuela secundaria, a mis quince años era apropiadamente incomprendida por el mundo y una cerebrito abstemia que anhelaba una noche de Natty Ice (cerveza barata y alta en alcohol) a la luz de la luna con uno de mis innumerables amores imposibles.
A estas alturas de la vida, mis mayores problemas eran los inútiles intentos de batir el nivel ocho en el juego de PC Tomb Raider (siempre terminaba empalada por picos en el hoyo del tigre) y la vergüenza derivada de la vez que mi mamá me sorprendió intentando fumar Nag Champa.
Nota del Editor: No hará que vueles.
Una noche entre semana, yo estaba en mi habitación, descargando de Napster la banda sonora de la película Go, resultado de estar obsesionada con el remix de Fatboy Slim del tema Magic Carpet Ride de Steppenwolf. En los días de conexión por marcación, esperar por este álbum era más o menos un asunto de toda la noche.
Recuerdo estar frotando mi hombro derecho, y sentí una masa del tamaño de una pulga justo por encima de mi clavícula. Con el ceño fruncido, lo pinché y lo moví, pensando que era extraño cómo podía manipular sus coordenadas bajo mi piel.
No recuerdo que se me haya ocurrido que podría ser cáncer, no sonaron las alarmas, un minuto más tarde estaba de vuelta en tres salas de chat de AOL a la vez bajo el nombre de pantalla BlondeFox, no es algo que admita cómodamente pero probablemente estaba muy cerca de terminar en Dateline.
Al año siguiente, exhibí casi todos los síntomas clásicos del Linfoma de Hodgkin, además de nódulos inflamados, pérdida rápida de peso, sudores nocturnos, fiebre persistente, y la más angustiosa, un sarpullido con picazón en mis antebrazos y piernas. Llegó a ser tan intensa, que me rascaba hasta que sangraba y formaba costras, así obtuve el adorable apodo de «Scabies» (sarna), que me puso mi ávido y tortuoso abusón. (Pues resulta que no me contagiaría de la sarna hasta mucho más tarde, por un drogadicto injustamente atractivo y confundido sexualmente, que me sorprendió con sexo anal y se orinó en mi ropa sucia.)
En marzo de 2002, descubrí el segundo nódulo sobre mi clavícula izquierda, muy parecido al primero, que ya se había hecho más grande. La explicación de mi médico, un bien intencionado y viejo alcohólico, sobre mis síntomas había sido una reacción a la fiebre por arañazo de gato. Comprendimos lamentablemente tarde, que el Dr. Lewicki era un buen médico, siempre y cuando no estuvieras mal.
En la cita que mi madre había hecho después del debut del nódulo número dos, él examinó mi historial médico y una radiografía de hace seis meses y su rostro se volvió sombrío y pálido, excepto su nariz de color rojo Rudolph. «Lo siento», dijo, «parece que en este caso me equivoqué con el diagnóstico».
Esa misma tarde fui remitida a un oncólogo, quien gentilmente nos explicó a mi mamá y a mi las posibles razones de mis dolencias, pero que, a primera vista, mi perfil se ajustaba perfectamente al Hodgkin. Me moví alrededor de la mesa en mi bata de papel.
«¿Sabes lo que es eso?», preguntó.
«Por supuesto que lo sé», suspiré con indignación, “he visto todos los episodios de Party of Five». Los tres nos sentamos en silencio por un momento. «Es cáncer».
Los resultados de la biopsia confirmaron el diagnóstico oficial (esclerosis nodular del linfoma de Hodgkin), y fui remitida a Stanford para la preparación poco antes de mi decimoséptimo cumpleaños. El TAC se iluminó como la marquesina de un club nocturno en el Times Square en una Nueva York pre-Giuliani. Mi nuevo médico, el Dr. Roth, era un judío calvo, de mediana edad con una barba color sal y pimienta, su trato frenético con los pacientes se daba a través de una maraña de preguntas dichas muy rápidamente.
Era el jefe de oncología del Hospital de Niños Lucile Packard, sus visitas las realizaba con una estricta eficacia y siempre con empatía. Le apodé The Big Kahuna y me refería a él exclusivamente como tal, a menos que él estuviera en la habitación.
El Dr. Roth nos informó que estaba en la fase tres (la fase cuatro es considerada, esencialmente, una sentencia de muerte), y su recomendación era una quimioterapia «agresiva», seguida de radiación.
El tratamiento que él escogió para mi caso tenía el apodo de «Las cinco de Standford», un quinteto medicinal de horror. Mecloretamina (Mostaza de nitrógeno: suena chistoso. Definitivamente no lo es). Dexorubicin, Vinblastina, Vincristina, Bleomicina (Nota a las enfermeras: Probablemente es mejor notificar al paciente que ésta dosis en particular hace que tu orina sea de color rojo para evitar alarmarse innecesariamente.), y una pizca o dos de Etopósido, una toxina ADN, para al final estar seguros.
Si sobreviví al tomarme unos cuantos tragos de cada licor que mi mamá tenía en el bar, muy probablemente podría sobrevivir a este tratamiento. Hasta esa semana, nunca había imaginado perseverar ante algo peor que la adolescencia.
Mi mirada hacia el mundo cambió rápidamente mientras grandes cantidades de mi cabello caían, mi rostro se volvía pálido y tomaba la figura de una luna por el efecto de los esteroides, y luego llegaron los vómitos. Ah, ¡los prolíficos vómitos!
Manteniendo la Quimio Rara
Mientras que las chicas de mi clase compraban accesorios para la fiesta de graduación, yo caminaba alrededor de mi habitación portando un cubo en el que vomitaba, mientras discutía con la aseguradora por teléfono sobre si podrían proporcionar fondos para pelucas. (Dato curioso: El nombre técnico de la compañía de seguros para una peluca era «prótesis craneal». De inmediato me recordó a They Might Be Giants… «Todo el mundo quiere prótesis craneales en sus cabezas reales».)
En más de una ocasión no pude llegar al baño a tiempo para vomitar porque mi gato estaba ocupado bebiendo agua de la taza del inodoro. Todo sabía como papel de aluminio y apenas podía retener mis pastillas, pero igualmente gané peso. (Los esteroides, de nuevo.) La primera vez que llegué a segunda base fue con mi oncólogo, y descubrí lo que es un ataque de pánico durante mi primera transfusión de sangre a causa de una problemática caída de plaquetas.
La idea de ver a una bolsa con la sangre de otra persona entrando en mi cuerpo era problemático, y en la práctica era lo más inquietante que jamás había experimentado. Al poco tiempo, la transfusión no sería más que un lejano recuerdo de color de rosa.
La primera complicación importante con la que me encontré fue una roca de mierda del tamaño de una sandía que casi me mata. La Roca de Mierda, como se hizo conocida entre mi círculo íntimo, nació de la muy mala combinación de quimioterapia y Vicodina que me habían recetado para los dolores del cuerpo, que consumía con gusto.
Sin duda, la situación se vio agravada por el hecho de que yo estaba muy irritable para decirle a alguien que mis intestinos no se habían movido en una semana. Cuando el problema llegó a masa crítica (ja, ja), avisé a los encargados de mi atención médica, pero ya era demasiado tarde. Todos en la sala quedaron sin aliento cuando se presentó la radiografía. Yo estaba literalmente llena de mierda.
Cuatro hospitalizaciones de paciente ambulatorio, una cantidad inimaginable de prescripciones para laxantes, y 48 horas acumuladas en el trono de porcelana después, vencí a la Roca de Mierda. Las cosas se volvieron más raras. Más tarde me preguntaría porque los doctores nunca te advierten de que puede salir mal, pero supongo que las posibilidades son infinitas.
¿Roca de Mierda? ¿Por qué parar ahí? Durante los siguientes seis meses, fui hospitalizada por toda clase de aflicciones alocadas, incluyendo un choque neutropénico (un conteo de células blancas peligrosamente bajo), flebitis (coágulos de sangre infectados), celulitis (parecida a la Elefantiasis), daño nervioso, y un linfangiograma (el término sofisticado para pie masacrado).
Durante una de mis hospitalizaciones en LPCH por un caso grave de neutropenia, compartí habitación con una paciente de catorce años con obesidad mórbida y leucemia que tenía un niño pequeño y una inclinación a la violencia al azar hacia las enfermeras. Alrededor de las dos de la mañana, empezó a emitir ruidos desconcertantes, pero acercárcele no era recomendable debido a su notoria irascibilidad.
Ninguna de las enfermeras contestaba mis repetidas llamadas por el intercomunicador, y mi padre me ordenó que hiciera algo al respecto, porque le estaba incomodando la situación. Mi compañera de habitación seguía con sus berridos menos que melodiosos, así que me levanté de la cama de hospital, removí mis monitores del corazón, desenchufé mi proveedor de suero de la pared para poder caminar por el pasillo e ir en busca de asistencia.
Este escenario era un buen ejemplo de su estilo de paternidad, e incidentalmente la única vez que lo vi durante el año. Él se había presentado a regañadientes en el hospital porque mi mamá estaba preocupada de que yo no sobreviviera.
Cuando llegué a Emergencias en Sonoma la noche anterior, delirante y con 104º F de fiebre (40º C), se rehusaron a admitirme debido a cuestiones de responsabilidad que podrían surgir en caso de que yo muriera mientras estuviera bajo su cuidado. El elusivo lado positivo se hizo presente mientras la ambulancia se dirigía a Palo Alto, el trayecto fue divertido después de una considerable dosis de morfina. (Este sería un momento oportuno para poner el remix de Steppenwolf de Fatboy Slim si mi vida fuese una película.)
Esto es lo más cerca que estuve de una Magic Carpet Ride.
Pasaba las horas en las que me inyectaban veneno, para matar el veneno en mi cuerpo que me estaba matando, viendo episodios de Bob Esponja. (Hasta este día, ese programa me da nauseas.) Tenía menos de dieciocho años, así que me trataban en el ala de niños con cáncer, las imágenes de fondo que proveía esta ala eran fundamentalmente angustiosas.
Nada era más lúgubre que recibir quimioterapia rodeada de niños de tres años calvos. Eso ciertamente me mantenía consciente de lo suertuda que era, de tener, como el incomparable David Rakoff lo llamaba, «el cáncer diletante».
A veces, la pérdida de inocencia en los niños un poco mayores les proporciona una naturaleza saturnina que contradice su edad. Durante mi estadía en la casa de Ronald McDonald, mientras pasaba por mis últimos tratamientos de radiación, conocí en el patio a una pequeña niña mientras escribía en mi diario.
Ella, una precoz niña de ocho años, caminó directamente hacia mi y me preguntó de qué estaba enferma. Mi primer impulso fue suavizar mi respuesta para esta pobre niña, a pesar de que su pequeño rostro mostraba una expresión de cansancio.
Le expliqué, en un tono involuntariamente condescendiente, que tenía cáncer, mi tratamiento estaba por terminar, y yo iba estar bien. Sin perder el ritmo, me contestó directa y francamente: «Eso fue lo que los doctores dijeron acerca de mi amiga Megan. Ahora está muerta».
Mi tesoroooo
Mi demostración más significativa de negación sobre lo que me estaba pasando fue el hecho de negarme a rasurar mi cabeza. Me quedaban como 700 pelos y no estaba dispuesta a dejarlos ir, habíamos estado juntos en la trinchera y no iba dejar atrás a ninguno.
Mi mejor amiga me rogó que desistiera y me deshiciera de los «escasos», pero no había manera de convencerme.
Para mi, si usaba sombrero parecía que todavía tenía algo de cabello. La cruda realidad era que no. La tarde en la que tomé la decisión de comprometerme con ese look fue cuando mi hermano pequeño, astutamente, hizo la observación de que me parecía a Gollum.
«Rads», como la gente del hospital lo llama.
La radiación fue una bestia de otra clase. La recibiría en el ala de adultos del hospital, y sin duda no acostumbrada a lidiar con técnicos que tratan adultos. La primera vez que me subí a una larga plataforma de metal para mi consulta, un hombre se me acercó sin saludarme formalmente y simplemente dijo: «Ahora te tatuaré». Nadie había discutido conmigo ninguna modificación en mi cuerpo, así que me tomó totalmente por sorpresa.
«¿¡Qué?!»
Él parecía irritado. «Tatuajes». Repitió lentamente, como si yo no hubiera entendido: «Para tener precisión a la hora de apuntar la radiación».
«Um. No. No me haré ningún “tatuaje” hoy». Le miré con furia, sin poder voltear mi cabeza por la cinta que sostenía mi barbilla en su lugar.
«Está bien», me dijo accediendo, «entonces voy a usar un rotulador permanente. No te restriegues. No debe quitarse. Ahora voy a pegar un marcador de metal a tu seno izquierdo».
Él abrió mi bata y colocó un cable trenzado sobre mi pezón izquierdo, y comenzó a dibujar rayas y puntos en mi estómago, con una pocas X dibujadas con buen gusto. Estaba todo bien hasta que continuó por mi cuello y comenzó a dibujar en mi cara.
Traté de mantener mi compostura, pero al final no pude detener el torrente de lágrimas. Me sentí como el trasero de un asado, dividido en secciones, indefenso y deshumanizado. La histeria resultó, mientras arrancaba la cinta de mi barbilla y lloraba, tomando mi rostro sucio. El técnico retrocedió, esperando a que mi crisis nerviosa se sosegara, pero cuando las lágrimas se secaron no podía parar de temblar lo suficiente para que él tomara los rayos X que necesitaba.
Huí del hospital esa tarde en silencio, pensando en el marcador permanente que me trastornó.
Los efectos secundarios de la radiación no fueron tan severos como los de las quimio, pero la fatiga era devastadora. Estoy dispuesta a contemplar la idea de que dormir durante casi todo el mes de tratamiento fue una bendición con disfraz.
También experimenté una falta de aliento, pero es discutible que esto fuera el resultado de fingir fracturas en la espinilla para no tener que correr una milla en la clase de Educación Física en la mayor parte de mi infancia. Otro efecto secundario común de recibir radiación en la cabeza es una severa sequedad en la boca, lo que produce una rápida descomposición de los dientes.
Esto ocasionó que luego el dentista me acusara de usar metanfetamina y, para colmo de males, recomendara que necesitaba dentaduras. A los veinticuatro años ya tenía nueve tratamientos de canales (¡uno más que Lil Wayne!), y un montón de cirugías maxilofaciales. En retrospectiva, tal vez las dentaduras no eran tan mala idea… hubieran sido una broma genial en una fiesta.
Posando con mi mamá y un oso de peluche: sin duda no-Punk.
La remisión fue declarada cuando los siete nódulos inflamados fueron derrotados con éxito, y yo todavía tenía un poco de pelusa color durazno en mi cabeza mientras mis folículos volvían de nuevo a la vida. Para poder graduarme en la escuela tomé un examen por suficiencia y conseguí un trabajo de tiempo completo en Tower Records, en Sonoma, donde la mayoría de mis compañeros de trabajo no sabían que mi pelusa de color durazno no era voluntaria.
Me compré un cinturón con tachones y empecé a escuchar a los Ramones y a los Buzzcocks para que mi transformación en punk fuera más creible, pero fue una tarea de tontos. Emo era más fácil de sacar adelante, así que cambié subculturas y comencé a ser melancólica y a fumar American Spirits (porque ¿qué es una rebelión de paciente adolescente con cáncer sin tabaco?).
Ahora, doce años más tarde, estoy libre de cáncer y de compromisos. Estas historias están en mi pasado, pero no olvidadas, un confuso pedazo de mi historia que informa a mi consciencia constante de la brevedad e imprevisibilidad de la vida.
Me doy cuenta de lo afortunada que soy de haber peleado con una enfermedad potencialmente mortal y haberla superado solamente con una severa hipocondría y una mala dentadura de la cual quejarme. Cuando las personas se enteran por primera vez sobre mi historia clínica, usualmente tienen curiosidad sobre las «lecciones de vida» que me dejó el cáncer.
La verdad, las respuestas son: todo sufrimiento es relativo, y no dejes que nada se interponga en tu camino.
Bienvenidos a la XIX Muestra de Cómic Sin Fronteras. Encuentra a continuación la agenda de actividades.
Agenda de eventos Cómic Sin Fronteras
19 de septiembre | 6:30 pm | Hablemos de BD Alianza Francesa de Pereira | Cl. 21 #4-33, centro, Pereira
A lo largo de nueve capítulos, magistralmente desarrollados, Scott se dedica a desglosar uno a uno los elementos que construyen el lenguaje de las historietas.
Desde establecer cuál es repertorio del que se nutre su vocabulario, el rol del callejón y de la clausura mental en la construcción de la acción y el escenario en la mente del lector, hasta el manejo del tiempo y el impacto de los tipos de trazo y línea en la impresión aparente de movimiento, McCloud no escatima en recursos para demostrar no solo que el cómic es una forma de arte en su propia ley, sino también, y más importante: que es un lenguaje.
19 de septiembre al 22 de octubre | 6 pm INAUGURACIÓN (19 de sep.) | Exposición Memorias de violencia
Reportajes periodísticos en cómic | Dan Archer, Periodista gráfico | Sala de exposiciones de Artes Visuales, Universidad Tecnológica de Pereira, Cra. 27 #10-02, Pereira
Dan Archer (@archcomix) utiliza sus cómics de testimonios y reportajes sobre Colombia en el pos-conflicto para mostrar el alcance de este medio para visibilizar proyectos que se enfocan en la justicia restaurativa, las organizaciones de base (ONGs).
En este recorrido recoge testimonios en situaciones altamente sensibles (cárceles, grupos de sobrevivientes, ex-combatientes) y la exposición será una muestra de todo este trabajo realizado a través del cómic. La inauguración de la exposición contará con la presencia del autor.
19 de septiembre | 7 pm | Conversatorio Periodismo gráfico
Del reportaje investigativo a una herramienta activista de labor social | Sala magistral 2 bloque Y, Facultad de Bellas Artes y Humanidades, UTP | Cra. 27 #10-02, Pereira
Dan Archer, es periodista gráfico, Británico. Director de Empathetic Media, estudio de producción de contenido periodístico basado en realidad virtual y aumentada. Entre sus experiencia se encuentra el proceso de paz colombiano.
Ha publicado en medios como BBC, Vice, Fusion, San Francisco Public Press, American Public Media y PBS. También es caricaturista.
20 de septiembre | 9 am | Taller de fanzine con el Colectivo Lucernario Multigráfica, Cali Taller de grabado 12-202, Facultad de Bellas Artes y Humanidades, UTP | Cra. 27 #10-02, Pereira
“Lucernario Multigráfica” es un semillero itinerante, compuesto por Hermann Yusty Rayo + Michelle Díaz + Yeifri David Papamija que nace en el 2018 con las jornadas nocturnas del Atelier de Serigrafía del Instituto Popular de Cultura de Cali, desde sus ideales permeados por diversos enfoques artísticos, crean el Jardín Andy Warhol un pequeño oasis verde y crisol de proyectos sociales, lúdicos, pedagógicos y ambientales en medio de un sector industrial de la ciudad.
Mediante el diseño de Workshops, talleres, laboratorios, publicaciones independientes e intervenciones desde la gráfica contemporánea y experimental, procuran reivindicar el espíritu popular de los procedimientos gráficos y la imagen múltiple, buscando generar diálogos, intercambios, articulaciones y saberes entre diversos grupos poblacionales y colectivos.
20 de septiembre | 5 pm | Jam de Dibujo “Exploración creativa colectiva” Quimbaya Studio, centro comercial Fiducentro piso 2 local C301-48 | Cra. 12 Calle 19, Pereira
21 de septiembre | 2:00 pm | Urban Sketchers (USK) Pereira Punto de encuentro: iglesia principal del Parque Industrial, Pereira
22 de septiembre | 10:00 am | Bazar gráfico en la entrada principal del bioparque Ukumarí, Pereira
La construcción original en el lugar comenzó en el siglo XV. En 1450, Francisco Sforza comenzó a reconstruirlo, y fue modificado por generaciones posteriores. Foto por Martha Alzate
Milán, últimos días del verano del 2018: eres en mí reunión de lugares, impresiones del gusto y el oído, ojo exaltado que intentó infructuosamente procesar los estímulos que arribaron en tropel.
El Duomo se dejó recorrer en actitud dócil, permitiéndome palpar su piel exterior y ofreciéndome sus vistas maravillosas sobre la antigua villa. Multitud de esculturas y detalles, que transforman un espacio utilitario en obra artística: las cubiertas de La Catedral son una prolongación de la magnificencia de la construcción que, arrojada hacia Dios, es belleza dispuesta de manera piadosa y, a la vez, orgullosa muestra del poder creativo de lo humano.
La catedral de Milán, más conocida como Duomo de Milán, es una de las catedrales católicas más grandes del mundo. Cuenta con 157 metros de longitud, 11.700 m2 y con una capacidad para más de 40.000 personas. Foto por Martha Alzate
Su gran canal, llamado El Naviglio, por el que descendió el mármol destinado a construir La Catedral, también se deja transitar. No es una marcha elevada, como la de las cubiertas del Duomo, sino una caminata de orilla.
Paseando por los márgenes de su cauce, hoy repletos de restaurantes y comercios, se aspiran las humedades que dejaron allí amantes de otros tiempos, y la mente se remonta hasta el siglo XII, momento en el cual los habitantes del antiguo burgo consideraron que, para ser ciudad, requerían de una conducción artificial de sus vertientes, que se abriera paso por el corazón mismo del territorio.
En un intento por convertir la ciudad de Milán en una urbe accesible desde el mar se puso en marcha un proyecto de canalización que tenía como fundamental objetivo llevar el agua hasta el mismo centro de la metrópoli. Foto por Martha Alzate
En el ejercicio de activar la memoria me estruja, pidiendo salir de las profundidades del recuerdo, el pasaje comercial Galleria Vittorio Emanuele II, cuyo transcurso sirve de conexión entre la Plaza del Duomo y La Plaza de la Scala.
Considerado el precursor de los centros comerciales cerrados, su estructura hecha de hierro y cristal sirvió de modelo a otras construcciones similares a lo largo y ancho de Europa Central, así en Bruselas o Budapest.
Debajo de sus arcos acristalados, entre tiendas de moda y alta costura, se alternan cafés llenos de historia y tradición, y el visitante tropieza, en el núcleo mismo del espacio, con el famoso toro, sobre cuya figura plana y tatuada al piso mediante delicadas teselas, se posan permanentemente los forasteros girando alrededor de la imagen: se les ve constantemente dando tres vueltas, rotando sus pies sobre los testículos del animal, ceremonial obligado según las costumbres locales, conjuro que garantizará el pronto regreso.
La Galleria Vittorio Emanuele II, también conocida como El Salón de Milán, es una galería comercial diseñada en el siglo XIX. Aquí se encuentran las tiendas más famosas de Milán. Foto por Martha Alzate
Extraña actividad que viene a unir a los desprevenidos humanos, turistas modernos, con sus antepasados más remotos; muestra de lo sublime y lo sagrado que puebla aún las representaciones humanas relativas a la imagen del toro.
Il Castello Sforzesco, fuente y murallas, depositado a destiempo sobre el trazado moderno, desafiando con su presencia las lógicas arrasadoras de la urbanización contemporánea. Al igual que Las Columnas de San Lorenzo, que unían en épocas romanas la iglesia del mismo nombre con el camino de Ticinensis a Pavia. Tozudos los dos en su persistencia, retadores frente a los avatares de la existencia, son elocuentes en su muda presencia.
El Castillo Sforzesco es un castillo que se encuentra en el casco antiguo de Milán, Italia, y que actualmente alberga un museo de arte. Foto por Martha Alzate
En reunión apretada, nudo que apenas se descifra, así arriban hoy edificios y calles ¿Qué contenían? ¿Qué podía quedarse en mí de todos estos caminos, iglesias, plazas, canales, bulevares y comercios?
Trato de hallar un sentido a la senda de mis pies sobre esta urbe, llena de riquezas desde los días viejos.
¿A qué sabe la tez de los italianos? Juguetea mi imaginación, si pudiendo probarlos hallaría en los meandros de sus pieles los sabores salados de la pasta contrastando con los agrios de la mozzarella y el pomodoro, en perfecta armonía con la aromática albahaca.
Entender, a partir de las vitrinas, meticulosamente dispuestas en esta capital del diseño, qué trae de nuevo el mundo, y, sobre todo, qué puede éste en el mío, pobre universo provinciano de mujer del trópico.
Foto por Martha Alzate
Intentar atrapar la blancura de las cubiertas del Duomo. Ser como sus esculturas, erigidas y proyectadas en estado de gracia hacia el Supremo Creador. Poder danzar con su misma ligereza. Permanecer siempre en guardia, vigilando la calma de los tejados más bajos alineados alrededor de las calles y plazas de la aldea antigua.
Constatar, con la mirada fija en las honduras del cielo, que el mundo puede ser un lugar adorable y terrible. Desechar la idea de lanzarme hacia arriba, en dirección al orbe de Dios, y permanecer impávida, aferrada a mi posición de estatua. Ellas, que viven para contarnos de los que antes se dejaron arrastrar por el vértigo de las aguas y, heroicos, se detuvieron allí para fundar un asentamiento prodigioso, en el cual vivir sus vidas ordinarias y finitas.
Foto por Martha Alzate
¿Por qué no puedo ser efigie?, ¿o transmutarme en la virgen dorada que corona la agrupación en las alturas del Duomo, fiel a su condición de emblema de la fe, estática por los siglos de los siglos? ¿Estaré condenada a ser sustancia que muere, carne que se despedaza en minúsculas fracciones imperceptibles, movimiento lento pero continuo que va dejando surcos cada vez más hondos, y no mármol imperecedero, dispuesto para que los hombres puedan cantar sus glorias a Dios?
Imaginarme en un balcón, dispuesto en una de las muchas edificaciones que rodean el Naviglio, en vigilante espera de un milanés que anuncia su regreso, y que, volviendo a mí en su embarcación rebosante del granito, fuese sin saberlo el portador de la carga pétrea que vendría a dar sentido a la idea de Milán, patria o terruño.
Mientras tanto, paralizada en la paciente espera, aburrida e inclinada sobre la corriente, mantendría solo la atenta mirada en dirección al curso del caño; igual que esas construcciones de borde, que traen consigo todas las jornadas y que agotadas se entregan a la vigorosa zanja, inmutable en su perpetuo fluir.
Foto por Martha Alzate
¿De dónde proviene ese fuego humedecido, que asciende duradero, y que sirve de antesala a la antigua residencia de los Visconti, desde donde Gian Galeazzo ordenó la elevación del Duomo al tiempo que mandaba a encarcelar a su tío-suegro? En su interior, pasando por la plaza de armas, se llega a las habitaciones, separadas por los espesos muros, rocas apiladas que conforman el Castillo Sforzesco.
Su nombre recuerda a Francisco I Sforza, aquel que lo reconstruyó en 1450 tras haber sido destruido por quienes derrotaron a los Visconti. Escenario de los odios y amores que forjaron, ayer y hoy, a esta capital y a tantas otras durante los siglos que cuentan en su haber siendo epicentros de la cultura occidental.
Emplazamiento propicio para la expresión artística, que atesora entre sus colecciones las producciones de varios de los genios de la humanidad, entre ellos Leonardo Da Vinci.
La construcción original en el lugar comenzó en el siglo XV. En 1450, Francisco Sforza comenzó a reconstruirlo, y fue modificado por generaciones posteriores. Foto por Martha Alzate
Fría edificación que hoy se alumbra apenas por la potencia de los chorros, fontana que así iluminada le confiere una apariencia benévola, enmascarando su condición de fuerza impuesta, de conjunto de piedras añejas que molieron con sus duros dientes las vicisitudes humanas, y que bebieron la sangre derramada tiñendo de rojo las paredes de su castillo.
De pie, enfrente del torrente encendido, me pregunté por mi propio transcurso vital, en medio de tantos parajes cargados de historia y acontecimientos, ¿qué de mí se reconoció en estas empresas? ¿Fui tan solo una extraña, copada por el asombro en la presencia del majestuoso castillo o del fluido canal, o absorta en las proyecciones siderales del Duomo?
Foto por Martha Alzate
¿Por qué, mientras deseaba permanecer, me sentía dominada por un desasosiego irrefrenable que me impulsaba a partir rápidamente?
¿Qué has dejado en mí, Milano?, ¿Cuánta de tu fortaleza, hecha de tapias y pedruscos, se vino conmigo, como antes se impregnó de tu olor a canto humedecido el pellejo de otros peregrinos?
¿Volveré alguna vez?, ¿o será castigada mi impiedad, negativa radical a realizar la danza ritual sobre los genitales del toro, por temor a mancillar con mis pisadas la constelación colorida y simbólica que guarda los secretos requeridos para poseerte eternamente?
Bienvenidos a la XIX Muestra de Cómic Sin Fronteras. Encuentra a continuación la agenda de actividades para la semana de apertura. Todas las actividades entrada libre y gratuita.
EVENTOS DE LA SEMANA DE INAUGURACIÓN EN CÓMIC SIN FRONTERAS
13 de septiembre | 7:00 pm | Inauguración en Pereira:
Presentación de tráilers de producciones colombianas; el programa y el cartel del evento; entrega de los V PREMIOS COMIC SIN FRONTERAS; bazar gráfico, cortometraje mexicano y otro par de sorpresas más.
Inauguración de la exposición de Ángel Balanta en el marco de la apertura del evento:
Exposición sobre DIBUJO AUTOREFERENCIAL
Mi dibujo como hacer cotidiano evidencia el accionar de un alter ego, mientras soy espectador de un entorno y una mirada prosaica que sugiere materializar lo vivido. Asumo concretizaciones de situaciones cotidianas y tradicionales de mi raza y ancestros, introduciendo el mito y la ficción a la obra.”
Esto es una muestra en la que el artista nos presenta una mirada a su cotidianidad usando elementos propios de la estética y la narrativa de la historieta y usando la pintura expandida. Se desarrolla a sí mismo y a otros, como personajes que les da vida a través del dibujo y el texto reflexivo.
Es una obra autorreferencial porque él comparte su espacio privado y en sus palabras “esto puede desembocar en el espacio público, convirtiéndose en un archivo multicultural que aporta continuamente a mi obra, ya que hay una mirada reflexiva en el vivir la vida como obra de arte”.
14 de septiembre en el municipio de SANTA ROSA DE CABAL, hay varias actividades en el Café Los Próceres y en el parque de El Machete.
2:00 pm | URBAN SKETCHERS PEREIRA en el parque
Si te interesa el dibujo únete a esta actividad en Santa Rosa de Cabal el próximo sábado. No importa si consideras que sabes dibujar o no, ven y comparte una tarde dibujada.
El grupo de Urban Sketchers de Pereira es un colectivo que se dedica a la realización de bocetos in situ, a crear memoria, a compartir entre amigos y a llevar el arte a toda la ciudad por medio del dibujo. El colectivo tiene una trayectoria de 4 años y ha participado en dos ocasiones en el encuentro nacional de Urban Sketchers en la ciudad de Cali gracias al evento Calicomix.
Actualmente trabaja en la realización del encuentro nacional en la ciudad de Pereira para el año 2020.
5:00 pm | Conversatorio con Don Fingo en el café:
La charla consistirá en abordar mi proceso creativo y técnico, la observación de lo cotidiano y el rescate de lo criollo. Hablaré sobre cómo desde una crítica gráfica busco invertir la mirada que busca en el extranjero otros valores desconociendo los propios (ese arribismo que nos caracteriza). Los carteles son un experimento y como tal, compartiré ciertas conclusiones personales.”
Leonado Arias “Don Fingo” es un caricaturista de fisonomía y de opinión e ilustrador de Salamina Caldas y residente en Cali. Publica regularmente en la Revista El Clavo y ha aparecido en medios nacionales como el Espectador y la revista Soho. Ha desarrollado procesos creativos para el taller Tipográfico La Linterna en Cali, el ICBF y la Secretaría de Cultura de Cali.
Artista invitado a varios festivales de comic y humor gráfico del país: Calicomix, Comic Sin Fronteras, Cartoon Rendón y la Celebración del día del caricaturista panameño, Ciudad de Panamá. Ganador del premio de periodismo ABA en su versión 38, en la categoría de mejor caricatura. Segundo puesto en el concurso internacional Noticartún 2014, en la categoría caricatura fisonómica.
Artista invitado al documental Trazos Críticos de Uniquindío, producto audiovisual que habla sobre memoria histórica del país y del oficio del caricaturista.
6:00 pm Inauguración de exposición de Barbarias por Don Fingo en el café:
Barbarias es un viejo amargado pero buena onda, que está cansado de escuchar mentiras, de la violencia, de la polarización, de las posturas reaccionarias, de la corrupción, en fin, de los males que nos acechan. Como es un viejo que se cree sabio contesta preguntas incómodas, que todo el mundo se hace, pero que no muchos se atreven a responder. En Colombia algo huele mal casi siempre, por eso tiene la nariz irritada.
Leonado Arias “Don Fingo” es un caricaturista de fisonomía, de opinión e ilustrador de Salamina Caldas. Actualmente reside en Cali y publica regularmente en la Revista El Clavo. Barbarias es un personaje creado como agente en su proceso del ejercicio de la caricatura de opinión.
Algunos se atreven a decir que Barbarias soy yo y quizás tengan razón. Es un intento por refrescar el género y dinamizarlo en el sentido de entablar diálogos entre los lectores y el personaje”.
7:00 pm Proyección de documental Trazos Críticos de Santiago Pérez “Orión” de Armenia:
En este documental se retrata la historia de la caricatura crítica a través de la historia socio política del país, desde 4 hechos o épocas que marcaron la historia nacional: el periodo de 1816 en adelante, la época de Santander y Bolívar, 1930 donde inicia la guerra bipartidista en la cual es protagonista Ricardo Rendón por lo que hizo en su momento, 1985 la época de la violencia en el país donde todos los días se hablaba de narcotráfico, guerrilla y paramilitares, hasta llegar a la actualidad, donde todas las ramas del poder se ven permeadas por la corrupción.
Durante el relato de todas estas historias se verá la evolución y la opinión de cada protagonista plasmada en dibujos y sátira. La caricatura como arma para confrontar el poder. Es por esto que a lo largo del documental se habla de autores y se muestran las obras que usan o usaron como su medio de confrontación, mientras se cuenta la historia de Colombia.
Poner la cultura y las artes en la misma bolsa de bienes y mercancías sujetos al mercado conlleva una serie de riesgos que debemos pensar antes de hablar de “Oportunidades Infinitas”
I
Los tenis Converse y la cultura
¿Sabían ustedes cómo consiguió la multinacional fabricante de los tenis Converse que todas las mujeres del mundo – niñas, jóvenes, adultas, ancianas, bonitas, feas- amanecieran un día luciendo sus célebres zapatillas blancas?
El asunto es sencillo.
Como bien sabemos, las grandes agencias de publicidad y mercadeo están integradas por toda suerte de expertos: sicólogos, antropólogos, sociólogos, economistas, biólogos y hasta sacerdotes encargados de evaluar toda la urdimbre de los miedos, las obsesiones, las expectativas y en general las emociones humanas.
Fuente: Imagen extraída de Pixabay
Sobre esa base, se fabrican y promocionan productos destinados a satisfacer deseos y neutralizar temores y eso vale en los campos de la familia, la sociedad, la política, el sexo y en general todos los aspectos de la vida.
Pues bien, en uno de esos estudios los expertos de Converse llegaron a la conclusión de que los seres humanos nos comportamos como cardúmenes: cientos de miles de peces que se imitan unos a otros hasta formar densas masas que surcan el océano en busca de alimento o de un lugar propicio para el desove.
Y aquí está el detalle: en principio no es el instinto de supervivencia si no de imitación lo que determina sus movimientos.
Así que el resto era sencillo: Converse contrató a una gran estrella del espectáculo para que asistiera a una fiesta de sociedad ataviada con un vestido de gala y calzada con unas zapatillas blancas.
Si una mujer anónima se hubiese atrevido a asistir a una fiesta vestida de esa manera, hubiese sido el hazmerreír de la concurrencia… si es que no le hubieran impedido ingresar al lugar.
Fuente: Imagen extraída de Pixabay
Pero se trataba de una estrella. De modo que todos los teléfonos celulares se enfocaron en su figura y en cuestión de minutos la imagen le dio varias veces la vuelta al mundo.
Como podrán suponer, al día siguiente, millones de mujeres estaban comprando las zapatillas blancas en todas las tiendas del planeta.
Pura imitación, igual que los cardúmenes.
Desde luego, no sucede sólo con las mujeres. El truco se utiliza tanto para venderles juguetes a los niños como automóviles a los hombres y destinos turísticos a los jubilados.
II
El peso de la mercancía
A esta altura del cuento, ustedes tienen derecho a preguntar qué relación tiene esto de los cardúmenes con el título de esta charla.
La respuesta es: todo. De un tiempo para acá, y en especial desde la llegada de Iván Duque a la presidencia de Colombia se habla cada vez más de la Economía Naranja como un sector clave para el desarrollo económico del país.
El problema reside en que, igual que los peces, la gente se entusiasma, imita y por ese camino acaba convencida de lo que plantea el discurso oficial.
Fuente: Imagen extraída de Rawpixel
En una sociedad despojada de pensamiento crítico, casi nadie se hace preguntas. Y mucho menos preguntas incómodas.
Así que vamos a formular algunas. La primera de ellas es obligatoria: ¿De dónde salió todo esto?
Aunque casi todos coinciden en remitirse a Sillicon Valley, el enclave Californiano de las tecnologías digitales, donde unos cuantos visionarios se enriquecieron a una velocidad muy propia de los tiempos, en el caso colombiano, fue el hoy presidente Iván Duque quien, en compañía de Felipe Buitrago, adelantó para el Banco Interamericano de Desarrollo un estudio que derivó en la escritura del libro Economía Naranja: oportunidad infinita.
Como el mismo título está rodeado de un hálito de demagogia, bien vale la pena ponerse en guardia: nuestra historia nacional está surcada de fórmulas mágicas que no tardaron en derivar trucos para el lucro de unos cuantos.
El diario económico La República del 12 de septiembre de 2018, publicó las declaraciones de un funcionario del gobierno que hablaba en tono perentorio de la necesidad de desarrollar esa rama de la economía basada en tres puntos básicos: la creatividad, la cultura y las artes como materia prima; la primacía de los derechos de propiedad intelectual y la función directa de los dos anteriores como parte de una cadena de valor creativa.
Fuente: Imagen de FunkyFocus en Pixabay
Entre esos servicios se cuentan la cultura y las expresiones artísticas en general.
Es lo que llaman La Economía Naranja.
El presidente lo dejó claro en la ceremonia de su posesión, el 7 de agosto de 2018:
Nos la vamos a jugar para que este país tenga la posibilidad de ver en los emprendedores tecnológicos unos nuevos protagonistas del progreso. Que el internet de las cosas, que la robótica, que la impresión en 3D, empiecen a hacer de Colombia ese centro de innovación que tanto nos merecemos”.
Como sucede tantas veces con cosas y conceptos mal entendidos, desde distintos frentes culturales y artísticos salieron a celebrarlo.
“Al fin la cultura y las artes pueden entrar a competir en mercados abiertos”,exclamaron algunos artistas y gestores culturales.
La verdad, no me extrañó. Muchos de ellos se debaten en una curiosa frontera ideológica: cuando tienen contratos con el Estado son oficialistas a rajatabla y profesan ideas casi socialistas.
Cuando no los tienen o están a punto de perderlos se convierten en opositores.
En medio de su entusiasmo, no se fijaron en un detalle: las cifras utilizadas para impulsar el concepto de Economía Naranja incluyen en la misma bolsa toda la franja conocida como Entretenimiento: conciertos masivos, restaurantes, eventos deportivos.
Fuente: Imagen de Free-Photos en Pixabay
-Volveré sobre esto más adelante-
Y al final, como en los noticieros de televisión, aparecen la cultura y las artes.
En la citada publicación de La República aparecen las siguientes cifras:
El potencial de la economía naranja es enorme y ya se observa en el PIB. Solo el año pasado movió más de $20 billones entre artes escénicas, productos audiovisuales e industria musical, lo que es casi 2,3% del Producto Interno Bruto, un porcentaje igual o superior a otras actividades económicas que reciben más subsidios. En todo el mundo, la economía naranja tiene un valor aproximado a los US$4,2 billones, en industrias que cada día transforman la manera cómo nos entretenemos o nos informamos. En América Latina, la cifra casi se acerca a los US$200.000 millones, en donde Colombia es uno de los más representativos. Hay mucho por crecer, pero hay que blindar este camino”.
Los números son sugestivos y pueden encandilar a cualquiera. El asunto de fondo apunta en otra dirección: bajo esa perspectiva todo queda sujeto a las llamadas Leyes del mercado.¿Acabarán los artistas y gestores sometidos a los caprichos y gustos de los consumidores? ¿Adónde irán a parar los componentes éticos y estéticos que se suponen parte de todo acto creador?
Mucho me temo que esas preocupaciones pertenecen al pasado: en el reino del espectáculo sólo valen los conceptos de compra y venta.
Ya lo sabían en París, la ciudad que mató de hambre a Amadeo Modigliani y cuyos marchantes se enriquecieron décadas más tarde con la venta de sus cuadros.
No sé, sospecho que uno de esos marchantes fue el inventor de la Economía Naranja.
¿Qué es eso del entretenimiento?
Bueno, para ser precisos debemos saber que hay una cosa de la que el ser humano huye como de la peste: el aburrimiento, esa manifestación del vacío, anclada en un profundo descontento con uno mismo y con todo lo que lo rodea.
Fuente: Imagen de Yanalya en Freepik
Para eludirlo o mitigarlo, los hombres inventaron las diversiones, o lo que ahora se ha dado en llamar entretenimiento.
A esa condición pertenecen tanto el circo romano, como los modernos espectáculos musicales y deportivos, pasando por los salones literarios que tanto prestigio tuvieran en la Europa de la Ilustración.
Esos salones combinaban a la perfección los deleites del sexo con versadas conversaciones sobre la llamada “Alta Cultura” o “Bellas Artes”.
Vistas, así las cosas, no es una casualidad que buena parte de los grandes artistas fueran cortesanos: personas que gravitaban alrededor de las cortes y derivaban su subsistencia o su riqueza del grado de empatía que despertaran en el soberano.
Fuente: Imagen de The Yorck Project (2002) en Wikimedia Commons
De modo que la franja del entretenimiento no es algo nuevo para la sociedad. En realidad, las diferencias pasan por lo cualitativo. Si bien los artistas y filósofos vivían en muchas ocasiones del respaldo de los poderosos, había un respeto por su obra, al punto de que los libros de Voltaire, de Rousseau y de Erasmo llegaron hasta nuestros días gracias a esos mecenazgos.
Dicho de otra manera: las creaciones artísticas pertenecían al campo de los grandes valores. Al patrimonio intelectual y artístico forjado por la humanidad a lo largo de los siglos.
Con la Economía Naranja esas producciones se reducen a la condición de productos para entretener, tal como lo ilustran los noticieros de televisión, donde los libros, las exposiciones, las películas y los conciertos aparecen reseñados al final de la emisión, al lado de los escándalos de los famosos que caracterizan las franjas de farándula.
Con ese panorama, el consumidor de información se queda sin criterios para aproximarse a aquello que le muestran ¿Cómo podría tenerlos si la publicación de un nuevo libro es situada al mismo nivel del divorcio de un futbolista o la preñez de una cantante de moda?
Fuente: Imagen de mohamed Hassan en Pixabay
Por eso en esos estudios sobre la Economía Naranja, conviven en significativa promiscuidad los desarrollos tecnológicos, los restaurantes de (moda no olvidemos que los cocineros han sido elevados a la categoría de artistas) las ferias de moda, los espectáculos deportivos… y las actividades artísticas y culturales como otro producto en el mercado, y por lo tanto sometidas a las denominadas leyes de oferta y demanda.
Y bien sabemos que en este último territorio son los gustos y necesidades del público los que determinan tanto los contenidos como los aspectos formales de las obras.
Y si esos “gustos y necesidades” son formados y deformados por los medios de comunicación que al mismo tiempo son propiedad de los grandes grupos de poder económico, estamos frente a un callejón sin salida del que solo se puede escapar tomando una distancia crítica que permita recuperar las viejas formas de diálogo con las obras de los autores, no con las mercancías impulsadas por los fabricantes.
A esta altura del camino aparece otra pregunta obligada ¿Cuál es el rol del Estado a la hora de identificar, conservar y promover el patrimonio cultural?
Fuente: Imagen de Benzoix en Freepik
La Constitución Política de 1991 reconoce en el Estado la base de la nacionalidad. En consonancia con ese concepto les asigna responsabilidades puntuales a sus agentes en el orden local, regional y nacional. Con algunos yerros y deficiencias, en las últimas dos décadas se ha cumplido con esos compromisos.
En esa tarea se ha aprendido de aquí y de allá. En las idiosincrasias regionales y en las políticas de países como Estados Unidos para la gestión y desarrollo de las redes de bibliotecas públicas. En la financiación que países como Francia les brindan a los artistas y en el importante rol de las fundaciones privadas para el sostenimiento de museos.
Poner la cultura y las artes en la misma bolsa de bienes y mercancías sujetos al mercado conlleva una serie de riesgos que debemos pensar antes de hablar de “Oportunidades Infinitas”.
Si las obras y sus gestores quedan sujetas a los mercados es altamente probable que sus aspectos de forma y fondo queden atados a los caprichos y veleidades de los consumidores. Por lo tanto, resultaría tentador utilizar para los libros, las pinturas, las piezas musicales y otras manifestaciones artísticas las mismas lógicas mencionadas al comienzo.
Fuente: Imagen de Eli Digital Creative en Pixabay
Mejor dicho: podría no haber diferencia entre promover una canción y comercializar unas zapatillas. De hecho, es una situación que vivimos con bastante frecuencia en la vida cotidiana.
Por ese camino, “El mejor” será siempre quien venda más.
Llevado a un terreno caro a las prácticas en boga, los emprendedores exitosos (“los mejores”) serán quienes capten todos los recursos, mientras los que no triunfen en esa competencia (aunque también sean muy buenos) desaparecerán del mapa a resultas del impulso de los mercados.
Alguien dirá que esas son las leyes de la economía. Lo que vendría a darle razón a Karl Marx, cuando advirtió hace ciento cincuenta años que los seres humanos y sus realizaciones terminaríamos todos convertidos en mercancías.
Alienación, llamó el filósofo alemán a su visionaria tesis.
Todos los aquí reunidos participamos- con las ineludibles diferencias y contradicciones- de una visión común: aquella que asume y gestiona las bibliotecas públicas como un patrimonio colectivo en el que los distintos integrantes de la sociedad se encuentran para gestionar lo público, para reconocerse, para obtener información y- lo último pero no menos importante- para identificar, conservar y difundir el patrimonio cultural construido desde la aldea, desde la región y el país, todo ello influenciado, a veces para bien y en otras para mal, por el ininterrumpido flujo de información que nos llega del mundo entero a través de las cada vez más sofisticadas tecnologías de la comunicación.
Fuente: Imagen de Free-Photos en Pixabay
El concepto de públicas hace de las bibliotecas el soporte de la democracia: de esa búsqueda del bien común consignada en constituciones tan importantes como la francesa y la norteamericana.
Convertir los servicios de las bibliotecas públicas en mercancías acarrea entonces un enorme riesgo político y social que puede reducir a la mínima expresión el patrimonio colectivo del que hemos venido hablando.
Imaginemos unas bibliotecas públicas en las que todos sus servicios- incluido el de la lectura- han sido privatizados y en las que, por lo tanto, se evalúa la gestión en términos de ingresos mas no de personas de carne y hueso beneficiadas con sus programas.
¿Podríamos llamarlas bibliotecas exitosas?
Ese es el peligro mayor de concebir la cultura desde el enfoque de los banqueros y no desde la experiencia y las necesidades de quienes la tejen cada día.
Me gusta como suena un: “estoy de acuerdo” o un “no, no me gusta”, o incluso “¿Podíamos hablarlo más tarde?” por encima de un “OK”. Este último me parece aparte de insípido, que cultiva un carácter pasivo-agresivo.
Detesto la expresión escrita de “OK”.
Me doy cuenta que mientras más pasa el tiempo, menos la tolero. Confieso que yo misma la uso. Una vez le doy al botón ‘enviar’, siento un cosquilleo que me aprieta la garganta. Creo que son las dos letras atoradas sin saber si salir o dejarse caer.
Fuente: Imagen de Elisabeth Leunert en Pixabay
Y puedo afirmar sin sonrojarme que un “OK” denota desidia y es un fracaso del lenguaje.
En los tiempos que corren ahorramos palabras para poder gastar más tiempo viendo videos. Escuchamos más y escribimos menos. Y echo de menos ese garrapateo de las palabras haciendo nido o subiendo y bajando, transportando emociones.
Me gusta como suena un: “estoy de acuerdo” o un “no, no me gusta”, o incluso “¿Podíamos hablarlo más tarde?” por encima de un “OK”. Este último me parece aparte de insípido, que cultiva un carácter pasivo-agresivo.
Algunos pueden afirmar que es una alternativa al nítido “Sí”. Pero a mí me parece que el “OK” como respuesta a una pregunta (no como medida para confirmar un reconteo de mercancía o los inventarios de una bodega), arrastra consigo una especie de resignación.
Fuente: Imagen de Ramon López Calvo en Pixabay
Quizá he recibido y dado muchos de esos y por eso me parece que conllevan esa carga. Pero tengo que la certeza de que ese “OK” es una afirmación con los lentes rayados. Así que aquí seguiré evitando entornar los ojos cuando lo leo, e ignorando las punzadas de la “K” al clavarse en una de las paredes del esófago.
Pero sobretodo me seguiré negando a normalizarlo y aceptarlo llano y prístino, porque no lo es. Ya bastante tenemos en esta vida con normalizar las actuaciones de tantos políticos irresponsables y mediocres, como para que renunciemos a la riqueza del lenguaje.
La austeridad en la imagen, y la simplicidad en la presentación, hacen del minimalismo una expresión auténtica de rebeldía al vértigo y saturación de la vida cotidiana .
Explorar este tipo de fotografía es, la mayoría de las veces, un reto que al final deja la sensación de plenitud, de que nada más hizo falta.
Huyamos de las plazas y paseos muy frecuentados donde el ruido es mal acompañante para el descanso y el aleteo de los bichos alados no permite ni el buen augurio de la siesta.
Plazas discretas, paseos alejados y otros sitios verdes escondidos en algún resquicio de la ciudad. Lugares donde no pasa nadie, tal vez cuatro gatos y unos cuantos pajarillos. Me siento en la banca de madera, teñida de verde para hacer juego con el césped. Estiro los pies, después de todo percibo cierta comodidad a pesar del duro respaldo.
Foto por José Crespo Arteaga
Estoy debajo de un jacarandá sobrio y esquemático, aun no echa flores, ¿será lo mismo que decir ‘echar raíces’? En época de floración diría que he visto llover azuladamente al compás de ráfagas de viento, en oblicuo como los delicados trazos de un óleo impresionista. Manet, Monet, Renoir… ¿Qué más da? El caso es que las baldosas entonces cubiertas de verdadero azul, brillan cuando se cuela un rayo de sol por entre las ramas.
Fijo la mirada al frente de donde estoy sentado. En el tejado de una vieja casona un pequeño grupo de palomas revolotea en torno de algo. Verlas me hace evocar la enigmática novelita de Breton en cuyos párrafos iniciales salta por los aires una torre, cayendo luego una nieve de plumas sobre los fragmentos de tejas salpicadas de sangre.
Nunca había leído un comienzo tan explosivo y, a la vez, sosegante y limpiador para el espíritu. Desearía esa misma limpieza en torno de esta plazuela que visito, pero me temo que es mucho pedir porque las muy prolijas se siguen reproduciendo a la velocidad del rayo. Huyamos de las plazas y paseos muy frecuentados donde el ruido es mal acompañante para el descanso y el aleteo de los bichos alados no permite ni el buen augurio de la siesta.
Foto por José Crespo Arteaga
En momentos que el sol alcanza su máximo esplendor y se cierne amenazante sobre nuestras cabezas, resulta obligado buscar el amparo de alguna sombra. Luego de tanto callejear se hace necesaria la pausa. Alejémonos del centro bullicioso, del acoso de los comerciantes ambulantes, de los iluminados que prometen la salvación.
De toda suerte de agitadores que interrumpen nuestra tranquilidad, es preciso huir. Sigamos caminando, al fin y al cabo, ya lo hemos hecho durante un buen rato y unas cuadras más no nos harán mella. Busquemos esa banca, ese lado de la plaza que tanto nos gusta. Sentémonos. Abramos la mochila o el bolso, saquemos unas mandarinas, las mejores frutas de estación. Disfrutémoslas gajo por gajo.
Quien conserva la memoria tiene a la mano un arma para proseguir el combate. Así lo dice un antiguo proverbio de sus ancestros: “Mientras el león no aprenda a leer, la historia seguirá siendo contada por el cazador”.
Información Bibliográfica del libro
Título: La hoguera lame mi piel con cariño de perro
Autor: Adelayda Fernández Ochoa
Ganadora Premio Casa de las Américas 2015
Págs: 188
Al fondo, muy al fondo del tiempo, suena un tambor en la cerrada noche de África.
A miles de kilómetros de allí, esclavizados, humillados y ofendidos, una mujer y su hijo siguen a través de selvas y mares el sonido de ese tambor.
Quizás sea, apenas, el sonido del propio corazón.
Han sido despojados de todo, menos de su anhelo de libertad. Para alcanzarla disponen de una inagotable dosis de dignidad… y de buena memoria.
Sobre esas claves está construida la novela titulada La hoguera lame mi piel con cariño de perro de la escritora colombiana Adelayda Fernández Ochoa, ganadora del Premio Casa de las Américas en su edición de 2015.
Para empezar, podemos decir que la búsqueda de la identidad individual es un tópico de la literatura de todos los tiempos. Está en el Antiguo Testamento en el relato de José y sus hermanos. Aparece una y otra vez en las aventuras narradas por el viejo Homero. Atraviesa de norte a sur las literaturas hispanoamericanas. De modo que la novela de Adelayda Fernández se inscribe en esa tradición, y además la honra.
Apelando al recurso de un diálogo infinito entre Nay de Gambia y su hijo Sundiata, la autora reconstruye el camino de sangre y dolor recorrido por millones de hombres y mujeres secuestrados en sus bosques ancestrales y transportados como carne en salmuera hacia las minas y las plantaciones de América.
En esa medida la novela es la recreación de un oprobio. Pero por eso mismo es también un canto al coraje. Nay le transmite a su hijo la decisión de volver a la tierra de sus hermanos y sus dioses. De ese modo le devuelve el sentido a una vida reducida a mercancía por traficantes y hacendados. Como telón de fondo, resuena el estallido de la pólvora en las guerras civiles colombianas, de las que los negros no tardan en volverse otra vez carne de cañón.
Al fondo. Muy fondo del tiempo, sigue sonando un tambor en la cerrada noche de África.
Mientras llega el momento, Nay de Gambia se inventa pretextos para seguir su camino. Al principio sigue las huellas de Sinar, el padre de su hijo. Más tarde, el guerrero libertario Candelario Mezú será el motivo de sus desvelos.
A su lado, experimentará esos estremecimientos del cuerpo que a veces se aproximan al milagro:
Desfallecemos juntos. Afuera se revientan los sapos, y este es el único nido de mi vida, aquí he vuelto a tener noticias de mi cuerpo, ¡ah!, tan atento a mis latidos, todo lo presiente, todo lo sabe, surge de la pasión con preguntas sobre mí, y su vigor me abraza, me acaricia, me socava con la tortura más dulce”, recuerda y escribe, escribe y recuerda Nay, antigua princesa de Gambia convertida en esclava.
Quien conserva la memoria tiene a la mano un arma para proseguir el combate. Así lo dice un antiguo proverbio de sus ancestros: “Mientras el león no aprenda a leer, la historia seguirá siendo contada por el cazador”.
Al fondo, muy al fondo del tiempo, suena cada vez más fuerte un tambor en la cerrada noche de África.
Nay de Gambia aprendió que en el mundo de los amos blancos todo se compra con oro. Con el fruto de su trabajo ella lo adquiere, lo atesora, lo defiende. Sabe que es una manera de acercarse al sonido del tambor. Con el oro se cruzan aduanas, se compran salvoconductos, se consiguen pasajes en barco y en chalupa, se paga el silencio de los poderosos.
Rodeada de un magnetismo sexual heredado del león y el tigre Nay de Gambia hechiza por igual a sus amos y a sus hermanos. Eso le da una seguridad en sí misma que contagia a su hijo. Movidos por esa fuerza cruzan montañas y pantanos, eluden a los gendarmes y llegan al mar. Sobrevivientes de muchas celadas abordan una embarcación que, no por casualidad, lleva el nombre de Princesa: el mundo está sembrado de presagios y resonancias que Nay de Gambia sabe descifrar.
El camino de agua los llevará primero a Europa y luego los dioses del viento y de la hoguera se encargarán de aproximarlos a la costa de África, donde al fin los llamarán por su propio nombre y les devolverán por esa vía lo más esencial de su sangre y de su historia.
Cerca, muy cerca, suena un tambor en la noche limpia de África.
Con un lenguaje que palpita al ritmo del corazón de los protagonistas, la narradora ha conseguido acercarlos- y acercarnos- a lo más cierto de sus raíces hechas de tierra y sangre. Al final, resulta apenas anecdótico que la princesa Nay de Gambia y su hijo Sundiata aparezcan con su nombre y su rol de esclavos en la novela María, de Jorge Isaacs.
Devueltos por obra y gracia de las palabras a sus bosques y a sus dioses, devienen materia de una memoria al fin recuperada. Solo entonces, vuelven a ser uno con su tierra y su cielo, con sus demonios de las cuevas y sus dioses del aire.
Plenos de sí mismos sienten, como una recompensa, que la hoguera lame su piel con cariño de perro.