miércoles, abril 30, 2025
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A ver quién la tiene más grande

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Lo verdaderamente sintomático de nuestros tiempos es que, sin importar la filiación o la orilla ideológica, todos estamos cautivos de la promesa de progreso, norte que ha guiado a la humanidad desde que empezó a abandonar el medioevo y se encaminó hacia la edad moderna, y que ha encontrado en  el concepto de Grande su síntesis más simple y fácilmente comunicable.


 

Empiezo a tener problemas con la palabra “Grande”. Ella sugiere algo que parece indiscutible, que describe una forma o un tamaño que es, por necesaria comparación, mayor que algún otro de su especie, pero que a la vez va empequeñeciendo todo a su alrededor, a fuerza de afirmarse constantemente, no importa a qué costo.

¿Es deseable lo pequeño, cualquiera que fuera la cosa o situación, en vez de algo Grande? Depende del contexto, sería obligado decir.

Y, sin embargo, nosotros, los humanos contemporáneos, somos prisioneros de los delirios de grandeza, tal vez de manera inconsciente, y empezamos a resentir las consecuencias de este sometimiento.

El planeta se calienta a lo Grande, y arde, al tiempo que desaparecen en extenso aquellas especies que alguna vez representaron una colección vasta de animales, otrora pobladores de las inmensidades de esta tierra.

Grande la deben tener Bolsonaro y sus amigos, aunque habría que tomarse el trabajo de definir en primera instancia qué es lo grande en ellos: un miembro de su cuerpo, la soberbia, o la estupidez.

 

Imagen tomada de canalveo.com

 

En todo caso, han dicho que nos olvidemos de soñar con preservar la Amazonía, ese resguardo de biodiversidad, tal vez el más importante con el que contamos en la actualidad para superar los ardores que hemos creado.  ¡Pero no! ¡A tomar por culo los recursos que han ofrecido Francia y otras potencias mundiales!, les ha mandado a decir Mr. Bolsonaro, y ha complementado su negativa haciéndoles una recomendación: que mejor se apliquen su propio remedio y se dediquen a reforestar Europa.

Aunque no la tiene fácil en su intento por deshacerse del problema, pues incluso ahora hasta el mismo Papa Francisco ha llamado a su próxima reunión Sínodo Amazónico, citación hecha del 6 a 27 de octubre, y que se prevé conflictiva pues tiene como objeto repensar ciertos asuntos claves de la Iglesia Católica como el celibato y la relación de la Iglesia con el medio ambiente.

 

Imagen tomada de surysur.net

 

Si por el hemisferio sur los bosques tropicales lloran, en el norte los vientos repiten los ecos de viejos patrioterismos.

“Volver a hacer de América grande otra vez” ha dicho Mr. Trump, el hermano mayor de todos los populistas de derecha en este mundo hirviente en el que nos ha tocado existir.

Igual hace su émulo, Boris Johnson, en el Reino Unido, cuando promete a los ciudadanos que su país será más Grande si se aparta de sus vecinos, con los cuales ha compartido fogosas relaciones desde tiempos inmemoriales.

Ambos hacen parte del grupo denominado “los negacionistas”, porque se han dedicado a ir en contra de las evidencias científicas que demuestran que el cambio climático es una realidad que se nos vino encima y nos va a dejar, literalmente, con el agua al cuello.

Lo verdaderamente sintomático de nuestros tiempos es que, sin importar la filiación o la orilla ideológica, todos estamos cautivos de la promesa de progreso, norte que ha guiado a la humanidad desde que empezó a abandonar el medioevo y se encaminó hacia la edad moderna, y que ha encontrado en  el concepto de Grande su síntesis más simple y fácilmente comunicable.

Incluso, más que de la alienación mediática, somos tributarios del desarrollo y del crecimiento económico, como filosofía sin la cual no sabemos existir.

Así que, esclavizados por las presunciones de grandeza venimos destruyéndolo todo a diestra y siniestra, mientras inocentemente empedramos el camino que nos conduce al infierno del calentamiento global y la destrucción del mundo conocido.

Ya lo había anunciado lúcidamente Goethe, describiendo los peligros de los fáusticos delirios del hombre de la modernidad. Pero no le pusimos cuidado, o no lo leímos siquiera:

tan grandes nos sentimos que no disponemos tiempo para repasar a uno de los pocos que se merece, ese sí, el calificativo de Grande, como pensador y escritor.

Es importante recordar que lo que está en juego no es, como muchos creen, la supervivencia de La Tierra. Esta se las ha arreglado en el pasado para sortear y adaptarse a condiciones y cambios más severos.  Lo que está en vilo actualmente es, ni más ni menos, la posibilidad de seguir vivos nosotros mismos, y al tiempo la conservación de las especies que nos han acompañado en esta era de la evolución terrestre denominada Holoceno, que de pura grandeza se nos convirtió en la destructiva era del Antropoceno.

Arde la Amazonía, pero en su triste compañía se queman también territorios completos de Europa y África, y hasta extensas zonas en cercanías al Círculo Polar Ártico en donde los bosques se han incinerado, ¡qué esperar de la capacidad actual del hombre para conjurar los fuegos que él mismo ha propiciado!

Y, si frente a la evidencia se continúa escondiendo la testa en la arena, o, peor aún, se le niega de frente y sin reparos, seguiremos abrazados a la cantilena de grandeza: expansión perpetua de la economía, consolidación de megalópolis, producción industrial cada vez más amplia y tecnificada, fumigación diseminada hasta arrasar con la fertilidad y la diversidad de los suelos, envenenamiento de las fuentes hídricas a gran escala, uso extensivo del vehículo particular impulsado por combustibles fósiles, consumismo exacerbado y extenuante.

Entretanto, se alzan las voces, por ahora pequeñas y aisladas, de quienes dicen: ¡hay que replantear!

Ser Grande ya no es un objetivo posible ni éticamente aceptable.

Se escuchan en Francia, y también entre sus socios europeos, aquellos que sentencian: ¡basta ya de querer ser Grandes! Y este cambio de mentalidad aterriza en las ciudades, lugar en el que se concentra la población, y se dice entonces que se debe hacer de las urbes, ya no Grandes, sino accesibles, fáciles de utilizar y abordables (convivial es la palabra en francés).

Que no se persiga más la competencia entre regiones y mercados como un objetivo de primera línea de los gobernantes de todos los lugares a lo largo y ancho del globo.

 

Tomada de El Tiempo

 

Hacer de la vida una presencia cercana, convirtiendo la existencia cotidiana en una experiencia pedaleable o caminable, sustituyendo las energías fósiles por energías limpias, limitando el uso de plásticos, pesticidas, imponiendo el transporte público colectivo; y volviendo a un ideal de sociedad que no le dé la espalda a su entorno.

Una presencia humana que no se sienta exógena a la naturaleza, sino parte incluida y comprometida con ella.

¿A qué modelo de desarrollo se parecen estas exigencias que se nos imponen hoy, dadas las drásticas condiciones medioambientales por las que atraviesa nuestro mundo?

A modo de epílogo, les dejo esta reflexión del pensador Gaston Bachelard.

La psiquiatría moderna ha elucidado la psicología del incendiario. Ha demostrado el carácter sexual de sus tendencias. Recíprocamente ella ha puesto al día el traumatismo grave que puede recibir una psique por el espectáculo de un pajar o de un techo incendiados, de una llama inmensa contra el cielo nocturno, en el infinito de la llanura labrada. Casi siempre el incendio en el campo es la enfermedad del pastor. Como portadores de antorchas siniestras, los hombres míseros transmiten, de edad en edad, el contagio de sus sueños de solitarios. Un incendio hace nacer a un incendiario casi tan fatalmente como un incendiario provoca un incendio. El fuego se cobija en un alma con más seguridad que bajo la ceniza. El incendiario es el más disimulado de los criminales.”

La andariega vuelve a casa

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             ¿Cómo tornar al éxtasis de sol, a la luz ebria de mis siete años,

 al sabor maduro de la mora,

              a todo aquel territorio desconocido por la muerte,

              a esa palpitante luz de la pureza,

             a todo esto que soy yo y que ya no es mío?

         

Darío Jaramillo Agudelo


 

Quizá el único viaje auténtico sea el que nos lleva de las entrañas de la madre al temprano descubrimiento del mundo con su alijo de milagros y pavores: el pleno instante de la infancia.

El  único momento en que nos es dada la eternidad.

Esa aventura se inicia con el fuego del deseo, continúa con nuestra estancia en el elemento líquido primordial, hasta devenir encuentro, confrontación y comunión con la tierra y el aire del afuera.

Luego volvemos al punto de partida, a la disolución implícita en el simbolismo del Ouróboros, la serpiente que se muerde la cola.

La gran literatura siempre ha intentado, de múltiples maneras, repetir los pasos de ese viaje iniciático, en procura de alguna forma de conocimiento del mundo y de uno mismo.

En su destino errante, la escritora colombiana Albalucía Ángel ha trasegado en cada uno de sus libros de narrativa por ese sendero, en busca de las claves del reino perdido de la infancia: “esa palpitante luz de la pureza” de la que nos habla el poeta Darío Jaramillo Agudelo.

En buena hora, la Secretaría de Cultura de Pereira ha decidido reeditar, con autorización expresa de la autora, la narrativa completa de la  escritora nacida en Pereira en 1939 y convertida en hija del mundo a fuer de andar y andar los caminos.

 

Fotografía tomada de elpais.com.co

 

Gracias a un acuerdo con la editorial Random House, quienes una vez nos asomamos a sus cuentos y novelas tenemos hoy la oportunidad de releerlos.

Otros emprenderán por primera vez el recorrido por el universo literario de esta andariega que supo sustraerse a la influencia de sus amigos del boom latinoamericano, para forjarse un estilo propio, calificado desde un comienzo como vanguardista por parte de los críticos  del momento.

Los resultados de ese periplo empiezan a darse a conocer con la publicación de las novelas Girasoles en invierno (1970) y Dos veces Alicia (1972), historias situadas en París y Londres, en las que la viajera consignó las vivencias de buena parte de su estancia en Europa. Girasoles en invierno  había obtenido una mención en el Concurso Esso de Literatura en 1966.

 

 

En 1975 publica su obra cumbre: la novela Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, un desafío narrativo y estilístico en el que Albalucía Ángel explora a fondo el mundo de su infancia en Pereira, al tiempo que se sumerge en una indagación sobre las raíces de una de las muchas violencias que han surcado con sus ríos de sangre la historia de Colombia: la confrontación entre liberales y conservadores, cuyo detonante mayor fue para muchos el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.

De hecho, el título de la novela funciona a modo de conjuro infantil contra el torbellino que envuelve a  sus protagonistas.

El virtuosismo de la obra le valió el premio en la Bienal Nacional de Novela, Vivencias de Cali, otorgado en 1975.

Más tarde vendría el libro de cuentos cortos ¡Oh gloria imarcesible! (1979), además de Misiá Señora (1982) y Las andariegas, toda una indagación acerca de las muchas formas de ultraje  padecidas por las mujeres a lo largo de los siglos.

Motivaciones políticas aparte, la narrativa toda de Albalucía Ángel está surcada de principio a fin por una búsqueda de los potenciales del lenguaje para expresar la esencia del espíritu humano en su confrontación con lo real o, al menos, lo que entendemos  por realidad.

En las fuentes de ese lenguaje está, desde luego, el habla coloquial: las palabras forjadas por el pueblo en sus intentos siempre renovados por expresar la riqueza de la cotidianidad. La narradora sabe, como el poeta Serrat, “que lo sencillo no es lo necio”, y por eso se abisma en los muchos sentidos de los vocablos usados por el tendero de la esquina, por la costurera, por el borracho y por el guachimán  de  la plaza en su intento de acercarse a los misterios del mundo.

De su mundo.

 

Foot: Edgar Céspedes, tomada de elespectador.com

 

En esa búsqueda la autora nos recuerda que la palabra poética, pariente de la música al fin y al cabo, tiende a velar más que a revelar la hondura de las cosas.

De ahí el  enorme desafío implícito en los actos de leer y escribir: siempre estamos al lado de acá de lo inefable.

Con todo, escritor y lector lo intentan una y otra vez:

a veces, algunas veces, las metáforas nos permiten un atisbo a la sagrada esencia del misterio: el de la infancia, el de la vida, el del deseo, el de la muerte.

Ese desafío es el que nos propone la Secretaría de Cultura de Pereira con la reedición de la narrativa completa de Albalucía Ángel.

Estamos todos invitados a asumirlo.

 

La ilustración fue tomada de iVoox (hacer clic en la palabra iVoox para ir al enlace)

Héctor Fabio Mesa: un coleccionista de música en su cuartito azul

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“Yo soy coleccionista de música, no de pasta (acetatos)”, advierte Héctor Fabio Mesa Mejía, nacido en Apía – Caldas, quien siendo un niño adquirió de su padre el gusto por la melodía.


 

En su cuarto de estudio hay espacio justo para un sofá, una mesa con su computador, una lámpara y pequeños altavoces; una confortable silla de cuero, un basurero metálico, un mueble muy grande, otro mediano y otro muy pequeño con sus estantes para guardar en ellos discos compactos (CD), y en las cuatro paredes se aprecian 4 relojes, una placa, el escudo en arte pirograbado y un pendón –todos alusivos al equipo de fútbol Once Caldas–.

También se pueden ver un cuadro con una estampilla de 1959 conmemorativa del título de Miss Universo de Luz Marina Zuluaga, el certificado de sus mil acciones del Once Caldas y las fotos de Bernardo Mesa Abadía –su papá– y de su ídolo político, Laureano Gómez.

La habitación del céntrico apartamento en Pereira no mide más de 8 metros cuadrados. No obstante, en ese reducido espacio hay lugar para la colección de música más grande de Pereira y, sin duda, una de las más numerosas e importantes del país.

“Yo soy coleccionista de música, no de pasta (acetatos)”

advierte Héctor Fabio Mesa Mejía, nacido en Apía – Caldas (aún no era municipio de Risaralda), el primero de diciembre de 1957, y quien siendo un niño adquirió de su padre el gusto por la melodía.

 

Héctor Fabio Mesa Mejía en su cuarto de música

 

Y fue su mismo papá el que un día, exactamente el domingo 26 de mayo de 1963 lo llevó al estadio Fernando Londoño Londoño, de Manizales, a ver el partido Once Caldas Vs. Atlético Nacional, sin saber que ahí germinaba en Héctor Fabio una pasión que literalmente lo paraliza.

El señor Bernardo Mesa Abadía fue un dirigente político de importancia a mediados del siglo pasado: fue concejal y alcalde de Apía en varias oportunidades; secretario privado del gobernador Castor Jaramillo Arrubla, gerente de la Lotería de Risaralda y diputado. Salió adelante vendiendo helados, arreglando mesas de billar, y muchísimo antes de que la diabetes y el Alzheimer le fueran apagando su vida, don Bernardo era un coleccionista de música que armaba tertulias “etílicas”, aún con sus contradictores políticos –los liberales–. Primero fue en Apía y luego en su casa de la Circunvalar, en Pereira.

Su hijo tiene grabados esos momentos en los que él, siendo un niño, era como una especie de “mosco en un vaso de leche”, porque le hacía compañía a su padre en medio de los adultos que escuchaban música colombiana, como los bambucos, la de cuerdas y la bailable; nunca tangos.

“Es curioso, a mi padre nunca le gustaron los tangos”. Pronto Héctor Fabio Mesa aprendió a poner la música en el tocadiscos, a voltear los acetatos del lado A al lado B y a asentar con el mayor cuidado la aguja para no dañar la pasta, quebrar la misma aguja o evitar sonidos incómodos.

Era tanto el gusto de su padre por los Black Star y por el Dueto de Antaño – su preferido -, que como Alcalde siempre los contrataba para la fiesta de bachilleres y el cumpleaños de su municipio.

 

Dueto de antaño, fotos inéditas

 

De nuevo don Bernardo Mesa Abadía le estaba marcando el destino a su hijo más cercano, a ese hijo que sabía que el trago de aguardiente de los tertulianos, especialmente del anfitrión, era doble y la euforia era pletórica cuando Camilo Arturo García Bustamante y Ramón Carrasquilla, con sus voces y las cuerdas de sus guitarras afinadas, empezaban a dejar salir por los parlantes el sonido de “Casas Viejas”, la emblemática canción de su Dueto de Antaño:

“Quién vivió/quien vivió en esas casas de ayer/casas viejas que el tiempo bronceó/ patios viejos olor de humedad/ con leyendas de noches de amor…”

Héctor Fabio Mesa Mejía, quien además ha sido dirigente deportivo vinculado como vicepresidente y presidente de las Ligas de Fútbol y Baloncesto, y del gremio de árbitros de fútbol de Risaralda, estudió hasta tercero de primaria en la escuela Valentín Garcés, de Apía, y en Pereira lo hizo en el colegio Calasanz.

Eran épocas en las que Héctor era un “bicho raro”. Mientras en las fiestas sus amigos de juventud se movían al ritmo del rock, él armaba su propio “parche”.

“Yo me hacía en un rinconcito de la misma fiesta a escuchar mis pasillos, la música colombiana y las baladas de los años sesenta; es que yo andaba con mi grabadorcita, mi aguardientico y mis casetes en una bolsa de trapo que me hizo mi mamá. Mis amigos me tenían bronca; me decían: ahí viene el viejito con la música maluca. Yo empezaba solo y terminaba acompañado, porque a las 3 o 4 horas de escuchar ese ruido (el rock), los amigos del colegio llegaban donde yo estaba”.

Bueno, y si a eso se le agrega que Héctor Fabio es un “mamagallista” y tiene un vasto repertorio de cuentos verdes, era inevitable que la fiesta continuara y concluyera en su rinconcito.

La mayoría de esos casetes fueron los que copió de los acetatos de su padre en una grabadora muy moderna que compró en la época; desde entonces empezó la colección de música y la incontable cantidad de dinero que ha invertido en función de su pasión, aunque él se excusa diciendo que “para esto hay que sacar tiempo; no es tanta la plata, sino el tiempo. Yo le he dedicado el 60 o 70 por ciento de mi vida a la música”.

La canción que no pudo escuchar

Pero de toda la plata que le ha metido a la música, la que más le dolió fueron los 50 mil pesos (toda una fortuna en la época) que debió ahorrar del dinero que le enviaba su padre para sostenerse en Manizales, con el fin de comprar una joya musical: “Era un long play que le sacó Daniel Santos a Julio Jaramillo, que se llama Al Amigo”, dice Héctor Fabio.

“Y lo más verraco” –continúa– “es que cuando yo lo fui a escuchar invité a unos amigos y a unas amigas, y resulta que yo vivía en un apartamento de dos pisos y el teléfono estaba en el de arriba.

Cuando yo lo saqué de la carátula me llamaron al teléfono y lo puse en un taburete, y una amiga que tenía un trasero grande se sentó en el long play y lo partió. ¡Imagínese, yo le metí 50 mil pesos y no lo alcancé a escuchar!

Me tocó seguir comiendo huevito unos tres meses porque toda la platica que tenía para mis gastos personales se la metí a ese long play”.

Desde entonces ha querido reponer esa pieza sin éxito; se dio cuenta de que Alci Acosta tenía uno de esos discos – de los cuales grabaron un tiraje muy reducido –y lo llamó a Cereté–, pero ni lo vende ni mucho menos lo regala. La carátula muestra a Daniel Santos al lado de la bóveda de su gran amigo Julio Jaramillo.

En la billetera carga esa boleta con la que ingresó por primera vez al estadio, en 1963, momento en el que quedó indefectiblemente unido al Once Caldas. “Cuando vi a ese equipo vestido de blanco saltar a la cancha, me transporté”.

Ese sentimiento le ha hecho pasar sustos. “Me he visto a punto de desaparecerme”, dice.

En la semifinal de la Copa Libertadores de América, antes de empezar el partido, se desmayó y se despertó en la enfermería del estadio. La indicación era llevarlo a un hospital. “Yo no me voy de aquí”, les dijo a los enfermeros, y entonces por raticos le ponían la transmisión del partido en un transistor (radio portátil). El cuerpo volvió a ponerse a prueba con el golazo de John Viáfara al Santos, de Brasil.

“El médico me dijo que era el sistema nervioso central, que me podía afectar cualquier parte del cuerpo y que yo no podría volver a fútbol. Yo no siento las piernas y me voy al suelo; se me paraliza el cuerpo, algo así como la “chiripiorca” que le da al Chavo del Ocho. Cuando me tranquilizo recupero la motricidad”.

La tensión cuando juega el Once es tan fuerte, que incluso cuando ve el partido por televisión se pone frío y empieza a sudar.

Su pasión por el “Blanco Blanco” quiso transmitírsela a su hija Andrea Mesa, una comunicadora social que –como su padre– se pone fría y empieza a sudar, pero no por el Once Caldas, sino por el Deportivo Pereira, equipo con el que quedó casada desde cuando su padre la llevó por primera vez al estadio y vio esa fiesta amarilla y roja que se arma con cánticos acompañados de tambores, pitos, silbidos, pólvora, humo de colores y gritos a viva voz para acompañar la salida del equipo desde el camerino hasta la cancha.

Andrea tiene perfectamente grabados en su mente esos momentos en los que, siendo niña, jugaba con sus barbies, y al fondo escuchaba la melodía con la que su padre literalmente ha inundado su casa: tangos música vieja y boleros que se entremezclaban con los clásicos románticos de los años 60 en adelante y que complementaban sus momentos infantiles de solaz.

Del cuarto de estudio de su padre salían los timbres agudos y graves bien articulados y entonados por Raphael, Camilo Sesto, Sandro, Rocío Durcal, José Luis Perales, José José, Paloma San Basilio, Roberto Carlos, José Vélez, y muchos, muchos más cantantes que en cada verso dejan un mensaje.

 “Mi papá siempre fue el encargado de llevar la “buena música” a las fiestas o encuentros musicales y así crecí en medio de esa música romántica que no pasa, que permanece siempre”, dice.

La cumparsita en 9 idiomas

En su época de juventud, Héctor Fabio Mesa era aguardientero; ahora por la edad y por salud ya no son tan frecuentes sus rumbas, y cuando las hace son en su casa, y no pueden faltar el aguardiente sin azúcar, el güisqui, los amigos, una buena picada y la música que él mismo pone dando un clic en su computador, casi 50 años después de que lo hacía al lado de su padre en el nostálgico tocadiscos de aguja.

Así como era 50 años atrás, las tertulias actuales son de política: hablan de los azules, los rojos, los naranjas, los blancos, los verdes y de todos aquellos partidos que ni su ortodoxo padre conservador ni sus contertulios liberales, ni mucho menos el doctor Laureano Gómez se imaginaron que llegaran a existir.

Vive para la música; desde muy temprano en la mañana empieza a escuchar y a ordenar sus casetes (tiene más de tres mil) y las canciones que almacena en varios discos duros de su computador y en discos extraíbles; en las noches, luego de la jornada laboral, continúa con esta rutina que ha tenido toda la vida.

“Yo soy un hombre feliz con mi música, dice. La música para mí es lo máximo, yo creo que igual a eso no hay nada”.

Héctor Mesa, que además tiene el mérito de haber estado en las 36 ediciones de la Copa Ciudad Pereira (el torneo de fútbol aficionado más importante del país) como integrante de la Comisión Disciplinaria, al lado de Augusto Ramírez González (fallecido en enero de 2018) y del periodista Hugo Ocampo Villegas, recibió hace pocos días un regalo de otro de los más connotados coleccionistas de música de Colombia, Jairo Ospina, con el que guarda algún parentesco cercano.

“Me mandó 4 teras de música, que eso es un camionao muy tenaz, y ahí estoy organizándola; en estos días “cacharriándola” descubrí una carpeta de música grabada en 1901, que eso es una cosa espectacular, y ahora la tecnología permite remasterizarla, es decir recuperarla”.

Así es el orgullo de cada coleccionista: Hablar de lo que es único, escaso o raro. Entonces, es cuando Héctor Mesa habla de que tiene La Cumparsita, “el tango de los tangos”, en 9 idiomas, incluyendo el indio, y a los Panchos y a Juan Gabriel cantando en japonés.

El éxtasis para este coleccionista es el pasodoble Feria de Manizales. Lo tiene cantado por Olimpo Cárdenas con el Trío Caldas, y una versión declamada por Eucario Bermúdez. De este himno caldense tiene 87 versiones diferentes.

Guillermo González Ospina fue el poeta, nacido en Belén de Umbría, Risaralda, que se inspiró en 1955 para escribir: “Fiel surtidor de hidalguía/Manizales rumorosa/bajo tu cielo de rosa/canta el viento su alegría. Tan dulce es la tiranía de tu belleza preclara, que antes de que yo te amara mi corazón te quería”. Y fue el español Juan Mari Asíns, de la agrupación taurina “El Empastre”, quien la musicalizó, para estrenarla en la Feria de enero de 1956.

La muerte de González Ospina fue trágica: un muro le cayó encima cuando intentaba ponerse a salvo en el terremoto del 30 de julio de 1962 en Manizales, que dejó 4 muertos, entre ellos a él.

Entre sus oficios, Héctor Fabio manejó el almacén de licores de Risaralda, una oportunidad única para conocer a los empresarios de la rumba en Pereira, y por ese nexo terminó compartiendo en fincas privadas con grupos y cantantes como Los Visconti, Roberto Ledesma, Leo Marino y Bienvenido Granda, entre otros.

Se declara un admirador de los tangos, de la música antillana y de la cubana.

“Esas voces cubanas son sin igual. Yo colecciono de todo, menos de esa cosa que para mí no es música: reguetón y metálica”.

Tiene el pasodoble “El Beso” cantado al revés: se llama “Le sobe”. En su discoteca hay un lugar para Sandro, que interpreta la Potra Zaina, y para Camilo Sesto, quien canta en 4 idiomas; su reciente muerte (8 de septiembre de 2019) ha sido uno de los tragos más amargos que ha padecido Héctor Fabio Mesa, junto con la partida de José José (28 de septiembre de 2019).

Entre su colección tiene además a Daniel Santos cantando tangos y rancheras con su cuarteto de Flores, con la Sonora Matancera y con los grupos musicales que él fundó.

Sin embargo, él dice que la joya de la corona es una grabación audible de 1850, remasterizada en Medellín; es música instrumental de la que ponían en los salones y las mujeres la bailaban con sus largos trajes hermosos.

CD solo para godos

Como buen coleccionista, una vez sorprendió a los propios manizaleños con una versión de “Manizaleña” del año 1963 cantada por Heleno, desconocida en la capital caldense. Héctor Fabio Mesa aún no ha podido descubrir si ese tema fue grabado en Radio Manizales o ya Heleno lo traía grabado.

A Bogotá Héctor Fabio se fue a buscar a Mario Grenet, un cantante uruguayo que asistía a las Ferias de Manizales y que, según la leyenda popular, se enamoró en esa ciudad de una prostituta que lo llevó a la indigencia. El cantante de tangos y milongas se convirtió en un lustrabotas alcoholizado, con el que Héctor Fabio conversó largo rato, antes de que ambos se dirigieran a la casa en Ciudad Bolívar en busca de una versión de la Feria de Manizales grabada por este cantante, y que a partir de ese momento hace parte de su colección de música.

En Pasto también encontró otra versión de La Feria de Manizales, grabada por Olimpo Cárdenas.

“Yo trabajaba para una empresa de camisas a nivel nacional, y entonces entré a una tiendita y pedí, por no dejar – casi seguro de que no la tenía -, la Feria de Manizales; tal fue mi sorpresa cuando el tendero me dijo que tenía una y que lo esperara porque la iba a traer de la buhardilla; y efectivamente era la voz de Olimpo Cárdenas; se la pedí prestada para grabarla y al día siguiente se la devolví y nos pegamos otra rasca”.

De entre sus muchos discos compactos (CD) extrajo dos que resumen su vida: el primero titulado “Solo para godos”. Fue una compilación de temas que empiezan con el “Glorioso himno al Partido Conservador” continúa con el himno nacional (de Tito Schipa), el programa conservador de 1849 y discursos de Laureano Gómez, Belisario Betancur, Gilberto Alzate Avendaño, Guillermo León Valencia, J. Emilio Valderrama, Mariano Ospina Pérez Misael Pastrana Borrero, y dos vallenatos godos.

Y el otro CD es en memoria de su padre, Bernardo Mesa Abadía, con temas con los que Héctor Fabio rinde homenaje a ese “comprador tenaz de música colombiana”, a “esa persona que solucionaba las dificultades de los más necesitados”, a “ese ser humano que quería mucho a Apía”, al hombre que “renunció a un alto cargo para hacerse liderar el centenario de Apía, y gratis”; al padre que le supo entender la indisciplina en el colegio, actitud compensada por sus buenas notas.

“Mi papá fue realmente un hombre maravilloso”, dice.

En el pequeño estudio de su apartamento, archivadas en varios discos duros, reposan más de 4 millones 500 mil canciones, una de las colecciones más grandes y de mejor calidad que tiene Pereira.

 

 

En 1937, cuando tenía 19 años de edad, el músico argentino Mariano Mores (Buenos Aires, 18 de febrero de 1918 – 13 de abril de 2016) se fue en busca de su novia Myrna; alquiló para él y su madre una pieza pequeña pintada de azul, que debía restaurar periódicamente con cal y jabón de ropa, porque sus paredes se descascaraban; allí compuso su primer gran éxito: el tango Cuartito Azul, que ha sido célebre en voces de Ignacio Corsini y Ángel Vargas, y también de Francisco Amor en la orquesta de Francisco Canaro.

Héctor Mesa también tiene su cuartito azul. Ese recinto sagrado por el que ha transcurrido su vida:

“Cuartito azul, dulce morada de mi vida/ fiel testigo de mi tierna juventud/ llegó la hora de la triste despedida/ ya lo ves, todo en el mundo es inquietud. /Ya no soy más aquel muchacho oscuro;/ todo un señor desde esta tarde soy. /Sin embargo, cuartito, te lo juro, /nunca estuve tan triste como hoy”.

Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez: la mujer infinita

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“Gracias por existir”.

                                     Frase atribuida a Evita, dedicada a Juan Domingo Perón


Información Bibliográfica del libro

Título: SANTA EVITA

Autor: Tomás Eloy Martínez

Págs: 432

 

Entender este libro complejo, lleno de referencias históricas, que se mezclan hábilmente con la ficción más elaborada, oscura, tenebrosa, implica volver la mirada a la pampa, porque no es posible entenderlo sin ella.  Esta novela es argentina, en lo más íntimo de sus anhelos estéticos, y, para guiarse en este laberinto de historias que se entrecruzan, el único hilo conductor parece ser una presencia: la de una mujer que ha traspasado los límites de su propia mortalidad, para situarse como una mariposa que bate sus alas, en las alturas,  inmóvil, guardando un equilibrio entre el pasado y el futuro que parece determinar.

Para salir de este remolino, alejarse del vórtice, del mareo que produce su ritmo vertiginoso, no sólo hay que respirar profundamente, hay que recurrir a la música.  Y, en ella, a la más argentina, a la que marca la idiosincrasia de un pueblo, en su transición de la campiña bucólica a la modernidad de la urbe, a los “cantores nacionales”, Gardel, Ignacio Corsini y Agustín Magaldi.

A este último se recurre, no sólo por las obvias referencias al cruce de destinos, un instante de eternidad entre estas dos personalidades,  Eva Duarte y El Zorzal, “La voz sentimental de Buenos Aires”, sino porque él, con fina sensibilidad, pudo ser el primero que intuyó lo extraordinario que fulgía al interior de esta adolescente, provincianita pobre y poco agraciada. Por eso fue que, desde su más honda sensibilidad, en la fugacidad de su breve relación, pudo percibirla y preguntarse, en melódicas e intensas notas: ¿quién eres tú? , ¿qué misterio hay en tu fascinación?, ¿quién eres tú? ¿por qué a tu lado tiemblo de emoción?, ¿quién eres tu? ¿una estrella que me ciega de esplendor?, ¿quién eres tu? ¡Para que yo muera por tu amor!

 

 

¿No es ese mismo sentimiento, arrobador, devoto, el que va atrapando, uno a uno, a todos aquellos que en vida se relacionaron con ella? ¿No era ella, fuerte, erguida de sus desdichas, la que dispuso, desde casamientos colectivos para muchachas solteronas, hasta el lugar de habitación, el parlamento de sus películas, el registro de sus noticias, el corte de su vestido, la estructura de su peinado, todo aquello que le permitió representar el papel de su vida?

¿Recitando, confiada, el parlamento que la volvió inmortal, para hacer la mejor representación de mujer argentina de la que se tenga noticia? ¿La misma, que por la vía de querer saciar la sed, que le había dejado el desamparo, quiso amparar a toda una Nación, lo que la convirtió en la madrecita argentina, en la santa?, ¿Ella, “Esa Mujer”, que en su periplo de cadáver insepulto, fue amasando las vidas de quienes quisieron deshacerse de su presencia? ¿Ella, más fuerte muerta que viva, que les demostró todo su poder desmembrándolos interiormente, vaciándolos de su ser, anexándolos sin condiciones a su fe,  mientras, ella permanecía incorruptible, serena, firme, en su determinación de no ser olvidada, de seguir siendo la más mujer de todas las mujeres?

 

 

No es posible entender esta novela, desde el punto de vista histórico, sin buscar una conexión en los antecedentes del proceso de modernización del país argentino. Si uno se atiene a la existencia de esas dos Argentinas, descritas por Sarmiento en el Facundo, una rural, de la inmensidad de la pampa, de la desolación de la montaña, la soledad del desierto; la otra urbana, con ínfulas de moza europea, puede comprender de dónde procedía la fuerza descomunal que guiaba los pasos de Eva Duarte hacia Buenos Aires. Su determinación fanática, resistencia forjada en las duras pruebas de la vida citadina, ímpetu alimentado de humillación, ideal de modernidad, de película, de radionovela.

La vida como un gran papel a interpretar, no importa que sea a costa de marchitarse en el intento, de desvanecerse y apagarse prematuramente.  ¿No lo dijo ella a través del autor de la novela?:

…se preguntó cómo su cara se había alzado de la humillación y el polvo para pasear ahora en el trono de aquel Cadillac con los brazos en alto, leyendo en los ojos de la gente una veneración que jamás había conocido actriz alguna, Evita, Evita querida, madrecita de mi corazón.  Se iba a morir mañana pero qué importaba.  Cien muertes no alcanzaban para pagar una vida como ésa.

Eva Duarte representó la emergencia de la mujer, en un amplio sentido, allí radicó la potencia de su acto.  No importaba que, en público, insistiese en someterse a la voluntad del marido, que expresara infinitamente su devoción por él, el pueblo pudo ver en ella al verdadero líder, intuir en su destino un camino para su propia liberación. Cada vez que decía “quiero a Perón” estaba diciendo “Me quiero a mí”. ¡Fue un estímulo nacional al heroísmo! No de otra manera puede entenderse la demencia colectiva que se apoderó de los hombres y mujeres, argentinos humildes, en su afán por ejecutar extraordinarias proezas, ofrendas a su diosa moderna, ritos de salvación a quien ya no podía salvarse ni salvarlos. Fue un desafío sin límites a tradiciones y jerarquías. Desafío que dejó en la inmovilidad a sus enemigos, refugiados en el ejercicio del insulto en la esfera de la intimidad, pues algo había en ella de indescifrable, de inaprensible.

Fue la encarnación, la representación del orgullo y la dignidad de los otros argentinos, las mujeres y los descamisados. Oposición entre barbarie y modernidad, con papeles invertidos. Ella, identificándose con la ansiedad colectiva por transitar a una modernidad efectiva, afirmando el papel de la mujer. Y, los otros: Los argentinos que se creían depositarios de la civilización veían en Evita una resurrección obscena de la barbarie. Ni estos ni aquellos podían dejar de lado el sistema de pensamiento híbrido que los constituía, y en el que se mezclan elementos mágicos, religiosos y de ciencia. Esta “producción” es la realidad de Latinoamérica, protagonizada por una de sus mejores actrices.

Y,  ¿después de muerta? No dejés que me olviden. Ese único rol que ella le entregó -por impotencia, porque ya no le alcanzaban las fuerzas para llevarlo a cabo- a Perón, él lo resolvió de manera torpe pero efectiva. Quiso que su cuerpo se embalsamara, quiso inmortalizarse a través suyo, y sólo logró cimentar los principios de una fe que hoy subsiste y, de la cual, él es sólo un secundario actor de reparto. Las peripecias sufridas por esa “muñeca de cera” fueron el estigma, en la creación de la religión de la que ella fue el padre, el hijo y el espíritu.

 

El proceso de profundización de la fe, el delirio que se describe en la obra, que experimentaron todos aquellos que tuvieron como misión intentar “desaparecerla”, y que fueron desdibujándose poco a poco, dejando de ser lo que eran  para pasar a ser simples devotos, puede ser una manera ficcional a partir de la cual el autor quiere poner de manifiesto un proceso místico más profundo, que implica a toda una Nación y que trascendió los limites geográficos, para alojarse, aunque de manera confusa y tergiversada, en la historia de la humanidad.

En esta obra se integran componentes muy diversos, que subsisten en el pensamiento de los latinoamericanos, pero es, sin lugar a duda, una obra plena de rasgos modernos. Está atravesada de principio a fin por los signos de un tiempo, es configurada por la ciudad, por el cine, los tranvías, las luces, los obreros, la radio, los cafés, y los periódicos. No obstante, hay un vacío inquietante, que se yergue como una amenaza, y una necesidad de fe, que supera a lo religioso y se instala en la mente de muchos que se dicen incrédulos, pero a quienes asaltan pensamientos místicos, como una necesidad, proveniente de su cerebro más arcaico.

Es también una reflexión sobre el poder, y sus variantes, puesto que Perón y Evita fueron la exacerbación del ejercicio autónomo de la decisión. Ella fue todopoderosa en vida, y esos súper poderes le sirvieron, no para llenarse de lujos, propiedades, o cuentas bancarias en el exterior, sino para redimirse a través de auxiliar a los desamparados: Evita era una enorme red que salía a cazar deseos como si la realidad fuera un campo de mariposas.  Fue todos los amores y todos los odios, y podía suscitar ambos sentimientos simultáneamente, sin que en ello mediase ninguna contradicción.  Fue el centro de las intrigas en vida y, muerta, fue la protagonista de una parodia vulgar del secreto, y de una transformación del poder político en poder erótico.

Intertextos como entrevistas y guiones, documentos cifrados de inteligencia nacional y textos científicos; narraciones en primera y tercera persona; diálogos: hay de todo en la construcción de la novela de Eloy Martínez. Rinde tributo a sus maestros, y los menciona (Walter Benjamin, Elliot, Mika Waltari, Apollinaire, Baudelaire), intenta una desarticulación del lenguaje, jugando con la palabra Eva, su etimología, sus combinaciones, y así recuerda al Altazor de Huidobro. Alude a que La realidad no es una línea recta sino un sistema de bifurcaciones. (¿la polifurcación de Onetti?). Usa los conceptos de simultaneidad (muchas vidas expuestas en un solo recuerdo a través del cine), y la multiplicación (Evita no se resignaba a ser una, era muchas, siluetas, bustos, copias de un cuerpo: un incendio. Viva, su hija no tenía par, pero muerta ¿qué importa? Muerta puede ser infinita).

 

La realidad quebrada de los testimonios fílmicos, de unas vidas que salen de las pantallas para moverse de su pasado y significar otras cosas, muestras de un presente hiper saturado de imágenes, de las cuales la de Evita es sólo una postal desarticulada de su referente,  pero que se repite mecánicamente en todo el orbe, por vía de la consolidación de la cultura de masas (¿Esa imagen de Hollywood, es Evita o la Estatua de la Libertad?).

El futuro, imágenes de otro mundo, la realidad que no ha sucedido, el vacío, lugar sin tiempo, la escritura que inventaba pasado, la historia como hechos soñados, no había vida, sino sólo relatos. Todos ellos constituyen los componentes hiper modernos en la escritura de Eloy Martínez.

Una visión novelada, escrita en impecable prosa, de un mito moderno, al estilo del asesinato de Kennedy, de la muerte de Marilyn, del crimen de Lennon, de la eliminación de Pablo Escobar, de la muerte inducida de Michael Jackson, y muchos otros, que figuran en la mentalidad contemporánea como moldeadores de su mundo, la ficción y lo no resuelto, una excusa para la especulación infinita o una razón para vivir.

Finalmente, echando mano de un epílogo tajante, el autor cierra todas las llaves que su misma escritura había dejado abiertas en la mente del lector, y deja una propuesta, la escritura como exorcismo. Y un postulado:

Yo no sabía aún, y faltaba mucho para que lo sintiera, que la realidad no resucita: nace de otro modo, se transfigura, se reinventa a sí misma en las novelas.

Una visita gastronómica a La Angostura

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Se hizo el silencio repentino y atacamos con inusitada alegría aquel banquete de pescado frito (sin ningún temor porque sus filetes son cuidosamente limpiados de espinas), arroz y carbohidratos a raudales.


A escasos quince kilómetros – unos más o menos que mi memoria ya no guarda con exactitud- de la ciudad de Cochabamba, por el camino del sur que conduce a las verdes campiñas del Valle Alto se halla el embalse de La Angostura, un reservorio de agua que fue construido a mediados del siglo XX con la finalidad de paliar las necesidades de riego de toda la región circundante.

laguna Angostura
Represa de La Angostura, el agua que alimenta los cultivos del Valle Alto. Foto por José Crespo Arteaga

Pocas veces la laguna ha alcanzado sus niveles máximos, pues su caudal se rige por el caprichoso régimen de lluvias estacionales que en las últimas décadas ha supuesto un verdadero dolor de cabeza para los regantes habida cuenta de la sequía que azota periódicamente al valle cochabambino.

De hecho, las últimas generaciones solo han conocido la laguna a medias aguas, con islotes que iban apareciendo en medio, que dificultaban tanto la pesca como la navegación de botes de recreo.

Andando el tiempo, La Angostura y sus alrededores fueron convirtiéndose en un auténtico atractivo turístico, donde no solo empezaron a establecerse negocios de paseos en botes, lanchas y motos acuáticas, sino también restaurantes, fondas y otros puestos de comida, donde el producto estrella es siempre el pescado –lógico-, consistente en especies lacustres, adaptables a aguas turbias como la carpa, pejerrey, ispi, sardinillas, etc.

Cabe decir que, el valluno, propiamente el cochabambino, es la especie más adaptable a todos los ecosistemas del planeta en cuanto a la comida se refiere. Hace un par de días nevó intensamente en la cordillera cercana del Tunari, a modo de despedida del invierno, y en cuanto el temporal amainó y el sol reapareció radiante, oleadas de citadinos se fueron de excursión como si fueran alpinistas suizos a gozar del paisaje blanco.

cabañitas de pejerrey
Cabañitas de pejerrey, sedosos rebozados con hierbas aromáticas que son puro deleite. Foto por José Crespo Arteaga

Increíblemente, a orillas del camino de tierra que trepa dificultosamente hasta la cumbre, en medio del tremendo frio, nieve a los costados y el viento que no daba tregua, ya esperaban puestos improvisados de comida -con hornillas portátiles de gas y demás implementos- donde ofrecían salchipapas, sándwiches y otros bocadillos calientes.

No hay nadie tan pujante y emprendedor como el cochabambino que, con toda seguridad, montaría el chiringuito de cosas de comer aún en las proximidades de un volcán ardiente, como si fuera el mismísimo infierno, porque siempre habrá otro cochabambino dispuesto a consumir al paso.

Así que el último fin de semana, nosotros también íbamos de paso, rumbo a La Angostura, por la nueva carretera de doble vía recientemente pintada con líneas amarillas y blancas y el olor del asfalto todavía fresco. El camino estrecho de tortuoso pavimento había desaparecido, y también los numerosos eucaliptos y molles que bordeaban la ruta matizando de verdor a los parajes ocres y espinosos.

En las colinas adyacentes donde otrora se divisaban solamente cactus y otros arbustos de vegetación seca, las casitas y bloques de varios pisos de hormigón y ladrillo se juntaban como cajas de fósforo desafiando la gravedad, por haber sido levantadas en sitios tan áridos e inhóspitos. La marea humana no tiene freno en su sed de arrasar con la naturaleza.

carretera Valle Alto
Donde haya autos amontonados , es señal de que hay algo de buen comer y a buen precio. Foto por José Crespo Arteaga

Nos apeamos en la puerta de un restaurante de mediana pinta, de módicos precios. Andábamos antojados hace mucho de volver a probar las celebérrimas “cabañitas”, un plato típico que bien puede ser preparado a base de carne de pejerrey, surubí, carpa, etc.

También podemos hacerlo en la ciudad, pero no es lo mismo, pues queda muy grabada en el imaginario popular la sensación de que hay que acudir a comer pescado en la misma orilla de lagos y ríos si es posible. Del agua al plato, pasando por el fogón o la sartén como únicos intermediarios.

Pedimos cada uno nuestra porción de cabañitas, de pejerrey, por supuesto, porque sabido es que en frito no tiene rival que se le compare. Mientras esperábamos nos trajeron un platillo con chicharrón de pescado a manera de aperitivo. Un gesto tan sencillo de bienvenida se gana el corazón de cualquiera.

chicharron de pescado
Chicharrón de cabecitas de pescado, una delicia como aperitivo. Foto por José Crespo Arteaga

En un santiamén despachamos aquella riquísima y crocante munición de cabecitas rebozadas acompañadas de mote de maíz. Una efímera delicia, en suma, que nos abrió el apetito por todo lo que iba a venir.

Luego de veinte minutos nos sirvieron en platos ovalados, convenientemente denominados ‘pescaderas’. Se hizo el silencio repentino y atacamos con inusitada alegría aquel banquete de pescado frito (sin ningún temor porque sus filetes son cuidosamente limpiados de espinas), arroz y carbohidratos a raudales.

A veces no está mal devorar cosas fritas, siempre y cuando las acompañemos de generosa ensalada y unos buenos gajos de limón con poderes digestivos.

Poco después fuimos a divisar la laguna al completo desde las alturas de un mirador. Sorprendidos de cómo habían crecido las ofertas gastronómicas y de divertimento: un restaurante flotante, numerosas lanchas de pasajeros, cables de andarivel sobre un estanque, un colorido hotel de varios pisos con vista a las aguas turbias, pero aguas al fin en este país sin costas.

Y la tricolor que ondeaba flameando de orgullo sobre olas inexistentes. Retornamos a la ciudad, dispuestos a volver en otra ocasión, en otro año, cuando nos convocase el olorcito del pescado recién fritado.

 

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Y Dios dijo a los hombres: comed y regocijaos. Foto por José Crespo Arteaga

 

Moros, Judíos y Cristianos

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Los tres pueblos estaban sentados a la mesa… hasta que los intereses representados en los Reyes Católicos decidieron que era hora de expulsarlos de la que ya era su casa


 

En 1946 un niño llamado Asher, que en hebreo significa “Bendito”, fue a  parar con sus mayores al municipio de Líbano, en el Departamento del Tolima, Colombia.

Habían escapado de Alemania antes del fin de la Segunda Guerra Mundial y escogieron como su lugar de destino a un país que se desangraba en su propia contienda.

Siguiendo una línea casi paralela en el tiempo y el espacio, una pequeña de nombre Houda, que en árabe a veces quiere decir “Misericordia” se asentó con sus padres en Anapoima, una población de tierra caliente utilizada para sus temporadas de descanso por las clases altas de Bogotá.

Corría el año de 1948 y Colombia se incendiaba del todo en medio de la furia de liberales y conservadores.

 

 

Pero los mayores de Asher y Houda habían sobrevivido a guerras peores.

Tiempo después, al promediar la década de los años cincuenta del siglo XX, las dos familias se conocieron en un tren que viajaba de Armenia a Pereira, atraídas por la fama de esta ciudad como lugar apropiado para hacer negocios.

Estaban a miles de kilómetros de sus lugares de origen pero se las arreglaron para entenderse en el español rudimentario aprendido a fuerza de necesidad.

Así que árabes y judíos hicieron buenos negocios en esas tierras productoras de café y siguieron encontrándose para compartir la mesa y contarse anécdotas de sus lugares de origen.

Veinte años después, allá por 1969, como en los cuentos de Las Mil y una Noches, sucedió lo que tenía que suceder: Asher y Houda se enamoraron, fundaron familia y se asentaron en una finca en el municipio de Montenegro, hoy Departamento del Quindío.

 

 

Muy pronto, atendiendo al viejo mandato que cobija a los tres pueblos de La Biblia, se multiplicaron al ritmo de un hijo por año, a lo largo de una década.

Siguiendo otro designio los diez hijos- seis mujeres y cuatro hombres- hoy andan desperdigados por el mundo en una ruta que va de San  Francisco, Estados Unidos, a Sidney en Australia, sin contar países y poblaciones intermedias.

En todo el trayecto, estos hijos de Colombia originarios del Medio Oriente han aprendido a cada momento lo que es ser bien acogidos por conocidos y extraños en distintos lugares de la tierra.

“En todas partes siempre han encontrado a alguien dispuesto a compartir el pan con ellos y nadie nunca les ha preguntado el porqué de su andareguiar”, dice un Asher septuagenario, sentado frente a un vaso de vino y un plato de nueces.

 

 

“En realidad, tampoco nadie nos preguntó nada cuando llegamos a Colombia con una mano adelante y la otra atrás. Simplemente nos acogieron y ya” dice, midiendo el sentido de sus palabras: setenta años después, siente temor de no estar utilizando los vocablos precisos para hacerse entender.

Debe ser por eso que Houda, su mujer, prefiere guardar silencio.

Escuchando la historia de estos árabes y judíos que, como casi todo el mundo, sólo quieren vivir en paz, entiendo  una vez más que para la gente es muy fácil convivir en medio de las diferencias.

Incluso a pesar de las pugnas en defensa de sus intereses.

Son los políticos y los poderosos de toda laya los que azuzan a los pueblos y los conducen al matadero, cada vez que necesitan apoderarse de un territorio, imponer un modelo  de gobierno o una creencia religiosa.

 

 

Árabes, españoles y judíos convivieron durante siglos en la península ibérica dando origen a una cultura fértil y diversa cuyos legados llegan hasta nuestros días.

Están en la literatura heredada de El Quijote; en la cadencia angustiada del Cante Jondo o en las delicias del queso manchego, el vino tinto y el jamón serrano.

Los tres pueblos estaban sentados a la mesa… hasta que los intereses representados en los Reyes Católicos decidieron que era hora de expulsarlos de la que ya era su casa.

Una casa resumida en la palabra Sefarad, el nombre que los judíos le dieron a España, su patria.

Una casa que los árabes habían levantado con piedras de Córdoba y Granada y adornado con tapices importados de sus reinos milenarios.

 

 

Y sin embargo fueron arrancados de raíz de esas tierras que ya eran tan suyas como de los campesinos nacidos en las montañas de Murcia.

Los nuevos poderes económicos, políticos, religiosos y militares decidieron que ya era hora de una nueva diáspora.

Para contrarrestar esos poderes, paralizantes como toda forma de dominio, los pueblos siguen encontrándose en cuanto escondrijo descubren. Se miran, se tocan, se aparean y se reproducen dando lugar a otras voces, a nuevos tonos de piel y a otras formas de nombrar el mundo.

Como sucedió con las familias de Asher y Houda

Es su manera de conjurar la muerte y plantarle cara a quienes, para facilitarse las cosas, desde el comienzo de los tiempos se han empecinado en dividirlos en judíos, moros y cristianos.

 

¡Oh Cochabamba florida!

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La celebramos con algo de dolor y nostalgia, por las lagunas desaparecidas, por las alamedas nunca más vistas. Con pincelazos de color a la Cochabamba verde que fue.


 

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Debió parecerles la tierra promisoria, el Edén terrenal, cuando los conquistadores españoles se toparon con este valle encantado, allá por el siglo XVI. Colosal planicie salpicada de lagunas, que etimológicamente refiere a Cochabamba, la patria chica ubicada en el centro de Bolivia, casi en medio de las cumbres del altiplano y de las desafiantes llanuras tropicales de la amazonia.

De clima templado todo el año, el verdor de la vegetación se esfumaba en el horizonte hasta los pies de las serranías que la circundan.

 

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Por el noroeste se yergue imponente la cordillera del Tunari, de crestas nevadas y rocas afiladas que cortan el cielo a capricho. El río Rocha e innumerables riachuelos eran como venas que palpitaban de vida, donde los batracios y otras especies dominaban.

Lagunillas y estanques de aguas cristalinas a cuya vera los sauces y álamos se mecían juguetones. Arboledas aquí y allá, sin rumbo fijo, a trazo libre de la naturaleza, desde el fulgor de los señoriales molles, la quieta elegancia de los terebintos, el rojo luminoso de los ceibos y la explosión violeta de los jacarandás en flor.

 

jacaranda azul (2)

 

Los forasteros no sólo trajeron el ruido de espadas y cañones, sino también el alma de sus pueblos encofrada en una semilla. De ese mestizaje alborotado surgió la que dicen la ‘ciudad jardín’, la de la eterna primavera, la de las huertas que colgaban entre pequeños barrancos a las orillas del Rocha.

 

buganvilla purpura

 

El 14 de septiembre, es aniversario cívico de Cochabamba. La celebramos con algo de dolor y nostalgia, por las lagunas desaparecidas, por las alamedas nunca más vistas. Con pincelazos de color a la Cochabamba verde que fue.

 

arbol amazonico

 

P.S. He aquí la banda sonora, el segundo himno de Cochabamba:

 

Dan Archer y los rostros del mal

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Ilustración de Dan Archer. Extraída de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

Pero, a diferencia de la tradición gótica del género, donde todo es oscuro y crepuscular, Dan Archer le abre un espacio a la esperanza. A la siempre latente opción de buscar caminos distintos a los de la fatalidad que nos cobija como las alas de un cuervo enorme.


 

En el Apocalipsis de san Juan se utiliza la expresión “Mar eterno” para referirse a las múltiples formas del poder: políticas, económicas, sociales, culturales.

En resumen, todo aquello capaz de corromper incluso la sal de la tierra.

“Y surgirá del mar eterno y lanzará al hombre contra su hermano”, advierte el evangelista.

Con motivo de la XIX edición del evento internacional Comic sin Fronteras, que se realiza cada año en Pereira entre los meses de septiembre y noviembre, llegó a la ciudad el periodista británico Dan Archer, con el propósito de mostrar su trabajo, aparte de orientar algunas charlas y talleres.

 

Dan Archer, entrevista en Ecos1360. Foto por Martha Alzate

 

Lo singular de su propuesta reside  en que utiliza los elementos estéticos y narrativos del cómic  para construir reportajes en los que señala las miserias del poder en distintos lugares del planeta.

La explotación laboral de niños en Bangladesh, la estela de miseria y violencia dejada por la United Fruit Company en Centroamérica,  las guerras en Colombia y los golpes  militares que marcaron la historia de América Latina  después de la segunda guerra mundial se despliegan en la sucesión de viñetas creadas por Archer para dar cuenta de mundos signados por las muchas formas del mal.

Es decir, los  eternos y siempre cambiantes rostros del poder.

Es un tipo joven y cálido este Archer. Está lejos del estereotipo del inglés frío y distante.

 

 

Debe ser  por eso que una de sus palabras favoritas es empatía. De hecho, la dirección de su página web es www.empatheticmedia.com/

 

http://www.empatheticmedia.com/

 

Hace muchos años le aprendí a un amigo muy querido llamado Carlos Vallejo que, a despecho de corsés etimológicos, la palabra compartir quiere decir “partir con el compa”.

En un mundo signado por un egoísmo autista y un desprecio creciente hacia el valor de la existencia ajena, la frase de Vallejo es en sí misma una declaración de principios.

Con otros nombres, esa declaración de principios es lo que uno siente alentar en las historias de Dan Archer.

Para muestra, en una de sus viñetas se ve a una pareja de campesinos colombianos contemplando uno de  esos enormes murales con  fotografías de personas desaparecidas que se volvieron rutina en nuestro país.

De inmediato recordé un mural que vi hace cinco años en la Casa de la Cultura de Sonsón, un municipio del oriente de Antioquia arrasado por los bárbaros atraídos por sus enormes riquezas, expresadas en agua y tierras.

 

 

Ilustraciones de Dan Archer. Extraídas de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

 

Paramilitares de Rionegro, de Cordoba y Urabá, del Magdalena Medio, guerrilleros de las Farc, disidencias del Epl, frentes del Eln y fuerzas del Estado se dieron cita allí para convertir en pesadilla la vida de miles de campesinos acostumbrados a levantarse a  las tres de la mañana para dar inicio a faenas que sólo terminan cuando el sol ya cae a las espaldas.

Trabajar de sol  a sol, llaman en esas tierras a esa forma de estar en el mundo.

Pues bien, en el encabezamiento de la mencionada viñeta podemos leer: “Crucially, they do not distinguish between victim and victimizer. Focusing instead instead on the purely human cost of the conflicto”.

Enfocarnos en el costo puramente humano del conflicto nos ayuda a comprender y, por lo tanto, a solidarizarnos, a hacer nuestro el drama ajeno. A recuperar el profundo e inalienable sentido de la palabra prójimo: el que camina a nuestro lado y comparte la impagable aventura del paso por la tierra.

Así los lo ve Dan Archer.

A los niños esclavizados en distintos países de Asia, donde elaboran productos manufacturados para Nike y Adidas, dos corporaciones que escamotean esas dosis de sangre, sudor y lágrimas cuando exhiben su glamorosa publicidad en todas las pantallas del planeta.

 

Ilustración de Dan Archer. Extraída de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

 

A Salvador Allende y a todos los demócratas derrocados y asesinados por no plegarse a los mandatos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, citados con nombre propio por el artista periodista con una  honestidad que ya desearía para sí tanto activista políticamente correcto por ahí suelto.

A los campesinos  de Centroamérica, despojados de sus parcelas por la voracidad de las corporaciones fundadoras  de ese engendro llamado Banana Republics.

Y, en fin, a las víctimas de las recientes guerras colombianas, amenazadas de nuevo por quienes han hecho de la violencia el más lucrativo de los negocios, tanto en lo político como en lo económico.

Sin maniqueísmos y asignando a cada historia su peso específico en la balanza del mundo, este periodista devenido escritor de cómics desvela en cada viñeta una estampa de la infinita capacidad humana para el mal.

 

Ilustración de Dan Archer. Extraída de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

 

Pero, a diferencia de la tradición gótica del género, donde todo es oscuro y crepuscular, Dan Archer le abre un espacio a la esperanza. A la siempre latente opción de buscar caminos distintos a los de la fatalidad que nos cobija como las alas de un cuervo enorme.

En su trabajo alienta siempre el saludable guiño de la risa reparadora: de esa clase de empatía imprescindible para asomarnos a la parte buena de lo humano.

Esa que empieza a revelarse cuando se descorren los rostros del mal.

La mirada de Dan Archer: calzarse los zapatos de los otros

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Ilustración de Dan Archer. Extraída de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

En sus trabajos, este periodista intenta superar el instante en el que el público se encuentra con la imagen, generalmente fugaz, para realizar una propuesta de más largo aliento


 

De paso por Pereira, el periodista inglés Dan Archer compartió con nosotros el programa del pasado viernes 20 de septiembre, en el espacio “Juntos Pero No Revueltos” de la emisora Ecos 1360 Radio.

Su presencia en nuestra ciudad obedece a su participación en el Festival de Comic que se lleva a cabo actualmente en esta ciudad y que, este año, llega a su XIX edición.

Archer ha desarrollado un extenso material gráfico, en el que busca relatar situaciones de injusticia social o violencia en los países en los que este tipo de fenómenos se presentan con mayor incidencia y, por qué no decirlo, en donde la opresión sobre extensos sectores de la población se ejerce apelando a la crueldad como método de sometimiento.

 

Dan Archer, entrevista en Ecos1360 en el marco de Comic Sin fronteras. Foto por Martha Alzate

 

En sus trabajos, este periodista intenta superar el instante en el que el público se encuentra con la imagen, generalmente fugaz, para realizar una propuesta de más largo aliento en la que, a partir de la aplicación del método de story telling a la reportería gráfica, busca inducir una reflexión sobre temas que generalmente están ocultos pero que tienen relación con la vida cotidiana de muchos de nosotros a lo largo y ancho del orbe.

¿Qué se esconde detrás de las vivencias de las trabajadoras del servicio doméstico en Hong Kong? ¿Cómo se lleva a cabo el reclutamiento ilegal que se hace de mujeres para trabajar en estos oficios, y someter a muchas de ellas a un tratamiento inhumano, convirtiéndolas prácticamente en esclavas?

¿Cómo se relacionan las deplorables condiciones de los migrantes que abandonaron el campo para ir Daca, la capital de Bangladesh, con el denominado “milagro económico” alcanzado por este país asiático durante los últimos veinte años?

¿Qué sucedió en Colombia, en las zonas donde grupos armados de diversas facciones sometieron a los moradores a un exterminio que aún hoy no termina de esclarecerse o contarse?

 

Ilustración de Dan Archer. Extraída de Instagram: https://www.instagram.com/archcomix/

 

Todas estas preguntas han venido ganando interés en la vida de Archer, quien se formó como periodista, pero siempre quiso contar historias usando el dibujo debido a la empatía que produce en el público y a la facilidad para su reproducción y circulación.

Para lograrlo, Archer se muda a los lugares, pues su método de investigación está fuertemente marcado por el deseo de entrar en contacto de la manera más directa posible con el grupo humano cuyos relatos quiere convertir en representaciones –que él llama viñetas, las mismas que publica en medios internacionales tan prestigiosos como La BBC o El País de España. Adicionalmente, en sus creaciones este periodista echa mano no solo de la narrativa dibujada sino de las herramientas disponibles para realizar trabajos de realidad virtual y aumentada.

Para llevar a cabo el proyecto en Colombia denominado “Espacios Inmersivos de la Memoria”, desarrollado junto al proyecto “Rutas del conflicto” y a una iniciativa del Museo de la Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica, se trasladó tres meses a vivir en zonas de conflicto armado, recorriéndolas y hablando directamente con las víctimas. 

Así, Archer se esfuerza por ponerse en los zapatos del otro, para poder contar de la manera más fidedigna posible las realidades ocurridas en conflictos prolongados y complejos, o los desequilibrios generados por las condiciones del sistema económico que, en su afán por la productividad y la competitividad, usa a las personas como insumos, desconociendo su condición de seres humanos y sujetos de derechos.

 

Fragmento de historia gráfica en El País de España: “La perseverancia de Abu Hanif para salir adelante”.

 

Un hombre blanco y europeo, como él mismo se define, que consciente de su posición privilegiada, la cual le llegó por el azar de su raza, su género y su lugar de nacimiento, desea devolverle algo al mundo, y lo hace sacando a la luz las vivencias de los menos favorecidos.

Contando los sucesos que han marcado la existencia de los que en esta misma ruleta de la vida han visto la luz en condiciones difíciles, oprimidos de un sistema económico y social de cuyo glamuroso mercado hacen parte como fuerza de trabajo, Archer espera devolver algo de su fortunosa posición particular y, palabra frecuente en su discurso, generar empatía hacia ellos desde la mirada de esos otros afortunados que podemos ser su audiencia en los diversos rincones de la tierra.

 

Cáncer infantil afecta a cientos de niños en el departamento

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En la base de datos de Risaralda hay en la actualidad 175 niños en tratamiento activo y más de 300 que están en controles.


Texto extraído de El Diario

Aunque los menores de edad tienen prioridad en el sistema de salud colombiano, todavía hay muchos de ellos que no reciben el tratamiento adecuado oportunamente, especialmente por los incumplimientos de las EPS.

Este tema fue abordado en el Consejo de Cáncer Infantil en el departamento, en el que se evidenció que varios menores de edad con esta grave enfermedad, están siendo trasladados a otros zonas de Colombia como Caldas y Valle del Cauca, a pesar de que Risaralda cuenta con la oferta de servicios para estos pacientes.

 

 

Juan Bernardo Ángel Torres, director ejecutivo de la fundación Sanar, manifestó en entrevista con El Diario que “vemos que algunas EPS no tienen contratos vigentes con algunas IPS en Pereira y eso hace que el tratamiento se dilate en los niños y niñas con cáncer. Están enviando los niños a otros departamentos del país como es el caso de Caldas y Valle del Cauca. Esto es algo alarmante porque ese desplazamiento hace que el tratamiento sea un poco más dificultoso, no solo para el paciente, también para la familia del menor de edad”.

Por su parte Claudia Vélez, coordinara de Enfermedades no Transmisibles de la Secretaría de Salud de Risaralda, señaló que “generalmente la oferta de servicios que se requiere para los niños con cáncer sí la tiene el departamento, los inconvenientes se dan en la parte de contratación que tienen las EPS con las IPS. Se terminan los contratos de prestación de servicios para estos pacientes y mientras se genera un nuevo contrato, toca desplazar los niños a otras instituciones de salud en otros departamentos”.

Esta situación ya había sido denunciado a través de este medio de comunicación, por el gerente encargado del hospital universitario San Jorge, Julián Mauricio Trejos.

Precisamente en Pereira, además de la entidad mencionada, también prestan el servicio de salud para los niños y niñas con cáncer la Clínica Comfamiliar y Oncólogos de Occidente.

“En este momento estamos subiendo a Manizales porque lastimosamente Oncólogos de Occidente lo que esta haciendo es trasladar los niños con cáncer a la capital caldense para brindarles el servicio de hospitalización”, acotó Ángel Torres.

 

Otras problemáticas

Los traslados a otros departamentos, no es la única problemática que afrontan los niños y niñas con cáncer en Risaralda, también hay inconvenientes con el tema de la detección temprana.

“Estamos en este momento promoviendo la notificación en los sistemas de información de los casos sospechosos, para que se cree una alerta temprana, en donde todas las instituciones estemos pendientes de estos niños que todavía están a la espera de un diagnóstico, para que en caso de que tengan cáncer, empecemos con el tratamiento”, resaltó Vélez.

El Director Ejecutivo de Sanar mencionó que “todavía vemos incumplimiento por parte de los prestadores del servicio, en cuanto a demoras en los procedimientos, falta de medicamentos, pero no es tanto el incumplimiento del prestador, sino de las EPS”.

La atención de los niños con cáncer en Risaralda, no solo corresponde a menores de edad del departamento, también hay algunos que vienen de otras latitudes como es el caso de Chocó, Tolima, Valle del Cauca, Caldas y Quindío.

Actividades fundación Sanar

La labor que realiza esta fundación por los niños y niñas con cáncer, ya es reconocida a nivel regional y nacional. A pesar de esto los recursos siempre son escasos, por lo que constantemente están efectuando actividades para recaudar recursos para la atención de los menores de edad con esta enfermedad.

Recientemente efectuaron la Travesía en bicicleta; evento que se lleva a cabo cada año y vienen más. Según el Director Ejecutivo en los próximos meses habrá una Cena de Gala con 4 reconocidos chef. Además hay otros 2 proyectos en camino. Uno es la comercialización de un libro infantil y la otra es la salida al mercado con productos diseñados por los niños, como camisetas, yines, zapatos, entre otros.

Texto extraído de El Diario