De Pelé, Maradona y Messi no hablaré, porque ya se ha dicho todo sobre su origen alienígena.
Aprendí a amar el fútbol desde que mi abuela Ana María me regaló el primer talismán: una súper bola número cinco de puro cuero cosido a mano, que adquiría la textura del jabón y el peso de la piedra cuando arreciaba la lluvia.
Y fue el sacerdote Gabriel Osorio quien me enseñó a transportar y golpear el balón con la izquierda en la vieja cancha del colegio Deogracias Cardona.
Así que soy zurdo por partida doble: en el fútbol y en las ideas. Y fracasado también en ambos frentes. No pude hacer la revolución y a duras penas alcancé a integrar la pre-selección juvenil del colegio.
Pero me quedaron dos consuelos: el respeto por los espíritus disidentes y la devoción por esos volantes zurdos que todavía llevan el 10 a la espalda y parecen tocados por la gracia: para ellos, la pelota es una forma del milagro.
Imagen extraída de: Historietas de la revista Dartagnan
Así como, según los teólogos, el cielo está habitado por legiones de ángeles, hubo una época en la que ángeles terrestres abundaban en las canchas. El primero que vi en vivo y en directo fue Jorge Hugo Fernández, “La cancha”, un argentino bajito, colorado y algo regordete, dotado de una facultad sobrenatural para inventarse jugadas imposibles. La mitad de los goles de Javier Tamayo y Hugo Horacio Lóndero en el Atlético Nacional de mis amores nacieron en los botines de ese hombre.
De Pelé, Maradona y Messi no hablaré, porque ya se ha dicho todo sobre su origen alienígena.
De modo que continúo con mi santoral. El Beto Alonso en el River de Labruna. El maestrico Arboleda en el Pereira de los paraguayos. Ambos podían desbaratar la defensa del equipo contrario con un movimiento de cintura: un amague por allá, un freno por acá y sálvese quien pueda.
Pero hay más. El peruano Cubillas, el brasileño Zico y el colombiano Valderrama tenían gol y eso ya supone otro peldaño al cielo.
Imagen extraída de: Wikipedia.
El brasileño Víctor Ephanor no gozó de fama internacional, pero los hinchas del Junior, del Medellín y del Barcelona de Ecuador lo añoran como uno de los más grandes. En el estadio de Pereira lo vi desesperar al equipo rival a gambeta limpia, antes de caer fulminado por la patada artera de un asesino serial, de cuyo nombre no quiero acordarme.
Hubo otros que, sin portar el número mágico, jugaron como si lo llevaran.
Hablo del peruano César Cueto, a quién apodaban “El poeta de la zurda” y con eso queda dicho todo. ¿Y qué decir del flaco Oswaldo Ardiles, formado en la escuela de artes futbolísticas del Huracán argentino y figura en el mundial 78?
Del brasileño Sócrates, ese futbolista con nombre y espíritu de sabio, podemos decir que hizo parte de una selección a la que muchos evocamos como si hubiese sido campeona del mundo, aunque ese título siempre le fue esquivo.
Imagen extraída de: RFI
Ustedes habrán notado que no aparecen europeos en este recuento. No sé. Tal vez Zidane; a ratos Del Piero y, de vez en cuando, Platini. Pero después de ver tanto fútbol estoy convencido de que esta forma particular de la belleza solo alienta en los genes latinoamericanos.
Llegados a esta altura del camino, me dispensarán si he omitido tantos nombres, pero ya lo advertí: los genios con el 10 a la espalda fueron legión y la añoranza no me da para tanto.
Hace casi dos meses que no le llega la regla. Se hizo una prueba rápida y lo confirmó. No se lo ha contado a nadie, salvo a Aura, la psicóloga del colegio.
Paula se demora cada vez más en el baño. Mercedes, su madre, la apura para que baje a desayunar. La chica de 16 años estudia su imagen reflejada en el espejo. Sospecha que algo ha cambiado para siempre. No es propia de ella esa expresión que ahora asoma y que se le antoja similar a la de una coneja asustadiza, un animal que no entiende el mundo, que está atrapado y no sabe qué le ha ocurrido. ¿Dónde se fue la Paula que todos conocen? La Paula segura de sí misma, la que tenía su vida planeada: terminar el colegio, viajar, emprender sus estudios de Comunicación Social en la universidad y luego hacer una maestría.
Ella es, de lejos, la mejor alumna de su clase. Se sabe de memoria, en inglés, los poemas de Yeats y Whitman. Se devora las novelas de Hemingway, los cuentos de Cortázar y canta a voz en cuello canciones que solo les gustan a los viejos. Paula siempre ha sido prudente, silenciosa, metódica. Antes de los exámenes, es ella quien les explica a sus compañeras lo que ha dicho el profesor o les aclara las dudas de los libros. Le llaman la Google de la clase.
Ahora Paula camina de un lado a otro en el baño, confusa, irritable. Solo alcanza a dar tres pasos y regresa otra vez al espejo. Por más que se observa y se pregunta a ella misma qué le pasó, no llega a contestar. Hace casi dos meses que no le llega la regla. Se hizo una prueba rápida y lo confirmó. No se lo ha contado a nadie, salvo a Aura, la psicóloga del colegio.
Fotografía extraída de: Pixabay. es
Paula no recuerda que su madre le haya advertido del riesgo que corría al tener relaciones sexuales sin protección. Claro, ella nunca le contó que desde hace seis meses ya no es virgen, y mucho menos le dijo que tuvo relaciones con un hombre casado y bastante mayor que ella. Eso decepcionaría mucho a Mercedes, y Paula, que hasta ahora ha sido la mejor estudiante y la mejor hija, no quiere que su madre la mire diferente. Pero si ella misma se siente totalmente distinta, ¿cómo no la van ver distinta los demás? ¿Cómo ocultar esto?
Paula es hija de madre soltera. La chica conoció a su padre, Octavio, recién hace un par de años. Un día, su mamá le dijo que su padre la había llamado y le había dicho que quería conocer a su hija, acercarse a ella. Mercedes no veía Octavio, el hombre del que se había enamorado locamente cuando tenía la edad de Paula, desde que quedó embarazada. Ahora, Mercedes tiene 33 años y ha madurado bastante. Ya no lo odia por haberla abandonado, más bien, sentía curiosidad por volver a verlo. Así que lo dejó ir a la casa.
Mientras los veía hablar, a Paula le pareció que sus padres eran unos completos desconocidos, no sabían nada el uno del otro, ni siquiera las cosas más generales, como el día del cumpleaños o la música que les gusta. Y realmente era así. Él era mucho mayor que su madre, y ya estaba casado y con familia cuando conoció a Mercedes. Unos meses más tarde, Mercedes quedó embarazada. Ahora Paula repite la historia de su madre.
Fotografía extraída de: Pixabay. es
Poco habían hablado madre e hija sobre este episodio. Ahora, Paula sentía mucha curiosidad sobre cómo había reaccionado su abuela cuando se enteró del embarazo de Mercedes. Pero no se atrevía a preguntar nada por miedo de levantar sospechas.
Desde entonces, el padre de Paula había visitado a la chica tres veces. En la última, le ofreció pagarle un viaje a donde ella quisiera cuando terminara el colegio. Eso la entusiasmó mucho. Sin embargo, ahora le parece una ilusión que jamás podrá concretarse. Siente que su vida entera se derrumba a sus pies.
Se seca las lágrimas y sale del baño. Baja las escaleras despacio, como si en cada pierna llevara una pesada ancla. Y sobre la espalda, parece que cargara un saco con grandes piedras que la obliga a encorvarse.
Fotografía extraída de: Pixabay. es
—Hija, baja ya, que no vas a alcanzar a desayunar —le dice Mercedes.
Las palabras de su madre la sacan de su sopor. De pronto, unas ganas de vomitar se apoderan de ella. Las arcadas llegan sin que pueda contenerlas. No termina de bajar las escaleras cuando una ráfaga de bilis y agua sale con fuerza despedida por su boca. Anoche no quiso cenar y no tiene nada en el estómago. Su madre corre a ayudarla.
Desesperada, Mercedes le pregunta: Paulita, ¿qué tienes?, ¿estás enferma? La chica no puede más.
—Mamá, estoy embarazada —dice, y se echa a llorar sobre el hombro de su madre.
1 Sergi Torres (España, 1970) es un psiquiatra especializado en biocodificación emocional que da conferencias por todo el mundo
Esta película “Silencio en el Paraíso”, escrita por Golbert García, un cineasta caleño y Mauricio Cuervo, protagoniza uno de los tantos casos de homicidio que le imputan a un ex dirigente del Medellín Chiquito (Salgar Antioquia) en Colombia, bajo los llamados “Falsos positivos”.
Definitivamente el joven necesitaba el trabajo. En un momento libre y para distraerse, bajó al pueblo a ver decenas de personas en el desfile de comparsas escolares.
Quiso llamar por teléfono para quitarse ese malestar de encima, ese mal agüero, esa incomodidad de ser él, pero se dejó entretener por todo lo que pudo ver allí.
En esa actitud pasó una hora, hasta que, por sorpresa, un señor le indicó de un “trabajo”. Sin mediar palabra, lo invitó a subir al camión, o mejor, prácticamente lo tiró adentro junto con otros pelaos.
Allí, hacinado, cansado y al parecer, desdichado, el joven no dejaba de tener dudas.
Pensaba en un casa para su mamá, su hermana, y el hijo de esta, y quizá para su hermano, aunque dudaba sí el descarado la mereciera.
Entre otras cosas, ese día llevaba consigo una bicicleta de juguete hecha en cobre con una bandera de Colombia que se la había regalado Lady (Linda Baldrich) antes de irse de la casa. Igualmente estaba seguro que Lady, leería la carta que él le dejó.
Le pareció muy raro que un joven “paraco” que conocía, del sector El Paraíso fuera con él en el mismo camión. Ese tipo le generaba mucha desconfianza, además, el gorro que llevaba lo hacía ver más malo de lo que era.
Sin embargo, le parecía bien que el “paraco” dejara de joder a la gente y se pusiera a trabajar.
Fotografía extraída de: 180gradosprensa
Ninguno de los que estaban dentro de camión se habían visto antes. Todos eran jóvenes, quizá como Ronald, otro pelado que trabajaba en la calle vendiendo empanadas, conduciendo un carrito de dulces y hastra trabajando en construcción, es decir, hacía algunas vainas para conseguir plata rápido. O bueno, ni como él, sino de pronto con otras profesiones, ya que solo a él se le ocurrió hacer todos esos trabajos; labores que muy pocas personas estarían dispuestas a hacer.
En estos pensamientos, el camión paró. El conductor levantó la carpa que cubría la parte trasera del camión. Pero ¡Vaya sorpresa!
Había militares esperándolos, eran como cinco, dos de ellos apresuraron a los demás para que se bajaran. En el fondo, Ronald, sabía que ese “paraco” no estaba de gratis ahí. Aún así, aquel parecía asustado, como si no tuviera nada que ver con esto.
El joven tragó saliva sin entender por qué los bajaron en medio de una carretera destapada. Era groseros: “Hay que esperarlos todo el día pues” decían los hombre que parecían militares.
Todos juntos, bajaron por una montaña que tenía una pequeña planicie.
Les empezaron a gritar, e insistían en que se cambiaran de ropa. Ronald tenía el rostro pasmado y los otros nueve también. Nunca se había sentido así, ni había visto un cara igual, o bueno si, la de su hermana cuando se dio cuenta que se iba a ser mamá a los quince años.
Los “militares” les están apuntando con los fusiles. “¿Será que nos van a matar?” pensó.
En la lejanía resuena un eco. Hubo un Silencio en el Paraíso después que los sonidos de las balas asesinaron, por el afán de convertir la mentira de las bajas guerrilleras, en una victoria de guerra.
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Esta película “Silencio en el Paraíso”, escrita por Golbert García, un cineasta caleño y Mauricio Cuervo, protagoniza uno de los tantos casos de homicidio que le imputan a un ex dirigente del Medellín Chiquito (Salgar Antioquia) en Colombia, bajo los llamados “Falsos positivos”. Hechos cruentos donde se reclutaban los jóvenes de los barrios marginales en el territorio para después ser asesinados y presentados como guerrilleros muertos en combate.
La obra se desarrolla en el Barrio el Paraíso de Soacha, el segundo municipio más poblado del departamento de Cundinamarca. Lugar lleno de “paracos” y “guerrilleros”, que muestra un panorama un tanto difícil y desgarrador para los jóvenes que desean encontrar algo en qué emplearse.
Lady, interpretada por Linda Baldrich,quien ya la hemos conocido en películas como “Sin tetas no hay paraíso” o en series como “Pandillas Guerra y Paz” o “Juego Limpio”, vive en el barrio, donde está terminando el bachillerato y convive con su hermana menor.
Imagen extraída de: Bogota.gov.co
La cinta deja la sospecha de que un hombre abusaba de ella en la infancia. Ella evita constantemente que su padre se le acerque para que no le dañé su infancia. Lady camina todos los días de la casa al colegio, del colegio a la casa y en el tramo se topa con Ronald (Francisco Bolívar), que también ha trabajado en “Pandillas, Guerra y Paz” pero que además es actor de teatro y ha escrito obras como “El Retiro” o, “Una historia de brujas” y que fue nominado a mejor actor principal para esta película.
Ronald vende publicidad a los negocios pequeños del barrio montado en una bicicleta adaptada para quedar más alto de lo que es. Una bicicleta muy parecida a la francesa hecha por James Starley, sólo que con la diferencia de la adaptación de las ruedas pequeñas y un niño Jesús puesto en la parte delantera del marco, además de un megáfono para hacer locución de sus creativas cuñas.
Una cinta basada en hechos reales y crudos en donde sus protagonistas dan la vida para pagar los impuestos.
Erin Donaldson, sumergida en el establishment comercial de Pereira, ha conocido mucha gente, y deja su opinión sobre los pereiranos plasmada en su web. Allí cuenta historias locales, y explica al mundo por medio de su revista, que esta es una ciudad progresiva, una ciudad jovial, muy abierta.
De ahí surgió un interés editorial por conocer a la extranjera que miraba y mostraba Pereira al mundo de una manera diferente, o al menos desde su óptica.
Luego de una serie de llamadas y correos pudimos contactarla. Nos citamos en el hotel “Castilla Real”, diagonal a la reconocida Iglesia Católica de San José, donde a su vez ella esperaba a dos norteamericanos más para mostrarles la ciudad, porque una de sus funciones, a parte de ser una promotora turística, es recibir algunos de sus compatriotas para enseñarles ” La capital del eje“.
Fotografía: Diego Val.
Y hay algo curioso en ella, porque desde su perspectiva o mirada, muestra la ciudad a los demás como si fuera “su ciudad“. Y no desacierta, porque Pereira con el slogan de “Ciudad sin puertas” acoge como hijo o hija a todo aquel que ame este pedazo de Colombia. Y Erin, asegura amar a esta “Querendona”. Así que el sentimiento es mutuo.
“Yo escojo el sentido de las entrevistas”.Asegura, refiriéndose al hecho de que, aunque promociona el turismo en la región a través de su página web, los tours, a sus compatriotas en Pereira, dependen de los lugares que ella determine y no al revés, ya que muchos norteamericanos vienen previamente con una lista de sitios populares para conocer.
Así entonces caminanos con ellos (Erin, un hombre de Carolina del Norte junto con su esposa australiana), inicialmente por el Parque La Rebeca. Allí ella, con cierto conocimiento, señala calles, cuenta algo de historia a sus “clientes” o “amigos”, mientras ellos asombrados toman fotos y compran cosas.
Fotografía: Diego Val.
Pero ¿quién es Erin Donaldson y por qué resultó en Pereira?
Vamos por el comienzo, porque su historia no es muy distante del sentimiento de libertad que todos experimentamos alguna vez. En esa edad temprana donde los jóvenes están decidiendo qué hacer, Erin Donaldson, nacida en Denver, Colorado, influenciada por su entorno, pues creció al contacto con la naturaleza y los animales en un rancho, decide estudiar Agricultura en la University of Nevada-Reno.
Su familia, que se compone de su padre Mike Donaldson, un soldador, y contratista independiente del gobierno norteamericano (ahora retirado), su madre, Mary Donaldson, Ingeniera en Metalurgia, y tres hermanos más, sería decisiva en su vida, pues fueron ellos quienes la incentivaron a desarrollar dos pasiones con las cuales hoy se identifica: viajar y escribir.
Su mamá, Mary Donaldson le transmite el espíritu de acampar y viajar después de ella mismo haberlo hecho por Europa y Centroamérica; y también, como mostrándole un camino para la vida, literalmente le pregunta: “¿por qué no escribes?”. A lo que Erin jocosamente responde: “¿Es que acaso tengo hambre?”.
Erin y su madre Mary Donaldson. Fotografía extraída de Facebook.
Al contarnos esto suelta una risotada porque lo dice como anécdota, y a su vez confesando que lo que afirmaba su madre es ahora la pasión de su vida y lo que la tiene en Colombia, más exactamente en Pereira.
Sobre su familia, dice con orgullo que no son americanos criollos, sino que sus ancestros son migrantes que vinieron de Europa a principios del siglo XIX como trabajadores.
“Soy descendiente de migrantes. No soy sangre azul. Vengo de una familia de artistas, músicos, pero también empresarios” y enfatiza entre risas”somos emprendedores, pero ante todo capitalistas”.
Fotografía: Diego Val.
Sus primeras incursiones en la escritura
Ya dijimos entonces que ella influenciada por su madre Mary Donaldson, empieza a escribir. Como una jovencita que se impresiona de todo, recibe unos diarios para que practique la escritura llegando a rellenar hasta 8 de ellos. También en sus comienzos escribe para su colegio y la universidad sobresaliendo en sus notas, especialmente en materia de escritura.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, Erin, inquieta, desea hacer algo grande; algo como ayudar a las personas, pero también, para encontrar un sentido a su existencia. Como una joven formal, después de terminar sus estudios, comienza a trabajar en una corporación, pero eso no llena enteramente sus expectativas.
Solo fue en un día como cualquier otro, que tuvo la experiencia de comer hongos, (así, sin más) y este evento fue el catalizador para comprender una verdad existencial: debía encontrar algo que la hiciera realmente feliz
Fotografía: Diego Val.
Así que no lo piensa dos veces, y, literalmente, vende todo para irse a vivir a Brasil. Toma un vuelo y llega como profesora de inglés por 6 meses a Salvador de Bahía. Desde ahí viaja por otros lugares del país buscando ese sentido, pero rápidamente se da cuenta que esa tierra no es su destino final. Mientras pasa el tiempo y como una forma de adaptarse al lugar, aprende a bailar Forró, una mixtura de ritmos y estilos musicales del interior de noreste brasileño y aprende algo de portugués.
Pensativa sobre su situación, vuelve a Estados Unidos intentando comprobar si acaso aquel arrebato de irse a Sudamérica no era precisamente eso, es decir, solo un impulso juvenil, pero una vez en su país comprueba su insatisfacción. De este modo toma otra geografía como destino: Perú. País al que finalmente no llega porque a última hora recibe un correo personal e íntimo que por razones del destino, le hace cambiar de parecer y resulta, como dicen, sin querer queriendo, en Bogotá.
En el avión encuentra, por fortuna, a una buena pareja de colombianos quienes le ofrecen estadía en la capital, y al llegar, siente el clima más frío que el de Reno, Nevada, donde se crió . Aún así, disfruta de la gran ciudad. Pero por esos azares de la vida, desde Bogotá parte para Honda, guiada por un instinto de conocer y confiando en las personas que había conocido en el avión, y de allí pasa luego a Ibagué, para finalmente arrivar a Pereira, no sabiendo con qué se iba a encontrar.
En Bogotá con su amiga Karen Patricia Attman. Fotografía extraída de: Facebook.
Llega acá con “Una mochila vieja” que le regalaron unos argentinos en Estados Unidos.
“Una buena, de esas con estructura de aluminio”. Dice con alegría y pensando en esta maleta como un regalo preciso.
Periodismo Local
Erin ve como en Colombia puede desarrollar ese talento de escribir. Ya ha salido de Reno, Nevada, ido a Brasil, pero ahora debe hacer algo como descendiente de familia obrera para ganarse la vida y sustentarse integralmente.
La idea que lleva en su mente de “siempre he tenido el talento de escribir” la conduce por buen camino, porque es en esa confianza en si misma y en su trabajo, (ya que no solo se ve como una norteamericana dedicada al turismo) que funda dos websites o páginas web para iniciar sus labores como escritora:Open Mind Travelery Pereira City Guide.
El primer proyecto, Open Mind Traveler, es la plataforma virtual con la que se inicia en su tarea de investigar y redactar. Curiosea sobre temas que le apasionan, sobrepasando el turismo local y adentrándose a las llamadas geografías de guerra, desde donde logra escribir “cuentos de la guerrilla” , “turismo en zonas de conflicto” y diversos escritos para su revista.
Fotografía: Diego Val.
En su osadía, escribe una crónica en dos partes “Dentro de las cocinas de la cocaína”. Un texto periodístico agudo, cuyo resultado después de la publicación, dejó comentarios buenos y otros no tanto, a raíz de la sensibilidad del tema. Pero ella rápidamente entiende la dinámica de este tipo de periodismo en el país y no da ocasión para mal interpretaciones de su estadía en el país.
Por eso es que decide enfocarse en su última página web, Pereira City Guide, donde actualmente está más activa, concentrando sus fuerzas en mostrar el turismo en el Eje Cafetero e interactuando asiduamente con sus lectores y compartiendo opiniones.
La ciudad sin puertas
Ya en Pereira, lo que más le impresiona es la gente, el clima, los lugares. Al llegar acá entiende que su destino está resuelto. Idea en la cual se sostiene desde hace 5 años, porque esta “Querendona” como la llama plácidamente, la enamora. Y es tanto el sentimiento que incluso al hablarle de ella a su madre Mary Donaldson, hizo que se viniera hace dos años desde Estados Unidos y también ella encontrará una forma de vida al lado de su hija y de una ciudad amable.
Fotografía: Diego Val.
Erin, sumergida en el establishment comercial de Pereira, ha conocido mucha gente, y deja su opinión sobre los pereiranos plasmada en su web. Allí cuenta historias locales, y explica al mundo por medio de su revista, que esta es una ciudad progresiva, una ciudad jovial, muy abierta, a diferencia -aclara- de Manizales que es, o tiene, “una cultura cerrada y muy conservadora”.
“Aquí hay un espíritu de emprendimiento y la gente es muy creativa”, y bajo este concepto es que le gusta relacionarse con los pereiranos. Habla con quien se encuentra, lee cosas de nuestra cultura, y eso, según ella, le ha permitido aprender más y más sobre la ciudad.
A raíz del emprendimiento de sus páginas web, o sus revistas, y enfocada en el Eje Cefetero, declara que su misión es ayudar gente, porque antes que el lucro, está su deseo de ayudar a las personas, y el dinero, cree, viene como consecuencia. “aquí hay gente que vale la pena apoyar, y (este lugar) tienen cosas que mostrar al mundo”. Y así Erin quiere mostrar esa “otra” Pereira al exterior.
Fotografía: Diego Val.
Proyección de Erin Donaldson
“Mi sueño es tener escritores que me ayuden en mi página a redactar sobre otros temas de ciudad”. Un anhelo en el cual trabaja haciendo contactos, moviéndose de un lugar a otro. Así en su deseo de ayudar y mantener activa sus publicaciones, mientras está sola en el medio, lo que no conoce lo investiga.
Erin Donaldson está obsesionada con lo que hace, porque le gusta, y es un sentido para si misma. Una frase que dice parece resumirlo todo: “Vivo lo que hago y hablo lo que vivo”.
Antes de despedirnos asegura que en cuanto a turismo prefiere otros lugares menos conocidos. Por eso, aunque ha visitado Salento y otros parajes clásicos, opta por ir, por ejemplo, a Cartago, Apía, Chocó, a ver lo que otros no ven o ya han visto, y no han explicado con encanto.
Fotografía: Diego Val.
Las personas acceden a su web para conocer los lugares que ella recomienda. Aunque su plataforma no solo menciona ciudades, sino que también contiene listas de bares, hoteles, tipos de café gourmet, viveros y más.
Erin hace todo esto y más, porque desde su llegada a Pereira, desde Reno, Nevada, en Estados Unidos, le gusta ser amistosa, retratar lugares, y expresar la mayor alegría posible a los demás. Claro, confiando en nuestra cultura y nuestra gente, aunque como dice: “Entre otras cosas, aprendí que no hay que dar papaya”. Es decir, aprendió el onceavo mandamiento que la mantiene alerta, pero no prejuiciada sobre Pereira, su gente y su belleza.
El 8 de junio de cada año se celebra en Colombia el Día del Estudiante -también llamado Día del Estudiante Caído o Día del Estudiante Revolucionario- en conmemoración del asesinato del joven Gonzalo Bravo Pérez quien, junto a otros alumnos de la Universidad Nacional, alzó la voz para protestar contra los hechos de corrupción de los gobiernos de turno y en exigencia de garantías y libertades para la educación superior en Colombia.
Los protagonistas de esta novela son hijos legítimos del siglo XXI
En el lenguaje de la música sinfónica ,el arte de la fuga da lugar a una paradoja: se trata de una pieza que avanza todo el tiempo volviendo sobre sí misma. Son las variaciones sobre una nota o un tono preestablecidos los que marcan un salto adelante en el que la pieza se enfrenta consigo misma, como en un infinito juego de espejos.
Quizá sin ser consciente de ello, el narrador de Mi unicornio azul, la novela de Rigoberto Gil Montoya, ganadora del premio de La universidad de Antioquia en su edición 2014 apela al arte de la fuga como soporte narrativo.
Vistas las cosas de esa manera, no resulta casual que el título de la obra haya sido tomado de una canción homónima del cantor cubano Silvio Rodríguez, que en su momento operó a modo de banda sonora de las utopías políticas de varias generaciones de latinoamericanos entre las décadas de 1970 y 1990. “Mi unicornio azul ayer se me perdió”, reza uno de los versos.
Muy pronto descubrimos que el unicornio azul es el nombre de la utopía.
En la novela el punto de fuga, vale decir, la pieza narrativa es un campus que puede ser el de cualquier universidad latinoamericana, desde México hasta la Argentina.
Como muchos lo han advertido, el campus funciona como síntesis de la sociedad toda, con su entrelazamiento de contradicciones, expectativas, ideologías y deseos de los grupos y los individuos.
Foto extraída de: Literariedad
Desde ese foco se tejen y destejen los destinos de los protagonistas de Mi unicornio azul. Un día cualquiera la rutina se ve sacudida por la protesta de grupos de estudiantes y profesores hermanados por la furia y por una antología de consignas que en su constante repetición condensan su visión del mundo.
Hasta allí el episodio puede alimentar una buena crónica acerca de una jornada de protesta estudiantil: el amasijo de jóvenes que esgrimen pancartas, entonan cánticos, recitan frases transmitidas de una generación a otra de inconformes y de vez en cuando enarbolan como estandarte un cigarrillo de marihuana o hacen explotar algún artefacto, es portador de un colorido que hace atractivo por sí solo el relato.
Hasta que uno descorre la primera cortina y descubre que muchos destinos en desbandada se entrecruzan una y otra vez, dejando ver un tapiz cuyas puntadas nos hablan de muchas vidas que escapan antes de que alguien pueda aprehenderlas.
Uno de esos puntos responde al nombre de Juliana. Es una incendiaria y atractiva muchacha que va por el campus como por el mundo. Sus consignas y reclamos no difieren mucho de los de sus padres, salvo que ella es joven y, a diferencia de quienes la precedieron, desconoce el rostro de la derrota. Viéndola fugarse de su propio centro resulta inevitable evocar los versos iniciales del poeta catalán Jaime Gil de Biedma:
“Como todos los jóvenes/ yo vine a llevarme la vida por delante”, escribió el español en un poema titulado Que la vida iba en serio.
Los protagonistas de Mi Unicornio azulestán todos convencidos de que la vida, empezando por su ruidosa protesta, va en serio. Como todos los creyentes, carecen de la saludable dosis de sentido del humor necesaria para tomar distancia de los acontecimientos y acceder por ese camino a la percepción de su talante absurdo.
Fotografía extraída de: Lapatria.
Por fortuna para la novela y sus lectores al narrador le sobra sentido del humor que les falta a los otros. Y lo posee porque se sabe derrotado de antemano. Esa condición, bien lo sabemos, es patrimonio exclusivo de los lúcidos.
Asediado desde todos los costados por los peligros que acechan entre el lenguaje cifrado de los sistemas y las computadoras, el narrador tiene su propio punto de fuga: el cuerpo de Juliana. Lo desea y asedia con la vehemencia de quien sospecha que no hay redención posible más allá de la piel. Imagina y sueña. Imagina y sueña esas humedades que se evaporan en medio del estrépito de una jornada que todos quisieran heroica pero no va más allá de la puesta en escena, cuando no de la impostura de quienes son demasiado cínicos para creer en la validez de lo que hacen.
Un par de décadas atrás todavía podía hablarse de historias de amor enlazadas con las luchas políticas. Vuelve a la memoria la trama de Años de fuga, uno novela que en su momento significó el ajuste de cuentas del escritor Plinio Apuleyo Mendoza con sus propias ilusiones perdidas y con ellas todas las de su generación.
Pero los protagonistas de esta novela son hijos legítimos del siglo XXI y por eso solo persiguen sus propios deseos, una fantasmagoría todavía más inalcanzable que las de años anteriores, pues se desvanece con solo pensarla.
Escuchándolos hablar en esa suerte de coro armado con las secreciones del propio malestar uno entiende porque escapan todo el tiempo: si llegaran a encontrarse con algo concreto… digamos la realidad efímera y consistente a la vez de una revolución, retrocederían despavoridos.
Después de todo, la historia les ha probado con creces que no hay posibilidad más terrible para quien se alimenta de utopías que encontrarse con una revolución entre las manos.
Fotografía extraída de: Las2orillas
Mientras escapa de su perseguidor, Juliana ensaya el viejo mantra de la las frases hechas, siempre tranquilizador porque parece aprisionar la incierta realidad en un manojo de palabras. No por casualidad los militantes las recitan y repiten con el mismo fervor de quien eleva una plegaria a sus dioses olvidados.
Para curarse de sus terrores Juliana corre hacia el cuerpo y las conjeturas disfrazadas de certezas de su profesor, un viejo zorro de la seducción enamorado de sus propias artes, ya que no de las muchachas que se cruzan en su camino. Si no puede creer en las ideas políticas o en las teorías de la ciencia, mucho menos puede creer en el amor, al fin y al cabo la idea más descabellada de todas.
Como sucede con todas las fugas, las urdidas por el narrador de Mi unicornio azulpueden no tener fin. Para resolverlas nos queda un atajo: interpretarlas como un ajuste de cuentas del escritor- Ya que no del narrador- con su propia generación.
Es así como van sucumbiendo a la lluvia ácida del lenguaje y la ironía los integrantes de cuantas sectas han surcado los caminos del mundo en el último siglo: comunistas, fascistas, feministas, ambientalistas, grupos nueva era, gnósticos, creyentes en la reencarnación, metaleros, emos, punkeros, sindicalistas y una cohorte más numerosa que las legiones infernales del Antiguo y Nuevo Testamento.
Extraviados en una época que, igual que todas, carece de rumbo, se aferran a las ideas fijas como quien encuentra un madero en medio de un naufragio, para descubrir un instante después que el leño no puede con el peso de tanta desesperación.
En una súbita variante de las leyes de la fuga musical, los protagonistas de la novela de Rigoberto Gil emprenden entonces la huida hacia abajo, es decir hacia las profundidades abisales.
Fotografía extraída de: Betacdn.
En este caso están encarnadas en la exasperación sexual de unos personajes que se buscan con una avidez alimentada de una desazón que es política, porque se sabe portadora de mensajes que de ser acogidos solo podrán conducir a desastres mayores y a la vez existencial porque intuye que tras las urgencias del cuerpo alienta el animal nunca saciado de la decepción.
Hace cosa de tres décadas, un desesperado escribió la siguiente frase en una de esas tabernas vanguardistas a las que acudían los revolucionarios de entonces en busca de un cuerpo para apaciguar los propios terrores mientras al fondo sonaban canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés :
“Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución. Y cuanto más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor”.
Desconocedores de los efectos afrodisíacos de las luchas políticas, y todavía más ignorantes acerca de los poderes incendiarios de las secreciones sexuales, el narrador y los protagonistas de Mi unicornio azulvan, igual que nosotros, en una eterna y errática fuga que, si contamos con suerte, nos recompensará con la imagen del propio rostro estropeado por tanta ilusión fallida, reflejada en el fondo de un espejo hecho tan solo de palabras.
La historia de cómo el alemán Daniel Cohn Bendit se convirtió en el líder de la revuelta, sus memorables enfrentamientos verbales con las autoridades universitarias y la primera batalla en el Barrio Latino de París. Primera nota de una serie sobre el evento que dio inicio a una transformación cultural que aún nos influencia medio siglo más tarde.
Texto tomado de InfoBae
Por: Gustavo Sierra
El Mayo Francés comenzó un año antes en la universidad de Nanterre como una lucha de los estudiantes por su libertad sexual. Una generación que ya había olvidado la guerra y que se había criado arropada por el Estado de Bienestar europeo exigía cambios a esa sociedad aún gobernada por el general Charles de Gaulle, el héroe de la II Guerra que ellos no habían escuchado en sus históricos mensajes de la resistencia contra la invasión nazi y que veían ya como un anacronismo. Esa sociedad demasiado estructurada, anquilosada, no los contenía. Querían cambios y rápido. Estaban a la búsqueda de una causa y la encontraron los estudiantes de la universidad de Nanterre que demandaban entrar en los dormitorios de sus compañeras.
Alegaban que no los dejaban ser libres sexualmente. “Une histoire de cul!”, decían los gaullistas en forma despectiva. Sí, fue el sexo, como muchas otras veces en la Historia, lo que desencadenó la revuelta más importante que vivió Francia desde la Revolución de 1789 y la Comuna de 1871. Los “soixante-huitards” querían la libertad a toda costa y la consiguieron luchando en las calles empedradas de París ese mayo de hace 50 años.
La primera escaramuza se produjo el 21 de marzo de 1967 en Nanterre, la universidad creada cuatro años antes por el gobierno del primer ministro Georges Pompidou para descentralizar la célebre Sorbona. Ese día, un grupo de estudiantes decidió invadir el pabellón de las chicas “a fin de intercambiar fluidos corporales”. Ellas no se indignaron. Todo lo contrario.Colgaron corpiños en las ventanas para provocar a sus compañeros.
En la Francia pacata y autoritaria del general De Gaulle, las pretensiones de estos jóvenes cansados de prejuicios fue interpretada como una osadía inaudita. Para los contestatarios, la decisión de “vivir sin tiempos muertos y gozar sin límites” se había transformado en un objetivo. “Tomo mis deseos por realidades, porque creo en la realidad de mis deseos”, decía una de sus primeras consignas.
Los estudiantes rebeldes de la izquierda, desde los socialistas hasta los anarquistas, leían a pensadores como Wilhelm Reich, Herbert Marcuse, Raoul Veinagem, Guy Debord, Gilles Deleuze y Pierre Bourdieu. Fueron ellos los que dieron el argumento intelectual a la necesidad de mayores libertades que buscaban los jóvenes franceses y del resto del mundo. Durante ese ciclo lectivo 67-68 se sucedieron las manifestaciones y los conflictos en varias universidades francesas y europeas, desde Berlín hasta Lyon.
Fotografía extraída de: Libertaegiustizia.it
El 8 de enero del 68, Daniel Cohn Bendit, bautizado por la prensa como “Dany el Rojo” y uno de los líderes más importante de las revueltas, encabezó su primera protesta. Ese día se realizó en Nanterre la inauguración de una piscina olímpica y allí estaba el ministro de la Juventud y los Deportes, François Missoffe. Cohn Bendit lo interpeló delante de todos acerca de un informe que había elaborado su ministerio sobre la “problemática” de la juventud francesa donde no había ninguna mención sobre la sexualidad.
– Missoffe: Con la pinta que usted tiene, seguramente sabe mucho del tema. ¿Por qué no se tira a la pileta y así se saca la calentura? – Cohn Bendit: Monsieur le Ministre, ahora ya tenemos una respuesta, una respuesta digna del ministro de la Juventud de Hitler.
El hecho produjo un revuelo enorme en la universidad y Cohn Bendit se transformó en un “héroe” de los estudiantes. El rector lo amenazó con la expulsión y sacó a relucir que Dany el Rojo tenía ciudadanía alemana. En realidad había nacido en territorio francés de padres refugiados alemanes aunque no tenía la nacionalidad francesa. Había vivido “a caballo” entre Berlín Occidental y París y estaba muy influenciado por su hermano Gabriel, que era un militante anarquista. Pero, por sobre todo, tenía una personalidad totalmente extrovertida –los otros estudiantes lo tildaban directamente de “caradura”- y era un gran orador.
En tanto, la efervescencia social ya se sentía en las calles de París. Durante una manifestación organizada por el Comité Vietnam Nacional (CVN) apoyando “al pueblo vietnamita contra el imperialismo americano”, un grupo de anarquistas y maoístas de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) se desconectó de la marcha y comenzó a apedrear y lanzar bombas molotov contra la sede de American Express en la zona de la Opera.
La policía respondió con la contundencia habitual hasta ese momento. En protesta contra la detención de sus compañeros y la violencia policial, 142 estudiantes ocuparon dos plantas del edificio administrativo de la facultad de Nanterre, redactaron un manifiesto y crearon el CREPS, Centre d’études et de recherches politiques et sociales (Centro de Estudios e Investigación Política y Social). Se convirtieron en el “Movimiento 22 de marzo”que comenzó a organizar a los estudiantes y lideró las revueltas de mayo.
Fotografía extraída de: Revoltlib
A lo largo del mes de abril, hubo asambleas prácticamente todos los días y las clases se interrumpían. El rector de la universidad, Pierre Grappin, decidió finalmente sancionar a ocho estudiantes, entre los que se contaba, por supuesto, Dany el Rojo. Para juzgar a los “vándalos”, la universidad reunió un consejo de disciplina que interrogó a Cohn Bendit.
-¿Estaba usted en la facultad el 22 de marzo?, preguntó el presidente del tribunal. -No, contestó Dany el Rojo. -¿Y dónde estaba? -En mi casa. -¿Y qué hacía en su casa a las tres de la tarde? -Hacía el amor, señor presidente. Algo que seguramente a usted jamás le ocurrió.
El juicio terminó en la nada. Después de largas deliberaciones, el Consejo de la facultad decidió permitir a los estudiantes que se reunieran en el anfiteatro de la universidad ya rebautizado por con el nombre de Che Guevara. A partir de ese momento, “el movimiento de los iracundos” creció desbordando a todas las organizaciones tradicionales. Ninguna estructura existente hasta ese momento había permitido expresar el alto grado de politización de buena parte del estudiantado.
Durante una asamblea, Cohn Bendit proclamó: “Rechazamos ser los futuros dirigentes de la explotación capitalista”.
Las tomas de los estudiantes se trasladaron a otras universidades en el interior del país: Toulouse, Marsella, Estrasburgo, Caen. También en la Sorbonne, la más importante, se pusieron en práctica poco a poco las nuevas formas de organización. El 11 de abril, un extremista de derecha atentó contra la vida de uno de los líderes de los estudiantes alemanes, Rudi Dutschke. El 19 se organizó una marcha solidaria en París que juntó a más de 5.000 estudiantes en el Barrio Latino. Dos días más tarde, un comando del grupo fascista Occident, que reivindicaba la posición de Vietnam del Sur y se enfrentaba a los sectores de izquierda, atacó a un grupo de estudiantes que realizaban una asamblea en un anexo de la Sorbona. Hubo varios heridos.
Fotografía extraída de: Estaticos.elperiodico.
Hacia fines de abril las autoridades universitarias, ante el temor de que no se pudieran desarrollar libremente los exámenes de fin de año —el año lectivo termina en junio en Francia—, decidieron “eliminar a los agitadores”. El 28 de abril Cohn Bendit fue arrestado. Lo interrogaron por varias horas y allanaron su casa. Por la noche fue liberado pero le iniciaron un proceso legal. Lo acusaron de haber publicado la receta para hacer un “coctel Molotov” en una revista que editaba el Movimiento 22 de marzo.
Los estudiantes respondieron con una provocación a la policía. Imprimieron lo que fue uno de los primeros y memorables posters del Mayo Francés que reproducía la misma fórmula para fabricar las bombas incendiarias que había aparecido en la revista y lo pegaron en todo el barrio Latino. Al día siguiente, un grupo del “servicio de orden” de la maoísta UJCML, la Unión de la Juventud Comunista Marxista-Leninista, junto a activistas de los Comités Vietnam de Base desmantelaron una exposición de fotos organizada en apoyo al gobierno de Vietnam del Sur.
Los grupos de choque de Occident anunciaron, entonces, una semana de represalias por lo sucedido. “La policía tendrá un gran trabajo para recoger los cadáveres marxistas”, dijeron en un comunicado. Veinticuatro horas después atacaron un anexo de la Sorbona donde se estaba realizando una asamblea de la UNEF para elegir un nuevo presidente. Terminó con heridos de los dos bandos.
En ese clima, los militantes del “22 de marzo” realizaron varias asambleas para escuchar las diferentes posiciones. A una de ellas asistió Pierre Juquin, un miembro destacado del Comité Central del Partido Comunista Francés (PCF). Cuando le tocó el turno lanzó una diatriba en contra de los estudiantes. “Los agitadores, hijos de papá, impiden a los hijos de los trabajadores hacer sus exámenes”, gritó Juquin y tuvo que salir corriendo porque los maoístas de la UJCML lo amenazaban con palos. Con su posición, el PCF, que temía una ofensiva de la extrema izquierda, quedaba marginado en el ámbito estudiantil.
El decano de Nanterre también se equivocó ese día. Tomó una medida fatal para sus intereses, los del resto de la comunidad educativa y del gobierno. Decidió cerrar Nanterre y los estudiantes llevaron toda su organización a la hermana universidad de la Sorbona. El conflicto se trasladaba al corazón de París.
Fotografía extraída de: Cdn.20m.
El Primero de Mayo se realizó la tradicional marcha por el Día del Trabajo convocada por la CGT y el Partido Comunista. Miles de trabajadores desfilaron y se concentraron en la Bastille. Los trotskistas, maoístas y anarquistas quisieron entrar con sus columnas pero los “servicios del orden” de la CGT los repelieron a golpes de puños y de palos. Quedaron varios heridos, algo bastante habitual en este tipo de “celebraciones” en esa época. A la mañana siguiente, el primer ministro George Pompidou viajó a Irán y Afganistán sin tener la menor idea de lo que se estaba cocinando en las calles de París.
Y los estudiantes de Nanterre convocaron su primera asamblea en la Sorbona. Allí estudiaba casi un cuarto del total de universitarios del país y registraba un alto grado de actividad política. La mayoría de los estudiantes se declaraban de izquierda. Un 75% militaba o en la UNEF, la unión de estudiantes, o en algún “groupuscule” de la extrema izquierda. Los universitarios ya no eran los tradicionales “fils a papa” (nenes de papá) que se habían negado a participar en las revueltas populares de 1830, 1848 o la Comuna de 1871. Estaban dispuestos a cambiar las reglas de juego y luchar a mano limpia por sus derechos.
El jueves 2 de mayo los fascistas de Occident atacaron e incendiaron la oficina de la FGEL (Federatión des Groupes d’Etudes de Lettres), dentro de la universidad. Tres compañías de bomberos fueron necesarias para apagar el fuego. La UNEF llamó de inmediato a unirse, al día siguiente, a la asamblea de sus compañeros de Nanterre para repudiar “el terror fascista y la represión policial”. En el mediodía del viernes 3 de mayo cientos de estudiantes se concentraron en el patio de la universidad sobre la rue Saint-Jacques. A dos cuadras, en el boulevard Saint-Michel, en una contra-manifestación se encontraban varias decenas de militantes de Occident que gritaban “Vietcong assassins, bolshies a Peking” (norvietnamitas asesinos, bolcheviques a Beijing) y exigían “la limpieza de la Sorbona”.
Cuando apareció la policía, uno de los fascistas lanzó una bomba de humo contra los uniformados y comenzaron las corridas. El periódico Minute, que editaba Occident, había llamado a combatir “a Cohn-Bendit y sus colegas que quieren destruir la Civilización Occidental” y a defender las calles de los “chienlit” (mierda en la cama, una expresión para definir el desorden) y Enragés (los enojados).
En tanto, los estudiantes que estaban en asamblea dentro de la Sorbona y militantes de las diferentes organizaciones de izquierda se prepararon para un nuevo ataque de Occident y comenzaron a armar barricadas. El rector Jean Roche pidió que actuaran “las fuerzas del orden”. Los comandos de la CRS (fuerza especial de choque de la policía nacional) acordonaron el lugar dejando atrapados dentro del campus a unos 300 estudiantes y comenzaron los arrestos. Entre los que se llevó la policía estaban Cohn-Bendit, Jacques Sauvageot, el vicepresidente a cargo de la unión de estudiantes y Alain Geismar, de la federación que englobaba a los profesores más jóvenes. Los tres serían los líderes máximos de las revueltas que se sucederían en los próximos días. Pero los carros policiales no pudieron salir con los presos.
Fotografía extraída de: Diazvillanueva
A los gritos de “libère nos camarades” y “CRS est SS” (son iguales a las SS nazis), las chicas, que por machismo la policía había dejado libres, se pararon frente al autobús policial que llevaba a los detenidos. Los testigos dicen que en ese momento se sumaron varios vecinos del Quartier Latin (Barrio Latino) que no podían creer la violencia con la que actuaba la policía. Los parisinos se mostraron divididos entre los que defendían la posición de los estudiantes y estaban asombrados por la intervención policial dentro de la universidad y los que creían que todo esto era “nanterrorisme”, en un juego de palabras entre terrorismo y Nanterre.
Con la caída del sol todo se desmadró. Cientos de estudiantes salieron a las calles comenzaron a arrojar lo que tenían a mano contra la policía que respondió con gases lacrimógenos. Volaban por todo el Barrio Latino los adoquines que se convertirían en el símbolo de la revuelta. Se sumaron los estudiantes secundarios de los lycées (liceos) de la zona. Cientos de chicos se volcaron a los bulevares para enfrentar a los uniformados Los enfrentamientos se sucedieron hasta entrada la medianoche.
La policía terminó arrestando a 544 jóvenes. Treinta de ellos fueron trasladados a una dependencia de la Police Judiciaire acusados de haber arrojado molotovs y estar en posesión de armas (los estudiantes sólo tenían palos y cascos para protegerse). El informe oficial decía que también resultaron heridos 84 policías aunque sólo cinco fueron hospitalizados.Trece vehículos policiales fueron vandalizados. Los diarios del sábado hablaban de “la noche roja” del Quartier Latin.
Había comenzado el levantamiento que marcaría una época. La revuelta que terminaría en un fracaso político y en un enorme triunfo en el ámbito cultural. Un acontecimiento que, medio siglo más tarde, nos sigue influenciando a nivel global.
*Sierra es autor de “El 68, el año que marcó a fuego la Argentina y el mundo durante los siguientes 50 años” (Planeta)
Entérate cuáles fueron los acontecimientos históricos que dieron lugar a la celebración del Día del Estudiante en Colombia, los días 8 y 9 de junio
Texto tomado de: Universia Colombia
Una bala oficial gatillada en la manifestación contra la corrupción gubernamental en 1929, acabó con la vida de un estudiante. En el marco de la conmemoración de este acontecimiento, un 8 de junio pero del año 1954, la policía mató a otro estudiante. Esto provocó que al día siguiente, el 9 de junio de 1954, otros estudiantes decidieran movilizarse, lo que derivó en una mascare estudiantil causada por fuerzas armadas. Estas tragedias sucedidas en un intervalo de 25 años, cambiarían la historia del país y darían lugar a la conmemoración del Día del Estudiante en Colombia. Pero, en especial, serían fechas de reflexión y valorización de los derechos humanos.
El primer mártir estudiantil de la historia colombiana
En 1929 el altamente cuestionado presidente, Miguel Abadía Méndez, cayó en crisis tras 40 años al poder y luego de que bajo su mandato, en el año 1928, ocurriera la matanza histórica a la población obrera perteneciente a la zona bananera, que se encontraba en huelga. En este contexto, se desplegaban grandes movilizaciones que pedían un alto al gobierno de turno.
El 7 de junio de ese mismo año, una marcha bogotana donde participaron cerca de 40 mil personas, entre ellos estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, fue interceptada por una balacera propinada por el Batallón Guardia Presidencial, que acabó con la vida de Gonzalo Bravo Pérez, un estudiante de cuarto año de Derecho de esta universidad.
Foto extraída de: Calendario-Colombia
Miles de personas asistieron al entierro de Bravo al día siguiente, quien sería recordado como el primer mártir estudiantil colombiano y el símbolo de la unidad civil contra el régimen, que fue derrocado en 1930. El 8 de junio se convirtió entonces, en el Día del Estudiante y cada año se conmemoraba el acontecimiento con jornadas deportivas y recreativas, además de una visita al cementerio central donde yacía el cuerpo de Bravo.
La masacre estudiantil de 1954
Para 1954, Colombia atravesaba nuevamente un golpe de estado instalado el año anterior a manos del militar Gustavo Rojas Pinilla. Aquel 8 de junio -como todos los años- se conmemoraba la tragedia de 1929 en el campus de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, cuando una fuerte represión policial irrumpió en las jornadas. Se ordenó el despeje de los estudiantes, quienes se opusieron fervientemente y como consecuencia del enfrentamiento, la policía ultimó a Uriel Gutiérrez, alumno de medicina y filosofía.
Su muerte provocó una movilización estudiantil masiva -de distintas universidades- hacia el Palacio de San Carlos, el día siguiente, como protesta a la muerte de Gutiérrez. Los pañuelos blancos que agitaban los manifestantes ocuparon más de 20 cuadras. La marcha fue copada por el Batallón Colombia, ex combatientes de la guerra de Corea que se abrió paso entre los estudiantes dejando un saldo de aproximadamente una decena de muertos y varios heridos.
Foto extraída de: Delaurbe.udea
Rojas Pinilla se apresuró a responsabilizar a las “fuerzas oscuras” de lo ocurrido, refiriéndose a un supuesto complot entre comunistas y conservadores que se oponían al gobierno para desacreditarlo. Sin embrago, la falta de medidas ante el hecho, como la investigación prometida que nunca se inició y testimonios cruzados de personas que presenciaron el acontecimiento, acentuaron la desconfianza ciudadana hacia el gobierno que tuvo su fin en 1957.
Muchas voces, un hecho
Existen sutiles variantes en las versiones de los acontecimientos sucedidos entre el 8 y el 9 de junio de 1954. Las manipulaciones políticas de la época que rodean estos eventos, hacen difícil su total esclarecimiento. Incluso la prensa internacional contemporánea de este momento cuenta distintas sucesiones de lo que pasó. No obstante, más allá de las responsabilidades que jamás se adjudicaron ni castigaron, el país sufrió el exterminio de estudiantes que reclamaban su derecho a expresarse y en el intento, perdieron el derecho a la vida en la misma circunstancia que sancionaban.
El 8 y 9 de junio, reúnen tragedias distantes en el tiempo, pero iguales en consecuencia: son días de memoria y reflexión para todos los colombianos que recuerdan el Día del Estudiante como una de sus principales heridas históricas.
El siguiente video publicado por el canal del Patrimonio Fílmico Colombiano muestra un registro de los acontecimientos en el país, en el año 1929, cuando tuvo lugar la muerte del estudiante Gonzalo Bravo Pérez.
Cuando la marcha se aproximó al Palacio Presidencial, la multitud fue reprimida con el funesto resultado de la muerte del estudiante de Derecho de la Universidad Nacional, Gonzalo Bravo Pérez
Texto extraído de: Notiamérica
El 8 de junio de cada año se celebra en Colombia el Día del Estudiante -también llamado Día del Estudiante Caído o Día del Estudiante Revolucionario- en conmemoración del asesinato del joven Gonzalo Bravo Pérez quien, junto a otros alumnos de la Universidad Nacional, alzó la voz para protestar contra los hechos de corrupción de los gobiernos de turno y en exigencia de garantías y libertades para la educación superior en Colombia.
Para entender el día del estudiante en Colombia es necesario mencionar dos sucesos principales.
El primero de ellos se remonta al año de 1929, más exactamente al 7 de junio. Ese día, los estudiantes marcharon por las calles en protesta a la ‘masacre de las bananeras’ y al nombramiento del General Cortés Vargas, responsable de la masacre, como jefe de Policía de la ciudad de Bogotá.
Foto extraída de: Semanariovoz
La ‘masacre de las Bananeras’ fue un exterminio de los trabajadores sindicalizados de la United Fruit Company que se produjo entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga, en el departamento colombiano del Magdalena. El Gobierno del presidente Miguel Abadía Méndez autorizó el envío del Ejército colombiano para poner fin a esta huelga, que acabó con la muerte de numerosos trabajadores.
Cuando la marcha se aproximó al Palacio Presidencial, la multitud fue reprimida con el funesto resultado de la muerte del estudiante de Derecho de la Universidad Nacional, Gonzalo Bravo Pérez, cuando se dirigía al Café Capitolio. En ese momento, Bravo Pérez fue alcanzado por una bala de la guardia presidencial, que impactó en su espalda.
Desde entonces, el 8 de junio se convirtió en una fecha conmemorativa de uno de los mártires del movimiento estudiantil colombiano.
Sepelio de Gonzalo Bravo. Fotografía extraída de: Prensa Universidad
Años más tarde, en 1954, durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, los estudiantes de la Universidad Nacional eligieron esta fecha para realizar una marcha pacífica desde la ciudadela universitaria hasta el Palacio Presidencial.
En la tarde de ese mismo día, en territorios de la Universidad Nacional, fue asesinado por la Policía el alumno de medicina Uriel Gutiérrez. Este hecho conmovió a la comunidad estudiantil de la época, por lo que al día siguiente, el 9 de junio, los estudiantes salieron a protestar por lo ocurrido.
Dicha manifestación fue interrumpida por un batallón colombiano que regresaba de la guerra de Corea. En unas circunstancias nunca esclarecidas, el batallón abrió fuego contra los estudiantes, dejando 11 muertos y más de 50 heridos.
Uriel Gutiérrez. Fotografía extraída de: Semanariovoz
Por ello, el 8 de junio (y en muchas ocasiones también el 9) de cada año, los colombianos homenajean a todos aquellos estudiantes que perdieron la vida defendiendo sus derechos.
y cuando Terence se abalanzó al ataque, ya Pilicarmen tenía el roedor con el cuello ofrecido completamente en su boca.
Amaneció muy temprano en las praderas altas de Norteamérica. El magnífico sol salió alegre salió alegre y afanado, arrinconando la neblina en las montañas; recogiéndola y dándole forma como de cortina. Las gotas frescas de agua de rocío que se posaron en las hojas de las coníferas, hacen que el horizonte brille hermosamente con la imagen onírica de un valle de perlas.
Rafaela, la loba madre, ya está organizando sus cinco lobeznos para la excursión de hoy, que, sin duda, va a ser la más importante de sus vidas. Será la primera clase que tengan los peludos lobeznos frente a las madrigueras. Salen ordenados en fila: Terence, Joe, Hill, Ashley y Pilicarmen, la lobezna más joven. Avanzan animados husmeando todo, mientras Rafaela reprende constantemente a Pilicarmen por perder la línea guía del viaje.
Al llegar a las madrigueras aprenderán una de las enseñanzas más trascendentales de su vida: guardar absoluto silencio en las entradas para no ser detectados por conejos y roedores.
Imagen extraída de: sameQuizy
Rafaela enseña a los lobeznos cómo tensionar las patas traseras, descargando el peso del cuerpo en la cadera y nivelándolo con los hombros, para que en el momento de la emboscada puedan atacar con mayor velocidad y no perder la presa. Drogpá, el padre reproductor, mira cada uno de sus lobeznos, y es Pilicarmen – quien aún se mueve -, la que hace que detenga en ella su faraónica mirada.
Pilicarmen recupera la postura y Drogpá asiente con su hocico. Pasa revista nuevamente, esperando que los cinco lobeznos hayan podido alcanzar el silencio sepulcral que exige el éxito de este aprendizaje.
Todos están en silencio, atentos a escuchar hasta la ondeante caída de una hoja seca. Ashley se distrae un instante y muerde suavemente la oreja de Joe. Drogpá se percata con su mirada periférica de este acto de indisciplina; no reprende a la bella lobezna y mejor solicita a su espíritu que le otorgue una ración adicional de paciencia; sabe que debe permanecer inmóvil con los latidos del corazón disminuidos y la respiración controlada.
Foto extraída de: Nanduti
Entre tanto, en la oscura cueva, dos puntos blancos de luz se mueven presurosos en los ojos de un pequeño roedor que desea salir a disfrutar el sol de la mañana.
Rafaela entiende que Terence está mejor ubicado para el ataque y lo designa con sus pupilas para que vaya adelante en la emboscada. En ese mismo instante un chillido de muerte y un gemido estrepitoso sacudieron el petricor que apenas se sentía en el ambiente; y cuando Terence se abalanzó al ataque, ya Pilicarmen tenía el roedor con el cuello ofrecido completamente en su boca.
Terence, inquieto y decepcionado, regresa a su madre; Rafaela no presta atención a sus lobéznicos lamentos; está atenta mirando a Drogpá, quien le transmite sentir gran complacencia y aprobación con Pilicarmen, pues será, la gran líder que hará prosperar por las frescas praderas a la nueva manada drogpariana.