Maradona y la Copa del Mundo, su mayor logro como futbolista.
No está en la Historia, hizo la Historia. La escribió con una pelota de fútbol adherida a su pie izquierdo. Y cada trazo estremeció de felicidad a un país como la Argentina que vivió por él y con él, acaso las más grandes emociones populares del último medio siglo. En un país de grandes desventuras colectivas, que ha soportado una dictadura sanguinaria, una guerra perdida, hiperinflaciones y crisis económicas recurrentes, entre otros tantos infortunios, Diego Armando Maradona derramó felicidad sobre millones de argentinos.Pocas imágenes entregan una postal tan fuerte de argentinidad como la de Diego alzando la Copa en el Mundial de 1986. Pocas representan tanto lo que quisimos ser y alguna vez fuimos.
Símbolo potente de la argentinidad, sin embargo, Diego también ha sido universal. Una de las celebridades más famosas de todos los tiempos. Y por eso las repercusiones de su deceso han pegado tanto en el mundo. La noticia trepada a los portales informativos más importantes, las imagenes del dolor sincero que reina en las calles de Nápoles, las declaraciones de líderes politicos mundiales y deportistas que compitieron con él y en contra de él, revelan que ha partido un ícono, una personalidad impar, alguien que trascendido su propia condición de futbolista. Y que ha dejado un vacío que tal vez nadie pueda cubrir. Porque Maradona fue único. En todo lo querible y odiable que como ser humano pudo tener.
Mucho antes de que la noticia de su muerte estremeciera al mundo, Diego había logrado en vida, lo que Carlos Gardel, Eva Perón y Ernesto “Che” Guevara consiguieron sólo después de dejar este mundo: ser un mito argentino. Pero el precio que pagó por ello y por ser el más grande futbolista argentino de todos los tiempos y acaso de la historia mundial, fue el más elevado de todos: no poder vivir su propia existencia. O vivir muchas en una sola. O encerrar muchas personas dentro de su propio cuerpo. Quedó dicho ya que Diego fue muy feliz y nos hizo muy felices a todos. Pero también fue muy infeliz y nos hizo muy infelices. Pero nunca tanto como en estas horas amargas en el que las lágrimas de millones de habitantes de este suelo futbolero como pocos, empapan la bandera celeste y blanca que Diego defendió como pocos o como ninguno dentro de las canchas del mundo. Con el número 10 en la espalda y el brazalete de capitán eterno. Y la pelota adherida a su zurda inmortal.
Parece un exceso patriotero y puede que lo sea. Pero como muy pocos, en todo lo bueno y en todo lo malo que tuvo el ajetreo de su vida impar, Diego representa lo mejor y lo peor de ciertas esencias nacionales, potenciado por una fama que lo asfixió desde que en 1976 y con menos de 15 años debutó en la primera de Argentinos Juniors. Dijo de él Eduardo Galeano. “Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero” escribió alguna vez el célebre escritor y periodista uruguayo, amante del gran fútbol que Diego escenificó como muy pocos. O como nadie.
Tal vez esté de más, repasar los hitos de su vida única e irrepetible. Porque la vida de Diego la vivimos todos. Primero en blanco y negro y despues, en colores. Sus éxitos y sus derrotas en el deporte y en la vida, sus grandezas y sus miserias, sus crisis y sus resurrecciones, sus peleas y sus reconciliaciones también fueron un poco nuestras. Diego vivió a la vista del mundo como si las paredes de sus hogares fueran de material transparente. Y llegaron a hacer volar drones por encima de su casa, cuando hace pocos días lo llevaron al barrio privado de Tigre donde dio su último suspiro. Seguramente recordaremos con el tiempo, donde estábamos o que estábamos haciendo en el preciso instante en el que se conoció su muerte.
“Yo era un pibe de Fiorito que jugaba más o menos bien a la pelota. Un día me pegaron un voleo en el traste, me mandaron a la cima del mundo y ahí me dejaron sólo” dijo Diego alguna vez cuando le preguntaron cómo había sido su vida. En el viaje le pasó todo lo bueno y todo lo malo. Tuvo en sus manos la Copa del Mundo en México ’86 y estuvo tres veces al borde de la muerte antes de este desenlace. Conoció el poder del dinero y el de la droga. El sol a pleno de los estadios repletos que vivaban su nombre y la noche oscura del vicio y el pecado. Las mansiones más caras y las frías camas de los hospitales y los neuropsiquiátricos. Los elogios más encendidos de los periodistas y la letra escueta de los partes médicos.
Maradona hizo esperar en una audiencia en pleno Vaticano al papa Juan Pablo II y pasó horas extasiado en La Habana conversando con su adorado Fidel Castro, que también murió un 26 de noviembre pero de hace 4 años. Trató con reyes, presidentes, dictadores, empresarios, narcos y capomafias. Se casó con su novia Claudia Villafañe en una ceremonia principesca en el Luna Park y luego la traicionó de todas las maneras posibles. Negó hijos y después los reconoció. Formó familias y las deshizo. Su increíble magnetismo personal, todo lo que él sólo provocaba con entrar a un estudio de televisión, al despacho de un ejecutivo, a un vestuario o a una cancha, lo salvó muchas veces. También lo condenó. Lo hizo sentir impune, más allá de todo. Hasta el último momento, sólo una ley acató Maradona: la de sus propios deseos. Lo mejor de lo bueno y lo peor de lo malo convivieron dentro de él. Y muchas veces, su familia y sus mejores amigos fueron víctimas de esa pelea que dió hasta su último aliento.
Quedarse con el futbolista genial, único e irrepetible, con el autor de dos de los goles más celebres de la historia, marcados a Inglaterra en el mismo partido del Mundial de México ’86 y con diferencia de diez minutos, con el manipulador de las más grandes emociones populares que la Argentina haya vivido en los últimos 50 años, es hacer un recorte mezquino. Maradona ha logrado ser más grande que el fútbol mismo. Para el escritor mexicano Juan Villoro es “la figura más fabulosa que ha producido el fútbol dentro y fuera de la cancha”. Por eso dolió tanto verlo tambaleante y balbuceante, el día de su 60º cumpleaños, cuando incomprensiblemente fue llevado a la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata para recibir un homenaje a puertas cerradas que terminó siendo una cruel despedida. Quisieron extraerle la última tajada, sacarle el último beneficio a él, que lo había dado todo y acaso ya no tenía más nada para dar.
Cuesta (y costará mucho) escribirlo, decirlo y asumirlo. Pero lo que ha partido de Diego Maradona es su cuerpo y su alma, extinguidos de tanto vivir a su manera. El jugador fenomenal e irrepetible, el capitán de la selección argentina campeona del mundo en México ’86, el mito y la leyenda, el orgullo del pueblo argentino son inmortales. Viven y vivirán en cada imagen suya con la pelota en la zurda, gritando la magia de sus goles y sus jugadas, levantando la Copa del Mundo, Mejorándonos una vida que él ayudó mucho para hacerla más feliz. Aunque haya dejado su propia vida en el intento.
Magda es producto de una sociedad, la de dos mujeres diseñadoras y emprendedoras que crearon el prototipo de una joven latina, conectada con la naturaleza, responsable con su entorno, sensible al arte, y con deseos de transmitir sus mensajes a otras mujeres, y a muchos otros hombres también: sus amigos.
Los amigos de Magda pueden vivir en cualquier parte porque ella es una mujer virtual. Su escenario natural de interacción son las redes sociales, Instagram, Facebook; aunque esta mujer cuyo arraigo principal es su tierra, la región cafetera de Colombia, tiene también una sede física. Allí pueden visitarla sus amigos, para compartir sus propios mensajes e inspiraciones, pues todo lo que concierne a Magda ha sido creado en cooperación.
La participación de muchas personas que aportan sus ideas y, también, la multiplicidad de información y tendencias que Magda pretende reunir, son parte sustancial de lo que ella representa. Magda quiere ser como nosotros, para que, reuniendo bien cada una de nuestras características y mostrándolas a su comunidad, de alguna manera todos podamos volvernos un poco como ella: respetuosa de las tradiciones culturales, conectada con las necesidades de su entorno y vigilante en la salvaguarda del medioambiente, innovadora y creativa, alegre y vital.
Así es Magda, es lo que ella comprende como creación de un personaje femenino que ha hecho suyas muchas de las preocupaciones y deseos de las generaciones más jóvenes, y que quiere contribuir a cambiar ciertas tendencias de comportamiento mediante la acción.
¿Cómo actúa Magda? Pues bien, ella está presente en las piezas (ropa, suvenires, objetos) creadas por dos jóvenes mujeres diseñadoras: Luisa Martínez y Nathaly González.
Si quieres conocer mejor a Magda y a sus dos creadoras, ve al video sobre ellas publicado en el canal de youtube de lacebraquehabla.
Sigue nuestras redes sociales para conocer más historias de nuestra región, de hombres y mujeres emprendedores.
Una librería en la que han dormido más de 30.000 personas, ¿sigue siendo librería? Peor aún cuando esa librería se convierte en referente turístico y atrae millones de visitantes, pero solo decenas de compradores. Es el caso de Shakespeare and Company, independent bookstore -solo vende libros en inglés y traducciones al inglés de autores franceses– del París más turístico, justo frente al Sena, que a causa del reconfinamiento parisino, inundó las redes con pedidos de ayuda en forma de compra de libros por internet.
Ahora tiene esa posibilidad porque su propietaria, Sylvia Whitman, hija de George, el fundador en 1951 de lo que hoy es una institución, aprendió del primer confinamiento que le costó la pérdida del 80% de su volumen de negocio e instaló el sistema de venta virtual. “No vamos a cerrar -aseguró a un periodista del Guardian-, pero hemos agotado nuestros ahorros. Necesitamos un salvavidas”.
El copropietario de la mítica librería parisina Shakespeare and Company, David Delannet (María Díaz Valderrama / EFE)
Una librería con mucha historia
La librería, septuagenaria, es mucho más joven que el edificio que la contiene, alzado en el siglo XVII, para alojar un monasterio, a dos pasos del Sena, por entonces vía de transporte y de negocios y proveedor de pescado para los monjes.
Laicos, pero devotos. En este caso del libro: gran parte de la intelectualidad norteamericana e inglesa pasó por la librería, durmió en sus catres que durante el día se volvían sofá y pagó con esas tres extrañas obligaciones prescriptas por George, a cambio del lecho: leer un libro, ponerlos en orden en los estantes y escribir una autobiografía de una página.
George era un americano inquieto, nacido en la Salem de las brujas, en Massachussetts. Hijo de profesor emigrado a China, buen estudiante en Harvard luego, más tarde soldado, George aprovechó la desmovilización, en París, en 1946, para inscribirse en la Sorbona y estudiar la lengua y la cultura de su nuevo país. Sin renegar las del propio. Al contrario.
Por eso cuando abrió Le Mistral -nombre original de la librería-, estimulado según contaba por su amigo, y poeta, Lawrence Ferlingheti, la especializó en literatura en inglés. Pronto incorporó libros de autor francés, pero traducidos. Y sobre todo, instituyó la tertulia como eje de aquel espacio.
Shakespeare and Co. cerrada por la crisis sanitaria (Francois Mori / AP)
Su hija se llama Sylvia por alusión a otra Sylvia. Y a un juego de nombres. En 1919 Sylvia Beach creó, no muy lejos de allí, en el número 12 de la rue de l’Odéon, la librería Shakespeare and Company, que a la vez funcionaba como biblioteca de préstamos. Y, ya, punto de encuentro de la intelectualidad angloparlante: Hemingway, Elliot, Ezra Pound, Scot Fitzgerald, Gertrude Stein. Entre los franceses asiduos, André Gide, Jules Romains, Paul Valéry. Y un irlandés extraño, muy amigo de Pound, buen lector aunque con poca vista: James Joyce.
La librería llevaba solo tres años cuando Beach protagoniza la tal vez mayor revolución literaria del siglo: publica Ulises, el libro de aquel irlandés, que nadie osaba imprimir. Seguramente el libro más célebre del siglo XX. Y el menos leído, por cierto.
Un primer cierre durante la ocupación
La librería cierra en 1941, cuando los alemanes ocupan París. Beach contará todo en sus memorias, tituladas naturalmente Shakespeare and Company. El libro, publicado en 1959, tres años antes de que la autora muriera en París, terminaba con la liberación de la capital, hazaña de republicanos españoles que de Gaulle atribuyó a los franceses para levantarles la moral.
Esa liberación marcó también su regreso a la ciudad de la por entonces poca luz. Desde 1951 Beach se convirtió en habitual de Le Mistral y en amiga de Whitman, a quien picaba para que rebautizara la librería. La ocasión se presentó en 1964: para conmemorar los cuatro siglos del nacimiento del autor de Hamlet, Whitman accedió a modificar la enseña.
Listado de escritores y huéspedes
La nómina de habituales de entonces es un who’s who de la literatura en inglés: se cruzaron o alternaron Allen Ginsberg, Gregory Corso, William Burroughs, Anaïs Nin, Richard Wright, William Styron, Henry Miller, William Saroyan, Lawrence Durrell, James Jones o James Baldwin. Y un asiduo americano, pero del sur, Julio Cortázar, no en vano traductor de Poe.
Importantes, también, los tumbleweed como los llamaba George, algo así como planta rodadora, corredora: eran aquellos huéspedes espontáneos, que dormían allí tras la tertulia. Ferlinghetti habría inaugurado la costumbre, por derecho propio. Las autobiografías repiten nombres y apellidos repetidos en los estantes: Alan Sillitoe, Robert Stone, Kate Grenville, Sebastian Barry, Ethan Hawke, Jeet Thayil, Darren Aronofsky, Geoffrey Rush, David Rakoff, Ian Rankin…
Huéspedes y tertulianos, así como sus antecesores, confunden sus nombres en los fondos de los siglos XIX y XX, adornados con ediciones curiosas y modernizados por la obra de autores del siglo XXI, adoptados desde que Sylvia Whitman lanzó los encuentros semanales, con charlas de una hora, gratuitas, y posterior firma de ejemplares. Los videos y podtcast del sitio de la librería muestran a, entre otras y otros, a la gran AM Homes, Zadie Smith, Karl Ove Knausgaard, John Berger, Don DeLillo…
En 2015 nace un café con aromas ingleses
Otros autores significativos – Paul Auster, Will Self, Marjane Satrapi, Jung Chang, Siri Hustvedt, Martin Amis…- participaron del simpático festival literario que tuvo primera edición en 2003, extendido al vecino parque René Viviani-Montebello, antes claustro de la iglesia Saint Julien le Pauvre, cuya misión hospitalaria medieval, asilo de peregrinos, prefiguraba la que dio Whitman a su librería.
También era idea suya la de abrir un Café. Y la de que su especialidad fuera la comida macrobiótica que desde finales de los 1960 echó raíces entre la intelectualidad parisina. En 2015 Sylvia hizo realidad aquel deseo: un pequeño café, unas mesas en terraza con vistas a Notre Dame, té de Postcard Teas London, especialidades preferentemente vegetales -ensaladas, bagels, veggie stew…- de Bob’s Bake Shop. Y por supuesto, la tarta de limón de George.
La librería Shakespeare and Co antes del confinamiento (MATTES Ren� / AFP)
Desde que París se convirtiera en primer destino mundial de turismo urbano, el Barrio Latino se transformó en parque temático, museo, con instituciones como esa Shakespeare and Company, obligatorio escenario de selfies. Entre las multitudes consagradas a ponerle decorado a su ombligo se filtraban sin embargo lectores angloparlantes que además de sentarse a leer, en honor a sus mayores, compraban. Ahora, sin turismo y con los parisinos confinados, Sylvia Withman solo puede confiar en internet.
Fue el 19 de febrero de 1980, hace más de cuarenta años. Argentinos Juniors, un modesto equipo de fútbol de una zona popular de Buenos Aires conocida como La Paternal, se enfrentaba a un no menos oscuro onceno con sede en Pereira, Colombia.
Era uno de esos cuadrangulares amistosos tan frecuentes por esa época al comienzo de temporada en el fútbol profesional colombiano. Por esos días, el América de Cali celebraba su primer título, alcanzado el 19 de diciembre de 1979. Fue el final de una eterna sequía bautizada por sus hinchas como “La maldición de garabato”.
Y entonces acaeció el milagro: un jovencito que ya había hecho de las suyas en Japón con la selección juvenil del flaco Menotti, prefiguró con seis años de anticipación la dimensión exacta de su propia gloria, materializada en el mundial de México 86.
Con el paso de los años, los analistas repetirían cientos de veces que el gol anotado al Deportivo Pereira fue el más bello en la carrera de El Diego. El máximo ícono de la Iglesia Maradoniana.
El mismo que acaba de apagarse, al menos en su dimensión terrenal, después de sesenta años de una vida plagada de leyendas, contradicciones, miserias y grandezas.
Es uno de los grandes recuerdos futboleros de mi vida. Me cuento entre los que asistieron a ese juego que al final terminó empatado 4 a 4 en el tiempo reglamentario. De manera que puedo jurar que presencié el momento de la mayoría de edad de uno de los más grandes futbolistas de la historia.
El mismo que en el partido contra los ingleses en México dio otra muestra de su saludable irreverencia cuando aseguró que el célebre gol irreglamentario lo había anotado con la mano de Dios.
Por fortuna, las miserias del Var todavía no habían sido inventadas para privar al fútbol de su impagable dosis de azar y error.
Pero volvamos a ese 19 de febrero en Pereira. Ese tipo de imágenes vuelven mejor a nuestra memoria cuando apelamos a recuerdos prestados. Es decir, cuando un tercero los narra.
Esta vez se trata del relato de Hugo Horacio Lóndero, el formidable delantero argentino que se quedó a vivir en Colombia y formaba parte del Deportivo Pereira ese día.
Lóndero lo describió así: “Él arrancó similar al gol que hizo en México, como en la mitad de la cancha. Fue eludiendo a los rivales: Farid Perchy, Henry Viáfara se le tiraron encima. Luego vino el paraguayo Alcides Sossa y el último que lo cruzó era “El moño” Muñoz. Cuando llegó, amagó a patear, enganchó y quedó de frente al arco. Cuando le salió el arquero, que era Roberto Vasco, amagó a tirar al segundo palo y se la tocó cortita al primero. Fue un gol espectacular”.
Bueno, el manoseado adjetivo espectacular no le hace justicia a ese momento. Lo de Maradona ese día pertenece a la estirpe de los grandes designios.
De las cosas de Dios.
Como todos los elegidos de los dioses, El Diego fue un hombre controversial. En su momento denunció a la Fifa como lo que es: un cartel mafioso, y lo castigaron expulsándolo del Mundial de Estados Unidos 94. Fue amigo de Fidel Castro, de Hugo Chávez y se hizo tatuar una efigie del Che Guevara, como para expresar que, de haber coincidido en el espacio y en el tiempo, también hubiera sido su compinche.
Al modo de los artistas malditos, supo frecuentar las tinieblas: ni las drogas fuertes, ni los alcoholes, ni el sexo a raudales le fueron ajenos.
Por eso los moralistas lo condenaron siempre. Le enrostraban no haber sido un buen ejemplo para la sociedad. ¿Y quién dijo que los genios tienen la obligación de ser un ejemplo para nadie? ¿Acaso El Diego se postuló alguna vez como ejemplo de auto superación?
Todo lo contrario: cada vez que pudo, subrayó su condición de marginal. De orillero siempre en contravía. Más de un antihéroe del tango y la milonga se hubiera sentido a sus anchas departiendo con él en algún arrabal.
Sólo que, en lugar de un puñal, el hombre obraba prodigios con la pelota. Lo saben los hinchas de Argentinos, de Boca, del Barcelona, del Nápoles y, cómo no, de varias selecciones argentinas.
Cuentan que estuvo a punto de llegar al América de Cali luego de su paso más bien decepcionante por el Barca, pero el Nápoles italiano se atravesó en el negocio y el asunto pudo haber provocado una guerra a muerte entre la Camorra napolitana y el cartel de Cali.
Pero eso daría para otra saga de leyendas.
El poeta colombiano Porfirio Barba Jacob escribió en un rapto de lucidez etílica: “Era una llama al viento y el viento la apagó”.
No sé si el viento del olvido y el desdén puedan apagar la llama que este hombre dejó viva en el corazón de quienes amamos el juego bonito. Creo que no: son legión las cosas bellas que alientan entre la mano de Dios y el corazón de El Diego.
Despedimos el mes de noviembre de este año extraño con diferentes eventos que combinan virtualidad y presencialidad. Todos desde Pereira y la mayoría abiertos al mundo desde las redes sociales y las actividades en vivo.
La hora del cuento del Museo de Arte de Pereira | Sesión con Jean Paul Zapata y su novela gráfica Bencoz | Miércoles 25 de noviembre, 5 pm por el canal de youtube del Museo: museoartepereira
Próxima edición virtual de la Hora del cuento, un espacio de historias, de reflexión y de mucha imaginación. Invitado, el artista plástico e ilustrador Jean Paul Zapata para compartir su novela gráfica ‘Benkoz’, la historia de un bailarín urbano. Los invitamos a conocer esta gran aventura narrada a través del cómic.
Festival de las Artes y las Letras, del 25 al 27 de noviembre | Organiza: Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la universidad Tecnológica de Pereira
“Abismo civilidad” exposición individual de Adrián Estrada Mejía | Del 19 de noviembre al 19 de diciembre de 2020 en el blog de Muro Líquido: muroliquido.blogspot.com
Adrián Estrada Mejía Licenciado en Artes Visuales de la Universidad Tecnológica de Pereira, Tecnólogo en diseño de producto, Ilustrador y profesor. He participado en diversos proyectos de ilustración y muralismo en la ciudad de Medellín; y en diferentes exposiciones de arte e ilustración en Medellín, Pereira, Bogotá y Barcelona.
Las obras de Adrián Estrada al parecer se ubican en la dirección correcta por querer ir hacia adelante con el vértigo de la caída. Por lo tanto, se podría decir que es un arte ferial, un arte de reacción siempre, cuyo propósito consiste en producir aperturas, no sólo para su visión inclinada en ángulos, muchas veces virulentos en niveles de torción políticos, sino compartidos por identidades narrativas homoeróticas como efecto de posicionamiento generacional a partir de la fuerza de ensoñación.
Existe una diferencia fundamental entre un arte ferial y un arte hecho para la feria, pues un arte ferial alude al grito, a ese chillido producido por artistas que viajan en máquinas cuyo fin consiste en procurar a sus usuarios experiencias de inmersión. Como viajeros de sí mismos montados en los rieles de su propia montaña rusa hacia adelante y hacia abajo, pero también hacia adentro, revisan panorámicas, imágenes de exclamación, gritos, señales que por sus efectos traducen el sentimiento de remoción. Un arte hecho para la feria, es solo moda al servicio del capital, cuyo fin consiste en ampliar lanzamientos de más fraudes, más desatinos, más ofertas, más disposición a los públicos de los que el mismo campo cultural pueda absorber.
La diferencia entre ambos mundos se encuentra en la redistribución del alarido y de la selfie, donde, por supuesto, conviene de sobremanera expiar el grito antes que entregarse a la decoración. Aquellos gritos de emoción vertical producidos por nuestra maquinaria de autoproducción artística conocidos por todos como expresión dominable son quizá, lo que más se acerca a lo posmoderno, si entendemos por posmodernidad una época dedicada a reparar heridas abiertas de las intuiciones otrora rotas, pero según las podemos estudiar en la obra de Estrada, surgen a través de dinámicas fuentes de civilidad. Texto completo, escrito por Oscar Salamanca aquí.
Esta sesión es una invitación a dibujar/pintar reflexionando acerca del habitar la ciudad, la técnica es libre y el formato sugerido es A4 o carta. Se propone para las próximas sesiones trabajar sobre esta temática y así reunir dos obras por participante pensando en una publicación del colectivo. Se adjuntan dos textos sugeridos para que sirvan de inspiración.
Los mapas mentales como fuente de información sobre la imagen urbana. Descargar aquí
La Jam de Dibujo está dirigida a artistas, diseñadores o interesados en explorar los temas que cada semana se propone en la Jam.
SOBRE LA JAM DE DIBUJO
“Son sesiones para crear y compartir nuestros procesos y proyectos con el resto de asistentes de forma libre. La intención es aprender e inspirarnos con nuestros compañeros en un ambiente de Taller virtual.
Por eso queremos que vengas a nuestra sesión este viernes, trae los materiales con los que quieras trabajar y si quieres nos cuentas sobre el proyecto en el que estés trabajando.
Urban Sketchers Pereira | Encuentro Av. 30 de agosto frente a Gino Pascalli, el sábado 28 de noviembre a las 2 pm.
Las redes sociales para estar en contacto con Urban Sketchers Pereira son:
“Urban Sketchers Pereira es un grupo muy importante para Pereira, no sólo porque agrupa semanalmente personas que quieren compartir un rato dibujando la ciudad y sus alrededores, sino también por su legado de inventario urbanístico dibujado como forma de preservación de la memoria. Su pasión, disciplina, talento, constancia y compañerismo son algunos puntos para resaltar en el grupo”.
La participación es para todos los que quieran dibujar, no tienen que ser profesionales.
Para el encuentro de este sábado pueden visitar sus redes sociales o llamar a los siguientes números: 304 566 70 44 / 315 726 93 59
ECO, un proyecto colectivo para dibujar las ciudades de Colombia y Ecuador, organizado por grupos de Urban Sketchers de estos dos países | Subir dibujos hasta el 28 de noviembre.
Algunos grupos de USK Colombia en compañía de otros grupos de USK Ecuador, decidieron crear un proyecto llamado ECO, con el fin de dibujar cada una de las ciudades de los grupos participantes. Hace unos se dibujó la ciudad de Cuenca en Ecuador y a partir del 15 de noviembre es el turno de Pereira.
Texto crítico La energía de un posible principio dinámico en la transformación de la cultura se encuentra en el aparato de producción colectivo. Dicha fábrica de civilización opera en la nueva sociedad a través de la fuerza creadora de la ensoñación, la cual articula de por sí la esperanza, el anhelo y el deseo continuo del mundo como lo conocemos hoy… leer más
“Devenir impuro” linograbados del seminario de investigación-creación, Maestría en Estética y Creación U.T.P, hasta el 30 de noviembre | Blog del Jardín de artista de la Universidad Tecnológica de Pereira: jardindeartista.blogspot.com
Exposición Jam de dibujo en el Museo de Arte de Pereira | Termina el 26 de noviembre.
La exposición @jamdedibujo_ hace referencia a un trabajo exploratorio de 17 personas aficionadas, artistas e interesados en el dibujo, quienes han plasmado desde su arte, situaciones, sentimientos y cotidianidades en tiempos de pandemia.
También referencia temas propuestos por artistas invitados nacionales e internacionales que han dado como resultado una muestra muy interesante desde lo íntimo de los hogares de los participantes.
Exposiciones del Museo de Arte de Pereira | Del 30 de octubre del 2020 al 28 de marzo del 2021
‘En este pueblo no hay ladrones’, Exposición colección Museo de Arte de Pereira 1974-2012
Es una adaptación curatorial del cuento corto del colombiano Gabriel García Márquez a través de escenas ilustradas por Saturnino Ramírez a modo de guión gráfico. Por medio de sus composiciones y narrativa visual se le incorpora una selección de obras de la #ColecciónMAP conformando una atmósfera cinematográfica que nos induce a estados emocionales como la ilusión, el desamor, la avaricia, la culpa, la pasión y otras representaciones de la naturaleza humana.
Exposición Indicios de fuga. Graffitti y arte urbano
Exposición colectiva con 22 artistas de la región, exponentes del arte urbano quienes abordan su práctica desde diversas perspectivas que nos hará preguntarnos sobre la paradoja de lo público y lo privado.
Un proyecto del #MAPereira con el apoyo de Khuyay en busca de un espacio de reconocimiento para dilucidar las diferencias, para dialogar y encontrarse alrededor de la creatividad y la libre expresión; un espacio pedagógico-artístico abierto a las posibilidades de la creación en los diferentes medios y formatos, abordando la relación entre lo global-local y lo llamado género urbano.
A la venta: Relatos desde la incertidumbre, un libro de cómic pereirano realizado en colectivo
“Desde diciembre de 2019 un grupo de autores de cómic, habitantes de una ladera de los Andes, decidieron reunirse para escarbar, pensar e inventar relatos dibujando, para concebir historietas intangibles”.
El libro ya salió a la venta y lo puedes adquirir a través del siguiente link, donde encontrarás toda la información sobre el libro (costos y maneras de adquisición): bit.ly/comprarRDI
Relatos desde la incertidumbre, es un libro hecho por un colectivo de autores agrupados bajo el nombre Laboratorio de historietas intangibles, quienes publican bajo la editorial CAPIBARA (libros dibujados): Valentina López, Melissa Agudelo, Valentina Gallego, Yennifer G. Ballesteros, Valentina Aguirre, Gabriela López, Sergio Palacio, Jacques Duflos, Mirto Caballero, Daniela Cano, Andrés Matayana, Nelson Zuluaga son los artistas quienes junto al editor Ricardo Rodríguez se lanzaron a la aventura de crear relatos dibujados desde finales del año pasado.
Un equipo de lingüistas relevó las frases más comunes que utilizan las personas que ejercen vioencia de género en distintas partes del mundo. “Sos mía, de nadie más“, “si no estás conmigo, no estás con nadie“, “calladita te ves más bonita“, “acá se hace lo que dijo yo“, son algunas de las expresiones machistas más utilizadas en todo el mundo.
El análisis fue elaborado por especialistas de la aplicación para el aprendizaje de idiomas Babbel, en coincidencia con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemorará el 25 de noviembre.
“Si consideramos que el lenguaje es el filtro principal a través del cual percibimos el mundo, es evidente que afecta a la forma en que nos relacionamos y hacemos juicios sobre los demás”, explicó la doctora en lingüística Rita Santoyo Venegas.
La experta del departamento de Didáctica de Babbel señaló que “la palabra tiene un gran poder, y lamentablemente hay muchas expresiones cotidianas que confirman el sesgo subconsciente de que los hombres son intelectual, física y moralmente superiores a las mujeres, y erosionando su libertad y autoconfianza”.
En la Argentina y el resto del mundo, el análisis de cómo los hombres violentos hablan a sus parejas demuestra muchas similitudes, aseguró el equipo de lingüistas. Se ejerce una violencia psicológica haciéndose pasar por expresiones de amor o halagos, “cuando en realidad revelan la intención de tener control sobre la otra persona“. Aquellos discursos quedan ejemplificados en los siguientes casos: “sos mía, de nadie más”; “si no estás conmigo, no estás con nadie” o “calladita te ves más bonita”.
Los especialistas remarcaron, además, las palabras que “degradan la autoestima de la mujer o le impiden creer que puede valerse por sí misma“. “Las mujeres atrapadas en una relación abusiva encuentran dificultad en liberarse porque el abusador las humilla y las rebaja hasta aniquilar la fuerza y la autoestima necesarias para salir de la relación”, indicaron, y marcaron como ejemplo las frases “callate, a nadie le interesa lo que tenés para decir“, “nadie te va a creer”, “acá se hace lo que digo yo”, “yo te voy a cuidar” y “con ese carácter, nadie te va a aguantar.”
Como ejemplo en otros países citaron: “Sei pazza, non è mai successo, ti inventi tutto” (“Estás loca, nunca pasó, te inventas todo” – Italia) y “women say ‘no’ when they mean ‘yes'” (“Las mujeres dicen ‘No”, cuando en realidad quieren decir ‘Si´” – Países de habla inglesa).
También expresiones que ubican a la víctima como la responsable del maltrato, en cuyos casos la responsabilidad por la violencia sufrida radica en la víctima, absolviendo al agresor: “mirá cómo me ponés”, “vos te lo buscaste” o “se lo buscó por andar vestida así”. Al respecto, en otros idiomas utilizan “mulher tem de se dar ao respeito.” (“una mujer debe inspirar respeto” – portugués), o “Passer sous le bureau” (“ven debajo del escritorio” – asociado al acoso sexual en el trabajo – Francia).
Por último, añadieron que el miedo a morir o para proteger a sus seres queridos, son algunos de los motivos por los cuales muchas mujeres permanecen en situaciones de maltrato o evitan denunciar a sus agresores. Dentro de este tópico se hallan frases como “no voy a permitir que estés con otra persona”, “si me dejás, me mato” o “si lo contás, te mato”.
A modo de conclusión, la doctora Santoyo Vanegas indicó que “la violencia empieza en las palabras. Es tiempo de dirigir nuestra atención hacia el discurso que refuerza muchas veces los prejuicios de una sociedad patriarcal. Expresiones como las manifestadas son los primeros signos que determinan una relación abusiva y deben encender una luz de alerta en las personas para prevenir hechos más graves”.
Con el objetivo de reducir la violencia generando conciencia lingüística, la App invita a todas las mujeres del mundo a difundir en redes sociales las frases que hayan escuchado en primera persona por su condición de género a través del hashtag #LaViolenciaEmpiezaEnLasPalabras.
Compartimos una entrada de la empresa Alegra.com, un negocio que opera desde Medellín y se encuentra presente en diferentes países de manera virtual, ellos nos compartirán información acerca del trabajo remoto, un tema del que tienen mucha experiencia por su naturaleza operativa. Esta es la segunda entrada de 3 relacionada con las metodologías ágiles, idóneas para el trabajo desde casa.
En Alegra ponemos en práctica tres grandes metodologías de trabajo remoto: Scrum, OKRs y reuniones 1 a 1. Cada una de ellas nos ayuda a llegar a nuestros objetivos, hacer que nuestro equipo sea más eficiente y logre cumplir con todas sus tareas.
La semana pasada te hablamos de Scrum, hoy vamos a hablarte de las reuniones 1 a 1:
Reuniones 1a1
La Reunión 1a1 es la herramienta más poderosa para desarrollar, liderar y entrenar a equipos de trabajo.
Son espacios de conversación informal entre un miembro del equipo y su líder para hablar de sus retos, desempeño y expectativas de cada uno y construir una relación sincera con bastante comunicación. Es una metodología muy sencilla que tiene muchas ventajas, algunas de ellas son:
Conocer más el equipo de trabajo.
Ofrecer y dar apoyo como Líder.
Alinear expectativas del equipo.
Construir una relación basada en la confianza y comunicación clara y honesta.
Oportunidad de brindar retroalimentación efectiva en tiempo real.
Apoya la motivación y al desarrollo profesional individual.
Crecimiento y empoderamiento del equipo de trabajo.
Identificar ideas nuevas y creativas para el equipo.
Aunque es una metodología muy sencilla se debe tomar en serio. Por tal motivo cada líder y miembro del equipo debe hacer seguimiento y preparar las reuniones con anticipación una cada mes. A continuación un paso a paso para que estas reuniones sean muy exitosas:
Preparar la reunión, agendarla y mencionar los temas a tratar.
Se puede llevar a cabo en un café, caminando por el parque o en un almuerzo. En el caso de ser un equipo remoto es ideal tener la cámara prendida, pedir un domicilio de pizza o tomar un café frente al computador.
Tanto el líder como el miembro del equipo deben llegar con expectativas de su rol y de su equipo, fortalezas y oportunidades de mejora.
Ser franco, poner sobre la mesa todo lo que sea necesario conversar. Una situación en particular, una entrega, una conversación, un mal entendido con otro miembro del equipo, entre otros.
Romper el hielo preguntándole sobre su familia, sus hobbies, su fin de semana.
Compartir anécdotas personales mostrando empatía y apertura para la reunión.
Escuchar y luego hablar.
Preguntar sobre su motivación en el rol y en la empresa.
Establecer acuerdos que permitan avanzar en la interacción de cada parte y en el logro de las metas propuestas.
Hacer preguntas que den valor a la conversación y a la relación.
Al finalizar la reunión, agendar la siguiente.
Estas son algunas de las preguntas que usamos en nuestra reuniones 1 a 1 en Alegra:
¿Cómo te sientes acerca de tus objetivos y funciones?
¿Cuál fue el reto más importante para ti este último mes?
¿Qué quisieras implementar de lo aprendido recientemente de tu formación interna?
¿Cuáles consideras que son tus fortalezas y oportunidades de mejora?
¿Qué podrías hacer mejor en tu cargo?
¿Qué puedo hacer para mejorar tu vida profesional?
¿Cómo podríamos mejorar cómo equipo?
¿Cómo podría ser un mejor líder para ti?
¿Qué te gustaría aprender?
¿Cómo te proyectas en 1 año?
¿Del 1 al 10 qué tan satisfecho te sientes en tu trabajo?
¿Cuáles son las cosas que has hecho en el trabajo y que te hacen sentir más orgulloso/orgullosa?
¿Hay algo que podamos hacer para invertir más en tu crecimiento?
¿A qué actividad diaria quisieras dedicarle más / menos tiempo?
Visto esto, solo nos queda preguntarte ¿estás listo para implementar algunas de las dos metodologías de trabajo remoto compartidas hasta ahora? Ten presente que todas son distintas pero bastantes útiles, puedes lograr que tu empresa alcance sus objetivos, que tus empleados se sientan a gusto y que incluso tus equipos sean más productivos. Ponlas en práctica y cuéntanos qué cambios comienzas a ver.
Sigue el rescate de ensayos académicos. Alguna gracia tienen. Aquí llego al extremo de usar palabrotas como “falologocéntrico”.
Si quisiéramos definir en una sola palabra la obra del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, quizá la más apropiada sería Inconformidad. La inconformidad política, la inconformidad estética, son rasgos distintivos de un escritor que ha vivido desde una perspectiva singular –y en apariencia cambiante– los procesos históricos de Cuba desde la segunda mitad del siglo 20.
Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine, Cabrera Infante es autor de obras influyentes en el ámbito hispanoamericano entre las que se cuentan Tres tristes tigres, La Habana para un infante difunto y Un oficio del siglo XX.
Es considerado como uno de los cuatro grandes escritores cubanos de las últimos decenios, al lado de Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Virgilio Piñera, pero su posición política, su distanciamiento y rechazo a la Revolución Cubana, que en un principio apoyó de manera activa, hacen que su trayectoria vital y artística se sitúe en terrenos distantes a los de los otros tres grandes escritores de la isla.
Cabrera Infante no es un político y estoy seguro de que suscribiría con puntos y comas la frase de Borges: “La política es una de las formas del tedio”… El humor, el juego verbal, el cine y una nostalgia pertinaz por una ciudad que tal vez nunca existió son los ingredientes principales de la obra de Guillermo Cabrera Infante. La Habana que aparece en sus cuentos, novelas y crónicas, y que deja un recuerdo tan vívido en la memoria del lector, debe seguramente –como el Dublín de Joyce, el Trieste de Svevo o el Buenos Aires de Cortázar– mucho más a la fantasía del escritor que a sus recuerdos. (Vargas Llosa)
El humor y los juegos del lenguaje son los rasgos de Cabrera Infante que mejor caracterizan su obra y que mayor influencia han ejercido sobre generaciones posteriores de escritores en Hispanoamérica. Atento lector de malabaristas del idioma como los ingleses Lewis Carroll (autor de Alicia en el país de las maravillas) y James Joyce (de quien tradujo su libro de relatos Dublineses), Cabera Infante ha hecho del humor y los juegos del lenguaje, más que instrumentos lúdicos, verdaderas armas contra la seriedad, contra los discursos del poder, contra la tiranía de los medios masivos y al mismo tiempo se ha valido del lenguaje para reivindicar la riqueza y creatividad de la cultura popular del Caribe y de América Latina en general.
Aunque él mismo no lo quiera así, y acaso ni lo sepa, se trata de uno de los escritores más literarios que existen, es decir, más esclavizados al culto de la palabra, de la frase, de la expresión lingüística, a tal extremo que esta feliz servidumbre lo ha llevado a crear una literatura que está hecha esencialmente de un uso exclusivo y excluyente de las palabras antes que de cualquier otra cosa, una literatura que por embelesarse de tal modo con ellas, por potenciarlas, darles vuelta, exprimirlas y lucirlas y jugar con ellas, consigue a menudo disociarlas de lo que las palabras representan también: las personas, las ideas, los objetos, las situaciones, los hechos de la realidad vivida. (Vargas Llosa)
Si bien esos rasgos de humor y juego verbal sólo alcanzarían su más lograda expresión a partir de la novela Tres tristes tigres (1964), ya en los primeros cuentos de Cabrera Infante, publicados en forma de libro en el año de 1960 con el título de Así en la paz como en la guerra, aparecen insinuados esos rasgos y, lo que es más importante, la intención crítica y subversiva de los mismos.
Mi intención en este escrito es analizar en detalle tres cuentos de este libro (“En el gran Ecbo”, “Josefina, atiende a los señores” y “Abril es el mes más cruel”) con el fin de identificar en ellos una actitud ética y estética que se ha mantenido en las obras posteriores de Guillermo Cabrera Infante, por encima de las diversas circunstancias históricas y políticas.
Así en la paz como en la guerra
Compuesto por catorce cuentos y quince viñetas, Así en la paz como en la guerra plantea desde el principio numerosas dificultades formales. La aparición de un mismo personaje en varios cuentos (Un Silvestre que prefigura al Silvestre con el que Cabrera Infante se identifica en Tres Tristes Tigres) y la unidad temática de las viñetas, son algunas de las características que hacen de este libro un género intermedio entre el volumen de cuentos y la novela.
Los textos del libro fueron escritos entre 1950 y 1958. Los cuentos revelan una poderosa influencia de la literatura norteamericana. En tanto que las viñetas, de un corte más militante, manifiestan la influencia de intelectuales como Jean Paul Sartre, quien para esa época puso en moda el concepto de literatura como compromiso político.
De carácter eminentemente revolucionario, las viñetas que componen parte del libro encuentran inspiración en los heroicos tiempos de la lucha clandestina, y los cuentos muestran diversos aspectos de la sociedad cubana de la República (Hernández, 45).
Uno de los cuentos de la colección, Balada de plomo y yerro, significó para su autor “un premio especial: fue detenido, encarcelado y multado por la policía y los tribunales de Batista, cuando se publicó en octubre de 1952″ (C.I., 8).
Sin embargo, el impacto del libro no fue tan importante como su autor hubiera deseado. En entrevista con Rosa Pereda, Cabrera Infante declaró:
Así en la paz como en la guerra es un libro que se publicó demasiado tarde, en 1960. Concebido como un libro político para un momento político, 1958, en que hubiera vibrado, siendo vivo y hasta peligroso, hubo algo de anticlímax en su publicación, resultaba incluso oportunista: era demasiado fácil castigar la tiranía cuando el tirano había huido (Pereda, 101).
Sin embargo, varios hechos determinan que los cuentos de Así en la paz como en la guerra sigan teniendo vigencia y despertando interés. El primero de ellos radica en que La Habana de esos cuentos, la de los años 50, siguió siendo el espacio–tiempo predilecto de Cabrera Infante para ubicar sus obras posteriores.
Otro hecho notable, de estas primeras creaciones, es que en ellas resulta mucho más evidente que la inconformidad que manifiesta el autor, más que una inconformidad contra un sistema determinado, es una inconformidad contra todas las formas de la alienación y la represión.
La selección de los tres relatos de nuestro estudio obedece a las declaraciones del mismo autor en el prólogo de la primera edición de Así en la paz como en la guerra.
“De los cuentos, prefiero En el gran Ecbó. Después me gustan “Josefina, atiende a los señores” y “Abril es el mes más cruel”. Las viñetas me gustan todas por igual” (C.I. 11).
Los tres cuentos mencionados poseen un rasgo en común: en todos ellos la figura de la mujer se encuentra envuelta en una situación de inconformidad y manifiesta, de manera sutil o dramática, su protesta contra ese discurso patriarcal (que en ocasiones asume las características de un discurso colonizador) que las oprime o enajena.
El sueño de Josefina
“Josefina, atiende a los señores” está narrado desde la perspectiva de la mujer que dirige un prostíbulo en La Habana. Entre los rasgos innovadores del texto se encuentra el hecho de que el autor renuncia a cualquier otro recurso y nos presenta toda la historia a través de la voz de un ser ignorante y limitado en su lenguaje. Este recurso, también frente al tema de la prostitución, aparece en el cuento que abre el libro, Un rato de tenmeallá, pero en ese cuento lo hace desde la perspectiva de una niña que, sin saber lo que ocurre a su alrededor, permite que el lector deduzca el drama que vive su hermana para poder pagar la renta de su familia.
“Josefina, atiende a los señores” elude el maniqueísmo en el que caen fácilmente los textos que tratan el tema de la prostitución. La narradora es un ser enajenado e insensible que hace más risible la dramática tragedia que relata. A propósito de la narradora de este relato, ha dicho Raymond de Souza: “ In fact, she can be accused of being thoroughly alienated from humanity’s fines qualities”. (53)
En cinco páginas de un discurso apretado y vacilante (que resalta la incorrección de la narradora con trasgresiones gramaticales y ortográficas), podemos conocer –además de aspectos detallados de su sórdida vida– el trágico derrotero de Josefina. Primero fue empleada doméstica, allí se metía a su cuarto un hombre uniformado que finalmente la prostituyó:
“Ella al prinsipio se resistió y cuando me la trajieron aquí la primera ves, mordía. No hablaba con nadie. Hasta trató de matarse. Usted no ha visto las marcas que tiene en las muñecas? Pero se acostumbró, como se acostumbra uno a todo. Yo al prinsipio era igual ya ve usted. Ahora, que yo después de todo he tenido suerte. Ella no”. (C.I., 73).
Pero ahí no terminaron las desgracias de Josefina, quizá sería mejor decir que allí empezaron. En un accidente en una carroza de carnaval, perdió un brazo, aunque eso no fue lo más grave de todo: “Porque perder un braso, bueno todavía queda otro para acariciar y si no, la boca: mientras no se pierda lo que está entre las piernas” (C.I, 74). El hecho que terminó de desquiciar a Josefina, lo que al final la convirtió en una adicta a los somníferos, fue perder el hijo que esperaba: “Ella que como le dije estaba tan esperansada y va, y la criatura le nase muertesita. Ahora mejor así: porque era un femómeno, un verdadero femómeno. Oiga, un femómeno completo” (C.I. 75).
Toda esa cadena de desgracias está tratada, sin embargo, con un humor que la hace aun más dolorosa. Además de la torpeza de la narradora, el desarrollo mismo de los hechos tiene características de comedia:
“Y para que vea usté lo que es la gente, en vez de perjudicarla lo del braso, la benefisió. Y con su defegto y todo, es la que más hace”. (73)“Aquí entrenós: el senador está metido con Josefina, dise que no hay quien se mueva como ella, además dise que ese mocho de braso lo ersita como ninguna cosa; me dise el Senador: Esa manquita tuya vale un tesoro, cara, dice”. (75)
Hemos hecho esta relación detallada de las desgracias de Josefina porque personifica un concepto poderoso y simple dentro de la cultura occidental: el de la castración, “the interminable process of coming to consciousness about the implacable violence (separation, castration, etc.) wich constitutes any symbolic contract” (Kristeva, 571).
Josefina es el objeto de múltiples castraciones. Además de la que puede considerarse implícita a su género dentro de una sociedad falologocéntrica, ha sido mutilada de un brazo, ha tenido un bebe muerto y ha sido privada incluso del habla. El hecho de que sea otra persona, y no ella, quien narra su historia, da cuenta de ello.
En ese panorama de extrema anulación, la única protesta y escape que encuentra el personaje es el sueño:
“Bueno, pues en todo ese tiempo, qué cree que ha estado haciendo Josefina? Dormiendo! Yo la he dejado por que ella lo único que pide es que la dejen dormir y ni siquiera anda peliando por la comida, que si es poco, que si es mala, como algunas que yo conosco, y claro, yo la dejo dormir porque tengo que tenerla contenta: porque ella es muy solicitada por la clientela buena”. (71)
Mediante un sueño artificial que es lo único que exige de la vida, Josefina da la espalda a la realidad que la golpea. A través de la inconsciencia anula las condiciones que la oprimen y la hieren. Manifiesta su inconformidad y su protesta.
El llamado de la oscuridad
Una opresión más sutil, pero una reacción más extrema, caracterizan la situación de la mujer que protagoniza el segundo texto de nuestro análisis: “Abril es el mes más cruel”.
Con una elaboración más compleja, con descripciones y puntos de tensión que prefiguran el desenlace, ese cuento nos presenta a una pareja de recién casados que pasan su luna de miel en una zona costera. La pérdida de la virginidad es uno de los temas implícitos en esta historia en la que los personajes hablan casi siempre de cosas triviales, mientras cosas terribles ocurren en un nivel que podemos llamar subliminal.
Después de una escena de playa, los recién casados se dirigen a un acantilado. Allí la mujer se hace consciente de que esa armonía que parece haber entre ellos en esos momentos es algo fugaz.
–Ya tú me retrataste así?
–Sí.
–Prométeme que no retratarás a otra mujer aquí así. Él se molestó.
–Las cosas que se te ocurren! Estamos en la luna de miel, no? Cómo voy a pensar yo en otras mujeres ahora.
–No digo ahora. Más tarde. Cuando te hayas cansado de mí, cuando nos hayamos divorciado. (157)
Después de este diálogo, en apariencia intrascendente, el hombre debe regresar al hotel a pagar la cuenta, mientras la mujer se queda viendo el atardecer en los acantilados. La historia termina con el suicidio de la mujer, arrojándose al vacío, sin que exista un motivo aparente.
–Habrá luna esta noche? –se preguntó en alta voz ella. Miró abajo y vio un hoyo negro y luego más abajo la costra de la espuma blanca, visible todavía. Se movió en su asiento y dejó los pies hacia afuera, colgando en el vacío. Luego afincó las manos en la roca y suspendió el cuerpo, y sin el menor ruido se dejó caer al pozo negro y profundo que era la playa exactamente ochenta y dos metros más abajo. (158)
Escrito en 1958, “Abril es el mes más cruel” nos remite a un cuento publicado 10 años atrás en Estados Unidos, por J. D. Salinger: Un día perfecto para el pez plátano. La situación es la misma, una pareja en luna de miel en un hotel frente a la playa y el suicidio repentino y sin explicación de uno de los personajes en el último párrafo. La variante es que en este caso muere la mujer. El cuento sigue la línea de otros textos del libro, donde la mujer personifica una sensibilidad especial frente a situaciones de alienación u opresión.
En este caso, el tiempo, ese tiempo lineal que necesariamente traerá el deterioro de la relación de la pareja, es aquello contra lo que el personaje femenino se rebela. Como lo han explicado algunas teóricas feministas, una de las causas centrales del sentimiento de inadecuación de la mujer en una sociedad patriarcal es el conflicto que se presenta entre su naturaleza cíclica (cuya manifestación más notoria son sus ciclos menstruales) y el tiempo lineal del orden simbólico dominante.
Female subjectivity as it gives itself up to intuition becomes a problem respect to a certain conception of time: time as project, teleology, linear and prospective unfolding; time as departure, progression, and arrival –in other words, the time of history (Kristeva, 863)
La protagonista de “Abril es el mes más cruel” personifica una situación de inconformidad y protesta. Al arrojarse a ese abismo oscuro, se está destruyendo a sí misma, pero destruye de paso las condiciones que la oprimen.
En este cuento, como los demás textos que aquí estudiamos, el tema de la oscuridad y su vínculo con la muerte adquiere una trascendencia especial.
The pleasure–value of darkness is a withdrawal in order to know nothing of the external world. Its symbolic meaning, however, is thoroughly ambivalent. Darkness signifies at once both birth and death; it is in all cases a desire to return to the fullness of the mother, a desire for an unbroken and undifferentiated line of vision and origin (Bhabha, 82)
En “Josefina, atiende a los señores”, la oscuridad está dada por el sueño constante de la protagonista. En “Abril es el mes más cruel”, la oscuridad está en el “pozo negro y profundo” al que se arroja la protagonista. En el último texto de este estudio, “En el gran Ecbo”, la oscuridad como alternativa de la inconformidad tiene connotaciones raciales y culturales.
La solidaridad de los “Otros”
Podríamos empezar por preguntarnos por qué “En el gran Ecbo” es el cuento preferido de Cabrera Infante dentro de la colección que compone Así en la paz como en la guerra. La explicación quizá está en la complejidad del tratamiento: que pone en evidencia la asimilación de técnicas narrativas europeas y norteamericanas por parte del escritor, o en el hecho de que el conflicto se plantea y se resuelve de manera más sutil que en los cuentos anteriores: no hay suicidios, no hay sueños artificiales, ni tragedias notables. Pero quizá la mejor explicación se encuentre en que por primera vez la inconformidad se expresa y dirige contra el símbolo de la opresión hasta el punto de ponerlo en una situación de inferioridad.
La escena inicial de este cuento rememora otro cuento norteamericano muy conocido: Un gato bajo la lluvia, de Ernest Hemingway, un escritor al que Cabrera Infante siempre ha admirado. También aquí vemos a una pareja que vive una escena de desencuentro, pero todo lo que el texto nos brinda son detalles externos y en apariencia superficiales.
Un hombre, del que sabemos que es casado y tiene un hijo, por unas fotos que aparecen en el relato, mira con cierto aire despectivo, y hasta con un goce sádico, la sensación de culpa que cree ver en su amante: una joven actriz. Ambos concurren a una ceremonia religiosa de la tradición africana: la fiesta de Ecbó, que es la fiesta de todos los santos, y esa ceremonia, que sólo estaba prevista que fuera una curiosidad para ambos, produce profundos efectos en la mujer.
Desde los primeros momentos del relato podemos notar que la historia es contada por un narrador que sólo se acerca a la subjetividad del personaje masculino, para denunciar – en ocasiones de manera explícita– su inautenticidad y su soberbia. La subjetividad de la mujer permanece inaccesible.
“Él hablaba siempre así: como si acabara de llegar de un largo viaje al extranjero, como si estuviera de visita, fuera un turista o se hubiera criado afuera. En realidad nunca había salido de Cuba”(121).
De este personaje innominado (pero que se acerca a la imagen del Silvestre que aparece en otros relatos) sabemos, entre otras cosas, que sus palabras rara vez corresponden a sus pensamientos, que mira la realidad estableciendo constantemente relaciones eruditas (lo que observa le recuerda a Borges, o a Leonardo Da Vinci o algún clásico del cine), que más que vivir el momento “le apasionaba la idea de saber cómo recordaría exactamente este momento” (124), que tiene un auto deportivo como símbolo de poder, que cree tener la respuesta para los más complejos problemas humanos (guarda un libro sobre neurosis y culpabilidad en la gaveta del auto, para explicarle a su amante lo que ella siente) y desprecia las manifestaciones de la cultura popular que el relato desarrolla ampliamente en las descripciones del rito africano.
Este último rasgo nos permite caracterizar al personaje como un colonizado que ha sido contaminado por la mirada del colonizador.
Is the image of post–Enlightenment man tethered to, not confronted by, his dark reflection, the shadow of colonized man, that splits his presence, distort his outline, breaches his boundaries, repeats his actions at a distance, disturbs and divides the very time of his being (Bhabha, 44)
Esa mirada de colonizado se hace más evidente cuando la pareja entra a la escena donde se desarrolla el ritual africano. El texto mismo marca una diferencia tipográfica cuando se abandona la realidad cotidiana para entrar al ritual. Un espacio blanco a la izquierda del texto que narra la escena remarca la idea de la protagonista de “que había penetrado en un mundo mágico” (127)
La forma como se nos presenta la ceremonia, con la descripción detallada de los vestuarios, acciones y cantos, se inscribe dentro de la tradición instaurada por obras como El reino de este mundo, de Alejo Carpentier: obras siempre atentas a la diversidad de manifestaciones culturales, y por lo tanto de cosmovisiones, que ofrece el Caribe. Este recurso, al interior de un texto literario, más que mostrar simples curiosidades antropológicas, plantea la posibilidad de lecturas diversas y distantes de una misma realidad, que es lo que a nivel más profundo ocurre en el relato.
La actitud de los personajes frente al ritual, nos presenta también actitudes opuestas frente a la posibilidad de entablar un diálogo con la Otredad. El hombre reacciona de manera racional, y distante:
–Pura superstición –dijo él, pedante–. Es algo bárbaro y remoto y ajeno, tan ajeno como África, de donde viene. Prefiero el catolicismo con toda su hipocresía. (131)
La mujer, por el contrario, lo encuentra apasionante. En un momento se pregunta si ella misma puede experimentar el éxtasis de uno de los danzantes y, en oposición a la actitud despectiva de su compañero, es más receptiva hacia lo Otro:
No me parecen ignorantes. Primitivos, sí, pero no ignorantes. Creen. Creen en algo en que ni tú ni yo podemos creer y se dejan guiar por ello y viven de acuerdo con sus reglas y mueren por ello y después les cantan a sus muertos de acuerdo con sus cantos. Me parece maravilloso. (131)
Condicionada por una manera de ver occidental, la pareja de protagonistas observa desde fuera un ritual que sin embargo también les pertenece. Ese contacto, con verdades de sí mismos, puede en un momento determinado significar el desenmascaramiento de su actitud de colonizados–alienados. Pero son muy distintas las posibilidades que ambos tienen de acceder a sus propias verdades.
In occupying two places at once the despersonalized, dislocated colonial subject can become an incalculable object, quite literally difficult to place… It is from such tensions that a strategy of subversion emerges. It is a mode of negation that seeks not to unveil the fullness of Man but to manipulate his representation. It is a form of power that is exercised at the very limits of identity and authority, in the mocking spirit of mask and image (Bhabha, 62)
En el cuento En el gran Ecbó, sólo la mujer tiene la opción de asumir una posición subversiva. En su condición de doble marginada, por ser mujer y por estar alienada por el discurso colonizador, puede sentirse ajena al orden simbólico del que participa. El hombre, por el contrario, al arraigarse en la alienación de su discurso, resulta impermeable al poder sugestivo del ritual que tiene ante sus ojos.
Había cien o doscientos negros vestidos de blanco de pies a cabeza: camisas blancas y pantalones blancos y medias blancas y la cabeza cubierta con gorros blancos que les hacían parecer un congreso de cocineros de color y las mujeres también estaban vestidas de blanco y entre ellas varias blancas de piel blanca bailaban en rueda al compás de los tambores y en el centro un negro grande ya viejo…que golpeaba el piso con un bastón que tenía tallada una cabeza humana negra en el puño (127)
La estructura circular, repetitiva, y la condición mágica de la danza (características que el texto acentúa mediante la eliminación de signos de puntuación), nos permiten explicar la afinidad que la mujer del relato experimenta con aquello que no entiende por completo:
The fact that these two types of temporality (cyclical and monumental) are traditionally linked to female subjectivity insofar as the latter is thought of as neccessarily maternal should not make us forget that this repetition and this eternity are found to be the fundamental, if not the sole, conceptions of time in numerous civilizations and experiences, particularly mystical ones (Kristeva, 862)
Por eso no resulta extraño, dentro del contexto de la historia, que otra mujer que participa en la danza se acerque a la protagonista y le diga unas palabras aparentemente claras, pero que se revelarán profundamente ambiguas hacia el final del relato:
–Está bien, vámonos. Pero antes dime qué es lo que pasa. Qué ha pasado? Qué te ha dicho la negrita ésa?
Ella lo miró con dureza.
–La negrita esa, como tú dices, ha vivido mucho y sabe mucho y si te interesa enterarte, acaba de darme una lección.
– Sí?
–Sí.
–Y se puede saber que te ha dicho la pedagoga?
– Nada. Simplemente me ha mirado a los ojos y con la voz más dulce, más profunda y más enérgicamente convincente que he oído en mi vida, me ha dicho: “Hija, deja de vivir en pecado”. Eso es todo. (133)
Ese diálogo entre marginados, ese encuentro en el que el discurso del poder ha quedado excluido, es uno de los rasgos más importantes del cuento. A diferencia de los otros cuentos que hemos analizado, En el gran Ecbó ofrece por primera la imagen de una inconformidad en actitud de abierto desafío frente al agente de la opresión, que en este caso está personificado por el cínico personaje masculino. Lo que le confiere al personaje inconforme su fuerza ha sido, justamente, la solidaridad, la identificación que ha encontrado con otra fuerza condenada a la marginalidad: la cultura popular, materializada en este caso en las tradiciones ancestrales africanas.
El potencial mayor de desideologización está pues en los grupos oprimidos, en sus creaciones solidarias, ya sean símbolos o acciones (Margulis, 46)
El final del relato tiene profundas resonancias. Después de la escena que ha fortalecido en la mujer la decisión de abandonar la situación “de pecado” en que se encuentra, vemos que le devuelve al hombre las fotos de su esposa y de su hijo, que aquel le había mostrado para torturarla. Sólo entonces descubrimos que ella había querido apoderarse de las fotos. Pero ahora, plenamente consciente de su poder y de su magia, decide devolverlas a su dueño con unas palabras enigmáticas que resultan tan incomprensibles para él como todo lo que ha venido ocurriendo desde el principio del relato.
Cuando miró, vio que ella le alargaba los dos retratos –el de la mujer con una sonrisa y los ojos serios, y el del niño, tomado en un estudio, con los ojos enormes y serios, sin sonreír– y que él los aceptaba maquinalmente.
– Están mejor contigo. (135)
La escena, trivial en apariencia, plantea la subversión total del esquema opresor–oprimido. Una lectura desde la perspectiva masculina permitiría pensar que el “pecado” en que vive la protagonista es la sensación de culpa que experimenta por estar envuelta en una situación de infidelidad. Pero el texto, al abrirle las puertas a la magia, se ha encargado de introducir una nueva posibilidad significativa al “pecado” del que tanto se habla en el texto: la del deseo de hacer daño. En medio de su alienación, de su falta de identidad, de su falsedad consigo mismo, el personaje masculino está completamente expuesto y vulnerable frente a una mujer cuyo poder –un poder cuyas raíces se encuentran más allá de la razón– permitiría hacer mucho daño con esos retratos.
En el gran Ecbó lleva las posibilidades de la inconformidad y la protesta hasta el punto de ubicar a la víctima en una situación de poder. Pero lo verdaderamente trasgresión radica en que, pese a la oportunidad que se le presenta, al renunciar a hacer daño la víctima se libera, borra dentro de sí misma los impulsos de agresión propios del opresor.
Al postular un nuevo uso del poder, mucho más ético y consciente del Otro, En el gran Ecbó lleva a su máximo nivel el sentimiento de inconformidad que subyace en casi todos los textos de Así en la paz como en la guerra. En esa actitud, mucho más ética que política, radica la fuerza y la vigencia de los textos iniciales de Guillermo Cabrera Infante.
Obras citadas
Bhabha, Homi K. The Location of Culture London-New York: Routledge, 1994.
Cabrera Infante, Guillermo. Así en la paz como en la guerra. Barcelona: Seix Barral, 1971.
De Souza, Raymond. Guillermo Cabrera Infante: Two Islands, Many Worlds
Hernández Lima, Dinorah. La obra de Cabrera Infante. Ed. Pliegos. s.f.
Kristeva, Julia. Women’s Time 1981.
Margulis, Mario. La cultura popular En La cultura popular, Mario Colombres, ed. México: La Red de Jonás, 1987.
Pereda, Rosa María Guillermo Cabrera Infante Madrid: Edaf, 1979.
Vargas Llosa, Mario. El ilusionista de las palabras. Buenos Aires: La Nación, 1997.
Me subió en sus hombros, me tomó de una muñeca y de un pie, y me aventó al piso; aún no me recuperaba, cuando me subió de nuevo a sus hombros y con más fuerza me dejó caer, aquella acción se repitió tres veces más: quedé aturdido, mareado y con dolor de espalda. Mientras estaba en el piso tirado, dijo: te espero mañana a la misma hora; en su rostro se dibujó una leve y maliciosa sonrisa. Aunque ya llevaba un tiempo practicando este deporte, aún no me acostumbraba a los “clochazos”. Me despedí del maestro fingiendo que me encontraba bien, pero no era así: estaba muy adolorido. A pesar de que antes había sufrido algunas lesiones, nada graves, pero sí dolorosas, seguí yendo a entrenar de dos a tres días, sin límite de tiempo: era una adicción a la adrenalina.
Caminé hacia la parada del transporte a esperar la “calafia”. Esta llegó, me subí y tomé asiento. Durante el trayecto, viendo a través de la ventana aquellas casas construidas con cemento, bloque, madera, cartón, sueños y esperanzas, recordé cómo la Tres de Octubre, una colonia popular, fue fundada a principios de los noventas, entre cerros, barrancos, balazos, pedradas, llanto y arrestos, y la promesa de una vida mejor. También recordé el día que, sin esperarlo, di con el maestro…
Un domingo, como ya era costumbre, fui al sobre ruedas, a “chacharear”,como dicen los expertos buscadores de tesoros. En los sobre ruedas la gente camina lento o rápido y si no te pones vivo, te arrastra como una corriente marina hacia destino desconocido. En el “sobres” se puede conseguir de todo: verduras, carnes, ropa, herramientas, electrodomésticos, muebles. También hay una infinidad de puestos de comidas: menudo, flautas, carnitas, pizzas, gorditas; los tacos no pueden faltar: de birria, cabeza, asada, tripa, chorizo… “Chacharear”: puede ser terapéutico y no tiene costo.
En aquella ocasión decidí ir hasta el final del sobre ruedas. Durante la caminata no encontré nada que me interesara. Sin embargo, justo antes de regresar a casa, alcé la vista y unas palabras llamaron mi atención: clases de lucha libre. No lo podía creer: ¿clases de lucha libre, acá en la colonia…? Lo que siempre había querido practicar ahora estaba al alcance de mi mano, pero ¿sería cierto? Me dirigí hacia la casa en donde estaba el anuncio.
Afuera estaba un señor, de unos cincuenta años de edad, robusto, con una melena larga, rizada y rubia, con un pañuelo en la frente. Me acerqué a él y le pedí información sobre las clases de lucha libre. Me miró, sonriendo, y me dio la información: horarios, días y costos. ¿Te interesa?, me preguntó, sí, contesté: mi corazón latía a mil por hora. Enfrente tenía la oportunidad de hacer realidad mi sueño de la infancia: convertirme en un luchador profesional, ser como El Santo y tener sus poderes. Por fin conocería los secretos de la lucha libre, pensé.
Con un apretón de manos, a la antigua, quedé inscrito: Nos vemos el lunes a la siete de la tarde, me dijo.
Como muchos otros niños, en mi infancia, fui seducido por las películas de El Santo y de Blue Demon. No recuerdo cuál fue la primera película que vi, pero en mi memoria están presentes dos que me dieron mucho miedo: Santo contra las mujeres vampiro y Las momias de Guanajuato. Con el tiempo me fui enterando de que existía un deporte que se llama lucha libre y que El Santo y Blue Demon eran luchadores, que no sólo existían en una pantalla de televisión sino también en la vida real, eran de “deveras”, de carne y hueso, no como Superman o Batman que solo existían en el cine y en los comics.
Con el paso del tiempo, y gracias a que por aquellos años las luchas se transmitían por televisión abierta, me fui haciendo aficionado a ellas. Me encantaba ver las máscaras de los luchadores; quería conocer sus rostros para poder reconocerlos en la calle. Las luchas de apuestas de máscaras eran las que me fascinaban; no quería que mi luchador favorito perdiera la incógnita, pero también deseaba saber su identidad; eran sentimientos encontrados: me comía las uñas de la angustia.
Aunque es un deporte violento y sangriento, creo que mi generación no creció traumada por esas muestras de violencia en televisión, ¿o sí? Recuerdo la ansiedad que sentía al ver como mi ídolo, de aquellos ayeres, El Santo, era golpeado hasta sangrar; mi angustia era más grande cuando su identidad estaba en peligro: El Santo, casi muerto, derrotado, ensangrentado, maltrecho, tirado en medio del ring con el enemigo sobre su cuerpo, no se rendía. No sé de dónde sacaba la fuerza para levantarse, quizás de los alaridos del público que enardecido gritaba: ¡santo, santo, santo! lo hacían “resucitar” o le daban poderes sobrenaturales…
El Santo lograba quitarse al rudo de encima; lo aventaba contra las cuerdas, el rudo regresaba con más enjundia pero él lo recibía con unas patadas voladoras, el rudo volvió a caer y se levantaba mareado; El Santo de nuevo lo atacaba, no lo dejaba respirar, tijeras al cuello, el rudo caía nuevo; El Santo lo levantaba, le daba un golpe en el pecho, otro más, el rudo lograba esquivar el tercero y conectaba al El Santo con un “raquetazo” pero no le hizo daño. El Santo estaba convertido en una fiera, nada lo detenía; el rudo, después de un rodillazo en la cara, cayó mal herido, ahí es cuando El Santo le aplicó la llave de la casa, la de a caballo, el referí le preguntó al rudo si se rendía, pero no se rindió, aguantó el castigo, El Santo aplicó más fuerza, parecía que le iba arrancar la cabeza, ¡lo partirá en dos! El rudo finalmente cedió al castigo y se rindió. El Santo ganaba, la gente se volvía loca, literal, el ídolo de las películas lo volvía hacer, pero ahora no en el cine sino en el ring, en la vida real, el bien derrota al mal. Me emociona solo el recordarlo, me pone la piel de gallina. De niño quise tener esos superpoderes para luchar contra los malvados.
Fue en la infancia, viendo aquellas películas y funciones de lucha libre, cuando me nació la chispa de querer ser luchador.
La “calafia” ya se acercaba a mi destino, pagué el pasaje y pedí bajar. Ya en casa, después de un baño y una cena, había que dormir temprano porque el día siguiente hay que ir a trabajar, hay que ir a corretear la chuleta.
Suena el despertador a las 6 am, me alisto para salir con rumbo al trabajo. Mínimo hay que salir a la 7 am porque el trayecto es largo: tengo el tiempo justo.
Podría tomar el transporte pero prefiero bajar caminando y disfrutar del aire fresco y de la mañana soleada, antes de encerrarme en la oficina ocho horas seguidas.
Ya en el boulevard, a lo lejos veo que viene la “burra”, me pregunto: ¿cuántos apodos más tendrá el transporte público aquí en Tijuana? Le hago la parada y me subo. Sentado, veo cómo en la siguiente esquina se baja la gente que va a trabajar a las “maquilas”; entran en esas gigantescas naves industriales; parece que son engullidos por inmensas fauces devoradoras de almas, sueños y esperanzas. Muchos de los “maquileros” son personas que vienen de otros estados de la república buscando una vida mejor en esta ciudad fronteriza. Tijuana, es “noble”, les ofrece un poco de todo: fiesta, violencia, inseguridad, cultura, tradición, un plato de comida en la mesa, diversión, trabajo y la oportunidad, para los más osados, de cruzar al “otro lado”: Welcome to Tijuana, Tequila, sexo, marihuana, Welcome to Tijuana, Con el coyote, no hay aduana, compuso Manu Chao (ya me puse nostálgico). Dicen que Tijuana es fea, que es un desierto, que hay mucha violencia y prostitución, que los carteles de las drogas son dueños de la ciudad, que no hay lugares bonitos como en mi rancho, pero yo digo, que a veces, Tijuana te da más de lo que te quita.
La “burra” siguió su camino. De repente, el chofer frenó, y sentí un jalón en la espalda, el dolor me hizo recordar la chinga de la clase de ayer y también el primer día que entrené…
Un lunes, a las siete de la tarde, ya estaba tocando la puerta del Tornados Gym. Me recibió el maestro y me invitó a pasar. El patio de su casa estaba acondicionado como gimnasio: una bicicleta estacionaria, mancuernas, una banca con barra para ejercicios de pecho y otros aparatos. En el centro del patio, que era de tierra, había una alfombra, debajo de ella un triplay y de bajo de él, un spring de colchón de cama que servía para amortiguar las caídas: ese era el ring, las cuerdas había que imaginarlas.
Las primeras semanas fueron de acondicionamiento físico y maromas, ¡muchas maromas! Con el paso de los días, mientras entrenaba, reflexionaba sobre eso que dicen algunas personas: la lucha libre es puro circo, maroma y teatro, ¿será?
Maroma:
La maroma calienta el cuerpo, te va preparando para lo que viene, para el siguiente ejercicio; te da equilibrio, te ubica, te ayuda a tener un centro: todo alrededor da vueltas, pero no es así, el que da vueltas y vueltas es uno.
No había día que el entrenamiento no empezara con maromas. Tampoco sabía que existían varios tipos de ellas: maroma hacia enfrente, hacia atrás, de tres cuatros, con la mano derecha, con la izquierda. Al principio, con tanta maroma, terminaba mareado, casi borracho, y los primeros días, la espalda acababa molida de tanto maromear encima de aquel triplay cubierto de alfombra: con el tiempo la espalda se va haciendo más resistente. El maestro me decía: no hay dolor, no hay dolor, cuando yo empecé a entrenar, mi maestro el Diablo Velasco, nos hacía dar maromas en el concreto, así que no se queje y a darle, no hay dolor, no hay dolor.
Circo:
Después de las maromas seguían las acrobacias: el salto del tigre, salto de campana, resortes hacia enfrente, hacia atrás: tumbling. Esto calentaba más las articulaciones, tobillos, rodillas, muñecas, codos, hombros, hasta el cuello se veía beneficiado. Esta actividad nos daba soltura, agilidad, destreza. Eran un conjunto de ejercicios que también nos ayudaban a mantener la mente concentrada para no lastimarnos, aunque eso no era garantía; las lesiones son gajes del oficio. El tumbling, era divertido, porque se encadenaban varios ejercicios. El maestro decía: A ver, primero, una maroma hacia enfrente y regresas con un resorte hacia atrás, después un resorte hacia enfrente, te das la vuelta, haces el salto del tigre, después regresar con una maroma tres cuartos y terminas con un resorte de frente y alzas las manos en forma de victoria, ¡y al que se equivoque, un raquetazo…! Aquella advertencia eran palabras mayores. No había de otra mas que poner atención y concentrarse en los ejercicios. Porque recibir un “raquetazo” del Tornado Negro, ese luchador que se enfrentó, en dos ocasiones en duelos de máscaras vs cabelleras, al Hijo del Santo, rompiendo records de asistencia en el Auditorio Municipal Fausto Gutiérrez Moreno, (Tijuana), (hubo gente que se quedó fuera del auditorio y otro tantos, con suerte, vieron la lucha desde los pasillos y escaleras del auditorio) era llevarse a casa, como recuerdito, la mano marcada del maestro en el pecho, coloreada de rojo y sombreada de morado.
Teatro:
Aquellas tardes de costalazos, terminaban con clases de actuación, nos hablaba de lo importancia que es la interpretación de nuestro personaje. Si nos llamábamos Perro Salvaje, había que actuar como tal: morder al enemigo, golpearlo sin razón, ladrar y aullar si fuera necesario; en el caso de llamarnos Águila Justiciera, habría que hacer lances espectaculares hacia fuera del ring, desde la tercera cuerda (volar como un águila). Siendo de los técnicos habría que buscar siempre derrotar al enemigo de una manera técnica y limpia, sin chapuzas, sin trampas. Nos decía: en la lucha, si eres rudo, debes de ser malo, hacer que la gente te odie, que no te quiera, si eres técnico, la gente te debe querer y admirar. Dependiendo del nombre de luchador que tuviéramos era como debíamos actuar en el ring. Siendo la lucha libre un combate entre el bien y el mal, había que interpretarlo correctamente, meter al público en esta batalla de buenos y malos y, para lograrlo, cada luchador debe de hacer gala de sus actitudes histriónicas: la lucha libre es como una mezcla entre el teatro griego, de lágrimas y risas, y circo romano.
Entonces comprendí que la lucha libre sí tiene algo de circo, maroma y teatro.
La “burra” se detuvo de nuevo, ahora frente al auditorio. Al verlo, vino a mi mente esa frase, que no sé dónde la escuché, la cual dice: Tijuana cementerio de máscaras.
En esta ciudad cayeron importantes máscaras del ambiente luchístico; varias a manos de El Hijo del Santo, como lo fueron la máscara de: Kato Kung Lee, Silver King, León Chino, La Super Parka. También Blue Demon Sr. ganó la máscara del Espectro II.
Muchos luchadores han salido de esta ciudad fronteriza y son reconocidos mundialmente: Damian 666, Super Astro, Rey Misterio Sr., y Rey Misterio Jr… entre otros.
La parada de la “burra” fue corta, así como mi sueño de ser luchador…
La canción del adiós
Una tarde de lunes, con pesar en el corazón, llegó mi última clase con Tornado Negro. como dice la canción de Silvio Rodríguez: las causas lo fueron cercando, cotidianas, invisibles… El azar, el destino o los golpes de la vida (o de la lucha), me alejaban de mí sueño dorado: tuve que dejar a un lado el anhelo de la infancia. En el futuro cercano se planteaba un nuevo domicilio, una vida diferente, una vida en la que no había espacio para la lona, ni las cuerdas, ni las llaves, ni las contra llaves, no había lugar para el circo, la maroma y el teatro.
Esa tarde entrené lo más duro que pude, deseaba que la clase no terminara. Al final en mi corazón había un hueco, una flama se apagaba. Me despedí del Tornados Gym, de los aparatos para ejercitar el cuerpo y de nuestro ring imaginario. Me despedí de mi maestro, del Tornado Negro, de ese gran luchador que lleva sobre su espalda las lágrimas y el dolor de aquellos que, en sus manos, perdieron cabelleras, máscaras y campeonatos. Me despedí de él, igual que cuando lo conocí, con un fuerte apretón de manos.
A lo lejos veo “calette”, que es donde voy a bajar, me acerqué al chofer y pedí la bajada. Bajé y vi cómo la “burra” se alejaba rápidamente y se perdía en el tráfico de las ocho de la mañana. Entonces pensé: así se esfumó mi sueño de ser luchador.
El destino me había dado cachetada con guante blanco: quieres ser luchador, ahí te va pues, a ver sí es cierto que las puedes. Entendí que todo tiene un precio, pero no todos tenemos la voluntad de pagarlo.
Al frente me esperaba dos cuadras más para llegar al sitio de autobuses del trabajo. Mientras caminaba, sentía algo de nostalgia porque ya no entrenaría. Pero lo que no sabía, porque no soy adivino, ni mucho menos veo el futuro, es que, en unos cuantos meses, después de aquel debut y despedida de la lucha libre, el destino me daría una segunda oportunidad. Conocería a otro excelente luchador que, lamentablemente, en este 2020 nos dejó, a El Depredador… Marcos Mireles. Que también me dejó un “raquetazo” marcado en el pecho (el cual no dolió tanto como su partida al “más allá) y, que casualmente, (dicen que el destino no existe) perdió la máscara (se llamaba Alas de Plata) en manos del Tornado Negro, un 30 de diciembre de 1988.
Pero esa es otra historia.
*Las imágenes son tomadas de internet, la mayoría del facebook de Tornados Gym