Gracias a Sílaba Editores compartimos fragmentos del libro La ruta del tren dormido de Claudia Arroyave. Crónicas de un viaje por las estaciones del Ferrocarril de Antioquia, de Puerto Berrío a Medellín.
La ruta del tren dormido
Claudia Arroyave
Crónicas
Presentación
Han pasado trece años desde que terminé de escribir estas crónicas y diez desde que salí de Colombia. Quizá haya sido por el espíritu viajero que alimenté durante los meses que duró mi recorrido por las estaciones del ferrocarril antioqueño (a comienzos de 2007), pero la sed por descubrir nuevas rutas volvió a habitarme. Entonces empaqué otra vez mi mochila y me fui.
En septiembre de 2010, ansiosa por explorar distintos horizontes, dejé una copia impresa de estas crónicas guardada entre los libros de mi biblioteca en Medellín, y emprendí un viaje sin plan por todos los países centroamericanos. La ruta terminó para mí en una casa en el desierto de Sonora, a poca distancia de donde pasan cada día los trenes que atraviesan el sur de los Estados Unidos, de este a oeste y viceversa, cargados de mercancías. Su sonido me hace pensar a veces en el viaje que hice, me hace pensar en lo que sentirán hoy los que viven en Antioquia añorando el tren.
Hace algunos meses, cuando volví de visita a la casa de mi mamá en Medellín, obligada por la nostalgia a desempolvar libros y diarios, encontré en un sobre de papel el primer borrador de este libro, escrito originalmente para optar al título de periodista en la Universidad de Antioquia. Comencé a leer con el mismo afán con el que emprendí entonces aquel viaje, tratando de ponerles rostro a las voces de las personas que compartieron conmigo sus testimonios, sintiendo de nuevo el sopor del clima y preguntándome qué tanto habrá cambiado la realidad en estos poblados desde que pasé por allí, más de una década atrás. Leí el texto completo en los tres aviones que tomé de Medellín al desierto, y sentí el deseo de compartir con alguien estas historias que, con el reposo de los años, han dejado de ser, para mí, un reporte periodístico, para convertirse en un viaje a parte de la memoria de “la gloria” antioqueña. ¡Tuvimos un ferrocarril! ¡Que no se nos olvide su historia!
Hoy, cuando todos en casa duermen y el silbato del tren anuncia su paso por el centro de Tucson, me dispongo en este escritorio a saldar una deuda con las memorias recogidas y con parte de la historia de mi país. Con los dedos temblorosos y una sensación de vértigo en mi alma, decido poner estas crónicas en manos de los lectores. Espero que la descripción de esta ruta y el viaje al pasado permitan, de algún modo, reconocer la valentía de quienes soñaron lo imposible, de quienes vivieron de cerca la magia del ferrocarril y de los que aún están vivos y cuentan la historia. Deseo que estas crónicas abran horizontes y esperanzas a quienes se han resignado a la desaparición del tren.
Cuando leo un poema genial en sueños, me despierto y salgo de entre las sábanas como el ahogado al aire. Ya en la vigilia, busco en todos los libros, sin hallarlos, los versos que me abrieron los ojos. Busco el poema que soñé como busca a Dios quien sabe que no existe. Poema soñado, sálvame, ven a mi encuentro, rescátame de este océano de prosa podrida que es la vela. Santificado sea tu nombre Sylvia Plath, venga a nosotros tu reino, Emily Dickinson, la estrofa nuestra de cada día dánosla hoy, Jorge Manrique, ruega por nosotros, los insomnes, Vicente Aleixandre. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, Gil de Biedma, y no nos dejes caer en la tentación, Pedro Salinas. Creo en los sonetos de Lope de Vega y en las rimas de Bécquer y en la desesperación de Espronceda. Perdónanos, Shakespeare, nuestras deudas. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, danos una metáfora. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, revélanos un ritmo. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, sácate un endecasílabo de la chistera. Salve, Szymborska, mater misericordia, vida y dulzura, esperanza nuestra, salve. En aquel tiempo escribió Louise Glück a sus lectores: “Recuerdo mi infancia como un largo deseo de estar en otra parte”. Y dijo Dios hágase el poema, y el poema se hizo carne y habitó entre nosotros. En el principio era el caos y reinaba la oscuridad y el espíritu de Dios aleteaba sobre los dáctilos y sobre las tinieblas. Idea Vilariño, ven a nuestras almas, que por ti suspiran. Creo en Rilke, en Verlaine y en Rimbaud, además de en Lorca, Huidobro, Cernuda y Octavio Paz, Borges y Pizarnik. Con Luis de Góngora me acuesto, con Baudelaire, me levanto, con el Viaje a Ítaca y con don Antonio Machado. Amén.
La explosión de un depósito de dinamita en el tradicional mercado público de Getsemaní, en la mañana del 30 de octubre de 1965, ha sido una de las más grandes tragedias vividas por Cartagena. Este hecho, que dejó más de medio centenar de muertos y cerca de doscientos heridos, fue también una señal de alarma que puso de nuevo a la ciudad a pensar en el grave problema en que se había convertido el mercado público ubicado en la zona del Arsenal de Getsemaní: un hervidero humano y de ratas por donde diariamente circulaban cerca de 25 mil cartageneros en busca de todo lo que pueda necesitar un ser humano, desde una libra de arroz hasta caricias a precios módicos.
Fue a partir de ese momento cuando tomó fuerza la idea de que el Mercado debía ser trasladado a otra zona de la ciudad. Pero pasaron doce años para que esto fuera posible, y otros cuatro para que en el mismo sitio que ocupaba el mercado apareciera una mole que desconcertó a muchos al comienzo, pero que con el tiempo ha demostrado con creces su importancia.
Mercado Público Getsemaní
El viejo mercado
El domingo 22 de enero de 1978, Cartagena fue testigo de algo que muchos creían imposible. Al ritmo de las papayeras, los dos mil quinientos vendedores del Mercado de Getsemaní iniciaron el éxodo que los conduciría a las instalaciones del nuevo y moderno mercado situado en la zona de Bazurto.
Ese día, el cuarenta por ciento de los comerciantes que ocupaban el viejo y ruinoso cascarón del Mercado, los toldillos de las calles aledañas y las playas de cáscaras, ocuparon sus nuevos locales en un espacio amplio y limpio que costaba creer que algún día pudiera padecer las estrecheces de su predecesor. Durante las siguientes semanas siguieron las mudanzas, las demoliciones, las limpiezas que fueron extirpando ese lugar que un día fue orgullo de la ciudad y que, al final de su vida útil, algunos compararon con un tumor.
Construido en 1904, el mercado de Getsemaní fue la primera construcción digna de ese nombre que tuvo la ciudad. Hasta ese momento la población se había abastecido en los toldillos ubicados a la sombra de las murallas cercanas a la Torre del Reloj o en el lugar que hoy ocupa el Camellón de los Mártires.
A comienzos del siglo XX, decidida a salir del marasmo y la decadencia del siglo pasado, la ciudad emprendió en una serie de construcciones que buscaban despertar el espíritu de progreso e integrar la economía a la vida nacional. Una de esas construcciones fue el ferrocarril de Calamar, otra fue el mercado público, diseñado por Luis Felipe Jaspe, con la colaboración del maestro Joaquín Nicasio caballero Vivas, y para cuya construcción fue necesario derribar el fuerte de Barahona, una de las tantas murallas en ruinas que ahogaban la ciudad y de las que muchos eran partidarios de prescindir.
En el momento de su construcción, el mercado no sólo era una obra valiosa desde el punto de vista arquitectónico, sino que llenaba con creces las expectativas de la población en materia de abastecimiento. Cartagena contaba entonces con ocho mil habitantes y el mercado público –diseñado para servirle a la ciudad durante sesenta años– era una de las obras de las que más orgullosos se sentían sus apacibles habitantes. Sesenta y un años después de su construcción, en el momento de la explosión más aterradora del siglo XX, el Mercado padecía problemas estructurales y de higiene y presentaba, además un crecimiento descontrolado que invadía varias calles aledañas y amenazaba con extenderse por todo el centro de la ciudad.
El alcalde Gustavo Lemaitre Román fue uno de los principales impulsores de la idea de trasladar el Mercado Público y fue el autor de las primeras iniciativas para lograrlo.
En 1967, como gerente de las Empresas Públicas Municipales, Alberto Araújo Merlano puso en marcha la construcción del mercado de Bazurto –con ayuda de personas como Ignacio Amador de la Peña, entre otros– y fue de los primeros en preguntarse qué uso darles a los terrenos que quedarían libres después del traslado. Araújo Merlano hizo contactos con el Banco de la República para que construyera allí un edificio o un teatro, pero no se concretó nada. Fue preciso esperar hasta finales de los años 70 para que fuera posible realizar el traslado y definir el futuro del lugar que ocupaba el Mercado. Esa doble tarea le correspondió a una misma persona: el ingeniero José Enrique Rizo Pombo, quien, como gerente de las Empresas Públicas Municipales y después como alcalde de la ciudad, organizó y ejecutó –con la ayuda de la Armada–el traslado del mercado y gestó y dio los primeros pasos para la materialización del centro de Convenciones de Cartagena, que este 19 de marzo celebra 15 años.
La primera piedra
El 20 de julio de 1978, el lugar donde estuvo el mercado de Getsemaní presentaba el aspecto de un lugar bombardeado y abandonado. Del sitio que unos meses atrás estaba lleno de vida sólo quedaba el esqueleto de un viejo edificio que reflejaba muy poco de lo que había sido. Al día siguiente por la mañana, los sorprendidos habitantes de la ciudad descubrieron que no había absolutamente nada en el lugar, que ahora se abría un horizonte limpio e incomparable hacia la bahía.
Durante la noche anterior, un equipo de demolición había trabajado sin descanso para derrumbar lo que quedaba y limpiar el lugar para la ceremonia que se celebraría en ese sitio, en el marco de las fiestas patrias del 24 de julio. Ese día, el lunes 24 de julio de 1978, el presidente de la República, Alfonso López Michelsen, presidió el acto de colocación de la primera piedra del centro de Convenciones de Cartagena, acompañado por el alcalde de la ciudad, José Enrique Rizo, y el gobernador de Bolívar, Haroldo Calvo Núñez. De esa manera culminaba la primera y quizá más difícil tarea para hacer realidad ese edificio cuya ausencia hoy los cartageneros considerarían inadmisible.
“Eso lo hacemos”
La idea de hacer un centro de convenciones se le ocurrió a Rizo Pombo cuando era gerente de las Empresas Públicas de Cartagena. En mayo de 1977 llegó a sus manos una publicación del BID –que años atrás había hecho importantes préstamos a las Empresas Públicas– en la que se anunciaba la Asamblea del Banco, que se celebraría en Guatemala y, lo más importante, la autorización de un préstamo para que Panamá restaurara su centro histórico y construyera un centro de Convenciones. Rizo Pombo, que desde enero de ese año –cuando había iniciado el proceso preparatorio para el traslado del Mercado– se venía preguntando qué hacer con los terrenos cuando estuvieran desocupados, decidió que eso, un Centro de Convenciones, era lo que debía remplazar ese viejo tumor que se disponía a extirpar.
Para empezar tuvo que averiguar qué era un centro de Convenciones, pues casi nadie podía explicarle claramente lo que era. Una vez realizadas las investigaciones iniciales, se dirigió a la junta directiva de las Empresas Públicas para proponerle llevar a cabo su construcción, pero la respuesta de la Junta fue contundente: “Nuestra tarea se limita a trasladar el Mercado”. A pesar de esa respuesta, el gerente de las Empresas Públicas empezó a realizar gestiones de espaldas a la junta directiva. Lo primero que hizo fue tratar de rescatar la vieja idea de que el Banco de la República construyera allí. Pero el banco no mostró interés. Por esos días Rizo Pombo asistió a un almuerzo organizado por Augusto de Pombo Pareja en homenaje al presidente López Michelsen. En medio de la reunión se acercó al presidente a proponerle la idea de hacer un centro de convenciones en Cartagena y a sugerirle que aprovechara la reunión del BID en Guatemala para invitar a que la siguiente asamblea fuera en Cartagena.
La primera reacción de López Michelsen fue de desconcierto. Pero Rizo Pombo le pidió que lo dejara actuar para sacar adelante esa idea. Así empezó una serie de gestiones decisivas. Escribió a Augusto Ramírez Ocampo –entonces director del BID en Colombia–para plantearle la idea de que se le hiciera a Cartagena un préstamo similar al que se le hizo a Panamá. La respuesta del apoyo de Ramírez Ocampo lo llevó a Bogotá, en busca del aval de algún organismo estatal para que se comprometiera a respaldar el crédito. Así llegó a la oficina del recién creado Proexpo, Rafael Gama Quijano, quien se entusiasmó tanto con el proyecto que decidió apoyarlo con dinero de la entidad, sin que fuera necesario suscribir un crédito con el BID.
Por esos días Rizo Pombo logró hablar con el Ministro de Hacienda, Abdón Espinosa Valderrama, para que propusiera a Cartagena como sede de la siguiente asamblea del BID. Días después, Espinosa Valderrama le informó que su encargo había sido cumplido. Fue entonces cuando Rizo Pombo empezó a comprender que la sombra favorable de López Michelsen empezaba a facilitarle las gestiones. El espaldarazo definitivo llegó a mediados de 1977, cuando aún era incierto el traslado del mercado de Getsemaní. Rizo Pombo invitó a López Michelsen a un almuerzo en su casa de campo en Turbaco y allí le mostró la maqueta de lo que sería el centro de convenciones, elaborada por Rafael Cepeda. La maqueta mostraba toda la zona de Getsemaní, el centro y la bahía y, justo en medio de todo eso, un enorme edificio como un cubo de cristal que reflejaba la belleza de la ciudad.
Sorprendido, López Michelsen se limitó a decir: “Eso lo hacemos”.
Foto histórica de Cartagena
APCIC
El segundo semestre de 1977 estuvo lleno de buenas noticias. En julio, durante el cierre de la muestra Expocosta 77, el ministro de desarrollo Diego Moreno Jaramillo leyó un decreto mediante el cual el Presidente ordenaba la creación de la Asociación Promotora del Centro Internacional de Cartagena, que se encargaría de construir el centro de convenciones.
En agosto, José Henrique Rizo Pombo fue nombrado alcalde de Cartagena y así alcanzó una posición de privilegio para materializar el traslado del mercado de Getsemaní y adelantar gestiones para la construcción del centro de Convenciones.
El 22 de diciembre de 1977, en las instalaciones de un mercado de Bazurto aún desierto y reluciente, Alfonso López Michelsen presidió el acto de constitución de la Asociación promotora del centro de Convenciones.
El 24 de julio de 1978, con la ceremonia de colocación de la primera piedra, llegaba a su fin un arduo proceso y arrancaba uno nuevo en el camino hacia la materialización del Centro de Convenciones Cartagena de Indias.
Centro de Convenciones de Cartagena
En tiempo record
Durante el segundo semestre de 1978 se llevó a cabo el concurso de méritos para elegir el proyecto. Un jurado integrado por Manuel José Cárdenas, de Proexpo (representado por Germán Téllez), Ramón de Zubiría, Eduardo Lemaitre, Roberto Gedeón (entonces Alcalde) y Raymundo Angulo de Corturismo, determinó que ninguno de los proyectos cumplía con la totalidad de los requisitos, pero otorgó el primer lugar a la firma “Esguerra, Sáenz y Samper”. Salvo algunas variaciones, el proyecto proponía la edificación que conocemos.
El Centro de Convenciones debió enfrentar numerosos obstáculos para hacerse realidad. Alguien llegó a poner un aviso en la prensa solicitando dinamitadores para echarlo al suelo. El mismo Gabriel García Márquez, en su muy leída columna de El Espectador, definió el proyecto como un esperpento superior a la capacidad de la ciudad, que sólo serviría para que cada año se coronara la reina nacional.
Muchas personas intervinieron en la materialización del Centro de Convenciones. El mismo Rizo Pombo, después de ser alcalde, ocupó la gerencia de APCIC y, al descubrir que Proexpo se desentendía del proyecto y pretendía darle prioridad al Centro de Convenciones de Medellín, armó un escándalo tal que el mismo presidente Turbay le ratificó a la gobernadora, Elvira Faciolince, que el centro de Convenciones de iba a construir.
La mayor parte de la realización del proyecto le correspondió a Haroldo Calvo Stevenson, como gerente de la Asociación Promotora. Los primeros desembolsos de Proexpo para la construcción fueron hechos en mayo de 1979. Los trabajos se iniciaron en septiembre de ese año, y la construcción fue culminada en un tiempo record para una obra de tal tamaño. El 19 de marzo de 1982, el presidente Julio César Turbay presidió la ceremonia de inauguración del Centro de Convenciones Cartagena de Indias. Una semana más tarde tuvo lugar allí el primer evento, un compromiso que sirvió de motivo principal para el cumplimiento de las metas trazadas: la Asamblea del BID, que había sido aplazada un año para esperar la culminación de los trabajos. Después han sido muchas las personalidades que han desfilado por el centro de Convenciones, en los incontables eventos de los que ha sido escenario.
Quince años después de su construcción ese cubo de piedra no parece tener ya detractores y los cartageneros tienen un afecto creciente por el esperpento que ha hecho –con el tiempo–que la ciudad se convierta en algo así como el ombligo del mundo, cuando sus perspectivas –a mediados de los años sesenta– sólo permitían augurarle un futuro de balneario apenas prestigioso.
Hace unos meses, nueve para ser exactos, he llegado a pensar que el placer y el dolor siempre tienen que ver con cosas que entran o salen de tu cuerpo”.
Gabriela Wiener
Por, Sara Zuluaga García. Ilustración, Ema Villalba. Publicado en Baudó. Agencia Pública
Ana lleva una cicatriz en la barriga. Es casi tan larga como la palma de su mano abierta y flaca como un hilo. Ana tiene 33 años y trabaja como mesera en un restaurante de corrientazos en el centro de Medellín. Nunca ha parado de correr. Hace un tiempo quedó embarazada. En medio del ahogo por no encontrar una solución, le consultó a una compañera del trabajo. Ninguna sabía nada. Empezaron a preguntarle a los clientes de confianza que iban al restaurante hasta que llegaron al dato de una mujer que ofrecía realizar abortos mediante la brujería. “Se hacen amarres, abortos y baños de prosperidad”, advertía el papelito que presentaba la mujer. No tenía un teléfono sino la indicación de un lugar público, cerca al parque de Berrío, y un horario de atención.
—En ese momento, pensaba que abortar era ilegal. En el colegio me habían mostrado videos de fetos despedazados y me quedó siempre la idea de que eso estaba mal hecho, entonces en medio del desespero pensé que con brujería o hierbas iba a ser más fácil.
Un día después del trabajo, Ana fue a buscar a la mujer y acordaron verse al día siguiente en una residencia. La mujer le dijo que llevara cuatrocientos mil pesos y ropa o juguetes de su niñez.
Ana consiguió la plata prestada y llegó sola.
—Tampoco pensaba bien nada de lo que estaba pasando porque como tenía mucho mareo y toda la comida me daba asco, entonces estaba muy débil, no escuchaba bien lo que la señora me decía pero trataba de hacer caso. Llevé el vestido de mi bautizo y un peluche.
En la habitación solo había una cama y cuando Ana llegó, la mujer estaba agachada sacando hierbas de una bolsa.
—Me dijo: “le voy a dar una bebida que es una mezcla de varias ramas. Y para sanar vamos a hacer la quema de los objetos que trajo”.
La supuesta bruja le pidió a Ana que se pusiera en cuclillas mientras se tomaba la bebida. Era un brevaje verde oscuro y amargo. Luego, debía pararse rápido y saltar quince veces mientras la mujer le pegaba en el estómago con una rama larga.
Ana me cuenta todo esto riéndose, intentando imitar a la mujer y la forma en que la golpeó. Luego, se tapa la cara con las manos.
Después de los latigazos en el estómago hicieron la quema. El vestido de bautizo que la mamá de Ana había guardado —como hicieron también las mamás de todas nosotras— quedó deshecho en cenizas en una esquina de esa habitación, junto con el peluche. Un ripio negro en el que, según la mujer, moría la infancia.
—Me dijo que eso era quemar una parte de mí. Lloré mucho, le di la plata y me fui.
***
Lucy Ramírez Reyes es médica y dice que aunque hoy se conocen muchas propiedades de las plantas, hay una gran cantidad que no están lo suficientemente estudiadas como para garantizar un aborto.
—Hay muchos medicamentos y aromáticas que están contraindicados para una persona embarazada. Es muy fácil que quienes practican abortos clandestinos se basen en eso para agregar a la mezcla estos componentes. El término médico “aborto seguro” significa que el procedimiento cumpla con ciertos requisitos como que lo practique un médico, que haya un espacio adecuado, y otros puntos que puede que en un lugar clandestino no se cumplan.
Además, la doctora Ramírez señala que debido al desconocimiento de la sentencia C-355 de 2006 de la Corte Constitucional Colombiana, muchas mujeres piensan que abortar es más difícil de lo que realmente es.
—Cuando compromete la salud de la mujer no se refieren solo a la salud física sino a la salud mental, a un concepto mucho más amplio y por el cual las entidades deben practicar el aborto.
Ana salió de la residencia para su casa, la mujer le dijo que debía estar acostada y que cuando sintiera cólicos tomara pastas para el dolor. Ana vive sola en una casa dividida en varios apartaestudios. “Los cólicos casi fueron de inmediato, mientras iba en el bus para la casa. Compré muchas toallas higiénicas porque ella me dijo que me iba a salir mucha sangre. Empezó a salir y a salir sangre, me cambiaba de toalla casi cada hora”. Ana llamó a su compañera del trabajo cuatro horas después y le dijo que se sentía muy mal, que estaba perdiendo mucha sangre, que como ella tenía el wifi del restaurante por favor buscara en internet qué tenía que hacer. Su compañera llegó dos horas después en un taxi y llevó a Ana al hospital.
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Antonia Ruiz trabaja desde hace veinte años leyendo el tarot y haciendo rituales para ahuyentar la envidia y las malas amistades. Nunca ha practicado un aborto con plantas, pero sí sabe cómo funcionan:
—En la naturaleza siempre lo hemos tenido todo. En las plantas está la cura para todas las enfermedades y desde ella se pueden hacer todos los procedimientos. Y es muy viejo el conocimiento de las hierbas abortivas. Por ejemplo, lo que hace la ruda en el cuerpo, que es la más usada en esos brebajes, es que cubre el útero y como su palabra lo dice, pone rudo el cuerpo.
Antonia defiende la idea de hacer curaciones, practicar abortos y hasta planificar solamente con hierbas, porque considera que es una resistencia total contra la industria farmacéutica.
Fue en los comienzos del colonialismo y el capitalismo cuando se empezó a ver la interrupción del embarazo como una amenaza al crecimiento de la economía mundial. En un artículo titulado “Las hierbas de la emancipación”, publicado por la revista brasileña Amazona, se dice que: “La revolución científica y médica significó que las mujeres fueran crecientemente excluidas de la medicina por requerimientos de títulos universitarios a los que ellas no accedían. La posición de los hombres de la ciencia fue reforzada por la Iglesia que, en un decreto papal, afirmó: ‘Si una mujer se atreve a curar sin haber estudiado, es una bruja y debe morir’. De esta manera, las parteras dejaron de aprender y de prescribir. La caza de brujas fue efectiva en romper con una cadena de conocimiento que se había enriquecido en su transcurso milenario”. Así las cosas, las parteras quedaron proscritas y las mujeres perdieron casi toda su autonomía reproductiva. En la clandestinidad, muchas empezaron a abortar solas y de forma insegura.
Para Antonia, disciplinar el cuerpo de la mujer para parirle hijos al capitalismo es un acto de tortura y es invisibilizar la capacidad decisiva de las mujeres, y aunque hoy muchas puedan ir a centros médicos a realizarse abortos seguros, continúa siendo un delito señalado en el Código Penal.
—Eso depende de la parte del país en la que estés, en las zonas rurales muchas mujeres van a un hospital, incluso por un aborto espontáneo, y terminan culpándolas y llamándolas asesinas —dice.
El movimiento Causa Justa, que busca eliminar por completo la criminalización del aborto, destacó entre sus argumentos que el 97% de mujeres judicializadas por aborto provienen de zonas rurales. De ellas, un 30 por ciento había denunciado violencia intrafamiliar. Este escenario de terror provoca que muchas busquen formas alternativas de abortar, que a veces resultan no siendo seguras. Según el estudio Prevención del aborto inseguro en Colombia, del Ministerio de Salud, 70 mujeres mueren al año a causa de procedimientos abortivos clandestinos.
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En 2015, María Camila quedó embarazada de su novio. Estaba terminando su carrera y no quería continuar el embarazo. Lo hablaron. Ella buscó en internet cómo abortar y dio con una página de esas en las que dan un poco de información y, de repente, muestran fotos de brazos y piernas diminutos y letreros de alerta que dicen: “No lo hagas”. Siguió buscando y en la universidad le hablaron de una señora que hacía abortos con hierbas en el municipio de Sabaneta. Para entonces, Maria Camila no sabía que en Profamilia o en Oriéntame podían practicarle el procedimiento.
La médica Lucy Ramírez dice que conoce casos de mujeres que aun en estas entidades se han sentido violentadas y culpables, y que los casos exitosos son de mujeres que iban a su cita muy informadas acerca de las tres causales y de la objeción de conciencia:
—Un médico objetor de conciencia es alguien que por sus creencias se niega a hacer abortos, lo que es completamente respetable. La cosa es que si él no lo puede practicar, debe remitir de inmediato a la paciente a un médico que no sea objetor. Todos los centros médicos deben garantizar en su equipo que por lo menos uno de sus profesionales no sea objetor de conciencia y pueda realizar el aborto. Ninguna clínica se puede declarar en objeción de conciencia colectiva. Es ilegal.
Aquí, Lucy señala que hay muchas irregularidades. Ella trabaja en el hospital municipal de un pueblo del Eje Cafetero y cuando ingresó nunca le preguntaron si era objetora de conciencia.
—Entonces en caso de que yo fuera objetora, ¿qué hubiera pasado? Si alguna mujer de aquí necesita abortar debe ir hasta Profamilia, en Pereira, conseguir los pasajes, todo. Son muchas barreras.
María Camila fue con su novio a la casa de la mujer de Sabaneta. La mujer le preguntó algunas cosas sobre los alimentos que había comido ese día, sobre las semanas que calculaba de embarazo. Le entregó una botella de agua que al interior tenía un líquido entre verde y amarillo, le dijo que se tomara la mitad esa noche y la otra mitad al día siguiente en la mañana. Era una mezcla de hierbas. Le cobró 250 mil pesos, pero le dijo que le diera 100 mil y el resto cuando se hiciera de nuevo la prueba y se asegurara de que ya no seguía embarazada.
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Así que he sido capaz de fabricar eso. O. se sienta en el taburete. Llora. Lloramos en silencio. Es una escena que no tiene nombre en la que la vida y la muerte se dan la mano. Es una escena de sacrificio
No sabemos qué hacer con el feto. O. va a buscar a su dormitorio una bolsa de galletas vacía y lo meto dentro. Voy hasta el cuarto de baño con la bolsa. Pesa como si llevara una piedra dentro. Vuelvo la bolsa encima del retrete. Tiro de la cadena.
En Japón, los abortos reciben el nombre de mizuko, los niños del agua.
Fragmento de El acontecimiento, de Annie Ernaux.
Gabriela Wiener
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Yerbateras es un grupo de cuatro mujeres que trabajan por el autocuidado y el cuidado colectivo y buscan revitalizar los saberes ancestrales.
—Si bien el conocimiento de abortos con plantas es muy poderoso, requiere de muchos años de experiencia y de mucho respeto no solo para los cuerpos gestantes sino para las mismas plantas —explica Estefanía Piñeros, abogada y parte del equipo de Yerbateras.
El grupo se dedica a hacer un acompañamiento a las personas que abortan con pastillas. Para tal fin desarrollaron la cartilla Yerbajes para acompañar abortos con pastillas en el primer trimestre, que consiste en remedios con plantas, infusiones, vahos, inciesos, alimentación y rituales.
—Entendemos el aborto de manera cíclica y consideramos que el cuerpo debe prepararse en el antes, durante y después —acota Estefanía.
También hicieron kits que incluyen una infusión a base de manzanilla para tratar la ansiedad, un emplasto y una almohadilla herbal para calmar los dolores durante la expulsión, y unas gotas de frambuesa y manzanilla para tonificar el útero y el suelo pélvico.
Ivonne Pérez es trabajadora social y también es parte de Yerbateras. Dice que los abortos a base de plantas son un saber territorial:
—No es lo mismo abortar en Mitú, Vaupés, donde seguro usan la yuca que llaman “macho”, que abortar con plantas en Tumaco. Hay que entender que las parteras no van a entregarle su conocimiento a una mujer de Bogotá que solo vaya a preguntar: “¿aquí con qué abortan? No, y es muy respetable. Detrás de cada experiencia de aborto hay un montón de lógicas territoriales, de códigos que hay que entender y respetar.
Según Estefanía también es importante que las mujeres sepan que las pastillas son un método seguro:
—Hay plantas que pueden acompañar el proceso, pero realmente la forma más segura de abortar hoy es con pastillas, que además es un medicamento trabajado por mujeres brasileras empobrecidas. Es importante que sepamos eso: fueron ellas quienes se dieron cuenta de que el misoprostol servía para abortar, y empezaron a llegar mujeres con abortos incompletos a los hospitales hasta que ya desde la OMS le prestaron atención. Luego, crearon la mifepristona, y estos medicamentos combinados tienen un 97% de efectividad.
Estefanía e Ivonne concluyen que sí ha servido la incidencia de las agrupaciones de mujeres y las denuncias públicas. Y aunque Colombia está muy bien en términos jurisprudenciales, si se compara con otros países, hay que despenalizar el aborto en un ciento por ciento para garantizar que a todas las mujeres se les respete el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida.
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María Camila guardó la botella que le dio la mujer de Sabaneta en el morral de su novio. Llegaron a la casa de ella —que vive con su papá y su hermano—. Se tomó la mitad de la botella, como le indicaron. Su novio se fue y ella se acostó a ver televisión con su papá. La mujer le había advertido que si sentía dolor y si sangraba debía estar atenta por si salía el feto. María Camila dice que los dolores eran como agujas y que empezó a ir al baño cada tanto a buscar en medio de la sangre algún coágulo con una forma distinta. No durmió. Ni lloró. Solo se quedó en una duermevela de espera borrosa.
La médica Lucy Ramírez concluye que el primer paso para disminuyan las muertes por abortos inseguros y la judicialización de mujeres es el acceso a la información.
—Todos los medios y entidades de salud deberían tener esta información a la mano para que cuando las mujeres encuentren la solución inmediatamente. Si todavía hay profesionales de la salud y del derecho que desconocen el acceso a un aborto seguro bajo la causal de la salud mental de la persona gestante, imagínate el resto de personas.
***
Ana llegó al hospital con su compañera de trabajo. Activaron el código rojo y entre un médico y varias enfermeras controlaron la hemorragia.
—Me desperté como a las dos horas con mucho dolor de cabeza. Y en el estómago sentía como si tuviera una plancha caliente.
Días después de salir del hospital se hizo una herida en su abdomen en medio de un ataque de pánico. Lloró dos días seguidos. Ha pasado el tiempo desde eso y Ana sigue trabajando en el mismo restaurante y además hace parte de un colectivo de derechos humanos que asesora a mujeres y las acompaña a abortar de forma segura.
—Llevo tiempo estudiando, riéndome de mí por lo que pasó, sintiendo también mucha lástima por esa falta de información, ese desespero —admite.
Ana decidió acompañar a las mujeres que quieren abortar porque entiende lo que significa crecer en un país que simpatiza con esa parte de la Biblia, Génesis, 1:28, que dice: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueva sobre la tierra”. Entiende que el sistema está acomodado para elegir por nosotras. Su hijo tiene seis años.
***
Camila se terminó de tomar lo que la mujer llamaba “El descanso de las ánimas”. Al otro día la prueba de embarazo dio negativa y fue a donde la mujer para entregarle el resto del dinero.
—Me dijo que se llama así porque no es solo una bebida que expulsa sino que también me sana y hace que él quede flotando en alguna parte del universo. Dice que es un muerto que nadie me va a arrebatar y que puedo hablar con él siempre que quiera. Fue bonito.
La tranquilizó eso: saber que hay una presencia esparcida por ahí. Que hay un muerto que es suyo. Un muerto para siempre.
*Algunos nombres fueron modificados a petición de las fuentes.
El monumental archivo de la cultura y el activismo lésbico desde los 70 hasta hoy
Desde un diccionario japonés con contraseñas para que las entendidas pudieran esquivar la vigilancia patriarcal hasta el guardarropa de una lesbiana que fue oficial en la Guerra de Vietnam. Deborah Edel y Joan Nestle empezaron a coleccionar material relacionado con las existencias y los activismos lésbicos dentro un cartón de leche, pero en pocos meses reunieron tanto que les terminó copando la casa entera. Panfletos, flyers, diarios íntimos, pins, cartas, porno en VHS: las huellas y las joyas de una cultura que históricamente ha sido obligada a circular en la oscuridad de los dormitorios y los bares hoy brillan en Lesbian Herstory Archives, un proyecto colectivo que no para de crecer y hacerse ver.
Libros, revistas, diarios íntimos, fotos, remeras, posters, panfletos, flyers, notas sin publicar, prendedores, grabaciones en casettee, fanzines, cartas, videos porno. Todo eso y mucho más colecciona y preserva el archivo lésbico Lesbian Herstory Archives.
En su cuenta de instagram (@lesbianherstoryarchives) las “archivettes” suben fotos de los hallazgos que sus numerosas coordinadoras coleccionan desde los años 70, trazando un collage que cuenta una historia lésbica contada por muchas voces distintas. El archivo combate la invisibilización rescatando pedazos de historia de la basura, de los rincones llenos de polvo menos pensados. Invitan a lesbianas de todas partes del mundo a documentar sus experiencias, y a enviar ese material al archivo. LHA es una organización que se maneja de manera colectiva y voluntaria. Las habilidades de archivo se enseñan de una generación de lesbianas a otra, rompiendo con el elitismo de los archivos tradicionales.
Las organizadoras del archivo tienen sus principios bien claros. Uno de ellos es dedicarse a construir puentes intergeneracionales entre comunidades lésbicas, comprender qué significa la experiencia lésbica en diferentes contextos y períodos históricos. Otro de sus principios tiene que ver con incluir todas las expresiones y prácticas de las identidades lésbicas, documentar la amplia gama que es la experiencia torta en todos los contextos geográficos, políticos, culturales y económicos, y no centrarse únicamente en las vidas de personajes famosos, conocidos o publicados.
El archivo se fundó en 1974, cuando un grupo de mujeres involucradas en la Gay Academic Union (un grupo de activismo gay neoyorkino) sintió la necesidad de generar espacios políticos propios. Deborah Edel, la co-fundadora, tenía la sensación de que la historia de las lesbianas “estaba desapareciendo a medida que ocurría”. Una enorme parte de la cultura lésbica era precaria y solo estaba vista a través de una mirada patriarcal. Tenían que coleccionar sus propias historias ante la falta de material, encontrar y preservar ese patrimonio lésbico para que las generaciones futuras tuvieran acceso a material relevante para sus vidas.
Las fundadoras, Deborah Edel y Joan Nestle, empezaron a juntar material en su departamento. Guardaban flyers, fotos y panfletos dentro de una caja de leche. Cuando el material desbordó la caja, trasladaron el pequeño archivo a la despensa, al dormitorio, al living. La calidez de ese espacio de pertenencia lésbica atraía y convocaba miles de voluntarias y visitantes. “Al principio, la gente no entraba tanto para investigar como para encontrar un lugar que se sintiera como un hogar”, contaba Deborah. Ella y Joan estaban dispuestas a mantener gratuitos todos los servicios del archivo. Con el pasar del tiempo, el material del archivo se apoderó de toda la casa y a mediados de los 80 decidieron darle su propio espacio. Llevaron a cabo una recaudación de fondos, hasta que lograron comprar un hogar en Brooklyn, el mismo edificio donde aún está ubicado. Hoy en día, 45 años después de su apertura, contiene más de 20.000 fotos, además de miles de libros, colecciones masivas de revistas, cassettes, posters y otros artefactos. Estas son algunas de sus joyas más preciadas.
El dyktionary
Es un diccionario lésbico japonés que está escrito y atado a mano, circulaba en el ambiente lésbico de Tokio alrededor de los 80. Pensado como una resistencia al control patriarcal del lenguaje, el diccionario contiene frases y palabras como “femme”, “butch” y “clitoris” en tres idiomas: inglés, japonés casual y japonés formal. Incluye las traducciones de frases como “¿te puedo dar un beso?” o “butch on the streets, femme between the sheets (de apariencia butch, pero sexualmente femme)”. En palabras de la escritora, Van Dyke, “mientras que los hombres mantengan palabras como clítoris o heterosexualidad compulsiva fuera de sus diccionarios, va a ser difícil hablar entre nosotras sobre esas áreas de nuestras vidas. Este es un intento por llenar esas brechas comunicativas, esas estrategias patriarcales que bloquean la DYKE ENEGY! (energía torta)”
cortesía de Lesbian Herstory Archives
Los secretos Marge McDonald
McDonald fue una lesbiana tímida y solitaria, vivió en un pequeño pueblo de Ohio en los años 50. Tras su muerte donó al archivo todos sus escritos y poemas, incluyendo 1500 páginas de un diario íntimo donde describía con detalle su vida enclosetada, el descubrimientto de su sexualidad, y su incapacidad para hablar de eso en el mundo heterosexual que habitaba. Una de las crónicas de su vida diaria es la primera visita a un bar de lesbianas, donde también tiene su primer beso con una chica: “Nunca podría describir mis sentimientos así que ni siquiera lo voy a intentar. Es suficiente decir que, mientras esté viva, nunca voy a olvidar ese momento ni ese beso”. Marge cuenta a su lector imaginario que la chica que besó, Lynn, le habló de su vida en la armada, donde “le hubiesen hecho un corte marcial si se enteraban de lo que ella era”. El archivo asegura que, si Marge no les hubiese dejado todos sus textos, su familia los hubiera destruido.
Gemas porno
En los años 80, las posibilidades de grabar producciones con bajo presupuesto permitieron la súbita aparición del primer porno lésbico hecho por lesbianas. El equipamiento y el espacio eran relativamente accesibles, y eso permitió filmar estos videos independientemente y sin hombres de por medio. Fatale Media fue una de las primeras compañías en hacer porno de lesbianas. Siguiendo con la típica tradición lésbica, los videos terminaban con una escena de ellas hablando de sus sentimientos, de cómo vivieron la filmación del video. Bathrooms Sluts, una de las películas filmadas por Fatale Media, tiene escenas grabadas en el Lesbian Herstory Archives.
Una lesbiana en Vietnam
Entre sus prendas más preciadas, el archivo conserva una chaqueta del ejército, usada por una lesbiana que fue médica y oficial no comisionada en la guerra de Vietnam. Si bien no pueden dar su nombre, las archivadoras aseguran que ella y su pareja, que también fue parte del ejército, sobrevivieron la época de “caza de brujas” y estuvieron muy, muy, dentro del closet hasta que ambas se retiraron. Incluso después de retirarse, no hablaron abiertamente de que eran lesbianas.
cortesía de Lesbian Herstory Archives
La furia lavanda
El término “lavender menace” (que podría traducirse como “amenaza lavanda”) fue usado por primera vez en 1969 cuando Betty Friedan, fundadora de la Organización Nacional de Mujeres, lo usó para referirse a las lesbianas, a quienes no quería dentro del movimiento feminista. Como respuesta, un grupo de lesbianas radicales comandado por la activista Rita Mae Brown organizó una intervención en el congreso.
Apenas la primera oradora llegó al micrófono, las lesbianas apagaron las luces y desenchufaron el micrófono de esa sala que ya conocían bien. Algunas se reían, otras lanzaban gritos rebeldes. Cuando prendieron las luces de vuelta, los dos pasillos estaban llenos de lesbianas alineadas en fila, usando sus remeras de Lavender Menace y sosteniendo unos placards que ellas mismas habían construido. Una de ellas se paró y gritó “estoy harta de estar en el closet con la excusa del movimiento de las mujeres” y, para horror de la audiencia, se desabrochó la blusa que llevaba puesta, la dejó caer mostrando la remera de Lavender Menace que llevaba debajo. “¿Quién quiere unirse a nosotras?” preguntaron las menaces, “¡yo quiero!” respondían distintas voces desde la muchedumbre. Después de esa sorpresa inicial, las lesbianas tomaron el escenario. Su manifiesto empezaba así: “¿qué es una lesbiana? Una lesbiana es la furia de todas las mujeres condensada al punto de la explosión”.
La escalera
Fundada en 1955, The Ladder fue la primera revista lésbica que se distribuyó a nivel nacional en Estados Unidos. La publicaba “The Daughters of Bilitis”, una asociación defensora de los derechos civiles de las lesbianas que se fundó como alternativa a los bares lésbicos, donde el acoso policial se hacía cada vez más presente. Se promocionaban a sí mismas como “una organización de mujeres con el propósito de integrar Lo Gay en la Sociedad”. Una de sus metas era brindarle a la comunidad lésbica un foro de intercambio de ideas dentro de su propio espacio, y por eso mantenían una biblioteca entera de ficción y no ficción lésbica. Cuando se disolvieron, en 1972, el grupo donó toda la biblioteca a LHA.
Folletines
El término pulp hace referencia a libros con encuadernaciones rústicas, baratos y de consumo popular. Portadas llamativas, sugerentes y llenas de color. LHA, por supuesto, no perdió la oportunidad de coleccionar “pulp novels” con contenido lésbico de los años 50 y 60. Joan Nestle, una de las fundadoras del archivo, le dio un nombre nuevo a esta clase de novelas: “literatura de supervivencia”. Las novelas llevan títulos como Dulce Tormento, La amistad malvada o El camino extraño. Hasta los años 60, estos eran los únicos libros donde una lesbiana podía encontrar algún reflejo de sí misma, a pesar de que los personajes lésbicos casi siempre terminaran sufriendo un castigo por su inmoralidad, contrayendo matrimonios heterosexuales, perdiendo sus trabajos o incluso sus vidas. Los hombres heterosexuales que escribían estas historias se veían obligados a dar finales trágicos a sus personajes para evitar la censura. Aun así, las lesbianas codiciaban estas gemas, y aún las codician hoy en día.
Samois
Fundada en San Francisco, fue la primera organización pública que se dedicó al sadomasoquismo lésbico. En 1979 publicaron una guía de sexualidad BDSM para lesbianas. El título era “¿De qué color es tu pañuelo?”, aludiendo al código de pañuelos que se usaba en el ambiente gay de ese entonces, una forma de comunicación no verbal que servía para definir roles, fetiches o prácticas de interés.
SAMOIS sufrió fuertes censuras de WAVPM (mujeres contra la violencia en la pornografía y los medios de comunicación), un grupo de feministas en contra de la pornografía que, en un afán que recuerda al abolicionismo actual, incluso organizó piquetes en su contra, acusándolas de “ritualizar la violencia a la mujer”. Lxs miembrxs de Samois, pionerxs del feminismo pro sexo, argumentaban que su forma de practicar BDSM era compatible con el feminismo, y que la forma de sexualidad defendida por las corrientes anti porno era conservadora y puritana.
El legado de Lorde
El archivo preserva fotos y discursos grabados de Audre Lorde, ícono del feminismo antiracista, definida por sí misma como “negra, lesbiana, madre, guerrera y poeta”. Lorde se consideraba ante todo poeta, pero también fue una teórica conocida por plantear la interseccionalidad entre el lesbianismo, el feminismo de las mujeres negras, y la literatura femenina. Lesbian Herstory Archives permite que estos fragmentos de historia les sirvan a los movimientos de justicia social para aprender sobre su pasado y poder habitarlo como un hogar cálido. Y esas frases poderosas que escribió Audre Lorde, como “tu silencio no te protegerá”, resuenan con el contexto estadounidense actual, impregnado de racismo y brutalidad policial. Las archivettes evocan las palabras de Lorde, “las herramientas del amo nunca destruirán la casa del amo”, y recuerdan a sus seguidoras la importancia de ser inventivas, creativas y revolucionarias usando nuestras propias herramientas.
Manifiesto de un grupo de profesores universitarios de comunicación social y periodismo que sientan posición ante los hechos recientes mediante los cuales se afecta el ejercicio libre del periodismo en Colombia.
Quienes formamos periodistas no podemos hacerlo para que ejerzan su profesión con docilidad, sin perspectiva crítica, sin valentía. Por ello, varios hechos que afectan directamente la libertad de expresión en Colombia, ocurridos este año, nos convidan a reflexionar, a fomentar el debate y a hacernos preguntas.
En el primer semestre conocimos los perfilamientos a periodistas por parte del Ejército.
Ahora, la Fiscalía pretende llevar a juicio a la comunicadora que pudo haber dado a conocer la prueba de las malas prácticas del funcionario que estaba al frente del sistema de medios públicos del país, al tiempo que cita a integrantes del equipo de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) para que atiendan una entrevista presencial en el proceso penal en contra de la comunicadora.
No se puede normalizar la utilización de herramientas legales, el acoso judicial o las campañas sistemáticas de descrédito de los periodistas, que desembocan en marcos restrictivos para el ejercicio de la libertad de expresión.
En relación con las imputaciones contra periodistas como la llevada a cabo por la Fiscalía contra la exdirectora de Señal Colombia, Diana Díaz, es importante precisar que la judicialización de periodistas es una de las estrategias utilizadas por estados que no respetan los estándares de libertad de expresión. En ese sentido, ¿se está abusando del ejercicio del Derecho para acallar voces independientes, críticas o fieles a los valores esenciales del periodismo?, ¿la Fiscalía acude a este mecanismo para presionar a periodistas?, ¿la cercanía entre funcionarios del Estado, que han tenido o tienen proximidad con el Gobierno, ha sido un motivo para la presión judicial de periodistas?, ¿en qué momento los periodistas pasaron de ser vigilantes a vigilados?
Y lo que se desprende de esta imputación de cargos es todavía más complejo. Se pone en riesgo a las fuentes reservadas cuando las instancias judiciales las develan, lo cual conduce a la violación de la reserva constitucionalmente protegida.
Sobre el perfilamiento de periodistas realizado desde el Ejército nos preguntamos ¿qué significan estas prácticas, concretas y verificadas llevadas a cabo por instancias del poder político que tienen un papel público en la sociedad?; ¿es oportuno, deseable y sobre todo benéfico para una sociedad que la opinión sobre los temas de la agenda pública sea homogénea?, ¿es democrático que comunicadores y periodistas sean sometidos a monitoreos y vigilancia por parte de las autoridades de un Estado por razones de lo que informan, de lo que piensan o de lo que expresan públicamente?
La Presidencia y todas las autoridades gubernamentales deben garantizar el trabajo de organizaciones del periodismo preocupadas por la defensa de la libertad de expresión y no permitir el ejercicio indebido de presiones sobre sus derechos. Nos preguntamos entonces si ¿es necesario estigmatizar a organizaciones de derechos humanos y libertad de expresión, democráticas y reconocidas como la FLIP, sin razones contundentes y fundamentadas?, ¿es legítimo presionar con investigaciones criminales a organizaciones sociales que defienden las libertades civiles?
Por su carácter instrumental (Arendt, 2005), la violencia se vale de herramientas y dispositivos entre los que se encuentran marcos jurídicos que, para el caso del periodismo y la libertad de expresión, llegan a aplicarse con la intención de prohibir, desaparecer o desvanecer un determinado tipo de voces y discursos.
Las consecuencias de este uso imaginativo de mecanismos legales en contra del ejercicio del periodismo son autocensura, pérdida de la capacidad de investigación periodística, surgimiento de un periodismo precavido. Los excesos de judicialización del periodismo están amenazando la libertad de expresión y el derecho a la información.
El rol del periodismo en la sociedad y en la democracia no es callar. Tal como lo concibe el Consejo de Europa, el periodismo de calidad descansa en estándares comunes de ética profesional, aunque toma diferentes formas de acuerdo con contextos geográficos, legales y sociales, pero en todos los casos persigue el objetivo compartido de actuar como un vigilante público en sociedades democráticas y de contribuir a la conciencia y la ilustración públicas.
En este punto, una estrategia orientada a fortalecer el sistema de medios públicos es imprescindible para evitar de manera tajante que sea utilizado para fines de propaganda gubernamental o que sea censurable por poderes políticos, y, al mismo tiempo, por permitir que surja y crezca un periodismo de interés público con independencia demostrable de los poderes y caracterizado por la construcción permanente de confianza y credibilidad ante la ciudadanía. En Colombia es evidente la poca preponderancia del debate público sobre este tema. Sin un sistema de medios públicos, de interés público genuino e independiente, se seguirá favoreciendo la propaganda gubernamental y el uso indebido de recursos públicos para fines partidistas.
Un alto grado de autonomía es visto como un elemento de gran importancia para que el periodismo pueda cumplir con sus funciones democráticas. Pero ¿puede el periodismo ser libre bajo un régimen de restricciones políticas o cuando está sujeto a presiones comerciales y del mercado?, ¿puede el periodismo cumplir con sus funciones de vigilante de los gobiernos y ser al mismo tiempo demandado por difamación por parte de funcionarios?, ¿puede ser libre si se intimida a quienes lo ejercen y se les ataca hasta silenciarlos?
Nos proponemos hacer lo que como Universidad es nuestro deber ser. Convocaremos foros, encuentros, proyectos de investigación, diálogos virtuales alrededor de los temas y las preguntas aquí propuestas para presentar nuestras preocupaciones a las instancias del Estado y de la sociedad, que saldrán ganando con una libertad de expresión amplia, pluralista y democrática.
“En lo colectivo reconocemos el trabajo colaborativo del territorio de las expresiones dominables, ya sean de carácter estético o artístico, como ánimo de una especie extraña de pragmatismo creativo bajo el signo de la negociación común, en donde los individuos aportan desinteresadamente capacidades y actitudes de construcción. La tarea de por sí no es fácil, pues antes hay que vencer muchos factores, entre ellos los más neurálgicos, aquellos derivados del Yo tirano, el cual va encegueciendo el espíritu operante, ese espíritu real donde los humanos solemos debatir la programación de la capacidad del poder hacer.”
La acostumbrada agenda de jueves en la Alianza Francesa de Pereira con Hablemos de BD trae una sesión de creación de cómic, tomando como referencia los nuevos autores de historietas que están emergiendo en la ciudad. Conéctense al canal de youtube de la Alianza Francesa de Pereira, el jueves a las 6:30 de la tarde.
Última actividad con los Urban Sketchers Pereira a través de Cómic Sin Fronteras por este año.
Cierran con un invitado especial: Carlos Mauricio Palacios KARMAO, quien estuvo hace más de 10 años en el evento promocionando el libro de los mitos colombianos. El trabajo de Karmao tiene que ver con los mitos y leyendas de nuestro país, su ilustración es ambientada en penumbras y esos lugares que nos aterraban de niños con los cuentos de nuestros abuelos.
No se pierdan este taller y la oportunidad de conocer a Karmao y su excelente trabajo. Pueden conectarse a través de Google Meet el sábado a las 4 pm. Enlace en las redes de Cómic Sin Fronteras el día del evento.
Un cómic editado por el Clan Nahualli, colectivo al que pertenece Camilo Triana, quien hizo el guión y portada.
El arte y la rotulación estuvo a cargo de Luis Gabriel Trejos, quien fue el dibujante invitado.
“Son sesiones para crear y compartir nuestros procesos y proyectos con el resto de asistentes de forma libre. La intención es aprender e inspirarnos con nuestros compañeros en un ambiente de Taller virtual.
Por eso queremos que vengas a nuestra sesión este viernes, trae los materiales con los que quieras trabajar y si quieres nos cuentas sobre el proyecto en el que estés trabajando.
Convocatoria para publicar en el blog Los Inmodernos | “Densidades” | Se recibe obra hasta el 3 de noviembre
Texto provocador de Oscar Salamanca:
Se ha hablado mucho acerca de la estética y de cómo ella ha logrado un imperativo en la vida intelectual y cotidiana del hombre de hoy, pero lo estético, quizá por esa misma categoría que representa a nivel de efecto sobre las cosas que implican lo bello, sensible, ha sido objeto de manipulaciones en muchos sentidos.
Si nos hablan de algo estético o con estética de inmediato hacemos una gran diferenciación entre cultura estética y estética en general, porque necesitamos separar el discurso de la vida del discurso de la filosofía, no podemos colocar en un mismo saco toda la estética para que ella resuelva los grados de apropiación y desarrollo, los cuales tienden a separar intencionadamente el carácter, función y formas de apropiación ya sea teórica o práctica.
La estética por tanto se debate entre dos polos, por un lado, la estética neguentrópica y, por otro lado, la estética entrópica. En la primera se trata de una tendencia natural de la estética como sistema para modificarse a sí misma según su propia estructura, desarrollando niveles y sub subniveles. Las teorías de estéticas de lo sublime, aquellas que recuerdan a los sujetos humanos la posibilidad de su propia muerte, ya sea en sentido matemático, ya sea a partir de la fuerza de la naturaleza, o ya sea por la dinámica donde nos encontramos expuestos producto de la violencia en sus tensiones. Esta neguentropía estética es harto conocida y compartida pues consiste en categorizaciones donde lo bello aparece como el ideal filosófico.
Pero otra cosa es lo que ha ocurrido desde Kant porque la belleza se ha venido descentrando como eje, lo cual ha provocado su apropiación por la cultura de masas en sus múltiples definiciones cada vez más sorprendentes… texto completo, clic aquí
“Devenir impuro” linograbados del seminario de investigación-creación, Maestría en Estética y Creación U.T.P | Del 26 de octubre al 30 de noviembre | Jardín de artista de la Universidad Tecnológica de Pereira: jardindeartista.blogspot.com
Juliana Cortéz
Gloria Pérez
Ana María Salazar (artista invitada)
Taller de arte Casa Inclinada en la ciudad de Pereira- Colombia
Texto crítico
La energía de un posible principio dinámico en la transformación de la cultura se encuentra en el aparato de producción colectivo. Dicha fábrica de civilización opera en la nueva sociedad a través de la fuerza creadora de la ensoñación, la cual articula de por sí la esperanza, el anhelo y el deseo continuo del mundo como lo conocemos hoy… leer más
Exposición Jam de dibujo en el Museo de Arte de Pereira | Del 30 de octubre al 26 de noviembre
La exposición @jamdedibujo_ hace referencia a un trabajo exploratorio de 17 personas aficionadas, artistas e interesados en el dibujo, quienes han plasmado desde su arte, situaciones, sentimientos y cotidianidades en tiempos de pandemia.
También referencia temas propuestos por artistas invitados nacionales e internacionales que han dado como resultado una muestra muy interesante desde lo íntimo de los hogares de los participantes.
Detalles en las redes de la Jam de dibujo (relacionadas anteriormente)
Lunes con las artes | 9 de noviembre, 2 pm | organiza la Universidad del Valle | Por zoom: https://us02web.zoom.us/j/87448537368 – ID de reunión: 874 4853 7368
El Departamento de Artes Visuales y Estética de la Universidad del Valle invita a su actividad de extensión formativa denominada: “Lunes con las artes”. Se trata de un espacio de diálogo, encuentro e intercambio en torno a las artes visuales que busca promover la participación y el intercambio de conocimientos y saberes de estudiantes, profesores, graduados y profesionales pertenecientes a las distintas comunidades creativas y académicas nacionales e internacionales.
El noveno invitado es el Licenciado en Artes Visuales, graduado de la Universidad del Valle, Maycol Donobal García García. Su charla se titula “Una mirada crítica del artista desde el quehacer político”.
Exposiciones del Museo de Arte de Pereira | Del 30 de octubre del 2020 al 28 de marzo del 2021
‘En este pueblo no hay ladrones’, Exposición colección Museo de Arte de Pereira 1974-2012
Es una adaptación curatorial del cuento corto del colombiano Gabriel García Márquez a través de escenas ilustradas por Saturnino Ramírez a modo de guión gráfico. Por medio de sus composiciones y narrativa visual se le incorpora una selección de obras de la #ColecciónMAP conformando una atmósfera cinematográfica que nos induce a estados emocionales como la ilusión, el desamor, la avaricia, la culpa, la pasión y otras representaciones de la naturaleza humana.
Exposición Indicios de fuga. Graffitti y ate urbano
Exposición colectiva con 22 artistas de la región, exponentes del arte urbano quienes abordan su práctica desde diversas perspectivas que nos hará preguntarnos sobre la paradoja de lo público y lo privado.
Un proyecto del #MAPereira con el apoyo de Khuyay en busca de un espacio de reconocimiento para dilucidar las diferencias, para dialogar y encontrarse alrededor de la creatividad y la libre expresión; un espacio pedagógico-artístico abierto a las posibilidades de la creación en los diferentes medios y formatos, abordando la relación entre lo global-local y lo llamado género urbano.
Hoy 27 de octubre de 2020 se cumplen diez años de la muerte en el exilio de Fernando Garavito, más conocido como Juan Mosca. Columnista, reportero, cronista, poeta y autor de ensayos, fue testigo y protagonista de buena parte de la historia reciente de Colombia. Por esa razón, en La cebra que habla compartimos con ustedes este tributo a su vida y obra.
Un homenaje a Juan Mosca por el caricaturista Betto de El Espectador
Naciendo la madrugada del jueves 28, una llamada anunció la dolorosa noticia sobre quien fuera uno de los periodistas más reconocidos en Colombia. Hacia unas semanas, el 4 de octubre, había viajado a un pequeño poblado del sur de Estados Unidos, porque la Lannan Foundation le había concedido una “Beca de creación literaria”.
Allá, en el corazón desierto de Texas y hasta el 17 de diciembre de este año, Fernando se había dedicado a lo que sería entonces su única obligación: terminar un libro. “Tengo tres libros en proceso, todos ellos literarios, de manera que estoy seguro de que podré presentar, y ojalá culminarlo”, escribió a sus amigos antes de irse. No fue posible. Ayer, mientras conducía por una carretera con destino a Texas, su viaje se tornó en definitivo… en inapelable… Sus escritos están ahora detenidos en su tiempo. Junto a ellos, su pensamiento, su vida. Fernando Garavito, más conocido como ‘Juan Mosca’, ha levantado sus alas. El periodista, el escritor, el irreverente, el amigo de antes o de ahora, o de ahora y de antes, el desconocido, el temido, aquel a quien el odio de sus enemigos denunciados le obligara a un exilio forzado en Estados Unidos… empieza hoy a hacer otra suerte de memoria.
Fernando hijo, Priscilla Welton (su compañera de vida), Fernado ‘Juan Mosca’, y Manuela, la hija menor, su cómplice de sueños…
Su exilio y el movimiento Mosca
Fernando Garavito, inagotable a sus 66 años, seguía escribiendo y opinando desde las condiciones adversas que ocho años de exilio le habían impuesto: abandonar su país, Colombia, dejar a sus amigos, a su familia, a su hija mayor Melibea (producto de su primer matrimonio, con la también fallecida poetisa María Mercedes Carranza), dejar su trabajo, callarse allí para evitar que las amenazas cernidas sobre él pudieran cristalizarse allá. Y, la más difícil, la pérdida de Priscilla Welton, su compañera de vida y madre de Fernando y Manuela…
Todo ello le había sumido en una obvia y profunda tristeza. Fueron sus hijos los que se convirtieron en su bastión, su fortaleza. Y por ellos, por ese amor que le inspiraban y que no se cansaba de expresar a quien tuviera al frente, Fernando era vida pura: intacta su rebeldía, brillante su creación, perfeccionista en sus escritos, aguda su crítica, valientes sus opiniones, decididas sus búsquedas, solidario con quien lo necesitara.
La vida de Fernando reúne demasiado: haber sido redactor, editor y director de varios medios de prensa, autor de 14 libros (prosa y poesía), profesor de niños (una faceta que no todo su público lector conoce) y, últimamente, sin abandonar su literatura, ser el alma, la Mosca Mayor, de la agrupación PoloMosca, una agrupación conformada por colombianos residentes en diferentes partes del mundo, sin jerarquías, y que desde el comienzo ha querido marcar una pauta muy propia, dentro y fuera del Polo Democrático Alternativo, PDA.
De hecho, por su honestidad, su odio por la politiquería y sus deseos de dar un cambio real, fue que Fernando – después de que un grupo de amigos se lo solicitara – decidió lanzarse como candidato a la Cámara de Representantes por los colombianos en el exterior, por el PDA.
Perdió, pero no lo importó. Apelando a su seudónimo, ya había surgido un movimiento, el PoloMosca, y era suficiente. En él ponía toda su fuerza, todo su amor, insistiendo una y otra vez a sus integrantes, en la necesidad de hacer una política distinta, de olvidar las jerarquías y las directivas y los protagonismos, de aplicar la democracia genuinamente, de tener la honestidad como motor, de conceder a cada uno su propio valor, sus propios méritos… No era, entonces, difícil seguirle, quererle y creerle.
Su vida
Graduado como abogado en la Universidad Javeriana, fue en el diario El Espectador donde Fernando se convirtió en ‘El señor de las Moscas’ y con su columna del mismo nombre inspiró desafectos y se granjeó enemigos. ‘Juan Mosca’ venía siéndolo desde antes. y sus artículos – fuera en un medio u otro, como Jefe de Redacción o como Editor, o como simple escritor – ponían a temblar a más de uno.
Algo así ocurrió con ‘Álvaro Uribe, El señor de las sombras’, pero quizás con las consecuencias esperadas: amenazas, persecuciones, anónimos… uno tras otros… Y fue inevitable: debió exiliarse en Estados Unidos. Con él se marcharon su esposa Priscilla Welton y sus hijos Fernando y Manuela.
Su artículo “¿Por qué los autores del desfalco a la Nación a través del Banco del Pacífico ocupan los más altos cargos administrativos del nuevo gobierno del Presidente Uribe Vélez?”, ‘motivó’ a El Espectador a despedirle, algo que no pudo obliterar el hecho de los logros que obtenía, como el premio “Cultural Freedom Award” (entregado por la Lannan Foundation por “su trabajo a favor de la democracia y de la libertad, y del respeto a los derechos humanos”), o el Premio de Periodismo Simón Bolívar, recibido por su investigación sobre la tragedia del Palacio de Justicia, o los reconocimientos por sus libros ‘Ja’, ‘Reportajes de Juan Mosca’, ‘País que duele’, ‘El corazón de Oro’.
Fernando, a quien los odios o rabias de sus denunciados y contendores no lograron mermar un ápice, transcurrió su tiempo forjando espacios y propuestas.
A él y con él, muchos vivieron, vieron, conocieron, transcurrieron, disintieron aprendieron, coincidieron, propusieron. Sobrarán amigos cercanos y lejanos, aliados nuevos y antiguos, enemigos antiguos o presentes, a quien su definitiva partida estremezca.
A los que le conocieron les resultará difícil olvidar su sentido del humor, el reirse de sí mismo y de los demás, su forma atenta de observar a la gente cuando le hablaban, su manera de no escatimar buenas palabras con quienes se lo merecían, su temperamento a veces intempestivo y apasionado, su olfato para detectar una buena noticia o alguien en quien no confiar, su prudencia en medio de su imprudencia, su inteligencia, su valentía.
Lo cierto es que Fernando Garavito, ‘Juan Mosca’ deja un legado en sus escritos, en el periodismo y en su trabajo en el PoloMosca.
E igualmente, el periodismo en Colombia, tiene ahora un nuevo vacío, y los colegas que le conocimos de cerca, que trabajamos con él y forjamos amistad, que recibimos de él sus enseñanzas, no podemos menos que lamentar su partida, conscientes – eso sí – de que seguiremos escuchando su incesante batir de alas.
The Prisma expresa a Fernando y a Manuela, a Melibea, a sus afectos, a sus amigos, a su legión de Moscas, sus más profundas condolencias y toda la solidaridad que puede caber en estos y futuros momentos. Las palabras, como decía Fernando en relación a estas circunstancias, son “inútiles porque no colman ni calman lo suficiente”.
Fernando concedió a The Prisma una de sus últimas (la última a un medio de prensa) entrevistas. Puede ser leída en su versión castellana Fernando Garavito, sin eufemismos o inglesa Fernando Garavito, without euphemisms.
La obra de Juan Mosca
LITERATURA
‘Já’, poesía de vanguardia. (1976).
‘El corazón de Oro’, (1993), periodismo literario.
‘Biografía de Eduardo Umaña Luna, “maestro de maestros”.
Banquete de Cronos, antología.
‘Antología sobre la obra de León de Greiff’.
‘Ilusiones y erecciones’.
REPORTAJES Y CRÓNICAS
Reportajes de Juan Mosca (1983).
Bogotá, ayer, hoy y mañana (1986).
País que duele (1996).
Álvaro Uribe, El señor de las sombras (Bogotá, 2002).
*Mónica del Pilar Uribe Marín, periodista, escritora y editora colombiana especializado en derechos humanos, política y medio ambiente. Trabaja como periodista freelance para varios periódicos y revistas internacionales. Es fundadora y directora de The Prisma The Multicultural Newspaper en Londres. Ha publicado varios libros como: Plantas Medicinales, Espacios para la Convivencia.
TRES COLUMNAS DE FERNANDO GARAVITO
Ciertas yerbas del pantano
[Columna publicada dos años antes de que Álvaro Uribe fuera Presidente]
Con bombos y platillos El Tiempo lanzó esta semana a Álvaro Uribe Vélez como su candidato presidencial. Cuatro columnas en primera página, foto desplegada con puño afirmativo y gesto intenso, preguntas concretas, respuestas ambiguas. El candidato anunció que va a asumir la defensa de los colombianos. Muy bien. Pero, ¿quién nos defenderá a los colombianos del candidato?
Su hoja de vida es más bien una hoja de muerte. Fue estudiante pobre del colegio Jorge Robledo, hijo de don Alberto Uribe Sierra, uno de esos personajes de los que está llena la historia de Antioquia, que le ponen la trampa al centavo y viven un poco de echar el cuento, de comprar al fiado, de captar dineros, de deber un poco aquí y un poco en la otra esquina. Pese a que don Alberto se convirtió en el corredor oficioso de finca raíz de ciertas yerbas del pantano y que era ostentoso como una catedral, con helicóptero y rejoneo incluidos, murió más pobre que el padre Casafús, quien fue tal vez el autor del milagro. Porque si no es un milagro, ¿cómo se explica que haya dejado esa inmensa y oportuna riqueza que sacó de problemas a sus tres vástagos, el candidato, el Carepapa y el Pecoso, que hasta el momento habían pasado las duras y las maduras para explicar la procedencia de algunos dinerillos?
Por ese entonces el candidato ya había salido del colegio y había olvidado a ciertas yerbas del pantano que fueron sus compañeros de curso, y que sólo volvieron a saber de él por los éxitos de su carrera política, por las frecuentes noticias del periódico, y por la fotografía que lucían los orgullosos propietarios de La Margarita del Ocho en su salón principal, donde aparecía rodeado por las más importantes ciertas yerbas del pantano, la cual desapareció misteriosamente sin que nadie haya vuelto a dar cuenta de su paradero. Al terminar su bachillerato, el candidato estudió Derecho en la Universidad de Antioquia y comenzó a sostener a los cuatro vientos que él “algún día” llegaría a ser presidente de la República. Y claro, va a serlo, como lo señala su meteórica carrera.
Primero, como representante de Guerra Serna, fue jefe de Bienes de las Empresas Públicas de Medellín, donde atropelló a todo aquel que no quiso vender sus tierras para el desarrollo hidroeléctrico El Peñol-Guatapé. Luego pasó sin pena ni gloria por la Secretaría General del Ministerio del Trabajo. Más adelante, en el gobierno de Turbay Ayala, fue director de Aeronáutica Civil. Allá logró el más acelerado desarrollo que haya tenido la industria aérea en Antioquia. El departamento se vio de pronto cruzado por múltiples pistas y por modernas aeronaves con sus papeles en regla. Durante ese período, fue socio de su director de Planeación, el notable empresario deportivo César Villegas, con quien importó las casas canadienses de madera que ahora lucen con tanto garbo su elegante perfil en las fincas de las más discretas ciertas yerbas del pantano. Pero salió de Aerocivil a raíz de un pequeño escándalo del cual dio cuenta pormenorizada el periódico que ahora apoya su candidatura, y se dedicó de lleno a la política.
Dejó a Guerra Serna con sus rifas de neveras y de electrodomésticos, y se hizo nombrar alcalde de Medellín en el gobierno del poeta Belisario. Allá aprendió a las mil maravillas el ceremonial que oculta la ineficiencia, pero salió sin consideración a sus méritos cuando visitó en el helicóptero oficial a ciertas yerbas del pantano. Después llegó al Congreso en compañía de su primo, Mario Uribe, electo ahora presidente del Senado sin siquiera una mención a su fervor religioso, que fue evidente a sus visitas al Señor Caído, en La Catedral, con credo incluido. Pero ese es un cuento que otro día les cuento.
El candidato fue también gobernador de Antioquia, donde se dedicó a convivir pacíficamente. Allá mostró su entusiasmo neoliberal, que hoy oculta con tanto cuidado: cerró la Secretaría de Obras, dejó cesantes a dieciséis mil empleados, privatizó las Empresas Departamentales de Antioquia, acabó con los hospitales regionales, e inició la privatización de la Empresa Antioqueña de Energía, antes de dilapidar el presupuesto en contratos de pavimentación que nunca logró terminar, y en la venta de futuros de la Empresa de Licores, todo lo cual contribuyó a dejar a Antioquia, que es inmensamente rica, en la ruina total.
Estuvo en Harvard, claro está (¿quién que es candidato no ha estado en Harvard?), donde jugó tenis con Andrés Pastrana mientras Juan Rodrigo Hurtado le hacía las tareas; compró hacienda en Córdoba (¿quién que es candidato no tiene hacienda en Córdoba?) donde quedó bajo la protección de ciertas yerbas del pantano; tuvo un almacén de alimentos y bebidas (¿quién que es candidato no ha tenido un almacén de alimentos y bebidas?) que se llamó “El gran banano”; y terminó por ser el candidato in pectore de los sectores más oscuros, peligrosos y reaccionarios del país. Los cuales, sobra decirlo, no son solamente Enrique Gómez y Pablo Victoria y compañía. También son, Dios nos ampare, las famosas y nunca bien elogiadas ciertas yerbas del pantano.
[Nota: Columna publicada en El Espectador, agosto 27, año 2000, página 14 A]
Para dirigir la política de crédito de la América Latina, la solución es fácil: róbese un banco.
A finales de julio, veinte de los veintiocho países con derecho a voto eligieron como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, al embajador de Colombia en los Estados Unidos, Luis Alberto Moreno.
La hoja de vida de Moreno dice que “al momento de su nombramiento en Washington (1998), se desempeñaba como socio de un fondo de inversiones con negocios en Latinoamérica”. Rigurosamente cierto. Ese fondo era el WestSphere Capital Andina, del que formaba parte junto con otros políticos de medio pelo en Colombia. Él y sus socios se hicieron al poder en 1998, en apariencia bajo la dirección de Andrés Pastrana. Pero Pastrana era sólo un figurín, un caballerete. El cerebro de la organización era Moreno.
De los socios de WestSphere, Moreno fue embajador en los Estados Unidos, Fernando Londoño, ministro del Interior y cerebro del régimen en el actual gobierno, Luis Fernando Ramírez, ministro de Defensa, y Camilo Gómez comisionado de Paz. El otro, Moisés Jacobo Bibliowicz, permaneció en el sector privado, donde se dedicó a llevar los negocios del grupo.
Esos negocios habían comenzado de tiempo atrás cuando, en un acto de piratería internacional, WestSphere compró el Banco del Pacífico, una entidad con sede en el Ecuador y con una importante sucursal en Colombia.
Todo grupo que se respete, debieron pensar los socios, tiene un banco. Y helos aquí, propietarios de uno en bancarrota y sin que nada ni nadie pudiera salvarlo de la ruina. Pero estamos en Colombia. Y ¿qué importancia puede tener semejante minucia en un país hundido en la corrupción como Colombia?
Pues bien, con la complicidad de la directora de Impuestos (que después fue embajadora en Canadá), y de la superintendente bancaria (que llegó a ser ministra de Salud), los socios lograron recibir depósitos por impuestos que sumaron 35 millones de dólares. Una vez el dinero se esfumó (porque se esfumó), el gobierno cerró el banco e inició la investigación de rigor que no condujo a nada. Luego, los socios entraron a ocupar sus altos destinos, y los colombianos se quedaron con los crespos hechos.
Repito: el autor de esa masacre es ahora el nuevo y flamante presidente del BID. Cuando al señor Rodríguez, secretario de la OEA, le comprobaron manejos indebidos como presidente de Costa Rica, tuvo que renunciar a su cargo un mes después de posesionarse. Pero en Colombia las cosas son a otro precio. En Colombia todos son cómplices.
De manera que Moreno seguirá ahí hasta que el robo (por el cual se le sigue un proceso penal en el Ecuador) pueda tener una dimensión que se acomode más a su ambición que a su estatura. Y no se trata de una frase ambigua: Moreno es enano.
Poner al BID en manos de Moreno, es como poner el queso en la cueva del gato.
El 27 de febrero de 1997, los pobladores de Bijao del Cacarica, una población perdida en el noroeste de Colombia, fueron invitados a un partido de fútbol. Quienes los convocaron señalaron que la asistencia era obligatoria. No hubo carteles, porque en esos sitios se desconocen toda suerte de sofisticaciones, ni perifoneo, dado el mínimo tamaño del casco urbano. Bastó “pasar la voz”. Uno de los equipos, el conformado por los miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia, se perfilaba como ganador. El otro, el de los soldados del Ejército Nacional, buscaba de alguna manera salir avante del compromiso. En medio del silencio sepulcral provocado por los acontecimientos de los tres últimos días, los vecinos se reunieron poco a poco bajo la sombra de los árboles. Fue entonces cuando los equipos saltaron a la cancha. Alguien preguntó cómo podría distinguirlos, si todos vestían el mismo uniforme y todos lucían la misma facha feroz y llevaban terciados al hombro idénticos fusiles. “Tiene que fijarse en el letrero del brazo derecho”, respondió otro. “Los que tienen letrero son de las AUC. Los otros, del Ejército”.
Tres días atrás, en su oficina de la XVII Brigada, con sede en Carepa, el general Rito Alejo del Río había puesto en marcha la “Operación Génesis”, contra el frente 57 de las FARC. Con el apoyo de aviones provistos de bombas y ametralladoras, soldados y paramilitares llegaron hombro a hombro a Bijao, quemaron casas, saquearon la población y amenazaron de muerte a los vecinos. Por eso, cuando estos supieron que habría un encuentro amistoso, pensaron que la ola de terror comenzaba a ceder, y que los intrusos regresarían pronto a sus cuarteles.
Una vez reunidos, el árbitro hizo sonar su silbato. Cada uno de los equipos ocupó su puesto estratégico en el terreno de juego. Entonces, un ayudante trajo hasta el centro de la cancha una bolsa de fique, y vació su contenido en un punto equidistante entre los encargados de hacer el primer disparo. Los asistentes dejaron escapar un grito de horror. El balón con el que jugarían los contendientes era la cabeza de Marino López, uno de sus amigos.
Durante largos minutos el único ruido que pudieron percibir los habitantes fue el de las patadas que daban los jugadores contra el cráneo destrozado. En medio del oprobioso sol de esa mañana interminable, el equipo de las Autodefensas logró vencer dos veces la portería de su adversario. Después del segundo gol el capitán del equipo vencedor anunció que el balón había sacado la mano (“sacar la mano” es una frase que se aplica en Colombia a lo que ya no sirve), y que, por consiguiente, terminaba el partido.
Los miembros del equipo del Ejército Nacional tuvieron que conformarse. No les gustaba perder, pero el juego había sido limpio. El delantero, que estuvo a punto de meter dos o tres goles, se disculpó con sus compañeros. “El balón era pésimo”, les dijo. “Ojalá la próxima vez lo inflen antes del partido”.
Luego, los contendientes se abrazaron y salieron a emborracharse ala tienda del pueblo. “Lo que es aquí no queda uno solo de esos bandidos”, anunció el jefe de las autodefensas. Y todos aplaudieron.
Este, claro está, es el guión necesario para una película de terror. Porque, en realidad, lo que pasó fue mucho peor.
“El 27 de febrero estando allá en Bijao” –le cuenta a “Justicia y Paz” uno de los testigos– “llega un grupo de paramilitares y un militar, a eso de las 9:00 de la mañana. Marino López, me dice ‘estoy con miedo, no sé si salir a Turbo’. Los paramilitares y también militares rodearon todo el caserío. La gente ya había salido, unos más arriba, otros a La Tapa. Nos juntaron a todos, nos amenazaron. A Marino lo obligaron a bajar unos cocos. Él como con miedo, y nosotros diciéndoles, ‘ya nos vamos’. Marino les decía ‘si fueron tres días los que nos dieron’, y dijo uno ‘ustedes se van hoy’. Dos de los doce militares tomaron a Marino. Luego de entregarles los cocos, él se puso sus botas y su camisa, y les pidió sus documentos de identidad. Uno de ellos dice: ‘Ahora sí quiere el documento de identidad, guerrillero. Reclámeselos a su madre”. Y vuelven a acusarlo de guerrillero. Él les dice: ‘ustedes saben que yo no soy guerrillero’. Lo insultan, lo golpean. Uno de los criminales coge un machete y le corta el cuerpo. Marino intenta huir, se arroja al río, pero los paramilitares, lo amenazan: ‘si huye le va peor’. Marino regresa, extiende su brazo izquierdo para salir del agua. Uno de los paramilitares le mocha la cabeza con el machete. Luego le cortan los brazos en dos, las dos piernas a la altura de las rodillas. Y empiezan a jugar fútbol con su cabeza. Todas y todos lo vimos. Ya no había nada más que decir, qué hablar. Todo estaba dicho. Endiablados, sin ninguna fe, ninguna moral. Todo gris, el alma, el cielo, la tierra. Todo se hizo silencio. Todo fue terror. El bombardeo del cuerpo, el bombardeo del alma. La muerte se hizo un juego”.
Ese fue el comienzo del año de terror que vivió la región de Cacarica en 1997. El 4 de abril, siguen los testimonios, un comando de militares y paramilitares acantonados en Apartadó, le abrieron el vientre a Daniel Pino delante de observadores internacionales que habían llegado días antes a la zona para comprobar algunas denuncias relacionadas con los atropellos a los derechos humanos. Tratando de detener el derrame de sus intestinos, el campesino agonizó durante una hora sin que nadie pudiera auxiliarlo.
El 28 de mayo del mismo año, militares y paramilitares (anoto que repetiré cuantas veces sea necesario “militares y paramilitares”) le cortaron el cuero cabelludo a Edilberto Jiménez, un vecino de Pavarandó, lo pasearon por el pueblo con el cráneo cubierto de moscas y de jejenes, y lo remataron delante de la casa de sus padres. El 15 de junio, en Bella Vista, Bojayá, militares y paramilitares acuchillaron en el cuello a Wilmer Mena y luego le cortaron los brazos. Y después, el 26 de noviembre, militares y paramilitares sacaron de sus casas a Heriberto Areiza y a Ricaurte Monroy, vecinos de La Balsita, les arrancaron los ojos y les llenaron de ácidos las órbitas vacías.
Estos son sólo algunos ejemplos del procedimiento y de los autores materiales de la “Operación Génesis”, ideada por el general Del Río. Presionado por la comunidad internacional, el gobierno de Andrés Pastrana lo llamó a calificar servicios. Pero en Colombia esos hechos siempre quedan impunes. Poco tiempo después, Álvaro Uribe, un político gris que quería llegar a la Presidencia de la República, le dio el título de “Pacificador del Urabá” en un banquete de desagravio. Y quedó como tal, y como tal se le conoce.
Pues bien. El “Pacificador del Urabá” perdió su visa para entrar a los Estados Unidos cuando el gobierno de ese país lo acusó como sospechoso de narcotráfico y terrorismo. El pasado 12 de marzo, en su habitual rueda de prensa, el Departamento de Estado anunció que la medida se tomó “en 1999, por los cargos mencionados, bajo ley de inmigración numerales 212 A3B y A2C”.
Estamos solos la mosca y yo en esta tarde de sábado. No intento sorprenderla como ella, que surge sin saber cómo mientras levanto la vista del libro donde leo de atardeceres y congojas. Lo más admirable de la mosca no es su vuelo geométrico ni su lenguaje de figuras, sino esa suerte echada que la distingue y que la obliga a aceptar el destino de haber llegado a morir a este sitio sin boñigas, donde el único horizonte posible es la almohada. Es evidentemente joven la mosca, de pequeño tamaño, silenciosa, casi aséptica, ni siquiera con el deseo de encontrar una borona, un compañero, con el que pueda hablar de sus preocupaciones de mosca -que yo ignoro-, de viajes al basurero y a los desperdicios, que ella haría con actitud deportiva en caso de no haberse extraviado aquí lejos de sus hermanas. Sé bien que las moscas no son acariciables menos con el pensamiento, de suerte que me acostumbro a pensar en ella como un hecho súbito que surge y desaparece, para nada necesitada de mí o de mi creencia, satisfecha consigo misma en sus esguinces y rincones. Esta mosca es lo menos mosca que haya conocido, pero ella debe saberse mosca para ser tan encantadoramente solitaria: toda clasificación parte de mí, a ella la tiene sin cuidado ser mosca u hombre o elefante, en su fuero íntimo le importará poco que ella sea hombre y yo mosca, y no se extrañará de no verme volar cuando compruebe que llevo mis dos patas a la cabeza y la sacudo para que produzca palabras y pensamientos, o cuando suene el teléfono trayéndome tus noticias o cuando me siento descuidadamente cerca del periódico, mientras le ayudo a que aparezca muerta y ya. Como yo, como todos.
Terminamos este especial con una reseña de Gustavo Colorado sobre el libro Más que Juan Mosca. Fernando Garavito, escritor y hereje, de Edison Marulanda Peña.
El señor de las moscas
Por, Gustavo Colorado
En la tradición judeocristiana Baal- Zabuh, Belcebú, es el demonio, el señor de las moscas que sobrevuelan la carne putrefacta de los holocaustos. Nunca mejor pensado un seudónimo como el escogido por Fernando Garavito para firmar y titular sus columnas de opinión: Juan Mosca, El señor de las moscas. Como el insecto que se agita sin tregua alrededor del blanco elegido, los textos de Garavito-devenido Juan Mosca– revolotean (porque siguen haciéndolo) sobre la conciencia de un país escindido entre sus intentos de acceder a la modernidad y la obstinada tentativa de un sector de sus dirigentes por devolverlo al pasado. Ninguna de las facetas del poder escapó a la fina y ácida mirada de este hombre formado en la mejor tradición clásica. Los universos de la economía, la política, la historia, la cultura y la religiosidad fueron abordados con un estilo forjado a la luz de los grandes cultores de la lengua castellana. De Cervantes a García Márquez y de sor Juana Inés de la Cruz a León de Greiff, la impronta de la buena escritura se hace visible en unos textos cuya seña de identidad siempre es la lucidez. La misma clase de lucidez que llevó a Juan Mosca a fustigar a las élites colombianas, que no dudaron un instante a la hora de castigarlo con el exilio.
A desvelar las fuentes y motivaciones de este pensador indómito y descreído dedica el periodista y escritor Edison Marulanda Peña las doscientas páginas de su libro Más que Juan Mosca, Fernando Garavito, escritor y hereje publicado por la Editorial Universidad de Antioquia en 2016. El ensayista forjado en una tradición que se remonta a don Miguel de Montaigne. El poeta que abrevó en lo más hondo del Siglo Oro Español y el columnista iconoclasta que nunca ocultó su deuda con José Martí o don Ramón María del Valle- Inclán, se despliegan en el minucioso ensayo relato de Marulanda Peña. En un contrapunto que va de las pasiones literarias del columnista, a su obsesión por el devenir político y social de Colombia, el autor del libro nos remite al papel jugado por la prensa en un país asolado por su propia versión de las plagas bíblicas: violencia, indolencia y corrupción .Autor de una biografía del cardenal Darío Castrillón Hoyos y otra del periodista César Augusto López Arias, Edison Marulanda se vale de la experiencia adquirida para husmear en archivos y fuentes testimoniales, con el fin de identificar las claves de una vida consagrada a la disidencia, a la más pura expresión de la herejía asumida como razón de vida.
En un país controlado por los partidos liberal y conservador, que en realidad son uno solo apuntalado por la Iglesia Católica, como lo demuestra la actual resistencia a reconocer derechos avalados por la constitución política, el ejercicio de la autonomía y la lucidez es cuestión de supervivencia. Allí reside la importancia de este libro que rescata, analiza y valora el legado de un hombre como Fernando Garavito o Juan Mosca, que irrumpió con su zumbido en sacristías y despachos oficiales, agitando un aire enrarecido y suspendido en el tiempo desde los días de la colonia.
Con un atinado prólogo de Mariluz Vallejo, autora de varias antologías sobre periodismo colombiano, el libro Más que Juan Mosca, Fernando Garavito, escritor y hereje se suma a una corriente empeñada en recoger algunos episodios de nuestra historia fragmentada, con el fin de animar la reflexión en un país que se niega a mirarse de cuerpo entero en el espejo de sus infamias.
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Sospecho que en su largo camino hacia la hominización, los perros desarrollaron una especie de proustiano sentido de la nostalgia, detonada por aromas, ruidos, timbres de voz.
O mejor dicho: por la ausencia de esas antiguas presencias.
Esa condición se acentúa en el caso de los perros callejeros, desplazados por las cuarentenas hacia una suerte de fisura en el espacio- tiempo, bastante parecida a la del encierro humano.
Aunque, en su caso se trata de un confinamiento hacia afuera. Un confinamiento al revés. Una forma aún más acentudada del destierro.
Por definición, el perro callejero es el campeón de la supervivencia. En él cobra pleno sentido el lugar común que define la ciudad como una jungla de cemento.
En las calles los sentidos se aguzan, devienen instrumento para identificar de un solo golpe de oído, de olfato o de vista al potencial amigo o al letal enemigo.
Las promesas pueden venir de la cocina de un restaurante, de la vitrina de una panadería, de la visión sangrienta de una carnicería, o de la señora que pasa con la compra mañanera.
Las amenazas llegan de todas partes: conductores distraídos o dementes, vigilantes energúmenos, vecinos malhumorados, tribus neo nazis, drogatas paranoicos, congéneres hambrientos y feroces.
En fin, la variopinta vida cotidiana de cualquier ciudad.
En esa búsqueda, cada perro supo encontrar su propio espacio de redención: la puerta de un restaurante popular, el alero de una cafetería, las bancas de un parque o el atrio de una iglesia, como en el caso de la mujer que, de tanto instalarse con su familia perruna a la puerta de la catedral, acabó por convertirse en parte de la liturgia.
Pero la pandemia de la Covid-19 lo puso todo patas arriba en un santiamén, enviando a los humanos al exilio de sus casas y dejando a los perros todavía más de patitas en la calle.
I
Primer día de clases
Nadie puede precisar con exactitud cuándo apareció el primer perro callejero en el campus de la Universidad Tecnológica de Pereira. Pero lo que no se discute es la masificación de su presencia hace cosa de una década. Llegaron de toda raza y condición, me dice Rosalba, una funcionaria de la administración a punto de jubilarse, que cada mes destinaba con rigor religioso el diez por ciento de su salario a la compra de alimentos y medicinas para los muchos perros y unos cuantos gatos que se enseñorearon de prados, pasillos y aulas, en fraterna convivencia con maestros y estudiantes.
Su presencia se hizo más notoria de unos diez años hacia acá, cuando algunos estudiantes y profesores empezaron a adoptarlos, a ponerles nombres y a comprarles concentrado para su alimentación. Recuerdo a Lassie, por ejemplo, por la famosa perra de la película. También a Flor, una Tacita de Té que no tardó en ser adoptada por una estudiante que se la llevó a su casa. Entiendo que allí sigue, envejeciendo y con vida de princesa entre los mimos de toda la familia. Eso entre los animales más amables, porque también llegaron perros bravos como Rambo, un doberman abandonado cerca de la universidad, que tardó su tiempo en convertirse en un perro dócil y amable. Un estudiante de medicina de nombre Federico, se encargó de esa tarea. El muchacho tenía un conocimiento de los perros tan bueno que hasta llegó a alcanzar fama de domador.
Según el último censo, al comenzar la cuarentena la cifra de habitantes perrunos del campus había alcanzado la cifra de catorce, cada uno bajo el cuidado del Comité de Bienestar Animal, una dependencia creada en 2014, bajo la rectoría de Luis Enrique Arango Jiménez. En mucha menor medida también se colaron gatos, aunque el talante indómito de estos últimos hizo que no fueran tan populares entre estudiantes y funcionarios.
Entre esas excepciones se cuenta Martina, una siamesa de noble abolengo que llegó a la universidad preñada de cinco criaturas que, una vez paridas, no tardaron en ser acaparadas por igual número de adoptantes. Supongo que el prestigio de la raza ayudó, lo que viene a probar que los atavismos de clase no sólo funcionan para los humanos.
Junior
El asunto alcanzó tales dimensiones, que la universidad acabó por crear un Comité de Bienestar Animal, generador en principio de algún rechazo entre la parte de la comunidad hostil hacia los animales, o por lo menos indiferente ante su presencia en el campus, relata José Norbey, un profesor de matemáticas que decidió adoptar un pekinés de colmillos afilados como agujas hipodérmicas. Hoy, el pequeño animal comanda una bandada de gansos que completan la guardia pretoriana de su finca, en el sector de La Bella.
Para quienes los queremos y valoramos, resultaba de veras entrañable contemplar un perro echado a la puerta del aula, o incluso instalado con comodidad en un rincón del salón, con el aire absorto de quien presta mucha atención al curso de las ecuaciones, los teoremas, las derivadas o la teoría de conjuntos. Quién sabe, a lo mejor ya hay perros expertos en esas maravillas de los números o de otrasdisciplinas. Todo depende de la facultad y del programa que hayan elegido para instalarse.
Porque los hay para todos los gustos y programas: unos optan por la medicina, otros por la mecánica, más allá eligen las ciencias del deporte y unos cuantos más tienen inclinaciones literarias, al punto de que se los ha visto escuchar con atención agudas disertaciones sobre La urbanidad de las especies, el libro de cuentos del escritor Rigoberto Gil.
Cuenta la leyenda…
Como en todas las comunidades, entre los perros también florecen y se multiplican las leyendas urbanas. Es el caso de Buseto, un perro que, según testigos, viajaba todos los días a la universidad en la ruta 6 del transporte urbano. En principio, abordaba el bus en la terminal de transportes. Mediante una sucesión de ladridos ya identificados por los conductores expresaba su deseo de subir a bordo. Cuando le abrían la puerta, el animal se instalaba y a los pocos minutos se bajaba en la Universidad Tecnológica, donde era objeto de toda clase de atenciones. Una vez terminada la jornada, repetía la operación en sentido inverso y descendía en la Terminal.
Buseto. Por Andrés Botero
Su lugar de residencia era toda una incógnita. Fin del viaje, muchas gracias a todos y hasta la mañana siguiente.
Era jodido y mordelón este Buseto. Quien trataba de tocarlo cuando se instalaba en su atalaya de El Guaducto, corría el riesgo de llevarse en la piel la marca de sus colmillos. Por alguna razón, el único que sobrevivió al intento fue el político Sergio Fajardo. Durante una de sus visitas a Pereira quiso cruzar ese puente de guadua. Al ver a Buseto, contra todas las advertencias de sus acompañantes, se inclinó a acariciarlo. Para sorpresa de todos el animal se dejó hacer.
Fajardo y Buseto
Cuestión de empatías, creo yo. Convergencias políticas, piensan otros.
Otra celebridad es Gitana, la perra activista experta en protestas sociales. Con una pañoleta roja anudada al cuello, participa en todas las marchas y se dice que hasta aprendió a recitar consignas y a ladrarles a los policías.
La gitana roja, le dicen algunos militantes de la vieja guardia.
La leyenda más pintoresca de todas es la de Jíbaro. Según testigos, es el dealer del campus. Se trata de un criollo que recorrería toda la universidad con una canastilla atada al cuello. En ella porta decenas de baretos- cigarrillos de marihuana- cuidadosamente liados. Los compradores los toman y depositan en la canastilla el importe de la compra. Al agotar la existencia regresa al lugar donde lo espera su anónimo propietario, que repite la operación hasta agotar existencia.
Servicio al cliente, entiendo que le llaman a eso. Ni Rappi lo hace tan bien.
Pero no todos los quieren. De hecho hay quienes los detestan al extremo de querer exterminarlos. Dicen que son portadores de enfermedades, que estar pisando mierda de perro todo el tiempo no es precisamente lo más agradable y que incluso ellos mismos, así como amigos, parientes y visitantes de la universidad han sido objeto de mordeduras, algunas de ellas graves.
Supongo que en estos meses de educación virtual deben sentirse a sus anchas, lejos del que consideran el peor enemigo del hombre.
No es ese el caso de personas como José Luis Tristancho, profesor de ingeniería, o de Campo Elías, del área de Ciencias Básicas, que no dudaron en llevarse para sus casas algunos de los perros.
El cariño que muchos estudiantes y profesores les profesan puede rastrearse en los nombres utilizados para rebautizarlos: Mono eléctrico, Brownie, Monita Aservi o Mono bareto, éste último por su inclinación a merodear por el lugar donde algunos estudiantes consumen su dosis personal de marihuana.
Gitana
Brownie
Mono
¿Pero cuál ha sido el destino de los perros de la Tecnológica durante estos largos meses?
Carolina Aguilar, funcionaria de la universidad, preside desde 2014 el Comité de Bienestar Animal. Además, es activa animadora de la página web Peluditos, un completo medio de información para captar recursos y gestionar adopciones. Con cifras en la mano expone un panorama completo de la presencia de perros y gatos en el campus.
Hay que precisar algo: cuando se habla de catorce animales, nos referimos a los presentes en la universidad al comenzar las cuarentenas, y con ellas el paso a la virtualidad.
Pero si contamos los perros rescatados a lo largo del tiempo, la cifra podría alcanzar el centenar. Hubo un momento en que llegamos a tener setenta en La perrera. Sucede que muchos de ellos, después de recibir la adecuada atención en salud, así como la debida higiene y alimentación han sido devueltos a sus familias o entregados en adopción. Muchos perros y gatos son abandonados en el campus o en sus proximidades, tal vez por la receptiva actitud de tantos estudiantes y profesores.
Por eso digo que, vistas así las cosas, entre los que van y vienen pueden completar unos cien, hasta ahora.
Cualquiera que tenga una mascota en su casa sabe lo que cuesta mantenerla. Entre los concentrados, la vacunación, la higiene, la eventual atención médica y toda la parafernalia adicional pueden llevarse una buena tajada del presupuesto familiar.
Así que al Comité le toca moverse para buscar recursos. Carolina lo cuenta así :
Si bien el rector Arango Jiménez aprobó la puesta en marcha del Comité, de entrada dejó claro que debíamos gestionar recursos para su sostenimiento. Por eso creamos la página Peluditos, dirigida a organizar cadenas a través de las redes sociales con el propósito de encontrar donantes y familias adoptivas. Hasta ahora todo ha funcionado muy bien. Por ejemplo, esos recursos nos han garantizado el suministro alimenticio desde la llegada de la pandemia. Entre los donantes es bueno mencionar a la alcaldía de Pereira, que nos ha respaldado con recursos a través del Bioarque Ukumarí. Para distribuír la comida al interior de la universidad contamos con la buena voluntad de los vigilantes y de las personas de los servicios de aseo.
Como quien dice, nosotros buscamosla plata, les hacemos llegar los paquetes y ellos se encargan de llevar la comida a la mesa.
II
¡A otro perro con ese hueso!
Steven, el hijo de Ásdrubal, estudia Ingeniería Eléctrica en la Universidad Tecnológica de Pereira. Al lado de su padre aprendió a querer los perros… y un poquito a los gatos.
Asdrúbal es uno de los carniceros del sector de Villa Santana. Fue uno de los primeros campesinos inmigrantes que se asentaron en el naciente barrio, cuando apenas era un puñado de casas diseminadas por la ladera. En su vereda del municipio de Santuario había regentado una pequeña carnicería vecinal, donde les vendía carne de res y cerdo a los habitantes del sector. De ñapa, les regalaba patas de res, orejas y algunas vísceras que los campesinos compartían con sus perros.
Fue así como aprendió que, en materia de alimentación, esos animales son tan caprichosos como los humanos.
Son bastante resabiaos, si quiere que le diga, declara con un tono de voz altísimo, de modo que todo el vecindario se entera de la conversación. Algunos se acercan para enterarse mejor del asunto. Con el auditorio multiplicado, el hombre se lanza a explicar el chisme.
A unos sólo les gusta el Calambombo, que viene a ser el hueso pelao donde se forma la rodilla o chocozuela. Otros prefieren el hígado, otros se emboban con las orejas y pueden pasarse horas mordiéndolas como si fueran chicle. Quién sabe, tal vez ese sea su desparche, su manera de matar el tiempo. La gente me dice que si soy pendejo, que por cada pedazo de carne que les echo a los perros estoy perdiendo plata. Con seguridad es así, pero no se imaginan lo feliz que me pone ver animalitos contentos.
Esa es mi mayor ganancia.
Entre sus comensales se cuenta Pecas, un labrador flaquísimo como un faquir, a quien por eso mismo los vecinos rebautizaron con el nombre de Carnegato. Es el más madrugador. A las cinco de la mañana ya está echado a la puerta del local, a la espera de que su amigo Ásdrubal abra el negocio.
Yo no sé a ese animalito pa dónde se le va la comida, porque alimento nunca le falta. Unos le dan sopa, otros sancocho y siempre le cumplo con su ración diaria. Eso sí: que ni piense en concentrados porque en estos lados eso es un lujo que nadie se puede dar. Sobre todo porque desde la aparición del virus es mucha la gente que no pudo volver a trabajar. Las ventas en las calles las prohibieron, a las empleadas domésticas las mandaron pa la casa sin un peso, las obras de construcción se paralizaron y todo el mundo empezó a pasar necesidades.
Pero eso sí, cosa bien rara, nunca dejaron de comprar carne. Eso me ha permitido vivir bien y seguir dándole la ración diaria a los animales. Si hasta tengo un par de gatos por ahí que hacen fila para esperar su dosis. Como será, que la gente se enoja porque, según ellos, tengo la culpa de de que que ya no cacen ratones. Usted conoce bien el refrán: gato lleno no caza.
Y gato satisfecho trae más gatos, pienso, mientras conjeturo el destino de los perros que hicieron del campus universitario su propia ciudad aparte. Quizás como ningún otro, ellos esperan con ansia el fin de las clases virtuales.