domingo, junio 15, 2025
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Día Mundial del Árbol

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Ayer lunes 12 se conmemoró el Día Mundial del Árbol. Por ser un asunto de interés global, compartimos con ustedes el siguiente especial.

DEL ÁRBOL

Soy morada del silencio

hebra con la que Dios

teje la noche.

Por mis venas viajan

innúmeros insectos

esos diminutos avatares

del tiempo que camina.

Cuando nadie me ve crezco

me multiplico

y me hago bosque

pentagrama de pájaros.

En mi abrazo se funden las criaturas:

el aliento de las bestias

el aleteo del colibrí

el sueño de los hombres.

Mis raíces saben hablar

con el vientre de la tierra

y vuelven a lo alto

con un puñado de misterio

entre los dedos:

El alfabeto de los gnomos

la cifra de la alquimia.

Cada mil años- en plenilunio-

una gota de lluvia posada en una de mis hojas

refleja la totalidad del universo.

Dura un segundo

pero quienes contemplan el milagro

son fulminados por la lucidez.

A  veces

me doy en ofrenda a los hombres

y  me hago libro

casa

barca

puente

hoguera

crucifijo.

Al final

saciado y ya sin fuerzas

me tiendo a dormir

y me hago polvo

                                                                      gusano

                                                                        tierra

                                                                        mineral:

Alimento para otros árboles

y otros  hombres.

Gustavo Colorado Grisales. Pereira, octubre de 2020. Año de la Peste.


Enlaces de interés

12 de Octubre: Día Mundial del Árbol, una fecha para resaltar la importancia de los bosques
Los bosques son mucho más que madera

POR PARQUESNACIONALES.GOV.CO
Más de 1.600 millones de personas en los países más pobres del mundo sobreviven por los alimentos, los materiales, el agua o las medicinas que consiguen gracias a ellos…
Contexto de Colombia: indicadores generales:
• Superficie: 114,17 millones de hectáreas de territorio continental
• 98,80 millones de hectáreas de territorio marino.
• 212.97 millones de hectáreas total del territorio.
• Superficie de bosques: 61,06 millones de hectáreas que equivalen al 53,5% del territorio continental. Mapa de ecosistemas, continentales y marino costeros.
Lee el texto aquí
Incendios forestales: el cambio climático y la deforestación aumentan el riesgo global POR DW.COM
Enormes incendios forestales han estado ardiendo en Australia durante meses. Pero el riesgo de incendios está aumentando en todas partes. Una mirada al vínculo entre el cambio climático y esta tendencia devastadora… Lee el texto aquí

Foto: Efraín Herrera – Presidencia de Colombia.

La deforestación de la Amazonía sigue siendo un problema para Colombia
POR MONGABAY LATAM

La cifra oficial de deforestación del país, durante 2018, se ubicó en 197 159 hectáreas. Los municipios de San Vicente del Caguán y La Macarena son los más deforestados, concentran cerca del 20 % de la pérdida de bosque de todo el país.
Aunque la cifra se redujo en un 10 % comparada con 2017 (219 973 hectáreas) y que la Amazonía tuvo una leve mejoría, esta región sigue representando el 70 % de pérdida de bosques de Colombia. Lee el texto aquí.

Música para la reflexión

Las otras conquistas de América

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12 de octubre, lo dedicamos a una reflexión sobre el Día de la Raza, por eso este especial de poesía femenina negra, acompañado de fragmentos de las obra: Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Biografía del Caribe de Germán Arciniegas y una reseña del libro La hoguera lame mi piel con cariño de perro de la escritora colombiana Adelayda Fernández, escrita por Gustavo Colorado.

Harmonía Rosales, la artista que representa a la mujer negra en los grandes clásicos del arte

Tambores en la noche

Por, Gustavo Colorado

A miles de kilómetros de allí, esclavizados, humillados y ofendidos, una mujer y su hijo siguen a través de selvas y mares el sonido de ese tambor.

Quizás sea, apenas, el sonido del propio corazón.

Han sido despojados de todo, menos de su anhelo de libertad. Para alcanzarla disponen de una inagotable dosis de dignidad… y de buena memoria.

Sobre esas claves está construida la novela titulada La hoguera lame mi piel con cariño de perro de la escritora colombiana Adelayda Fernández Ochoa, ganadora del Premio Casa de las Américas en su edición 2015.

Tomada de elpais.com.co

Para empezar, podemos decir que la búsqueda de la identidad individual es un tópico de la literatura de todos los tiempos. Está en el Antiguo Testamento en el relato de José y sus hermanos. Aparece una y otra vez en las aventuras narradas por el viejo Homero. Atraviesa de norte a sur las literaturas hispanoamericanas. De  modo que la novela de Adelayda Fernández se  inscribe en esa tradición, y además la honra.

Apelando al recurso de un diálogo infinito entre Nay de Gambia y su hijo Sundiata, la autora reconstruye el camino de sangre y dolor recorrido por millones de hombres y mujeres secuestrados en sus bosques ancestrales y transportados como carne en salmuera hacia las minas y las plantaciones de América.

En esa medida la novela es la recreación de un oprobio. Pero por eso mismo es también un canto al coraje. Nay le transmite a su hijo la decisión de volver a la tierra de sus hermanos y sus dioses. De ese modo le devuelve el sentido a una vida reducida a mercancía por traficantes y hacendados. Como telón de fondo, resuena el estallido de la pólvora en las guerras civiles colombianas, de las que los negros no tardan en volverse otra vez carne de cañón.

Al fondo. Muy al fondo del tiempo, sigue sonando un tambor en la cerrada noche de África.

Mientras llega el momento, Nay de Gambia se inventa pretextos para seguir su camino. Al principio sigue las huellas de Sinar, el padre de su hijo. Más tarde, el guerrero libertario Candelario Mezú será el motivo de sus desvelos. A su lado, experimentará esos estremecimientos del cuerpo que a veces se aproximan al milagro: “Desfallecemos juntos. Afuera se revientan los sapos, y este es el único nido de mi vida, aquí he vuelto a tener noticias de mi cuerpo, ¡ah!, tan atento a mis latidos, todo lo presiente, todo lo sabe, surge de la pasión con preguntas sobre mí, y su vigor me abraza, me acaricia, me socava con la tortura más dulce”, recuerda y escribe, escribe y recuerda Nay, antigua princesa de Gambia convertida en esclava.

Quien conserva la memoria tiene  a la mano un arma para proseguir el combate. Así lo dice un antiguo proverbio de sus ancestros: “Mientras el león no aprenda a leer, la historia seguirá siendo contada por el cazador”.

Al fondo, muy al fondo del tiempo, suena cada vez más fuerte un tambor en la cerrada noche de África.

Nay de Gambia aprendió que en el mundo de los amos blancos todo se compra con oro. Con el fruto de su trabajo ella lo adquiere, lo atesora, lo defiende. Sabe que es una manera de acercarse al sonido del tambor. Con el oro se cruzan aduanas, se compran salvoconductos, se consiguen pasajes en barco y en chalupa, se paga el silencio de los poderosos.

Rodeada de un magnetismo sexual heredado del león y el tigre Nay de Gambia hechiza por igual a sus amos y a sus hermanos. Eso le da una seguridad en sí misma que contagia a su hijo. Movidos por esa fuerza cruzan montañas y pantanos, eluden a los gendarmes y llegan al mar. Sobrevivientes de muchas celadas abordan una embarcación que, no por casualidad, lleva el nombre de Princesa: el mundo está sembrado de presagios y resonancias que Nay de Gambia sabe descifrar.

El camino de agua los llevará primero a Europa y luego los dioses del viento y de la hoguera se encargarán de aproximarlos a la costa de África, donde al fin los llamarán por su propio nombre y les devolverán por esa vía lo más esencial de su sangre y de su historia.

Cerca, muy cerca, suena un tambor en la noche limpia de África.

Con un lenguaje que palpita al ritmo del corazón de los protagonistas, la narradora ha conseguido acercarlos- y acercarnos- a  lo más cierto de sus raíces hechas de tierra y sangre. Al final, resulta apenas anecdótico que la princesa Nay de Gambia y su hijo Sundiata aparezcan con su nombre y su rol de esclavos en la novela María, de Jorge  Isaacs. Devueltos por obra y gracia de las palabras a sus bosques y a sus dioses, devienen materia de una memoria al fin recuperada. Solo entonces, vuelven a ser uno con su tierra y su cielo, con sus demonios de las cuevas y sus dioses del aire.

Plenos de sí mismos sienten, como una recompensa, que la hoguera lame su piel con cariño de perro.


Mujeres poetas afrocolombianas

Reproducimos unos cuantos poemas que vienen en la Antología de mujeres poetas afrocolombianas, la cual pueden descarcargar aquí.

Mary Grueso Romero

Nació en Guapí, Cauca. Vive en Buenaventura, es Licenciada en Español y Literatura de la Universidad del Quindío. Escritora, poeta y narradora oral, ha escrito entre otros, los libros El otro yo que si soy yoDel baúl a la escuela, El mar y túPoesía afrocolombiana, Negra soy y el disco compacto Mi gente, mi tierra y mi mar. En 1997 recibió el reconocimiento como la primera mujer poeta consagrada del Pacífico caucano, otorgado por la Normal Nacional. Actualmente se desempeña como docente en Buenaventura. Designada por la directora del Encuentro de Poetas Colombianas, Águeda Pizarro Rayo, como ‘Almanegra’, el equivalente a ‘Almadre’, el más alto reconocimiento a las mujeres poetas colombianas que han logrado la excelencia en su obra poética.

Datos tomados de revistaarcadia.com

Negra soy 

¿Por qué me dicen morena? 
Si moreno no es color, 
yo tengo una raza que es negra 
y negra me hizo Dios. 

Y otros arreglan el cuento 
diciéndome de color 
dizque pa’ endúlzame la cosa 
y que no me ofenda yo. 

Yo tengo mi raza pura 
y de ella orgullosa estoy, 
de mis ancestros africanos 
y del sonar del tambó. 
Yo vengo de una raza que tiene 
una historia pa’ contá 
que rompiendo sus cadenas 
alcanzó la libertá. 

A sangre y fuego rompieron, 
las cadenas de opresión, 
y ese yugo esclavista 
que por siglos nos aplastó. 

La sangre en mi cuerpo 
se empieza a desbocá, 
se me sube a la cabeza 
y comienza a protestá. 

Yo soy negra como la noche, 
como el carbón mineral, 
como las entrañas de la tierra
y como el oscuro pedernal. 

Así que no disimulen 
llamándome de color, 
diciéndome morena, 
porque negra es que soy yo.

María Elcina Valencia Córdoba

Nació en Puerto Merizalde, Buenaventura. Maestra Normalista, Licenciada en Educación Básica Primaria de la Universidad del Quindío, Especialista en Planeamiento Educativo de la Universidad Católica de Manizales, Especialización en Lúdica y Recreación por el Desarrollo Cultural y Social de la Universidad Los Libertadores, Especialización en Pedagogía del Folclor con la Universidad Santo Tomás, Doctorado en Filosofía con énfasis en Arte. Máster Teacher en Nuevas Tecnologías, Periodismo Cultural, Diplomados en Gerencia Educativa, Gestión Cultural y Elaboración de Proyectos. Hizo aportes a la construcción de la Ley 397 de 1997,  fundadora de la Escuela de Expresión Cultural Tradiciones del Pacífico en el año 1989, ha participado en diferentes espacios, tales como: Consejo Distrital de Cultura, Consejo Territorial de Planeación, es directora de núcleo de Desarrollo Educativo y Coordinadora de Etnoeducación.

Directora del grupo musical Kantares y de la Escuela de Expresión Cultural Tradiciones del Pacífico. Entre sus publicaciones se cuentan Todos somos culpables (poemas y cantos) (Roldanillo, Valle: Embalaje-Museo Rayo, 1992), Rutas de autonomía y caminos de identidad. (Buenaventura: Impresos y Diseños Eva, 2001) y Susurros de palmeras (Buenaventura: Litografía Palacio, 2001).

Actualmente Directora Técnica de Cultura de la Alcaldía de Buenaventura.

Datos tomados de buenaventura.gov.co y revisataarcadia.com

Currulao 

Son de marimba y zapateo, 
quejido de ancestro, 
sinfonía de manglares, 
las mujeres te bailan, 
los hombres te beben, 
te gritan, te buscan, 
la noche te conversa 
con sus voces de tambores. 

Será larga la noche de concierto, 
estoy vestida con mi falda de boleros 
para ritmiar tus notas marimberas 
asonantando las palabras cununadas 
en un escubilleo sin palabras 
que me mueva los pies en el tablao 
con magia dancística torbellinezca, 
nubarronezca de giros y coqueteos, 
marímbame, embriágame de música las venas 
con tu tamb tamb que llegue al infinito. 

Currulao, son de marimba y zapateo.

María Teresa Ramírez

Nació en Corinto, Cauca, y vive en Cali. Licenciada en Historia y Filosofía en la Universidad del Valle, ha publicado tres libros de poesía: La noche de mi piel (Roldanillo, Valle del Cauca: Embalaje/Museo Rayo, 1988), Abalenga (Roldanillo, Valle del Cauca: Embalaje/Museo Rayo, 2008) y Flor de Palenque (Artes Gráficas del Valle, 2008). 

Designada por la directora del Encuentro de Poetas Colombianas, Águeda Pizarro Rayo, como ‘Almanegra’, el equivalente a ‘Almadre’, el más alto reconocimiento a las mujeres poetas colombianas que han logrado la excelencia en su obra poética.

Más datos de su trayecto profesional y de vida en poetassigloveintiuno.blogspot.com

Tocá ese tambor

Tocá ese tambor hijo mío, 
vuelen sobre él tus manos mestizas, 
confluye a tu sangre africana, 
confluye a tu sangre india. 
Tocá ese tambor hijo mío, 
cierra los ojos y vuela, 
en las notas temblorosas 
ritmo de baile africano, 
cante tu boca bembita, 
tromponcita y cariñosa. 

Tocá ese tambor hijo mío, 
vuelen tus manos mestizas, 
en los sonidos de África, 
con tu boca medio bemba 
y tu pasita amonada.

Amalia Lú Posso Figueroa 

Nació en Quibdó, Chocó, y vive en Bogotá. Es psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia y se ha desempeñado como psicoterapeuta, directora y psicóloga del Centro de Atención Integral al Preescolar, y como coordinadora de excelencia académica de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido profesora catedrática en la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, la Jorge Tadeo Lozano y Universidad de los Andes. Dentro de sus publicaciones se cuentan Ven vé, mis nanas negras (Bogotá: Brevedad, 2001); La gallina picotdeoro y el gallo cocorocó (Bogotá: Consuelo Mendoza, 2001, selección de textos Juan Gustavo Cobo) y Barujo, al ritmo de mis nanas (Medellín: Comfama, 2004), entre muchas otras.

Datos tomados de revisataarcadia.com

O mejor 

Es el calor, calor sofocante y pegajoso del Chocó, de Saigón, de Cholén.

Es el calor. 

El calor donde el viento se detiene ante la densidad y se quiebra en mil pedazos, minúsculos pedazos que se convierten en lágrimas de aguacero; 
golpea los techos de paja, o mejor, se desliza por ellos, 
aguijonea como alfileres, los cuerpos exultantes de sudor, de cadencia, de hambre al roce; rueda electrizante sobre la piel que expele olor a flor de pacó. 

La humedad se expande y sube; 
o mejor, baja y penetra;
o mejor, sale a flote, rueda en zigzag; 
o mejor, en línea recta, produciendo la necesidad de ser restregada con ternura; 
o mejor, con violencia para apaciguar; 
o mejor, precipitar prolongando el estertor tan parecido a la muerte; 
o mejor, a la vida que brota envolviendo; 
o mejor, liberando el deseo de salir; 
o mejor, de entrar con amor o sin él, 
desbaratando la sensación de aguacero, de calor, de sal, de vendaval reprimido, de girar alrededor de sí mismo; 
o mejor, alrededor del otro, que libera la desazón y se reduce; 
o mejor, se amplía a un solo significado: el de amante.

A los trece años, cuando los adultos piensan que todavía jugamos a las muñecas, conocí, o mejor, empecé a conocer a través del calor del clima, todo el calor del cuerpo, con un hombre mayor que guió sus manos certeramente, posesivamente, o mejor, pausadamente, como corresponde a quién sabe culminar bien una faena. 
Comparto con Marguerite Duras el amor por la vida y la vehemente necesidad de contar historias, ¡pero lo que Marguerite Duras nunca supo, fue cómo compartimos el mismo amante!


Fragmentos de Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano

¿QUÉ BANDERA FLAMEA SOBRE LAS MÁQUINAS?

La vieja se inclinó y movió la mano para darle viento al fuego. Así, con la espalda torcida y el cuello estirado todo enroscado de arrugas, parecía una antigua tortuga negra. Pero aquel pobre vestido roto no protegía, por cierto, como un caparazón, y al fin y al cabo ella era tan
lenta sólo por culpa de los años. A sus espaldas, también torcida, su choza de madera y lata, y más allá otras chozas semejantes del mismo suburbio de San Pablo; frente a ella, en una caldera de color carbón, ya estaba hirviendo el agua para el café. Alzó una latita hasta sus labios; antes de beber, sacudió la cabeza y cerró los ojos. Dijo: O Brasil é nosso («el Brasil es nuestro»). En el centro de la misma ciudad y en ese mismo momento, pensó exactamente lo mismo, pero en otro idioma, el director ejecutivo de la Union Carbide, mientras levantaba un vaso de cristal para celebrar la captura de otra fábrica brasileña de plásticos por parte de su empresa. Uno de los dos estaba equivocado.

Desde 1964, los sucesivos dictadores militares de Brasil festejan los cumpleaños de las empresas del Estado anunciando su próxima desnacionalización, a la que llaman recuperación. La Ley 56.570, promulgada el 6 de julio de 1965, reservó al Estado la explotación de la petroquímica; el mismo día, la ley 56.571 derogó la anterior y abrió la explotación a las inversiones privadas. De esta manera, la Dow Chemical, la Union Carbide, la Phillips Petroleum y el grupo Rockefeller obtuvieron, directamente o a través de la «asociación» con el estado, el filet mignon tan codiciado: la industria de los derivados químicos del petróleo, previsible boom de la década del setenta.

¿Qué ocurrió durante las horas transcurridas entre una y otra ley?

Cortinados que tiemblan, pasos en los corredores, desesperados golpes a la puerta, los billetes verdes volando por los aires, agitación en el palacio: desde Shakespeare hasta Brecht, muchos hubieran querido imaginarlo. Un ministro del gobierno reconoce: «Fuerte, en el Brasil, además del propio Estado, sólo existe el capital extranjero, salvo honrosas excepciones». Y el gobierno hace lo posible para evitar esta incómoda competencia a las corporaciones norteamericanas y europeas.

El ingreso en grandes cantidades de capital extranjero destinado a las manufacturas comenzó, en Brasil, en los años cincuenta, y recibió un fuerte impulso del Plan de Metas (1957-60) puesto en práctica por el presidente Juscelino Kubitschek. Aquéllas fueron las horas de la euforia del crecimiento. Brasilia nacía, brotada de una galera mágica, en medio del desierto donde los indios no conocían ni la existencia de la rueda; se tendían carreteras; se creaban grandes represas; de las fábricas de automóviles surgía un coche nuevo cada dos minutos. La industria ascendía a gran ritmo. Se abrían las puertas, de par en par, a la inversión extranjera, se aplaudía la invasión de los dólares, se sentía vibrar el dinamismo del progreso. Los billetes circulaban con la tinta todavía fresca: el salto adelante se financiaba con inflación y con una pesada deuda externa que sería descargada, agobiante herencia, sobre los gobiernos siguientes. Se otorgó un tipo de cambio especial, que Kubitschek garantizó, para las remesas de las utilidades a las casas matrices de las empresas extranjeras y para la amortización de sus inversiones. El Estado asumía la corresponsabilidad para el pago de las deudas contraídas por las empresas en el exterior y otorgaba también un dólar barato para la amortización y los intereses de esas deudas: según un informe publicado por la CEPAL, más del 80 por ciento del total de las inversiones que llegaron entre 1955 y 1962 provenía de empréstitos obtenidos con el aval del Estado. Es decir, que más de las cuatro quintas partes de las inversiones de las empresas derivaban de la banca extranjera y pasaban a engrosar la abultada deuda externa del Estado brasileño. Además, se otorgaban beneficios especiales para la importación de maquinarias. Las empresas nacionales no gozaban de estas facilidades acordadas a la General Motors o a la Volkswagen.

El resultado desnacionalizador de esta política de seducción ante el capital imperialista se manifestó cuando se publicaron los datos de la paciente investigación realizada por el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad sobre los grandes grupos económicos de Brasil. Entre los conglomerados con un capital superior a los cuatro mil millones de cruzeiros, más de la mitad eran extranjeros y en su mayoría norteamericanos…

Pueden leer el libro completo haciendo clic aquí


La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.

Éste ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrotaba a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan, consumiéndolos, mucho más de
lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el Progreso, «hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización…».

Inicio del libro (Introducción) Las venas abiertas de América Latina


Fragmentos del libro: Biografía del Caribe, Germán Arciniegas

Unos siglos después, otra vez la lámpara empieza a henchirse de luz. Es el regreso al mar grecolatino. En un principio, bajo el chisporroteo de las cruzadas, no parece sino temblorosa llama mística que alimenta, en vaso de pobre, el aceite de los olivos italianos. Pero de ahí en adelante la claridad va rasgando telarañas y avanza a paso de incendio: para henchir otra vez los cielos, penetrar el mundo, desnudar a las mujeres con el redoblado entusiasmo de una fiesta pagana.

De las ciudades que renacen se desprenden bandadas de trapos blancos: velas que van a la conquista de Jerusalén, primero; luego a traer clavo, pimienta, seda, alfombras, puñales. Poco a poco, van resonando palabras ruidosas que multiplican sus ecos en el viejo anfiteatro: Génova, Pisa, Nápoles y Venecia. Nadie pinta la escena tan cumplidamente como Sandro Botticelli: él entiende esto como la vuelta de la Venus griega a la costa de Italia. La diosa desnuda, sin afán, apoyándose en el equilibrio de su propia belleza, avanza. Ahí está, otra vez, el alma de los viejos poemas. El aire tibio la arropa y dora sus cabellos.

Tomada de elpais.com

El viento sacude el plumaje de los árboles que dejan caer sus flores como pájaros. Ella aún está en el mar: sus pies se apoyan en la cresta de una concha que parece ola de rosa. Un paso más y pisará la tierra de Italia. Tiene ya todo el impulso y la gracia, recogidos en el juego de las manos, dos palomas a punto de despertar y echar a vuelo. Botticelli comete un error, o lo han cometido quienes dicen que este cuadro se llama Nacimiento de Venus. Es, sencillamente, El Renacimiento.

Coincide la pintura de esta imagen del Mediterráneo con el descubrimiento de América o, para ser más exactos: del mar Caribe. En Italia están en la última escena del drama: acá, apenas va a levantarse el telón. El mismo año de 1492 en que muere Lorenzo el Magnífico, llega Colón a Guanahaní. ¿Qué ven sus hombres desde los puentes de las tres carabelas? Indias de color de cobre que asoman asustadizas por entre la selva desgreñada. La Venus caribe anda desnuda, como Dios la echó al mundo. Los cabellos de azabache caen sobre sus espaldas como pinceladas de brea. Los chiquillos, trepados en lo alto de los follajes, se confunden con los micos y dialogan con los loros. A medida que pasa la sorpresa, los indios se animan. Quieren ver las caras peludas de los europeos. Saltan sobre las olas, jinetes en sus potrillos de troncos. Sobre las anchas caras salvajes está la risa de los dientes blancos y parejos, en los ojillos negros, maliciosos. Estos caribes tienen sus ideas.

En las guerras, enemigo que cae, hombre que se descuartiza, se adoba y se lleva al asador. Cuelgan de las chozas las piernas como jamones ahumados. Esquivando la bravura del sol, bajo aleros de palmiche, los viejos se acurrucan a humar: queman hojas secas en braseros de tierra cocida y aspiran el humo que arrojan por las narices. En las fiestas, se adornan la cabeza de plumas y pintan el cuerpo de rojo, con achiote. Usan collares de huesos, dientes, uñas de bestias salvajes, caracoles. Comen gusanos, otras porquerías. Son libres e indecentes. «Caribe» es como decir «indio bravo».

Es una palabra de guerra que cubre la floresta americana como el veneno de que se unta el aguijón de las flechas. Y así es el mar. El viento huracanado levanta olas, montañas vivas. Y las revienta contra la playa, y las pasea tierra adentro, haciendo saltar los árboles en astillas. Después de una tormenta, los gajos de la selva quedan flotando en el remolino de las aguas como tablas de una goleta destrozada. En el mar hay tiburones. En los pantanos, los caimanes se revuelcan en el lodo. En las chozas, engordan los indios unos animales de varios palmos de largura, mitad lagarto, mitad serpiente: las iguanas. En el lecho de los ríos están revueltos oro y arena. Los nativos truecan oro por pedazos de vidrio.

Pierden la cabeza por un cascabel, por un espejo. Parecen tan salvajes, que los españoles dan de ellos noticias fantásticas: de una nación en donde tienen cola como los perros, de otra en donde les arrastran las orejas por el suelo. Por estos lados del mundo hubo en tiempos pasados, y hay a tiempo de llegar los españoles, ciudades populosas, con grandes templos y palacios. Todas, adentro del continente, en la cima de las montañas. Para los griegos, cartagineses y romanos todo fue el mar. Para aztecas, incas o chibchas, la montaña. Ninguna de nuestras grandes naciones ha tenido un puerto, no ha conocido una flota, los ojos de sus reyes no se han ido en miradas soñadoras tras un trapo volador. Adentro, las tierras eran suaves, fértiles y acogedoras. La costa del Caribe, ardiente, huracanada. En la meseta había que peinar los campos para que rindieran fruto los cereales: nació y prosperó la agricultura. Abajo, en las islas, bastaba, para vivir, tirar los anzuelos al mar, coger la fruta del árbol, encender las hojas de tabaco. Nuestras viejas naciones quedaron encerradas en sus castillos de peñas. Nacieron, crecieron y aun murieron, sin saber las unas de las otras. El pueblo que a orillas del lago Titicaca, tocando casi las nubes, labraba los enormes monolitos de Tiahuanaco, nunca supo que igual esfuerzo desplegaban los mayas, en otra punta del hemisferio, para alzar sus pirámides. El inca dialogaba con el sol. El azteca dialogaba con el sol. No hubo un mar común que facilitara el encuentro de estos pueblos. No hubo lugar a un cambio de ideas, a uno de esos choques que fecundan la humanidad y ensanchan los horizontes a la inteligencia. Los moradores de las islas, cuando iba haciéndose densa la población, se largaban en sus potrillos hasta encontrar en tierra firme las bocas de los ríos: los caminos que llevan a los valles ulteriores, a las montañas. Nunca regresaban. Naciones enteras abandonaron las Antillas, el mar. Cuando llegaron las naves de Colón, el Caribe pasó, de súbito, a ser cruce de todos los caminos. Por primera vez los pueblos de este hemisferio se vieron las caras. Y se las vieron los de todo el mundo. De Europa llegaron los que venían a hacer su historia, a soltar al viento una poesía nueva. El Caribe empezó a ensancharse y fue el mar del Nuevo Mundo.

Pueden leer el libro completo haciendo clic aquí

#CiudadaníaActiva. El problemático escenario de la exhibición en Colombia

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Este artículo fue pensado hace dos años, hoy, en tiempo de pandemia, volvemos a la reflexión para exhortarlos a pensar: ¿Se transformará el panorama de la exhibición del cine en estos tiempos en los que la televisión digital, las redes sociales y otras plataformas, diferentes a las tradicionales, deben entrar en circuitos o cadenas de producción, distribución y comercialización que hagan frente a una nueva dinámica de consumo?

Por, Guillermo Dabbraccio. Publicado en Edumdia-3

Pese a los optimistas que pecan de ingenuos, así como los pesimistas que posan de apocalípticos, lo cierto es que el único escenario del sector cinematográfico que ha podido sobrevivir todos estos años ha sido el de la exhibición. Desde los primeros intentos de los hermanos Di Doménico y posteriormente Cine Colombia y otras empresas, el único «negocio» de cine que ha prosperado en el país y sigue funcionando ha sido el de la exhibición.

Sin embargo, pensar que nuestro cine se pueda ver fuera de nuestras fronteras, así sea solamente en Latinoamérica, es una utopía ya que su exhibición no depende de calidad, interés o creatividad, sino de una crítica ausencia de salas especializadas para cine de habla hispana en toda la región. Hollywood domina más del 80% del cine que se puede ver y la única forma de contrarrestar ese fenómeno es con salas especializadas donde el cine de Hollywood estaría vetado de por vida.

Foto por formulario PxHere

En Colombia existen cinco grandes exhibidores de cine comercial en su orden: Cine Colombia, Cinemark, Procinal, Cinépolis y Royal Films además de varios exhibidores independientes dentro de los que se destacan Babilla Cine, la Cinemateca Distrital de Bogotá, la sala de cine Los Acevedos del Museo de Arte Moderno de Bogotá y el Cine Club El Muro (Bogotá). El exhibidor con mayor presencia es Cine Colombia (34%), seguido de Royal Films (14%), Procinal (12%) y  Cinemark (10%)

Para Julio Luzardo, la exhibición no es sólo un negocio, también es un derecho que el Estado debería proteger y promover. “Todos los países que impusieron cuotas y restricciones al cine norteamericano vieron crecer sus cinematografías nacionales y su público exponencial y sostenidamente. Sólo un circuito independiente, de cobertura nacional, formador de espectadores, que no responda a intereses foráneos, patrocinado por el Estado, donde las películas puedan tener poco público, sin que las expulsen arbitrariamente de las salas, estableciendo otro tipo de relación con aquellos que las ven, más allá del mercadeo imperante, se impone como una necesidad absoluta”. El Estado debería garantizar ese derecho a través de la Ley de Cine, inherente a la identidad nacional.

Optimistas y pesimistas frente a los efectos de la ley del cine

En 2004 la producción colombiana ascendió a 16 películas entre ellas dos óperas primas y durante 2005 se estrenaron cintas como ‘Perder es cuestión de método’, de Sergio Cabrera y ‘La sombra del caminante’, de Ciro Guerra.

Según Claudia Triana, aunque son muchas las expectativas que se han generado en torno a la Ley de Cine, no hay que olvidar que desde el nacimiento de la Dirección de Cinematografía se han generado estímulos financieros que han permitido apoyar entre tres y cuatro largometrajes por año.

Algunos directores y productores se están profesionalizando, no están atados a los recursos estatales, están buscando coproducciones en el exterior, como “María llena eres de gracia” que no recibió estímulo del gobierno y sin embargo es una película que le ha hecho mucho bien al cine colombiano. Lo que tradicionalmente buscan las películas de autor, que son los recursos estatales y ayudas tributarias.

“Sólo siete de las 20 películas que se preparan para este año han recibido dineros de la Dirección, las demás, se han hecho con capitales privados o coproducciones internacionales como “Rosario Tijeras” y “Perder es cuestión de método”. Esto significa que hay una excelente atmósfera para trabajar, la gente está entusiasmada en contar sus historias, en lanzarse.

Responden entonces los pesimisitas ¿Se ha alcanzado el espíritu de la Ley? O ¿El espíritu de la Ley es letra muerta por las deficiencias de un sistema que no funciona como se esperaba?

Foto por formulario PxHere

La idea general detrás de la Ley de Cine era la de proveer los mecanismos necesarios para establecer bases sólidas para un negocio que lleva casi 100 años en el país y que hasta el día de hoy no ha logrado establecerse como «industria» y ha sido la responsable de innumerable quiebras individuales y de empresas que han creído en el sueño imposible de una cinematografía nacional. Sencillamente no se puede seguir con esta filosofía de creer que el cine nacional está bien simplemente porque se está produciendo más que nunca. ¿Y qué ha pasado con las ganancias que debe generar cualquier negocio, el retorno que le debe generar a un inversionista que ha creído en los beneficios de la Ley más allá de ser un simple ahorro en impuestos y todas las otras incógnitas que han aparecido y que demuestran que seguimos igual o peor que antes de la Ley?

En un artículo titulado “¿Será 2005 el año del cine colombiano?” publicado en  http://www.latinoamerica-online.info/cult05/cine05.02.html, Sergio Villamizar señalaba que, a pesar de que ese año se exhibieron 18 películas colombianas, 10 más que las estrenadas en 2004, persistía en el ambiente una fuerte preocupación porque pese a la apertura de nuevos multiplex de parte de Cine Colombia, Royals Films y Cinemark, no se había podido superar la cifra más alta de 18 millones de espectadores de 2003, cifra en la que están incluidos los espectadores a películas extranjeras y colombianas. La preocupación que alude Villamizar es que los productores y realizadores de estos largometrajes nacionales compiten en enorme desventaja con más de 250 largometrajes hollywoodenses anualmente.

Una de las voces más críticas de la Ley de cine 814 de 2003, Julio Luzardo, plantea fuertes observaciones en su artículo “Diez sugestivas para enderezar el camino. Para donde va la Ley del cine” (www.enrodaje.com):

El cine colombiano siempre ha tenido estos mismos resultados negativos a través de su historia desde 1922 cuando se estrenó La María. Nuestro cine ha sido una serie de intentos individuales, artesanales, de hacer cine contra viento y marea. Y hoy en día, a pesar de tener una flamante Ley de Cine que se suponía iba a romper la historia en dos, seguimos igual o peor que antes”.

En un dossier especial de la revista Kinetoscopio, un funcionario del sector monopólico de la distribución y la exhibición de cine afirmaba que el mercado, en los términos practicados por dicha empresa, no aguantaba diez películas colombianas de manera simultánea en pantalla. Y vaticinaba: «el día que se empiecen a hacer veinte o veinticinco películas (colombianas) al año, nos reventamos» (sic). Palabras más, palabras menos, el público cinematográfico es, según los intereses defendidos por esta compañía, una invención estadounidense y, por ende, se debe a las películas norteamericanas. Triste argumento.

Si el aumento en la producción no tiene ninguna incidencia en el aumento del público, y sí, contradictoriamente, en su disminución, y frente al hecho de que más películas realizadas en Colombia se pelean un número cada vez más pequeño de espectadores, cabría preguntarse: ¿qué, cómo y para quién estamos produciendo?

Hacen falta más investigaciones y bases de datos. El Consejo de Cinematografía debería desarrollar un análisis riguroso y  detallado de la situación económica actual del cine colombiano. Nuevamente Luzardo:  “En este momento, a través del sistema computarizado CIREC, el Consejo y Proimágenes, como nunca antes en la historia del cine colombiano, tienen acceso a toda la información detallada de entrada de público a todas las salas cinematográficas del país y no han sido capaces sino de sacar algunos datos de taquillas de las primeras semanas de algunas de las últimas películas colombianas en su Boletín semanal Pantalla Colombia. Estos pocos datos sueltos y sin continuidad o evaluación, a la larga no sirven de mucho porque no son sino cifras aisladas sin ningún análisis de fondo.


Complementamos la reflexión generada por Guillermo Dabbraccio, invitándolos a acercarse al proyecto @camaraenmanocineclub quienes por cuarentena están generando ciclos de cine y conversatorios virtuales abordando temas como este.

Encuentran en Instagram toda la información, les dejamos enlace al proyecto recomendado para la reflexión:

¿Que reinventarse no era posible?

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Por Don Barbarias, un personaje de Don Fingo

Korobeiniki: un proyecto pereirano que habla de cultura geek, pop y de lo que les gusta, por diversión

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Imágenes tomadas de Korobiniki.co

Desde Pereira se lidera un proyecto dirigido a informar sobre la cultura geek, pop y otakus a través de notas cortas, memes y directos, medios para difundir información, muy comunes en las redes sociales.

Este espacio llamado Korobeiniki nació hace más de 10 años entre un grupo de amigos entusiastas del cómic, el cine, la televisión, los videojuegos, el anime, el manga y demás temas relacionados. 

El proyecto ha pasado varias etapas desde su creación y se mantiene por amor a la diversión.

“Buenos profesores”

Hablamos con Fernando Vera, uno de sus fundadores y el único sobreviviente del equipo inicial, quien define a Korobeiniki como un grupo de pelaos que les gusta escribir y se inventaron un espacio. No por plata, ni por fama. Pero sí por divertirse bastante.

La historia del proyecto

Hace unos 10 años un grupo de amigos decidió crear un blog para escribir sobre cómic, videojuegos y cultura geek en general. Buscaban un espacio para ellos, que funcionara como un proyecto libre de presiones sociales, y más de gusto por escribir y alimentar el blog con artículos cuando los miembros querían y podían subir actualizaciones. Empezaron con un blogspot lo que hoy en día sigue llamándose Korobeiniki.

En sus inicios sacaron tarjetas para ir a eventos y hacerse conocer por la gente.

El blog se mantuvo un par de años hasta que los integrantes tuvieron que dejar lo que les gustaba por las responsabilidades que demandaban más tiempo: clases universitarias y compromisos laborales.

La página murió por falta de entradas, recuerda Fernando: dejamos de escribir, Korobeiniki desapareció del mundo.

Varios años estuvo el proyecto parado, hasta que un día, Fernando y tres amigos retomaron la escritura en una página de Costa Rica sobre los temas que habían dado forma a Korobeiniki. Después de un tiempo se preguntaron por qué escribir en una página externa en vez de impulsar nuevamente el proyecto que ya existía. 

Con eso en mente, se convocaron nuevas personas, siendo Fernando el único sobreviviente. Se sentaron, crearon la página, ahora más elaborada porque ya no era un blogspot gratuito, pagaron un dominio, publicidad y llegaron a vincularse colaboradores de Venezuela y Chile.

Pero, con el tiempo, el proyecto quedó detenido porque no generaba dinero y nuevamente los integrantes tenían otras ocupaciones que les obligaban a alejarse de sus compromisos con la página.

 “La tercera es la vencida”

En el 2016 regresaron por tercera vez, de eso hace cuatro años, ahora no pagan dominio, vieron en las redes sociales un ambiente más estable para mantener el proyecto de manera económica y masiva, dejaron de escribir artículos largos e impulsaron con fuerza las transmisiones en directo de videojuegos, la publicación de memes y los artículos cortos sobre los temas que a ellos les gustan.

Empezaron esta nueva etapa seis integrantes, de los cuales quedan 3 y están en cambios; para diciembre tienen pensados nuevos ajustes y la vinculación de otros miembros. 

Aunque los colaboradores en general son de Pereira, siempre trabajan con entusiastas de cualquier ciudad o región de Colombia.

Tal vez en algún tiempo el proyecto muera nuevamente, pero reaparecerá, afirma Fernando, porque lo que une a Korobeiniki son las ganas de divertirse y trabajar hasta donde aguanten y tengan ganas de hacer.

¿Qué significa Korobeiniki?*

El nombre del proyecto nace del famoso videojuego de Tetris lanzado a mediados de los ochenta en Rusia. Korobeiniki era la canción de fondo que venía en el juego que aún existe.

El origen del tema se remonta al siglo XIX, una canción popular rusa basada en un poema del mismo título escrito por Nikolái Nekrásov y publicado en la revista Sovreménnik en 1861. La canción cuenta la historia de un joven korobéinik que intenta vender su mercancía a una chica de ojos oscuros llamada Katia, a la que acaba besando, lo que conduce a ambos a desaparecer en un campo de centeno. Los korobéiniki (en singular, korobéinik) eran buhoneros que llevaban bandejas con mercancías tales como telas, artículos de mercería, libros y otros artículos de pequeño tamaño en la Rusia prerrevolucionaria.

El Tetris, es un videojuego de lógica originalmente diseñado y programado por Alekséi Pázhitnov en la Unión Soviética. Fue lanzado el 6 de junio de 1984. Su nombre deriva del prefijo numérico griego tetra- (todas las piezas del juego, conocidas como Tetrominós que contienen cuatro segmentos) y del tenis, el deporte favorito de Pázhitnov.

Aunque hay diferentes versiones de Tetris, durante los años ochenta, la versión del juego más exitosa fue la de Game Boy lanzada en 1989, la que lo convirtió en uno de los juegos más populares de todos los tiempos. La edición número 100 del Electronic Gaming Monthly otorgó a Tetris el número 1 en escalafón de “Mejores juegos de todos los tiempos” y en 2007, Tetris ocupó el segundo lugar en los «100 mejores videojuegos de todos los tiempos» para IGN.​

En enero de 2010, se anunció que el Tetris vendió más de cien millones de unidades para teléfonos móviles desde el año 2005 y más de 170 millones de copias para el año 2016.

@korobeiniki.co en Facebook

Actualmente el proyecto Korobeiniki tiene casi 20 mil seguidores en Facebook y busca entregar lo mejor en noticias y entretenimiento de la cultura geek y cultura pop con un lenguaje de actualidad en redes sociales y que todo mundo pueda entender.

Gracias a su dedicación, el proyecto ya los ha puesto a viajar, los han invitado a ruedas de prensa y lanzamientos de juegos electrónicos de empresas como Activision, un desarrollador y distribuidor de videojuegos muy importante de Estados Unidos.

Este proyecto que nace en Pereira por diversión, es un espacio virtual reconocido en diferentes lugares, es un ejemplo de iniciativa independiente impulsada por la búsqueda de espacios sociales de ocio creativo y reflexión crítica a través del compartir las actividades que les gustan a jóvenes y no tan jóvenes amantes de lo geek y lo digital.

Quedan ustedes invitados a seguirlos en su página de Facebook: https://web.facebook.com/Korobeiniki.co

*Datos tomados de Wikipedia

¿Qué es lo que tiene doctor?

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Por Don Barbarias, un personaje de Don Fingo

El país de los granos mágicos

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El tiempo nos enseña que las cosas simples son, a veces, las más valiosas. En aquellos menudos años, como todos los de mi edad, no teníamos idea de cuánto significaba realmente un pan en la mesa, un huevo cocido, un vaso de leche, un cuenco con maíz tostado. Simplemente allí estaban para nuestro disfrute. Y a eso nos dedicábamos, al disfrute pleno y permanente. Y así crecimos a la velocidad de nuestras mandíbulas, como pequeños roedores insaciables que devorábamos todo lo que estuviera a nuestro alcance, especialmente granos y cereales. Si había hambre hasta el pan endurecido como roca desaparecía rápidamente en nuestras bocas, a punta de laboriosos mordiscos, desde luego.

Una herencia ancestral: mote de maíz pelado

Siempre me ha llamado la atención que la gente del campo tenga una dentadura muy sana, poco proclive a las caries. Y con una sonrisa digna de anuncio, que ya quisieran los fabricantes de pasta dental, en algunos casos. Y todo de forma natural, sin apenas uso del cepillo y otros artilugios de cuidado personal. Podrían esbozarse varias teorías respecto de este fenómeno. Una de ellas puede deberse a que los campesinos, desde niños, no están bombardeados por caramelos, galletas y otras tentaciones dulces. Por lo menos hasta hace poco.

Tampoco es que la dieta campesina sea rica en calcio, habida cuenta de que la leche prefieren venderla en líquido o emplearla para elaborar rústicos quesos para comercializarlos en alguna feria zonal.  Bien que me consta que los habitantes rurales no son afectos a los productos lácteos. Pero sí que son unos campeones para triturar cereales y otros granos a pura boca. Literalmente.

No hay vivienda en el campo donde no se esté tostando algo, en uno de los huecos de un fogón de leña, y en el otro, una pesada olla ennegrecida donde se cuece generalmente maíz durante horas. Sentir el aroma del maíz gris que rebota y revienta en un tiesto de cerámica es uno de los mayores placeres en esta vida, casi tan incomparable como la del grano del café recién torrado. En las comunidades andinas poco se sabe del pan, porque no existe la tradición o porque hay que andar distancias considerables para ir a conseguirlo.

El desayuno, usualmente consiste en un sobrio té u otra bebida caliente con una buena ración de maíz tostado, con preferencia de las variedades más suaves y dulzonas, en el que a veces se añade quesillo para matizar la primera comida del día. Así ha sido por generaciones, quizás por siglos, hasta remontarse a épocas ancestrales. En mis años de escolar, los niños de las comarcas aledañas al pueblo solían acudir a clases sin otra merienda que una bolsita de granos tostados que para algunos de nosotros significaban verdaderas golosinas. Entonces, con toda la inocencia del mundo procedíamos al trueque de nuestros panes, empanadas y frutas por unos puñados de porotos tostadisímos, habas rompedientes, arvejas que chupábamos como pastillas antes de comerlas y maíces de todos los colores y texturas.

Los campesinos vallunos, desde que son muy críos se la pasan masticando granos tostados o cocidos. Así van entrenando esa dentadura que tanta envidia causa a la gente de ciudad, muy acostumbrada últimamente a proporcionar el desayuno a los chicos a plan de hojuelas y leche, plagadas de azúcares, por otro lado. Por las prisas, por descuido, por pereza, por no complicarse. Afortunadamente pertenezco a esa generación que tuvo la suerte de crecer con productos todavía naturales, a la que por imitación se le pegó esa sana costumbre campesina de merendar granos en cualquier comidita del día.

Mientras en otras latitudes, el pan está presente hasta en la hora del almuerzo, en la parte occidental de Bolivia se suele acompañar las sopas con maíz cocido, denominado “mote” (del quechua mut’i,), el cual se va devorando con una mano de un plato o bandeja común, a la par que se alterna con cucharadas del caldo caliente. Es una suerte de rito culinario que atañe a muchas familias, independientemente de su condición social. En nuestra familia, a veces nos decantamos por degustar el mote, a modo de aperitivo en porciones individuales, acompañado de una tajada de queso tostado a la plancha. Esa conjunción del sabor neutral del maíz con el queso asado tiene la virtud de abrir el apetito al instante, generando entusiasmo para acometer el plato principal.

Existen variedades de motes poco menos que estrellas en una noche clara. A la inmensa gama de colores que ostenta el maíz cocido en cualquier mesa, cada uno con distinto sabor obviamente, hay que añadir el tono dulzón del mote de choclo o maíz tierno. Que si uno se ha aburrido de los motes con piel, pues recúrrase al maíz pelado con ese dejo leve de óxido o ceniza, que vuelca totalmente la sazón pero no lo hace menos suculento, sólo que distinto, para que el cerebro enloquezca de placer con tantas posibilidades.

Por extensión, los motes no sólo se elaboran de maíz, sino también de habas frescas o habas secas. De porotos, de frijoles, de trigo pelado, de garbanzos, de habichuelas o alubias, de algún otro grano exótico como el tarwi. Antaño, poner a cocer esos frutos secos significaba un engorroso y lento proceso que se iniciaba con el remojo en agua una noche antes. Hoy, eso ya no es preocupación para ninguna familia, bastará con aproximarse a cualquier mercado popular donde uno puede escoger a gusto. Para descartar cualquier riesgo de intoxicación, es suficiente darle un hervor a los granos que se ha comprado.  Y listo, en un santiamén ya se tiene el entrañable mote, del grano que sea, para acompañar una ensalada u otro platillo.

Como era de esperar, el mote, especialmente el de maíz blanco pelado, es ampliamente usado como ingrediente básico en variados platos de nuestra gastronomía local, desde el fricasé paceño, el chicharrón cochabambino, el chorizo chuquisaqueño, los cangrejitos tarijeños, la patasca oriental, entre los más emblemáticos de la extensa geografía nacional. Con toda seguridad que hay más usos, desde guisos picantes, pasando por sopas, hasta guarneciendo un formidable sábalo o pacú a la parrilla.

Gracias a los dioses por estos humildes pero magníficos regalos concedidos a los hombres desde tiempos inmemoriales. Granos mágicos que ayudaron a apuntalar nuestra infancia y que nos traen tan vívidos recuerdos. Humm, que no pare el estallido del maíz en el fogón de barro. Aunque sea en un recoveco de la memoria.

*Pueden ver más contenidos de este autor en: Bitácora del Gastronauta. Un viaje por los sabores, aromas, y otros amores

Louise Glück, en cinco poemas

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Louise Glück, en Nueva york, en el 2014, con el National Book Award (ROBIN MARCHANT / AFP)

Publicado por lavanguardia.com

Puesta de sol

En el mismo instante en que se pone el sol,
un granjero quema hojas secas.

No es nada, este fuego.
Es cosa pequeña, controlada,
como una familia gobernada por un dictador.

Aun así, cuando arde, el granjero desaparece;
es invisible desde el camino.

Comparados con el sol, aquí todos los fuegos
son breves, cosa de aficionados;
se acaban cuando se consumen las hojas.
Entonces reaparece el granjero, rastrillando cenizas.

Pero la muerte es real.

Como si el sol hubiera terminado lo que vino a hacer,
hubiera hecho crecer el campo y entonces
hubiera inspirado la quema de la tierra.

Así que ahora puede ponerse.

(del libro ‘Una vida de pueblo’)

El iris salvaje

Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.

(Del libro ‘El iris salvaje’)

(Henrik Montgomery / AP)

Amante de las flores

En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.

Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo.
Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.

No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…

(del libro ‘Ararat’)

La decisión de Odiseo

El gran hombre le da la espalda a la isla.
Su muerte no sucederá ya en el paraíso
ni volverá a oír
los laudes del paraíso entre los olivos,
junto a las charcas cristalinas bajo los cipreses.

Da comienzo ahora el tiempo en el que oye otra vez
ese latido que es la narración
del mar, al alba cuando su atracción es más fuerte.
Lo que nos trajo hasta aquí
nos sacará de aquí; nuestra nave
se mece en el agua teñida del puerto.

Ahora el hechizo ha concluido.
Devuélvele su vida,
mar que sólo sabes avanzar.

(Del libro ‘Praderas’)

(POOL / EFE)

La primera nieve

Como una niña, la tierra se va a dormir,
o al menos así dice el cuento.

Pero no estoy cansada, dice,
y la madre responde: Puede que tú no estés cansada pero yo sí.

Lo puedes ver en su rostro, todo el mundo puede.
Así que la nieve debe caer, el sueño debe venir.
Porque la madre está mortalmente harta de su vida
y necesita silencio.

(del libro ‘Una vida de pueblo’)Mostrar Comentarios