lunes, junio 16, 2025
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“Naturaleza Corroída” Exposición individual de Fabiola Alarcón

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Texto curatorial:

¿Desde qué formulación maligna ha entrado la humanidad a designar cuanta cosa existente con el ánimo de ratificar que los hombres somos seres configurados por el espacio donde la premisa consiste en transformar el entorno en hábitat?

Bajo la excusa de la civilización se ha desvanecido poco a poco el efecto cosmos para ir adaptándonos a situaciones de rejilla, de cubículo, de mundos función en derredor sin sinónimo placentario, solo amalgamas reticulares que, a fuerza de realidad nos vemos en la obligación de llamar naturaleza corroída como cultura.

Vemos la montaña, el caudal de los ríos, la floración exuberante como postales de lo que una vez quisimos como creación interior. Con la estética y el arte se acentúa aún más la búsqueda de lo idílico, quizá el origen matrístico que nos hace cambiar constantemente, no estar conformes, huir de cuanto encerramiento natural o virtual nos acecha por aburrimiento del ser, porque los seres humanos por defecto somo seres que cambiamos de morada.

Fabiola Alarcón ve y critica lo observado, como si tratara de ratificar de forma irónica una vuelta lenta de lo real influida por la presencia femenina en la modernidad ginofóbica expuesta.

Serie “Guardianes de la Laguna las Calles, Páramo de Santurbán”. Fotografía

En sus fotografías de recorte ficciona, casi que, de forma fabulada, ese otro paisaje virginal de antes de toda la historia de crisis y explotación. Decide reconstruir lo natural con la torsión subalterna, más no de inmersión como pretende lo contemporáneo en el arte, sino radicado en la torsión estética, dosis telúricas de giro cosmético.

Otra cosa ocurre en la pintura de Alarcón, en la cual planifica y ejecuta un plan de sucesividad de capas en pos de alcanzar el efecto dramático de la imagen desde dos perspectivas: la del engaño ilusorio de lo real y el accidente. Entre ambas situaciones pende un delgado límite que juega entre el morbo, el voyeur y lo abyecto, porque la representación del espacio aséptico de la clínica, la doble lectura de turista indolente de la playa, lo íntimo como devastación emocional, de repente es inudado por la sudoración del dolor y ¿por qué no?, una denuncia gráfica.

 “De los momentos grises” # 5
Óleo sobre lienzo
100 x 70 cm
De la serie: “Así como soy existo… miradme” # 7
Óleo sobre lienzo

100 x 80 cm
“De los momentos grises” # 4 
Óleo sobre lienzo70 x 100 cm
De la serie: “Y vamos a la Playa” # 9
Óleo sobre lienzo
100 x 100 cm

La escultura en la obra de Alarcón genera una fuerte contradicción simbólica, ya que involucra la belleza y lo sutil con lo visceral y el detritos de muerte. Los frailejones realizados con carnaza y otro conjunto de material orgánico y sintético, pone en discusión la producción melionista marroquinera en masa basada en el sacrificio con una ilusión vernácula de lo inmaculado.

Ese juego suele contener tensiones en las cuales o se silencia alguna energía por la condensación de un resultado plástico o se enfatiza la intención del significado.

En todo caso, la escultura crea ruidos donde cabe de todo menos la tendencia imparable a desentenderse de lo extraño que acecha al ciudadano jugador.  

Oscar Salamanca (curador)

Cuerpo de agua vertical. 
  Mixta, carnaza y metal
110 x 30 x 30 cm
Laguna “La Hostia” Metal y vidrio
40 x 40 cm
2019
Laguna “La Hostia”  detalleMetal y vidrio
40 x 40 cm
2019

SOBRE LA ARTISTA

Fabiola Alarcón Fernández, nace el 20 de enero de 1967 en Apía (Risaralda), graduada como Maestra en Bellas Artes de la Universidad Nacional, con énfasis en Pintura y Maestra en Artes Plásticas de la Universidad Distrital con énfasis en escultura, realiza una especialización en Docencia Universitaria en la Universidad del Bosque y una Maestría en Diseño Industrial en la Escuela de Arquitectura y Diseño para América Latina y el Caribe “Ithsmus” (Panamá); doctora en Educación con especialidad en Mediación Pedagógica, de la Universidad de La Salle. Costa Rica. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad Distrital de Colombia en el programa de Licenciatura en Pedagogía Infantil, ha trabajado en diferentes universidades en los últimos 20 años. Realiza exposiciones permanentes a nivel Nacional e Internacional, y ha obtenido varios reconocimientos por su trabajo Artístico.

*Esta exposición llamada: “Naturaleza Corroída” Exposición individual de Fabiola Alarcón, se publicó del 7 al 21 de agosto de 2020 en el Jardín de artista U.T.P

Sobre la fuerza de nuestra fantasía

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“Si, en el momento de la concepción, una mujer piensa en otro hombre —presente o ausente— el niño que nazca tendrá semejanza con el hombre en quien la mujer pensaba”. La afirmación es de Lemnius, un médico holandés del siglo 16, y aunque la ciencia de hoy diga lo con­trario nuestro pensa­miento insiste en proponernos que algo cierto debe haber en esa afirmación. El hecho de que el hombre en quien la mujer piensa pueda estar “presente o ausente” le agrega a la escena unas curiosas posibi­lidades.

Cuenta Heliodoro que Persina, una reina de Etiopía, negra como la noche, tuvo un bebé blanquísimo por andar obsesio­nada con un cuadro de Perseo y Andrómeda. Bale, por su parte, sostiene que una de las concubinas del papa Nicolás tercero dio a luz un monstruo por haber visto un oso poco antes de quedar embarazada. En la Grecia de Pericles se con­taba que un próspero comerciante quiso contrarrestar la feal­dad suya y la de su esposa comprando una pintura de figu­ras hermosas y colgándola en una pared del tálamo. Pero sus efectos en la concepción son sólo el comienzo de la influencia poderosa que la imagi­nación ejerce en nuestras vidas.

Dicen que las cicatrices que les salían a San Francisco y a San Dagoberto venían de la intensidad con que ima­ginaban las heridas de Cristo. La historia de la humanidad abunda en casos de personas a quienes su propia imagi­nación transformó en lobos, perros, burros, ranas y toda clase de animales. Dicen que quienes padecen de hidro­fobia ven la figura de un perro cuando miran su reflejo en el agua. Dicen también que los enfermos y los melan­cólicos conciben cosas tan extrañas como que son mujeres, siendo hombres, así como lo contrario, o que piensan que son reyes, insectos, livianos, pesados, trans­pa­rentes, de vidrio, grandiosos, minúsculos, insensibles, y hay algunos que creen que están muertos.

Foto por formulario PxHere

Muchas enfermedades se contagian por exceso de imaginación. En el siglo 16 en Inglaterra se contaba la historia del hombre que murió en presencia de alguien que se creía contagiado por la peste (aunque después se supo que estaba sano). Los adivinos ganan crédito por sembrar en sus clientes aprehensiones que provocan lo predicho.

Cuenta Aristóteles que en Grecia había gente que moría cuando veía a alguien ahorcado. En Francia en el siglo 16 hubo un judío que caminó por la noche sobre un tablón muy estrecho, pero murió al día siguiente, al ver la altura del tablón sobre el abismo.

Hace meses me propuse escribir sobre el libro más entrete­nido que conozco, el mamotreto que me llevaría a la isla desierta o a cualquier sitio donde fuera. Ahora mismo lo tengo conmigo durante una breve estadía en la ardorosa capital del mundo. Pero el tiempo me fue revelando lo imposible de mi tarea. Robert Burton (1577-1640) dedicó casi toda su vida a escribir y reescribir su Anatomía de la melancolía. Quizá tomaría también una vida hacerle justicia a este compendio de la rareza humana. Aquí solamente he mencionado algunas curiosas obser­vaciones que aparecen en dos de sus casi mil páginas. Imaginen el resto y concluyan. Mientras tanto los dejo con unas preguntas que aparecen en esas mismas páginas:

¿Por qué el bostezo de una persona hace bostezar a otra? ¿Por qué una persona que orina hace que otra quiera orinar? ¿Por qué un cadáver sangra de nuevo cuando vuelve a estar en presencia del asesino?

Para Burton, todo indica que estos y otros misterios similares se pueden explicar por el influjo poderoso de nuestra propia fantasía.

*Publicado en Vivir en El Poblado el 19 de julio de 2012.

Epístolas del abismo

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Toda luna, todo año,

todo día, todo viento

camina y pasa también.

también, toda sangre llega

al lugar de su quietud.

(Libros de Chalam Balam)

Más tarde o más temprano, toda forma de lucidez acaba por transitar al filo del abismo. Es el precio que debe pagar quien contempla su rostro en el más fiel de todos los espejos: el resplandor de los propios huesos iluminando con claridad bíblica la noche más oscura del alma, según él célebre poema de san Juan de la Cruz.

Si uno tuviera que definir con una sola palabra los cuarenta y tres cuentos que componen el libro de la escritora norteamericana Lucía Berlin, esa palabra es lucidez, la forma suprema de la luz que llevó al evangelista a pronunciar su lapidaria sentencia: “Todo verdor perecerá”.

Se trata del libro Manual para mujeres de la limpieza una selección de la obra de la autora nacida en 1936 y muerta en 2004, publicada por editorial Alfaguara con traducción de Eugenia Vásquez Nacarino.

El título de la selección no pudo ser más acertado: las mujeres de la limpieza lo conocen todo sobre los habitantes de una casa. Saben de sus grandezas y miserias, intuyen las más seductoras y sórdidas secreciones del cuerpo y del alma.

“Me encantan las casas, todas las cosas que me cuentan, así que esa es una razón de que no me importe trabajar como mujer de la limpieza. Se parece mucho a leer un libro” , leemos en el primer párrafo del cuento titulado Luto.

La narradora lo deja claro de entrada: “Mujeres de la limpieza, como norma general no trabajeís para las amigas. Tarde o temprano se molestan contigo porque sabes demasiado de su vida. O dejan de caerte bien, por lo mismo”.

No se puede conocer mucho de un ser humano sin huir despavorido.

Abortos, indigentes, alcohol, adulterios, asilos de ancianos, putas, salas de urgencias de hospitales, moteles, abandonos, pérdidas. Esa es la materia con la que están tejidos estos relatos. Sin patetismos, con precisión y limpieza quirúrgicas la autora desvela para nosotros los más ocultos recintos del corazón humano. En su universo no hay lugar para la compasión: así somos y así nos toca recorrer el camino hasta que la sangre alcance el lugar de su quietud.

De ahí la elección de esa cita del Chalam Balam para encabezar uno de sus relatos. En la mirada de Lucía Berlin, fundada en la convicción de que algo siniestro alienta en las entrañas del sueño americano, sólo la muerte puede darle algún sentido a la suma de malentendidos de que está hecha toda vida.

Lucia Berlin

(…)Últimamente he limpiado casas en las que alguien acababa de morir. Limpiar y ayudar a clasificar las cosas para que la  gente se las lleve o las done a la caridad(…)

(…) O los familiares lo quieren todo y se pelean por las cosas más insignificantes ( unos tirantes viejos y raídos, o un tazón), o ninguno quiere saber nada de lo que hay en la casa, así que todo he de meterlo en cajas. En ambos casos lo triste es qué poco se tarda. Piensa en ello. Si murieras… podría deshacerme de todas tus pertenencias en dos horas como máximo(…)

Así de simple.

En ese tono epistolar, aunque no necesariamente se trate de cartas, están narrados estos cuentos. La esperanza se marchó hace rato. La ilusión se hizo jirones, de modo que haríamos bien en prestar atención para cuando nos llegue el turno. Ese tono es su manera de llamar nuestra atención.

De ahí que a los personajes sólo les queda el recurso del alcohol, las pastillas o el sexo ocasional. Todo lo demás son vidrios rotos sobre un piso de mármol después de un gran festín. Despojos del primer amor.

Y el primer amor es una suerte de palimpsesto, una superficie sobre la que el tiempo se encarga de imprimir otras historias de amor. Un día, todo parece olvidado, hasta que una canción o la mirada de un desconocido que cruza la esquina obra al modo de una uña que rasga las imágenes superpuestas y nos devuelve a la raíz del dolor original.

Y así sucede con las otras cosas de la vida: los adioses, los olvidos, los abandonos, las muertes ajenas, los pequeños y grandes desastres cotidianos.

Por eso vivir enloquece.

Hay algo en estos cuentos que los hace parientes de lo mejor de William Saroyan, John Cheever o Raymond Carver: es el espíritu de una sociedad que se entregó en cuerpo y alma al espectáculo de su propia disolución, porque intuye que detrás de bambalinas sólo habita la nada.

Siento que me he desvanecido. La semana pasada en el mercado de Sonora me veia tan alta, rodeada de indios de piel oscura, muchos de ellos hablando en náhuatl. No sólo me había desvanecido, era invisible. Quiero decir que me embargó la sensación de ni siquiera estar allí”.

Poco menos que fantasmas heridos de muerte y de olvido. Eso son estas criaturas que van y vienen de Montana a Santiago de Chile, de California a Texas y de Texas a México. Esa condición de almas en pena explica su infinita ansiedad: buscan un asidero, una palabra, un gesto, una promesa, algo que pueda durar.

Algo imposible en un universo donde lo único firme es la transitoriedad.

Es tanta la desolación de estos seres, que raras veces contemplan la solución del suicidio: quieren beber hasta las heces el licor de su desastre personal.

“Han pasado siete años desde que moriste. Por supuesto ahora diré que el tiempo ha volado. Me he hecho vieja. Sin previo aviso. De repente. Me cuesta caminar. Incluso se me cae la baba. No cierro la puerta con llave por si me muero mientras duermo, aunque es más probable que siga decayendo hasta que me metan en algún sitio donde no estorbe. Ya empiezo a chochear. Aparqué el coche al doblar la esquina porque había alguien donde suelo dejarlo. Luego vi el lugar vacío y me pregunté dónde me habría ido. Hablar con el gato no es tan raro, pero me siento ridícula porque el mío  está completamente sordo”.

Así le habla la narradora del cuento Espera por un momento a su hermana muerta. Aunque en realidad habla para sí misma: teje ese monólogo a modo de mortaja. Y así hablan todos los personajes, así se trate de lo más sublime o lo más  terrible. Es todo un corro de penitentes que a veces recuerda  al infierno o el purgatorio de Dante, sólo que la pesadilla acontece en los Estados  Unidos de  América de nuestros días.

“Que mi madre fuese como era en parte se debía a que había sido criada entre algodones. Su madre y su padre pertenecían a las mejores familias de Texas. El abuelo era un dentista próspero; vivían en una casa preciosa con criados, una niñera para mamá, que la consintió, igual que a sus tres hermanos mayores. Y de  pronto, ¡zas!, la atropelló un cartero de Western Union y pasó casi un año en el hospital”.

¡Zas! Una fina hoja de afeitar corta el fino hilo del que pende nuestra vida y eso es todo. No hay lugar para estridencias en el universo de Lucia Berlin. Todo lo contrario. Un humor sombrío cae como fina  llovizna en medio de  conversaciones como esta:

¡Herman!- le dijo de lejos la señora Wacher a su marido-. Cuando nosotras nos muramos ¿ los hombres prometeís iros juntos de vacaciones?

Herman negó con la cabeza.

– No. Se necesitan cuatro para jugar al bridge.

Morirse es, pues, descompletar el número de jugadores que se necesitan para una partida. O eso es lo no que se cansan de repetirnos las voces que cuentan estas historias. Esos guiños operan a modo de revulsivo en medio de tanta devastación. Es una manera de recordarnos que “La muerte cura, nos dice que perdonemos, nos recuerda que no queremos morir solos”.

ESPECIAL SOBRE EL FRANQUISMO EN ESPAÑA: “La derecha española tiene el franquismo en el ADN”

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Por, Luis García Casas. Publicado en dw.com

El hispanista Ian Gibson dice que en la dictadura eran “imprescindibles historiadores británicos, franceses y norteamericanos” y afirma sentirse “implicado en la lucha por los derechos de las víctimas del franquismo”.

El escritor Ian Gibson, durante la presentación de ‘La berlina de Prim’ (Premio Fernando Lara de Novela 2012) en el cementerio inglés de Málaga (19.09.2012)

El autor de origen irlandés nacionalizado español Ian Gibson escribió una biografía sobre José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, el partido fascista que luego incorporó Franco a su sistema político. También ha escrito sobre Queipo de Llano, el general sublevado que tomó Sevilla y cuyos discursos de radio buscaban atemorizar al enemigo, o sobre los fusilamientos en Paracuellos. Sin embargo, lo que le ha consagrado son sus trabajos sobre el poeta Federico García Lorca.

Deustche Welle: Aunque ha escrito mucho sobre la Guerra Civil española y sus protagonistas, sus obras más conocidas son las dedicadas a Lorca, el más famoso de los fusilados en la contienda. ¿Por qué es un tema controvertido todavía el de las fosas comunes en España y el de las exhumaciones?

Ian Gibson: Yo, realmente, no he escrito tanto sobre la Guerra Civil española y sus protagonistas,  pero algo sí. A veces hasta me confunden con Paul Preston o Hugh Thomas, y es un error.  No soy historiador, sino filólogo y, sobre todo, biógrafo: Lorca, Buñuel, Dalí, Antonio Machado. Ahora bien, me siento muy implicado en la lucha por los derechos de las víctimas del franquismo. Lorca sigue siendo un desaparecido, creo que el desaparecido más famoso y más llorado del mundo. Es tremendo. La derecha española dice que no es franquista pero tiene el franquismo en los genes, en el ADN.  Escudándose en la Ley de Amnistía anterior a la Constitución de 1978, se opone a que el Estado se ocupe de las reivindicaciones de las víctimas del franquismo, principalmente en lo que toca a la exhumación de los fusilados, que suman más de 115.000.  Es una situación a mi juicio vergonzosa. El franquismo buscó a las víctimas de “los rojos” y les dio decente entierro. ¿Y qué pasa? La derecha actual sigue negando que los del bando vencido tengan los mismos derechos, diciendo que sería “reabrir heridas”. 

“Franco está todavía muerto”

Como investigador, ¿qué dificultades ha encontrado para estudiar la Guerra Civil y el franquismo posterior? 

Bajo el franquismo, tuve todas las dificultades imaginables para investigar la muerte de Lorca, como se puede imaginar. No podía ser de otra manera. Era imposible acceder a los archivos, muy difícil conseguir un “dato”. Todo era historia oral, hablar y hablar, mentir y mentir, tergiversar y tergiversar. Además era necesario obrar con mucha cautela para que mis informantes no tuviesen problemas con la policía. Mis amigos historiadores, tales como el mencionado Paul Preston, me aseguran que hay archivos oficiales todavía cerrados a la investigación. Es bochornoso casi medio siglo después de la muerte de Franco.

¿Por qué se blindan algunos archivos con la excusa de la seguridad nacional? ¿Qué pueden tener miedo de que se descubra? 

La derecha española, consciente de la enormidad de la represión franquista, no quiere en absoluto facilitar la investigación de la misma. Esto no fue Alemania, aquí imperaron a lo largo de cuarenta años la impunidad, el silencio y la destrucción de documentos comprometedores. La derecha española se niega a aceptar que aquí hubiera un holocausto, un crimen de lesa humanidad. Es una situación muy difícil. Para mí, los principales culpables de la situación actual son los socialistas. Cuando tuvieron, a partir de 1982, una mayoría absoluta astronómica decidieron “no mover el asunto”, pensando que era mejor esperar. Estuvieron catorce años en el poder y no hicieron nada. ¡Y hoy, en 2018, Franco está todavía en el Valle de los Caídos, con flores frescas cada mañana pagadas por los españoles! Como hispanista y español nacionalizado me produce auténtica vergüenza.

Una iniciativa de Gibson salvó del derribo un edificio inmortalizado en Madrid por el fotógrafo Robert Capa en 1936. (28.10.2017)

Una iniciativa de Gibson salvó del derribo un edificio inmortalizado en Madrid por el fotógrafo Robert Capa en 1936. (28.10.2017)

La derecha española actual ni se considera heredera del franquismo ni tampoco lo condena rotundamente. ¿Por qué esta ambivalencia?

Es más bien hipocresía. Ellos saben de dónde vienen y quiénes son. ¿O no? Sus tics antidemocráticos son patentes. Pero, claro, nunca van a decir que añoran el franquismo, aunque, de vez en cuando, se les escapa una barbaridad en este sentido, como cierto ministro del Partido Popular, cuyo nombre prefiero olvidar, que gustaba de recordar la “placidez” con la cual vivió la dictadura.     

El franquismo y Latinoamérica: los vínculos de una dictadura
 

En su opinión, ¿sigue vigente la división de las “dos Españas” enfrentadas?

Algo de las “dos Españas” sigue existiendo, sin duda alguna. No es solo la dificultad que experimenta la derecha de afrontar la verdad de la Guerra Civil y de la dictadura sino su incapacidad para asumir la historia española de antes de 1492 y la Toma de Granada. De asumir el hecho innegable de las distintas sangres que bullen en las venas españolas. En la obra de Lope de Vega, Peribáñez y el comendador de Ocaña,  el protagonista, que es Peribáñez, proclama con orgullo: “Yo soy un hombre, aunque de villana casta, / limpia de sangre y jamás de hebrea o mora manchada”.  Lo dice todo: el cristiano viejo sin una gota de sangre moruna o judía. No hay nadie en España que no tenga “sangre manchada”. Pero aquí no se enseña ni una palabra de árabe y menos de hebreo. La gente no sabe que Madrid es árabe, también La Mancha (significa “llanura alta” en aquel idioma). Un desastre. Los españoles tienen un serio problema de identidad, no saben de dónde vienen y no saben quiénes son. Los franceses sí saben de dónde vienen y quiénes son. También los ingleses. Obviamente exagero un poco, pero no demasiado.

El primer libro de Gibson estaba ya dedicado a Lorca.

El primer libro de Gibson estaba ya dedicado a Lorca.

¿Siguen siendo los principales especialistas en la historia de España historiadores extranjeros? ¿Tienen más facilidad o más perspectiva para estudiar, en concreto, esta época de la Guerra Civil y el franquismo?

Hay en España una nueva promoción de historiadores jóvenes, muchos de ellos de primera fila, entre ellos Julián Casanovas y Alberto Reig Tapia. Y algunos, ya no tan jóvenes, magníficos, como José Álvarez Junco. Pese a todo, la democracia posfranquista ha permitido en este sentido una mejora notable. ¡Ya no van a ser tan imprescindibles los historiadores británicos, franceses y norteamericanos! Eran muy necesarios durante la dictadura –pienso sobre todo en Brenan, Southworth, Thomas y Jackson–  y aportaron mucho, mucho a nuestro conocimiento de la España contemporánea. Pero ya estamos en otra época y tengo que creer en la posibilidad de que España, integrada en Europa, vaya poco a poco convirtiéndose en el gran país culto con el cual uno siempre ha soñado. ¡Tiene tanto a su favor si solo se diera cuenta!

#Lacebraenimagenes. LA CAUSA. Asociación de Caricaturistas Colombianos Independientes

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Un resumen de opinión a través de la caricatura, por LA CAUSA, movimiento social de caricaturistas colombianos independientes que busca, por medio del colegaje, promover, difundir y defender la crítica social a través de manifestaciones artísticas.

“Aborto Legal” –  Una caricatura de Patán @patancartoon
 “Los Provida” – Milton @milton_dibujo_libre
“Salario Mínimo” – Una caricatura de @omicaricaturas
“Ensalada rusa” – Una caricatura de El sute
@elsutecartoons
“Una peste llamada Estado” – Una caricatura de El Verdugo @elverdugo_caricatura
“Felicitaciones Argentina” – Una caricatura de @penelopeilustra
“Tragedia para el periodismo” – Una caricatura de @DonBarbarias

El viaje de Cristóbal Colón al Chile de los años 80. Una lectura de Cipango de Tomás Harris

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Por, Mónica Moreno Ramos, Universidad Complutense de Madrid – Universidad Austral de Chile. Tomado del libro: DIMENSIONES. El espacio y sus significados en la literatura hispánica.

Introducción

Este trabajo tiene como objetivo realizar una introducción al diálogo que Cipango de Tomás Harris lleva a cabo con los Diarios de Cristóbal Colón (2). Dicho autor ocupa, actualmente, un lugar consagrado en el campo cultural chileno gracias a obras como esta, de la que el crítico Grínor Rojo (3) afirmó que era el poemario nacional más relevante desde Canto General. El poeta tuvo un papel decisivo en el renacimiento artístico de Concepción, ciudad del sur de Chile, durante la dictadura de Pinochet y supone una de las voces destacadas de la llamada Generación del 80 o del 87. La primera edición de Cipango salió a la luz en 1992, con un claro afán aglutinador, pues cuatro de sus cinco partes habían sido publicadas con anterioridad como obras autónomas en los años 80.

El diálogo que Tomás Harris entabla con la Crónica de Indias tiene importantes antecedentes en la literatura hispanoamericana, entre los que se encuentra Ernesto Cardenal. Carlos Trujillo (4) ha reconstruido su influencia en la poesía chilena de los años 70 y 80 y ha apuntado las evidentes conexiones existentes entre Cipango y libros como El estrecho dudoso. Araceli Tinajero también ha señalado esta influencia en base a la reconstrucción histórica que, desde la literatura, lleva a cabo el sacerdote nicaragüense: «Cardenal reconstruye la historia de la conquista y sobre todo hace hincapié en los problemas a los que se enfrentaron los conquistadores para saciar su sed de conocimiento y riqueza. Ese énfasis marca la visión apocalíptica de la conquista porque se enfoca en las frustraciones y la muerte» (5). Ernesto Cardenal, según Carlos Trujillo, tuvo una escasa difusión antes del golpe de Estado de 1973, cuya causa achaca a la existencia de un escenario dominado por la figura central de Pablo Neruda (6). Sin embargo, esta situación se revertió tras la llegada del régimen militar, de manera que dos fueron las figuras tutelares para los nuevos poetas: Nicanor Parra y Ernesto Cardenal, seguidos muy de cerca por Enrique Lihn y Jorge Teillier (7).

Colón y la desmitificación del descubrimiento: una lectura de la dictadura pinochetista desde la extrañeza radical

Cipango debe su nombre a la intención de Tomás Harris de elaborar, de la tercera parte en adelante, una ucronía distópica que consiste en imaginar la llegada de un grupo de conquistadores españoles a una Concepción ya conquistada y gobernada, según explica Tomás Harris: «por otro fantasmal [sic] que no se nombra, pero que también anda por la ciudad» (8). Sin embargo, el poemario despliega pistas soterradas para que sepamos que se trata del régimen dictatorial de Pinochet. Así, el título enlaza con la confusión del viaje colombino, cuyo objetivo de partida era descubrir una ruta alternativa para acceder a Cipango (Japón) y Catay (China) que finalmente concluyó con la conquista del Nuevo Mundo y su acto de fundación violenta.

Magda Sepúlveda recalca cómo esta estrategia permite crear un efecto de distanciamiento que recupera la extrañeza que causó la ciudad precolombina en el español —pensemos en Tecnotitlán—, si bien ahora no ante el asombro de la magnificencia, sino ante el hallazgo de una tierra baldía (9). El sentimiento de extrañeza fue radical para el conquistador si tenemos en cuenta que «los europeos nunca ignoraron por completo la existencia de África, o de la India o de China» (10).

Esta mirada renovadora será fundamental para construir la reflexión ya iniciada sobre la ciudad dictatorial. El recurso de la extrañeza, tan importante y recurrente a lo largo de la historia de la poesía, supone una estrategia productiva y crítica que permite pensar la proximidad de la experiencia. Es importante recordar, si tenemos en cuenta el contexto histórico en el que se inscribe el libro, que esta era una experiencia —utilizando el lenguaje de Cipango— que, sobre todo desde los mass media, ofrecía una visión parcial, fragmentaria y fetichizada. En este sentido, Sergio Mansilla ha destacado la tarea que la poesía chilena de esta época emprende con respecto a la contradicción de los clichés históricos del régimen militar, a partir de la certeza de estas verdades a medias (11). Por ello, el recurso del distanciamiento se manifiesta aquí aprovechando la potencialidad expresiva de esta mirada totalmente ajena de los conquistadores sobre la realidad americana. Eso sí, ahora resignificándola para, desde esta lejanía, poder observar lo ocurrido tras el velo de normalidad cotidiana, basado en la retórica de la seguridad y el proyecto de modernidad, que la junta militar quería imponer.

Asimismo, esta ucronía determina una serie de técnicas narrativas que imitan los recursos expresivos propios de la bitácora y las cartas de relación. Ello se debe a que el texto predilecto con el que se dialoga serán los Diarios de Cristóbal Colón que emergen en Cipango unas veces citados textualmente, otras reelaborados y otras impostados.

El poeta-cronista, señala Lila Calderón, recorre las ruinas de una sociedad moderna, mientras pasea su mirada en busca del oro de las Indias, el palacio del Gran Khan o la ruta de Marco Polo, para recoger, en cambio, solo los turbios desechos de la sociedad industrial (12) y, añadiríamos nosotros, dictatorial. Las ramificaciones que adquiere en el poemario la relectura colombina son varias, pero nos centraremos aquí en la que tiene que ver con el análisis desmitificador de la realidad americana (13).

La cuarta parte del libro, titulada «El último viaje», se inicia con un poema llamado «Océano de las tempestades» (14). Este poema inserta, versificándolo, un fragmento de la relación colombina del cuarto viaje que se corresponde con la carta que Colón escribió a los Reyes Católicos el siete de julio de 1503. La parte seleccionada (15) se centra en la descripción de un océano embravecido, según apunta el título. Sin embargo, el texto nos obliga a acudir a la fuente original para ampliar y contextualizar esta situación. Lo interesante del hipotexto (16) es que adelanta dos líneas fundamentales de «El último viaje», por lo que este poema funciona como marco introductorio a esta sección.

En primer lugar, el tema del naufragio se relaciona con una metáfora muy fecunda para hablar de los proyectos políticos no fraguados (17). Todo ello se enmarca dentro de un contexto literario de época donde la concepción de progreso y de racionalismo positivista saltó por los aires. Esto tiene mucho que ver con la irrupción del golpe de estado de 1973 en el panorama político chileno. Tomás Harris, en una entrevista realizada por Pedro Pablo Guerrero, explica su trabajo en términos de una escritura poética que se piensa a sí misma como catástrofe, como testimonio del naufragio de las grandes utopías políticas del siglo xx (18). En consecuencia, es obvio que esta escritura tiene muy presente, por la nacionalidad del autor, no solo el fracaso de la vía democrática al socialismo liderada por Salvador Allende, sino el modo en que ese fracaso se materializó. La segunda línea que adelanta el poema «Océano de las tempestades» entronca con la idea de la pérdida de referencias espaciales, la pérdida de la rosa de los vientos que se leerá, más adelante, desde un punto de vista metafórico. Este punto de vista conecta con un asunto del que ya hemos hablado: la dificultad, dentro de un contexto dictatorial donde la información era parcial y enmascaradora, para aprehender lo que verdaderamente estaba sucediendo y, en correspondencia, la constante sensación de desorientación del sujeto.

Podemos hacer un paralelismo entre la labor de montador que aquí posee Tomás Harris —el texto se inserta literalmente, pero segmentado en versos, lo que le confiere un ritmo— y algunas cuestiones desarrolladas por Carlos Almonte y Alan Meller en relación al autor neoconceptual (19). El poeta combina en Cipango el desempeño de una identidad y voz propia de autor clásico con aquella que se sirve del collage literario para diversificarla en varias voces que, al ser reunidas en el texto, pierden su carácter original para mimetizarse o adherirse a un nuevo enfoque. Según explican estos dos críticos, la identidad del autor neoconceptual se elabora a partir de un número variable de identidades cercenadas.

Tomás Harris

En «Los sentidos del deseo», se abre un nuevo camino asociado a este relato del naufragio. En él, asistimos al brusco contraste entre la crudeza de la realidad que encuentra el conquistador y las imágenes mitificadoras de América que traía: «[…] pero / nada de esto quedó en las esferas, / en las pinturas de mapamundos, / ni los perros corsos, / ni los pueblos fantasmas que vamos siendo, / las calles de viento, / las ventanas que se apagan, / el sacrificio sin otro sentido que la intimidación, / lo escrito, la condena; / todas estas millas para coronarse Virrey de la Nada» (20). El poema está construido parafraseando un fragmento del primer viaje del Diario de Colón, más concretamente aquel que se corresponde al 24 de octubre de 1492 (21). Recordemos, siguiendo a Beatriz Pastor, que este discurso narrativo creado por Colón constituye la primera representación verbal de una realidad americana percibida según las coordenadas imaginarias propias de una concepción del mundo europea —en base a las lecturas de Marco Polo, Ptolomeo, etc. (22).

Por último, en «Los sentidos de la limosna», Cristóbal Colón se encuentra a las puertas del convento franciscano de La Rábida, en Palos de la Frontera (Huelva). Este lugar fue fundamental para su empresa americana, pues frailes como el padre Marchena le ayudaron a contactar con la corona castellana y con los marineros de la zona como paso previo para poder llevar a cabo su proyecto. Tomás Harris parte de este hecho para retratar un Colón que rememora el proceso poniendo en entredicho sus resultados, idea ya apuntada en el último verso de la cita anterior —«todas estas millas para coronarse Virrey de la Nada»—: «Ptolomeo me dijo que pidiera, / El Altísimo me dijo que pidiera, / el famoso florentino Toscanelli me dijo que pidiera, / que pidiera / a través de su idea del Mundo, / que sería mi idea del Mundo; / nada más por eso ensanchamos el
mundo hasta / esta caca áurea / del 80» (23).

El descubrimiento de América ensanchó y cerró definitivamente el mundo conocido, según señala Tzvetan Todorov:

«los hombres han descubierto la totalidad de la que forman parte mientras que, hasta entonces, formaban una parte sin todo» (24).

Este descubrimiento se traduce, en la obra, en el hallazgo de la perturbadora realidad dictatorial chilena, ante la que no merecía la pena el riesgo y el sufrimiento de la empresa. Por tanto, existe un claro proceso de desmitificación, pues la conquista culmina tanto en la más absoluta derrota con respecto al viaje como con el descubrimiento del horror. La ucronía se dibuja desde dos enfoques contrastivos: con respecto a la imagen heroica de los conquistadores y con respecto al objetivo que justificaba tan ardua misión, pues no se encuentra lo esperado. Por ello, Óscar Galindo habla de una poesía que mira la historia desde los residuos de la utopía, desde el sonado fracaso fundacional de Hispanoamérica (25). Debemos apuntar, aunque este punto excede los fines de este breve trabajo, la relación de este proceso de desmitificación con una crónica como Los Naufragios, otra de las fuentes fundamentales para el poemario.

En definitiva, a través de estas páginas, hemos querido realizar un primer acercamiento de cómo se integran y reelaboran algunos textos esenciales de la Crónica de Indias —en este caso, los Diarios de Cristóbal Colón— en un libro fundamental para el discurso poético chileno que reflexiona sobre una célebre, por desgracia, dictadura latinoamericana de finales del siglo xx.

1 CONICYT-PCHA/ Doctorado Nacional/2016-folio 21161193.

2 En el marco de este trabajo han de considerarse los trabajos de S. Bianchi, «Reiterar la forma de lo inasible: una mirada a la poesía de Tomás Harris», Mapocho. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, núm.41 I sem., 1997, págs. 225-228; de A. Castillo-Berchenko, «La métaphore du naufrage dans la poésie chilienne d’aujourd’hui», Cahiers d’études romanes, núm. 1, 1998, págs. 123-138; de A. Figueroa, El imaginario postapocalíptico en el arte penquista actual, Concepción (Chile), Libros de Nébula, 2013; G. Triviños, Las plumas del colibrí: quince años de poesía en Concepción, 1973-1988, M. N. Alonso (et al.), Santiago de Chile, Instituto de Promoción y Desarrollo, Centro de Estudios Sociales, 1989.

3 Interesan aquí dos trabajos de G. Rojo: «Tomás Harris o de la fiebre del oro en Orompello»,
Cipango, Tomás Harris, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996, págs. 12-21; y «Sobrecogedor desquiciamiento», El Mercurio, 9 de octubre de 2005, pág. 18.

4 C. Trujillo, «Ernesto Cardenal y la poesía chilena de los años setenta y ochenta: visión personal de un poeta del sur», Alpha, núm. 26, 2008, págs. 281-291.

5 A. Tinajero, «Cipango, la Generación nn y la poesía de la violencia en Chile», A Contracorriente, núm. 8, 2010, pág. 449.

6 C. Trujillo, ob. cit., pág. 282.
7 Ibíd., pág. 284.
8 «Entrevista a Tomás Harris», Revista Lecturas, 4 de julio de 2013, http://www.revistalecturas.cl/video-harris, min. 0:17-0:23.

9 M. Sepúlveda Eriz, Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013), Santiago de Chile, Cuarto propio, 2013, pág. 79.

10 T. Todorov, La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo xxi, 2010, pág. 14.

11 S. Mansilla Torres, El paraíso vedado. Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe, Valdivia: Paginadura, 1999, pág. 91.

12 L. Calderón, «Iconografía e iconología en el imaginario de Cipango de Thomas Harris», 2014, http://letras.s5.com/thar091114.html.

13 En este sentido, dejamos conscientemente de lado, por ejemplo, la relación que existe entre el Colón que retrata en algunos pasajes Tomás Harris y el Colón tramposo del Retablo de las Maravillas que dibuja Alejo Carpentier en El arpa y la sombra. Esta conexión ya ha sido apuntada, brevemente, por Óscar Galindo en su artículo «Las poéticas (neo) barrocas de Diego Maquieira y Tomás Harris», Alpha, núm. 31, 2010. Sin embargo, se necesita un análisis más profundo que requeriría más espacio del que aquí poseemos.

14 T. Harris, Cipango, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996, pág. 123.

15 C. Colón, Los cuatro viajes. Testamento, C. Varela, Madrid (ed.), Alianza Editorial, 1986, pág. 284. «Nueve días anduve perdido sin esperança de vida. Ojos nunca vieron la mar tan alta, fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante ni dava lugar para correr haçia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar fecha sangre, herviendo como caldera por gran fuego. El cielo jamás fue visto tan espantoso».

16 Utilizamos aquí la terminología de G. Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid, Taurus, 1989.

17 Es significativo que otro de los libros publicados por Tomás Harris se llame Los 7 náufragos. Santiago de Chile, Red Internacional del Libro, 1995, el cual retoma posteriormente muchas imágenes y temas de Cipango.

18 P.P. Guerrero, «Un mundo sin héroes» (Entrevista a Tomás Harris), El Mercurio, 23 de marzo de 2002, pág. 7. Otra entrevista de interés es: D. Calderón, «Conversación con un hombre oscuro» (Entrevista a Tomás Harris), Mar desnudo. Revista cubana de arte y literatura, núm. 2, 2007, http://mardesnudo.atenas.cult.cu/?q=hombre_oscuro.

19 C. Almonte; A. Meller, «Neoconceptualismo, literatura y collage», 2010, http://www.letras.s5.com/ca300710.html

20 T. Harris, Cipango, ob. cit., pág. 172.

21 «Y yo así lo tengo, porque creo que, si es así como por señas que me hizieron todos los indios d’estas islas y aquellos que llevo yo en los navíos, porque por lengua no los entiendo, es la isla de Çipango, de que se cuentan cosas maravillosas; y en las esferas que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca». C. Colón, ob. cit., pág. 80.

22 B. Pastor, Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia, La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1983, pág. 8. 23 T. Harris, Cipango, ob. cit., pág. 173.

Bibliografía
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Bianchi, S., «Reiterar la forma de lo inasible: una mirada a la poesía de Tomás Harris», Mapocho. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, núm.41 I sem., 1997, págs.
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Galindo, Ó., «Escritura, historia e identidad: poesía actual del sur de Chile», Poetas actuales del Sur de Chile. Antología Crítica, Ó. Galindo y D. Miralles (eds.), Valdivia,
Paginadura Ediciones, 1993, págs. 163-193.
— «Tomás Harris: las navegaciones y naufragios de la historia», Las metáforas impuras. Escritura, sujeto y realidad en la poesía chilena actual, tesis de doctorado, Universidad
Complutense de Madrid, 1999, págs. 548-561.
— «El imaginario insular antiutópico en la poesía chilena reciente», Revista Austral de Ciencias Sociales, núm.4, 2000, págs. 175-185.
— «Las poéticas (neo) barrocas de Diego Maquieira y Tomás Harris», Alpha, núm. 31, 2010, http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012010000200014&script=sci_arttext
Genette, G., Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid, Taurus, 1989.
Guerrero, P.P.; «Un mundo sin héroes» (Entrevista a Tomás Harris), El Mercurio, 23 de marzo de 2002, págs. 6-7.
Harris, T., Los 7 náufragos, Santiago de Chile, Red Internacional del Libro, 1995.
— Cipango, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996.
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Triviños, G., Las plumas del colibrí: quince años de poesía en Concepción, 1973-1988, M.
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Todorov, T., La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo xxi, 2010.

El vuelo y La caída

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Es seguro que a todos nos ha ocurrido. Estamos en un café o en un aeropuerto, descansando o matando el tiem­po, cuando alguien se empeña en dirigirnos la pala­bra. El futuro de la charla depende de nuestro ánimo. Si quere­mos silencio, el otro no tendrá otra alternativa que alejarse y buscar oídos más atentos. Pero si en nosotros hay disposición, si un gesto revela algún vestigio de interés, las cosas pueden llegar bastante lejos.

He estado entre aviones las últimas semanas y he sido terreno poco fértil para el diálogo. Como está pasando mucho en mis adentros, he preferido cerrar los ojos o leer, limitarme a saludos y despedidas enfáticas y cordiales con mis interlocutores potenciales. Pero incluso escapando me he encontrado con ese tipo de charlas que ocurren entre extraños y que a veces son más abiertas que las charlas entre viejos conocidos.

En el tramo entre Ciudad de México y Bogotá –entreviendo el escenario de mi novela selvática– releí La caída, de Camus, y recordé una escena que no ha dejado de impresionarme. Ocurrió hace como tres años, en un vuelo entre Medellín y Bogotá. Yo había pedido un lugar en el pasillo porque me gustaba ir al baño sin practicar gimnasia olímpica. También, lo confieso, porque en ese tiempo creía haber perdido el interés por lo que se podía ver desde la ventanilla de un avión.

Cuando ocupé mi puesto, ya las otras dos sillas esta­ban ocupadas. A mi lado iba un anciano de bigote, piel curtida y atuendo campesino. Lo saludé, quise escapar a una revista, pero al momento llamó mi atención el revuelo en la otra silla. Una muchacha como de veinte años gritaba emocionada:–Dios mío, qué dicha –decía–. Vamos a subir hasta esas nubes.

Fue sólo el comienzo. La chica se dedicó a admirar en voz alta el hermoso interior del avión, a alentar con aplausos el despegue de otros aviones. Se volvía al ancia­no y le hacía saber con gestos y palabras lo feliz que se sentía.

Los aviones están llenos de fanfarrones que presumen de que volar en avión no les parece nada del otro mundo. Muchos torcieron el cuello, indignados o perdonavidas, en dirección a la muchacha. La explosión de entusiasmo sería perdonable en una niña, pero a su edad parecía cruzar el límite del decoro. Me sumé al grupo de los perdonavidas y le pregunté al hombre si para ella era el primer vuelo en avión. Me respondió que sí. Quise seguir con la conversación y le pregunté si era su nieta.–Es mi esposa –me dijo.

Supe que había metido la pata, que con solo una mirada había juzgado y que mi gesto de sorpresa era una nueva manera de juzgar. En otras circunstancias habría guardado silencio el resto del viaje. Ahora necesitaba hacer­me perdonar. La chica pasó el viaje entre exclama­ciones y gritos emocionados. Al final del vuelo el hombre y yo éramos amigos. Conocí muchos detalles de su vida como militar. Supe que sentía la cercanía de la muerte, que su esposa era la luz de sus últimos años y que el vuelo en avión era un regalo que ella le había pedido.

Dos cosas me quedaron de aquel viaje. El asombro del vuelo –he vuelto a pedir ventanilla cada vez que viajo– y la necesidad de recordarme que no debo juzgar. 

La caída, de Camus, es también una charla entre extraños. Tras un encuentro casual en un bar, un hombre le muestra a otro las hipocresías que lo habitan. Al principio la charla parece desvergonzada, pero luego descubrimos que aquella confesión es un espejo en el que se refleja la conciencia del lector. Todo ser humano se mueve por el mundo convencido de que es justo y que sus actos los inspira la bondad. Después de leer esa breve maravilla de Camus es difícil creer en la inocencia que con tanto trabajo nos hemos fabricado.

Publicado en Vivir en El Poblado en agosto 19 de 2016.

Inmodernos: Rituales domésticos

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Los Inmodernos es un grupo de personas reunidas para pintar al aire libre, con el virus el espacio de la reunión virtual tomó importancia, dejando de ser un ponerse de acuerdo para salir a pintar y convertirse en un espacio para que cada uno pintara desde su taller y compartiera la producción a través de un blog. Estos fueron los resultados de la convocatoria desde casa: Rituales domésticos


Texto provocador

Nos desborda mantener cierta organización de nuestro ambiente vital, ahora transformado en un aparataje de cosas por hacer y situaciones al borde de un caos. De repente surge como una necesidad elaborar planes maestros de corta duración aplicables de manera inmediata y es allí cuando se presenta el ritual, o mejor, los rituales recién inventados. La excusa para la creación confinada tiene que ver con descubrir cómo el hábito se convierte en ritual y como el ritual termina representado. Claro que si lo anterior es laberíntico y poco útil, simplemente pintemos en el taller sabatino nuestra alma más doméstica.

Mauro de Jesús Ramírez Aguirre, Pereira
María Antonia Velásquez Loaiza
Mauricio Sánchez, Estudio.18 x 36 cm. mixta s/t. 2020, Cúcuta

Camilo Ortíz

Camilo Ortíz y /o Altocalcifilico, Serie viaje Hosco, Lápiz y marcador sobre papel, 2020, Pereira 
Camilo Ortíz y /o Altocalcifilico, Serie viaje Hosco, Lápiz y marcador sobre papel, 2020, Pereira

Oscar Leonardo Reina


Oscar Leonardo Reina, Autorretrato , 40×40 cm, Acrílico sobre tela 2020, Bogotá
Oscar Leonardo Reina, Sin título evidente, 33×33 cm, Acrílico sobre tela 2020, Bogotá

Ma Fa

Jahir Bono Arts Aborigen, San Gil, Santander

Oscar Salamanca, Pereira

Oscar Salamanca, Pereira (con Iris)

Migel Ángel Gélvez, Bucaramanga

Mauricio Moreno, Salento

Natalia Gómez, Pereira

Lina María Vélez Trujillo, Estados Unidos

Javier Aranguren, Bogotá

Haiden Pérez, Pereira

Alejandro Múnera, Pereira

*Actividad propuesta por el colectivo Inmodernos en la pandemia, publicada en el blog inmodernos.blogspot.com bajo el título: Inmodernos Rituales domésticos. 25 de abril

Morir de sed junto a la fuente

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Como tantas otras, la noticia fue leída por los presentadores de televisión con la impavidez que los caracteriza y no sin una inflexión de orgullo en la voz.

“Desde ayer el agua cotiza en la bolsa de valores”, dijeron y pasaron a hablar del escándalo protagonizado por un ministro, de la goleada sufrida por la selección de fútbol y del embarazo de no sé qué actriz.

Algo se removió en mis entrañas.

Entre las muchas contradicciones de este territorio que el escritor Gustavo Arango llama “El país de los colombios”, se encuentra el hecho de que – excepto en la Guajira- el agua abunda y se desborda por todas partes. Sin embargo, un gran porcentaje de la población carece de suministro de agua potable, con la secuela de enfermedades que de allí se deriva.

En otros casos, como en el Chocó, mientras en invierno los ríos se desbordan y ocasionan grandes inundaciones, la gente no puede alimentarse de las muchas especies de peces que abundan la zona, porque las aguas están contaminadas con el mercurio utilizado por las empresas – legales o ilegales- que explotan los recursos mineros, en especial el oro.

Es más: ni siquiera se pueden bañar en algún recodo sin correr el riesgo de contraer graves afecciones en la piel.

De modo que el anuncio sobre la inclusión del agua como producto negociable en los mercados no puede causar sino una preocupación adicional entre quienes habitamos este país.

La historia es bien conocida: lo único que se necesita para iniciar una guerra es una fuente de riqueza de la que alguien se  quiera apoderar. Esa es la esencia del espíritu colonial que alienta en todos los imperialismos desde el comienzo de los tiempos.

Aconteció ya en los tiempos del Antiguo Testamento y de ahí en adelante sólo hemos visto sucederse las invasiones, los desplazamientos, las matanzas y los despojos. Pasó con las disputas por el control de las rutas marinas o terrestres que conducían hacia tesoros de fábula. Sucedió con la conquista de América y con la invasión de África, con la fiebre del oro en California y así hasta nuestros días.

Puede ser una montaña, un islote, un río, una franja de mar, un pedazo de selva: cualquier cosa capaz de despertar la insaciable codicia humana.

Un poderoso se entera de la existencia de  una mina de oro o de diamantes- la gran metáfora de la riqueza terrenal- y de inmediato azuza a los vecinos para que se destrocen en nombre de alguna abstracción: la raza, la patria, la religión, la etnia, la tradición.

Cosas de esas.

Al final, el poderoso y sus huestes avanzan sobre los cadáveres de hombres hasta hacía poco hermanos y se hacen con el botín.

De modo que no hay que esforzarse mucho para adelantarse a lo que padecerán los países donde abunda el agua.

“ Somos del agua”, dijo  con su habitual lucidez el gitano Melquíades en una página de Cien Años de Soledad. Lo grave es que, dentro de poco, el agua ya no será nuestra.

Hace un par de décadas empezamos a recibir advertencias. Hasta finales del siglo veinte uno entraba a un restaurante, a una cafetería o un bar y pedía agua para acompañar la comida o el licor. De inmediato le llevaban una jarra y un par de vasos a la mesa sin costo adicional para que se sirviere a su gusto.

Cualquier día solicitamos agua y nos entragaron una botella o una bolsa con su respectiva marca y el consiguiente incremento en la factura.

Lo más grave de todo es que nos pareció normal y pagamos sin rechistar. “ Es más saludable y segura”, le respondían al que se atrevía a formular algún tímido reclamo.

Veinte años después el agua cotiza en la bolsa, al lado de la soja argentina, del petróleo catarí, de una marca de teléfonos móviles noruega o de una fábrica de autos  sofisticados alemana.

Desde niños crecimos oyendo decir a padres y maestros que los colombianos somos unos privilegiados por disponer de tantas fuentes de agua. Y así es. Uno sale del área urbana de cualquier localidad y apenas unos metros adelante se encuentra con agua que brota de todas partes. De las montañas, de las rocas y de la tierra que pisa.

“Es una bendición del cielo”, dicen todavía nuestros campesinos.

Pero hay un problema: a menudo las bendiciones se convierten en maldiciones cuando se desata la avidez de los hombres. De hecho, los habitantes de las zonas mineras de Colombia atraviesan hoy auténticos infiernos.

Ya me imagino a alguna corporación global y sus cómplices locales atizando los odios nacionales con ecuatorianos, peruanos y panameños: sólo el Amazonas y el Darién son suficiente tentación.

Y no me califiquen de catastrofista, por favor: desde hace muchos años-  a lo mejor al abandonar la infancia- aprendí de labios de algún sabio con buen humor que un pesimista no es mas que un optimista bien informado.

Así que, si no nos adelantamos a defender ese patrimonio, nos pasará como al personaje de la fábula, que murió de sed junto a la fuente.

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