lunes, junio 16, 2025
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Maradona entre filósofos

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Un congreso de filosofía en Alemania y una palea de alto voltaje sobre Maradona, el insolente capaz de plantársele a los poderosos del futbol, de la economía y del espectáculo circense.

Por, Ricardo Foster. Publicado en Página 12

Imagen: AFP

Hace casi treinta años junto con Nicolás Casullo fuimos invitados a un congreso sobre Walter Benjamin en la ciudad de Osnäbruck, en Alemania. Hicimos un largo trayecto en tren desde Bruselas a la que habíamos llegado después de un insólito viaje con la ya extinta aerolínea nacional del Paraguay, previa escala de casi un día en Asunción por desperfectos del avión. Aquella noche asunceña la pasamos recorriendo sus calles y dejándonos llevar por la muy benjaminiana aventura de perderse en una ciudad para intentar conocerla. Tarde en la madrugada regresamos al hotel imaginando que nuestro vuelo saldría al mediodía. Apenas media hora después de acostarnos golpearon ruidosamente nuestra puerta para avisarnos que el avión rumbo a nuestro congreso europeo saldría en un par de horas. De ese modo precario, con poco dinero para gastar en compañías aéreas respetables y seguras, y dejando atrás un hotelucho de cuarta categoría, abandonamos la tierra guaraní que nos ofreció una noche de caminata y amistad en la que, como no podía ser de otra manera, el fútbol, Maradona -estábamos todavía muy próximos del Mundial del 90-, el fin de la historia, la muerte de las ideologías y la hiperinflación que se había llevado puesto al gobierno de Alfonsín y había inaugurado la era del menemismo neoliberal, fueron parte de aquel deambular.

Al llegar con casi un día de retraso nuestros planes de recorrer Bruselas se echaron a perder y tuvimos que correr a la estación central para no mirar despavoridos como se iba el tren que debía depositarnos, sanos y salvos, en Osnäbruck. Aquel congreso transcurrió como casi todos los de su tipo: lo más interesante ocurría en los bares o en los entretiempos dedicados al almuerzo o simplemente cuando nos escapábamos para recorrer una ciudad provinciana y dormida mientras nos trenzábamos en algún debate entre filosófico y político. Fue precisamente en uno de esos almuerzos, que en esa ocasión compartimos con cuatro académicos italianos, cuando el nombre de Maradona rompió la serena conversación de filósofos que hablaban de Benjamin y sus múltiples derivas que nos podían llevar a la Alemania nazi o a la revolución rusa o a recorrer las estéticas del barroco o a la experiencia del exilio y el suicidio.

Una conversación fluida, algo erudita pese a ciertos desajustes idiomáticos, amablemente intensa pero sin asomo de conflictos o disidencias hasta que, ya no recuerdo quien -sospecho que fuimos los argentinos los que rompimos la monotonía académica- deslizó la palabra futbol y, como no podía ser de otro modo, eso derivó en las campañas del Napoli y en la demasiado reciente eliminación de Italia en el mundial que ellos mismos habían organizado imaginando una final entre Italia y Alemania sin siquiera poder soñar la pesadilla de Goycochea atajando penales y un relator italiano inmortalizando el “siamo fuori” mientras Maradona y sus compañeros se abrazaban en un estadio napolitano en completo silencio sufriendo por la eliminación de la azzurra y, secretamente, disfrutando con el colosal triunfo del Diego que volvía a concretar una hazaña inimaginable. Tres de los italianos eran del norte, uno de Milán, otro de Turín y, si no recuerdo mal, el tercero de Florencia; el cuarto era de Nápoles. Nicolás y yo hicimos una cerrada defensa de Maradona y, para nuestra sorpresa e incredulidad, los tres italianos del norte dejaron su amabilidad y comenzaron a descalificar a Diego con palabras cargadas de resentimiento y racismo. En ellos ya no había erudición ni melancolía por una modernidad en crisis que había cobijado la filosofía de Benjamin. De la posmodernidad insulsa y relativista pasaron, sin estaciones intermedias, a las diatribas más oscuras y antipopulares. El cuarto italiano, el oriundo de Nápoles, se puso hecho una fiera y salió en nuestra defensa. Con pasión habló largamente de Maradona y del fervor sacramental que había despertado en el pueblo de su ciudad. Habló también de la reparación histórica que para los meridionales había significado destronar a la Juventus y a los otros equipos del norte que siempre se repartían los campeonatos y las riquezas mientras en el sur dejaban la miseria y el abandono. Con recursos que no parecía poseer siendo como era un sereno especialista en la filosofía alemana de entreguerras, se lanzó a vindicar a un Maradona convertido, por obra y gracia de la devoción, en el heraldo de los desclasados y de los derrotados, en el redentor de los negros de la historia y en el insolente capaz de plantársele a los poderosos del futbol, de la economía y del espectáculo circense. Los otros tres profesores de filosofía, muy elegantes y refinados, a los gritos intentaron acallar el elogio olímpico que el filósofo napolitano estaba ensayando de un Maradona convertido, de repente, en el centro de un litigio cultural y político. Todo el desprecio de los filósofos del norte se dirigió a defenestrar a Maradona, a su conducta extravagante, a sus veleidades de semidios entronizado por la camorra para terminar reivindicando la superioridad del norte frente al sur africanizado. Nicolás y yo, por supuesto, cerramos filas con el ya entrañable amigo napolitano y, de no haber mediado la intervención de otros filósofos neutrales, creo que uno fue Michael Löwy –gran especialista de origen brasileño en Benjamin y residente desde hacía décadas en París- y el otro el presidente del congreso, el profesor Glüber si mal no recuerdo, quienes literalmente lograron separarnos y serenar los ánimos, aquella comida de camaradería hubiera terminado muy mal.

Lo sorprendente había sido que un almuerzo que transcurría serenamente y sin ninguna señal que anticipara lo que iba a ocurrir pocos minutos después, culminó en una casi batalla campal de dos argentinos y un napolitano contra tres desencajados filósofos del norte que, apenas escucharon el nombre de Maradona, se transformaron en bizarros portadores de los peores improperios clasistas y racistas. Una vez más el santo y seña de “Maradona” había funcionado como aglutinador de una nueva fraternidad entre dos sudacas y un meridional contra la soberbia de un norte germanizado y cargado de rencor y resentimiento contra el pobrerío venido del sur tanto de América como de la península. Nosotros, junto con un Maradona imaginario, pasamos a ser, para los filósofos de Milán, Turín y Florencia, oscuros africanos portadores del atraso y la incultura. Ya no se hablaba de Benjamin, de la lectura a contrapelo de la historia de los vencidos que caracterizó su pensamiento filosófico-político, sino que, arrojando al berlinés al tacho de basura, se dedicaron a oponer, una vez más, la eterna disputa entre la civilización -que ellos representaban- y la barbarie -que a la sazón era representada por Maradona-. Nosotros, maradonianos, éramos, para ellos, incurables portadores de irracionalismo tercermundista. Aquel día sellamos un acuerdo con el único de los cuatro filósofos italianos que se mostró a la altura de una visión benjaminiana de la historia, aquella que defendía a los débiles, a los desarrapados y a los plebeyos todos reunidos en el nombre redentor de Diego Armando Maradona: el dios de los napolitanos y el eterno gambeteador de las injusticias, los poderes y las hipocresías de los dueños de la riqueza y de la pelota y que, otra vez, volvió al potrero de Fiorito del que nació el maldito entre los malditos, aquel que osó desafiar a los “civilizados” para recordarnos aquella frase de Benjamin que decía “que todo acto de cultura es, al mismo tiempo, un documento de barbarie” . Sin apenas darnos cuenta fuimos, Nicolás y yo, testigos y partícipes de un partido que se sigue jugando desde el fondo de la historia: el de los plebeyos representados por un demonio llamado Maradona y el de los poderosos y opulentos incapaces de comprender de qué lado está la verdad, la justicia y la belleza.

La edad de oro del pódcast

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El texto y lo audiovisual han estado en el centro de la gran mayoría de las experiencias informativas y narrativas, pero ahora se está produciendo un cambio de foco en la cultura digital: vamos hacia lo sonoro.

Tim Gruber para The New York Times

Por Jorge Carrión. Publicado en The New York Times

En julio Spotify, la mayor plataforma sonora del mundo, lanzó simultáneamente el mismo pódcast narrativo traducido y adaptado a cuatro idiomas y mercados distintosSonia (en español), Sara (en francés), Susi (en alemán) y Sofia (en portugués de Brasil). Son versiones de Sandra, la serie original que escribieron en inglés Kevin Moffett y Matthew Derby, estrenada en 2018. Los cinco nombres femeninos se refieren al mismo asistente personal que, pese a expresarse con una única voz robótica, no es en realidad un algoritmo, sino cientos de personas que buscan información y responden preguntas al otro lado de la línea telefónica.

Es sintomático que Spotify haya realizado esa gran apuesta global precisamente por una historia que tiene que ver con las relaciones de intimidad entre las voces digitales y las humanas. Los auriculares inalámbricos, los altavoces inteligentes y los agregadores de archivos sonoros están cambiando nuestra relación con las tecnologías y con los relatos: la están volviendo más audio que visual. Y en el nuevo escenario sonoro, la producción de pódcasts de alta calidad no para de crecer, como si necesitáramos urgentemente que nos contaran cuentos al oído.

Después de dos décadas en que la informática personal, la telerrealidad, las series, los teléfonos inteligentes y las redes sociales se han influido y reforzado mutuamente, situando el texto y lo audiovisual en el centro de la gran mayoría de las experiencias informativas, narrativas y personales, se está produciendo un cambio de foco en la cultura digital hacia lo sonoro. En el ámbito de las narrativas artísticas, ese inesperado giro argumental tal vez esté influyendo en el fin de la tercera edad de oro de la televisión y el nacimiento de la primera del pódcast.

O quizá esas etiquetas aristocráticas ya no tengan sentido y, simplemente, haya llegado a nuestros dispositivos y a nuestra memoria emocional otro lenguaje artístico. Para coexistir con los anteriores y para quedarse con nosotros, con un nivel de guion y de producción y una influencia cada vez mayores. Varias plataformas y productoras están compitiendo por ese nuevo mercado de crecimiento acelerado, pero el líder a finales de este 2020 es Spotify, que, siguiendo la vía de Facebook o Amazon, avanza hacia el monopolio.

El año pasado no solo compró la prestigiosa productora Gimlet Media, sino también la red social Anchor, que se ha convertido en la herramienta más sencilla para crear y publicar archivos sonoros, con un crecimiento sostenido en varios mercados. No cesa de ofrecer estímulos para que sus usuarios mejoren sus habilidades y la calidad de sus productos: acaba de liberar, por ejemplo, su biblioteca de música para ayudar a los podcasters. Como hace Instagram con la edición de fotografías o YouTube o TikTok con los vídeos, se trata de impulsar la metamorfosis de la afición esporádica en hábito cotidiano.

Este mes, la corporación de origen sueco adquirió también la plataforma Megaphone. Son movimientos estratégicos inspirados en los que en su momento llevó a cabo Facebook, adquiriendo Instagram o WhatsApp. Spotify aspira claramente al predominio en las experiencias sonoras. En el ADN de las plataformas está esa tendencia glotona. Pero en la explosión del pódcast, la competencia va a ser feroz.

Ya es posible publicar mensajes sonoros en Twitter. Es muy probable que en los próximos meses los hilos de tuits se metamorfoseen en pequeñas series para escuchar. Y, si los tuiteros se acostumbran a compartir sus opiniones y sus historias en ese nuevo formato, pronto muchos de sus cerca de 340 millones de usuarios podrían convertirse en microproductores de pódcast.

Cada semana nos llega alguna noticia relacionada con un auge que muchos ya llaman burbuja. Storytel y Audible, las plataformas de audiolibros y pódcasts, han crecido en todo el mundo durante la pandemia. En los últimos meses, Podimo, Scribd, Sybel, Acast y Deezer han llegado a varios mercados en español. Mientras tanto, la legendaria BBC ha cambiado —muy significativamente— los nombres de sus áreas de Radio y Televisión por los de Audio y Pantallas.

Alex Blumberg, CEO de Gimlet Media y uno de los grandes protagonistas del fenómeno, dice que estamos “en el inicio de lo que va a ser llamado la edad de oro del pódcast”. Este muy probablemente sea recordado como el año en que empezó a existir consenso en las industrias culturales sobre la importancia de las series sonoras. La primera edad de oro del pódcast ocurre exactamente un siglo después de que lo hiciera la época dorada de la radio (que se inició en la década de 1920 y duró hasta el nacimiento de la televisión, en los años cincuenta). Y no es casual que coincida con la probable decadencia de una época dorada de las teleseries.

Estamos saturados de correos electrónicos, textos, hojas de cálculo, fotos, vídeos y videoconferencias. A través de las mismas pantallas en que trabajamos, llegan a nosotros películas y, sobre todo, series. Nos hemos pasado veinte años imantados a ellas, desde Los Soprano hasta The Crown. El pódcast, en cambio, no nos entra por los ojos, sino por los oídos. Por el mismo sentido que recibe las conversaciones telefónicas o los mensajes de audio de nuestra pareja o de nuestros hijos o padres. El éxito del pódcast se debe, pues, a que llega a nuestras conciencias a través de un canal distinto. El familiar. El de la intimidad.

Precisamente por eso, deberíamos defenderlo de la uniformización que —a través de los algoritmos— está acabando con la tercera edad de oro de la televisión. Ningún monopolio es deseable. El privilegio de asistir al nacimiento de un gran fenómeno narrativo, artístico y comunicativo, con la conciencia de lo que ha ocurrido en los últimos años con otros lenguajes y géneros, nos puede ayudar a defender su diversidad. También será de ayuda su condición casi democrática. Aunque grabar un pódcast de alto nivel sea costoso, el presupuesto es muy inferior al de la producción de una teleserie. Y, al fin y al cabo, todos podemos dictarle una historia a nuestro teléfono móvil y enviársela a quien la pueda necesitar.

Jorge Carrión (@jorgecarrion21), colaborador regular de The New York Times, es escritor y director del máster en Creación Literaria de la UPF-BSM. Sus últimos libros publicados son Contra Amazon y Lo viral. Es el autor del pódcast Solaris, ensayos sonoros.

El quinto hombre. Crónica 2 de 4, estudiantes de Expresión Escrita

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Aquellas crónicas que se alojan en la memoria:

Resulta interesante ver cómo después de realizar varias lecturas, de hablar, de resolver dudas, de lanzar varias preguntas y de dialogar alrededor de los alcances y las bondades de la crónica, los estudiantes afinan su pluma y se lanzan a contar historias.

Esta vez fueron los estudiantes del Taller de Expresión Escrita de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), que después de buscar una idea, desarrollarla, llevarla al papel, corregirla, hasta dejarla en limpio, entregan hoy relatos que considero merecen ser leídos. Sigan. 

Franklyn Molano


Por, Lizandro González Trejos. [email protected]

Mirándose en una fotografía de hace más de cinco años recordó: ya pertenecían, Mancho, Ori, Harry y Guti.

Escribiendo organizó esas imágenes así:

De ese momento no tengo fecha exacta, debían pasar la una y treinta porque a esa hora terminaba el colegio. Tengo la evidencia de lo que pasaría después de este momento, vendrían muchas de las mejores tardes de mi vida, de la mía en la aburrida Institución Educativa Núcleo Escolar Rural de Quinchía, Risaralda.

Como si se tratara de una oportunidad, él estaba allí, sosteniendo la portería, tan encorvado, tan bajito, castaño como alusión a su apellido; con botines deportivos y sudadera, a su cuello un pito o un cronómetro. Entre angustias y deseos le dije:
—Entrenador. Quise decir profesor, así le conocía hasta entonces.
—Profesor, ¿Qué debo hacer para pertenecer al equipo de baloncesto? —En primer momento no dijo nada, sonreía, quizás recordaba que había participado en la carrera de atletismo en la que ocupé el último lugar. Después de mis suposiciones pronunció:
—¿cuándo te acuestas o cuando te levantas sueña con balones cayendo del cielo?, ¿con balones de baloncesto cayendo del cielo? Cagado de miedo y sin saber a lo que me sometía y en su momento sin saber que el equipo de este colegio era de los menos prestigiosos del pueblo, respondí con firmeza —Sí. Cada vez que sueño, sueño con balones de baloncesto cayendo del cielo.

Aun cuando fue amor a primera vista no tenía ni la menor idea de cómo se hacía, no sabía cuáles eran mis habilidades, no sabía cómo podría llegar para ayudar, mucho menos cómo me podría cambiar. No tenía un jugador ni un número de Jersey preferido, luego sabría que quería ser un buen cuatro (4), no un escolta no tendría la velocidad; si un pasador de base. Un base a la antigua.

No podía dormir, no sabiendo que pertenecería a algo; por fin este tiempo aquí iba a valer la pena.

Desperté. Fui al colegio; que si fu o fa en las materias, que si lo uno o lo otro en el recreo. ¡Ah, el recreo! Me paseé cerca al profesor; no pasó nada.

Como si se tratase de una oportunidad él estaba allí, sosteniendo la portería, tan narigón, tan extraño; llevaba la planilla en sus manos. —Jugador. Escuché decirle al profesor; no volteé a ver, yo no era jugador. -Sí, usted- Con ganas de vomitar miré:
—Hoy a las dos de la tarde, con los cortos, esqueleto si tiene y agua de hidratación. No vomité. Bajé la cabeza para indicar que sí.

Tenis de tela marca Venus, pantaloneta peluda y camiseta de mangas. Parecía que fuera a elevar cometas. Llegué al entrenamiento, las manos me sudaron, me sentí extraño, la cabeza me dolía un poco. Ya hacía parte del mejor equipo de baloncesto, de mi equipo.

Ahora no recuerda nada más, o más bien no algo en el orden de cómo llegó el quinto hombre. En esa foto hay otras personas de quienes poco se sabe, del uniforme se identifica y señala con el que lleva pintado el número cuatro (4), tiene el cabello más largo, sus tenis son más cómodos y también sus pensamientos al llegar a ese momento.

Leonardo Arias “Don Fingo” finalista en el Premio Nacional de Periodismo Digital KienyKe.com, categoría Caricatura e Ilustración

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Leonardo Arias Arias “Don Fingo”, colaborador permanente de La Cebra que Habla, ha sido finalista del Premio Nacional de Periodismo Digital KienyKe.com. Felicitamos a Don Fingo por el tercer lugar y compartimos con ustedes, la caricatura por la que lo seleccionaron y la carta que le enviaron días previos a la premiación realizada el 2 de diciembre en la noche.


Apreciado Leonardo,


Kienyke.com, primer medio nativo digital de Colombia y creador del Festival de los Sentidos y el Premio Nacional de Periodismo Digital, tiene el gusto de informarle que su trabajo titulado ‘Peligro de Extinción’, fue seleccionado entre los tres (3) finalistas de la categoría Caricatura e Ilustración.

Dadas las circunstancias en las que nos encontramos como consecuencia de la pandemia, la premiación se llevará a cabo de manera virtual el próximo miércoles 2 de diciembre a partir de las 6:00 p.m.

Sin embargo los autores de los trabajos finalistas están invitados a la ceremonia de entrega de manera presencial, en que se cumplirá con todas las normas de bioseguridad.

Usted está cordialmente invitado a asistir y esperamos nos acompañe en esta segunda edición del Premio en el que se reconocerán los mejores trabajos de periodismo digital del país publicados en 2019.

Su invitación será enviada oportunamente al correo electrónico, por esta razón, agradecemos nos confirme su asistencia y los datos relacionados a continuación:

Nombre del trabajo: Peligro de Extinción.
Autor: Leonardo Arias.
Ciudad de residencia: Cali.

El equipo del Premio Nacional de Periodismo Digital Kienyke.com, lo felicita por ser parte de esta iniciativa que, sin duda constituye un gran aporte a la industria digital, el periodismo y las nuevas formas de contar historias.

Cordialmente,
DAISSY CAÑÓN
Directora Editorial
KienyKe.com

La nostalgia de lo que una vez odiamos

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Cómo añoramos la normalidad, la vieja y tediosa cotidianidad. Nos pesa esta nueva forma de ser y estar en el mundo, encerrados y aislados. Por lo menos a los que en mayor o menor grado intentamos guardar las normas que se nos han impuesto con ocasión de la pandemia de la covid-19.

Colombia es un país de contrastes, suele decirse regularmente. Y esa frase cobra para mí mayor sentido cuando navego por diferentes aguas. Por los chat a los que obligadamente debo pertenecer por tener hijos en edad escolar, o los grupos de WhatsApp del vecindario donde habito, o los de las diferentes familias; entre varios que me permiten hacer precarias tentativas sociológicas, al igual que un no muy profundo y esporádico repaso de las redes sociales.

En alguna de esas escasas incursiones en las redes, me topé con el video de los habitantes de Istmina, Chocó, que armaron un jolgorio en plena calle a propósito de un evento que cualquier ciudadano del mundo, por lo menos el occidental, consideraría una tragedia: la inundación por el desbordamiento de las aguas del río San Juan. 

Asombrados -tal vez los únicos que no se asombren sean los propios habitantes de esas tierras-  asistimos a la representación de una especie de anfibios que armaron la fiesta en las calles por las que, además del abundante caudal, circulaban bailarines e improvisados intérpretes de instrumentos de percusión.

Lo más sobresaliente del video no es el hecho en sí mismo, sino el ritmo. El adorable ritmo que es uno con el cuerpo de estos desparpajados ciudadanos, que hacen parte, según las cuentas que hacemos en Colombia, del territorio nacional. Quiere decir, y aquí empalmo mi idea, que estos son compatriotas, tanto como los otros que puedo leer en el chat del colegio, de mi familia, en el grupo de amigos o en el del barrio. 

Mientras medito en las diferentes informaciones que me llegan, pienso que los unos, los de Istmina, parecen más pobres materialmente, pero indudablemente su espíritu debe albergar tesoros que se proyectan en los movimientos sensuales y perfectamente rítmicos de su cuerpo. Los otros, localizados, como yo, en cercanías al Eje Cafetero de Colombia, son, en apariencia, poseedores de bienes materiales más cuantiosos, pero algo en su ánimo está opaco.

Lo digo sin juicio. Tal vez no siempre ha sido así, y es solo un efecto perverso de el sinsentido de este año loco que nos ha tocado vivir.

Es el mismo país. En un lugar las gentes deciden montar improvisado carnaval para arrojar, mediante abundantes contoneos, por la borda de sus vidas las pérdidas y molestias, por decir lo menos, que, efectivamente, estas inundaciones pueden acarrearles. 

En otra zona geográfica (y cultural) de este país paradójico, los habitantes se apostan en sus viviendas campestres, teléfono móvil en mano, a tomar fotografías de los perros de sus vecinos mientras están en trance de cagar. Y lanzan sendas diatribas por el grupo virtual, para conminar a los desadaptados (a los dueños, a los perros, o a ambos) a comportarse civilizadamente.

O, envían sin parar informaciones trágicas de decesos, o se quejan de los extenuantes horarios escolares impuestos por el colegio (pobres niños que tienen que estudiar tanto), etc. Incluso, en otros grupos, han comenzado el macabro ritual de compartir videos que se filman en el momento preciso en que algún infortunado cadáver, víctima del covid, es despedido y sale del lugar donde fue atendido, con escasos resultados, hacia su destino final, calle de honor y aplausos de por medio.

No digo que unos y otros sean mejores o peores. No afirmo nada porque en realidad mi capacidad de valorar estos comportamientos está seriamente comprometida, ya que, también, me encuentro harta de este encierro, y añoro mi tediosa normalidad de antes de la pandemia.

Sólo observo y registro.

Tal vez hayamos aprendido muchas cosas de esta forzosa locura colectiva, aunque nadie sabe cuánto nos duren los aprendizajes. Y, además, no sabemos si las lecciones son compartidas o diferentes, pues por evidentes razones parece ser que a pesar de estar cobijados por la misma nacionalidad, a escasos kilómetros de distancia somos habitantes de mundos completamente distintos.

En nuestro país se presentan comportamientos como los colores del arcoíris.

Desde los paranoicos extremos que van a dejar la piel en carne viva de tanto hacerse aspersiones con alcoholes y geles, y que se encerraron en un estrecho círculo de lenta extinción (sicológica, por supuesto); hasta los que les importa un pepino la muerte, se burlan consciente o inconscientemente del género humano, y se revuelcan en el lodo de sus desgracias de siempre, haciendo una fiesta de la tragedia, un ritmo erótico de la torrencial inundación, y una pista de baile en una potencial cañería.

Sobrevivió al Holocausto y anima a sus vecinos en tiempos pandémicos

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De niño, Simon Gronowski escapó de los nazis. Más tarde escribió y compartió ampliamente su experiencia. Este año acercó su piano a la ventana de su apartamento para alegrar a los demás.

Mr. Gronowski at his home in Belgium. Crédito Ksenia Kuleshova for The New York Times

Por, Matina Stevis-Gridneff. Publicado en The New York Times

Simon Gronowski había llevado a cabo muchos actos de valentía y generosidad en sus 89 años de vida. Abrir una ventana este abril no tenía por qué ser uno de ellos. Pero este no era un abril cualquiera.

Era el apogeo de la primera ola de la pandemia de coronavirus, que golpeó a Bélgica tan fuerte como a cualquier otro lugar del mundo. Pero como sobreviviente del Holocausto, Gronowski ya había enfrentado antes a la muerte de forma más personal.

El diminuto abogado reunió su coraje, movió su piano eléctrico bajo el alféizar de una ventana, la abrió y dejó entrar el sol primaveral junto con la espesa y cautelosa tranquilidad de una ciudad aterrorizada por el virus. Y empezó a tocar una melodía de jazz.

“Tenía miedo”, dijo. “No es normal eso de abrir la ventana y tocar”.

Pero pronto, sus vecinos asomaron sus cabezas por las ventanas, algunos incluso se pusieron mascarillas y caminaron hacia su casa para escuchar mejor.

Uno tomó una foto en blanco y negro de él mientras tocaba, la imprimió y la puso en su buzón más tarde. Decía, simplemente, Merci.

Empezó a tocar regularmente, y llenó las frondosas calles con notas de jazz y llevó alivio a sus vecinos sitiados durante el confinamiento que duró hasta finales de mayo.

Amy Edwards Anderson, una profesora de inglés de Estados Unidos que ha vivido en Bruselas durante 22 años, escuchó tocar por primera vez a Gronowski cuando estaba sentada en su patio trasero con su marido y sus tres hijos. Se sorprendió, dijo, porque rápidamente quedó claro que no era alguien que estuviera practicando. Era alguien que tocaba para la cuadra.

Los pequeños conciertos de ventana irrumpieron en el encierro de su familia y los animaron.

“Aquí había alguien que amplificaba la música para compartir con sus vecinos, sin otra razón que la de hacer que la gente se sintiera bien durante un momento difícil”, dijo. “Una especie de regalo no solicitado para el barrio”.

Gronowski quería que sus conciertos improvisados hicieran felices a las personas, pero tocar para otros también ha tenido un valor intrínseco para él toda su vida.

“La música es un medio de comunicación, de conexión”, dijo una tarde reciente en su oficina en casa, rodeado de pilas de documentos.

Gronowski se enseñó a sí mismo a tocar el piano cuando era adolescente porque también buscaba comunicarse, conectarse, ante todo, con su hermana mayor, Ita, que había fallecido en Auschwitz en 1943, a la edad de 19 años.

“La adoraba”, dijo. “Era una pianista brillante”.

Fotografías de Gronowski con su hermana, Ita, a la izquierda, y su madre, a la derecha. Crédito, Ksenia Kuleshova para The New York Times

El primer acto de valentía de Gronowski tuvo lugar hace muchos abriles, cuando una calamidad de un tipo totalmente distinto se apoderaba de Europa.

El 19 de abril de 1943, cuando tenía 11 años, Gronowski saltó de un tren a toda velocidad.

Él y su madre estaban apiñados con otras decenas de personas en un vagón para ganado en la ruta mortal que iba desde Malinas, una ciudad donde los judíos belgas fueron acorralados, hasta Auschwitz.

De todos los trenes de la perdición, el de Gronowski se grabó especialmente en la historia del Holocausto. Conocido como el “Convoy 20”, fue interrumpido por tres combatientes de la resistencia poco después de salir de Malinas. En la conmoción, decenas de personas tuvieron la oportunidad de escapar a las tierras de cultivo de Flandes.

Poco después de que el tren comenzó a acelerar de nuevo, la madre de Gronowski, tal vez envalentonada por el incidente y el rayo de esperanza, le instó a saltar.

“Salté porque escuché las órdenes de mi madre”, dijo Gronowski. Saltó por su vida. Su madre no le siguió.

“Si hubiera sabido que ella no iba a saltar, me habría quedado en el tren”, dijo, apoyando la mejilla en la palma de la mano, como si su cabeza fuera de repente demasiado pesada.

Durante los siguientes 17 meses el chico estuvo escondido en los áticos de algunas familias católicas. Después de que Bruselas fue liberada en septiembre de 1944, se reunió con su padre enfermo, que había entrado y salido del hospital durante años, y finalmente sucumbió —a un corazón roto, cree Gronowski— y al año siguiente dejó huérfano al niño.

Gronowski se basó en los recuerdos de un confinamiento prolongado, el miedo y la tristeza desesperada de la década de 1940, para escribir una columna de periódico en la que animó a sus compatriotas belgas a finales de marzo, cuando luchaban por acostumbrarse al encierro.

“Actualmente reducido a la ociosidad forzada —propicia a la reflexión—, mi pensamiento vaga y regresa a los confinamientos que sufrí hace 75 años, de 1942 a 1944, cuando tenía 10-12 años de edad”, escribió.

“Hoy en día, podemos quedarnos con nuestra familia o ser ayudados por ella, mantenernos en contacto, podemos hacer nuestras compras, abastecernos de provisiones, leer los periódicos, ver la televisión, pero en ese entonces vivíamos aterrorizados, nos faltaba todo, teníamos frío, hambre y nuestras familias estaban separadas, desplazadas”, añadió.

La valentía que exhibe hoy ya ardía en el interior del niño que lo había perdido todo al final de la Segunda Guerra Mundial.

Gronowski en su casa en Bélgica. Crédito Ksenia Kuleshova para The New York Times

Después de pasar tres años en un hogar de acogida, volvió por su cuenta a la casa familiar, vacía, y buscó alquilarla para recaudar fondos para su vida y su educación.

Al cumplir 23 años, Gronowski tenía un doctorado en leyes. Se convirtió en abogado, se casó con Marie-Claire Huybrechs, tuvo dos hijas, Katia e Isabelle. Y durante seis décadas dijo poco sobre sus padres fallecidos, su querida hermana Ita, o ese día que saltó de un tren en movimiento en su camino a Auschwitz.

“No era un secreto, pero no hablaba de ello”, dijo, y su humor optimista oscureció momentáneamente. “¿Por qué? Porque me sentía culpable. ¿Por qué ellos están muertos y yo estoy vivo?”.

Todo eso cambió en 2002, cuando, presionado por amigos que conocían su historia, decidió abrazar su pasado.

“Necesitaba dar testimonio y escribir mi historia, así que escribí mi primer libro”, otro acto de valentía, uno que le dio a Gronowski una inesperada nueva vida de apariciones de los medios y un mayor perfil para defender causas progresistas.

Después de que L’Enfant du XXe Convoi fue publicado y la historia de Gronowski se dio a conocer más ampliamente en Bélgica y fuera de ella, empezó a dar conferencias, especialmente en las escuelas.

“Fue muy doloroso revolver todos esos recuerdos de nuevo”, dijo. “Pero ahora siento que aporto algo positivo a los jóvenes, y eso me hace feliz, me libera”.

Su nueva fama le llevó a otro acto de valentía y generosidad.

Gronowski en su casa en Bélgica
Gronowski en su casa en Bélgica. Crédito, Ksenia Kuleshova para The New York Times

Un estudiante que lo escuchó hablar en una escuela belga en 2012 lo llamó poco después con una propuesta sorprendente.

Un belga llamado Koenraad Tinel, un artista de edad similar a Gronowski, había escrito sobre la culpa de haber nacido en una familia nazi. Su hermano había sido guardia en el campo de Malinas donde Gronowski y su madre habían sido retenidos antes de ser colocados en el Convoy 20. ¿Gronowski querría reunirse con él?

Los hombres, ambos de más de 80 años en ese momento, se encontraron en las humildes oficinas del Sindicato Belga de Judíos Progresistas.

“Así nació nuestra amistad”, dijo Gronowski. “Y ahora Koenraad es más que un amigo, es un hermano”.

Escribieron un libro, Finalmente, liberado, y dieron conferencias juntos.

Cuando el hermano mayor de Tinel, Walter, el guardia del campamento, estaba en su lecho de muerte, pidió conocer a Gronowski y pedirle perdón.

“Lo tomé en mis brazos y lo perdoné”, dijo. “Este perdón fue un alivio para él, pero fue un alivio mucho mayor para mí”.

Ahora que Bélgica lucha contra una segunda ola de coronavirus con otro confinamiento, Gronowski toca su piano, esta vez con las ventanas cerradas. (“Hace demasiado frío ahora”) y planea futuras aventuras. “Quiero tocar con esta banda de Nueva Orleans”, dijo rebosante de entusiasmo juvenil. “Se llaman Tuba Skinny, ¡son buenísimos!”.

La mayoría de sus conferencias escolares se han suspendido debido a la pandemia, pero se reanudarán muy pronto, dice, y eso es lo que espera con más entusiasmo.

“Cuando cuento mi historia en las escuelas, siempre termino con un mensaje de esperanza, siempre les digo una cosa importante: les digo que la vida es hermosa”, dijo. “Pero también es una lucha diaria”.

Monika Pronczuk colaboró con la reportería.

Matina Stevis-Gridneff es la corresponsal en Bruselas de The New York Times y cubre la Unión Europea. Se unió al Times después de cubrir África Oriental para The Wall Street Journal durante cinco años. @MatinaStevis


La cebra que raya

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Iniciamos la agenda de esta semana con la presentación de la exposición de la revista Deci-depu de la Universidad Tecnológica de Pereira:

Exposición: Relatos de autorreferencia desde la revista Deci-depu como medio de creación contemporánea. Del 1 al 31 de diciembre de 2020 | Blog del Jardín de artista de la Universidad Tecnológica de Pereirajardindeartista.blogspot.com

La revista como escenario de creación estética y artística ha venido transformando el medio de información que representa a convertirse en instrumento de producción bajo la negociación común. Para posibilitar su desarrollo es indispensable construir una temática lo suficientemente amplia que sirva para convocar múltiples formas de interpretarla de manera gráfica y teórica. La revista vista como medio para producir obra enriquece el campo propio del arte, la estética dentro de un planteamiento pedagógico, ya que la revista Deci-depu pertenece al ámbito universitario y su publicación siempre supone experimentación constante.

El objetivo de la presente exposición consiste en presentar los elementos que componen la realización de la publicación en aspectos que atañen al territorio conceptual, gráfico y metodológico, como una alternativa de investigación-creación realizada por el semillero de arte contemporáneo Decí-depu del Departamento de Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira a partir de la pregunta ¿Desde qué enfoques e intuiciones se origina la creación participativa hacia el formato de revista como medio de negociación común? En este contexto, la creación estética y artística no depende de una ejercitación con resorte personal, sino un compromiso de un grupo de personas tras un fin compartido.

La pregunta de investigación se responde a través de un experimento de convocatoria pública frente a las creaciones que surgían en medio de la crisis mundial derivada del nuevo corona virus denominada “Soy yo en pandemia” y varios de los aportes de integrantes del semillero con el acompañamiento de su director el doctor Oscar Salamanca, profesor del Departamento de humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira, además de información ilustrativa de tres proyectos de Extensión e investigación y desarrollo del grupo de investigación L’H reconocido y con categoría B del Ministerio de Ciencia  de Colombia.

Las respuestas recibidas y que ahora hacen parte de los contenidos del número 26 de la revista Deci-depu titulada de manera sintética “Relatos de autorreferencia” muestran que existe una tendencia universal acerca de usar la autorreferencia desde múltiples enfoques gráficos y conceptuales. 

Por una parte, la figura de “relatos” hace pensar en la importancia del relato como fuente primaria que une experiencia, narrativa, discurso, en este caso como posibilidad en imagen, pero también literaria. Por otra parte, la autorreferencia no se presenta como un único campo homogéneo, sino que existen tantas formas de ver el fenómeno como naturalezas humanas. Se podrían realizar indagaciones similares en futuras ediciones de la revista Deci-depu porque no se ha agotado el tema, al contrario, se han visualizado nuevas búsquedas y posibilidades, todas igualmente ricas que sin duda alimentarán los estudios, no sólo dentro del espacio universitario, sino hacia el entorno del arte y la cultura con diversos impactos.

Redes de contacto con el Jardín de artista:

BLOG:  jardindeartista.blogspot.com

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/jardindeartistautp/


“Abismo civilidad” exposición individual de Adrián Estrada Mejía | Del 19 de noviembre al 19 de diciembre de 2020 en el blog de Muro Líquido: muroliquido.blogspot.com

Adrián Estrada Mejía Licenciado en Artes Visuales de la Universidad Tecnológica de Pereira, Tecnólogo en diseño de producto, Ilustrador y profesor. He participado en diversos proyectos de ilustración y muralismo en la ciudad de Medellín; y en diferentes exposiciones de arte e ilustración en Medellín, Pereira, Bogotá y Barcelona.

Las obras de Adrián Estrada al parecer se ubican en la dirección correcta por querer ir hacia adelante con el vértigo de la caída. Por lo tanto, se podría decir que es un arte ferial, un arte de reacción siempre, cuyo propósito consiste en producir aperturas, no sólo para su visión inclinada en ángulos, muchas veces virulentos en niveles de torción políticos, sino compartidos por identidades narrativas homoeróticas como efecto de posicionamiento generacional a partir de la fuerza de ensoñación.

Existe una diferencia fundamental entre un arte ferial y un arte hecho para la feria, pues un arte ferial alude al grito, a ese chillido producido por artistas que viajan en máquinas cuyo fin consiste en procurar a sus usuarios experiencias de inmersión. Como viajeros de sí mismos montados en los rieles de su propia montaña rusa hacia adelante y hacia abajo, pero también hacia adentro, revisan panorámicas, imágenes de exclamación, gritos, señales que por sus efectos traducen el sentimiento de remoción. Un arte hecho para la feria, es solo moda al servicio del capital, cuyo fin consiste en ampliar lanzamientos de más fraudes, más desatinos, más ofertas, más disposición a los públicos de los que el mismo campo cultural pueda absorber.

 La diferencia entre ambos mundos se encuentra en la redistribución del alarido y de la selfie, donde, por supuesto, conviene de sobremanera expiar el grito antes que entregarse a la decoración. Aquellos gritos de emoción vertical producidos por nuestra maquinaria de autoproducción artística conocidos por todos como expresión dominable son quizá, lo que más se acerca a lo posmoderno, si entendemos por posmodernidad una época dedicada a reparar heridas abiertas de las intuiciones otrora rotas, pero según las podemos estudiar en la obra de Estrada, surgen a través de dinámicas fuentes de civilidad. Texto completo, escrito por Oscar Salamanca aquí.

Síguelos en Instagram: https://www.instagram.com/muroliquido/

y en el blog de Muro Líquido:muroliquido.blogspot.com


Programa de radio Ecos Geek. Primera emisión | jueves 3 de diciembre a las 8 am por ecos1360.com

Cómic Sin Fronteras, un programa de la Corporación Cine Club Borges, en asocio con la emisora en AM Ecos 13.60 y el proyecto Korobeiniki, harán radio en vivo con el programa Ecos Geek, un espacio de una hora semanal en el que hablarán de la cultura Geek y el noveno arte desde una perspectiva educativa.

Habrá música, invitados especiales y conversaciones entre el equipo realizador del programa sobre los temas que les llaman atención y acercan a jóvenes y no tan jóvenes con las series de televisión, novelas gráficas, videojuegos y demás temas.

En la primera emisión hablarán de las bandas sonoras desde el cine, el ánime y las series.

Escuchen el programa por la página web de Ecos 1360: https://ecos1360.com/, El perfil de Facebook de Ecos: https://web.facebook.com/ecos1360radioficial/?_rdc=1&_rdr o en la radio tradicional en el dial 13.60 am.


La Jam de dibujo | 4 de diciembre, 4:00 pm | en vivo por Google Meet: meet.google.com/deu-odwa-vtf 

Esta sesión continúa la invitación a dibujar/pintar reflexionando acerca del habitar la ciudad, la técnica es libre y el formato sugerido es A4 o carta. Se propone para las próximas sesiones trabajar sobre esta temática y así reunir dos obras por participante pensando en una publicación del colectivo. Se adjuntan dos textos sugeridos para que sirvan de inspiración.

Diario íntimo de un hombre común. Descargar aquí

Los mapas mentales como fuente de información sobre la imagen urbana. Descargar aquí

Ilustración de Juan Rodríguez  Instagram: @j.caraxkwd

La Jam de Dibujo está dirigida a artistas, diseñadores o interesados en explorar los temas que cada semana se propone en la Jam.

SOBRE LA JAM DE DIBUJO

“Son sesiones para crear y compartir nuestros procesos y proyectos con el resto de asistentes de forma libre. La intención es aprender e inspirarnos con nuestros compañeros en un ambiente de Taller virtual.

Por eso queremos que vengas a nuestra sesión este viernes, trae los materiales con los que quieras trabajar y si quieres nos cuentas sobre el proyecto en el que estés trabajando.

Los encuentros son libres y gratuitos.”

Las redes de contacto del colectivo son:

FACEBOOK: https://www.facebook.com/jamdedibujocolombia/

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/jamdedibujo_/


Urban Sketchers Pereira | Encuentro Av. 30 de Agosto con calle 24, el sábado 5 de diciembre a las 2 pm.

Las redes sociales para estar en contacto con Urban Sketchers Pereira son:

“Urban Sketchers Pereira es un grupo muy importante para Pereira, no sólo porque agrupa semanalmente personas que quieren compartir un rato dibujando la ciudad y sus alrededores, sino también por su legado de inventario urbanístico dibujado como forma de preservación de la memoria. Su pasión, disciplina, talento, constancia y compañerismo son algunos puntos para resaltar en el grupo”.

La participación es para todos los que quieran dibujar, no tienen que ser profesionales.

Para el encuentro de este sábado pueden visitar sus redes sociales o llamar a los siguientes números: 304 566 70 44 / 315 726 93 59

FACEBOOK: https://www.facebook.com/groups/uskpereira/

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/usk_pereira/


Exposiciones del Museo de Arte de Pereira | Del 30 de octubre del 2020 al 28 de marzo del 2021

‘En este pueblo no hay ladrones’, Exposición colección Museo de Arte de Pereira 1974-2012

Es una adaptación curatorial del cuento corto del colombiano Gabriel García Márquez a través de escenas ilustradas por Saturnino Ramírez a modo de guión gráfico. Por medio de sus composiciones y narrativa visual se le incorpora una selección de obras de la #ColecciónMAP conformando una atmósfera cinematográfica que nos induce a estados emocionales como la ilusión, el desamor, la avaricia, la culpa, la pasión y otras representaciones de la naturaleza humana.

Exposición Indicios de fuga. Graffitti y arte urbano

Exposición colectiva con 22 artistas de la región, exponentes del arte urbano quienes abordan su práctica desde diversas perspectivas que nos hará preguntarnos sobre la paradoja de lo público y lo privado.

Un proyecto del #MAPereira con el apoyo de Khuyay en busca de un espacio de reconocimiento para dilucidar las diferencias, para dialogar y encontrarse alrededor de la creatividad y la libre expresión; un espacio pedagógico-artístico abierto a las posibilidades de la creación en los diferentes medios y formatos, abordando la relación entre lo global-local y lo llamado género urbano.

Detalles en las redes sociales del Museo:

Facebook: https://web.facebook.com/museoartepereira

Instagram: https://www.instagram.com/museoartepereira/?hl=es-la


A la venta: Relatos desde la incertidumbre, un libro de cómic pereirano realizado en colectivo

“Desde diciembre de 2019 un grupo de autores de cómic, habitantes de una ladera de los Andes, decidieron reunirse para escarbar, pensar e inventar relatos dibujando, para concebir historietas intangibles”.

El libro ya salió a la venta y lo puedes adquirir a través del siguiente link, donde encontrarás toda la información sobre el libro (costos y maneras de adquisición): bit.ly/comprarRDI

Relatos desde la incertidumbre, es un libro hecho por un colectivo de autores agrupados bajo el nombre Laboratorio de historietas intangibles, quienes publican bajo la editorial CAPIBARA (libros dibujados): Valentina López, Melissa Agudelo, Valentina Gallego, Yennifer G. Ballesteros, Valentina Aguirre, Gabriela López, Sergio Palacio, Jacques Duflos, Mirto Caballero, Daniela Cano, Andrés Matayana, Nelson Zuluaga son los artistas quienes junto al editor Ricardo Rodríguez se lanzaron a la aventura de crear relatos dibujados desde finales del año pasado.

Síguelos en redes sociales:

Redes de Historietas Intangibles

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/historietasintangibles/

FACEBOOK: https://web.facebook.com/laboratoriodehistorietasintangibles

TWITTER: https://twitter.com/histIntangibles

Redes de CAPIBARA Libros Dibujados / @capibaralibros en instagram, facebook y twitter (editorial del Laboratorio) https://capibaralibros.com/

Extrañas coincidencias

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Un par de textos de Regreso al centro (Notas de prensa 2007-2011), ahora disponible en edición para Kindle.

Extrañas coincidencias

Al lado del álbum de chocolatinas, otra de mis ventanas al mundo era una sección de periódico que cada día venía cargada de sorpresas. “Aunque usted no lo crea”, de Ripley, insistía en recordarme que el mundo era un lugar lleno de cosas estrambóticas y extrañas. Recuerdo que siempre recortaba el recuadro ilustrado y lo pegaba en un cuaderno. Por años, ese cuaderno fue mi pertenencia más preciada y aún lamento que se haya perdido en uno de los tantos trasteos de la vida. Solía abrirlo en cualquier lado y volvía a sorprenderme con las cosas que encontraba, como si sólo en ese instante acabara de enterarme.

Pienso que uno de los grandes aciertos de “Aunque usted no lo crea” radicaba en el desenfado del título. Si se hubiera llamado “Todo esto es cierto” le habría faltado credibilidad. Pero al ofrecerle al lector la oportunidad de creer o no, al insistir en que las cosas eran ciertas a pesar de que no faltaran incrédulos, obligaba a todos a creer sin atreverse a dudar. Con el tiempo he llegado a preguntarme si, a veces, Robert R. Ripley o los sucesores de su empresa no nos estarían metiendo cuentos de vez en cuando. Pero nunca he dejado de creer que la mayoría de las historias fueron ciertas y que el mundo es un lugar bastante extraño.

He vuelto a pensar en todo esto porque hace poco cayó en mis manos una recopilación de historias de “Aunque usted no lo crea”, sobre extrañas coincidencias, y el asombro remoto ha vuelto a despertarse. Me leí el libro de una sentada y me enteré de cosas tan curiosas e inútiles como que Joseph Samuels, un australiano condenado a la horca por robo, se salvó de morir después de que la cuerda se rompió tres veces y un juez decidió que mejor no lo colgaran. Me he enterado también de que Betty y Marvin Marx, de Springs (Maryland), compraron un día una caja de huevos donde todos salieron con doble yema. No importa lo trivial de las historias que nos cuenta Ripley, es casi imposible dejar de leerlas. Ignoro para qué pueda servirme saber que el inventor de la catapulta murió catapultado por su invento y fue a caer sobre su esposa, quien quedó viuda y difunta al mismo tiempo; o enterarme de que el escritor griego Esquilo murió golpeado por la tortuga que un águila arrojó sobre su calva, que confundió con una piedra. Pero la inutilidad de ese conocimiento no me ha privado del goce de adquirirlo.

Medellín también aparece en este inventario, o al menos una persona nacida en esta ciudad. En 1964, un tal Germán Suárez encontró en la selva del Amazonas una guía turística de Nueva York. Me pregunto si la guía todavía existirá, si Germán o su familia conservan en un armario la guía más perdida de que se tenga noticia.

He creído encontrar en esta edición sobre coincidencias una idea constante e implícita: que una inteligencia habita tras las cosas. Pero todo está contado con tanto desparpajo que sería muy difícil demostrar que Robert Ripley nos estaba sermoneando. Lo cierto es que la idea de una justicia divina parece inocultable en historias como la de Henry Ziegland, de Texas, quien murió cuando derribaba un árbol. Veinte años atrás, Ziegland había dejado plantada a su novia, Catherine, y la chica se había suicidado. El hermano de la chica trató de vengar la afrenta, pero la bala sólo rozó a Ziegland y se clavó en el árbol. Convencido de que había matado a Ziegland, el hermano de la chica también se suicidó. Veinte años después, en 1913, Ziegland estaba cortando el árbol y, como era un trabajo difícil, decidió usar dinamita. La explosión lanzó la bala en dirección a su cabeza y colorín colorado.

Oneonta (Nueva York), septiembre de 2011.

La guía perdida

Cuando nacemos, el mundo ya llevaba milenios transcurriendo sin nosotros. Hubo imperios, cataclismos, mensajeros divinos, multitudes incontables para las que nuestro nacimiento es sólo un hecho que no existe. Nos reciben parientes y allegados para quienes el mundo ya es un lugar conocido: saben que el agua moja y puede resfriar, que hay que mirar si vienen autos antes de cruzar las calles; saben que hay respuestas que nunca encontrarán. Uno llega convencido de ser la estrella de la película, exigiendo con gritos y llantos taladrantes, engatusando con risas desdentadas. Llegamos al mundo como quien llega a una fiesta cuando ya la mayoría de invitados se marcharon y sólo quedan los últimos borrachos, llorando sin saber por qué, mientras los anfitriones empiezan a lavar vasos y llenar bolsas de basura.

Pasamos la vida encontrando relatos que empezaron antes de nuestra llegada y que seguirán transcurriendo después de que nos vayamos. Tarde o temprano nos marchamos rodeados por personas muy distintas a las que estaban cuando nacimos, ignoramos el destino que tendrán. Nos vamos como quien se marcha cuando la fiesta empieza, no estaremos cuando ocurran los hechos memorables.

Nuestra breve estadía, sin embargo, no garantiza que lleguemos a saber lo que ocurre mientras transcurren nuestras vidas. Del mismo modo como mi padre nunca sabrá lo que fue de mi vida, nunca sabré cuáles fueron sus últimas palabras. Somos como invitados a una fiesta a quienes les han puesto la condición de que no hablen con todos los presentes, ni miren todos los cuadros, ni entren a todos los recintos de la casa.

Es posible decir que la historia que quiero contarles empezó el año en que nací. En aquel tiempo un geógrafo nacido en Medellín andaba por las selvas colombianas dibujando unos mapas. Germán Suárez es uno de los últimos dibujantes de mapas a la vieja usanza: esos que tenían que viajar por parajes inhóspitos, subirse a copas de árboles, cruzar ríos furiosos, para después regresar a mostrarles a los cómodos citadinos cómo era el resto del mundo. Suárez había viajado en avión desde Villavicencio hasta Mitú. De allí salió por el río Vaupés con un grupo de catequistas que tenían sus misiones más allá de la frontera colombiana. Así llegó hasta un grupo de indios cuyo jefe guardaba, en un zurrón, un curioso tesoro: varios viejos libros en inglés, entre ellos una guía de Nueva York publicada cien años atrás, en 1864. Los misioneros le sirvieron de intérprete para negociar la guía a cambio de una linterna Eveready, pero no fue posible saber cómo habían llegado los libros hasta ese remoto paraje.

Cuarenta y siete años más tarde, en un pueblo perdido en las montañas al norte de Nueva York, yo estaba leyendo un libro de la serie “Aunque usted no lo crea”, de Ripley, cuando me crucé con la historia de la guía. Mencioné el asunto en esta columna y al poco tiempo apareció Germán Suárez, ahora hecho un inquieto septuagenario. Así supe detalles del hallazgo y comprendí que a veces la gente se destaca por asuntos que no son los más relevantes. Podría escribirse un libro con el inventario de maravillas que me ha contado Germán Suárez. Pero la historia de la guía es más lo que oculta que lo que relata. Suárez recuerda poco de su contenido: le llamó atención que el edificio más alto de Nueva York fuera un orfanato de cuatro pisos. Años después, durante un viaje a Estados Unidos, vendió la guía por ochenta dólares a un teniente, de apellido Shoemaker, a quien Suárez le perdió la pista. Es poco probable que Shoemaker aparezca y nos muestre ese libro más pequeño que lo que simboliza. Es seguro que nunca sabremos cómo llegó esa guía hasta los indios, qué explorador perdido se equivocó de selva. Este asunto de la guía es como si alguien se acercara y nos dijera que hemos sido expulsados de la fiesta.

Oneonta (Nueva York), octubre de 2011.

Metodologías de trabajo remoto efectivas 3 de 3

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Compartimos una entrada de la empresa Alegra.com, un negocio que opera desde Medellín y se encuentra presente en diferentes países de manera virtual, ellos nos compartirán información acerca del trabajo remoto, un tema del que tienen mucha experiencia por su naturaleza operativa. Esta es la última entrada relacionada con las metodologías ágiles, idóneas para el trabajo desde casa.


Foto por formulario PxHere

En Alegra ponemos en práctica tres grandes metodologías de trabajo remoto: Scrum, OKRs y reuniones 1 a 1. Cada una de ellas nos ayuda a llegar a nuestros objetivos, hacer que nuestro equipo sea más eficiente y logre cumplir con todas sus tareas.

Ya hablamos de Scrum y las Reuniones 1 a 1, hoy finalizamos con OKRs:

Metodología OKRs y su éxito

¿Qué son los OKRs?

OKRs son las siglas de Objectives and Key Results, traducido al español como Objetivos y Resultados Clave. ¿Ya tienes una idea, no? Esta metodología interna nos permite crear objetivos y metas para alcanzarlos. 

De esta forma podemos alinear a todos los colaboradores de nuestra empresa y definir grupos de trabajo y seguir el avance de cada equipo.

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En el caso de los objetivos, representan a dónde queremos llegar. Por ejemplo: “posicionarnos como líderes mundiales en facturación” Mientras que los resultados clave son pequeñas metas que nos van a ayudar a alcanzar ese objetivo. Por ejemplo: “posicionar nuestra página web en los 3 primeros lugares de Google para 10 palabras claves”.

Es importante tener menos de 5 objetivos y un máximo de 4 key results por cada uno de ellos. Si te interesa aprender más sobre esta metodología, hay un libro llamados Measure What Matters, en el que John Doerr explica cómo funcionan los OKRs y de qué forma empresas como Google han tenido que utilizarlos para lograr avanzar en el camino.

 Beneficios de los OKRs

  • Toda la empresa enfoca su esfuerzo en alcanzar los mismos resultados.
  • Si todos los miembros de un equipo participan en crear OKRs, desarrollan mayor compromiso por cumplirlos.
  • Se puede medir el progreso y crecimiento.

¿Cómo utilizar la metodología OKR?

En Alegra decidimos implementar esta metodología de trabajo a inicios de 2019. ¿Cómo lo hicimos? Para aquel entonces, comenzamos pensando en cuál queríamos que fuera el futuro de la empresa, nos reunimos un gran número de colaboradores e iniciamos un lluvia de ideas para definir nuestros objetivos anuales. 

Foto por formulario PxHere

En ese momento, comenzaron a surgir grandes ideas: ser líderes en facturación electrónica, desarrollar una versión en inglés, mejorar la experiencia de usuario, duplicar nuestro número de ventas y pare de contar. La creatividad de nuestro equipo se desbordó y estuvimos por mucho tiempo discutiendo cuáles debían ser nuestros objetivos.

Finalmente, llegamos a un consenso y ya teníamos los primeros objetivos de Alegra, ahora faltaba la segunda parte, definir los resultados clave, cómo íbamos a alcanzar este objetivo. Para este punto, los equipos comenzaron a aportar desde su experiencia ideas para alcanzar la meta. El equipo de marketing haría lo que mejor sabe hacer, el equipo de ventas igualmente, y así sucedió con cada equipo. 

Para el final del día ya contábamos con nuestros objetivos y resultados clave para todo un año. 

Esto no fue lo único, a partir de ese momento comenzamos a crear OKRs trimestrales, que luego pasaron a ser bimestrales. Todos ellos nos ayudaban a cumplir aquellos OKRs que habíamos definido para todo un año. De esta forma no solo teníamos metas a largo plazo sino a mediano plazo también.

Además, en Alegra no solo contamos con OKRs para la empresa, también creamos OKRs para que cada equipo, que tengan como propósito ayudar a alcanzar las metas de que definimos de forma global. 

Puedes entrar a este artículo y aprender cómo crear OKRs.

 
Etapa de puntuación

Los OKRs tienen un tiempo de duración: pueden ser anuales, semestrales, trimestrales o bimestrales. Pero, ¿qué debemos hacer cuando llegamos al final de este periodo de tiempo? Al final del periodo se debe hacer el mismo ejercicio de reunir al equipo para: i) medir los resultados del periodo que está finalizando, resultado y aprendizajes, y ii) a partir de ello establecer los siguientes OKR del periodo que continúen construyendo a los OKR anuales. 

La metodología OKR indica que es importante calificar objetivamente los resultados, puntuando cada KR con una calificación numérica, que varía desde 0,0 hasta 1,0. Esta evaluación es la forma correcta de cerrar el ciclo y volver a comenzar.

En resumen, esta metodología es una excelente forma de mantener un equipo alineado y siguiendo un mismo propósito. Cuando se decide crear OKRs para la empresa, ya se tiene la mitad del trabajo hecho, ahora queda cumplirlos y ver la evolución de crecimiento. 

Eso sí, si todos lo OKRs llegan a un puntaje de 1.0 es por quizá no fueron lo suficientemente ambiciosos, procura crear objetivos y resultados clave difíciles de alcanzar, que se vuelvan un reto para ti y todo tu equipo.

¿Estás listo para implementar algunas de las dos metodologías de trabajo remoto compartidas hasta ahora? Ten presente que todas son distintas pero bastantes útiles, puedes lograr que tu empresa alcance sus objetivos, que tus empleados se sientan a gusto y que incluso tus equipos sean más productivos. Ponlas en práctica y cuéntanos qué cambios comienzas a ver. 


Si les interesó el tema de las metodologías ágiles y/o quieren más información sobre asesorías contables, visiten el blog de Alegra: https://blog.alegra.com/