martes, diciembre 16, 2025
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La cebra que raya: la cultura está más viva que nunca

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Si algo ha demostrado esta pandemia es que los seres humanos están ávidos de actividades culturales. Una de las cuestiones entonces está en reflexionar, cómo gobierno, gestores culturales y entidades privadas pueden trabajar en conjunto y de la mano de las necesidades y carencias de las comunidades para pensar lo cultural en el entorno digital.

Esta es una reflexión al margen de nuestra agenda de hoy sobre actividades relacionadas con el dibujo, pero no por eso, una cuestión importante y que nos concierne a todos.

Hablemos de BD | 20 de agosto, 6:30 pm | en vivo por el canal de youtube de la Alianza Francesa de Pereira: https://www.youtube.com/alianzafrancesadepereira

La cita de este jueves es con Nelson Zuluaga en el taller de creación, el tema que se verá es Diseño de personajes en el cómic.

Un diseñador de personajes es el encargado de darle vida a los protagonistas de las historias, por eso cuestiones como gestos, posiciones, tamaño, color, expresiones faciales, atuendos, son elementos muy importantes para tener en cuenta a la hora de la creación de un prototipo.

Conoce el club de lectores de Hablemos de BD en sus redes:

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La Jam de dibujo | 21 de agosto, 4:00 pm | en vivo por Google Meet: meet.google.com/deu-odwa-vtf

El viernes hay una nueva sesión de exploración creativa y colectiva para dibujar, pintar, bordar, recortar, etc., conéctate por meet para el taller virtual, que tiene como objetivo crear y compartir los procesos y proyectos con el resto de asistentes de forma libre.

Ilustración de Judy H Cubillos @monocromatic_art

Las redes de contacto del colectivo son:

FACEBOOK: https://www.facebook.com/jamdedibujocolombia/

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/jamdedibujo_/


Urban Sketchers Pereira | Reto de dibujo, enviar trabajos antes del 22 de agosto a las 9:00 pm

El reto de esta semana es dibujar una edificación oriental.

Te dejamos algunas imágenes del reto de la semana pasada: cementerios del mundo. Sin duda estos retos están permitiendo a los participantes viajar por el mundo a través de la red. Puedes ver más resultados de los retos en el Facebook del colectivo.

Elisa Trejos

Las redes sociales para estar en contacto con Urban Sketchers Pereira son:

FACEBOOK: https://www.facebook.com/groups/uskpereira/

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/usk_pereira/


“Naturaleza corroída” Exposición individual de Fabiola Alarcón Fernández | Jardín de artista de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira | Hasta el 21 de agosto

“…Fabiola Alarcón ve y critica lo observado, como si tratara de ratificar de forma irónica una vuelta lenta de lo real influida por la presencia femenina en la modernidad ginofóbica expuesta.

De la serie “Guardianes de la Laguna las Calles, Páramo de Santurbán”. Fotografía

En sus fotografías de recorte ficciona, casi que, de forma fabulada, ese otro paisaje virginal de antes de toda la historia de crisis y explotación. Decide reconstruir lo natural con la torsión subalterna, más no de inmersión como pretende lo contemporáneo en el arte, sino radicado en la torsión estética, dosis telúricas de giro cosmético.

Otra cosa ocurre en la pintura de Alarcón, en la cual planifica y ejecuta un plan de sucesividad de capas en pos de alcanzar el efecto dramático de la imagen desde dos perspectivas, la del engaño ilusorio de lo real y el accidente. Entre ambas situaciones pende un delgado límite que juega entre el morbo, el voyeur y lo abyecto, porque la representación del espacio aséptico de la clínica, la doble lectura de turista indolente de la playa, lo íntimo como devastación emocional, de repente lo inunda la sudoración del dolor y ¿por qué no?, una denuncia gráfica.

Fabiola Alarcón. Cuerpo de agua vertical.
Mixta, carnaza y metal
110 x 30 x 30 cm

La escultura en la obra de Alarcón genera una fuerte contradicción simbólica, ya que involucra la belleza y lo sutil con lo visceral y el detritos de muerte. Los frailejones realizados con carnaza y otro conjunto de material orgánico y sintético, pone en discusión la producción melionista marroquinera en masa basada en el sacrificio con una ilusión vernácula de lo inmaculado. Ese juego suele contener tensiones en las cuales o se silencia alguna energía por la condensación de un resultado plástico o se enfatiza la intención del significado. En todo caso, la escultura crea ruidos donde cabe de todo menos la tendencia imparable a desentenderse de lo extraño que acecha al ciudadano jugador.”

Oscar Salamanca

Mira la publicación completa en https://jardindeartista.blogspot.com/2020/08/naturaleza-corroida-exposicion.html?fbclid=IwAR1T_cymmF7mNQbeq-0MlLmu_quEr2U_ExMO7lkcCM3gUJVm4SxXWA2rQRI

Y visita el Facebook de Los Inmodernos para enterarte de toda la actividad que tienen: https://web.facebook.com/inmodernos

Carolina Pitalúa, el son y las artesanías

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En la comunidad del Fandango Fronterizo, Andrés Flores es una gran alegría. En una publicación pasada en la que hablamos sobre el pandero en el son, lo mencionamos a él, hoy queremos recordarlo con su familia, y una manera es acercarnos a una de las personas más importantes en su vida, Carolina Pitalúa.

Carolina Pitalúa

Bernardo Pitalúa fue el abuelo de Carolina Pitalúa. Bernardo tocaba el requinto, y Carolina lo escuchaba desde los seis años. Eran tiempos de infancia en la casa de Obispo, una localidad de Loma Bonita, Oaxaca.

Su abuela fue Juana Castro, una bailadora que incluso en la vejez continuó asistiendo a los fandangos, a pesar de los dolores físicos.

Ella me decía: no hija, vamos a bailar, porque si el fandango me hace mal, también me va a curar.

Una tía de su padre le entraba al son como decimera, y la bisabuela lanzaba el siguiente verso al abrirse paso entre jaraneros:

Señores me había tardado

porque el quehacer me atrasó.

Ábranse los gavilanes que un águila llegó.

En Obispo -dice Carolina- todos éramos parientes -, y todos, al parecer, acudían al llamado del son jarocho. Sus tíos tocaban la jarana, su padre, el requinto, y el abuelo tenía un taller de laudería.

– Él trabajaba el campo y tocar era su distracción. Decía que donde sonaba su jarana venía la gente.

En la actualidad, Carolina vive en Coatzacoalcos, Veracruz. En 2010 creó Cascabelarte, una empresa familiar donde se elaboran fundas para instrumentos musicales y aparatos tecnológicos. Los diseños de Cascabelarte son personalizados y a la medida, los principales clientes son los jaraneros. Carolina asegura que Andrés Flores la impulsó en esta labor artesanal. En sus giras con el grupo Chuchumbé o en solitario, Andrés promocionaba las fundas de quien fuera su compañera de vida.

Buen inicio de semana!

Posted by Fundas para Instrumentos Cascabelarte on Monday, October 28, 2019

Los dos se conocieron en 1995, en un fandango de las Fiestas de mayo de Cosoleacaque, Veracruz. Ese día, Andrés la invitó a bailar La bamba, y desde entonces los ensayos de Chuchumbé parecían la reunión de una gran familia.

Muchas jaranas en México están protegidas por las fundas de Cascabelarte, aquellas que Carolina empezó a coser en la máquina de su abuela. Su trabajo es reconocido dentro del movimiento jaranero. Para ella, las artesanas están presentes en los fandangos con creaciones como las suyas, y la mujer tiene un papel importante en el son jarocho.

– Ya bailan, son requinteras, tocan la leona. Tienen unas voces privilegiadas. Se hacen oír, y no solo en el movimiento, en donde quieras. La mujer es más libre.

Y el fandango, dice, es compartido por nuevas generaciones, dejó de ser una “música de viejitos, una “música de rancho” Ejemplo de ello son sus hijos Ledwin Andrés Flores PItalúa y Amairani Flores Pitalúa, quienes empezaron a tocar jarana y a bailar con Andrés.

De izq. a der.: Carolina, Andrés, Ledwin y Amairani

Desde Coatzacoalcos, Carolina distribuye las fundas y estuches. Sin embargo, son tiempos difíciles. La violencia entre carteles de la droga que golpea a la sociedad mexicana, y la declaración de cuarentena a causa de la pandemia del Covid-19, afectaron los proyectos familiares en el puerto veracruzano.

El malecón de Coatzacoalcos ya no es como antes. Ahora los pequeños comercios y restaurantes cerraron. Ya no se puede comer un elote y pasear como hace veinte años, asegura.

Aunque Carolina es persistente con Cascabelarte, no deja caer su labor. Y como lo fue Andrés Flores en los inicios, la familia es el impulso para continuar, porque las jaraneras y jaraneros continúan llevando el son por el mundo, y es necesario cuidar sus instrumentos. Las fundas de esta artesana son resguardo y estampa de la cultura veracruzana.

Más información de las fundas las pueden conseguir en el facebook: https://www.facebook.com/Fundas-para-Instrumentos-Cascabelarte-1398328953737932/

Trabajo remoto, el “futuro” de las empresas

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Tradicionalmente el único modelo de trabajo que se usaba era aquel en el que teníamos que trasladarnos hasta nuestra oficina y cumplir con un horario laboral.

Sin embargo, conforme las empresas han adoptado una cultura laboral más flexible y enfocada en el beneficio al trabajador eso ha ido evolucionando, y con la pandemia, las empresas que no contemplaban dicho panorama, debieron adaptarse.

¿A qué se refiere el trabajo remoto?
También conocido como “teletrabajo” o “home office” el trabajo remoto consiste en realizar una actividad profesional a distancia, fuera de la oficina.

El horario laboral en esta modalidad se respeta incluyendo en la mayoría de los casos los beneficios y prestaciones como vacaciones, días no laborales por festivos, etc..

Aunque sería interesante escuchar a los nuevos inducidos en el trabajo remoto, quienes por las circunstancias actuales se vieron obligados a esta modalidad, no siendo algo de la cultura de su empresa. ¿Será que sí hay un horario laboral que se respeta como antes? Esta es una pregunta al margen de la entrada.

También es importante tener en cuenta que esta modalidad de trabajo no es solo para aquellos profesionales que realicen actividades relacionadas a Internet como es el caso de diseñadores gráficos, productores de contenidos o desarrolladores web.

Una de las empresas que aplica esta modalidad es Alegra.com, un negocio colombiano que presta servicios de software contable en la nube y funciona para más de 8 países con colaboradores en el mundo entero, siendo estos profesionales de diferentes áreas.

Foto por formulario PxHere

Una importante diferencia entre ser freelancer y ser remoto
Aunque ambos términos pueden sonar similares, no llegan a ser lo mismo. Existe una pequeña diferencia que separa el trabajo remoto del trabajo como freelancer.

En el caso de los freelancers, estos suelen trabajar por proyectos y su tiempo de duración suele ser muy corto. Además, un freelancer no tiene contacto directo con las empresas, sus valores y su cultura.

Es una persona que realiza un trabajo puntual para entregarlo en una fecha previamente definida. Mientras que los trabajadores remotos, como hemos visto antes, sí se empapan de la cultura de la empresa hasta volverse parte de ella y desempeñan un rol específico, pasando más tiempo en contacto con la organización.

Retos y ventajas del trabajo remoto
Seguro se vienen a la mente múltiples beneficios para trabajar de forma remota, sobre todo ahorras tiempo en tránsito, puedes descansar y ser más flexible con tu tiempo… pero, así como en cualquier trabajo, el remoto también tiene sus retos y ventajas.

Ventajas del trabajo remoto:
1- No hay necesidad de salir de casa
Esta es la principal ventaja que siempre escucharemos cuando se trata de trabajo remoto, debido a que no es necesario asistir a una oficina, se pueden realizar las actividades laborales desde casa. Incluso, varios trabajadores remotos asisten a espacios de coworking o a cualquier lugar en el que cuenten con acceso a Internet.

La flexibilidad que ofrece esta modalidad de trabajo siempre será una ventaja que todos desearían conseguir: adiós al tráfico y al clima lluvioso.

2- Los empleados ganan más tiempo para sí mismos
Al tratarse de un trabajo remoto, los colaboradores de las empresas pueden administrar su tiempo por ellos mismos, lo que significa que lograrán conseguir mayor autonomía y crear un balance entre su vida profesional y personal.

3- Las empresas logran disminuir costos
Cuando la mayoría o la totalidad de los colaboradores de una empresa trabajan de forma remota, no es necesario contar con infraestructuras y grandes instalaciones. Citando una vez más el caso de Alegra, esta startup con más de 100 colaboradores, solo cuenta con un pequeño espacio en la ciudad de Medellín lo que no representa ningún problema para la compañía, ya que el 90% de sus empleados trabaja desde casa y el dinero dedicado a temas de infraestructura es invertido en otras actividades, por ejemplo, en formación constante.

Foto por formulario PxHere

Retos que pueden presentar los trabajadores remotos:
1- Falta de concentración
Así como quienes trabajan en una oficina, los trabajadores remotos también presentan problemas para concentrarse en sus tareas, estos pueden tener aún más posibilidades de distraerse por el simple hecho de estar en casa y no contar con un espacio adecuado para el trabajo. De igual forma, pueden interferir otros factores que interrumpan el trabajo diario, como atender las actividades del hogar.

2- No saber separar la vida profesional de la vida personal
Este suele ser un gran problema que deben superar los trabajadores remotos porque si no se establecen las reglas adecuadas, el trabajo y la vida en casa se vuelve una sola. Le pasó a muchos en el inicio de la pademia, sobre todo a las mujeres que tenían que ser amas de casa, profesoras de sus hijos y cumplir con sus deberes profesionales.

Si no se sabe diferenciar cuándo es el momento para atender a las obligaciones del hogar y cuándo dedicar tiempo al trabajo, todo se vuelve muy caótico. En este punto es importante definir un horario de trabajo y hacer lo posible por cumplirlo.

También es necesario que todos a nuestro alrededor entiendan que aún estando en casa, seguimos desempeñando un rol importante y tenemos una obligación laboral.

Además, hay que adaptar un lugar para volverlo una “oficina personal” y que se diferencie del resto de la casa, cuidando aspectos de iluminación y comodidad.

3- Sensación de aislamiento
En ocasiones, el trabajo remoto puede traer consigo una sensación de aislamiento y soledad, debido a que al no estar físicamente con otros compañeros de trabajo no se desarrolla un sentido de pertenencia.

Si las empresas no toman las medidas necesarias para enfrentar este problema, muchas personas pueden perder su rumbo y dejar a un lado la motivación por seguir trabajando como empleados remotos.

Para enfrentarlo, Jorge Soto, el CEO de Alegra, reconoce que el trabajo remoto puede ser un gran reto y a medida que los equipos crecen, la comunicación puede hacerse más difícil. Él recomienda mantener una comunicación activa en la que siempre haya algo que contar, tanto formal como informalmente.

Tomada del blog de Alegra

Para esta startup es importante crear espacios que en el mundo remoto no hay de manera natural y trabajar por mantener un equipo unido y que no deje de estar conectado.

En definitiva, el trabajo remoto puede ser una experiencia increíble pero que representa grandes retos, tanto para las empresas como para sus colaboradores.

¿Eres un trabajador remoto? O, ¿quieres intentarlo? Todas las dudas y comentarios al respecto, puedes dejarlas en la caja de descripción de abajo.

La mirada detectivesca

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En su libro de memorias titulado Contra toda esperanza, la escritora rusa Nadiezhda Maldenstam (Sarátov,1890- Moscú,1980) habla de la mirada detectivesca para referirse a esa condición de los habitantes de la Unión Soviética convertidos por el régimen estalinista en vigilantes y delatores de sus vecinos, de sus amigos, de sus familiares y hasta de si mismos.

Con un agravante: los delataban aunque no hubieran cometido ningún delito: los organismos del Estado ya se encargarían de inventar los cargos y los testigos.

Desde el comienzo de los tiempos esa ha sido la gran tentación de los regímenes totalitarios, independiente de su filiación ideológica: encontrar culpables para destinar al destierro o al paredón de fusilamiento.

Foto por mohamed hassan formulario PxHere

Cuanto más inocentes sean los condenados, mucho mejor. Así quedará demostrada la condición todopoderosa del régimen. ¿A cuento de qué preocuparse entonces por investigar, procesar y castigar un culpable, si tiene millones de inocentes a su disposición?

Pienso en esas cosas, porque algo muy peligroso acecha a la humanidad desde el comienzo de la cuarentena, y no es propiamente la Covid-19. Después de todo, convivimos con microbios desde mucho antes de convertirnos en humanos.

Y es seguro que esas criaturas impredecibles nos sucederán cuando termine nuestro tiempo sobre la tierra.

Aquí se trata de otra cosa: es la tentación de los totalitarismos, embozados detrás de las medidas de excepción tomadas por los gobiernos locales, regionales y nacionales para enfrentar la emergencia planteada por el coronavirus.

Hasta ahí todo es comprensible. Pero ahí es donde empiezan los riesgos, porque muchas de ellas se quedarán cuando, una vez superada la emergencia, los aspirantes a reyezuelos se convenzan de su eficacia.

Cuando uno les hace seguimiento a las declaraciones de los mandatarios, pronto descubre que las palabras y las frases utilizadas se repiten con inusual frecuencia: ordené, decreté, mandé, decidí, convoqué, promulgué, solicité, establecí. Todo en primera persona del singular. La fascinación de convertirse en el Yo, el supremo de la novela de Augusto Roa Bastos salta a la vista.

Foto por formulario PxHere

Por lo visto, conceptos como democracia y participación se desvaneciaron con la escalada de la pandemia.

Si a eso le sumamos los interrogatorios a los que nos vemos sometidos los ciudadanos cuando intentamos adelantar  gestiones que apenas cinco meses atrás eran rutinarias, existen motivos de sobra para inquietarse. Esos formularios en los que un funcionario aterrorizado por la eventualidad del contagio anota nuestros datos personales, se parece bastante a los utilizados por las burocracias nazi, fascista, estalinista o Macartista en sus peores tiempos.

Por ahora esa información se utiliza para preservar nuestra salud, y eso en sí es bueno. ¿ Pero qué pasará con toda esa masa de datos? ¿en manos de quién quedará?

Creo que cuando las personas dejen de ser sospechosas de estar contagiadas, lo serán de cualquier otra cosa: de ser disidentes, terroristas, enemigas del orden social.

Porque la pandemia ha entronizado un concepto caro a las mentes totalitarias: el de la “disciplina social”. Por estos días, un  indisciplinado resulta más peligroso que el virus mismo. Tanto, que los castigos bíblicos establecidos para los hijos desobedientes se quedan cortos ante las penas pensadas para estos réprobos.

¿Y cuáles son sus delitos? Por lo que leo y escucho, el más reiterado es el de la asistencia a fiestas.

En Pereira, una ciudad que se define a sí misma como trasnochadora, los trasnochadores se volvieron sospechosos, al punto  de que el vecindario les dedica esa “mirada detectivesca” tan temida en distintos momentos de la historia.

Admirados y envidiados durante décadas, los rumberos tienen ahora el aura del apestado.

Desafiando las normas, en realidad no piden nada del otro mundo. Un poco de sexo por aquí, unas copas por allá, una comilona más acá. Lo indispensable para seguir viviendo.

Porque eso es lo incontestable: la vida no se detiene ni en las peores circuntancias.

Si les echamos un vistazo a los libros de Historia no tardaremos en descubrir  que mientras las guerras y pestes diezmaban a la población, grupos enteros organizaban orgías par celebrar la vida, conjurar la muerte y, de paso, garantizar la reproducción de la especie, que, como ustedes bien saben, es uno de los efectos colaterales del sexo.

De modo que no asistimos a nada nuevo.

Insisto en que, de entrada, las medidas tomadas para enfrentar la pandemia no sólo son comprensibles sino necesarias.

Lo grave es la mirada detectivesca que alienta detrás y todavía no hemos notado.

O peor aún: no queremos notar, porque lo consideramos bueno para  “la disciplina social”.

Apuntes para una etnografía de la “baika” en la ciudad: Pereira-La Florida, ruta de moda en cuarentena

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Montañero es una expresión que se usa para definir a quienes practican el alpinismo; en términos coloquiales y en Colombia la usamos para identificar a las personas que somos de las regiones montañosas del país, como el eje cafetero; y también la usamos entre familiares y amigos para dejar ver que alguien es tímido.

Pues bien, estos significados y otros asociados a la palabra son comunes en Pereira, tierra de montañeros, un lugar donde es de ley tener un tío o un papá que fue ciclista en sus tiempos mozos y hoy se hace sus rutas semanales al menos de 30 kilómetros. Panzones, pero con esas piernas de buey que hacen mover la bicicleta a todo lo que les da su energía corporal y esa memoria muscular que no los abandona. Hay que irse a montar con el tío de 60 años y ver cómo se queda uno rezagado 7 kilómetros después o en la primera pendiente que se atraviesa en el camino.

Ahora en pandemia, sobre todo después del cuarto mes de encierro, el uso de la bicicleta ha tenido un aparente aumento en la ciudad.  Tanto, que hasta los borrachos pedalean.

Una ruta muy famosa y la que inicia a los nuevos ciclistas, según los conocedores, es la de Pereira – La Florida, un corregimiento de la ciudad ubicado a orillas del río Otún a unos 10 kilómetros de distancia y con un buen clima para pedalear porque es una zona más bien fría.

La carretera tiene dos carriles, uno por cada sentido de circulación, que en realidad es carril y medio si se tiene en cuenta que cuando se encuentran dos carros del tamaño de un bus, cada uno en una dirección diferente, les toca maniobrar para no dañar la latonería.

Esta misma ruta tiene unas pendientes, algunas de nivel hard para un principiante: ya me ha tocado ver a más de uno pálido descansando entre los matorrales (porque no hay acera para caminar), con su bicicleta casi encima de él para que no lo embistan los otros ciclistas.

En verdad, agarrar camino en “baika”* a la Florida, un domingo a eso de las 9 de la mañana, es para adentrarse en la técnica de la etnografía o de la descripción detallada para ejercicios de periodismo, que tanta falta nos hace en las escuelas de comunicación.

Mientras uno sube, hay dos extremos de atuendos que se reconocen. Están los que parece que rescataron la bicicleta después de años sin uso, salen en bermudas o ciclistas que podemos encontrar comúnmente en cualquier tienda de ropa, pero lo que más los caracteriza es que suben agachados como si cargaran un caparazón muy pesado y la sangre les va hacer estallar la cara de lo colorados que se ven.

En el otro extremo, se encuentran los que se ponen el atuendo de ciclista y tienen bicicletas de marcas reconocidas según me indican los conocedores. Estos van en grupo luciendo sus uniformes de pies a cabeza: casco, lentes, camiseta, guantes, pantalones con badana (para proteger la zona de los isquiones y los genitales), calcetines, zapatillas, impermeables y todo un arsenal de aditamentos de diferentes colores combinables, los que los engalana de tal manera, que parece un desfile al mejor traje; además su posición corporal va al ritmo de la pedaleada, se inclinan sin encorvar de manera exagerada la espalda y hay un vaivén de izquierda a derecha con los brazos mientras están subiendo. Inclusive pedalean parados en algunos tramos del trayecto.

Al final, todos se encuentran en el casco urbano del corregimiento. Son mares de gente que se toman fotos con y sin tapabocas, comen torta de trucha (un tipo de tortilla frita a base de harina y pescado) que acompañan con arepa, toman jugo de naranja o sus electrolitos para deportistas y consumen otras cosas más que le ofrece la gastronomía local e importada, de los negocios que se benefician de este tipo de turismo.

Es tanta la aglomeración, que últimamente es usual encontrar en La Florida, que los 2 metros de distancia es difícil llevarlos a la práctica, por lo que las autoridades han optado por andar con un megáfono advirtiendo del uso del tapabocas, o con el voz a voz amenazando con multas si no se usa.

Pero esas son otras montañeradas, y ahora el significado que le estoy dando a la palabra es de ridiculez, porque no se me ocurre otra denominación para describir lo que se ve en tiempos de pandemia en esta zona. Ningún protocolo se cumple y no estoy responsabilizando a la gente que sube, porque como lo dijo alguna vez Juan Antonio Escobar cuando escribió en este medio un artículo sobre lo que pasó con el primer día sin IVA: “no puede esperarse que el colombiano promedio tome decisiones basado en la evidencia y el sentido común, máxime cuando a veces parece que ni desde presidencia lo hacen”. Y menos ahora que están habilitando todo el comercio y quitaron el pico y cédula como se manejaba al inicio. Otro tema, para otra entrada.

En lo que concierne a estos apuntes sobre la baika en Pereira, concluyo diciendo que es positivo que la gente se anime a hacer cardio, salir en familia y compartir con amigos, además se está beneficiando una parte de la población de La Florida con la reactivación de las ventas. Aunque otra parte de la población del corregimiento está cansada de ver su lugar de habitación con tanta gente que se olvida de que están en un lugar residencial.

*uso la expresión baika porque la he escuchado entre algunos ciclistas en mis recorridos; generalmente esta palabra es usada en lugares como Baja California en México y les dicen pochismos, porque son palabras de origen gringo que han sido adoptadas en estas zonas fronterizas al español mexicano.

#CiudadaníaActiva: Carta abierta a los imbéciles

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Mi nombre es Juan Manuel Jiménez Muñoz. Soy médico de familia en Málaga. Tengo 60 años, y ejerzo mi profesión desde hace 35. Mi número de colegiado es el 4.787. Y este dato lo aporto por si alguien, a raíz de esta lectura, me quiere denunciar o poner una querella. Será un honor.

El método científico, desde Galileo Galilei, nos ha sacado de las sombras. La electricidad, la radio, la televisión, los GPS, los teléfonos, los viajes espaciales, los antibióticos, las vacunas, los telescopios, la anestesia general, el saneamiento de las ciudades, la depuración del agua, las radiografías, las resonancias, los rascacielos, los aviones, los trenes, el cine, las fotografías, los ordenadores, y nuestra vida al completo, dependen de una ocurrencia de Galileo. Una ocurrencia en tres pasos para averiguar entre todos cómo funciona el mundo:

1-Establecer una hipótesis plausible sobre un problema concreto. Por ejemplo: “yo creo que el agua estancada contiene unos animalitos minúsculos que causan enfermedades”. O: “yo creo que cuando un imán gira alrededor de una bobina se genera una corriente eléctrica”. O: “yo creo que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés”.

2-Realizar experimentos para comprobar la veracidad o la falsedad de esa hipótesis.

3-Publicar los experimentos para que cualquier otro los pueda reproducir, afirmar o refutar.

Y ya está. Qué tontería. Y gracias a eso, Y NADA MÁS QUE A ESO, la sociedad de 2020 es completamente diferente a la de 1700. Diré más. Si como por arte de magia pudiésemos trasladar un habitante del año 1 hasta el año 1700, apenas notaría diferencias en lo esencial de la vida: se adaptaría sin problema. Pero si trasladásemos a un habitante del año 1700 al 2020, se moriría del susto. Literalmente.

Gracias al método científico tenemos herramientas para erradicar una pandemia, o para hacerla soportable: la del coronavirus, por ejemplo. Gracias a la ciencia no hay viruela. Gracias a la ciencia no hay leprosos en Europa (o son casos muy contados). Gracias a la ciencia, los pacientes VIH positivos ya no se mueren de SIDA, sino que llevan su enfermedad como los pacientes crónicos. Gracias a la ciencia, muchos cánceres se curan. 

Y que después de 300 años de éxitos tenga uno que soportar lo insoportable, resulta estremecedor: la caída del modelo y la sustitución por la farsa, por la charlatanería, por la incultura, por el pensamiento mágico, por la vulgaridad, por el despropósito y por la democracia aplicada a la ciencia, donde el analfabeto opina sobre el coronavirus en igualdad de altavoces que el más docto catedrático de virología, y donde los tratamientos y las medidas de contención de una epidemia son a la carta.

Hay grupos organizados que parecen añorar la Alta Edad Media, aquella que tan magníficamente plasmó Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”: con su mugre y sus hambrunas, con sus gentes muriéndose de peste o de viruela, con los libros encerrados en monasterios sin acceso para nadie, sin luz eléctrica, sin agua potable, sin nada. 

Aunando esfuerzos, una mezcla infernal de terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, sectas satánicas, neonazis, adoradores de ovnis, hedonistas ácratas, cazadores de masones, fetichistas de los porros, delirantes con el 5G, ecologistas que no han visto jamás una gallina e imbéciles con pedigrí, pululan en todas las redes sociales instaurando una nueva religión que, mucho me temo, está calando más de lo que imaginaba en una población carente de cultura y liderazgo. Eso no es nuevo. Tarados los hubo siempre. Pero médicos y biólogos liderando imbéciles acientíficos y abjurando de la ciencia para adquirir una fama pasajera, eso nunca lo viví. Y nunca pensé que mis ojos lo verían. Y nunca creí que los Colegios de Médicos, o de Biólogos, giraran la cabeza hacia otra parte y no alzaran su voz contra el medievalismo.

Que un grupo de 200 médicos se autodenomine “Médicos Por la Verdad”, ya es una ofensa gravísima para el resto de los médicos que ejercemos en España, que somos 160.000. Porque quiere decir, ni más ni menos, que los 159.800 médicos restantes que no estamos en la secta somos “Médicos Por la Mentira”. Y a mí no me llama mentiroso ningún hijo de la gran puta. Por mucho título que tenga.

Que se estén dando conferencias, y publicando libros (uno de ellos con seis ediciones en un mes), para afirmar que no hay pandemia, o que los individuos sin síntomas no contagian, o que esto es igual que una gripe, o que es preferible la experiencia personal a las publicaciones científicas revisadas por pares, o que el dióxido de cloro funciona contra el coronavirus, o que el dióxido de cloro no es tóxico, o que las vacunas que existen ahora provocan autismo, o que las vacunas llevan microchips para controlarnos, o que los aviones esparcen desde el cielo cristales para contagiarnos, o que no llevar mascarillas es un acto saludable de rebeldía, resultaría risible si no fuese mortal de necesidad, y si quienes defienden esas barbaridades fuesen mariscadores gallegos, aceituneros andaluces o pescadores cántabros, y no licenciados o doctorados por una Universidad.

Hace poco, sesenta imbéciles acudieron a Las Canarias para reunirse en una playa a contagiarse a propósito. Habían quedado por Internet. Y yo, desde mi muro, acuso a quienes deberían ser líderes sociales, y no lo son, de favorecer esos comportamientos criminales con sus discursos absurdos. 

No es época de división, ni de actuar cada uno a su bola. Por desgracia, nadie lidera la crisis. Es evidente. Digo ningún político. El Gobierno Central ha dimitido de sus responsabilidades. Incluso tiene que sobornar a los autonómicos para que acudan a las reuniones. 17 Reinos de Taifas, 17 desastres organizativos. A cuál peor. Ni una puñetera norma en común. Ni un solo registro compatible. Y además de eso, por si fuese poco, una sarta de embusteros con el título de licenciado envenenan a la sociedad en lugar de aconsejarla, de guiarla, de cuidarla, prestándose a decir lo que muchos quieren escuchar, lo que ahora vende: que el coronavirus es un invento de las superpotencias para disminuir la población mundial, para enriquecer a las farmacias y para cargarse a los ancianos, pero que, sin embargo (y mira tú que curiosa paradoja), la tal pandemia no existe.

Compañeros médicos, biólogos, abogados, farmacéuticos y licenciados de toda clase y condición que habéis optado por llevarnos otra vez a la Edad Media: sois la vergüenza de la profesión, y no sois dignos de que os llamemos compañeros, y mucho menos científicos. Sois pocos, pero metéis mucho ruido y confundís. Sois pocos, sí. Pero mala gente. Y decís cosas por las que, de haberlas dicho en la Facultad de Medicina o de Biología cuando eráis estudiantes, jamás habríais obtenido ese título del que ahora os valéis para vuestro propio beneficio. Un título del que, si de mí dependiera, seríais desposeídos de inmediato. Lástima que no se pueda.

Podría elegir muchas estupideces de las que defendéis, muchas barbaridades solemnes, pero me centraré en una sola, que en vuestra boca merecería la cárcel: “las personas sin síntomas no contagian”. Cagoentóloquesemenea. ¿Dónde estabais el día que explicaron la tuberculosis, o el SIDA, o la varicela? ¿No contagian los VIH positivos a pesar de estar asintomáticos? ¿No hay tuberculosos bacilíferos sin síntomas de enfermedad? ¿No se contagia la varicela desde pacientes en fase prodrómica? En fin. Mejor callar, que me van a estallar las meninges.

Sois líderes que habéis elegido no serlo para convertiros en bufones. Y eso, en época de zozobra, no tiene perdón de Dios. Ojalá se os seque la yerbabuena.

Ah. Y otra cosa. Mis señas las di al principio. A ver si tenéis cojones para meteros conmigo. Cojones, digo; ya que neuronas… las justitas pa beber sin ahogarse.

Cagoentó.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico del Servicio Andaluz de Salud. Colegiado en Málaga 4787.