viernes, abril 25, 2025
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LA MAESTRA: una puesta en escena para la mente y los sentidos

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Por, John Harold Giraldo Herrera |

Cuando estamos desde la butaca y pasan sobre nuestros ojos y sentidos, los gestos y los pasos, las voces y el ambiente de una obra que nos sacude desde el principio al relacionarnos con la violencia y la pérdida de quienes defienden la vida, no sólo volvemos a una serie de ciclos que hemos repetido, sino que nos comprometemos con nuestros silencios y emociones frente a ese fenómeno.

He visto la obra teatral ganadora del Tercer Concurso Intercolegiado de Vive la Cuenca, llamada La Maestra, una adaptación libre y contextuada de los textos de Nicolás Buenaventura.

Poder presenciarla es vivir una experiencia fuerte y  plena de significados.

 

 

Al ver la obra encontramos esos rastros del recorrido de una nación silente, perturbada por la ley de la sangre. Bañada en gritos de dolor, embadurnada con la indiferencia. De entrada, nos advierte un narrador de lo que se nos avecina: “Esta es su historia”, la de esos marginados, la de los donnadies, personas hechas estadísticas, de refugiados de la desgracia, de arrinconados por los signos de la vergüenza y la fatalidad.

Pero esa es una dimensión, de por lo menos, otras tres que usted podrá explorar, si sigue la de los territorios y sus riquezas. Un asunto de agenda prioritario: lo ambiental y la necesidad de pensar las urgencias que nos demanda; simultáneo a eso, nuestro deber de participación. Podemos escoger entre seguir dejando pasar o actuar. Y lo último, pero no menos importante, está esa animación y fervor por lo que somos, las identidades, las búsquedas, los fracasos, los recovecos del existir.

El mérito, además de ser un apremiante ejercicio de memoria y de recreación de varias de las dinámicas con las que convivimos, es el de extendernos un puente para atravesar el lado de indolencia y percatarnos que hay unas mujeres con sus llantos y esperanzas, con sus miedos y anhelos, que como bien lo profería el teatro griego, actúan como coro, como pueblo, como la voz enterrada y hecha palabra -recuerdo, palabra-acción. Al tiempo, es vanagloriarse de lo que un grupo de jóvenes, motivados y cubiertos con la fuerza de crear(se), entran en escena y nos cuentan con sus cuerpos y actuaciones, también con sus dolores y pesadumbres, las narraciones de lo que padecemos.

Desde los rincones de un colegio, el profesor líder del proceso es Jorge Mario López. Lleva en su piel y capacidad de creación, la vieja y nunca caduca idea, de que en el arte, los estudiantes encuentran un modo de reconocimiento. Luego, cuando existe tanto qué ver, un mundo repleto de imágenes circundantes, de estímulos a los sentidos, de persuasiones por hechos banales, es un bálsamo asistir a una obra de teatro, en donde nos encontramos  en la contracara de una cultura espectáculo que nos sustrae y entretiene con superficialidades.

Habría qué inquietarse: ¿Cómo y con qué energías un docente e institución permiten la activación de unos jóvenes para abrazar la vida y ofrecerles un espacio para sí mismos? Cuando prima la inactividad y la desconexión. Un hecho así nos llama la atención y devuelve un ejercicio de regeneración.

El poder de la obra es ponernos de nuevo sobre lo ontológico, y dejarnos rodando frente a los derechos básicos que debemos defender. Ese relato de La Maestra no hay que verlo, sino emocionarlo, interiorizarlo, dejarlo que sea como un embrión que poco a poco madura. La intensidad no sólo logra sacarnos lágrimas y conmovernos, sino que también nos cautiva con sonrisas, vuelve la mirada sobre nuestros recursos naturales y nos permite ahondar en esas heridas que debemos sanar, para ponerle freno a la barbarie.

La Maestra, no nos complace, una serie de estudiantes se inquieta por ella, uno más la extraña y se pregunta ¿Dónde está? Su voz se entreteje y se dispone como un vacío insoportable. Luego vemos cómo se feria la vida, como si se tratara de objetos movibles. Y de nuevo esas mujeres asumen el papel de las que alertan, no se quedan quietas y entrelazan sus fuerzas para impedir que nos gane el dejo y la desidia.

La butaca se mueve y el público en compenetración con ella se deja mecer por sus episodios, por el juego de luces, por los discursos que nos cuentan con detalle la zozobra, el malestar, la rabia, el despertar de la quietud, el avizorar un refugio, y saber que lo fugaz de nuestros pasos ha de dejar una marca. Y este grupo de estudiantes ha dado una clase de memoria, ha reunido varias de las asignaturas que les legan sus maestros y el propio colegio Inem Felipe Pérez, con un tesón que hace sentir orgullo.

 

 

Ganaron y pudimos ver el fruto de sus esfuerzos propositivos. Seguro como ya lo dijo Carlos Vicente Sánchez, sería oportuno reabrir para los estudiantes de colegios y universidades el festival o un Intercolegiado de teatro, que desde las tablas nos muestren sus pensamientos. Así que si desde la Secretaría de Cultura de la ciudad de Pereira, se abre la descentralización y movilización de lo cultural, tendremos más aperturas para vernos.

Confío en que esta obra cuente con más espacios de difusión, nos estremezca y nos promueva un aliento, y como yo, que estuve en la butaca, pueda animar a cientos y miles a reconsiderar su posición y postura frente a nuestro tiempo.

Cuando las monjas hablan

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Por, Rigoberto Gil en De ver pasar |

 

– ¡Ay, sor Teresa, esta madrugada tuve una pesadilla hermética!

–¡Qué va a ser! ¿Volviste a soñar con que te atacaban pájaros carpinteros provenientes del Vaupés?

–No, menos mal eso no ha vuelto a suceder. Después de la dulce proclama de “Sueños para la Amazonia” los pájaros desaparecieron. Soñé algo peor y no sé cómo contártelo.

–Con calma y con detalle, querida sor Juana.

–Está bien. Soñé que servía en una alta dependencia del Vaticano. Era la primavera. Estaba rodeada de cardenales latinoamericanos que comían pescado en salsa de chontaduro. Discutían, entusiasmados, sobre la conveniencia del matrimonio gay. De repente, en el sueño, la voz del Papa Francisco inundó el recinto. Nuestro padre gritaba a lo lejos: ¡España, aparta de mí, este cáliz!

–¡Qué horror!

–Sus dos consejeros y yo nos miramos sorprendidos. Discretos, los cardenales se retiraron a sus aposentos. Se reunirían en la tarde a discutir sobre los anacronismos del celibato, así lo dijeron, y me pidieron que para esa ocasión les preparara una lasaña de berenjenas con plátano maduro y carne molida.

–De muy buen gusto los comensales, ¿eh?

–Así es. Una vez solos, decidimos tocar a la puerta del Santo Padre, pero no nos abría.

Desde adentro brotaba una voz como de arrabal, como de sangre maleva.

–¿Y qué más decía nuestro guía espiritual?

–Parecía fuera de sí, alucinado. Tengo confusas imágenes de ese instante, aunque te diría que recitaba un poema extraño, como incoherente. Exclamaba, entre balbuceos y gorgoritos:

Niños, pibes, hijos de los guerreros,

bajad la voz, pelotudos, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza;
la calavera, aquélla de la vida!

–¿Cómo es que te acuerdas de toda esa parrafada?

–Lo primero que hice, al despertar, fue anotar ese galimatías. Ya sabes que siempre consulto el libro de interpretación de los sueños de Freud. Ese buen hombre judío alinea mis rutinas en la vigilia.

–Pero vuelve a tu sueño, sor Juana. ¿Qué hicieron ustedes, cómo actuaron?

–Cuando los consejeros escucharon la palabra calavera temieron lo peor. Todos pensamos que el carismático Papa estaba en trance o que estaba siendo atacado por alguna fuerza maligna proveniente de España, ya sabes, eso de los moros, eso de los turcos. AllÍ  habitó, además, el otro Francisco, el dictador Franco.

–Por Dios, no menciones a ese pecador por estos senderos matutinos. Vuelve a tu sueño, te lo suplico.

–Un conserje alemán abrió la puerta. El Papa no se inmutó al vernos y siguió entregado a la proclama de sus palabras frenéticas. Estaba semidesnudo, con los ojos brotados, mientras enterraba, una y otra vez, una daga antigua en una pintura colgada en su estudio.

–¿Recuerdas cuál era la pintura que destruía?

–Cómo olvidarlo: era el Guernica de Picasso.

–¡Menuda herejía!

–No blasfemes, sor Teresa.

–Digo, ¡Virgen santa! No entiendo por qué estás soñando con nuestro Santo Padre. Confiesa la verdad, sor Juana: ¿te quedaste anoche, hasta tarde, viendo Netflix? ¿Ah? Apuesto a que te volviste a ver la historia de Los dos Papas.

–Baja la voz, sor Teresa, que ya estamos llegando a la sagrada iglesia. Sí, para que te lo voy a ocultar. Me volví a ver la película y ya no sé, la verdad, qué pensar de esos dos hombres que hablan y hablan y jamás nos mencionan. Allí aparecen tan humanos, tan contradictorios, tan ellos.

–Razón no te falta. Para mí tengo que hay pecado en el Vaticano.

–Para mí también. Que Dios nos coja confesadas.

–Sospecho, amada amiga, que sigues añorando al venerable Juan Pablo II.

–No te lo puedo negar, querida, no te lo puedo negar.

Caricatura de opinión: Día Internacional de la Protección del Oso

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Don Barbarias un personaje de Don Fingo

Ahora juntos. Fragmentos del libro

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Antojos|

Cada sábado tenemos la sección Antojos, un espacio para leer fragmentos de libros publicados por Sílaba Editores y reseñados en La cebra que habla.

 

 

Siento vergüenza, ese arrebato, tantas frases en tan poco tiempo y yo pensando que estarías atenta y yo sumido en la atracción, tratando de ver y escuchar, y tú en silencio, llenando todo ese otro lado, vano intento, tocar esa pared, creer que hay dos personas en un corazón y que el que llama es el tuyo, al otro lado, infinitamente cerca, en la extrema lejanía de no saber y no ver. Y ahora, de pronto, me asomo, en las palabras que dijiste y te pregunté, cómo es esa otra persona y dijiste, un muchacho, y hablaste de la pulcritud y lo mustio, nada que se parezca a mí pero tuve miedo, que te refirieras mí y en lo que dijiste de lo que leí sentí que pensabas en mí, mis pobres palabras que no sé dónde van, mi voz seca de tanto callar y que ahora quieren pedirte, acercarte, a mí que ni siquiera sé quién soy y quedé golpeado y me da pena mirarte.

 

Quién me proteja, ay, quien lo haga por ti,

me envuelva y guarde a esta hora

y sepa dulcificar mis acentos

Los deseos arden en veladas cenizas

En la quietud de la hora,

y la sombra ya no soy yo

Fiebre que mis días no dejan secar,

para que te contenga y alargue para ti

su secreto rodeo

En la quietud de esta tarde santa del pensamiento,

apenas imagen, sed en el agua,

y que te lleve y deje que seas tú venidera

Y si de algo se acuerda sea de mí

 

Ese paisaje mío, no querría ensombrecerle, se abre, brilla a pesar del humo. Aún las noches, entre los días y las noches mi vida y cada noche es un poema no escrito, cada día palabras que no se juntan. La pausa es la escritura, la realidad es muda, resplandece y silencia. Te he estado escribiendo para no verte. Quién soy yo para mirar, tendría que desaparecer. Y en la mirada encontrarnos, siendo tú y yo nadie, tú la persona de mi mirada y la no persona de lo que advierto mirando

 

Y si lo que estoy escribiendo,

si al decirlo fuera ya compasión

Briznas de una lluvia ida,

aire de un alma que no llevo atento

De golpe pienso en ti y te veo,

concentrada en tu mesa,

siguiendo palabras sin rienda

Mi línea de arena,

por un camino que no desespera

No hay siquiera sonidos

y lo que escribo rueda seco,

una voz deja repicar el vacío

Eres tú, me queda esperar que así eres,

si de verdad te he mirado

y cuando pestañeas existo y no existo

No vuelvas a rodearme si quieres,

soy tus ojos mi sombra tus párpados

Lo demás son mis dedos,

el miedo a seguir detrás tuyo

si estás o bien si no vienes

 

Ya no sé nada. Estoy a punto de entrar en lo que no conozco. Doy pasos, los caminos se juntan, el punto soy yo, el no asidero, y me voy yendo, nada me contiene, no puedo quedarme quieto. Por eso te hablo, te busco en palabras quebradas. Las frases se interrumpen, el miedo las borra. De qué está hecho el silencio, sal de mi lengua

 

Ni una sola imagen por dar,

escritura y desierto

Vivo en la vaguedad de los decires,

el hálito de las palabras por acercarse

Y hay fluidez y son agua,

pero se queda quieta o luego se va

Y no retengo y no me contiene,

lo que antes había ya no es,

lo que me justifica no vuelve

Pido la compasión de unos ojos

en la mente no en realidad,

sin imagen el alma apenas consiente

Qué puedo hacer, ni una señal,

si pido algo de golpe se aquieta

Tal vez haya huellas en esta marea,

entre el cielo y la tierra una respiración,

como si fuera el hombre solo consigo

Una conversación con ÉL al pie del trapiche

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Por, Martha Alzate |

ÉL me llamaba todo el tiempo “mi amor”, y yo nunca le pregunté su nombre. Me tenía atrapada en sus relatos, que salían silbados a través de los únicos dos dientes que obraban como barrera en su desbordada carrera.

 

 

Más tarde supe que ese hombre de aspecto y discurso rebeldes, de manos ennegrecidas por el esfuerzo de jornadas que se vienen sucediendo, una tras otra, desde hace mucho tiempo, era el que mandaba en el trapiche: “es el que manda aquí”, me dijeron, y, así, mi mente se hizo una idea más ajustada a su realidad.

Algo de ese poder se podía intuir, pero no era evidente en un comienzo. ÉL era, a mis ojos, tan solo el encargado de introducir, uno tras otro, apegado a un ritmo frenético, los bastones de caña en la máquina en la cual un adecuado ajuste de piñones, placas y poleas, los transformaba en un jugo, que chorreaba a borbotones en una cantidad asombrosa.

Hablaba sin parar de un sinfín de temas, y me obsequió, entre otros, un pasaje memorable de la picaresca campesina. A propósito de su manera de vivir, repetía sin cesar “yo no paro en la casa, y llego y en llegando ya tengo ganas de salir”. Para estimularlo a seguir hablando le dije, en tono de fingida ingenuidad: “su mujer debe vivir muy aburrida con usted”. Entonces, dueño de esos ojos negros llenos de vida pasada, de días bien vividos, me contestó: “pues niña, póngase a ver, cuando uno no se amaña en la casa, es que no simpatiza”.

 

 

Me reí un rato con ganas, y todavía me sigo riendo, al comprender el trasfondo de sabiduría de aquellas palabras arrojadas así, a destajo; al vaivén de los zarandeos que la máquina moledora le iba dando a la caña, saltitos mediante los cuales ella, remilgona, se iba dejando llevar para entregarle poco a poco su néctar interior.

Era el ambiente, todo, una reconstrucción de un mundo, con sus sonidos, sus olores, las montañas elevadas de bagazo, de las que emana ese aroma dulzón a pesar de estar ya secas de líquido, despojadas.

Las palabras de ÉL se iban deslizando, mientras, seductor, quería, a la vez, transmitirme todo lo que sabía, mostrarse ante mi pleno de autoridad en la materia.

Así, me explicó, didáctico, seguro de sí, a pesar de los dientes faltantes, del pelo a desgreño, del sudor, de las manchas del sol, de la tierra en uñas y manos, como un enamorado que desea iniciar a su interlocutora en ciertas artes, las de su más completo dominio; de esa manera me instruyó en los secretos del procesamiento artesanal de la caña de azúcar. Me contó de las plagas, de las mezclas indebidamente realizadas que aprovechan hasta los palos corrompidos por la mordedura del animal, o vinagres por el tiempo, y que a la postre arruinan la calidad del producto perfecto del cual, por supuesto, él era guardián.

 

 

Me indicó, señalando con una uña larga y negra de muchas tierras trasegadas, el lugar exacto en el que el bicho se depositaba para penetrar el corazón del tallo, y me transmitió la ética más elemental: no se usan ni cañas picadas ni vinagres, porque arruinan la cochada.

ÉL estuvo dispuesto a compartir conmigo, generoso, todos sus conocimientos. Y yo, una desconocida, figura enigmática, venida de lejos, acompañada por personas extranjeras que se sentían aún más extranjeras en aquel paraje perdido de nuestra geografía profunda, lo recibí con un placer parecido al oteo lejano de la madera que se quema en el hogar.

Soy de aquí, pensé, mucho más de lo que me doy cuenta.

Después, derivó en vericuetos. Habló de sus hijos, de sus tiempos vividos en ciudades imaginadas, de sus actividades laborales, dejó el rol de experto y se instaló en el de padre orgulloso, mientras yo recordaba su discurso anterior, el de no estar nunca en casa, y reflexionaba sobre las contracciones de la existencia.

 

 

Mentiroso, trabajador, exagerado, enredador, lúcido, conocedor de su oficio, enamorado, todos esos adjetivos le aplicaban juntos y no parecían excluyentes.

Fastidioso, se definió ÉL, acompañando su pregunta con una risotada coqueta: ¿muy fastidioso este hombre?

Así fue mi corto intercambio con su figura, emblemática para mí, del campesinado de nuestro país, en presencia de la cual me sentía tan cómoda, unidos como estábamos por señas de identidad instaladas en una profundidad insospechada.

Tal vez este encuentro me remontó muy lejos en el tiempo, a aquellas noches en que estando de visita en la propiedad cafetera de mi padre, se decidía que había que pasar la noche sin previa preparación. Entonces, la niña que fui, jugaba escondite con los hijos del agregado, y aspiraba los olores profundos de la tajada frita en fogón de leña, que se mezclaba con los humores fuertes e inconfundibles de los trabajadores de la tierra, amalgama de sudor, hierbas, roce de naranjos en flor, panela y cereza de café.

 

 

Escribiéndolo recuerdo lo que ese día nos explicó el encargado de todo el proceso, otro distinto “al que manda”, que también mandaba, pero desde una posición más operativa. Nos dijo así: “El detalle de las panelas nuestras en el municipio es que esa esencia o ese vapor que se aspira es porque hay un complemento en los cultivos de naranjo, guanábanos, borojó, mandarinos, chontaduros, entonces como que toda esa mezcla de sabores o aromas, la caña absorbe también como esa parte, entonces por eso la aroma de la panela nuestra es muy especial”.

Quedé iniciada en el ritual del trapiche artesanal, y como buen apóstol puedo dar fe del milagro de su transformación.

 

 

Desde que se cortan los bastones que pasan chirriantes a través del molino, entregando el zumo atropelladamente. Vertido luego al calor para transformarse por el rito sacrificial del fuego, su materia se impulsa hasta alcanzar altas temperaturas, buscando un punto indefinido, una especie de éxtasis que solo el ojo del buen conocedor sabe establecer. Llegados a ese momento, la miel se vierte amorosa, a golpes de remellón, en la cubeta. En este recipiente, cáliz sagrado, el brazo tierno y firme del panelero, propiamente el que hace la panela, le va dando consistencia, mientras arrulla el líquido que bien pronto será sólido con su tradicional mecedor.

 

 

No lo sé, no tengo una prueba científica para sustentar que la panela El Porvenir, del trapiche Villa Rica, en Quinchía Risaralda, sea la mejor del mundo. Pero sí puedo afirmar que está hecha de la generosidad de la gente de la tierra, de su saber forjado en extensas jornadas de calor y sudor. Con su tono claro, libre de químicos e impurezas, para mi esta panela es, sino la mejor, la más digna que conozco.

 

 

#lacebraenimagenes

Los bienes culturales son patrimonio colectivo

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Biblioteca Guayacanes, Comfamiliar Risaralda

Información de interés público |

Manifiesto de la Red de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar:

 PORQUE LOS BIENES CULTURALES SON PATRIMONIO COLECTIVO.

Todas las personas tienen derecho a decidir su propio destino, a sus libertades individuales y al ejercicio de la ciudadanía. Y para que ello sea posible, resulta indispensable que el individuo incorpore el hábito de la lectura a lo largo de su vida.

La lectura se valora cada vez más en las sociedades modernas. Ello se debe fundamentalmente a que contribuye al desarrollo del lenguaje. El lenguaje no solo define al ser humano, sino que también facilita las relaciones humanas.  La lectura es el verdadero camino hacia el conocimiento y la libertad, dado que permite al individuo viajar por los senderos del tiempo y el espacio, así como conocer y comprender diferentes sociedades y culturas. Cumple un papel fundamental en el mejoramiento de la capacidad intelectual de las personas y la creación de seres autónomos. En ese sentido se puede afirmar que la lectura es la más importante de las manifestaciones culturales porque con ella las personas enriquecen su visión del mundo, incentivando su pensamiento lógico, crítico, inclusivo y creativo, facilitando su capacidad de expresión para dialogar, comprender y respetar la diversidad de pensamientos y contextos.

 

Biblioteca Guayacanes, Comfamiliar Risaralda

 

La información es un bien cultural que debe estar al alcance de todas las personas, es un medio indispensable para la adquisición, producción y transformación del conocimiento, para que cada individuo avance en procesos de desarrollo humano y social, consolidando la democracia, la convivencia pacífica, la transmisión de su cultura a las siguientes generaciones. El acceso a la información posibilita la integración de las personas a la sociedad, permite su participación en la vida comunitaria y barrial, favoreciendo la realización personal, laboral y social de todo ciudadano.

Los libros son el depósito de la memoria, la extensión de la memoria, la fantasía, la imaginación… La humanidad siempre ha necesitado de los libros. En los viejos tiempos los libros eran seres humanos, más tarde se convirtieron en objetos que sirven de compañía; el libro es ese amigo inseparable que cuenta historias, anécdotas, alegrías y tristezas. El libro permite conversar con el autor y consigo mismo, al libro se le puede interrogar sin límite alguno acerca del misterio que albergan sus páginas, que son como ventanales abiertos sobre los paisajes de otros pueblos y otras almas. Leer un buen libro es como entrar a un cuarto bien iluminado.

 

 

La Biblioteca Pública es fuente esencial para la adquisición del conocimiento, es el escenario más democrático, incluyente y participativo porque contribuye a la creación de sociedades lectoras, incentivando el acceso libre e ilimitado a los libros, la información, la cultura y el conocimiento.

La biblioteca pública es fundamentalmente una institución social, entendida como una organización que se encuentra estrechamente vinculada al diario vivir de una comunidad, en aspectos relacionados con las dinámicas culturales, educativas, económicas, políticas y sociales en las que se desenvuelven las personas.

La biblioteca pública es una institución social comprometida con el fomento de las actividades culturales de las comunidades, bajo una perspectiva de integración a la vida local sin olvidar los aspectos globales. Asimismo, debe estar vinculada a las diversas posibilidades educativas del entorno, sean éstas formales o informales, procurando la autonomía y fácil desenvolvimiento de las personas, promoviendo espacios para la participación ciudadana y la vida democrática. La biblioteca pública debe estar ligada a las acciones que permitan el mejoramiento económico de las comunidades al ofrecer información relacionada con el auto –reconocimiento, el emprendimiento, la productividad, la innovación, el empleo y la generación de espacios que promuevan la convivencia pacífica.

 

Biblioteca Comfamiliar en Santuario, Risaralda

 

Pero lo más importante de una biblioteca es el recurso humano. Éstos deben ser apasionados de la lectura y la información, deben ser grandes lectores de su contexto y líderes en su comunidad; deben propiciar la cohesión social entre distintos actores de su entorno, creando espacios para el diálogo y la reflexión permanente, poniendo a disposición de las personas toda la información necesaria para la toma de decisiones de interés general. El desarrollo de una biblioteca depende en gran medida de la continuidad de sus procesos culturales y comunitarios, y para que ello sea posible se debe garantizar la permanencia del recurso humano.

La Red de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar declara el valor de la biblioteca pública como fuerza viva de convivencia, paz y libertad; escenario para el ejercicio de las libertades individuales, la ciudadanía y eje de la innovación social y el desarrollo sostenible e invoca a todas las cajas de compensación familiar del país a crear, apoyar, fortalecer y promover este servicio tan importante para el desarrollo humano y la cohesión social de las comunidades.

 

Biblioteca Cafamaz. Tomada del facebook de la Red de Bibliotecas de Cajas de Compensación Familiar.

 

La Red de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar:

  • Acoge la Constitución Política de Colombia y la legislación emanada de ésta, relacionada con la cultura y la información, el fomento del libro la lectura y las bibliotecas.
  • Reconoce su pertenencia al sistema del subsidio familiar colombiano, así como las disposiciones legales que la rigen, las instituciones que la agremian y las entidades que la regulan.
  • Realiza convenios con entidades públicas y privadas para la creación, puesta en marcha y desarrollo de las bibliotecas.
  • Incorpora el Manifiesto de la Unesco/IFLA en favor de la Biblioteca Pública en su integridad, aplicado a las características de Colombia y sus regiones.
  • Establece relaciones de mutuo beneficio con otras redes de bibliotecas y entidades del orden municipal, departamental, regional y nacional.
  • Promueve la cooperación internacional para el desarrollo de las bibliotecas.
  • Contribuye con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas) de acuerdo a las necesidades del país y sus regiones.
  • Reconoce la cultura como fundamento de la nacionalidad colombiana, por ello trabaja en la identificación, conservación y difusión del patrimonio cultural.
  • Promueve la recuperación y difusión de la memoria histórica como fuente de paz e identidad.
  • Fomenta la creación de los servicios de información local para la participación ciudadana.
  • Promueve la inclusión social desde el acceso al conocimiento y las estrategias del fortalecimiento cultural.
  • Promueve las prácticas de lectura y escritura en diferentes medios y formatos, a la población afiliada y comunidad en general, desde la primera infancia y sin límites de edad.
  • Procura el acceso a la información a diferentes etnias y grupos sociales en sus respectivas lenguas maternas y dialectos.
  • Fomenta la cultura de paz mediante el diálogo y el intercambio cultural.
  • Crea espacios de formación que cualifican la labor del personal a cargo de las bibliotecas.
  • Estimula y reconoce el buen desempeño de bibliotecarios y promotores de lectura.
  • Organiza, difunde y participa en eventos académicos que promueven el libro, la lectura y las bibliotecas.

Tipos de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar:

  • Bibliotecas públicas
  • Bibliotecas escolares
  • Bibliotecas público – escolares
  • Bibliotecas rurales
  • Bibliotecas digitales
  • Bibliotecas viajeras (Maletas o cajas Viajeras)
  • Bibliotecas móviles (Bibliobuses, biblioburros, bibliomotos, bibliolanchas, biblojeeps, entre otros).

Valledupar, 14 de febrero de 2020.

Addy Martínez de Llanos, Cajamag | Estefanía González Vélez, Comfama Antioquia | Ezequiel Mosquera Rentería, Comfenalco Valle |  Leidy Johana Galvis Mejía, Comfenalco Antioquia | Mercedes Galeano, Cajasan |  Orlando Enrique Becerra, Comfacesar |  Wilson Flórez Valencia, Comfamiliar Risaralda.

DENUNCIA PÚBLICA ¡Dejen hablar a la cebra!

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El portal web La cebra que habla, que desde hace cuatro años y bajo el lema ” Otras formas de mirarnos“, está dedicado a contar historias para conocer los territorios y de esa manera construir ciudadanía, denuncia ante sus lectores, amigos, medios de comunicación, organizaciones sociales y entidades defensoras de la libertad de expresión, que el pasado sábado 15 de febrero fue objeto de ataques cibernéticos que causaron daños irreversibles en buena parte de sus archivos de texto, audiovisuales y de diseño. Además, los ataques produjeron la caída de la página desde ese día hasta el martes 18 a primera hora.
Rechazamos ese tipo de acciones, que no sólo vulneran el derecho a la libre expresión y circulación de las ideas, sino que representan una amenaza para los intentos de construir, desde la inteligencia y la creatividad, opciones duraderas de paz y convivencia para Colombia y el mundo.

La FONDA TALLER: un espacio para el intercambio de saberes en construcciones tradicionales

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La FONDA TALLER -Asociación para la Preservación de la Cultura Material Cafetera- es una iniciativa creativa de Tatiana Rivera, arquitecta, y Sara Acosta, diseñadora industrial, dos pereiranas que tras largo tiempo de formarse y vivir en el exterior, tienen el deseo común de volver a su tierra de origen para contribuir al renacimiento de tradiciones materiales de la región.

El uso del bahareque y la tapia pisada son productos de construcción tradicionales que se están extinguiendo, de ahí que informar a las nuevas generaciones sobre sus usos, aúna esfuerzos para la conservación del Paisaje Cultural Cafetero. En este sentido, Sara y Tatiana deciden asociarse y crear un espacio educativo de intercambio de saberes, oficios y tradiciones constructivas locales, que retoma el nombre de la Fonda como lugar de encuentro icónico y base de ricas expresiones de identidad con el territorio.

 

 

 

En este espacio se ofrecen cursos de bioconstrucción, conservación del patrimonio arquitectónico, diseño y técnicas artesanales. Los talleres son dictados por maestros de la región y reconocidos profesionales -nacionales e internacionales-, en busca de un diálogo de saberes sobre el uso de materiales locales con soluciones innovadoras.

 

 

El primer curso que ofrece la asociación el próximo fin de semana del 21 al 23 de febrero, tiene por objeto la valoración de nuestra arquitectura vernacular y de las ancestrales técnicas del bahareque y la tapia pisada a partir de los recursos naturales disponibles: tierra, madera y bambú. En él se hará una introducción a la tierra como material de construcción y se ejecutarán muros con diferentes tierras y variedades cromáticas. Se aprenderá sobre la caracterización del material, los criterios de selección de suelos, la preparación de mezclas y se harán pruebas de campo. Se espera que estos contenidos se puedan aplicar en proyectos arquitectónicos contemporáneos y en intervenciones de edificaciones históricas como fincas, haciendas y centros históricos.

 

 

Para este taller la tallerista invitada es Jenny Vargas, arquitecta, magister en Conservación del Patrimonio Cultural Inmueble de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Arquitectura de Tierra de la École Nationale Supérieure d’Architecture de Grenoble-Francia. Actualmente es profesora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia, directora de proyectos en ATESORA-Arquitectura, Tierra y Patrimonio SAS y miembro de la Red Iberoamericana de Arquitectura y Construcción con Tierra PROTERRA.

 

Para inscripciones y mayor información contactar a [email protected], celular: 3217194250, whatsapp 3213005600