sábado, abril 26, 2025
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En casa de Alirio la hospitalidad se da por partida doble

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Por, Martha Alzate |

Alirio es un campesino sencillo, que carga sus años sobre las líneas de sus ojos rasgados, ojos que son como yo imagino los de los armadillos, esas criaturas laboriosas y firmes, hechos de yerba y barro, de la misma materia que se ha forjado su concha amalgamada a fuerza de sol y lluvia; pacientes en la siembra de la semilla, a la espera de que la arcilla fértil les devuelva, desde su amor de madre primigenia, su esfuerzo transformado en flores y frutos.

 

 

A este hombre de campo lo habíamos conocido antes, pero en esa oportunidad yo no pude estar presente. Así, mis primeras nociones sobre él las tuve a la distancia, a través del texto y las fotos que publicamos en nuestro portal, tal vez en el frío invierno bordolés de finales del 2018, no lo recuerdo con exactitud.

De ese tiempo francés me traje la sonoridad de un idioma en el que apenas navego con dificultad, como tragando bocanadas de agua en cada palabra mal dicha, en las frases conjugadas en tiempos incorrectos, que se me vienen a la boca como grandes olas que debo sortear, masas húmedas sobre las que discurre mi pensamiento y mi deseo de decir, y que se hacen más grandes en la medida en que lo que quiero expresar deviene complejo.

Francia me dejó también un par de buenos amigos, a quienes quise atar a mi vida alentando en ellos el deseo de venir a verme y, de paso, conocer o volver a Colombia.

Pues fue así como en enero de este 2020, que empieza cargado de incertidumbres en todos los niveles, y con mi corazón en zaranda, recibí la visita de mis amigos franceses más queridos.

Pensé, porque así me lo pidieron, que llevarlos donde Alirio sería una buena alternativa para darles a conocer el proceso de un producto que consumen copiosamente en el continente europeo, pero con el cual difícilmente pueden tener un contacto directo, ausentes como están por su condición de localización geográfica de las veleidades del exuberante trópico.

Nuestro encuentro con este campesino, de rostro curtido y pecas en las manos, tuvo entonces como objeto realizar una incursión en el mundo del cacao. Él nos recibió en su propiedad, ubicada en la vereda La Argentina del municipio de Marsella.

Para llegar a ella desde Pereira es obligado recorrer una vía rural, que por momentos deja de ser apenas un carreteable y se convierte en una suerte de trocha.

Circulando por allí no pude evitar considerar que, visto desde los ojos de un francés, acostumbrados como están a la infraestructura vial mejor construida aún en los recodos más lejanos de su país, esta ruta venía a ser parte de una aventura algo más que extrema, extraña.

Sabían, porque conocían Colombia desde antes, que este es un país precario, donde la gente sobrevive en condiciones que para ellos serían impensables. No obstante, por más que se tenga una idea más o menos certera de las sorpresas que nos depararán los caminos rurales de esta porción de América, siempre la realidad nos arrasa, nos sobrepasa con situaciones absurdas, con parajes imposibles de prefigurar.

Después de abandonar la carretera que se desliza por momentos proyectándose hacia los meandros del río Cauca, llegamos a una casa simple pero completa en toda la extensión de la palabra; digna por su limpieza y organización, entera porque en ella habitan en armonía Alirio y su mujer, con una nieta que quiere estudiar agronomía en la gran ciudad para poder ayudarles a sus abuelos con las labores de la finca.

 

 

Alirio es un líder natural. Sentado en la mesa de madera rústica de su vivienda de campo, casa pintada de un color verde cuya tonalidad ayuda a configurar un estado de ánimo esperanzador, nos explicó su proceso.

El cacao es, más que una fuente de supervivencia, un estilo de vida para estos campesinos agrupados en la Asociación Choco Rico, cerca de 60 cultivadores en todo el municipio de Marsella y más de 1.200 en una región ampliada que abarca hasta el Chocó.

Una manera de ser y estar en el mundo, se podría decir.

 

 

La posibilidad que tienen hoy de vivir dignamente de sus cultivos plantados en parcelas de entre una y cinco hectáreas, ha pasado por varias vivencias y reflexiones.

Estas fueron zonas cafeteras de las que les tocó irse cuando vino la crisis del grano.

Volvieron después de vivir en otras regiones del país, para encontrar que los pisos térmicos habían sido drásticamente modificados por el cambio climático. Arribaron de regreso a sus propiedades rurales para enfrentar una pregunta existencial: y ahora, ¿qué?

El café dejó de darse porque el calor abrasó los suelos más bajos, y además, al tiempo, poco antes o poco después, da igual, se convirtió en un producto poco rentable del cual no era posible vivir dignamente.

Para esta cuestión definitiva Alirio tuvo una respuesta: el cacao, es lo que él sabía hacer. Y empezó con paciencia a tejer una red de pequeños propietarios, que, como él, requerían de una salida para conservar la autonomía que les da el hecho de ser amos en su tierra.

 

 

Aunque pobres, son dueños de sus parcelas, y poseen la certidumbre, y además la ventaja, de poder vivir de sus terruños, y algo no poco despreciable, de contar con la forma de garantizarse la soberanía alimentaria.

La entrevista estuvo también cruzada por ese intercambio de miradas, y no me refiero solo al movimiento, de los ojos rubios a los morenos tiznados por el sol, sino a los mundos mentales a través de los cuales se iban desplazando los unos hacia los otros.

Espiritualidades disímiles y difícilmente conciliables, pues provienen de experiencias fundantes que definieron desde muy temprana edad su aparato cultural, el compendio de normas que constituyen lo que está bien o mal, lo que es aceptable, agradable, conveniente o no negociable.

Me sentí ubicada esa mañana en medio de esta permuta cultural, dispuesta como un enlace, una interfaz que corregía los breves desvíos de unos y otros, para volver a encajar la conversación y el flujo de preguntas y respuestas que circulaban sobre la mesa que, hecha de tablones toscos, vino a convertirse en una especie de barco anclado en un puerto intercontinental.

Mazorca, nos dijo Alirio que se llamaba el cacao cuando ya está maduro, y nos abrió ese fruto prodigioso, del cual sobresalían unos granos rodeados por una fina pelusa blanca.

 

 

Dispuesto así, en proverbial desnudez, el cacao parecía una tentadora guanábana color marrón.

Nos contó, haciendo uso de su voz profunda de hombre añejado por los vendavales más diversos, que son los granos los que se muelen para obtener la base que después vendrá a convertirse en pastillas para preparar bebida, o en trozos para llevar directamente a las papilas gustativas.

Su mujer, en la cocina de estilo campesino -hermosas las dos, mujer y habitación, férreamente apegadas a una simple identidad-, nos hizo la demostración de la molienda en una máquina tradicional, una multiusos que también sirve para triturar el maíz para las arepas.

 

 

Llegó el momento en el que se sirvió el desayuno montañero que los anfitriones de casa quisieron ofrecer a los visitantes. Una abundancia que provino de su manera generosa de compartir lo que se tiene a la mano, aquello que es lo mejor de que se dispone: un plato compuesto por huevos pericos, arepa, aguacate, y una taza de chocolate, hecho con el cacao que cultivan Alirio y sus compañeros, y que procesan en una planta en Pereira tanto para las ventas locales como para atender a sus clientes internacionales.

Los franceses me miraron desconcertados, eran las once de la mañana, y preparaciones tan copiosas están totalmente desacostumbradas en su país, incluso en las primeras horas del día. Además, ellos no tienen el hábito de tomar alimentos entre comidas, son rigurosos con los horarios, pero, por supuesto, no querían desairarlos.

Entonces, mi función de interfaz se puso a prueba y tuve que tomar una opción salomónica: les pedí que solo sirvieran dos porciones y que todos podríamos compartir.

 

 

Rápidamente se hizo evidente que aquella carga calórica tendría que ser asumida por nuestros compañeros hombres, puesto que las mujeres presentes fuimos incapaces de acceder a tales manjares. No hay que olvidar que estas meriendas fueron concebidas para proveer a los campesinos de las energías requeridas para sus arduas jornadas en el tajo.

Varios días después todavía nos reiríamos al recordar el día en el que estos amigos extranjeros tuvieron que almorzar doble.

Pero como dicen los viejos sabios, hay ocasiones en las que es mejor comer dos veces que dar explicaciones.

 

Fotografías de la finca de Alirio

Lo más al norte de nuestro sur, parte II

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Galería de fotos, Jorge Andrés Morales Velásquez |

Apreciar  la inmensidad y riqueza del océano, contrastado con la inmensidad y precariedad aparente del desierto, es un ejercicio que necesariamente nos debe conectar con la realidad de La Guajira y sus pobladores.

 

 

Enfrentados a unas condiciones naturales difíciles y defendiendo su acervo cultural, son impactados, no necesariamente bien, por el avance de la “civilización” y al final,  las manos vacías y el deterioro del recurso natural son las señales que nos hacen pensar que algo estamos haciendo mal.

 

Botamán Biyá: Ana Lucía Cardona explora los meandros de la literatura indígena

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Ana Lucía Cardona, docente y escritora, fue ganadora en el 2019 de la convocatoria de estímulos de la Secretaría de Cultura de Pereira, en la modalidad de ensayo, con su libro “Botamán Biyá: apuntes sobre dos oralitores”, una indagación a la poética de dos autores indígenas colombianos: Miguel López y Freddy Chikangana. Compartimos un fragmento del libro ganador.

 

No quisiera cerrar este texto sin indicar que la idea de lo oraliterario es eminentemente política, ya que le apunta a divulgar la cosmovisión de una comunidad poco visible. Esto, sin desconocer que se preocupa por realizar una creación estética que apele a la reinterpretación de sus propios símbolos. Además, tiene una fuerte relación con el acervo mítico de una comunidad indígena en particular, si bien existe el intercambio entre indígenas e incluso con comunidades no indígenas dado que, si bien no todos pertenecemos a la misma cotidianidad, si somos parte de un proceso de hibridación que nos ha dejado marcas en común.

Es por lo anterior que una de sus estrategias consiste en emplear gran cantidad de términos que pertenecen exclusivamente a una lengua indígena y que, como en el caso de A’ Kabal, muestran la estrecha relación, tanto desde el punto de vista de la forma como del significado que establecen las lenguas indígenas con su entorno, con palabras cuyo significante podríamos encontrar más orgánico que arbitrario como la expresión verbal una correspondencia armónica con el mismo. Por ejemplo, el nombre de un ave puede ser la onomatopeya misma de su canto.

Pese al diálogo con la tradición, es importante aclarar que la oralitura nace con los escritores indígenas contemporáneos. No desconocen la tradición literaria indígena anterior a ellos, pero es un hecho que son ellos quienes tienen por primera vez la posibilidad de escribir, traducir, divulgar y publicar sus propios textos, sin ningún tipo de intermediario. Es por eso que tiene un autor indígena definido, con influencias, estilos y motivos literarios precisos, como cualquier autor perteneciente a otra comunidad y cuenta con una influencia de lo sincrético (caso de Chikangana, por ejemplo) de manera que puede establecerse un puente con la idea de lo real maravilloso y el barroco latinoamericano como manifestaciones autóctonas pese a que la designación es prestada, como pasa con la palabra oralitura que viene del África.

La oralitura es una apuesta por una idea distinta de la literatura en la que corren a la par la historia, la reflexión sobre la misma, el diálogo, la ensoñación, la cotidianidad esencia de su nacimiento como palabra propuesta desde África y empleada por Fall y otros investigadores a la hora de reconocer que su forma de asumirse frente al mundo sin seguir los mismo cánones y taxonomías de occidente, más sí empleando algunas de sus herramientas.

En este sentido lo oraliterario es un llamado de atención no solo a la crítica literaria sino también al resto de las instituciones que se han ocupado de estudiar nuestra cosmovisión y cultura en tanto ha ratificado una vez más, como lo he dicho en el apartado anterior, que no es posible ver el conjunto de nuestras creaciones y formas de ser en el mundo tal cual como se han visto o analizado desde el centro occidente europeo, pues en nuestro territorio pueden confluir al mismo tiempo ideas de la mentalidad primitiva, medieval o contemporánea sin que exista riña entre ninguna, aunque para los foráneos sean absolutamente irreconciliables.

Por lo tanto, un texto oraliterario, es un texto generalmente híbrido en su construcción formal, dado que puede emplear tipologías propias de occidente u otras culturas (como la novela, el poema o el cuento, el haiku, etc) mezclándolo con formas tradicionales. Aunque mantiene casi siempre un contenido relacionado con el mundo mitológico y lo cotidiano de las comunidades originarias…

 

Epílogo Siete intelectuales frente a un mundo en disolución

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Siete intelectuales latinoamericanos -dos brasileros, tres mexicanos, un norteamericano, y  un español-, expusieron sus perspectivas con relación a las encrucijadas sociales y los retos planetarios actuales, que se vuelven tangibles en las fronteras de los estados nacionales. Estas intervenciones se realizaron durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2019 y en La cebra que habla publicamos algunos apartes de las intervenciones llevadas a cabo por el grupo de Crisis y Crítica con motivo de su reunión del año 2019, durante la Feria. Esta entrada finaliza y condensa lo que publicamos durante el mes de enero del 2020.

Presentación de la cuarta edición de El continente vacío.

Feria Internacional del Libro; Guadalajara, 5 de diciembre, 2019.

 El continente vacío fue la coronación de años de viajes por las ciudades de América, como joven conferenciante, escritor y profesor. También ha sido la expresión de mi fascinación por su naturaleza, sus civilizaciones antiguas y sus culturas modernas; y de mi angustia frente a su continuada destrucción ecológica, social y cultural.

 

 

Este ensayo se articula en torno a tres temas principales. El primero de ellos es negativo. Puse de manifiesto la destrucción colonial de las grandes civilizaciones americanas y millones de vidas humanas como el cumplimiento, bajo la espada hispánica, de la teología política de San Pablo y su instauración en el Imperio Romano-cristiano.

Con esta crítica esclarecí el significado de la llamada teología de la liberación cristiana como teología política de la colonización y destrucción de las grandes civilizaciones Azteca, Inca, Maya, Hopi, Guaraní o Yanomani.

El segundo motivo de mi ensayo es plenamente afirmativo. Es una revaloración del Inca Garcilaso, que rompe con su tergiversación nacionalista como patrón del mestizaje colonial peruano.

Contra esta visión provinciana reconstruí a un Garcilaso que, en sus Comentarios reales, había articulado la cosmología Inca con el neoplatonismo del filósofo sefardí Leone Ebreo, y de su síntesis, en sus Dialoghi de amore, del esclarecimiento medieval hispano-islámico, con la espiritualidad de la cabala hispano-judía. Y llamé la atención sobre la íntima relación intelectual de esta obra de Garcilaso, el primer proyecto de restauración hermenéutica de las culturas antiguas de América, con el humanismo italiano del siglo dieciséis.

La tercera y última parte de El Continente vacío es, nuevamente, negativa: reconstruye la continuidad tanto lógica como logística entre la teología política de la colonización y las epistemologías científicas vinculadas al imperialismo industrial moderno.

En la foto, Eduardo Subirats. Tomada de zasmadrid.com

 

Nunca me he ocultado que estos tres argumentos iban a chocar violentamente con el nacional-catolicismo español. Primero: el credo católico no puede admitir en modo alguno lo que, sin embargo, el propio Fray Bartolomé de las Casas o Casaus tituló “la destrucción de las Indias”: las masacres, la tortura, la esclavitud y la muerte, diseminados en nombre de la cruz. Segundo: el nacional-catolicismo tampoco puede aceptar que la península ibérica haya albergado en los siglos doce y trece el florecimiento de las culturas hebrea e islámica, con las que no podía competir ni espiritual, ni científicamente; mucho menos es capaz de admitir que este auge cultural despertara el nacimiento de la Europa moderna más allá de los Pirineos.

Algo semejante puede señalarse con respecto a la continuidad histórica entre el colonialismo eclesiástico y el colonialismo industrial: no por más obvia, este continuum histórico de los procesos ecológicos y culturales de destrucción es silenciada obstinadamente por los departamentos latinoamericanistas estadounidenses.

Son significativas las censuras que han rodeado a El Continente Vacío. El nacional-catolicismo destruyó su primera edición, en el Madrid de 1993, tras defenestrar a su editor argentino Mario Muchnik. Princeton University la rechazó porque estaba demasiado apegada a las tradiciones críticas de la intelligentsia latinoamericana, de Ángel Rama a Eduardo Galeano. Lo rechazó asimismo por no pagar el debido peaje a los postcolonial studies. Finalmente, la editorial germana Hanser Verlag también la dejó de lado porque mi reconstrucción teológica implicaba a la financiación alemana de las empresas de conquista bajo el reinado de la casa de Habsburg.

Presento hoy la cuarta edición de este libro en la mejor de las ocasiones: el Quinto Centenario de la invasión española de México. Permítanme un último comentario para terminar. El anuncio de este evento levanta la “conciliación” como estandarte. Sin embargo, nunca habrá conciliación sobre la base de la falsificación de la historia. La invención de la Raza de bronce por Vasconcelos fue una de esas falsificaciones, porque ocultaba la violación masiva de mujeres indígenas por parte de los conquistadores españoles. Llamar teología de la liberación a las estrategias de control, tortura y muerte por los tribunales coloniales de la Inquisición, llamar liberación a la sistemática destrucción de cientos de miles de códices y representaciones sagradas, y llamar liberación a la imposición general de un orden moral basado en la obediencia y la servidumbre, han sido crasas falsificaciones de la historia americana.

 

Presentación de El continente vacío en la FIL Guadalajara, 4 de diciembre-2019.

 

Por ese motivo, y como intelectual exiliado por la intolerancia castellana, aplaudo y me solidarizo con las palabras del Presidente de México, Manuel López Obrador, exigiendo a la monarquía española el reconocimiento de la destrucción sistemática de las culturas antiguas de América, de sus dioses y sus templos, y de la eliminación de millones de vidas humanas que representa el año nefasto de 1492 (año de la destrucción final de la cultura hispanoárabe, del incendio de la biblioteca árabe de Granada y la prohibición de la lengua árabe, año de la expulsión y persecución de los hispanojudíos, y de la prohibición de la lengua hebrea, año cero del incendio de miles de códices y del genocidio cristiano de las Américas).

Me solidarizo con esta demanda del pueblo mexicano con la conciencia de que una monarquía de tradición absolutista difícilmente puede cuestionar, y menos aún transformar, su trasnochada identidad imperial.

ELITISMO PARA TODOS

EL CONTINENTE VACÍO

Fernando Solana Olivares

 

En la imagen, Fernando Solana Olivares

 

Una historia de nuestros días, así aquellos años sean tan anteriores a estos. Un proceso todavía en curso, aunque haya ocurrido quinientos años atrás. De eso trata El continente vacío, un libro hasta hoy fuera de mercado, a pesar de dos ediciones conocidas, con la leyenda a cuestas de haber sido invisibilizado por incómodo y revelador, por analizar críticamente uno de los hoyos negros de la historia hispanoamericana, el más atroz sin duda: la conquista española.

El arco que esta obra historiográfica y filosófica cubre es extenuante. Pareciera que antes de Eduardo Subirats no se hubiera hecho una lectura tan debidamente intelectual y creativa, yendo a las fuentes de ese más que esperpéntico proceso histórico, considerando de nuevo a pensadores americanos omitidos por el asfixiante proceso cultural impuesto por los invasores, volviendo a leer las huellas de una conquista cuya crueldad fue un holocausto, y los pliegos del horror, los anales que lo documentaron.

Sujetando esto a un marco reflexivo sobre la violenta teología cristiana, la violenta expansión colonial del Occidente cristiano, la violenta intención doctrinal de establecer una uniformidad planetaria, una Guerra Santa, como la llama el autor, se deja correr la amarga narrativa del proceso de la conquista y el incontable sufrimiento indígena. Se muestran los principios de control y dominación metafísicos, colonizadores y materialistas heredados del orbe cristiano, aquellos que llevarían a establecer lo que Subirats describe como “la expansión imperialista de un delirio de salvación trascendente”. Con las categorías de control necesarias: culpa, pecado, expiación, paganismo, barbarie, herejía, condena, demonialidad.

Actúa en esto el vaciamiento que el concepto cristiano de civilización planetaria lleva implícito: si sólo hay un dios que es el único dios, todo lo demás puede colonizarse, destruyéndolo porque está hueco de vida auténtica. Es una naturaleza externa sujeta a explotación. De ahí el entendimiento del Nuevo Mundo como un continente vacío de genuinos seres humanos, de instituciones y comunidades con legitimidad propia, de memorias históricas y epistemologías humanas válidas, de dioses sofisticados y lenguas complejas, de formas culturales inmemoriales y muertos inolvidables. Para los conquistadores representa un espacio tiempo vacío que hay que fundar otra vez. Tal vaciamiento alcanza la estructura del sujeto moderno, ese Yo vacío (“fortaleza vacía”, lo describe el autor) que se desprende del racionalismo cartesiano.

Subirats explica que la homologación uniforme de las culturas históricas en la civilización industrial no puede separarse del sujeto moderno, que se construye mediante un Yo dominador y racional, exiliado de la comunidad y de la naturaleza, viviendo en su propia interioridad. Es la conciencia moderna cristiana y su principio de redención la que devasta la identidad humana ofrecida por el tiempo, y entonces deja de haber patria, historia y comunidad de las almas. Surge un nuevo sujeto alentado por el dios cristiano, quien es un señor del aislamiento, de la disgregación.

Subirats piensa en alemán y escribe en español. Así, una lógica rigurosa y lacónica sostiene esta obra, no totalizante pues nada puede serlo, menos ahora en la relatividad posmoderna donde no hay últimas palabras, pero radicalmente crítica, conmovedora y original. El prólogo del libro comienza siendo narrado en primera persona. Luego se transformará en un ensayo de inusual alcance, de meticulosidad y rigor formal ejemplares, una profusa red de vínculos causales escrita en tercera persona. Lo que los antiguos llamaban erudición.

Lo que un moderno llamó rodear un objeto para verlo en su reverso, en su desfiguramiento, en su deconstrucción.

El continente vacío es un libro lúcido, amargo y harto doloroso. Los tantos testimonios de abundantes autores que muestran el infierno hecho vivir a los indígenas por los bestiales conquistadores son lacerantes. El dolor de un mundo catastróficamente destruido por una moral cristiana que justificaba el sacrificio, el patetismo de una tragedia clásica consistente en el paso repentino de la felicidad (un mundo ancestral, propio y conocido) al de la infelicidad de los súbitos vencidos. Hechos esclavos por unos pocos demonios que poseían el nuevo orden de la violencia cristiana, mitológica, científica y patriarcal.

“La conquista y colonización de América —escribe Eduardo Subirats— no fue un simple juego de representaciones, ni la obra sagaz del genio comunicador de la Iglesia o de los conquistadores cristianos. Fue fundamentalmente un acto de negación, de no-reconocimiento teológico, filosófico y ético de la existencia americana, fue un postulado eficaz de destrucción militar, social, económica y también espiritual”.

Al terminar el libro, el ensayista afirmará que no deben de ser los momentos de “provocación o pesimismo” lo central de su relato, sino el intento de restauración de un espacio comunitario a través de una voz crítica. La del Inca Garcilaso, una síntesis que Subirats comprenderá como posible.

Entonces el proceso de hace cinco siglos sigue en curso, es una historia vigente aún.

#lacebraenimagenes

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Escobar, El Patrón

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De ver pasar |

Acaba de morir Popeye, y no precisamente Popeye el marino, el eterno enamorado de Olivia, esa chica brusca y anoréxica, cuya falta de modales la hacían más sensual a los ojos y brazos de un marino dicharachero, acostumbrado a comer espinacas para mantenerse en forma.

El que acaba de morir, a raíz de un cáncer, fue conocido en el mundo del hampa como alias Popeye. Supimos de él en los años ochenta, esa década oscura en la que el país se acercaba al abismo de la anarquía gracias a la confluencia de una serie de implosiones sociales y políticas para las que no había Estado, más allá del estado de sitio en que nos moríamos de miedo.

Admito que nunca me agradó alias Popeye. Me parecía un tipo fanfarrón, ordinario, megalómano y aprovechado, un youtuber de la culebrería: cuando supo que todos sus cómplices, con quienes cometía crímenes atroces habían muerto, se dedicó a hablar, que es lo que suelen hacer los fanfarrones. “Habla más que un recluta en su primera licencia”, reza la sabiduría popular. Al que aludo tenía la capacidad de hablar por un contigente de soldados.

Alias Popeye nunca supo qué era el realismo mágico, a pesar de que fuera producto de su atmósfera alucinada.

¿Qué tiempo iba a tener para leer un párrafo real-maravilloso si vivía pegado a las series de Netflix? En especial aquellas en las que algo de su vida criminal se contaba. Solo, alias Popeye era un pobre diablo. Acompañado de su jefe del municipio de La Estrella, era un peligro ambulante, un sicario peligroso hasta para Rosario Tijeras.

Su patrón le enseñó que matar podía convertirse en un oficio tan rentable como ser caudillo de un directorio político.

Alias Popeye hablaba en cifras de sus crímenes. A lo mejor pensó: si en Cien años de soledad se afirma, con marcada imprecisión, que en la Masacre de las Bananeras “Debían ser como tres mil” los muertos de la estación del tren de Macondo –así lo aseveró el recién resucitado José Arcadio Segundo Buendía–, qué más da decir que mis crímenes debieron ser como trescientos, seiscientos, como dosmil cien. La cifra no importa. Estamos acostumbrados a las cifras desbordadas: las del desempleo, las de la corrupción, las de los asesinatos contra los líderes sociales, las del Dane. Lo nuestro es la desmesura. Escuchen a Aida Merlano, o a su hija, la que aspira a ser sexóloga para comprender el misterio de alcoba de Ángela Vicario.

Tampoco importa alias Popeye, ni lo que aseveraba, ni los supuestos nexos con la clase política corrupta que denunciaba, ni los secretos que decía conocer de su Patrón. Importaba su puesta en escena, su Yo me llamo. Porque lo nuestro, para ser justos, es la emulación. Alias Popeye era un émulo y al saber que su jefe había caído, acribillado sobre unas tejas de barro, dedicó su vida a crear un relato a su favor. Olvidó decir que fue el primero de los lugartenientes de Escobar en entregarse a las autoridaes. Olvidó contar que buscó rebaja de penas al convertirse en delator, en buchón, mientras su jefe, el hermano de Osito y primo de José Obdulio, se escondía en la urbe con desfachatez e ingenio. Hasta tiempo le quedaba en las noches azarosas a este hombre, antiguo ladrón de lápidas y contrabandista de Marlboro, para leer las tramas de espionaje de Tom Clancy.

Aquí el detalle está en quién le enseñó a alias Popeye  a matar, a transformar el crimen en una empresa, a lo Capone, a lo Dillinger. Se llamaba Pablo Escobar Gaviria y en su historial de vida este es el dato más importante: era uno de los hijos más queridos de doña Hermilda, una matrona, profesora de escuela, educada en el catecismo paisa: “Consiga plata, mijo, honradamente, y si no, consiga plata, mijo”.

Mírenlo en esta exposición callejera. Es el primero de la izquierda, aunque este hombre en vida solía actuar con sus aliados desde la extrema derecha. Si bien fue un hombre oridinario como alias Popeye, atacado por el acné, pajizo y fanático del fútbol local, tuvo la proeza de amasar una gran fortuna con el transporte ilegal de drogas. Y ese tipo de gente, capaz de hacerse millonaria, nos gusta a todos: llámese Donald Trump; lllámese Walt Disney, el creador del pato Donald. La suya fue una fortuna enorme, tanto, que como en esas historias de Disney, Escobar tuvo su propio zoológico, solo porque a su hija menor le encantaban los animales exóticos: un delfín de agua dulce, las loras negras, los impalas y una tierna pareja de hipopótamos: esa especie animal gregaria que con los años se propagó por las aguas del río Claro, en el Magdalena Medio. Abatido el  capo, quedaron libres por ahí, asustando a los lugareños, mientras se apareaban.

No cabe duda: es la gran metáfora fértil de este país salvaje.

He aquí a Pablo Escobar Gaviria convertido en un ícono de la cultura pop, como Dalí, como Frida, como las gordas de Botero, como El Quijote, como Gabriel García Márquez, en uno de cuyos libros el hijo de Luisa Santiaga se refiere a Escobar de este modo:

Era rechoncho, con zapatos de tenis y una chaquetilla azul claro de algodón ordinario, y se movía con una andadura fácil y una tranquilidad escalofriante. Villamizar lo reconoció a primera vista sólo porque era distinto de todos los hombres que había visto en su vida.

Estoy seguro que si Andy Warhol viviera, lo habría pintado, con vinilos y polvo de oro, en una lata de cerveza o sobre la fachada del Edificio Mónaco. Muerto el artista de La Factoría del Midtown en Manhattan, quedan los de la Calle de la Enseñanza en La Candelaria; los de las comunas agarradas como arañas a los cerros; siguen los artesanos que escuchan en las esquinas rumores convertidos en verdades; los que pintan en vivos colores el mierdero de esta vida temeraria. Los que no tienen ningún recato para exhibir, en la misma galería ambulante, lo que somos: un frívolo cuadro de costumbres pintado con la viva tonalidad del carnaval. 

Día internacional de la lucha contra el cáncer infantil 2020

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 6.218 menores de 18 años fueron diagnosticados con cáncer en el 2018. Según la página Cuenta de Alto Costo, que es el organismo técnico no gubernamental del Sistema General de Seguridad Social en Salud de Colombia.


 

El cáncer es una de las principales causas de mortalidad entre niños y adolescentes en todo el mundo; cada año se diagnostica de cáncer a aproximadamente 300.000 niños de entre 0 y 19 años, según cifras de la Organización Mundial de la Salud 2018.

Hay diferentes tipos de cáncer infantil, los más comunes son la leucemia, el cáncer cerebral, el linfoma y los tumores sólidos como el neuroblastoma y el tumor de Wilms.

“En los países de ingresos altos, más del 80% de los niños afectados de cáncer se curan, pero en muchos países de ingresos medianos y bajos la tasa de curación es de aproximadamente el 20%.” OMS

Es tan baja la cura en países de ingresos medianos y bajos, por la falta de diagnóstico o diagnósticos incorrectos o tardíos; las dificultades para acceder a la atención sanitaria, el abandono del tratamiento, la muerte por toxicidad y las altas tasas de recaídas.

La mayoría de los cánceres infantiles se pueden curar con medicamentos genéricos y con tratamientos de otros tipos, como la cirugía y la radioterapia. Para esto se necesitan sistemas de datos sobre el cáncer infantil que impulsen la mejora continua de la calidad de la asistencia y promover la adopción de políticas.

 

 

A la fecha no se encuentran disponibles las cifras de cáncer al 2019, están para consulta en la red cifras de años anteriores a través del Instituto Nacional de Cancerología-ESE, entidad del Ministerio de Salud, en su sitio infocancer.co.

También existe Cuenta de Alto Costo, Fondo Colombiano de Enfermedades de Alto Costo, un organismo técnico no gubernamental del Sistema General de Seguridad Social en Salud de Colombia. cuentadelatocosto.org

Las cifras que manejan en cáncer infantil en Cuenta del Alto Costo son:

►En Colombia habían 6.218 casos de cáncer diagnosticado en menores de 18 años al 2018.◄

Los departamentos con la mayor mortalidad durante ese periodo fueron:

Departamento Casos
Bolívar 32,7*
Huila 32,2 *
Casanare 30,2*
Bogotá 30,1*
* Casos por cada millón de habitantes menores de 18 años.

 

La Leucemia Linfoide Aguda (LLA) es el tipo de cáncer infantil con mayor número de casos: 2.044 en todo el país.

Valle del Cauca el departamento con la mayor prevalencia en este tipo de cáncer ►231,8 casos por millón habitantes menores de 18 años.

En segundo lugar, se presentan los tumores en el sistema nervioso central, con 664 casos a nivel nacional.

San Andrés como el departamento que ocupa el primer lugar en términos de prevalencia ►88 casos por millón de habitantes menores de 18 años.

Linfoma No Hodgkin (LNH), existen en total 558 casos en menores.

Antioquia el departamento que muestra la prevalencia más alta en este tipo de cáncer con ►67,8 casos por cada millón de habitantes menores de 18 años.

Linfoma Hodgkin, el registro da cuenta de 340 casos en todo el país.

Mayor prevalencia en Caldas con ►48,5 casos por cada millón de habitantes menores de 18 años

 

 

Con un tratamiento oportuno y continuo el cáncer es curable

El cáncer infantil puede manifestarse inicialmente con algunos síntomas, dentro de los principales se encuentran dolor persistente en los huesos y abdomen, fiebre por más de una semana, moretones o sangrado de nariz o encías, pérdida de peso y dolor de cabeza. Los padres y cuidadores de infantes deben estar atentos a los síntomas y reportar a su EPS o a las entidades disponibles para este fin.

 

 

 

Según el diario.com.co, para octubre de 2019 en Risaralda se detectaron 20 casos nuevos de cáncer infantil, el llamado está para hospitales y a la comunidad a que informen cada nuevo caso al Consejo Departamental de Cáncer Infantil, al Sivigila y a la EPS del infante para el efectivo seguimiento y expedición de las autorizaciones correspondientes; que en este caso, lo que las norma pide es que sea una autorización integral, esto con el fin de que la familia no tenga que estar gestionando para cada procedimiento o cada tratamiento una autorización diferente.

“un niño o un menor de 18 años con la sola sospecha de cáncer debe ser notificado al Sivigila y a su EPS para el efectivo seguimiento y para la expedición de las autorizaciones correspondientes; que en este caso, lo que las norma pide es que sea una autorización integral, esto con el fin de que la familia no tenga que estar gestionando para cada procedimiento o cada tratamiento una autorización diferente”. Coordinadora del Programa de Enfermedades No Transmisibles de la Secretaría de Salud departamental, Claudia Vélez octubre 2019.

 

 

Existen proyectos de donaciones a nivel nacional con impacto local, que hace la comunidad para recoger fondos en pro de la atención integral de los niños con cáncer. Se destaca el programa Tapas para sanar, de la Fundación Sanar.

“El Programa de Reciclaje de la Fundación Sanar nació en el año 1989 como una alternativa más de recaudación de fondos para el desarrollo de los programas misionales de nuestra fundación.  Inicialmente empezamos reciclando papel, cartón y periódico.  En ese momento nuestros donantes eran sobre todo empresas públicas y privadas.

A medida que pasaba el tiempo fuimos sumando otro tipo de materiales a nuestra lista de recolección y en el año 2012 empezamos además a reciclar tapas plásticas.  El reciclaje de este material le dió un nuevo impulso al programa, pues logró movilizar los corazones no sólo de las empresas sino también de ciudadanos del común. ” tapasparasanar.com

A nivel local para este año, hay dos actividades que aparecen en redes sociales.

Sanar Pereira

Página de Facebook de Sanar Pereira, consultada el 15 de febrero del 2020

Liga Contra el Cáncer Risaralda

Página de Facebook de La Liga Contra el Cáncer Risaralda, consultada el 15 de febrero del 2020

 

Las donaciones a través del banco o por medio de actividades deportivas o la recolección de materiales para reciclaje, son algunas de las estrategias que se utilizan para avanzar en la atención integral del infante en diferentes instituciones a nivel local y nacional que se ocupan del cáncer infantil.

Aún así, lo que más se requiere es la detención temprana de los síntomas para realizar el diagnóstico adecuado en los niños y así detectar, prevenir y curar a tiempo. De ahí que el llamado a estar atentos de los infantes y adolescentes.


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Caricatura de opinión: ¿Y la ayuda del gobierno a los colombianos en China?

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Las otras caras de San Valentín

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San Valentín es el nombre que lleva el día del amor y la amistad a celebrarse el 14 de febrero de cada año en diferentes países; en Colombia los festejos son en en septiembre, y aún así, este día es importante para el país por la alta exportación de flores a lugares como Inglaterra, México y Estados Unidos.


 

La cebra que habla, les presenta este especial de San Valentín para indagar un poco sobre la industria floricultora de Colombia y, sobre todo, para presentarles información a ustedes sobre la calidad de vida de los empleados en el sector floricultor, quienes en su mayoría son mujeres cabeza de familia.

 

 

Consultando los datos exportación que entrega la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (Asocolflores) para la celebración de San Valentín en el 2020, dicen que 660 millones de flores se enviaron para la celebración de este día a diferentes partes del mundo, una cantidad de tallos que representan 765 mil millones de pesos aproximados para los floricultores. En otras palabras, el 15% de las ventas de éste sector durante el año.

 

“…el trabajo de más de 140.000 empleados formales del sector floricultor en Colombia hará posible este festejo en países como Estados Unidos, Inglaterra y México, entre otros.” Vanguardia.com

 

“Flores de Colombia”, así se le  llama a la exportación floricultora del país que se manda a lugares como Estados Unidos, México, Japón e Inglaterra, casi todas proceden del departamento de Antioquia (90% de la exportación total). Hace 13 semanas empezaron las labores de logística bajo la estrategia “Plan Pétalo”, una tarea que se ha perfeccionado en el sector desde hace 50 años enviando por aire y mar.

“Los floricultores aseguran que sus productos llegarán a 100 países desde los aeropuertos de Rionegro, Bogotá y los puertos de Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y Buenaventura…” bluradio.com 

 

“El Plan Pétalo es un dispositivo de seguridad y de coordinación con las autoridades y la cadena logística del sector a nivel nacional, que tiene como objetivo apoyar la movilidad y flujo de la carga y prevenir ilícitos, especialmente los relacionados con la contaminación y el hurto de flores.” elnuevosiglo.com.co

 

Aunque las rosas Freedom son las más apetecidas para esta fecha, Colombia exporta más de 1600 variedades de flores, entre las que se destacan: claveles, crisantemos, hortensias, astromelias y bouquets.

“Augusto Solano, presidente la Asociación, señaló que el sector floricultor de Colombia es uno de los líderes mundiales en sostenibilidad. Actualmente, el 48 % de las exportaciones cuenta con una certificación que indica la contribución a la mejora continua en toda una cadena de valor.” kienyke.com

 

Pero bueno, todos estos datos son los que salen en los medios nacionales mostrando lo maravilloso que es el sector floricultor, los avances que ha tenido en la reducción de la huella ecológica y el beneficio que representa para las familias que dependen de los ingresos generados por trabajar en esta industria, pero ¿Cómo son las condiciones laborales para los trabajadores, en su mayoría mujeres, según otras fuentes de información?

En el 2014, un informe sobre Las mujeres en la industria colombiana de las flores, asegura que:

“En Colombia, en el interior de los invernaderos de flores y de las salas donde éstas se clasifican y preparan para su exportación, principalmente a Estados Unidos, se producen condiciones de explotación laboral y vulnerabilidad social.

Las plantaciones de flores responden a un modelo de agricultura industrial; se trata de un monocultivo que debe proporcionar la máxima producción y, para ello, se adquieren crecientes insumos de semillas, esquejes y agroquímicos (plaguicidas, fumigantes y fertilizantes) a grandes transnacionales como Syngenta o Bayer, que son quienes controlan su distribución (Sierra, 2003). Cuando se habla de la “industria de las flores” se alude a este modo de producción, aunque se desarrolle en un invernadero y no en una fábrica.”

 

Este informe se encuentra público en internet, realizado por Erika González a través del Observatorio de Multinacionales en América Latina y la organización Paz con dignidad. Les dejamos el enlace para que lo descarguen y pueda hacer su reflexión.

Información del libro
 

Título: Las mujeres en la industria colombiana de las flores

Autor: Erika González con la colaboración de: Corporación Cactus, Marta González Reyes y Pablo Fonte

Año: 2014 | Pág. 81  

También encontramos un grupo activista relacionado al negocio de las flores, en su página web hay información sobre medio ambiente, explotación transnacional, el contexto colombiano de la floricultura y la explotación laboral de las mujeres en este negocio.

“Las mujeres suponen el 65% de las personas empleadas directa o indirectamente en el sector de la floricultura. La mayoría de ellas son madres cabeza de familia, con baja cualificación académica formal. La gran dependencia a este trabajo deriva en una alta complejidad a la hora de reivindicar sus derechos ante la explotación laboral.” traslasflores.com

Con este contexto  y con nuestra banda sonora del especial de hoy queremos mostrar otras caras de San Valentín, aquellas que están detrás de los chocolates y las flores que se regalan, las que no vienen en el sabor ni en la presentación de los detalles “que enamoran”.

 


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