lunes, junio 16, 2025
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La crónica de viajes como género periodístico-literario según el Heraldo de Madrid. Los modelos de Colombine y Said Armesto

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Por, Elena María Benítez Alonso, Universidad de Sevilla. Tomado del libro: DIMENSIONES. El espacio y sus significados en la literatura hispánica.

Introducción

De la descripción más informativa a la estética puramente literaria, de su simbiosis con un compromiso político-social a la aún romántica recuperación del folclore de leyenda y tradición popular. Entre el moderno periodismo y la antigua literatura, la crónica de viajes se ha caracterizado desde sus orígenes por una miscelánea impregnación, que se expande además por otros ámbitos. Alboreando en hitos histórico-religiosos como El Poema de Gilgamesh, La Ilíada y La Odisea, o el bíblico Éxodo; recorriendo espacio y tiempo con los medievales viajes comerciales de Marco Polo o el imaginario dieciochesco de Gulliver, iniciando su esplendorosa ascensión del xix con clásicos que explorarían otros campos, desde el colonialismo a la ciencia (Conrad o Darwin), y metamorfoseándose en interesante capítulo del periodismo del siglo xx.

En el meteórico auge de la prensa de masas, la tradicional escritura del viaje adquiere una nueva interpretación dentro de un producto informativo, testigo noticioso del momento, pero que a la vez sigue conviviendo con la minuciosa narración descriptiva de la experiencia estético-literaria de mostrar al lector la vivencia de lugares más o menos conocidos. Desde esta doble interpretación del género, la crónica de viajes se convierte en atractivo aliciente para emblemáticas cabeceras como el Heraldo de Madrid que, a principios del pasado siglo, expone estos dos modelos del género a través de la ya popular periodista Carmen de Burgos, Colombine, y del polifacético aunque menos conocido galleguista Víctor Said Armesto.

Carmen de Burgos

Si la almeriense, considerada la primera mujer periodista española por ser pionera en trabajar como redactora en la plantilla de un medio, aborda la crónica de viajes desde una perspectiva más informativa en la que no falta su constante compromiso político-social aunque no exento de matices literarios, el pontevedrés, folclorista y buen reintérprete del humanismo neoclásico, se caracterizará por un gusto casi eminentemente estético. Primera española cronista parlamentaria y corresponsal de guerra, Colombine, con una adelantada visión cosmopolita, narrará para el Heraldo sus viajes por Europa (el estallido de la Primera Guerra Mundial le sorprenderá con su hija en uno de ellos, pero ya antes había relatado para él la Guerra de Marruecos). Moderno cruzado de la tradición popular de su tierra, Said Armesto, músico, filósofo, heredero de la escritura de viajes de su «maestra» Emilia Pardo Bazán y afín a la descripción azoriniana, mostrará, con la plasticidad de su lenguaje, la belleza, a veces recóndita, de la patria española.

Heraldo de Madrid, el éxito de la libertad

Nació en 1890 como El Heraldo de Madrid, aunque tan solo tres años más tarde perdería el artículo de su cabecera. Fundado por Felipe Ducazcal como publicación vespertina con una tendencia demócrata avanzada, llegó a tirar diversas ediciones diarias. Sus primeros directores fueron Augusto Suárez Figueroa y José Gutiérrez Abascal, asumiendo después Eugenio González Sangrador también la propiedad del mismo. En 1893 será adquirido por José Canalejas, convirtiéndose en órgano del Partido Liberal, manteniendo su tendencia demócrata y anticlerical, y siendo partidario de la confrontación bélica de 1898. A partir de 1902 lo dirige José Francos Rodríguez. Será un gran diario de información general, con gran aceptación por parte de la clase obrera, dando amplio despliegue a las noticias de sucesos, y a las de carácter social y político, en cuyo perfil encajará bien Colombine.

En 1906 es adquirido por la Sociedad Editorial de España, conocido trust de la prensa, que compra también El Imparcial (1867-1933) y El Liberal (1879-1939), y se hará partidario de Segismundo Moret, el otro gran líder del Partido Liberal. Lo dirige Baldomero Argente y, desde 1909 a 1926, José Rocamora. José Echegaray y Luis Bello estarán entre sus colaboradores y redactores, y en 1909 entra Ramiro de Maeztu, que publica artículos desde Londres. Entre sus firmas figuran otros notables de las letras, como Miguel de Unamuno, o de la política, como el diputado Santiago Matáix.

Aliadófilo durante la Primera Guerra Mundial, en 1917 contará con colaboradores de todas las tendencias y, un año después, pasará a la Sociedad Editora Universal, de los hermanos Manuel y Juan Busquets, propietarios del matutino El Liberal. Su actitud contra la dictadura de Primo de Rivera y su desafección a la monarquía le harán alcanzar gran influencia. En 1927 empezará a dirigirlo Manuel Fontdevila y se declarará abiertamente republicano. En 1924 se había incorporado César González Ruano. Manuel Chaves Nogales será redactor-jefe.

Isabel Oyarzábal con Frida Khalo. Tomada de ciudadconalma.com

Entre 1927 y 1929 aparece otro nombre femenino de relevancia, Isabel Oyarzábal. Durante la Segunda República será vital defensor de los partidos republicanos de izquierda y el rotativo vespertino de mayor tirada (1). Lo dirige Francisco Villanueva. En 1934 será suspendido por su ya marcada tendencia socialista. Al finalizar la Guerra Civil varios redactores son condenados a muerte y de sus talleres incautados nacerá el diario Madrid (1939-1971).

Pionera, cosmopolita y comprometida

En un difícil contexto social para la mujer, allá por los albores del siglo xx, en el que aún la ciencia intentaba demostrar la inferioridad femenina, hubo un grupo de pioneras que luchó por hacerse un hueco en un ámbito profesional casi exclusivamente reservado al género masculino. Partiendo de «periodistas escritoras» referentes del xix, empiezan a destacar en las publicaciones periódicas españolas con escritos calificados como feministas o con temas que solían considerarse competencia de hombres, como el antibelicismo. En este contexto surge la figura de Carmen de Burgos (1867-1932), almeriense afincada en Madrid, más próxima ya al prototipo de periodista del siglo xx y que será popularmente conocida por su seudónimo, Colombine.

Carmen abanderará el papel pionero de las periodistas españolas de su época, representando claramente un antes y un después en el quehacer femenino de la prensa, dejando un tanto al lado a la «escritora-periodista» y apostando por la profesional de la información, en una transición que incorporará una firme posición de compromiso político-social, sin renunciar al valor estético del lenguaje literario.

Considerada la primera periodista española por lograr trabajar no ya como colaboradora puntual sino como redactora en la plantilla de un medio, inicia uno de los más importantes ascensos de su carrera periodística en 1903 en el Diario Universal, a cuyo director, Augusto Suárez de Figueroa, que ya había sido el primero en dirigir el Heraldo de Madrid, debe el seudónimo que la hizo famosa.

No mucho después llegaría a este periódico, para el que ya en 1909 narraría la Guerra de Marruecos, con unas crónicas cuyo antibelicismo tuvo que atenuar ante la censura de Antonio Maura. Si bien es cierto que en sus comienzos trata en sus artículos temas en apariencia más triviales, destinados «a la mujer» dentro del gusto de la época (modas, infancia, crónicas sobre la realeza o la aristocracia) y curiosamente no tan distantes de mucho de lo que se publica hoy, su carácter renovador le llevaría a convertirse en la primera cronista parlamentaria en España y en la primera española corresponsal de guerra. Sus aptitudes para los temas político-sociales ya se manifestaban, de hecho, en esos primeros artículos de temas convencionalmente quizás de menor seriedad periodística, a los que supo dar una perspectiva crítica diferenciadora.

Cuando en 1905 Carmen de Burgos empieza a trabajar para el Heraldo de Madrid ya había conseguido ganarse un nombre dentro de la prensa. No es de extrañar que el diario la presentara, en portada, como una periodista cuyas «crónicas, sus artículos, llenos de amenidad, escritos con arte y soltura, le han valido la gran nombradía de que goza, y que ha hecho popular en periódicos y revistas el pseudónimo de Colombine». Asimismo, se refería ya a ella como, «uno de los elementos más valiosos del periodismo español», lo que resulta muy significativo dado el panorama de la época, y se ponía de relieve su ya adelantada visión cosmopolita, también característica en sus crónicas de viajes y en la mayoría de sus escritos, al referir su viaje por Francia, Italia, Bélgica, Alemania y Suiza para publicar una serie de artículos que redundarían en una «obra educadora», con la que «ir destruyendo los muchos males que nos agobian» (2).

No en vano, fiel a su compromiso político-social, la almeriense se servirá de sus crónicas de viajes por Europa para ofrecer una visión educativa (3), orientada hacia el ideal de un mundo más justo y plural, convirtiendo su obra en referente de paz social, en un discurso a favor de los derechos de los colectivos discriminados.

Esta visión queda patente en su paso por París, en la entrevista que hace al filósofo judeo-alemán Max-Nordau, fundador, junto con Theodor Herzl, de la Organización Sionista Mundial. Una entrevista que la periodista, orgullosa, no duda en firmar con su nombre en vez de con su popular seudónimo y que se convierte en alegato a favor de la igualdad socio-laboral de la mujer, abordando espinosas cuestiones como la reforma de la enseñanza femenina, su incorporación a la Universidad y hasta el matrimonio morganático, además de tratar la discriminación del pueblo judío, especialmente de los sefardíes como descendientes de españoles. Aquella entrevista, que el diario destaca en portada, da como fruto premonitorias declaraciones confiadas por Max-Nordau en un ambiente distendido y que Carmen hará suyas en su trayectoria profesional y vital: «Hace falta vivir en una sociedad libre para que no pesen sobre la conciencia prejuicios ni preocupaciones… El fanatismo, de cualquier clase, es siempre perjudicial» (4).

Sus viajes por Europa también dejarán crónicas de costumbres y modas de la alta sociedad, en las que tras una imagen frívola continúa subyaciendo su peculiar análisis político y su activista demanda de derechos. Aun así, Carmen opta, curiosamente, por volver a usar el seudónimo, a pesar además de que sus más fieles lectores conocen ya sobradamente su identidad. La popular columna «Femeninas» acogerá, en este sentido, su acerada crítica social a la hora de tratar refinados gustos europeos, a los que dirige su incisiva mirada en su ruta por el viejo continente. Es el caso de «La moda… del perrito», donde establece un satírico paralelismo entre animal y persona: «El perro, en su trato con los humanos, adquiere nuestros defectos. Monsieur Cane se avergüenza de tratar a los desarrapados compañeros de plazuela, siente el orgullo de raza, y desdeña a los inferiores» (5).

Carmen de Burgos reemplaza la tradicional crónica de viajes por un periodismo con sello propio para informar de cuestiones político-sociales que considera de mayor relevancia. Recurre a la hibridación de géneros, adereza de forma particular la información con la opinión, supedita la descripción de lugares a la de personajes y actitudes, aunque no renuncia a la plasticidad del lenguaje, utilizando un personalísimo estilo rupturista. Hay otras crónicas de viajes en las que su uso del género mostrará una más convencional panorámica de las tierras que visita, pero la supremacía de la expresión de las costumbres y particularidades de quienes se encuentra con fines adoctrinadores siempre estará por encima de otros aspectos en su particular visión del lugar.

Mujeres viajeras- Carmen de Burgos, ¡Soldado Colombine! rtve.es

Cuando, años más tarde, en 1914, se halle en su segundo viaje por Europa, visitando los países nórdicos, el destino le llevará de nuevo a servirse de la crónica de viajes en una original transición, esta vez hacia el periodismo de guerra. El estallido de la Primera Guerra Mundial, que también relatará para el Heraldo, sorprende a Carmen en Noruega dispuesta a viajar a Rusia con su hija y el conflicto les obliga a regresar a España. Ambas experimentan la irracionalidad de la guerra, cuyos inicios narra en crónicas como «El viaje trágico», en la que relata la difícil situación a la que se tuvieron que enfrentar al ser confundida por los alemanes con una espía rusa por «el peligro de los cabellos negros» (6).

Juglar de la tierra española

Coincidiendo con los inicios de Carmen de Burgos en el Heraldo de Madrid, el pontevedrés Víctor Said Armesto (1871-1914), no tan conocido como Colombine a pesar de su carácter más polifacético, aportaba también al diario, dentro de la columna «Viajes del “Heraldo”. Por la España desconocida», su concepción, más literaria, de la crónica de viajes. En septiembre de 1905 aparecía así una hermosa panorámica que escribiría como forma de mostrar la belleza, a veces recóndita, de la patria española. Armesto, también músico y estudioso de las tradiciones populares, publicaría en aquellas fechas sus andanzas por tierras castellanas aledañas a su bien conocido paisaje gallego, que el intelectual supo pintar con la riqueza que el lenguaje literario le brindaba. El que fuera además literato, filósofo, profesor y, cómo no, magnífico orador se adentraba en su quehacer periodístico, como cronista de viajes, con «La montaña de la Miel», bucólico y épico relato (7).

Pero la carrera periodística del que es uno de los miembros más ilustres de toda una saga amante de la prensa había despegado años atrás. En 1895, diez antes de hacerlo en el Heraldo, ya escribía en La Ilustración Artística, donde publicaría el artículo «El vapor», inspirado en el embarque de batallones expedicionarios a una Cuba aún española. Y con quince años dirigía la publicación La Guindilla. Cultivó, como buen escritor y periodista, la crítica literaria. Y el gusto por la escritura de viajes también le venía de familia. Los Armesto estaban emparentados con Emilia Pardo Bazán, que se consideraba «maestra» del joven Víctor, conocido familiarmente como Vitín o Vitiño, último ejemplar de la rama heterodoxa de los Armesto y otro «efímero» por su muerte precoz, como Pedro Armesto, su bisabuelo, y Federico Saiz, su padre. La condesa era «fruto temprano de los Armesto», pues estos le ofrecieron, «cuando aún estaba inédita, lo que ellos ya tenían: su imprenta y sus publicaciones periódicas, para que ella pudiera mostrar en sus páginas sus primeras primicias literarias» (8).

No era de extrañar que el intelectual pontevedrés colaborara con multitud de cabeceras, publicando, además de en las ya citadas, en otras relevantes de su tiempo, como El País, Blanco y Negro o La Ilustración Española y Americana. Tampoco era raro el que, aunque estudiase leyes, sus grandes pasiones fueran la literatura (fue el primer catedrático de Lengua y Literatura Galaico-Portuguesa de la Universidad española e impulsor de la Real Academia Galega), el análisis de la etnografía, de las raíces de la cultura popular y la música, alcanzando reconocimiento internacional con trabajos que le permitieron abrir importantes líneas de investigación en estos campos. Destacan así obras como la Leyenda de Don Juan (1908), que produjo «una gran sorpresa intelectual» en España, «al conjugar la erudición y la escritura más exigente con la amenidad». Su manera de conciliar el «anclaje local de una leyenda con la información internacional que la propia leyenda exigía, produjo sensación». Una expectación a la que también había contribuido «su personal aportación al excelente periodismo de los Armesto» (9).

Víctor Said Armesto, primer catedrático de Lengua y Literatura Galaico-Portuguesa. // MUSEO DE PONTEVEDRA

Otras obras de gran interés fueron Tristán y la literatura rústica gallega o su notable colección de romances (10), de los que se hace eco Said Armesto, siempre ávido de algún nuevo tesoro para su repertorio, en la citada crónica de viajes para el Heraldo de Madrid. En ella, el periodista viajero describe con minuciosidad el paisaje de Las Médulas, con evocadoras imágenes de la Catedral de Compostela, en la que derrochó juventud con Valle-Inclán, trazando «enormes moles estacionarias, que por un prodigio de equilibrio cuelgan, sin derrocarse, sobre nuestras cabezas, formando pavorosas arcadas, cúpulas sombrías y sonantes bóvedas» (11).

Cuenta también cómo, en su camino por la tierra leonesa fronteriza con la gallega, en el entorno del Lago de Carucedo, encuentra un manantial, que «gotea lacrimoso y triste sobre un estanque melancólico, cubierto de verdosa y menuda arborescencia». Cerca de él, decide trabar palique, «en demanda de noticias, consejos y romances», con unas mujeres y un mozo: «Sentados en círculo ante nosotros, nos relatan antiguas leyendas de “moras encantadas”, y el astroso rapazuco salmodia en una lengua que gorjea, llena de diminutivos, las trovas de Malvelina, Bella Infanta y La esposa infiel.» Continúa su crónica incluyendo el romance de Bernardo del Carpio y realizando un alegato a favor del estudio de la tradición oral, al resaltar que se trata de «una leyenda cuya publicación no debe retardarse, por razones que seguramente conocen nuestros eruditos en materia de épica popular española». Por ello reproduce fielmente su versión oral, que pone en boca del mozo, como «incipiente juglar».

En su concepto de crónica, todo un tratado de la escritura de viajes al más puro estilo del tradicional gusto por el lenguaje estético, dibuja una descripción del paisaje en la que la expresividad léxica adquiere gran protagonismo, introduciendo asimismo elementos de opinión al resaltar «la labor anónima» del «ignorado» pueblo español a través de la evocación de la esplendorosa historia de la zona de la «montaña de la Miel», ante sus ojos «fluyendo estérilmente, sin águilas que la visiten», pero poseedora de un rico pasado, en el que las legiones romanas, según Plinio el Viejo, expoliaron el oro de las montañas, modelando la peculiar orografía del entorno, esculpido con los túneles de la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio. Un paisaje de «rocas, como talladas por el cincel de un escultor titánico, fingen quimeras y dragones de fantástico cuerpo», describiría Armesto, retratando con todo detalle paisajes y personajes, transmitiendo como valioso legado antiguas historias de esta tierra que sus gentes llaman también de «la montaña de la Miel», porque «en todas las oquedades y grietas del acantilado millares de abejas labran sus panales, y una catarata de miel se desborda en rubios pabellones pendiente abajo como un derretimiento de las montañas auríferas del monte». Con todo, Víctor Said Armesto fue, «como el resplandor, efímero. Todo estaba iniciado, pero casi nada concluido» (12).

Con su prematura muerte truncó una de las trayectorias más brillantes de los intelectuales de la Generación del 14. En 1916, la espiritista Amalia Armesto Aldao visitaba la tumba perdida de su único hijo en el Cementerio del Este de Madrid. «Aprovechaba esas visitas para dar a Vitiño noticias de Pontevedra, la gran pasión compartida por todos los integrantes de esta familia novelesca». Emocionada, sentenciaría: «Vitiño no me contesta, pero sé que me ve y que me oye».

(1) G. Toll, Heraldo de Madrid, tinta catalana para la II República española, Sevilla, Renacimiento, 2013.

(2) Heraldo de Madrid, «Carmen de Burgos Seguí», Heraldo de Madrid, 5 de octubre de 1905, pág. 1.

(3) E. Daganzo-Cantens, Carmen de Burgos. Educación, viajes y feminismo. La educación y el feminismo en los libros de viajes de Carmen de Burgos a Europa, Jaén, Universidad de Jaén, 2010.

(4) C. de Burgos, «Hablando con Max-Nordau», Heraldo de Madrid, 3 de noviembre de 1905, pág. 1.

(5) Colombine, «La moda… del perrito», Heraldo de Madrid, 7 de marzo de 1906, pág. 4.

(6) Colombine, «El viaje trágico», Heraldo de Madrid, 25 de agosto de 1914, pág. 1.

(7) V. Said Armesto, «La montaña de la Miel», Heraldo de Madrid, 13 de septiembre de 1905, pág. 3.

(8) J. A. Durán, «La novelesca historia de los Armesto de Pontevedra», La Cueva de Zaratustra Taller de Ediciones JA Durán, 2014, http://tallerediciones.com/cuza_new/?p=2324. (Consultado el 20-12-2015).

(9) J. A. Durán, ob. cit.

(10) C. Villanueva, Víctor Said Armesto. Una vida de romance, Santiago de Compostela, Universidade de 10

Santiago de Compostela, 2014.

(11) V. Said Armesto, ob. cit.

(12) J. A. Durán, «La reconversión del último Armesto», La Cueva de Zaratustra-Taller de Ediciones JA Durán, 2014, http://tallerediciones.com/cuza_new/?p=2346. (Consultado el 22-12-2015).

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#Lacebraenimagenes. LA CAUSA. Asociación de Caricaturistas Colombianos Independientes

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Un resumen de opinión a través de la caricatura, por LA CAUSA, movimiento social de caricaturistas colombianos independientes que busca, por medio del colegaje, promover, difundir y defender la crítica social a través de manifestaciones artísticas.

“De Duque a Maduro” –  Una caricatura de Patán @patancartoon
“Así lo querí” – Una caricatura de Diego @DiegoCaricatura
 “Mermelada” – Una caricatura de Omi @omicaricaturas
 “Su alteza real” – Una caricatura de Cesar1on @dezurda_alangulo
“Sin techo, sin trabajo y sin comida” – Una caricatura de el Verdugo @verdugo_caricatura

Una novela feliz

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Cipriano, de la escritora Marta Orrantia contrario a lo que sugiere la portada y el tono melancólico del libro, me pareció una historia feliz. Narra los avatares de un hombre de casi ochenta años, viudo huraño y solitario que se la pasa buena parte del día resolviendo crucigramas y sudokus, cuya rutina se ve interrumpida por una trágica noticia: un avión en el que iba montada su hija, se accidentó. Pero el asunto no termina allí, pues además de la muerte de Juana, los de la aerolínea le dicen que encontraron los restos de otro señor que resulta ser hijo suyo. El protagonista cree que todo se trata de una equivocación, sin embargo, las repetidas pruebas de ADN resultan ser inobjetables.

Orrantia M, 2020. Cipriano. Bogotá Colombia. Literatura Random House.

Cipriano, que no sabe quién es la mamá del muchacho, se mete de lleno, junto a Néstor su hermano, a buscar rastros de la vida de quien fue su hijo y a tratar de dar con el paradero de la madre natural. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo, porque las candidatas son varias ya que aquel viejo en otras épocas fue un Don Juan. De hecho, su hija hace años no le habla, pues lo sorprendió en una infidelidad. Aquí hay que aclarar que la autora no romantiza la faceta de mujeriego del protagonista, al contrario, muestra como por cuenta de su promiscuidad, ha lastimado a muchas personas.

¿Y dónde queda la felicidad? se preguntarán. Pues en que Cipriano se reencuentra a lo largo de la búsqueda de su pasado, con su presente. Casi en sus narices, en el aquí y el ahora, se encuentra la alegría más profunda, aquella que se manifiesta en forma de cotidianidad, en tonos claros y sin mucha pirotecnia. Aquel hombre, a una edad avanzada, comienza a comprender lo que el lector, probablemente menor de ochenta años, está a tiempo de entender: que a la vida le sobran fantasmas y que si nos dedicamos tantas horas a contemplarlos, puede que nos perdamos de compartir buenos momentos con las personas de carne y hueso que envejecen a nuestro lado y que es en nuestra realidad, tal vez modesta, pero concreta, en donde deberíamos invertir la mayor parte de nuestros esfuerzos. 

Al final, Cipriano mediante un acto sutil, se despedirá de sus fantasmas, los dejará descansar de una buena vez. Se imagina uno que frecuentará menos los lugares y personas de su pasado que, en el presente, lucen muy distintos a cómo se recuerdan, casi siempre romantizados. El poeta Félix Grande seguro lo explica mejor que yo: “Donde fuiste feliz alguna vez/no debieras volver jamás: el tiempo/habrá hecho sus destrozos, levantado/su muro fronterizo/contra el que la ilusión chocará estupefacta”. Mientras escribo esto, caigo en la cuenta de que pocas cosas hay más melancólicas que las fiestas de egresados. 

Sea pues esta la ocasión para recomendar una muy buena e interesante novela que nos hará reencontrar con el aquí y el ahora, con la realidad, un sitio que, aunque pueda ser odioso, es el único en el que, en palabras de Woody Allen, podremos disfrutar de un buen filete.

¡Necropsias Domésticas! exposición individual de Cuauhtémoc Rodríguez

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Texto curatorial:

Cuando el archivo se convierte en espacialidad performática donde los cuerpos, las líneas y las situaciones comienzan a aparecer como síntomas de clasificación y contraste, las imágenes dentro de dichos espacios de contingencia revelan, por efecto lumínico, naturalezas centradas en el encajonamiento propio del escenario.

Entonces las figuras domésticas muertas se convierten en elementos de un gran bodegón.

El espíritu de la luz que suele manejar los contrastes entre formas y texturas, otorga a la circunstancia acotada una especial construcción narrativa. El principio de lo narrado tiene por fin describir con la metáfora del dramatismo un posible triunfo de la vida a través de lo inanimado.

Es así como la vida relevada adquiere matices de confianza en el poder del gris, porque de alguna manera las capas y los filtros de un archivo de imagen con tono neutro dan a entender la complejidad del asunto conceptual que ahora se ha convertido en temática de análisis.

El análisis consiste en estudiar de una manera delicada y a la vez profunda qué ocurre cuando la memoria de los objetos termina por prefigurar un cuerpo de fenómenos por demás impares. Entonces tenemos conmemoraciones de anécdotas cargadas de extraños sentidos eufemísticos, documentales certeros para lo bello; esto porque el autor sabe traducir con entusiasmo aquello que alude a lo estable y monumentos para llevar, debido a que todo en la composición infamante se convierte en materia transportable, algo que se determina a sí mismo por el intercambio.

Los montajes fotográficos de Cuauhtémoc Rodríguez, hablan de una verticalidad creativa expuesta en el formato del intercambio. Con su carga de recordación reconstruye cuidadosamente un archivo de imagen a partir de una gran dosis de intelectualidad, visible claramente en el afán de simetría geométrica que, por ser tan obsesiva, termina por plantear asimétricamente otras cuestiones sensibles. El polvo depositado lentamente en la vasija recobra su valor fundante en el esmaltado efectista como fenómeno oscuro de restauración.

Los montajes entonces deben su formalización al recorte del collage que logra mutar el lenguaje con nostalgia al compromiso simbólico. Aunque el gesto de formulación del collage mental termine por parecerse más al pensamiento del hágalo usted mismo el cual predomina en la discursividad constructiva de lo bello hoy, sus piezas recrean un nuevo habitar donde la habitación se presenta como celda autónoma en situación de panal. Es así como cambian los objetos, pero sigue estando fija la alusión escultórica del pedestal, aquel organismo de presentación contundente por donde suelen desfilar nuevas posibilidades de lo visible.

En las obras de Rodríguez lo que en realidad percibimos es un gusto terrible por el respeto a lo escultórico, ese desing contemporáneo para la recreación con escasa profundidad de urdimbres muy pobladas de experiencia. Sus fotomontajes exponen la poética ahora añorada por lo retro cultural, pues la observación pasa a la ligera a través del barroco hasta llegar a los trasfondos epopéyicos de lo escenográfico teatral. Se trata de dispositivos del gusto aburguesado superado a fuerza de estética pura, refinada dirían algunos, pero a la vez carbonatada por pretender una suciedad más bien ecléctica, celebración metafísica petrificada, daño de uso, al insistir una y otra vez en la confiada belleza de lo sublime necrótico.

Oscar Salamanca (curador)

SOBRE EL ARTISTA

Cuauhtémoc Rodríguez S., nacido en Ciudad de México en 1965, artista visual, órbita entre la fotografía, la imagen digital, la gráfica y la pintura.

Maestro en Artes visuales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó el doctorado en la Universidad de Barcelona y reside en Ciudad de México desde donde produce una obra intima, personalista y esporádica, alrededor del problema del sentido de las imágenes propias en la era de la fragmentación cultural contemporánea.

Cuauhtémoc Rodríguez Sevilla / Artista visual

Abraza las tecnologías de simulación pictórica y de reproducción digital, no como continuidad lógica de la materia pictórica, sino como recurso mínimo de gestualidad plástica en el entorno de redes. No por ello hace arte digital, lo digital no es el asunto, es el medio y en cierta forma el principio falsario, y en la fusión del medio con la imagen se cuela el motivo plástico.

REDES DEL ARTISTA

FACEBOOK: https://www.facebook.com/Cuauhgraphic

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/neu_erotish/

WEB: https://eltemoc.wordpress.com/

*Esta exposición llamada:¡Necropsias Domésticas! exposición individual de Cuauhtémoc Rodríguez, se publicó en el Jardín de artista U.T.P del 21 de septiembre al 5 de octubre del 2020

Pobre Chila

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Chila


Postal fúnebre sobre el Deportivo Pereira y una hinchada que a

pesar de tanta derrota no pierde esperanza y fe en su furia Matecaña.


Partido amistoso rumbo al Mundial de 1994, 12 de junio.  
Colombia (2) – Palmeiras de Brasil (0), Estadio Hernán Ramirez Villegas
Fuente: Deportivo Pereira 61 años, su historia gráfica y escrita.
Foto compartida por Juan Guillermo Gil en el grupo de Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”

Su abuelo Jacinto vio a Carmelo Colombo romper las redes de los arqueros rivales en  la vieja cancha de Libaré.

Ese equipo nunca fue campeón.

Su papá  Evelio estaba en el estadio el día en que el paraguayo Apolinar Paniagua le quebró el invicto a Otoniel Quintana, portero de Millonarios a comienzos de los setenta.

Ese Deportivo Pereira tampoco fue campeón.

Inauguración del Estadio Libaré (mas adelante estadio Alberto Mora Mora) en 1943. Partido jugado entre el Deportivo Manizales y Vidriocol-Otún de Pereira
Imagen extraída del libro “Pereira y fútbol en imágenes”, de Mario Montoya Agudelo.
Foto compartida por ‎Samuel A. Osorio en el grupo de Facebook “Fotos Antiguas de Pereira” 

“Pero dejaba el alma en la cancha”, solloza Steven, dieciocho años, el escudo del Pereirita tatuado en el antebrazo derecho.

Su equipo acaba de perder por dos a uno frente al Cúcuta Deportivo, otro club  enredado en la nostalgia de improbables glorias pasadas.

Son las once de la mañana del  martes 30 de mayo. Igual que algunos de sus compinches de barra, el muchacho no ha vuelto a casa luego de la derrota.

¿Para qué? Pregunta envuelto en su bandera de franjas rojas y amarillas, y vuelve a romper en llanto.

El mundo está lleno de preguntas sin respuesta.  Inefable es la palabra para definir ese estado de cosas.

Aunque sucede año tras año, las personas como Steven no  acaban de  acostumbrarse. Después de asimilar las derrotas vuelven a decirse: Esta vez  sí será.

Y resulta que esta vez tampoco fue.

Este equipo parece haber firmado un pacto sobrenatural con el fracaso.

Los más supersticiosos le endilgan toda la responsabilidad a  Cecilia Monsalve  Hernández, “Chila”, la hincha más fiel que haya conocido la extinta furia matecaña.

Mientras Chila vaya al estadio el equipo no ganará, sentenciaban los  aficionados más ortodoxos.

Pero Chila murió cuando apenas despuntaba el nuevo siglo, en abril de 2000.

Han pasado  más de tres lustros y el equipo de Steven es eliminado una y otra vez cuando está a punto de volver a la primera división.

Así que lo de Chila… mmmmmm


Estadio Hernán Ramírez Villegas con lleno total para la celebración de un clásico del Deportivo Pereira, años finales de los 70s.
Foto Extraída de una Postal de Pereira, compartida por Diana María Duque en el grupo de Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”


Muerta Chila, algunos hinchas contumaces le echan la culpa a un improbable gato negro enterrado en una de las porterías.

Sospecho que las causas son más terrenales.

Una de ellas apunta a que el fútbol, el viejo jogo bonito de los brasileños, fue secuestrado por bandas de  forajidos. Y esos tipos  solo entienden el lenguaje de las chequeras.

Tráfico de piernas, llamó a esa práctica el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Siguiendo el olor del dinero uno encuentra varios eslabones:

El de los padres de familia, que matriculan a sus hijos en una escuela de fútbol y sueñan con volverse millonarios vendiéndolos a las grandes ligas.

El de los entrenadores que cobran por alinear  a jóvenes promesas.

El de  los intermediarios que se embolsillan un porcentaje de las transferencias.

El de periodistas deportivos que son a la vez dueños de pases.

Y, claro, el de los clubes devenidos  grandes corporaciones, que controlan toda la cadena del negocio, incluidos los socios, la publicidad, las transmisiones por radio y televisión, así como el circuito completo del mercadeo: Florentino Pérez  presiona la permanencia de James Rodríguez en el Real Madrid, no por sus innegables dotes deportivas, sino por la creciente venta de camisetas en el mercado latino.

Por supuesto, el Deportivo Pereira es apenas un modesto equipo de provincias. Un  rumor lejano en medio del estruendo mediático provocado por multinacionales como el Barcelona o el Real Madrid.

Pero los directivos han aprendido sus mañas y las replican a pequeña escala. Son muchos menos millones de dólares pero de todos modos suponen un botín atractivo.

Y sobre  ese pequeño cardumen se abalanzan todos los tiburones.

Un torneo tras otro se deshacen de las grandes figuras y nadie da cuenta de los dineros recaudados en transferencias.

El dueño de fulanito no es el equipo, sino un particular, dicen.

La consecuencia de todo eso es el desastre.

Por eso la desazón de Steven pertenece al reino de lo inefable.

Así que, también hoy, el muchacho ha decidido echarle toda la mierda a Chila.

*Una nota publicada originalmente en mayo del 2017, la reactivamos hoy a 77 años de creación del Deportivo Pereira

¿Te nominaron al Premio Nobel de la Paz? Mussolini, Stalin y Hitler también fueron postulados

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Miles de personas, incluidos profesores universitarios, pueden presentar candidaturas. Cada año se envían cientos de postulaciones.

Por, Daniel Victor. Publicado en The New York Times

Hubo 318 candidatos para el Premio Nobel de la Paz 2020. El comité de selección ha enfatizado que las nominaciones no representan un respaldo por parte del Comité Noruego del Nobel.
Hubo 318 candidatos para el Premio Nobel de la Paz 2020. El comité de selección ha enfatizado que las nominaciones no representan un respaldo por parte del Comité Noruego del Nobel. Crédito: Rein Skullerud/via Reuters

A diferencia de las renombradas ceremonias de premiación de Hollywood, en las que el simple hecho de estar nominado es un honor, el Premio Nobel de la Paz acepta postulaciones de miles de posibles candidatos.

El Comité Noruego del Nobel, encargado de seleccionar al ganador del premio, no revela los nominados ni quiénes los nominaron sino hasta 50 años después, lo cual deja a criterio de las personas si quieren anunciarlo por su cuenta.

Tras el cierre de la convocatoria para las nominaciones de este año, Alexéi Navalni, el líder disidente ruso; Greta Thunberg, la activista adolescente contra el cambio climático, y la Organización Mundial de la Salud estuvieron entre los nominados, según informó Reuters.

También se mencionó a Stacey Abrams, la exdirigente de Georgia a quien se le atribuyó el aumento de participación electoral el año pasado, y a Jared Kushner, el yerno y asesor del expresidente Donald Trump. (Trump mismo fue nominado al galardón en los últimos dos años de su presidencia, sin contar las dos nominaciones que fueron falsificadas en 2018).

Reuters realizó una encuesta entre los legisladores noruegos que “han elegido al ganador en ocasiones anteriores”.

La lista de personas que pueden postular nominados es larga e incluye a miembros de gobiernos nacionales; funcionarios al frente de organizaciones internacionales por la paz; profesores universitarios de historia, ciencias sociales, derecho, filosofía, teología y religión, y ganadores de ediciones pasadas.

El comité del Nobel afirma que la gran cantidad de personas o entes que pueden hacer las postulaciones garantiza una “gran variedad de candidatos”, pero el grupo es hermético sobre el proceso y no respondió a una solicitud para aclarar los criterios de elegibilidad de los proponentes.

En 1967, el año más reciente disponible en los registros del comité del Nobel, se presentaron 95 nominaciones (se pueden nominar grupos o individuos más de una vez en el mismo año). El comité afirmó que el año pasado hubo 318 postulaciones, por lo que el récord sigue siendo de 376 en 2016.

Hay pocos criterios para la nominación de candidatos y, en ocasiones, algunos se han aprovechado del proceso por motivos abiertamente políticos.

Uno de los casos más famosos fue el de un legislador antifascista de Suecia que nominó a Adolf Hitler en 1939 como un acto satírico. Jamás tuvo la intención de que “su postulación se tomara en serio”, se lee en una nota adjunta a su nominación archivada.

Iósif Stalin, el líder de la Unión Soviética, fue nominado en dos ocasiones, en 1945 y 1948. Benito Mussolini, el dictador italiano, fue nominado dos veces en 1935.

El proceso de selección para determinar al ganador es mucho más riguroso. El comité, nombrado por el Parlamento de Noruega, delibera en secreto a partir de febrero. El grupo reduce la lista de nominados a 20 o 30 candidatos antes de entrar a un periodo de meses de consideración. El ganador se anuncia en octubre.

El comité del Nobel ha hecho énfasis en que las nominaciones no representan un respaldo de parte del grupo y “no pueden utilizarse para insinuar una afiliación con el Premio Nobel de la Paz”.

Sin embargo, Trump es un ejemplo de cómo las nominaciones mismas pueden usarse para proyectar influencia.

En 2019, Trump les dijo a sus partidarios que había sido nominado por el entonces primer ministro de Japón, Shinzo Abe, una aseveración que Abe se rehusó a confirmar. (El premio de ese año fue concedido a Abiy Ahmed, el primer ministro de Etiopía).

El año pasado, después de que dos políticos europeos dijeron haber nominado a Trump, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, se refirió a la postulación como “un honor bien merecido y ganado a pulso por el presidente”.

Finalmente, el premio de 2020 fue otorgado al Programa Mundial de Alimentos.

De hecho, Trump había sido nominado por dos miembros escandinavos de derecha del Parlamento. No obstante, para sus seguidores, las posturas políticas personales de quienes lo nominaron, o sus escasas posibilidades de ganar el premio, eran menos importantes que la imagen que daba la nominación.

“A Donald Trump lo nominan a otro Premio Nobel todos los días”, anunció con alegría la presentadora de Fox News, Laura Ingraham, en su programa. “Es obvio que Trump debería obtener el premio”.

En un mitin de campaña en octubre, Trump se quejó de que su nominación había sido menos comentada por los medios noticiosos que la de su predecesor. (De hecho, el expresidente Barack Obama ganó el premio en 2009).

“Me acaban de nominar al Premio Nobel”, declaró. “Luego prendí el televisor y solo había noticias falsas, una tras otra. Hablan del clima en Florida y de otras cosas. Pasa una noticia y otra, y no dicen nada de esto. ¿Recuerdan cuando Obama lo recibió en sus primeros meses y ni siquiera sabía por qué se lo habían dado?”.

El premio otorgado a Obama, a solo nueve meses del inicio de su primer mandato, fue recibido con asombro y desconcierto, incluso por el ganador.

“Para ser honesto”, dijo Obama después del reconocimiento. “En realidad, siento que no merezco estar junto a tantas figuras transformadoras que han recibido el honor de este premio, hombres y mujeres que me han inspirado a mí y al mundo entero mediante su valerosa búsqueda de la paz”.

*Daniel Victor es un reportero radicado en Londres que cubre una amplia variedad de historias con un enfoque en las últimas noticias. Se unió al Times en 2012, procedente de ProPublica. @bydanielvictor

Mi encuentro con el último bandolero andaluz

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‘Si vuelvo a la cárcel me mato’

Por, Andros Lozano. Publicado en elmundo.es

“Nos veremos donde acaba la vereda. Saldré en tu busca…”.

Sus palabras de días atrás resuenan en tu cabeza mientras caminas montaña arriba por la sierra de Grazalema. Son casi las 12 del mediodía de este pasado lunes. Asciendes solo a la sombra de centenares de pinos, alcornoques y abetos. Un buitre leonado sobrevuela tu cabeza como un vigía. La exigencia del terreno, escarpado y resbaladizo por la humedad, hace que pronto falte el aire y sobre ropa de abrigo. Tras patear durante media hora por algún punto inconcreto de esta serranía gaditana escuchas varios silbidos. Proceden de más arriba, aunque eres incapaz de ubicarlos. Al cabo de 30 segundos resuenan los ladridos de varios perros, esta vez mucho más próximos. Aunque no le ves, entiendes que el hombre al que buscas anda cerca.

-¡¡¡Antonio!!! -dices hacia ninguna parte en voz alta, y el eco hace que tu voz se propague por la montaña.

Ahora los perros ladran con mayor intensidad. Una pitbull recién parida, irrumpe tras un recodo de un sendero corriendo hacia ti. Le siguen otros dos, sin raza, mucho más pequeños.

-No te preocupes, sólo van a olerte -afirma una voz todavía sin rostro.

Levantas la mirada que dirigías a la perra y, de repente, surgido de la nada, aparece Antonio, el hombre cuyo rastro has seguido desde que fue capturado aquella primavera de 2011 tras mantenerse prófugo durante un lustro, el condenado al que sólo pudieron apresarlo desplegando 70 guardias civiles, perros rastreadores y un helicóptero.

Ahora, a cuatro metros de ti, de nuevo prófugo y en busca y captura, se aproxima empuñando una gruesa cuerda con la que amarra a Titán, otro pitbull, el de seguridad.

-Hola, amigo -te dice mientras te estrecha la mano derecha.

-Eres el último bandolero andaluz, ¿verdad? -preguntas tú.

-Sí, ese dicen que soy.

Por fin. Acabas de conocer a Antonio Manuel Sánchez, al forajido que hace 16 meses, sin delitos de sangre en su historial delictivo, volvió a lanzarse al monte huyendo de la ley, al igual que ya hizo en 2006 y como antaño, siglos atrás, lo hicieron José María Hinojosa El Tempranillo o Juan José Mingolla Pasos Largos, nombres míticos del bandolerismo de la sierra andaluza.

Ahora, delante de ti, prófugo por segunda vez, te parece un reflejo distorsionado y empeorado del chico joven y guapo que a mediados de abril de 2011, sólo unos días después de su última detención, te mostró su madre en retratos de la mili. Sin embargo, su figura aún te parece imponente con su 1,86 de altura, sus 85 kilos, su ropa de camuflaje, su gorro de cacería y esa barba canosa de una semana que él mismo se rasura a filo de navaja.


Antonio Manuel Sánchez, apodado El Lute de Cádiz, tras ser detenido por la Guardia Civil en la sierra de Cádiz. Era el 24 de abril de 2011.

Este hombre de 44 años, que ha vuelto a fugarse de la cárcel para de nuevo echarse al monte con su morral al hombro y sus armas de caza -una lanza para matar jabalíes y un cuchillo punzante- ya no tiene ningún diente en la encía superior, y en la inferior el ardor de años de heroína, cocaína y marihuana le ha arrebatado todas las muelas, salvo una.

-Aquí me tienes. Hablemos mientras caminamos.

Y habláis. Durante dos horas. Tú y este fugitivo que no se despoja de su chaqueta de camuflaje salvo para mostrarte que debajo lleva una cazadora de cuero negro, un polar del mismo color y una camiseta con la bandera de Suecia. Dice que va tan abrigado porque aquí es la única forma de combatir el frío del invierno que cada noche, mientras duerme en una tienda de campaña hecha a mano con remiendos de plástico, muerde sus carnes entre aullidos de lobos y peñascos que se desprenden. Pero ni siquiera tanto trapo le ha servido para librarse de ese ruido de pecho, ese borboteo que de vez en cuando escuchas y que le acompaña desde hace dos meses.

Conversáis a solas, con la mera compañía del canto de la naturaleza y de algunos gemidos lastimosos de Titán, al que ha amarrado al tronco de un árbol. Más arriba en la montaña, en los escondites y cuevas que no te quiere mostrar por temor a que le delates, guarda algunos machetes y hachas que la Guardia Civil no logró recuperar pese a peinar la zona después de capturarle.

Este bandolero del siglo XXI cuenta que tiene amaestrados a sus cuatro perros, a los que, al alba o al caer la noche, cuando más se mueven los animales, utiliza para cazar venados y puercos que luego asa a fuego de leña. También para ahuyentar a las visitas incómodas. Así, día tras día, sobreviviendo en soledad, sin contacto con ningún ser humano. Todo por no volver a ninguna prisión, donde vio asesinatos, violaciones de chavales, narcoteo, corrupción… Donde dejó de funcionarle la cabeza.

-A Titán lo comparo con un león por el cuerpo que tiene. Que se atrevan los guardias a venir a apresarme, que lo lanzo para que se los coma.

La primera vez que Antonio se echó al monte fue a principios de 2006. Habiendo pasado encarcelado 14 años e instalado por aquel entonces junto a su madre en la casa de Benamahoma que heredaron de la abuela muerta, Antonio recibió la notificación de un juez para que volviera a prisión. La razón: un robo con fuerza cometido en 2002 en Oviedo, con el que se costeó los picos que calmaron su mono durante un permiso carcelario de fin de semana. Pero Antoñito, así le llamaba su adorada yaya Ana, se fugó a la montaña, que tan bien conocía por su abuelo, cazador furtivo.

Como ahora, instalado en la sierra, asilvestrado y trabuco en mano, asaltó a senderistas, atemorizó a cazadores y a guardas de cortijos, encañonó a una pareja de guardias civiles, le acusaron de dar un palo a punta de escopeta en la gasolinera de El Bosque y se alimentó de animales salvajes. Antes de volver a ser detenido, pensó que jamás pisaría otra chirona, que ya había purgado lo suficiente entre rejas desde los 19 años que entró en Puerto I (Cádiz) hasta los 33, cuando salió de la penitenciaría asturiana. Pero le apresaron en 2011.

Caminando junto a ti, sintiéndose libre en su amada montaña, Antonio, al que apodaron El Lute de Cádiz, te explica que hace un año y cuatro meses, cuando cumplía el tercer grado en un centro evangelista de Carmona, Sevilla, se escapó un día de visitas. Se lo ordenó, promete, el demonio que recorre su sangre.

-Me amenazaron con que iba a volver a la cárcel y ni lo pensé, me fugué.

Antonio explica que ese día de septiembre de 2013, el de su última huida, hizo a pie la mitad del camino hasta Benamahoma, unos 60 kilómetros. Y que no iba sólo, que le acompañaba su prima hermana Samanta, la mujer a la que dice amar y la madre de su hija, Libertad, una cría de cuatro años que padece de espina bífida y no puede caminar, la niña de sus ojos a la que no puede ver ni tocar pese a tenerla ahí, a sólo unos kilómetros de su guarida, en la casa familiar de Benamahoma. Quizás lo pueda hacer si aguanta oculto en este monte otros 20 meses, el tiempo que le restaba pasar recluido cuando escapó de Carmona.

Mientras le escuchas, recuerdas vivamente que era Samanta, Sami, la menor de 14 años que apareció encamada con Antonio en una tienda de campaña el día que le apresaron, cuando, sin saberlo, ya estaba preñada de dos meses. La misma que tiempo atrás le regaló a este lobo solitario que te habla entre recuerdos y divagaciones un corazón de fieltro rojo con un “Te quiero”.

-¿Te arrepientes de haberte vuelto a fugar?

-Claro, pero mi cabeza no tiene lógica. No reacciono como la mayoría. Llevo media vida encarcelado o huyendo. Y todo sin cometer delitos de sangre. Ya he pagado bastante por mis pecados. He sido un loco animal, quillo, he llevado el demonio dentro. Pero ya no. Sólo quiero vivir en paz, sin molestar a nadie.

Antonio conversa clavándote la mirada, que, a menos de un metro de distancia, te parece la de un hombre alicaído y enfermo por la hepatitis y los brotes de esquizofrenia. Sin dejar de fumar pitillos con tabaco de liar, alguno mezclado con la maría que él mismo cultiva, de su boca escuchas la biografía de alguien que de bien chiquito ya apretó a fondo el acelerador de la vida quinqui.

Este bandolero que tienes enfrente nunca tuvo padre, salvo el que le engendró. A los 10 años él y su madre, Antonia, se trasladaron de Benamahoma a Sevilla para que ella sirviera en una casa. A los 12, cuando ya pasaba más tiempo en la calle que en su colegio del barrio de La Macarena, se hizo amigo de un gitanillo un año menor que él, Antoñito Leiva Jiménez. Fue él quien le invitó a su primera papela de heroína. Se la esnifó.

Luego vendrían sirleos de bolsos a turistas, cocaína, metanfetaminas, más robos a punta de navaja o alunizajes con coches robados, los picos en vena, los porros y la venta de droga, y su primera entrada en prisión, a los 17, en Sevilla I. Fueron sólo unos días, aunque dice que le sirvieron para conocer el infierno en la tierra. Pero al salir no frenó. En sólo dos años volvió al talego, de donde no salió hasta que tuvo la edad de Cristo.

Padece hepatitis y brotes de esquizofrenia. “He sido un loco animal; ya sólo quiero vivir en paz”, dice tras 14 años de cárcel

El resto de su vida es una montaña rusa llena de giros y caídas en picado. A los 33, cumplida su condena, se fue a Talavera de la Reina en busca de María del Pilar, una cocainómana con la que se casó en 1999 en la cárcel de Salamanca sólo para poder tener vis-à-vis con ella con mayor frecuencia. El reencuentro duró apenas medio año. Luego se cobijó en Benamahoma junto a la mamá y la yaya, muy enferma.

Hasta los 37, Antonio compaginó su adicción a las drogas con trabajos esporádicos de peón de albañil. Hasta que un juez volvió a tocar a su puerta y decidió lanzarse al monte por primera vez. Le capturaron cerca de cumplir los 42 acusado de dar un palo en la gasolinera El Bosque, escopeta en mano. Y ahora, en este preciso instante, en busca y captura desde hace 16 meses, te muestra su lanza, su puñal hecho a partir de una lima, las cuerdas que guarda en su morral y las marcas en su tripa de cortes de navaja, el recuerdo de todas las veces que le quisieron matar en la cárcel, a la que debía tres años de condena cuando se fugó de Carmona.

-¿Tienes miedo de que te vuelvan a coger?

-Mucho. No quiero volver al talego. Ni mi cuerpo ni mi mente lo superarían. Estoy colapsado de todo lo que vi allí. Pero no tengo incertidumbre. Si me cazan, me quitaré la vida dentro de prisión.

Antonio te lo cuenta haciendo el gesto de ahorcarse. Y tú le crees. Piensas que el último bandolero andaluz, el condenado que hasta dos veces se ha echado a la sierra burlando el cerco de la Justicia, está convencido de suicidarse si vuelve a chirona.

Son las dos de la tarde. Hasta aquí dura nuestro encuentro en el monte. Tras despedirse estrechándote la mano, ves a Antonio enfilar un sendero como una sombra sibilina. Y recuerdas esa frase que te ha dicho poco antes de marcharse: “Llevo toda mi vida buscándole sentido a la palabra ‘libertad’, pero aún no se lo he encontrado”.