miércoles, abril 30, 2025
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¿Qué despertó a Chile?

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Un estudio de Harvard se planteó la siguiente incógnita: ¿Puede una protesta violenta generar cambios en la política local? … La publicación muestra que una protesta violenta puede estimular la participación política entre las personas que comparten una identidad con los agitadores.


 

Fuente: BBC News Getty Images

 

A las voces de “Chile despertó”, un considerable número de manifestantes, en una forma mayoritariamente pacífica, avanzó por una céntrica avenida de Santiago. Esta multitudinaria marcha se concentró el pasado viernes 25 de octubre en la Plaza Italia, lugar neurálgico de la capital chilena, para rechazar aquellas políticas públicas que han generado la profunda desigualdad social en el país y exigir la puesta en marcha de amplias reformas sociales.

Se afirma que cerca de 1,2 millones de personas se concentraron allí.

Las imágenes de esta masiva marcha, llena de colorido y escenarios festivos, la mayor en la historia de Chile, se reprodujeron en innumerables medios periodísticos y a través de las redes sociales, particularmente cuando centenares de personas entonaron “El baile de los que sobran”, la célebre canción del grupo Los Prisioneros que se hizo popular en los 80. No obstante, el icónico momento de ese viernes no fue el inicio de las protestas. Cabría entonces preguntarse, ¿Qué ocasionó esta masiva manifestación? ¿Qué despertó realmente a Chile? ¿Podría una marcha de esta dimensión inequívocamente generar los cambios estructurales exigidos por la gran mayoría?

 

Fuente: ACN

 

La crisis se desencadenó cuando el gobierno, el viernes 18 de octubre, una semana antes de la afamada marcha, decidió subir el precio del pasaje del metro en 30 pesos, llegando a un máximo de 830 pesos (US$1,17 aproximadamente). A modo de protesta, algunos estudiantes comenzaron a protagonizar “evasiones masivas” en el metro, levantando torniquetes para ingresar a las estaciones sin pagar.

Empero, la situación se agravó en una escalada dramática de hechos violentos en las calles de la capital chilena, con quema de diversas estaciones de metro y buses, saqueo de supermercados y ataques a cientos de instalaciones públicas. El gobierno decretó el estado de emergencia, lo que significó el despliegue de los militares quienes, además, ordenaron toque de queda la tarde del sábado siguiente.

Observando detenidamente la transmisión televisiva a través de canales chilenos, claramente se percibía el nivel de desasosiego y zozobra extrema por parte de las autoridades ante esta progresión violenta. Tanto que el propio presidente el domingo 20 de octubre declaró: Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite, incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el mayor daño posible”.

Con datos suministrados por la cámara de comercio de Santiago (al 25 de octubre, día de la marcha), el costo comercial de las protestas violentas se estimaba en 1.4 billones de dólares. Los saqueos afectaron más de 600 supermercados y tiendas minoristas, generando pérdidas valoradas en ventas del orden de 500 millones de dólares. Más de 25,000 negocios con más de 400,000 empleados han sido impactados, siendo en la mayoría empresas pequeñas y medianas. El presidente Piñera señaló que se pondrá en marcha un plan de reconstrucción para la recuperación de las infraestructuras que han sido dañadas durante las protestas, pero advirtió que su aplicación requerirá tiempo y dinero, en concreto, unos US$350 millones.

Y este estimativo es solo el comienzo.

 

Sebastián Piñera. Fuente: infobae.com

 

Además de los daños mencionados, el presidente Sebastián Piñera se vio obligado a cancelar las cumbres APEC y COP 25. La cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) iba a tener lugar el 16 y 17 de noviembre, mientras que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) iba a celebrarse entre el 2 y 13 de diciembre.

Se hace importante mencionar que, aun cuando el oficialismo argumentó que la cancelación de esas cumbres se hizo para enfocarse en solucionar las demandas hechas por la población en las protestas que convulsionaron al país, la realidad mostraba algo distinto, cuando incluso miembros de su equipo de gobierno afirmaban: “… comprendemos y reconocemos que en Chile no hay respeto por los derechos humanos para que el personal y los delegados extranjeros vengan a una reunión tan larga, de casi dos semanas, en una ciudad como Santiago, que es la más convulsionada por la crisis social”.

Algún tiempo después Piñera llegó a decir que nuestra primera prioridad como gobierno es concentrarnos absolutamente en, primero, restablecer plenamente el orden público y la paz social. Segundo, impulsar con toda la fuerza y la urgencia que se requiere la nueva agenda social para responder a las principales demandas de nuestros ciudadanos. Y tercero, impulsar un amplio y profundo proceso de diálogo para escuchar a nuestros compatriotas a lo largo y ancho de Chile”.

Ante esta secuencia de hechos, y después de notar el anterior orden de prioridades definidas por Piñera, cabe nuevamente replantearse

¿Qué despertó realmente a Chile?

Un estudio liderado por el profesor Ryan D. Enos de la facultad de gobierno de la Universidad de Harvard, y publicado a comienzos de este año en la “American Political Science Review”, se planteó la siguiente incógnita: ¿Puede una protesta violenta generar cambios en la política local? Usando datos geocodificados, esta investigación pretendió analizar las medidas de apoyo político antes y después de un caso concreto: los disturbios de Los Ángeles en 1992, uno de los más destacados eventos de violencia política en la historia estadounidense reciente, que ocurrieron justo antes de una elección.

 

Profesor Ryan D. Enos

 

El desencadenante de este evento fue una grabación de video que mostraba una acción de brutalidad policial, y la posterior absolución de los policías involucrados. Contrariamente a algunas perspectivas de la literatura académica y la prensa popular, este estudio halla que los disturbios causaron un marcado cambio liberal en el apoyo político en las urnas.

Según la publicación, mientras otros se han concentrado mayoritariamente en distintas formas de acción política, estos no se preguntan, o diría yo, no se atreven a cuestionar si los disturbios son una herramienta útil para generar apoyo político, aunque desde la perspectiva de los alborotadores, esta cuestión es preponderante.

La publicación muestra que una protesta violenta puede estimular la participación política entre las personas que comparten una identidad con los agitadores.

 

Fuente: panampost.com

 

La investigación concluye que, aunque a menudo pareciera extrema esta perspectiva, la violencia política no está aislada y todavía es común en muchas partes del mundo (a manera de ejemplos recientes cito a Barcelona, Líbano, Ecuador, Bolivia, Chile, Irak, Hong Kong). Además, la amenaza implícita de violencia aún subyace en la relación entre gobiernos y ciudadanos en muchos lugares. A medida que el uso de la violencia continúa siendo una característica activa de nuestro sistema político, se deben estudiar estos casos con particular cuidado antes de minimizar o matizar las consecuencias.

 

Imagen protesta en Karbala, Irak. Fuente: EPA, BBC News

 

De acuerdo con todo lo anterior, sería entonces válido preguntarse, ateniéndose a la secuencia de prioridades definida por Piñera, si la causa detrás del desorden público es la que realmente impulsa las dos acciones posteriores, esto es, la nueva agenda social para responder a las principales demandas de los ciudadanos, y el amplio y profundo proceso de diálogo, incluyendo una nueva constitución.

Históricamente se ha advertido que la inacción característica del proceder de un gobierno al responder a marchas masivas mayoritariamente pacíficas no genera cambios con la profundidad y rapidez como los que se están observando ahora en Chile.

 ¿Qué despertó entonces a Chile?

Autor del artículo: Guillermo Ramírez Cattaneo, Magister en Filosofía de la Universidad Tecnológica de Pereira. Master en Ingeniería de la Universidad de la Florida (Gainesville, E.U.A). B.S en Ingeniería Civil de la misma Universidad.

Bichos raros en el Arquía. Una postal del Chocó

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…en el Arquía ya no hay guerrilleros, todos saben que fue en el Atrato donde los cogieron, aunque la televisión volvió a decir que todo había ocurrido en el Arquía, porque los de la televisión sólo cuentan mentiras y a lo mejor nosotros éramos iguales, o a lo mejor no íbamos a decir nada de lo que veíamos ni de lo que él nos contaba y por eso yo, para cumplir con la promesa que le hice, lo transcribo acá.


 

Un helicóptero de la Organización de las Naciones Unidas aterriza en la mitad de la selva sobre una playa del río Arquía. El Arquía es un río hermoso que se rinde al Atrato después de bajar entre una montaña cerrada por la que, si uno caminara dos o tres días, llegaría a Urrao, en Antioquia. Pero no vamos a caminar tres días, ni siquiera vamos a caminar. Sólo canoa y palanca, sólo agua y canalete, sólo motor fuera de borda durante horas desde las bocas del Arquía, que se abren cristalinas pero muy rápido son tragadas por el oscuro Atrato, ese río del que cierto geógrafo y anarquista francés hace siglo y medio dijo que bajaba igual a un pantano que se mueve.

 

Foto: Ingrid Serrate

 

En las cabeceras del Arquía pegadas al pie de la montaña está Vegáez y en su casita de madera de Vegáez está Feliciano cosiendo una atarraya rota. “¿Son periodistas?” nos indaga. “Oiga, una pregunta ¿pero ustedes si informan la realidad del país cómo es?”. Le decimos que sí, que hemos venido a este río para conocer cómo viven ellos y también para saber qué fue de la Zona Veredal de Vidrí, donde se concentraron casi medio millar de guerrilleros de las FARC durante el proceso de paz, pero luego quedó abandonada y corroída entre la humedad mientras los ex combatientes desertaban poco a poco, decepcionados pues nunca llegaron los proyectos productivos con los que debían rehacer sus vidas.

Entonces Feliciano se queja de que a los negros del Arquía siempre los han señalado de ser terroristas porque la guerrilla controló este río durante la confrontación y no permitió que los paramilitares se lo tomaran, nos insiste en que el gobierno no se acuerda de ellos, que están olvidados, que el colegio está caído y al puesto de salud no llegan los medicamentos y tampoco tienen electricidad corriente, sólo unas pocas horas cada noche, y que cuando la televisión viene a grabar luego muestra nada más que mentiras, por ejemplo cuando aparecieron con sus cámaras y aparejos para decir que en el Arquía los del Ejército de Liberación Nacional habían secuestrado a unos policías que salían de recoger unos equipos en Vidrí, pero todos saben que no fue así, porque en el Arquía ya no hay guerrilleros, todos saben que fue en el Atrato donde los cogieron, aunque la televisión volvió a decir que todo había ocurrido en el Arquía, porque los de la televisión sólo cuentan mentiras y a lo mejor nosotros éramos iguales, o a lo mejor no íbamos a decir nada de lo que veíamos ni de lo que él nos contaba y por eso yo, para cumplir con la promesa que le hice, lo transcribo acá.

Un helicóptero de la ONU aterriza en la mitad del río Arquía. Sigue un desfile de chalecos y burócratas y funcionarios que vienen para una reunión con la comunidad y con los últimos treinta desmovilizados que no desertaron de la Zona Veredal. Los funcionarios tropiezan con las piedras y se resbalan en el barro rojo de las orillas y vuelven a tropezar con las preguntas de la gente y se resbalan explicando por qué no arrancó la implementación del acuerdo de paz ni llegó la plata para montar la iniciativa comunitaria de cría de cerdos. Los funcionarios se ven más exóticos que cualquiera de las ranas venenosas que brincan por estos montes. ¿Cuándo llegan los proyectos, los recursos, el progreso? Nadie lo sabe. El Estado es todopoderoso pero invisible a la vez.

Pongamos que hablo de Joaquín

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Joaquín Sabina, ese poeta enorme que, junto a Serrat, Lou Reed, Leonard Cohen y Tom Waits, también se merece el Nobel por su capacidad para nombrar las facetas más luminosas y oscuras de nuestra existencia.


 

Como buen hijo de policía, no tuvo más remedio que volverse anarquista: fue su manera de restablecer el equilibrio en las fuerzas del universo.

 

 

Asfixiado por el olor a sacristía de la dictadura de Franco huyó a Londres. Se ganó el pan de cada día cantando en el metro y durmió a pierna suelta en las bancas de los parques.

En las noches del Madrid de sus entrañas ya había aprendido en bares y esquinas de faroles rotos todo lo que uno debe saber de la vida.

Una vez se definió como “Un anarquista incapaz de saltarse un semáforo en rojo”. Cabalgando sobre esa declaración de principios acaba de llegar a sus primeros setenta años de vida.

Nació un 12 de febrero de 1949 en el pueblo de Úbeda, provincia española de Jaén. Es un hijo díscolo de esa generación que los sociólogos bautizaron como los “ Baby boomers”:

los niños de la bomba atómica.

Solo que en lugar del paraíso del consumo o las pesadillas de las guerras encontró la poesía.

Y se puso a cantar.

 

 

Y no de cualquier manera: sus versos tienen el ritmo perfecto aprendido en la lectura de los poetas del Siglo de Oro español.

De modo que su mala voz, como de papel de lija, pasó a un segundo plano. No la necesitaba para cantar- y contar- maravillas como ésta:

Lo que sé del olvido/ lo aprendí de la luna/ lo que sé del pecado/ lo tuve que buscar/ como un ladrón debajo/ de la falda de alguna/ de cuyo nombre ahora/ no me quiero acordar”.

Pongamos que hablo de Joaquín Sabina, ese poeta enorme que, junto a Serrat, Lou Reed, Leonard Cohen y Tom Waits, también se merece el Nobel por su capacidad para nombrar las facetas más luminosas y oscuras de nuestra existencia.

Y cierro aquí lo del Nobel, para no alentar una discusión con los puristas empecinados en que literatura es solo aquello que viene empacado en libros.

 

 

Sumo y sigo. Como tantas cosas bellas de mi vida, fue mi hermano Juan Carlos Pérez quien puso en mis manos un vinilo titulado Hotel dulce hotel: toda una refutación de las improbables seguridades de la institución matrimonial.

Corría el año de 1987. Desde entonces no he dejado de frecuentar ese cancionero en el que las delicias del amor furtivo conviven con su devoción por el Atlético de Madrid y por los bares de copas; con su amistad a prueba de fama con Joan Manuel Serrat- “Mi primo el Nano”- y sobre todo con un espíritu indomable que se enfrenta con versos a todas las formas del poder, es decir, de la podredumbre que nos rodea por todas partes.

 

 

Esa resistencia lo llevó a celebrar la marginalidad, porque, más allá de los discursos políticos, son los orilleros, los que viven a salto de mata, quienes realmente desafían al poder un día sí y otro también.

Esa convicción lo llevó a componer esta suerte de oda titulada Que demasiao:

Macarra de ceñido pantalón
Pandillero tatuado y suburbial
Hijo de la derrota y el alcohol
Sobrino del dolor
Primo hermano de la necesidad
Tuviste por escuela una prisión
Por maestra una mesa de billar

Te lo montas de guapo y de matón
De golfo y de ladrón
Y de darle al canuto cantidad
Aún no tienes años pa votar
Y ya pasas del rollo de vivir
Chorizo y delincuente habitual
Contra la propiedad
De los que no te dejan elegir.

Es esa forma de oscura belleza la que le ha asegurado un lugar en la historia personal de quienes, a pesar de que parecen haber “triunfado en la vida”, intuyen el engaño. De los que recorren el camino abrumados por la sospecha de haber sido timados en algún recodo y por eso se duermen cada noche recitando los versos de una canción bella y afilada como un cuchillo de pedernal:

“Pero si me dan a elegir/ entre todas las vidas/ yo escojo/ La del pirata cojo/ con pata de palo/ con parche en el ojo/ con cara de malo/ el viejo truhan capitán/ de un barco que tuviera por bandera/ un par de tibias y una calavera”.

Pongamos que hablo de Joaquín.

 

De ver pasar: Más colombiano que nunca

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De ver pasar por el aeropuerto, Rigoberto Gil reflexiona a partir de una lona promocional que busca enaltecer a los “Héroes bicentenarios”.


 

El escenario es un campo de batalla nada reciente: solo tiene 200 años. Lo que sí es reciente es esta puesta teatral y telenovelesca que busca enaltecer lo que la publicidad afirma: el avance por Colombia de unos “Héroes bicentenarios”.

Como toda publicidad lleva implícitos mensajes subliminales, los de aquí me inquietan. Para empezar, es inquietante que el Estado haya escogido los aeropuertos para promocionar la labor bélica, pero poco turística de sus fuerzas militares. Esta que ven aquí está a un lado de las cintas transportadoras que le retornan al viajero su equipaje. Es un lugar estratégico, sin duda, porque mientras uno espera minutos a que aparezca su maleta, es imposible que el viajero no se percate de esta imagen impactante y que se haga partícipe de un escenario cinematográfico en conflicto.

 

 

Porque donde hay conflicto civil y masculino –en este drama de tragicomedia no existen las mujeres– termina por apuntarse con mosquetes realistas o patriotas, con fusiles de largo alcance, o en el peor de los casos agrarios, con machetes de cortar caña. Guerra es guerra; lo importante es dar de baja al enemigo, así no lo veamos. Esto garantizará pasar a la historia como un héroe, y en este caso, como un héroe tan antiguo como el conde Drácula, un Héroe bicentenario, más colombiano que nunca.

Si la viajera que arribe a Colombia proviene de Oslo, donde cada año se entrega el Premio Nobel de la Paz, tendrá que decir: “¡Qué horror, adónde he venido a parar! Pero si solo vine a conocer las bondades del paisaje cultural cafetero”.

Si el viajero memorioso proviene de Bosnia, ante esta imagen deducirá: “Situación difícil la que enfrentan estas gentes. No les basta con el accionar de los soldados, también los civiles se hacen a las armas y comparten el mismo lugar de la batalla”. Si el viajero es un ucraniano entrenado en el arte de la guerra, su primer reflejo será protegerse y nada raro que se tire al piso o tome de rehén a un turista chileno, afecto a Pinochet.

Su reacción es natural cuando comprueba que allí impera la anarquía, que el enemigo invisible, camuflado en la bruma de las tres cordilleras andinas, ataca por la vanguardia y la retaguardia. Y como si este gesto vanguardista, surreal, no fuera suficiente, hay un soldado en posición de tiro que apunta a los pies del perplejo visitante.

Menudo cuadro goyesco.

Nada extraño que la noruega, el bosnio y el ucraniano hayan arribado al país pensando que disfrutarían de un clima pacífico derivado del posconflicto. Esta puesta en escena les anuncia lo contrario y los previene: ¿qué se creen, ah, señoritos del primer mundo? Aquí todavía hay cosas por resolver y muy serias.

“Mi profesión es hacer disparos al aire”, se lee en un poema de León de Greiff. En fin: si yo fuera ellos reclamaría mi maleta y buscaría la forma, sin importar sobrecostos y así reduzca la cantidad de millas, de regresar de inmediato a casa: ese nicho ideal, indivisible, de nuestra seguridad democrática.

La diosa fortuna

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Las alarmas suenan y rememoran los tiempos en los que se sembraron las semillas del descontento que dieron lugar a los acontecimientos encadenados del régimen nacionalsocialista, la segunda guerra mundial, la repartición del mundo entre dos superpotencias, la cortina de hierro, la guerra fría, y el fin del orden mundial que conocimos.


 

El diablo está en los detalles”, reza el dicho que sirve de marco para entender cómo se abrió la grieta que terminó con la caída del muro de Berlín.

El desliz de un vocero durante una rueda de prensa televisada permitió que la decisión de abrir la frontera entre las dos mitades de Berlín se pusiera en marcha en ese mismo instante. 

La diosa Fortuna selló así la llamada Revolución Pacífica, y de un plumazo tumbó la cortina de hierro. Esa línea que se trazó a finales de la Segunda Guerra Mundial, y que se materializó a través de la construcción del muro de Berlín el 13 de agosto de 1961. Una marca indeleble que dividió a las naciones en dos patios paralelos y contrarios. Un lado del mundo comenzaba en Alemania Occidental y se extendía a Europa hasta llegar a los Estados Unidos. Los valores del libre mercado, de la democracia, de la libertad de expresión eran los denominadores comunes de este grupo de países. 

Al otro lado de la cortina, que iniciaba en Alemania Oriental, se daba espacio a un experimento social de libertades restringidas, partidos únicos y economías basadas en planes quinquenales. 

 

Proyección de la marcha multitudinaria del 4 de noviembre en la Plaza de Alex en Berlín, que antecedió a la caída del muro.

El muro se erigió como una barrera de contención para evitar que continuara la fuga de cerebros y mano de obra. Según los cálculos, hasta el verano de 1961 más de tres millones y medio de personas habían abandonado la llamada República Democrática Alemana. La construcción del muro de Berlín fue la medida desesperada de una élite política más demagoga que pragmática.  

Pero también, hay una segunda lectura al respecto: el muro contuvo los anhelos bélicos de dos sistemas contrarios, que de otra manera se hubieran ido a las armas antes que ceder a las pretensiones del otro. 

Los muros buscan siempre proteger a unos de la otredad. Y ese otro siempre es un algo violento y rabioso, contrario. Pero ya lo decía la Canciller Merkel en las celebraciones del XXX aniversario de la caída del muro de Berlín: “el muro de Berlín, señores y señoras, es historia… Y esto nos enseña que no hay muro que pueda segregar a las personas ni limitar la libertad. Ni nunca será tan alto ni tan ancho que no se pueda romper.”

Pero a pesar de que el muro ya no esté físicamente y que las instituciones estén reunificadas y que frente al mundo la historia de Alemania sea un triunfo de la libertad sobre la opresión, lo cierto es que los trabajos de memoria histórica no avanzan al mismo ritmo de las obras de infraestructura. 

 

Marca de donde estaba antes el muro de Berlín cerca del parlamento y que terminaba en el Riviera de río Spree

 

Tres décadas después,  aquellos que habitamos la ciudad, incluso los tardíos moradores como yo, notamos las diferencias entre los alemanes. Para algunos es la conquista de occidente sobre oriente. Para otros es la pérdida de la identidad. Tres décadas de negar definiciones, de entender o explicar que los del Este no fueron los perdedores de la historia. Que si no hubiese sido por esa valentía y el coraje civil de tantos para exigir la garantía de sus derechos, ese muro seguiría de pie.

Pero también hay a quienes Fortuna no les sonrío en ese preciso instante y con el derrumbe del muro se fueron machacados sus sueños entre los escombros. Ahora ellos son alemanes con carnet, pero se sienten extranjeros en su propio país. Recuerdo las palabras de Simone, cuando llegué como migrante a Berlín: “Tú siempre tendrás a donde volver, Juliana. Pero yo ¿a dónde me voy?” Y en efecto… su país no existe más. El papel de su sociedad es la del antagonista. 

En el trabajo de la memoria histórica se olvidaron de recopilar la diversidad de voces. Se recogió un relato único: el de un júbilo homogéneo y anhelado por todos de la misma manera. Pero en estos procesos ha costado mucho entender que miles de biografías quedaron cruzadas por la caída del muro.  De repente, algunas profesiones se volvieron superfluas como ser macroeconomista del socialismo o politólogo del comunismo, o ser abogado, o ser bilingüe en ruso o en alguna otra lengua del Este europeo. Facultades fueron cerradas y catedráticos  encontraron que de la noche a la mañana sus conocimientos caducaron. Plantas que fueron trasladadas al occidente, donde había mejor infraestructura. 

 

Icono del muro: el soldado que patrulla la construcción de muro de Berlín en verano de 1961, y decide saltar de oriente a occidente

 

Ser alemán, definirse como tal es aún una tarea en suspenso. Recuerdo por ejemplo a Konstantin, mi primer jefe de prácticas en el Parlamento. Él siempre me decía que era europeo antes que alemán. Y cuándo le increpaba las razones me respondía: “¿Tú qué entiendes por ser alemán?” Y él mismo se respondía: “yo por lo menos no creo que haya una identidad. No hay nada de lo que me sienta orgulloso. Es mejor ser europeo”. 

Hay que decirlo, desde el lado occidental hay una cierta superioridad moral que hace de sus pares del Este una especie de ciudadanos de segunda clase. Desde el lado oriental hay una mezcla de orgullo, nostalgia y desencanto. Y así vemos que justamente en estos antiguos estados del Este, hoy llamados los nuevos estados federados, es donde florecen los partidos ultranacionalistas, antisistema y anti euro. 

 

 

Las alarmas suenan y rememoran los tiempos en los que se sembraron las semillas del descontento que dieron lugar a los acontecimientos encadenados del régimen nacionalsocialista, la segunda guerra mundial, la repartición del mundo entre dos superpotencias, la cortina de hierro, la guerra fría, y el fin del orden mundial que conocimos.

Todo esto en cuestión de medio siglo. Hoy vivimos esos tiempos del ruido. Hoy nos vemos abocados a ser vigilantes con los procesos de memoria histórica, para no borrar de un tajo a nadie en el camino. Para recoger también las voces de otros.

Imágenes de La Guajira: lo más al norte de nuestro sur

 

Desde Rioacha pasando por Manaure, Uribía, el Cabo de la vela y hasta Punta Gallinas; La Guajira ensancha el alma con paisajes contrastantes que impactan profundamente los sentidos.

 

 

 

El desierto y el mar son inmensidades opuestas que se complementan de una manera asombrosa en esta maravillosa zona de Colombia.

 

Degustar: cuando la vida te sabe a pura delicia

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Filete de lomo con salsa agridulce de camote y naranja

Una nota para disfrutar salivando


 

No hemos venido a la vida para pacer como herbívoros, para pasar la mayor parte del tiempo masticando hierba y más hierba. O para devorar carne cruda hasta el empacho como las fieras 

¿Saborearán los animales?

Cuando un león se relame las patas cubiertas de sangre de alguna presa, ¿lo hará por placer o por puro instinto? Los biólogos marinos afirman que la sangre incita a los tiburones, ¿será un rastro de sabor lo que hay en el agua o sólo obedecen a su increíble olfato? ¿Serán capaces de distinguir y decirse: “humm, este olorcito sabe a atún, mi platillo favorito” o “este aroma me recuerda a pierna humana, un bocado exótico pero delicioso desde todo punto de vista”? Tantas veces hemos oído decir que algún tiburón parece haberse cebado con carne humana por sus puntuales ataques a bañistas. Lo mismo de algún solitario león que siembra el terror en ignotas aldeas de África.

 

 

Pero dejemos a los científicos con sus divagaciones temáticas mientras nosotros nos concentramos en tareas más mundanas, y más suculentas, desde luego. Hay momentos que uno se reconcilia con la vida, después de tantos sinsabores que ocurren a cada rato. Puedo uno estar con la moral por los suelos y viviendo experiencias amargas, cuando de pronto un peculiar aroma, un sabor evocador, acuden imprevistamente al rescate. En los momentos que uno más se aburre, un plato de comida o un simple bocado pueden ser la salvación. Personalmente, cuando más me agobia la existencia y más me pesa el cuerpo como un plomo, una cucharada de una sopa caliente obra como magia, guardada quizá en un rinconcito de la memoria.

 

 

Puede ser que en un intervalo dado la apatía esté haciendo mella en el espíritu, cuando de repente una probada a una insignificante lámina de salmón ahumado nos trae recuerdos de tierras impensadas, de bosques boreales con dejos musgosos y colores otoñales. Una explosión de sabores que dejan nuestra mente casi enloquecida. Paladar y cerebro parecen danzar en perfecta comunión, a la velocidad de un relámpago.

 

Ensaladilla de salmón, olivas negras y pimientos en escabeche.

 

Es ahí cuando caemos en cuenta de que habíamos estado vivos, de que no sólo somos una máquina de tragar, sino que hay algo más detrás de ese proceso llamado alimentación. Si no me creen, vean estas imágenes de los pequeños placeres que he ido acumulando a lo largo de este mes sin publicar en el mundillo del Internet. Si la sola vista o contemplación de las fotografías provoca sensaciones y reacciones diversas en los lectores, con mayor razón llenaron de dicha el alma de este afortunado; peleado a menudo con el mundo que le rodea, pero singularmente salvado por estos pequeños regalos que le concede la vida. A disfrutar salivando, entonces.

Felices 50 años, Kugeldisco

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Juliana nos cuenta sobre la torre de televisión que queda al lado de su casa en Berlín, con su estética ecléctica, con su metáfora de lo que la ciudad representa para ella.


 

Antes de llegar a Berlín sabía muchas cosas de la historia de la ciudad. Sobre el muro, sobre los emperadores Federico y Guillermo, sobre la influencia francesa de los hugonotes por obra y gracia de la guerra de los 30 años. Sabía también que había sido una ciudad-isla, que había vivido dividida durante 28 años y que tenía un ángel dorado que me recordaba mis inicios de vida universitaria cuando iba a los cineclubs a ver películas bellísimas pero poco populares. La ciudad me parecía fascinante y no me equivoqué al llegar. Aquí he visto transformarse no solo mi vida, sino la de la ciudad. Algunas evoluciones semejan más unos retrocesos. Una muerte lenta de las causas perdidas, del romanticismo de la edad intermedia cuando no se es joven pero tampoco adulto. De Berlín he amado su libertad, su indiferencia frente a las obligaciones y los compromisos, su entusiasmo y firmeza para manifestarse contra la homofobia, en pro de la protección ambiental, en contra de los nazis.

Lo que nunca esperé es que me fuera a quedar prendada de su torre de televisión. Es un capricho sin mucha explicación. Algunos quieren una llama rosa o salir en sudadera a la calle. Yo tengo mi fijación con esa esfera de discoteca que se aferra a una base blanca. La veo desde la ventana más a la derecha de mi casa. Eso mismo que ven mis invitados desde esa ventana francesa de mi comedor. Y era también lo que veía desde la ventana izquierda de mi primer trabajo en Berlín.

 

 

En breve cumpliré más tiempo de vivir en esta ciudad, que el que pasé en mi casa de la infancia. A veces pienso que es absurdo, que no sé que me ata tanto a esta ciudad. Y bueno, a veces creo que tiene que ver con esta torre de televisión, con su estética ecléctica, con su metáfora de lo que Berlín representa para mí: una mezcla de idealismo, modernidad, ligereza y creatividad. Feliz cumpleaños mi esperpénticamente hermosa Fernsehrturm. Quizá en el futuro próximo dejaremos de ser vecinas, pero hasta ese momento estaré encantada de verte y de fotografiarte.

Y felices 29 años de la reunificación alemana. Quizá no siempre ha sido fácil, quizá hay muchas heridas del pasado. Pero qué increíble también todo lo que ha logrado en este tiempo. Ya ha sido más el tiempo juntas que separadas de las dos Alemanias, y aún quedan cables sueltos por resolver, que se agudizan por las presiones propias de nuestra época.

Alfredo Molano: todas las trochas

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Viaje al pueblo mas pobre de Colombia. Paimado en el Choco. Foto: Camilo Rozo Revista Soho Agosto de 2013

Curtido en mil batallas y mil caminos, Alfredo Molano, era, en estricto sentido,

un hombre tragado por la selva, como Arturo Cova, y por el remolino de la turbulenta historia patria.


 

Siempre contó que los relatos de los peones en la hacienda de sus abuelos le fascinaron más que el pequeño Pontiac que le regaló su padre, un adinerado hombre capitalino. Curtido en mil batallas y mil caminos, Alfredo Molano parecía puesto ahí desde quién sabe cuándo: conocía la violencia de los años cincuenta y la de los mil días, anduvo junto al cura Camilo Torres, vivió en Francia o en el Vichada y entrevistó a los fundadores de varias guerrillas. Era, en estricto sentido, un hombre tragado por la selva, como Arturo Cova, y por el remolino de la turbulenta historia patria.

 

 

Pero no era tan viejo como parecía, ni tan turbulento. Las veces que lo vi en persona me impresionó ese desparpajo que no cuadraba con la suavidad de su voz y sus gestos, esa tranquilidad cuando conversaba. Andaba con unos jeans gastados y unos zapatos converse que habían pisado buena parte de la geografía nacional, porque Molano profesaba y aplicaba a cabalidad esa sentencia de los indígenas Misak que dicen que

“recorrer es conocer”.

 

Foto: Camilo Rozo, Revista Soho, agosto de 2013

 

Vaya si recorrió, vaya si conoció este país. Otros lo hemos mirado a través de sus ojos, que sabían observar fijamente, escrutadores, profundos, divergentes. No olvido cierta vez cuando dando una charla en la Universidad Tecnológica de Pereira un grupo de desplazados llegó a buscarlo para pedirle que denunciara su situación en la columna semanal que escribía para El Espectador. Molano los escuchó fijamente sin interrumpirlos y retrasó la conferencia sólo para poder atenderlos. Ese gesto lo definía: su lugar de enunciación en el mundo estuvo junto a la voz de los marginados, que él intentó compilar en una obra vastísima que es también el testimonio en primera persona de los conflictos agrarios y los territorios más olvidados de Colombia.

 

Tomada de semanarural.com

 

Con Selva adentro, Los años del tropel y Siguiendo el corte abrió una senda fundamental para entender el surgimiento del movimiento guerrillero en el campo colombiano, empleando un género híbrido que mezclaba la crónica y el testimonio con el análisis sociológico. Rebelde como era prefirió desechar un diploma en el extranjero a cambio de poder contar las historias de la selva y los campesinos como él creía que debían contarse: con el lenguaje de sus protagonistas. De esos montes y fatigas le quedó el gusto por la fariña, aquella harina de mandioca que comen los indígenas y colonos del llano adentro, y el convencimiento de que el fin del conflicto armado en el país pasaba por resolver el problema agrario.

 

 

Tal compromiso le costó haber sido retenido varias veces por las guerrillas. Después fue más amenazado, perseguido y hostigado por las fuerzas del Estado hasta que tuvo que exiliarse en Europa cuando el paramilitar Carlos Castaño le colocó precio a su cabeza. De esos tiempos es su libro Rebusque mayor, que cuenta el fenómeno del narcotráfico en la piel de las “mulas” y los traquetos de medio pelo, intentando un relato diferente al que ya había hecho con Aguas arriba, otro libro con el que se internó en la profundidad de la Orinoquía empezando los años noventa para entender la bonanza cocalera.

 

 

Cuando ya era algo así como un clásico viviente escribió textos imprescindibles como Trochas y fusiles o A lomo de mula, en los que vuelve a contar la historia del surgimiento de las FARC, o Desterrados, un poderoso testimonio sobre el drama del desplazamiento.

 

 

Y el último, pero no menos imprescindible: De río en río, un viaje por todo el litoral Pacífico desde Tumaco hasta el Darién, trepado como el mismo dijo en “pangas” y “rápidas” para narrar la fortaleza de las comunidades afrocolombianas y la peculiaridad de un territorio que reclama su autonomía. Este es uno de sus libros más emotivos puesto que en la elaboración participaron las comunidades y sus organizaciones agrupadas en la Coordinación Regional del Pacífico, que encargó y respaldó la publicación.

 

 

Como si fueran una ruta, una trocha que abrió a manotazo limpio, deberíamos recordar siempre las palabras de Molano la noche que le entregaron un prestigioso premio de periodismo hace unos años: “escribí buscando los adentros de la gente en sus afueras, en sus padecimientos, su valor, sus ilusiones. Borraba más que escribía, hurgaba, rebuscaba el acorde de las sensaciones que vivía la gente con las que yo mismo llevaba cargadas en un morral. Un río crecido, una noche oscura, un jadeo debajo del aguacero que golpea un techo de zinc, el terror de oír armas en las sombras eran caminos por donde entraba la vida que se jugaba en las selvas y por donde llegaba su soplo a mis letras. Creo que sólo ahí, en el acecho, en el peligro, en el miedo aparecía el reclamo de justicia que yo buscaba para contarlo”.

Hay que seguirlo ahora que ya no nos acompaña, porque la trocha es larga y culebrera.

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”

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Cementerio Central, Bogotá

Los rituales, invocaciones y conjuros a los difuntos han acompañado a la humanidad a lo largo de los siglos. En esa medida, cada pueblo, cada cultura, ha construido sus propias formas de aproximarse a los misterios de la muerte. A modo de muestra va nuestro especial de hoy.


 

Iniciamos este especial con la reseña del libro Las tierras arrasadas del escritor mexicano Emiliano Monge, una novela que se ganó el XI Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y ha sido reimpresa varias veces.

 

Aquí anduvo la muerte por Gustavo Colorado.

 

Así como el amor, el tema de la muerte es común en la literatura universal y sobre esto hay muchos ejemplos, les compartimos portadas de tres de los más conocidos para que se animen a revisitar estas obras.

 

 

La conmemoración del Día de los muertos o el Día de los fieles difuntos se lleva a cabo el 2 de noviembre, pero se precede el 1 de noviembre con el Día de todos los santos. Esta es una tradición religiosa sobre todo de los países hispanos y cada comunidad tiene características particulares de conmemorarlo. Por ejemplo, en algunas partes de México se hace la fiesta de Xantolo (se pronuncia Chantolo), es un evento de tres días en los que la comunidad hace su altar de muertos, organizan comparsas

y se reúnen para celebrar la vida y recordar a sus muertos a través de diferentes elementos, entre ellos el más importantes: el alimento.

Dalia Martínez González, es una mujer que participa desde hace más de seis años de la conmemoración del Día de los muertos en su fraccionamiento Villas del Sol en la ciudad de Tamaulipas, México. Ella y su esposo se encargan de fabricar sus vestuarios, máscaras y participan de la organización de la comparsa para el evento. Particularmente en este fraccionamiento la comparsa inicia el 31 de octubre y su intención es recoger dinero entre éste día y el 1 de noviembre para realizar el gran convivio con los fraccionamientos vecinos que se unan el 2 de noviembre.

Ella ha compartido para todos los amigos de La cebra que habla algunas imágenes del periodo de preparación de esta comparsa.

 

 

Invitamos a nuestros lectores para que nos comenten más de esta tradición mexicana y a nuestros amigos en otras partes del mundo les dejamos una nota que complementa esta aportación que Dalia ha hecho a este especial:

 

Todo lo que tienes que saber del Xantolo, la celebración de los muertos de la Huasteca Potosina

 

Y para continuar, es momento de ponerle música a nuestro especial y para eso compartiremos varias canciones con las que pueden empezar a armar su playlist de música de día de muertos:

Kinky, a dónde van los muertos (grupo de Monterrey, México)

Monsieur Periné, Cempasúchil (banda colombiana) y Rubén Albarrán (del grupo Cafe Tacvba, México)

Nota: cempasúchil es la flor características para el día de los muertos

Dios bendice a los gusanos, Fobia (banda mexicana)

y terminamos esta tanda con el Son de difuntos, Lila Downs (cantante mexicana)

En el caso de Colombia, la conmemoración del día de los muertos se centra en la visita al cementerio y se utilizan prácticas como el dar unos golpes suaves con el puño cerrado a la tumba que se visita, llevar flores, lavar la tumba, lanzar una plegaria al cielo por el eterno descanso del alma del difunto y hasta llevar peticiones por escrito para depositar en la tumba en busca de la intersección del difunto en el mundo después de la muerte por las necesidades de los vivos.

Para ambientar la conmemoración de éste día en Colombia, les dejamos imágenes de algunos de los cementerios patrimoniales del país.

 

 

Terminamos esta entrega con el poema del poeta italiano Cesare Pavese, el cual le dio título a este especial:

 

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

 

Recuerden que si quieren aportar a este especial, pueden dejar en comentarios sus aportaciones. E

 

ENLACE DE INTERÉS #Recomendado

Programa de Ecos 1360 radio “Juntos pero no revuetlos” del 1 de nov

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”