viernes, junio 27, 2025
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S.O.S. por el proceso de Paz

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Foto: Diego Val.

 


No,  la paz no se hace por decreto, la paz es un proceso de construcción colectiva de la sociedad y como tal toma su tiempo.


 

Razones mayúsculas tuvo el candidato a la Presidencia Humberto de La Calle para clamar por la defensa del Acuerdo de paz que puso fin al conflicto armado, por el que los combatientes cesaron el fuego y las hostilidades, dejando millones de víctimas, heridas, cicatrices y traumas que no son fáciles de sanar, el tejido social fragmentado y un alto nivel de polarización en la opinión pública. Tomará tiempo y mucho trabajo restaurar un bosque arrasado por  tanto fuego.  

El Acuerdo de paz  además de lograr la desactivación violenta del conflicto, fue un pacto de compromisos para ambas partes; por un lado las FARC se reincorporan a la  sociedad aceptan el Estado de derecho, se someten a la justicia transicional, a reconocer responsabilidades, a ser juzgados y sancionados y  a reparar a sus víctimas. Dejan las armas, no vuelven a delinquir y sí reinciden, pierden todos los beneficios de la justicia transicional y los que les otorga el Acuerdo.

Por su parte, el Estado se compromete a implementar reformas sociales, económicas y políticas orientadas a reducir las causas estructurales del conflicto. A permitir a los excombatientes hacer política, a garantizar su seguridad, a facilitar y financiar por dos años su  proceso de reinserción, a apoyarlos por una vez económicamente en un proceso productivo, a combatir el paramilitarismo y también el narcotráfico que ha sido el combustible del conflicto.

Nadie puede desconocer el valor histórico de un pacto que logró acabar una guerrilla alzada en armas contra el Estado durante casi sesenta años; ni el significado social del mismo que apunta a la modernización del campo colombiano y de las periferias marginadas de inversión social e institucionalidad,  y por tanto, terreno propicio para los cultivos ilícitos, el narcotráfico y el contrabando. Hay en el terreno ocho mil doscientas armas menos disparando y un número similar de hombres que ya no están en el monte atentando contra el Estado y la población civil.

 

Foto: Diego Val.

 

Los beneficios del Acuerdo son evidentes aún con una implementación del 20%. El hecho de parar la guerra; clausurar la fábrica de víctimas; reducir sustancialmente los homicidios; poner en marcha el programa de restitución de tierras; el incremento del turismo a los territorios; la buena imagen de Colombia en el exterior, la campaña de limpieza de minas antipersonal y restos explosivos de guerra en algunos territorios, realizada por equipos conjuntos de excombatientes y militares ayer enemigos a muerte, constituyen innegables hechos que ratifican esa conveniencia.

El Acuerdo propone una modernización del campo colombiano cerrando las brechas, integrándolo a las ciudades mediante vías y conectividad, llevando institucionalidad, bienes y servicios públicos a los territorios. Una apertura política para que sectores marginados tengan representación y puedan participar de las decisiones públicas. Se ocupa del problema de los cultivos ilícitos y el narcotráfico proponiendo un tratamiento diferencial para los campesinos que siembran coca, para los consumidores y los narcotraficantes.

Concibe un sistema de justicia transicional, como en todos los países que han transitado de la guerra a la paz, con penas restaurativas a cambio de verdad para satisfacer una de las principales formas de reparación de las víctimas como es conocer la verdad, saber quién, como y por qué pasó lo que pasó y en algunos casos, donde están los desaparecidos. De esa verdad depende la justicia, la reparación y la No repetición. 

Los opositores argumentan que a un año largo de firmado el Acuerdo Colombia no logra la paz; es que la paz perfecta no existe, el conflicto se desactiva y surgen otros porque el conflicto es parte de la naturaleza dialéctica del ser humano, siempre en contradicción con los otros y con las instituciones. Lo importante es tramitarlos por la vía pacífica. Además, es iluso pensar que por arte de magia y por el solo hecho de firmar un pacto  ya somos un país pacífico. No,  la paz no se hace por decreto, la paz es un proceso de construcción colectiva de la sociedad y como tal toma su tiempo.

 

Foto: Diego Val.

 

Es claro que el Acuerdo solo se firmó con las FARC-EP. Queda pendiente el  proceso de paz con el ELN y el sometimiento a la justicia de las bandas armadas pos desmovilización del paramilitarismo, las disidencias de las FARC hoy en delincuencia común, y los reductos del EPL.

Otros aducen que el Estado entregó mucho en la negociación, lo cual  es discutible porque ninguna concesión pactada en el Acuerdo va en contra de la Constitución; no se cambió el modelo económico ni el régimen político ni el Estado de derecho.  Hay que aceptar que para que una negociación tenga resultados las partes deben hacer concesiones.

Critican la participación política de los excombatientes olvidando que el conflicto colombiano como muchos otros en el mundo ha sido también una lucha por el reconocimiento de un sector de la sociedad tradicionalmente excluido.  Esta concesión de cinco curules en Cámara de Representantes y cinco en Senado puede parecer generosa pero cuando se compara con lo que han entregado otros países que cerraron conflictos mediante procesos de paz, se concluye que fue mínima. De hecho en Sudán se entregaron 126 curules a los rebeldes. En Sierra Leona la Vice-presidencia y cuatro ministerios:  En Angola se otorgaron a los rebeldes 70 escaños en el congreso.

Adicional a los beneficios que ha traído y traerá al país, el Acuerdo es un ejemplo internacional por la integralidad de su modelo de justicia transicional con el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición y sus componentes judiciales y extrajudiciales, como la Comisión de la Verdad y la Unidad de búsqueda de personas desaparecidas. Incluye también una subcomisión de género y un enfoque transversal del tema en todos los sub puntos del Acuerdo, al igual que el concepto de paz territorial.

 

Foto: Diego Val.

 

Hay que salvar el Acuerdo. Es un compromiso del Estado colombiano con 12.000 excombatientes, con la sociedad y con la comunidad internacional   y los pactos son para cumplirlos como bien lo declara el principio: Pacta sunt servanda.

Colombia tiene que defender y sacar adelante el proceso de paz por sus innegables beneficios, porque es la hora de pasar la página de la violencia y dejar un país distinto a las nuevas generaciones y porque además, el Acuerdo ya es un referente para las instituciones y los gobiernos siguientes, así como un modelo para otros Estados con conflictos armados internos, que quieran cerrarlos mediante una negociación política.

DeLaCalle: La soledad del transformador

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En favor de De la Calle hay muchas cosas para decir. En el momento político que le correspondió vivir, hay que aplaudirle su coherencia y valentía, para echarse encima a un partido sin norte y las dudas sobre el futuro de su gran obra: el proceso de paz.


 

A Humberto De la Calle Lombana (Manzanares, Caldas, 14 de julio de 1946) sólo le faltaría ser presidente de Colombia, para concluir su exitosa carrera en el servicio público.

De la Calle ha sido desde Juez y magistrado de la Corte Suprema, hasta vicepresidente y embajador ante España, Reino Unido y la OEA, por solo mencionar algunos de los cargos de su vasta experiencia política y pública.

Muchos aún recuerdan su posición crítica y valiente frente al gobierno de Ernesto Samper Pizano (era su vicepresidente), cuando prefirió renunciar a su cargo ante las acusaciones (que se convirtieron en evidencia) del ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial en 1994.

Pero indiscutiblemente su labor como jefe negociador de los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc -que concluyó con la firma de los acuerdos con ese grupo en 2016 y el paso de sus integrantes a la civilidad y a la vida política-, podría haberse convertido en la mejor carta ganadora de campaña para llegar a la Presidencia de la República. Esa gestión, permitió que después de 54 años se pudiera firmar la paz con la guerrilla más vieja del continente.

Pero esa consagración pública, probablemente le sea esquiva, salvo que ocurra un hecho político extraordinario. Comenzando por el poco entusiasmo que De la Calle genera entre su propio partido, el liberal, y seguido por un sinfín de desaciertos del gobierno del que hizo parte y ahora, por el descrédito de lo que se supone deberían ser las medidas positivas del posconflicto. Hasta algunos de los ex jefes guerrilleros están involucrados en procesos por narcotráfico en Estados Unidos, el sistema de la contratación de programas para reinsertados es una madeja de corrupción y la Jurisdicción Especial para la Paz, es un enredo jurídico difícil de digerir.

 

Foto: Diego Val.

 

No se puede decir que De La Calle sea responsable de los desaguisados posteriores a la firma de los acuerdos, ni mucho menos que tenga algo qué ver en las acusaciones contra ex miembros de la guerrilla. Pero le juegan en contra de su candidatura presidencial los escándalos que explotan hoy sí y mañana también, sobre el desarrollo de la carta de navegación que el grupo negociador dirigido por él dejó estructurada.

Su partido, el Liberal, no ha sido capaz de volver al poder y por como actúan su jefe César Gaviria y muchos de sus militantes con cargos de elección popular, da la sensación de que no saben exactamente qué ofrecer al electorado.

En favor de De la Calle hay muchas cosas para decir. En el momento político que le correspondió vivir, hay que aplaudirle su coherencia y valentía, para echarse encima a un partido sin norte y las dudas sobre el futuro de su gran obra: el proceso de paz.

La política es de oportunidades. Esta habría sido la de De la Calle. Empeñó en la firma de los acuerdos toda su credibilidad y capacidad de trabajo. Y de la lectura de su propuesta de Gobierno, se concluye que en él hay un revolucionario desde la institucionalidad.

 

El programa

 

Foto: Diego Val.

 

Un país en donde quepamos todos” y “La Paz en marcha”. Las dos grandes ideas que aborda su propuesta de gobierno. Llama la atención la segunda, en especial porque alude -para los que se acuerdan de quiénes fueron los presidentes liberales-, al eslogan de Alfonso López Pumarejo en la presidencia que ocupó entre 1934 y 1938: La revolución en marcha.

López Pumarejo ha sido llamado el presidente más progresista del Siglo XX, por llevar al país a transformaciones en la agricultura, comenzó la industrialización, y reformó los sistemas laboral, tributario, judicial, además de mejorar la educación universitaria.

La paz en Marcha” de De la Calle, contiene muchos enunciados retóricos sobre los pobres, la educación universal para todos los colombianos, el acceso a los recursos, la protección al medio ambiente, pero también se leen propuestas modernizadoras, que son postulados liberales.

Sin que tenga un hilo conductor, que hubiera podido ser el de los acuerdos de paz (en estos temas encarga a los expertos en cada área), el programa de De la Calle se cuida mucho de ser crítico del gobierno de Juan Manuel Santos, que acumula 8 años en el poder. Intenta ser futurista, sin aceptar abiertamente desaciertos del actual mandato, sino haciendo énfasis en condiciones negativas de vida nacional, a las que se llegó por vía del conflicto armado, que hay que corregir.

Algunos puntos a destacar en la propuesta económica y tributaria son:

 

*Descontar lo que se pague del 4 x mil al calcular el impuesto de renta.

*Bajar la tarifa del IVA al 16% de manera gradual, ampliando el rango de productos.

*Reforma Tributaria (impopular, pero cualquiera que llegue a la Presidencia la va a hacer).

*Impuesto del 26% sobre las utilidades de las empresas.

*Eliminación de exenciones tributarias.

*Eliminación del régimen de ganancia ocasional, solo aplicable a rifas y sucesiones.

*Uso universal de factura electrónica, para contrarrestar evasión del IVA.

*Declaración de ingresos por hogar y no individuales.

*Nuevo impuesto a vehículos que operen con diésel y gasolina.

 

 

Foto: Diego Val.

 

Estado

Mientras buena parte del enunciado de la recuperación de la credibilidad en el Estado, se centra en la digitalización y estandarización de toda la información pública para ofrecer transparencia con procedimientos únicos para trámites, el programa de De la Calle anuncia la creación de 40 mil nuevos cargos públicos municipales, a los que llaman comisarios civiles, para la prevención del delito y seguimiento de denuncias.

Dice el programa de De la Calle, que la modernización digital del Estado, permitiría ahorrar $14 billones anuales en software, si se tiene en cuenta que cada municipio y departamento contrata lo suyo para los diferentes trámites.

¿Crear más burocracia es modernizador? ¿Son necesarios los comisarios? ¿O la creación de un nuevo Ministerio, el de la Mujer? Tal vez no. Hay muchas instituciones dentro de los municipios y departamentos que podrían realizar la tarea de los comisarios.

 

Lo social

El tiempo de los pobres, dice el programa liberal.

 

*Generación de 600 mil nuevos empleos para jóvenes y 400 mil empleos para personas mayores de 55 años.

*Servicio social obligatorio, en lugar del servicio militar (se supone que, habiendo paz, ya no se necesita tanto pie de fuerza).

*Cobertura universal en pensiones. Pensión universal de sobrevivencia para todos.

*Construcción de 1 millón de nuevas viviendas.

*Creación del Ministerio de la Mujer.

*El pacífico, como eje geográfico dinamizador de los cambios regionales, producto de los acuerdos de paz. Recalca el programa, que es una de las zonas más deprimidas por la guerra y por la ilegalidad en sus actividades, sobre todo de la minería.

 

Medio ambiente

 

 

*No habrá minería en páramos.

*Impulso del turismo sostenible.

*Inversión en transporte eléctrico

*Impuesto para los vehículos que utilicen diésel y gasolina.

 

Sólo para el anecdotario, no sé si el siguiente párrafo obedece a esas afirmaciones positivas, tan de moda en cursos y textos sobre la nueva era, que afirman que uno se lo tiene que creer primero para que ocurra, o si es un cortar y pegar de algún programa de gobierno que ya funciona, al que solo se le cambió el nombre del país.

“El programa Colombia Inteligente es una realidad y ha fortalecido la tecnología y la inversión extranjera en este sector. El Ministerio de la Inteligencia, que reemplazó al Ministerio de Educación, además de mantener su función tradicional de fomentar la educación, ha impulsado exitosamente la investigación y el desarrollo, como también la formación técnica en el exterior. Este ministerio, además, ha integrado los programas de educación preescolar y de formación para el trabajo a su portafolio de funciones”.

Hasta aquí el apretado resumen de la extensísima propuesta política de Humberto De la Calle. El hombre que pasará a la historia como jefe negociador de una paz que se creía imposible en Colombia, pero cuyo trabajo fue exitoso, pero que anda en solitario defendiendo las ideas liberales y los acuerdos firmados con las Farc después de 54 años de conflicto. Irónico, pero así es la política colombiana.

Asunto de palabras

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En principio, la raíz de la palabra cultura alude a cultivo, es decir,  a lo que se siembra y recolecta para beneficio de  todos.


 

Parece un asunto de palabras  pero es mucho más que eso: de  un tiempo para acá, se ha vuelto  práctica común  la utilización del término cultura para referirse a  comportamientos que, por definición, están situados en las antípodas de una expresión que tiene en  si misma una connotación positiva.

Cultura de la muerte”,  “cultura de la violencia”, “cultura mafiosa” o  “cultura de la ilegalidad” son apenas algunas entre las decenas de frases acuñadas para referirse   las tantas lacras que nos aquejan.

¿En qué momento el vocablo cultura perdió  su acepción positiva,  para convertirse  en una suerte de etiqueta multiusos  que le  da legitimidad incluso a lo peor? Porque la utilizan por igual los académicos, los periodistas, los políticos y los  gobernantes, personas de  las que, al menos en teoría,   se espera sean las encargadas  de marcarle el rumbo a una sociedad.

 

Sociedad:Conjunto de personas que se relacionan entre sí, de acuerdo a unas determinadas reglas de organización jurídicas y consuetudinarias, y que comparten una misma cultura o civilización en un espacio o un tiempo determinados. Foto extraída de: Psicocode

 

En principio, la raíz de la palabra cultura alude a cultivo, es decir,  a lo que se siembra y recolecta para beneficio de  todos. Su sentido es también el  de acervo o legado  de lo mejor que la humanidad ha creado en su paso por la tierra. La música, la ciencia, la literatura, les leyes, la tecnología, las religiones, la gastronomía y el arte en general  son entonces parte de ese  gran huerto cultivado  por todos y  heredado a través de la educación.

De modo que debemos estar frente a algo  muy grave para que de un momento a otro hayamos empezado a asumir como corrientes, expresiones que reflejan  no solo una aceptación tácita, si no la práctica  cotidiana del mensaje que llevan  a cuestas,  con el endeble argumento de que se trata de una  cultura”.

De ese modo podemos  justificar la supresión  física de  nuestros   contradictores, la corrupción que forma  parte de los hábitos diarios de los funcionarios de más bajo rango hasta los de más alto nivel jerárquico, las trampas en cada uno de nuestros pasos y, en fin, la creencia de que arrasar con todo y con todos  es apenas la manifestación humana de  los insondables atavismos que garantizan la conservación de las especies.

 

El darwinismo social es una teoría social​ que defiende que la teoría de la evolución de Charles Darwin tiene aplicaciones sociales en comunidades humanas. Extraído de: JB.

 

Darwinismo social” llaman a esto último los más cínicos, omitiendo  de  paso  un pequeño detalle: que el proyecto de civilización apunta  precisamente a crearle  reglas del juego a la bestia que nos habita, como bien lo planteara Tomas Hobbes en su Leviatán.

Entre  esas reglas está, desde luego, el derecho de los  otros a ocupar un lugar bajo el sol. A crearlas   y consolidarlas han consagrado  lo mejor de sus vidas cientos de personas que, a la luz o en el anonimato,  vivieron y viven convencidas de que nociones como dignidad o derechos son mucho más  que una abstracción o un simple capítulo  en los tratados de  teoría política.

Así que  sería  bastante saludable hacer un alto  en el camino, para reflexionar   acerca de lo pernicioso y costoso que pueden resultarnos esos hábitos  que empiezan  como un mero juego con las palabras y acaban por instalarse de manera inexorable en la realidad.

 

Se entiende por Teoría Política al desarrollo de un cuerpo conceptual coherente en torno a los fenómenos políticos cuya elaboración y exposición puede guardar sistematicidad. Extraído de: Las2orillas

Lo extranjero en Pereira

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Foto: Diego Val.

Las empresas trasnacionales o negocios con nombre anglosajón en Pereira


 

Las marcas extranjeras en Pereira, algunas transnacionales, otra nacionales, invaden visualmente la ciudad. Para algunos es algo bello y vistoso, para otro es sinónimo de invasión comercial. Como sea, el mundo cada vez más se globaliza y Pereira camina a la par de este progreso.

Así, como dijo el escritor indonesio Y. B. Mangunwijaya

A veces no se ve nada en la superficie, pero por debajo de ella todo está ardiendo“.

Y como agregó otro pensador Walter Benjamin “El infierno está desatado en el alma de la mercancia“.  Sin más, estas fueras las fotos de nuestro ojo de Cebra por toda la ciudad.

Bienvenidos. 

 

ABC Pereira retrato de una subciudad

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Si la aritmética no me falla, hay cuatrocientos noventa y nueve más por ahí, en un bolsillo, de mano en mano, o en un stand a la espera de ser tomado, leído asimilado, ya que ABC Pereira es casi un manual de emergencia


 

Un libro es para ser leído de corrido, pero también, para ser habitado. Así un buen tomo (si se piensa bien) puede ser un hogar, o una ciudad, y la ciudad, como se sabe, es un entramado de relaciones sociales, lugares, momentos.

A Pereira, nuestra madre (mamá, mami, o mamacita o como quiera llamarla), se le ha retratado con música (Jason Alejandro Ponce Guevara), con poesía, con deporte (Sofía Gómez Uribe) con cine porno, con diplomacia (César Gaviria), con literatura, y ahora ella posa para una nueva instantánea: la caricatura.

 

Foto: Diego Val.

 

Para conversar sin ambages, me refiero al libro de bolsillo ABC Pereira (2017), el segundo trabajo emitido por Luz de Luna editores (el primero fue Sketchbook, un libro en formato de bolsillo) que en todo sentido es una rareza impresa en 500 ejemplares.

Al tener uno en mi haber, y si la aritmética no me falla, hay cuatrocientos noventa y nueve más por ahí, en un bolsillo, de mano en mano, o en un stand a la espera de ser tomado, leído asimilado, ya que ABC Pereira es casi un manual de emergencia para todo aquel que necesite conocer los lugares de nuestra ciudad y saber de qué se trata cada uno. Como si cada lugar o cada cosa, no fuera solo habitado, sino expresado por medio de esas figuras tan curiosas dentro de este librito. Trabajos de dibujantes como: Alejandro Múnera, Edwin Morales, Leidy Baena, Gabby Maéche, Ricardo Muñoz Izquierdo y más… literalmente más artistas que prestan su mano y su ojo para mostrarnos esa otra Pereira, la subterránea, la ácida, la nocturna y que solo es comprendida a la luz de la luna.

 

Foto: Diego Val.

 

Así entonces, es normal ver en este “manual de emergencia” el aguardiente amarillo caricaturizado, ese mismo que nuestras abuelas, con tres dientes de ajo, o una mota de marihuana adentro, usaba para remedios caseros; las gitanas y su tradición de leer la mano, el cigarrillo y el bolsillo a sus clientes descuidados y creyentes; el busto de Jorge Eliecer Gaitán con un cigarrillo medio caído en el labio, que señala, más que un lugar de encuentros y conexiones, un lugar de desconexión, literalmente.  El anuncio del extinto cine Xeuz, aquel lugar de películas sin tráiler, donde no vendían palomitas de maíz, más oscuro que la noche y donde se experimentaban “pequeñas epilepsias”.

Y así, un sinfín de lugares, de dibujos que nos transportan satíricamente por la ciudad; un curioso libro que, sin dudarlo, puede ser un colectivo de artistas, o una casa de creación al  mejor estilo de los tebeos impresos en la Medellín de los años 60´s  y la Cali de los años 80´s. Y no hablo tanto de ABC Pereira como una antología, como de una reunión de dibujos de diferentes artistas que pretender narrar (o cartografiar, en el sentido literal) la ciudad desde sus lugares más emblemáticos.

 

Foto: Diego Val.

 

Es esta ocasión Luz de Luna Editores lanza este libro como un batazo a la cultura. Lo fundamental es entendernos y gracias a estas 58 figuras, y una compilación bien hecha, ah,  y gracias a la Maestría en Estética y Creación de la UTP, es posible acceder a un libro de este calibre.

Uno que ya se augura como uno, más que de bolsillo, de culto. Esos libritos que con el pasar de los años se convierte en una bella rareza. Aunque es obvio que la editorial, los artistas gráficos y el retratar la ciudad, avanzará de mil formas sin detenerse, mutando en otras formas análogas de creación. Y ahí estamos los lectores y coleccionistas para presenciar y aprehender eso.

 

Foto: Diego Val.

 

Ya que la lectura de un buen libro ilustrado nada tiene que envidiar a la lectura de una buena novela o a la visión de una buena película. Por eso ABC Pereira resume esto y más.

El yoyo de la vida: ser adulto y trabajar en Colombia

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Esto recuerda Don Bernardo Ortíz ahora emplazado en el parque de el Lago Uribe Uribe. Su mirada es la de un niño y sus palabras se quiebran al referirse a su familia. Y no es necesario preguntarle más, basta con saber que hace sus juguetes para existir.


 

Cada mañana, un anciano de 84 años se sienta en el Parque el Lago Uribe Uribe de Pereira a vender yoyos de madera hechos por él mismo, y a cualquier comprador atento le es inevitable no oír la historia que viene junto con el juguete.

El vendedor, Bernardo Antonio Ortiz, un hombre enjuto, con tres dientes de oro, empachulado, con ojos de niño regañado, pero con voz firme, depende de la caridad de sus hijos y del Estado y a su edad engrosa las filas estadísticas de ese 74% de ancianos en el país que no tienen pensión, ni un sustento fijo.

Por eso Don Bernardo ha recurrido a las ventas callejeras.  Nació en Anserma Caldas, y de joven se dedicó a la agricultura. Vagó por varios trabajos: recogió maíz, sembró frijol y plátano, y finalmente se dedicó a coger café, pero no le iba bien, “era muy malo” dice, ya que según parece, sus dedos gruesos arrancaban junto con el maduro, gran cantidad de café verde.

 

Foto: Diego Val.

 

De esta experiencia “brincando” de finca en finca, aprendió a conocer los tiempos de siembra y cosecha.  Así fue que se enamoró de doña Bertha Salazar y tuvo siete hijos con ella.  Ya con una familia a cuestas, y como buen caldense, se resignó a dedicarse a su familia. Una resignación por amor, por supuesto. Ya los tiempos de ir de lugar en lugar debían esperar ante esta prioridad. Así es que para poder subsistir consiguió trabajo cortando arboles de 4 mts de largo para una empresa de madera de Caldas.  Allí, dice, fue que aprendió a querer la madera de día.  Mientras en casa, de noche, realizaba artesanías con su machete

Poco a poco comienza a enamorarse de la madera, de esa piel de la tierra, como le llama, y que según sus palabras, era “su mujer”. Y es por medio del olfato que comprende que cada palo, o tronco, es diferente, ya que cada una tiene un olor diferente. Unas mas finas que otras, según sus cálculos. Y en ese deleitarse con “su mujer”, que algunos clientes comienzan a ver su dedicación con el producto y empiezan a encargarle muebles, alcancías, bastones, y hasta una caja de madera pequeña para unos restos de un bebé.

Don Bernardo, en sus años mozos, llegó a afirmar con emoción que encontró un oficio. Ese que no pensó encontrar luego de que su padre le dijera en la montaña: mijo, vieja madera para arder, vino viejo para beber”.  Porque su progenitor trabajaba haciendo carbón, hasta que el negocio murió por falta de clientes y porque lentamente, la energía sustituyó el mineral. Además, de que su señor padre cayera en el aguardiente.

 

Foto: Diego Val.

 

Esto recuerda Don Bernardo Ortíz ahora emplazado en el parque de el Lago Uribe Uribe. Su mirada es la de un niño y sus palabras se quiebran al referirse a su familia. Y no es necesario preguntarle más, basta con saber que hace sus juguetes para existir. Y al preguntarle por estos, toma un yoyo entre sus manos gruesas y arrugadas por el tiempo.

“Yo me levanto a las 6 de la mañana a lijarlos. Uno a uno como un hijo. Así lo hago”  y como un niño meneando una hoja para todos lados, muestra como es que pule cada yoyo.

“Después los pongo uno detrás del otro. Y hay veces me parece que son niños que van para la escuelita. Pero ellos vienen para acá, conmigo, al parque. Solo pienso que alguno lo va a comprar y ya. No pienso más”.

Sobre la pintura, se refiere que una vecina llamada Luz Stella, le hace el favor, es decir, ella toma las pinturas escolares de su hija y con un diminuto pincel pinta de azul cada uno, le pone estrellas de colores y luego los pone en la ventana hasta que se sequen.

“Ella es muy amable. Ya pintaditos la gente se los lleva (los compra) para dárselos a sus hijos”.

 

Foto: Diego Val.

 

Don Bernardo cuenta que lo primero que hace es ir donde un amigo ebanista en la calle 7ª y él le obsequia pedazos de madera, de donde traza con un kilométrico los círculos (que en realidad no lo son, sino formas amorfas), y luego comienza a sacar las “tapas” para unirlas y así hacer un yoyo para vender.

Al ganar la curiosidad y preguntarle por su familia, Bernardo decide no hablar mucho. O mejor, habla muy despacio. y al fin nos dice que tiene varios hijos, algunos de ellos con hogares ya establecidos, pero ahora él vive con una de sus hijas, en el cuarto de “atrás“. Eso parece, por el momento, no importarle. Lo importante es no mojarse o tener donde refugiarse del viento y el frío. Solo sabe que toda la vida se ganó el sustento y esta etapa de la vida no parece ser la excepción. En horas de almuerzo, acude a la beneficencia de la iglesia católica que tiene unos comederos para personas de tercera edad en Pereira, cerca al centro.

Allá se ha hecho amigos. Sexagenarios y octogenarios, a los cuales les cuenta de sus manualidades y hablan entre ellos del país. Dice que la señora Paulina, una amiga del comedero, le encargó un yoyo para su hija Valentina. Pero que lo quiere de color rosado. Bernardo no dice nada. Solo desea vender sus productos, sus “hijos” como los llama. “al menos que mis hijos sirvan para algo” dice, en tono jocoso, no sarcástico. Es un hombre risueño, y muy pocas cosas lo alteran a su edad.

 

Foto: Diego Val.

 

Este hombre entrado en años, pero con la felicidad de un joven, sale cada día, llueva, truene o relampaguee, porque a esa edad, ya es difícil “ser una carga para sus hijos”. Sin embargo son palabras duras, porque aquello exime también al “estado” de una ley que solvente las necesidades básicas de esta población a nivel nacional.  Una cosa es cierta, y es, que Bernardo Ortíz es querido por sus vecinos del sector, es decir, los vendedores de chiclets, chorizos, lotería, y por los venezolanos que ya se están apostando en el parque El Lago Uribe Uribe, vendiendo sus arepas con carne desmechada y su guarapo.

 

Lo que depara una lasaña u otra cosa del momento

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Lo más cercano a la felicidad es la vivencia de esos momentos en que se comparten sensaciones, comenzando por las más terrenales y sabrosas, aquellas que se originan en la alquimia de una cocina.


 

Celebramos la otra noche el onomástico de mi tío Carlos. Casi en familia, sin tanta bulla, sin tanta fanfarria. En el vecindario se estilan los fiestones a todo parlante por cualquier asunto, incluyendo los cumpleaños. Pareciera que tiran la casa por la ventana al son de los petardos y, a veces, fuegos artificiales, metiendo ruido hasta el amanecer para acaso sentirse vivos y escaparle a la intrascendencia.

Eso sí, en casa solemos sacarle partido a las cosas intrascendentes. Una parrillada, un almuerzo de fin de semana, una cena de cualquier noche, son el punto de partida para quebrar la rutina del quehacer diario. Por ejemplo, una lasaña casera no sólo aglutina el queso y la pasta, la carne y la salsa, sino que es el pretexto perfecto para reunir al círculo íntimo y a los familiares que están a tiro. El truco es sentarlos en torno de una mesa y, por intermedio de la comida, el postre y sus tragos, ponerlos a desenvolver recuerdos más que regalos. Esa es la magia de los cumpleaños.

 

Foto: José Crespo.

 

El otro día vivimos un carrusel de grandísimos ratos, porque entre gratas evocaciones saltaban suculentas anécdotas y divertidos chascarrillos. Lo más cercano a la felicidad es la vivencia de esos momentos en que se comparten sensaciones, comenzando por las más terrenales y sabrosas, aquellas que se originan en la alquimia de una cocina. Para todo lo demás, queda el impagable momento de la sobremesa, con toda esa espiritualidad que trae aparejada la degustación de un buen vino u otro licor de respetable linaje.

Insoslayable el momento en que nos levantamos para brindar a la salud del agasajado. Velas sopladas y buenos deseos que, con el cántico de rigor, los más pequeños tienen también su instante en la fiesta de sus mayores.

 

Foto: José Crespo.

Que suene la música de fondo que siempre nos guardamos para estas ocasiones, mientras sirven la tajada de pastel que me como con dificultad por lo dulzón del asunto. Ya vendrá un vasito de agua para purificar el paladar. Y otra vez a lo nuestro: al momento insoslayable de finiquitar el vino que ha quedado en la botella, por gracia divina, la alineación de los astros o por pura fortuna.

 

P.S. Al calor del vino, me había olvidado comentar sobre las bondades de la lasaña, primorosamente elaborada por mi prima la gastrónoma. Fue muy atinado que la preparara con unas crepes delgadas en vez de la pasta tradicional. El resultado dió una cena ligera y sin excesivo condimento, resaltando el maridaje idóneo de la salsa de tomate y la carne, rematado por la inenarrable exquisitez del queso fundido. Todo presentado y servido sobriamente, muy justo, muy ajustado que, de lo contrario, no sería muy llevadera la digestión. 

 

https://www.youtube.com/watch?v=qQzIcSy7GuA&feature=youtu.be

El poder simbólico de los pequeños actos

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Para decirlo en palabras más simples y tal vez a la inversa de la usanza: no basta con parecer, también (y fundamentalmente) hay que ser.


 

Recientemente la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, pasó cerca de un mes tambaleándose en sus funciones por cuenta del escándalo relativo al fraude de su título de master (Derecho Autonómico en la Universidad Rey Juan Carlos).

Mientras observaba la controversia como en cuerpo ajeno, ella continuaba afianzada en su puesto, pues el debate se trasladó del fondo del asunto (haber adulterado las notas para subsanar sus inasistencias) a la búsqueda del culpable de un supuesto error. La universidad atribuyó el caso a un fallo administrativo argumentando que se transcribieron mal las calificaciones reales”.

En la sociedad en que vivimos, sobrepasada por el exceso de información, la atención se desliza velozmente a través de los diferentes asuntos. Lo que ayer pareció un acto imperdonable, hoy cae en el olvido, y las audiencias se trasladan, con sorprendente liviandad, del escándalo anterior al siguiente.

 

Foto extraída de: Ecestaticos

 

Apegada a esta lógica parecía permanecer Cifuentes, esperando a que menguara el chaparrón.

Sin embargo, para infortunio suyo y triunfo de la justicia, le sobrevino algo peor.  En días pasados fue revelado un video en el que se registra un acto transgresor: el robo en un supermercado de unas cremas faciales, perpetrado por ella en el 2011.

Ante la contundencia de esta última evidencia, se vio obligada a dimitir. Así lo registró el titular del Diario El País de España, el pasado 25 de abril: “Presidenta de Madrid renuncia tras video que la muestra robando cremas en supermercado”, complementado con el siguiente subtítulo: “Cristina Cifuentes ya venía golpeada desde que hace algunas semanas se supo que había falsificado su título universitario”.

 

Foto extraída de: Cloudfront

 

El complemento no pudo ser más exacto. Cifuentes venía golpeada debido al episodio del master, pero ese impacto no había sido suficiente para forzar su abdicación. Tuvo que sobrevenir la demostración de la contravención, que alcanzó el valor simbólico de un gran crimen -estatus que no había logrado la adulteración de su diploma- para que se viera obligada a abandonar su cargo.

Recientemente estuvo en las oficinas de La Cebra Que Habla, portal de historias, el senador electo por el Partido Verde, Antanas Mockus. Tuve el privilegio de conversar con él sobre ciudad y ciudadanía, y de asuntos relacionados con mis intereses investigativos, entre ellos el tema del Reconocimiento Social.  A este respecto me obsequió una gran lección: “El reconocimiento pasa por lo siguiente: Si usted es reconocida, digamos, como una persona honrada, eso la obliga a no moverse de ahí, por insustancial o leve que usted juzgue el movimiento, y no obstante los costos o dificultades que pueda acarrearle el sostenerse en su posición”.

Para decirlo en palabras más simples y tal vez a la inversa de la usanza: no basta con parecer, también (y fundamentalmente) hay que ser.  El ejemplo es una poderosa herramienta de gestión del comportamiento colectivo, vital para quienes pretenden ejercer el liderazgo social. Pero, y es esencial resaltarlo, el poder de esa fuerza se juega su efecto positivo o negativo, principalmente, en el valor simbólico de nuestros pequeños actos cotidianos.

 

Foto extraída de: Mujerhoy

María Cano la flor del trabajo

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María Cano


 

Información Biografía y Datos del autor

Ricardo Sánchez Ángel. Abogado de la Universidad Santiago de Cali; Magíster en Filosofía de la Universidad Nacional, Doctor en Historia de la Universidad Nacional. Ha sido Decano de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional 1989-1993.

 


María Cano: La flor del trabajo


Texto de Ricardo Sánchez Ángel

Extraído de: BanRepCultural

María de los Ángeles Cano Marquéz nació el 23 de marzo de 1886 en Medellín, en un hogar de cuatro hermanos, donde don Rodolfo su padre era educador. Su tío fue el célebre Fidel Cano, fundador de El Espectador, y su sobrino el emblemático cronista Luis Tejada. El contexto familiar era espiritista en lo religioso, severo en lo educativo e imbuido de ideas políticas y de un ambiente cultural, en que lecturas y tertulias eran frecuentes, con asistencia de intelectuales como Efe Gómez, Abel Farina, Miguel Agudelo, Horacio Franco y Antonio J. Cano.

La familia era de la estirpe del radicalismo liberal y literariamente se frecuentaba a Víctor Hugo, a Lamartine y a los grandes filósofos de la ilustración francesa.

Miembro de esta familia de modesta clase media, María Cano era hija de su tiempo y de su sociedad, que encontraron en su espíritu inquieto y versátil una disposición abierta a comprometerse en el mar bravío de las contradicciones de época. Algunos hitos a señalar explican el desarrollo de esta maravillosa Mujer y líder política del pueblo, sin par en los anales de la historia republicana de Colombia.

Aún hoy día, de mayor participación de la mujer en las lides políticas y laborales.

Su vida se inicia con el triunfo de la Regeneración, la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. Un periodo de contra reforma, intolerancia y persecución a los radicales y disidentes. Comienza la dictadura del sable y la sotana. Lejos están la paz y sosiego prometidas por los arquitectos del nuevo régimen, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, dado que se dieron dos guerras civiles, la de 1885 y la ‘guerra larga’, la de los mil días, prólogo a la perdida de Panamá en 1903.

En el contexto internacional se adelantan la revolución mexicana, luchas antidictatoriales y antiimperialistas que buscan contrariar el proceso de extensión del capitalismo bajo los nuevos bríos de Estados Unidos. La primera guerra mundial y sobre todo la revolución soviética de 1917 ejercerán una influencia decisiva a escala planetaria sobre las aspiraciones populares y de la clase obrera en formación.

La influencia de escritores como el uruguayo Rodó y el mexicano Vasconcelos, al igual que la influyente presencia poética de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Delmira Agostini van a calar decididamente en la vocación de María Cano, quien se vinculó al Correo Liberal de Antioquia, periódico democrático, y a la revista cultural Cyrano. Su acento cultural la lleva a frecuentar la biblioteca departamental, donde se convierte en lectora de los trabajadores que acudían a escucharla, cada vez en forma más nutrida.

De allí, pasó a ser invitada a los barrios obreros de Medellín y luego a los pueblos mineros de Antioquia. Con esta decisiva relación, comienza su conciencia plena y práctica con las luchas populares.

Se la distinguió como Flor del Trabajo, primero a escala regional y luego del país, por el Tercer Congreso Obrero Nacional, dándose a conocer como figura nacional en su discurso por las libertades y contra la pena de muerte en Medellín, en 1925, al lado del expresidente Carlos E Restrepo.

De esta manera la retrata su amigo, el memorialista y dirigente obrero y revolucionario de primera fila Ignacio Torres Giraldo:

...permítaseme hacer, a grandes trazos, la imagen de ella, estampa física de cómo era en 1925. Tenía entonces -cosa que sabe el lector- 38 años. Menudita, ágil y de bien distribuidas formas. De talle fino y manos y pies pequeñitos, blanca aperlada de cara ya marchita. Sus ojos castaño oscuro, grandes para la talla -como así su boca-, miraban con recelo pero se hacían melancólicos ante la cámara fotográfica y dulces cuando trataba a los niños. Su cabello -castaño como los ojos- entrecano, de común alborotado como divisa de su fuerte inclinación a la bohemia -contagio de la familia Tejada- que supo controlar eficazmente en el periodo de agitación de masas. María no usaba de ningún artificio de belleza facial ni en su talle el clásico corsé o la faja que le venía a reemplazar, con menos humos de señorío. Era negligente en el vestir y en general carecía de gusto para elegir colores y modelos de sus trajes”.

Este mismo historiador popular completa el retrato así:

“María Cano, estampa de andaluza, menudita y vibrante, tenía voz de contralto y actitud arrogante en la tribuna. Su extraordinaria facilidad de palabra y su amplia cultura le permitían enriquecer sus discursos de matices brillantes y elocuentes de contenido”.

La participación de María Cano en la vida de la Confederación Obrera Nacional, CON, y en la fundación del Partido Socialista Revolucionario, como partido popular, donde tuvo destacado papel (1925), su compromiso en la propaganda de las ideas socialistas, de apoyo a las huelgas del proletariado minero, petrolero, del banano y otros sectores proyectan su carismática y audaz personalidad al corazón y mente de miles de trabajadores, contribuyendo con su acción a poner en jaque a la república conservadora.

La verdad histórica es que la acción y el verbo de María Cano, el Partido Socialista Revolucionario y la Confederación Obrera Nacional, al igual que las luchas indígenas y estudiantiles fueron la clave para la derrota de la hegemonía del régimen conservador.

Con el cambio de régimen y la decisiva transformación del Partido Socialista Revolucionario en partido comunista de estirpe estalinista, se dio la persecución a María Cano y otros sectores partidarios. Había comenzado su ocaso político y su marchitamiento personal.

La acción de masas, beligerante, sistemática, recorriendo el país de cabo a rabo, constituyó su escenario favorito, donde su personalidad adquirió gran brillo y jerarquía simbólica, en medio de una pléyade de dirigentes como Uribe Márquez, Mahecha y Torres Giraldo. Era una aguerrida combatiente por el socialismo y los intereses de las libertades. Las famosas giras políticas, la prisión de siete meses, en 1929, su reconocimiento y liderato transcurren en el intenso y al mismo tiempo breve lapso de siete años.

Antes fue el periodismo y la literatura, al final, empleada humilde de la imprenta departamental de Antioquia. Siete años vividos como apostolado revolucionario y cincuenta y tantos en el retiro y el ostracismo, hasta su muerte el 27 de abril de 1967.

La importancia de María Cano se resume en este afortunado concepto con el que Torres Giraldo concluye su bella biografía:

“María Cano es la única mujer de Colombia y de América que ha logrado encarnar, en un momento de la historia, toda la angustia y los anhelos de un pueblo. De mar a mar y del macizo andino del sur hasta la sierra nevada de Santa Marta, llevó su voz, como campana de oro, despertando a las gentes del largo sueño de la colonia española y del nuevo coloniaje del imperialismo yanqui”.

Así como hay flores, también hay perlas del trabajo

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Foto: Diego Val.

Así como hay flores, también hay perlas del trabajo


 

Galería de fotos por el Día Internacional del Trabajador