A cada cambio de luna, el médico miraba el almanaque satisfecho, y a cada cambio de temporada, labinA se mostraba más y más feliz
Al oír el primer canto del gallo, labinA madrugaba a buscar la luna, y, cuando estaba desaparecida, él se sentía al revés y se sentado en la cocina examinaba todo su cuerpo porque lo había poseído una mujer gusano.
El tres de mayo amaneció oscuro y lluvioso, tomó el tinto de los tragos y sintió se le escurría por sus tripas exteriores, lo vio gotear por el cardias y caer al estómago como a una palangana que lo revolvía y lo vaciaba en los intestinos. Sintió que su hígado colgaba del ombligo, agarrado de un gancho de carnicería, se palpó la punta del intestino y la naturaleza de su apéndice, lo sintió flojito y muy puntudo. Solo pudo recomponer esa imagen cuando se cambió la ropa para irse al cafetal.
Ilustración: Mito peruano, la guerra contra el Unkaju. Ilustrador y diseñador gráfico, desde 1999 se dedica profesionalmente a la creación gráfica, combinando dibujo, ilustración, diseño gráfico y diseño de logotipos. Amante del arte y la tecnología, en su trabajo incorpora la gráfica digital con texturas y acabados manuales, buscando propuestas. Extraída de: Hache Holguin.
La finca del paisano era vecina a la de un médico, de tanto en tanto lo visitaba y lo sabía escuchar. El galeno tenía su pendejada, era especialista en vaciar el bolsillo de sus pacientes, les reconocía en lo más profundo su animosidad, sus malestares, su perfil psicológico con sus imaginarios y los desajustes de su fisiología.
A labinA, así percibía su nombre, aunque lo real sería al revés, en la cosecha lo visitó el vecino médico y contó sus malestares. Acostado sobre la mesa del comedor le verificó con un tenedor de médico las revolturas de su cuerpo, y al tiempo le entendía palabras de su arrevesado lenguaje:
—rop íha rotcod, iha em agleuc anu asoc —. Por cada parte que le palpaba, el hombrecito sentía el enrevesamiento de sus órganos.
—Debemos iniciar la recomposición de tus malestares y tus descomposturas con una operación—. Lo miró
—orep ¡ose on áres yum orac rocod?— y el doctor: Humm…
—No es ese el problema, si te saco la apéndice, tu tripitorio funcionará mejor y se reacomodarán tus órganos, en un mes de operación y medicinas, el intestino grueso estará reacomodado, sentirás gran alivio después de comer, en sesenta días, podrás devorarte un toro o una bandeja paisa. Y aunque era cuestión de vender seis vacas y tres marranos, la cirugía se pudo financiar.
Cuando labinA regresó de Medellín, decía sentirse muy bien. Llegó al pueblo el día del mercado, su felicidad consistía en mostrarle a cada uno de sus vecinos la cicatriz de su operación. Parecía un soldado del Batallón Fudra, recién salido de mil batallas, se sentía un verraco.
Roberto Matta – arquitecto, humanista y pintor surrealista chileno Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren, más conocido como Matta(Santiago, 11 de noviembre de 1911-Civitavecchia, Italia, 23 de noviembre de 2002), fue un arquitecto, humanista, pintor y poeta chileno. Considerado el último representante del surrealismo. Extraída de: art-being.blogspot
Siguientes tres lunas perdidas. Labina percibió que se le había volteado el cuajo, el médico vecino lo llevó en su BMW hasta Medellín y lo operó; y así, a más lunas perdidas, operaciones por hernias inguinales y en el vientre. El veintiocho de diciembre, sintió un pulmón congelado y en Bogotá lo metieron en un pulmón mecánico para descongelarlo y calibrarlo. Seis meses después, cuando Labina caminaba hacia adelante, sentía que la sangre se le devolvía, y al revés, cuando caminaba hacia atrás cot cot cot; el asunto era grave, lo llevaron a Miami donde le aceleraron el flujo sanguíneo que se estaba atascando en las venas y le acomodaron el sistema circulatorio tras una cirugía de corazón abierto.
A cada cambio de luna, el médico miraba el almanaque satisfecho, y a cada cambio de temporada, labinA se mostraba más y más feliz; en la plaza, antes de la misa mayor, le rodeaban campesinos y visitantes y hasta se quitaba la camisa y se bajaba los calzoncillos para mostrarse a todos, explicaba a cada uno, las circunstancias de sus desarreglos y sus cirugías. Su cuerpo era un mapa, cicatrices y huellas de una guerra mundial donde todos ganaron, los cirujanos dejaron sus marcas en el cuero de labinA y en finanzas, y labinA, en su heroicidad imaginaria y con su conversa arrevesada, era una lanza en los negocios, siempre hubo vacas lecheras para financiar sus aventuras con los cirujanos.
Perdí durante muchos años el rastro de labinA, sus hijas crecieron y se fueron a buscar fortuna en España y Estados Unidos, hasta la semana pasada, cuando lo pillé en una revista, ahí estaba un personaje, ¡tan parecido a labinA!.. Tenía cuerpo lleno de tatuajes y rejuvenecido por las cirugías plásticas, le seguían quince reporteras y era figura de farándula, había participado en películas y un reality show. No sé si sea labinA, o alguno de sus descendientes, conocí a uno de ellos a quien apodaron gusano en recuerdo de los imaginarios de su abuelo, y como dicen que todos tenemos un doble, un alguien que anda por ahí perdido en el mundo, a lo mejor sea ese. Lo malo es, como dice Fabio Alzate, que si llega la circunstancia cuando uno se encuentre con el doble, entonces los dos estallan, no sé si sea verdad o no, y no me han dicho si Labina ya tendrá la contra para eso.
Desierto: para mí, antes de ir a Samaca, era la palabra que designa un lugar lleno de arena y donde hace mucho calor.
El incierto desierto
Vamos hacia el desierto del Perú, cerca de la ciudad de Ica. El lugar se llama Samaca y lo hizo, entero, desde el primer arbusto, Alberto Benavides Ganoza, filósofo y poeta peruano.
Desde el momento en que me dijeron: “es una experiencia inolvidable, no te lo puedes perder”, empezó a configurarse en mí una incertidumbre que al comienzo fue un olvido conveniente. Con el paso de los días, conforme se acercaba el momento, la excursión se me convirtió en una nítida piedra en la garganta, arrullada por esa voz susurrante que me repetía, con la entonación de mi madre: ¿qué tiene que ir a hacer a lo incierto, una señora, esposa y madre de dos hijos?
Por eso, llegado el momento de empacar las maletas y emprender el camino que me llevaría con rumbo final al desierto, la ansiedad se apoderó de mí, y una fuerza interior que se oponía a ese destino me forzó a considerar la posibilidad de abortar la ida; de huir del abierto e inquietante lugar que, desde su misma indeterminación, sentía como una terrible amenaza.
Entonces, pataleé. Pedí cancelar el tiquete; verificar la posibilidad de dejarlo para otro viaje, que en compañía de mis allegados me aportara mayores certezas. Se me respondió que no era posible: el boleto de avión no podía ser cambiado y el hotel ya estaba pago. Entonces, dispuesta a no renunciar a mis temores, pedí verificar si por lo menos se podía adelantar el regreso. Ninguna de estas soluciones parecía una alternativa.
Foto: Martha Alzate
Soy hija de la modernidad, lo cual significa una forma de ser y estar en el mundo que implica un abuso de la razón y poco o nulo espacio para la intuición.
Es así como desierto empezó a significar para mí lo inhabitado –en sentido radical–, la ausencia de lo conocido, y una exposición inusual o exacerbada a lo que yo creía entender como certeras amenazas: serpientes o escorpiones, lejanía, desafueros y todo tipo de locuras.
Recordé que soy alérgica y que tengo una advertencia perentoria de los médicos en este sentido. Se supone que debo saber inyectarme adrenalina ante la posibilidad de llegar a hacer un shock anafiláctico.
Así, agobiada con esos temores, consulté sí por primera vez podría aprender a usar la tal adrenalina, a lo que me contestaron que en las afujías (afanes) del inminente viaje no alcanzaba a aprender a ponerme bien la inyección, y que más bien pudiera ser que por evitar lo incierto terminara clavándome mal el líquido, el cual podía al ser inyectado erróneamente ¡causarme un certero infarto!
Foto: Martha Alzate.
Me reí de mí. ¿A qué otra alternativa, más allá de la risa, podía apelar en el momento de máxima desesperación, donde lo fabricado por mi mente se me presentaba con la gravedad de un gran ridículo?
Más resignada que animada decidí viajar, y esperar a ver cómo transcurrirían los días en Lima. Pudiera ser que al final, esgrimiendo cualquier razón de último momento, fuera posible excusarme y no hacer parte del grupo que partiría al desierto.
Viéndolo en retrospectiva, pienso no sólo en la sonoridad, sino en las imágenes que nos hemos hecho de las palabras que conforman nuestro léxico.
DESIERTO: para mí, antes de ir a Samaca, era la palabra que designa un lugar lleno de arena y donde hace mucho calor. Aquel en que, en el peor de los casos, la gente se muere de sed o de insolación cuando se pierde el rumbo, se descompone el auto, o se sufre cualquier tragedia parecida.
¿Cómo es que la palabra en cuestión designaba para mí una uniformidad, que englobaba a todas las arideces de esta tierra?
Foto: Martha Alzate.
Los días de Lima
Los días de Lima transcurrieron apacibles y retadores a la imaginación; de las vivencias allí transcurridas obtuve algo de dominio de la situación.
En la soledad de los recorridos, la ciudad se me entregó con su mejor cara. Pude palparla y amarla. Así que, con esas nuevas herramientas en mi maleta, consideré que tal vez sí podía ir al desierto.
Al momento de partir hacia Ica, nos dirigimos al Aeropuerto Internacional del Callao, para rentar dos autos que habrían de ocupar cuatro tripulantes cada uno. A mí me correspondió el auto conducido por el señor Subirats.
Justo es decir que Eduardo, quien cruza ya el umbral de los setenta años, era quien se defendía, tranquilamente, en esa rudeza absurda que es el tráfico de Lima. Parecía insuflado por un poder desconocido para mí, y como podía se deslizaba por entre los micros, carros, taxis, y taxis “cholos” (o moto taxis), haciendo caso omiso al estruendo de bocinas (las que hacen sonar todo el tiempo -vaya dios a saber la razón-), y esquivando las constantes insensateces de los conductores limeños: atravesarse todo el tiempo en todas las líneas, dejar y recoger pasajeros en plena vía, etc.
Eduardo Subirats Rüggeberg nació en Barcelona en 1947. Intelectual español de ascendencia alemana. Foto: Martha Alzate
Una lenta fila de vehículos nos acompañó durante las casi dos horas que tardamos en abandonar la capital.
Para salir de Lima, desde el aeropuerto de Callao, se cruzan los siguientes distritos, en ese orden: San Miguel, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Barranco, Chorrillos, Lurín y Asia. Por lo menos esa es la reconstrucción posible, de un copiloto al cual los ojos no le alcanzan para incorporar todas las maravillas que van recorriendo.
Al salir del área metropolitana, se toma la vía Panamericana rumbo a Ica (300 km de vía que se cubren en aproximadamente 4 horas). Dos carriles que tienen como límites vecinos gigantes: a la derecha el mar, y a la izquierda el desierto.
Pero, la ciudad (es decir, lo habitado), no termina en estricto sentido, sino que se prolonga indefinida en esa frontera que está configurada por el mar y el desierto.
En la foto se puede apreciar la línea que separa el desierto de la carretera principal. Es simplemente un paisaje maravilloso. Foto: Martha Alzate
Al costado derecho, entre la vía y el mar, están los condominios privados. Blancas construcciones, ocupando los riscos contra los que se estrella la fiereza de las aguas marinas. Una versión americana del Mediterráneo –pensé-, lugares de veraneo que se protegen, con portadas y cerramientos, del indeseado Otro, “esa gente”, como dicen los representantes de la clase alta limeña.
Estos condominios están hechos para pasar el verano. Lugares a los que se recurre para escapar al agite de la gran capital, o tal vez –no lo sé con certeza-, son residencias permanentes que se hacen sostenibles a partir de su relación con las poblaciones que se van encontrando en el recorrido (Chincha, Pisco, entre otras).
Resultaba evidente la gestación de una fuerte relación entre las urbanizaciones privadas y un fenómeno que se me presentaba como novedoso: un número indefinido de precarias construcciones que empiezan a habitar las zonas desérticas sobre la vía, lo que los peruanos llaman “pueblos nuevos”.
Pueblos nuevos es un eufemismo para designar bastas invasiones. Son pequeños inmuebles que van desde improvisadas viviendas hechas de tablas y plásticos hasta casas pre fabricadas. Se imponen en el campo inhóspito, y constituyen un gesto “colonizador”: el hombre enfrentado al desierto.
Algunos poblados en Lima y en sus alrededores, aún conservan los estilos rústicos en aras de ser construidos a futuro. Foto: Martha Alzate
Según la versión de nuestros acompañantes, estos son actos de posesión de quienes quieren reclamar en un futuro un título de propiedad.
Lo que más llamó nuestra atención es que, además de estar “tiradas” en plenas arenas, sin ningún tipo de infraestructura o servicio, o tal vez por ello, se encuentran, en su mayoría deshabitadas. Estos actos de afirmación se realizan a medias. Cada pequeña vivienda es un pie que avanza, mientras el cuerpo permanece todavía en otro lugar – muchos de los que edifican en estos baldíos tienen su residencia permanente en pueblos y ciudades cercanos-.
Me impresionaron mucho, no solo por su evidente insuficiencia de servicios y otras dotaciones, sino, sobre todo, porque no terminan. Juntos, componen una larga hilera que solo se interrumpe, por momentos, con la aparición de los valles. Línea discontinua pero permanente, que acompaña a todo el trazo de la carretera, y que, en un futuro no lejano, dará al traste con el mismo sentido de esta infraestructura vial.
Ello debido a que inevitablemente, entre las construcciones de los condominios de clases altas y estos “pueblos nuevos”, se generará toda una dinámica de relación, que obligará a cruces permanentes de personas y vehículos. En ese momento, la Panamericana se habrá convertido en una proyección de las calles de Lima.
Foto: Martha Alzate
Como una exaltación de la ciudad expandida, el centro y su área metropolitana se nos presentaban como una extensión indefinidamente prolongada hasta el sur.
En la vía sufrimos todo tipo de emociones. Los paisajes son bastos y arrobadores. Ese mar, neblinoso y triste en el invierno peruano, que parece delimitar los reinos de incas y nazcas, es fuerte e impetuoso y, a la vez, poseedor de la dulzura que trae a la memoria veranos memorables. El desierto grisáceo, permanente masa arenosa toldada de nubes y ofrecida al mar, tiene la solidez de la eternidad.
Los valles son lugares en donde se aprovecha cada centímetro cuadrado, dedicándose con aplicación a todo tipo de cultivos. Alimentan las poblaciones que se encuentran en el camino, y son una esperanza en la desolación. La misma que vino a amparar nuestro recorrido, borrando la sensación de estar perdidos en otro mundo, interrumpiendo con sus presencias verdes la monotonía de las arenas.
Ica y Huacachina
Llegamos a Ica, más bien agotados, y fuimos directo al Oasis de Huacachina, separada de la primera por un trayecto que se cubre en unos veinte minutos. No sin antes sufrir por los caminos de salida de la ciudad al vernos forzados a esquivar multitud de taxis “cholo”.
Oasis de la Hucachina en pleno desierto. En Ica. Foto: Martha Alzate
Desde que hicimos la parada en la estación de servicio, a la salida de Lima, habíamos perdido al vehículo donde iban nuestros otros compañeros. Pensamos que ellos deberían haber llegado primero que nosotros al Oasis. Sin embargo, al arribar a la casa de Alberto en el oasis, la casera nos anunció que nuestros compañeros del otro vehículo habían estado llamando insistentemente para saber de nosotros. Preocupados, nos hacían extraviados, siniestrados, o envueltos en quién sabe que tragedia. Se sentían culpables por habernos “abandonado”, pero el hecho es que nosotros arribamos primero que ellos.
Huacachina, otrora balneario favorito de los peruanos en virtud de las supuestas aguas medicinales de la laguna que lo origina, es hoy un lugar con una belleza detenida en el tiempo, con un cierto eco de sofisticación decadente. La morada de Alberto es una vivienda rica en objetos, pero sin pretensiones. Poseedora de un elocuente detalle, una hermosa huerta instalada en un patio central que da orden al conjunto, alberga, además, un asunto importante que anuncia el carácter del anfitrión: la edificación se abre al boulevard que bordea la laguna por medio de una biblioteca pública.
Salí en compañía de Eduardo a recorrer la ronda adoquinada, momento en el cual nos vimos forzados a atravesar las mesas dispuestas para la consulta en la biblioteca. En ellas, acuciosos lectores consultaban los textos disponibles.
Eduardo me mostró las edificaciones, construcciones de los años cincuenta y sesenta, reflejo de los esplendores de la arquitectura al uso en esas épocas. Incluso, observé que una de las casas estaba en venta, y me trasladé a la posibilidad (completamente lejana) de habitar ese lugar. Hoy día, estas residencias están siendo usadas para atender un turismo depredador. Las que otrora fueran casas de veraneo de las gentes poderosas del Perú, hoy se han transformado en restaurantes y hostales para backpackers (mochileros). En el lugar, se rentan vehículos que ascienden por las dunas, mientras sus motores producen un rugido enloquecido. Es la diversión favorita de los turistas, que, entre tanto, sonríen despreocupados y descalzos, llevando en hombros sus cámaras fotográficas y su ignorancia. Mientras recorren este lugar desentendidos de sus significados, ostentan al aire sus pálidos ombligos.
Foto: Martha Alzate
Persiste el hotel Mossone. Fuimos hacia él, en compañía de Elías. En su búsqueda, nos confundimos inicialmente con hotel Salvatiera, en cuyas paredes hay pinturas del legendario pintor peruano Sérvulo Gutiérrez. Este hotel, disminuido en extremo, se ve “lindo” en las fotos de internet que capturan visitas de incautos excursionistas.
En el Salvaterra, los encontramos por todos lados, tan norteamericanos y europeos, delatados por sus sandalias, sus pantalones cortos o sus trajes de baño. Su actitud es la del viajero que no se modifica con los lugares que visita, y más bien permanece en una perpetua disposición para el veraneo, soleado y despreocupado.
Finalmente, encontramos el hotel Mossone, y nos tomamos un tiempo para recorrer sus salones de maderas y pisos de mosaico, y, así, palpar la elegancia y el brillo de lo que alguna vez fue. Adorable el Mossone, en donde nos dispusimos a tomar una cerveza, acomodados en una de las mesas con vistas a la laguna.
Tuvimos que suspender a desgano esta ensoñación de pasados gloriosos, para asistir al servicio del almuerzo. Así, nos dispusimos a compartir una mesa exquisita, pues nos esperaban con un grandioso almuerzo, compuesto por los frutos de Samaca: aceite de oliva, jarabe de huarango (árbol espinoso de origen americano), verduras y más verduras acompañadas por varias clases de olivas, y un insospechado manjar producido con lo que da la tierra: puré de yuca.
Hotel Mossone. Foto: Martha Alzate
El almuerzo estuvo acompañado por la “luz” de Alberto. Nos rodeaban sus fotografías, escritos, objetos, y todo aquello que nos introducía directamente a su presencia. Entre ellos un libro con algunas anotaciones, entre las cuales se me grabó una triste en relación con lo que acababa de ver. Decía así, más o menos: La Huacachina se muere de ruido, y nadie hace nada para salvarla. Anotaciones, frases, poemas, algunos colgados en las paredes del salón comedor, todos ellos escritos con la impecable caligrafía del propietario de la casa-biblioteca.
De esta forma quedamos instalados en la atmósfera del anfitrión ausente, y una vez culminado el almuerzo, partimos hacia Samaca.
Eran ya las cinco de la tarde, y Eduardo lamentaba que no llegaríamos a tiempo para recorrer el desierto con la luz del día.
A estas alturas, pensaba poco en escorpiones y otros bichos.
Pensé en decirle que ya estaba relajada, que me había olvidado por completo de los alacranes, y menos saber de los zancudos, pero me pareció de mal gusto defraudarla: tan orgullosa estaba de haber sido precavida trayendo tales defensas.
Noche fresca y renegrida, que rodea un desierto pobremente iluminado por una luna menguante. Comienzo de lo que se presiente como un viaje al interior de cada ser. Atisbos de un fuerte viaje hacia sí, inducido por el silencio y la oscuridad.
En MAAT se incluye la formación emocional, así que su propuesta es un taller práctico y otro de terapia interior
La Cebra que Habla entrevistó en sus oficinas a la joven Juliana Arias. Mujer que lleva años en un proyecto con una noble causa: que las mujeres sean libres de violencia, alcancen su potencial y gocen de plenos derechos ciudadanos. Sus palabras, mientras realizábamos la entrevista, estaban cargadas de propiedad, igual que la misión y conciencia que adquirió a temprana edad. Así que reproducimos está entrevista especialmente para los lectores de nuestro portal.
Juliana Arias, Directora de MAAT, es joven, con una mirada segura, y desde muy temprana edad adquirió esta vocación por la defensa de las mujeres y el empoderamiento individual. Exactamente desde los 17 años, cuando estaba en el colegio. Ya desde ahí sentía inclinación por la labor social y desde ese momento es que emprende esta labor de abogar por las de su género.
Empecé en una fundación llamada “Soñar Despierto”, donde el objetivo era crear conciencia en niños de estratos socio económicos 1 y 2 por medio de trabajo social. Eran (y son) niños de escasos recursos. Aquí fui primero voluntaria y después coordinadora, y a partir de ahí pasé por muchos voluntariados como Making Happy, por ejemplo.
Foto: Diego Val
Así entonces, Juliana, egresada del colegio Las Franciscanas, decide estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Tecnológica de Pereira, sin embargo, después de algunos semestres se da cuenta que no conecta con la carrera. Así que toma unos meses de reflexión hasta que elige Medicina Veterinaria. Carrera en la que actualmente cursa los últimos semestres.
Después de un episodio personal, o mejor, de relaciones personales desbordantes, surgió MAAT, una fundación enfocada principalmente en el empoderamiento de la mujer tanto económico como emocional.
Tuve una relación sentimental que desbordó mi estado emocional y ahí fue donde me dí cuenta que como mujer y ante todo como persona tenía que reafirmar muchos aspectos de mi vida y mi conciencia; que todo empezaba por mi propio ser y no por o para el otro. Me di cuenta que yo era una mujer maltratada, y que debían haber muchas más mujeres como yo.
Foto: Diego Val.
A partir de esta experiencia personal, MAAT toma fuerza y nace con una visión clara y se toman decisiones enfocadas a lo que quiere llegar. Este nombre, según sabemos por la entrevistada, representa justicia universal, equilibrio y armonía. Nombre que proviene de la cultura egipcia. MAAT es símbolo de Verdad, Justicia, y su representación en la iconografía egipcia es una mujer, una diosa.
El primer acercamiento que tuve, o la acción con la que emprendería MAAT, fue un fin de semana que mis compañeras me invitaron a pintar unos murales en Nacederos; un barrio cercano al aeropuerto que empezó como invasión hace muchos años y el cual cuenta con una población bastante vulnerable. Ahí decidí que quería trabajar con las mujeres de este sector.
MAAT primero apostó por impartir una formación que fomente el empoderamiento económico en las mujeres de este sector, ya que muchas de estas mujeres -según Juliana Arias- suelen depender económicamente de sus parejas, y a raíz de esto es que se permiten ciertos abusos que se normalizan con el pasar del tiempo.
Foto: Diego Val.
El primer lugar en el que trabajamos fue en Nacederos. En ese barrio empezamos impartiendo talleres de maquillaje en la caseta comunal. La maquilladora lo hizo como un trabajo voluntario. La primera vez que las convocamos llegaron 16 mujeres, no fue tan fácil porque muchas tienen hijos, así que buscamos la manera de solventar ese imprevisto. Mientras ellas estaban en el taller también hacíamos talleres para los niños.
MAAT continuó el proceso impartiendo talleres de maquillaje, cerámica y mercadeo y servicio al cliente; en este último, el SENA ha colaborado voluntariamente con la formación y a la par con estas iniciativas, se incluye la formación emocional, así que su propuesta es un taller práctico y otro de terapia interior, lo cual no ha sido un proceso sencillo, pero es a lo que apuntan como organización, ya que muchas mujeres callan por temor, no denuncian o se acostumbra a vivir con el maltrato o la violencia de género.
Nosotras en MAAT damos ese plus de talleres para los niños. Hacemos doble formación: brindarle a ellas un espacio de capacitación y a los niños un nuevo espacio de creatividad con talleres de dibujo, pintura y juegos. En este proceso llevamos un año. Ya terminamos un proceso en abril y de esto queremos realizar una graduación. Solo estamos esperando fechas de confirmación en el auditorio Lucy Tejada y listo.
Los próximos planes de MAAT se están organizando para ir al barrio Camilo Torres en Dosquebradas;o la Cárcel de mujeres en la Badea donde realizaran talleres que identifiquen las múltiples violencias y la necesidad de empoderamiento económico, independencia, respeto y equidad entre las mujeres.
Me interesa Dosquebradas, ya que siento que está muy desamparada; Pereira está bastante intervenida, hay mucha gente gestionando proyectos, mientras en Dosquebradas falta un gran sentido de pertenencia. Tambien nos plantemos la ida a la cárcel de mujeres. Ahí hay un gran potencial por descubrir y un trabajo muy especial que se pueden hacer con cientos de mujeres.
Juliana estuvo postulada a Mujer Comfamiliar el año pasado. Allí, en este evento, tuvo la oportunidad de conocer mujeres grandiosas, que también han tenido vidas complejas, pero que a pesar de ello, todo esa experiencia la han volcado en labores sociales. Por eso es que Juliana Arias afirma que ese tiempo también para ella fue un gran aprendizaje como profesional en trabajo social y como persona.
Mujeres como Juliana, decididas, emprendedoras y comprometidas, son un ejemplo femenino a seguir.
Aquel que Ama la exclusión, la utilidad y el beneficio
Aquel que Ama a su dios.
Me llamas “Nadie”
Pero aun así me piensas y aun así me nombras
De esta manera no soy un “Nadie”
De esta manera existo como un “Algo” que mal llamas “Nadie”.
Seguro estoy de no ser la “Nada” porque la “Nada” no “Es”
Soy el del costal, soy el del andén
Soy el que ayudas con tu limosna, para sentirte mejor persona
Soy la improductividad hecha carne
Soy la inmoralidad que enaltece tu moral
Soy el agua turbia en la que te comparas, para sentirte un “Alguien”
Para definirte, para construirte.
Extraído de: Corral de Alcalá
¿Porque dependes de un “Nadie” para sentir que “Eres”?
Y si ya eres “Alguien”, ¿quién eres?
Tal vez aquel que presume de su Amor
Aquel que Ama la llave que abre la puerta
Y deja a un lado las demás
Aquel que Ama la exclusión, la utilidad y el beneficio
Aquel que Ama a su dios
Porque le custodia, porque le aconseja, por sus bendiciones
Porque tiene a un motivo.
Lo siento pero esto, no es Amar el “Ser”.
Es Amar por que se obtiene.
Stranger: Mukou Hadan, nos narra la historia de Kotaro, un niño que es perseguido por una extraña organización de diestros guerreros que sirven a la dinastía Ming en China.
Stranger: Mukou Hadan (Sword of the Stranger), también traducida como la espada del extranjero o el samuraí sin nombre, es una película del año 2007, producida por el estudio Bones, el mismo que trajo algunas versiones de Fullmetal Alchemist, y consiguió hacer la película de Cowboy Bebop en el 2001.
Esta obra dirigida por Masahiro Andō , posee un guión escrito por Fumihiko Takayama y una banda sonora a cargo del maestro Naoki Sato, en cuya trama seguiremos la aventura de un Ronin, o samuraí sin amo, durante el periodo de unificación en Japón. La ambientación no pudo ser mejor, siendo esta una gran oportunidad para apreciar algunas de las costumbres y el panorama social del Japón feudal.
Extraída de: Anime Zion
Este proyecto de anime, cuando menos original, es una película sobre samuraís y oscuros clanes con la marca de calidad, propia del buen estudio Bones. Aunque sin destacar demasiado, ya que no es una historia muy compleja, pero si, bastante entretenida con una gran calidad de animación. Efectos que convierten toda acción de la obra en una ráfaga envolvente que logra transmitir adrenalina, especialmente en las peleas entre guerreros o en las persecuciones a caballo por los bosques y lugares aledaños.
Stranger: Mukou Hadan, nos narra la historia de Kotaro, un niño que es perseguido por una extraña organización de diestros guerreros que sirven a la dinastía Ming en China. Horda enviada por el mismo emperador chino, quien sirviéndose de aparentes aliados del Japón feudal, planean llevar a cabo un extraño ritual.
Extraído de: Pin Img.
El niño (Kotaro) acompañado de su perro de nombre Tobimaru, conocerá en medio de su travesía a un Ronin vagabundo llamado Nanashi (“sin nombre“) y a quien convence de trabajar para él como escolta prometiendo a cambio una gran cantidad de dinero, si es que logra llevarle hasta el templo donde reside un monje especial para él.
A medida que se desarrolla la historia iremos comprendiendo la naturaleza de los intereses de la organización de guerreros y encontraremos que estos poseen habilidades más allá de la capacidad humana. Además, claro está, de las verdaderas razones por las cuales el espadachín sin nombre decide ayudar al niño quien desea llegar hasta el lugar señalado.
Extraída de: Estacion Geek.
Si bien, y aquí entro con mi observación, debo decir que la historia que se nos presenta no consigue ofrecer sino un sano nivel de interés y en términos prácticos, resulta simplemente entretenida. El punto fuerte de “La espada del extranjero” se encuentra en el apartado técnico, que ofrece una cantidad de batallas intensas logrando que el espectador de varios saltos de emoción. Y en ocasiones consigue contener el aliento de los que la ven, debido a la buena elaboración de sus escenas de pelea. Escenas en medio de las cuales, la musicalización y el trabajo gráfico, no se desaprovecha ni un instante.
Si tiene el tiempo, tanto como si no lo tiene, recomiendo ver esta película, la cual dejó todo un precedente en los estilos de animación de su época y actualmente lo deja entre los seguidores del género anime o manga en general.
Las personas con síndrome de Down también tienen relaciones interpersonales y desarrollan su vida social con normalidad.
Crecer y convivir al lado de un ser humano con síndrome de Down es un viaje de aprendizaje para toda la vida, donde se aplica los principios básicos de la existencia y donde el valor de las pequeñas cosas toma su protagonismo en la vida de todos quienes los rodean.
Se reconoce como personas con discapacidad a todos aquellas que por causas internas presenten alguna disfunción o ausencia de sus capacidades de orden físico mental, intelectual, sensorial o combinaciones de ellas; que al interactuar con diversas barreras le impliquen desventajas que dificultan o impidan su participación, inclusión e integración a la vida familiar y social, así como el ejercicio pleno de sus derechos humanos en igualdad de condiciones con los demás.
En el 2006 la ONU aprobó la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. En ella se deja claro que todas las personas tenemos los mismos derechos, de una participación en la sociedad, en igualdad de condiciones.
Extraída de: Anton. México.
Entre algunos derechos existe el de acceder a un trabajo digno. Las personas con síndrome de Down también tienen relaciones interpersonales y desarrollan su vida social con normalidad. Así que la ONU estableció como derechos de las personas con síndrome de Down, los sexuales y reproductivos, así como el de estar informados sobre los métodos de planificación familiar, tener relaciones sexuales, casarse, tener hijos, etc.
El Síndrome de Down no es una enfermedad, es una acomodación cromosómica que ocurre de forma natural y ha sido siempre una parte de la condición humana; estando universalmente presente en todas las razas, géneros o estratos sociales, que afecta a aproximadamente uno de cada 800 nacimientos; aunque hay una considerable variación a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud.
Compartir la vida en la diferencia es la experiencia que le da valor a las pequeñas cosas. El mundo Down, hace que la existencia este llena de momentos Up.
Extraída de: Mundo Tkm
10 Tips
1) La aceptaciónes la clave para tener una experiencia de vida maravillosa. Si usted es de los que se pregunta ¿por qué a mí? estos tips sencillos pueden darle una luz para dar el primer paso de la aceptación. De la aceptación depende el cómo puede y elige vivir esta maestría.
El primer paso es aceptar la situación. Una vez esto suceda, es garantía que su corazón abrirá las puertas para que entre el perdón y la sanación. Perdonar la situación es vital, pues existen culturas que lo toman como un castigo. Tal vez la culpa es uno de los factores que estremece nuestro mundo y es por esto que debemos entender que es necesario aceptar, perdonar, sanar y seguir adelante. Una vez se hace el proceso de sanación la transformación comienza.
2) Una vez exista aceptación, abra su corazón, pues es la puerta para lograr una vida llena de momentos de amor. Los corazones down son puros, por esto es un privilegio tener su presencia, pues con ellos es un constante aprendizaje de valor.
3) La comprensiónes la magia para poder elevar la conciencia y entender el mundo a través de los ojos del amor. Sin lugar a dudas, hacer esto, automáticamente incrementara su alteridad y aceptación.
4) La magia de ser niño por siempre, hace entender cómo crecen, cómo se desarrollan y de qué manera contribuir en la convivencia facilita el desarrollo de habilidades y capacidades de los niños. Por lo tanto es de suma importancia comprender que sin importar la edad siempre serán niños.
5) Es importante crear una rutina de revisiones médicas periódicaspara el corazón, pues la vitalidad de ellos depende de su funcionamiento cardíaco, ya que el 45 % de los niños con síndrome de Down sufren de una cardiopatía congénita. “Los infantes que sufren esta deficiencia deben estar especialmente controlados durante los primeros meses de vida, pues las cardiopatías congénitas presentan un riesgo de mortalidad superior durante este periodo”, explica la Dra. María Teresa Subirana, presidenta de la sección de cardiopatías congénitas de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Extraída de: Caespan.
6) Recreación y deporte recursos estratégicos,son un pilar que no es negociable. Es la parte principal del desarrollo emocional, personal y físico. Toda actividad motriz genera un poder recuperador en el desarrollo perceptivo. Además, su influencia sobre la esfera psicológica, social y afectiva es muy relevante. La actividad física permite a la persona con algún tipo de desajuste cognoscitivo mejore la canalización de sus instintos, aprender a superar sus posibles dificultades y limitaciones, así como reconocer y forjar su propia personalidad. La actividad física debe promoverse desde pequeños, puesto que un estilo de vida sedentario tiene consecuencias negativas.
7) Hábitos. La disciplina, las costumbres y las rutinas suman un gran valor, pues son herramientas imprescindibles para el desarrollo de habilidades y capacidades que hacen más fácil el progreso y la inclusión en la sociedad. Por lo tanto las rutinas brindan una ruta de organización diaria que ayuda a mantener un equilibrio en la vida de cada uno.
8) No se sienta incomodo por el que dirán. A ellos eso los tiene sin cuidado porque no es un tema que les importe, aunque a la familia le cueste trabajo. Los padres pueden y deben ayudar a sus hijos a desarrollar destrezas para socializar, ser aceptados, hacer amistades e incorporarse a un grupo, para lograr el intercambio social deseado; es importante tener en cuenta que si no encuentra el camino, pida asesoría. En algunos casos el intercambio social es uno de los temas más frecuentes que trae consecuencias como conflictos intrafamiliares, bullying, y rechazo. No le de vergüenza buscar asesoría en caso de necesitarla.
9) Importante conocer y entender los derechos sobre los derechos de las personas con discapacidad. En ella se deja claro que todas las personas tenemos los mismos derechos y de una participación en la sociedad en igualdad de condiciones. Ver:Diez derechos de las personas con síndrome de Down que debe saber.
Dificultades para elaborar y fijar imágenes mentales.
Dificultades para establecer relaciones.
Dificultades para generalizar aprendizajes.
Dificultades para conceptualizar
Dificultades en el lenguaje (comprensivo, sobre todo).
Dificultades en el desarrollo de las habilidades motrices, expresivas y creativas.
Extraída de: Impacto Evangelístico
Cómo solucionarlo:
Adoptar actitud natural y espontánea, evitando ser paternalistas o demasiado proteccionistas.
Hablarles despacio y repitiendo las cosas las veces que sea necesario (hay que cerciorarse de que han comprendido el mensaje)
Ser pacientes y constantes, dando el tiempo necesario para que asimilen las experiencias y los retos que tienen planteados.
Utilizar un lenguaje comprensible y asequible a su nivel cognitivo.
Dejar que actúen con espontaneidad y libertad, haciendo las cosas por sí mismos, sin acosarles ni estar obsesivamente encima de ellos.
No tratarlos como inferiores a su edad, valorar sus progresos y animarlos a seguir progresando.
Promover un clima de respeto y ayuda a los demas
En definitiva compartir con los niños con síndrome de down equivale a querer vivir la vida sin importar el qué dirán, ¿acaso a ellos les importa? Ni siquiera saben qué es eso. Simplemente viven naturalmente siendo transparentes en cada instante.
La Convivencia es una montaña rusa de emociones, lleva a los límites de la superación, ejemplo y reflexión; es la aceptación y rechazó al mismo tiempo, y es la que fortalece la lucha en medio de una sociedad que no ha sido educada para comprender la diferencia.
El amor que los niños Down transmiten es la llave que toca la puerta del corazón y así entender que en la diferencia está la vida. Solo hay que mirarlos y ver la pureza de sus ojos para comprender la magnitud del mundo Down, que finalmente, lleva a concluir que es un mundo UP.
La Hora del Planeta es la campaña de WWF que más personas ha movilizado en la historia a nivel global por una misma causa. Inició en el año 2007 en Sydney, Australia, para tomar una posición frente al cambio climático, y al año siguiente se convirtió en un movimiento mundial. Una década después, La Hora del Planeta se sigue celebrando el último sábado del mes de marzo, de 8:30 p.m. a 9:30 p.m. Durante esta hora, la campaña invita a las personas, principales íconos arquitectónicos, organizaciones y empresas a apagar la luz.
La Hora Del Planeta se desarrolla en Colombia desde 2008, y cada nueva versión suma nuevos aliados de sectores públicos y privados, así como de cientos de ciudadanos quienes se vinculan a distintas actividades, y apagando las luces de sus hogares para reflexionar acerca del cambio climático.
Te puedes unir a La Hora del Planeta 2018 de cuatro formas:
1. ¿Sabías que cada hora desaparecen 20 hectáreas de bosques en Colombia? Haz parte del movimiento nacional por los bosques.
2. Utiliza el hashtag #ConectadosPorLosBosques para que el mundo sepa que nos preocupan nuestros ecosistemas
Para un país mediterráneo como Bolivia aquello sólo era posible en documentales de National Geographic y quizás en algún restaurante de alta cocina con productos congelados.
Debo de tener una increíble buena suerte o un olfato especial para toparme con suculentas oportunidades. Dicen que algunos chamanes pueden oler la lluvia a kilómetros antes de predecir el aguacero. Yo capto las partículas de la comida suspendidas en el aire, ha de ser desde cualquier distancia, sin tener la lengua bífida de las serpientes para detectar los aromas. Es como si lo viera venir. De otra forma no me explico que a menudo me encuentre en medio de un ágape fabuloso u otras delicias que llevarse a la boca. Así, sin proponérmelo ejerzo el noble arte de gorronear o hacer de paracaidista en las comidas. O tal vez es cuestión de azar o caprichos de la estadística.
Foto: José Crespo Arteaga.
Maná del cielo, me cayó el último fin de semana para apuntalar lo dicho. Estaba en casa de un pariente cuando me preguntaron si me quedaría a almorzar. Como no me hago de rogar para estos menesteres acepté al instante. Inverosímil lo que vi a continuación: en una bandeja reposaban unos filetes de un pálido naranja casi rosado, a punto de ser destinados al horno. Por primera vez en mi vida contemplé en directo el célebre color salmón. Para un país mediterráneo como Bolivia aquello sólo era posible en documentales de National Geographic y quizás en algún restaurante de alta cocina con productos congelados. Nuestros escasos ríos de montaña albergan truchas de distintas variedades y eso es todo.
Foto: José Crespo Arteaga.
Y yo que pensé que me moriría sin degustar la más excelsa de las carnes de río, el “caviar” de las truchas (tal como lo pintaban los naturalistas), de pronto me encontré que a escasas cuadras del domicilio de mis tíos, lo vendían fresco en soberbios filetes, a precio elevado pero no prohibitivo. Como no hay noticias de criaderos en el país, habrá que suponer que probablemente el pescado era chileno. Ah, caramba, tal vez hemos cometido una pequeña traición a la patria, pero qué rica traición. Ustedes perdonen, pero en estos días, con el asunto del mar ventilándose en tribunales de La Haya, hasta llevarse una uva mapochina a la boca puede ser visto como delito.
Extraída de: Bolivia Te Amo.
Pero mejor volvamos a nuestro salmón que enjundiosamente se doraba en el horno, salpimentado únicamente, o eso me figuro. Cuando lo sirvieron, al instante supe que meterle limón a aquel regalo de los dioses era el peor de los pecados. El limón va bien con el sábalo, el pacú, el pejerrey y otros pescados blancos. Y es prácticamente indispensable para carnes desabridas como la del surubí y semejantes. Con la trucha el dilema es más flexible, según la forma de cocinarla. Pero al salmón, que la vista goza como carne roja, un chorro de limón le cae fatal, neutralizando todo ese sabor fuerte, impregnado de algas y humedad de musgo que lleva consigo. En ese dejo otoñal, maderoso, de hojas descomponiéndose, está el gusto. No caben suavidades y otras pamplinas.
Extraída de: Ferias Bolivia
Después de haber sido partícipe de tal privilegio, debo decir que jamás había probado una carne tan fina, suave y subyugante, una auténtica delicatesen que permanecerá en la memoria por mucho tiempo. Faltó el vino para rematar con honores un almuerzo irrepetible, de exquisita sazón, en la senda de lo espléndido. Ya ven, la perfección no siempre ronda la mesa. Pero la vida, a veces, pinta color salmón.
P.S. Naturalmente, no podía faltar la banda sonora para homenajear a este regalo de la naturaleza.
Mi Colilla:nuestra ciudad, nace de un deseo colectivo por tener una ciudad más amigable con el medio ambiente
Andrea Chica Valencia, directora del proyecto Mi Colilla: nuestra ciudad, cursa actualmente su último año en Administración del Medio Ambiente en la Universidad Tecnológica de Pereira.
“Nací con ese sentimiento de protección hacía el cuidado de nuestra naturaleza, a ese entorno natural. Siento que fui traída al mundo para ayudar. Creo que debemos procurar dejarle mejores personas a este mundo”.
Desde pequeña se inclinó hacia al mundo de las plantas, los animales, el cuidado y la protección. De hecho, en el colegio empezó su trabajo con el reciclaje y jornadas de limpieza. El tema social siempre ha estado presente en su vida. Aportar a la sociedad le satisface como persona y ciudadana.
Andrea Chica, pertenece a la fundación Ecotarsis. Un emprendimiento en la ciudad de Pereira, que busca, por medio de su propuesta ambiental, sanar el planeta. Foto extraída de: Facebook.
En el 2013 la Universidad Tecnológica tuvo un paro de estudiantes por varias semanas. En ese momento Andrea Chica y algunos compañeros más se reunieron para desarrollar un proyecto. Hicieron una lluvia de ideas centradas en el reciclaje y el cuidado ambiental. Pasaron por varios formatos y mientras buscaban, uno de sus compañeros encontró que en Estados Unidos estaban haciendo algo con las colillas de cigarrillo. Residuos contaminantes invisibilizados, que no tenían ninguna iniciativa de limpieza, cuidado y educación en la ciudad. Así es que e investigando más encontraron al biólogo mexicano Leopoldo Benítez, con un amplio estudio sobre cómo bio-remediar la colilla.
En este caso encontramos un hongo que estaba en capacidad de convertir las colillas en un material completamente limpio, entonces dijimos esta fue. Leopoldo trabaja con EcoFilter en México así que le pedimos que nos contara un poco más de la empresa para replicarlo en la ciudad de Pereira.
Mi Colilla:nuestra ciudad, nace de un deseo colectivo por tener una ciudad más amigable con el medio ambiente. Se instalaron 100 contenedores en la ciudad, ubicados en lugares donde el consumo del cigarrillo es masivo, y así recolectar la mayor cantidad posible de colillas en espacios públicos.
Foto: Estefanny Rodríguez.
Actualmente Mi Colilla:nuestra ciudad, trabaja mancomunadamente con Ecofilter, en México. El trabajo, que se enfoca principalmente en un ejercicio de sensibilización, es contarles a las personas el daño social que generan las colillas, ya que tan sólo un filtro puede llegar a contaminar 5 litros de agua, desencadenar incendios forestales e incluso puede ser ingerido por animales o niños que pueden estar jugando en algún parque. Desde esas razones es que se deben tomar medidas de educación y sensibilización con la ciudadanía.
El segundo paso de Mi Colilla:nuestra ciudad es instalar contenedores en espacios públicos de Pereira. Cada contenedor está diseñado en forma tubular, o de cigarrillo, para que el fumador pueda depositar ahí sus colillas. Después el personal de barrido de Atesa las recoge y entrega al equipo de Mi Colilla: nuestra ciudad, para hacer el proceso de limpieza de las puntas y obtener un microorganismo (hongo) con el que se logra conseguir la materia base. Luego todo ese material, una vez procesado, se puede utilizar para diferentes productos. Por ejemplo, carátulas para cuadernos, láminas de sonorización e incluso suelas para zapatos. En este momento Mi Colilla está en pleno proceso de investigación para sacar un prototipo final y a su vez generar un modelo de negocio en el departamento, y por qué no, en el país.
Foto: Estefanny Rodríguez
Desde que trabajamos con Mi Colilla hemos tenido un apoyo general y cada vez que alguien se entera del proyecto la respuesta es positiva. Nos dicen: que muy bueno, y eso. Por ejemplo, en muchas cafeterías en lugar de estar barriendo cada mañana, nos dicen que ellos depositan esas colillas en el contenedor y así el espacio permanece más limpio.
Cada vez son más las personas que se suman a esta iniciativa. Inicialmente, Daniel Zapata, Andrea Chica, Tatiana Marín, Javier Santa, Santiago Preciado, empezaron siendo un equipo de jóvenes administradores del medio ambiente, y ahora ya son más 100 embajadores, es decir, personas que ayudan desde su lugar de trabajo a impulsar el uso adecuado del contenedor.
Con la Empresa de Aseo de Pereira hemos recolectado más de un millon de colillas en espacios públicos. Con ese millón de colillas hemos evitado contaminar más de 5 mil litros de agua, al menos con este residúo.
Yo siento que los pereiranos estamos cambiando ese chip mental. Un residuo no tiene que ser que basura, necesariamente, sino que puede convertirse en algo nuevo. Y esto lo están vivenciando a través de las colillas de cigarrillo y todo el resultado que las personas pueden apreciar.
Foto: Estefanny Rodríguez
También otras empresas o distintos espacios comerciales donde hay zona de fumadores en Pereira y en otras ciudades, se comunican con Mi Colilla para pedir que instalen los contenedores; o envían las colillas recolectadas hasta Pereira. Esto demuestra que cada vez la sociedad es más consciente de la importancia y el cuidado de su entorno y el medio ambiente.
El ser humano, formador de mundos a partir de su capacidad de pensamiento/anticipación, siempre ha vivido estos debates que, guardadas proporciones y contextos históricos, parecen repetirse.
Son días agitados los que vivimos. Nuestra sociedad, martirizada por más de cinco décadas de conflicto armado, ha abrazado la esperanza de la reconciliación a partir de un acuerdo de paz con las FARC.
Al terminar este párrafo ya los lectores de esta columna se habrán dividido, si hacemos caso a las encuestas, por lo menos por mitades. Una de ellas que cree firmemente en el acuerdo de paz, abriga la esperanza de su cabal implementación, y se niega a repetir el pasado reciente. La otra mitad siente que el país retrocedió, que llevamos un camino incierto y vamos rumbo al despeñadero. Y la mayoría de ellos, sinceramente lo creen. No es una postura, ni una forma de manipulación ideológica, ni siquiera es una posición conveniente.
Volvemos a estar en el escenario del “todo o nada”, en la bifurcación inminente que promete salvarnos o perdernos para siempre. Polarización tan presente a lo largo de nuestra historia.
Extraída de: Pixabay.
Hay quienes han intentado marginarse usando un discurso moderado y apelando a la exposición de los problemas que aquejan al país en diferentes áreas. Pero, el auditorio no está para promesas abstractas ni debates sesudos, por razones que puedan esgrimirse.
Y no es solo en las redes sociales donde se libra una verdadera batalla entre los partidarios de uno u otro extremo, sino en las calles. El país del posconflicto sigue en la inercia de la violencia.
Estamos presenciando la disputa del que alce la voz con más bríos, señalando al bando contrario, ahora desde la política, de los males que habrán de llegarnos. La única conducta posible es acoger, sin derecho a ningún tipo de reflexión o réplica, el discurso que promete salvarnos del desastre desde una u otra orilla.
Extraída de: Juventud Rebelde
A quienes los principios nos impiden suscribir posturas extremas, nos rotulan automáticamente como “el enemigo”.En este relato político lo que está en juego es la patria y el porvenir colectivo. Quién no puede asumirlo de esta manera, obviamente se considera un traidor.
En medio de tanta exacerbación y discurso altisonante parecería difícil no deprimirse. Entonces, recurro a la literatura. Leo una entrevista reciente realizada a Giorgio Agamben, el filósofo italiano, cuyo título me envía el siguiente mensaje: “El pensamiento es el coraje de la desesperanza”. Sus palabras me hablan del futuro y la necesidad antropológica de la fe, como una manera de soportar la incertidumbre de lo que podría pasar.
Al tiempo, termino de leer Bouvard y Pécuchet, del inmortal Gustave Flaubert, y me dejo arropar por esa crítica sutil y mordaz, demoledora contra todo dogmatismo.
Extraída de: Grandes Pymes
Pienso que otros días trajeron sus afanes, como ahora los nuestros, y me tranquilizo considerando que es mejor tener el pie por fuera de la línea de conducta dictada por tanto predicador de desastres e ilusiones vacías. El ser humano, formador de mundos a partir de su capacidad de pensamiento/anticipación, siempre ha vivido estos debates que, guardadas proporciones y contextos históricos, parecen repetirse. Comprobarlo me arranca forzosamente una sonrisa, y me sirve de consuelo en los días convulsos que transcurren.