lunes, mayo 19, 2025
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Al parque llego y en el parque me quedo

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Es el caso de don Gabriel Sánchez, propietario de uno de los puntos de venta estacionarios del parque


 

Más que lugares de paso los parques ubicados en las zonas céntricas de las ciudades, se han vuelto en sitios permanentes; de supervivencia o de goce, de pasar el tiempo y esperar. Muchos han encontrado un refugio para ver transcurrir el tiempo.

En esta parada del especial multimedia #NosVemosEnElParque, hemos llegado hasta el Gaitán, ubicado sobre la carrera 4 entre calles 24 y 26.

Es el caso de don Gabriel Sánchez, propietario de uno de los puntos de venta estacionarios del parque, quien entre la rutina diaria del trabajo y su pasión por el ciclismo ha encontrado una manera de sonreírle siempre a la vida.

Les compartimos su historia de vida, sus emociones cada vez que llega a cumplir con su cita diaria, y lo que piensa de la gente que a diario comparte con él este lugar.

 

Al parque llego y en el parque me quedo

Al parque llego y en el parque me quedo

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Parque Gaitán Pereira

 

 

Más que lugares de paso los parques ubicados en las zonas céntricas de las ciudades, se han vuelto en sitios permanentes; de supervivencia o de goce, de pasar el tiempo y esperar. Muchos han encontrado un refugio para ver transcurrir el tiempo.

En esta parada del especial multimedia #NosVemosEnElParque, hemos llegado hasta el Gaitán, ubicado sobre la carrera 4 entre calles 24 y 26.

Es el caso de don Gabriel Sánchez, propietario de uno de los puntos de venta estacionarios del parque, quien entre la rutina diaria del trabajo y su pasión por el ciclismo ha encontrado una manera de sonreírle siempre a la vida.

Les compartimos su historia de vida, sus emociones cada vez que llega a cumplir con su cita diaria, y lo que piensa de la gente que a diario comparte con él este lugar.

 

 

Proyecto 50/60 de Comfamiliar, en el último rincón de Risaralda

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Un Pueblo con Identidad Propia Marcada por la Diversidad Racial

Pueblo

 

Pueblo Rico y Santa Cecilia hacen parte de las zonas más alejadas del departamento de Risaralda, en límites con el Chocó con un paisaje particular que a cada tramo se transforma y muestra nuevos rostros y caminos.

Entre montañas y neblinas, caserios escurridizos  y escasos titubeos de turistas, ambas poblaciones  del occidente de este territorio  han construido una identidad propia marcada por la diversidad racial (negro, indígena y mestizo), los vestigios del conflicto armado que lentamente comienza a superarse y unas ansias aferradas a oficios tradicionales  y costumbres heredadas de abuelos.

Hasta dichos lugares llegó el proyecto “50/60, una historia compartida” de La Caja de Compensación Comfamiliar, un pretexto para conmemorar los 60 años de su creación en el marco de los 50 de fundación del departamento.

Kilómetros dejados atrás  para buscar esas otras voces y huellas que permitieron plasmar en un libro y un documental una nueva historia, esta vez desde la gente y sus labores diarias, desde sus dolores y anhelos.

Durante este 2017, ambas producciones han sido mostradas a las comunidades, se han debatido con sus habitantes.

Esta vez, desde este último rincón verde  de Risaralda, dos bibliotecarias hablan de lo que quieren para su pueblo, lo que esperan del futuro y su particular apreciación sobre este tipo de proyectos.

 

¿Ciudad mal gobernada?: usted es co-responsable

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¿ Ciudad Mal Gobernada ? : Usted es Co-Responsable

 

 


Nos preocupamos muy poco porque cumplan un plan de gobierno que nos ofrecieron , y  luego esperamos a que todo germine y se desarrolle, por ósmosis.


 

Preguntémonos por un momento cuánto ha cambiado la ciudad en que vivimos, digamos en 20 años por no ir muy lejos.

Si el deterioro es evidente, nos hemos equivocado los ciudadanos, y si al contrario crece, se desarrolla con sentido humano, es amigable ambientalmente, protege sus bienes públicos, estamos haciendo lo correcto.

Personalizar las debacles públicas es fácil y cómodo. Por ejemplo, decir este o aquél Alcalde no ha hecho nada, es pésimo, corrupto, inepto, vendido (por solo mencionar los calificativos publicables), da una cierta sensación de tranquilidad a quien los dice, porque se quita de encima el precio de su propia responsabilidad en lo que ocurre,  y se la achaca a otros.

La actitud del voto Pastrana, se nos volvió costumbre. ¿Se acuerdan? Andrés Pastrana fue elegido por la ilusión de hacer la paz con las Farc y luego de la debacle en que se convirtió su gobierno  y ese proceso, era difícil encontrar quién aceptara haber votado por él.

Dos ciudades en las que he vivido, Bucaramanga y Pereira, me pueden servir de ejemplo. Los problemas de la educada Bucaramanga, son durante los últimos 20 años aproximadamente, una muestra de lo que les pasa a los ciudadanos cuando deciden dejar lo público en manos exclusivas de los políticos (de los malos políticos, aclaro).

 

Ciudad

Foto por Jess Ar

 

El desorden llegó luego de excelentes administraciones que cumplían un acuerdo de voluntades públicas y privadas que planificó la ciudad por lo menos a 25 años.

Y la otrora ciudad bonita se convirtió en la ciudad “bobita”, la esquilmaron los rojos, los azules, los de izquierda, los nietos del general, el de la pistola de Escobar y sus secuaces (por ahí andan todavía), y un largo etcétera.

Y ahora estrena el proceso de la ética, la estética y la lógica. Para fortuna de la capital santandereana, tiene gremios, educación de calidad, empresariado que todavía cree en el todos ponen.

En los 13 años sin interrupción que viví en Pereira, vi pasar a 4 alcaldes (uno bueno, otro regular y dos pésimos). También procedían de mayorías políticas que mandaban en la ciudad y el departamento.

Miren a su alrededor y juzguen si eso que ven en la calidad de la educación, protección al medio ambiente, moralidad pública, ciudadanía activa, transparencia en el uso de los recursos públicos (desde la plata hasta los edificios y las calles de todos) es lo que la ciudad, o sea ustedes y yo (que aquí pago mis impuestos) nos merecemos.

 

Ciudad

Foto por Jess Ar

Está estrenando otro mandato, que salió (me dicen) del voto de opinión. ¿Es en serio?

(Evité ser más específica con toda la intención, porque en la ciudad sin puertas, hay que tener partida de nacimiento que lo avale a uno como apto para hablar de ella).

Las elecciones son un tema de confianza. El voto es eso, entregarle a otro la responsabilidad de manejar lo público, porque se cree que está capacitado para el puesto, con lo que los ciudadanos serían los patrones y el elegido el empleado.

Pero operamos de manera muy extraña los ciudadanos. Votamos, esperamos que hagan algo los elegidos, nos preocupamos muy poco porque cumplan un plan de gobierno que nos ofrecieron (eso cuando la gente se entera de los planes) y luego esperamos a que todo germine y se desarrolle, por ósmosis.

No hay tal. Siga haciéndose el de la “oreja gocha”, o el “pingo”, y aténgase a las consecuencias  que usted mismo ayudó a crear.

De aquellas historias de horrores y olvidos contadas desde el periodismo.

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Periodismo Los Justos en el Conflicto Armado

 

 


El periodista y cuentista Juan Miguel Álvarez  acaba de ganar el premio de periodismo Los justos en el conflicto armado.


 

 

Foto por Víctor Galeano

Tumbas sin sosiego

En el reino de la corrección política los eufemismos se pasean a sus anchas.

Llamamos “desviación de recursos” al robo impune de los bienes públicos.

Le decimos “microtráfico” al puro y duro narcotráfico de siempre.

Peor aún: aceptamos y legitimamos la expresión “Falso  positivo” para no utilizar la palabra asesinato a secas.

Y así nos va.

Pero a veces alguien decide descorrer el velo de la hipocresía. Entonces aparece el horror en toda su dimensión.

El periodista y cuentista Juan Miguel  Álvarez acaba de ganar el premio de periodismo Los justos en el conflicto armado.

Uno piensa entonces en lo difícil de ser  justo en medio de la guerra: en ese terreno todos creen tener la justicia de su lado.

O al menos todos invocan  nobles ideales a la hora de perpetrar sus atrocidades.

 

Foto tomada de Republicana Radio

 

 

El nombre del premio no deja lugar a dudas: Los justos son aquellas personas que, incluso a riesgo de su propia vida y la de sus familias, deciden jugarse todas las cartas para evitar que los crímenes y los abusos queden impunes.

En este caso Juan Miguel Álvarez, quien ya había escudriñado las raíces del sicariato y el narcotráfico en el Eje Cafetero con su libro Balas por Encargo, cuenta las peripecias del principal testigo en los asesinatos bautizados como falsos positivos.

Se trata del cabo Eduardo Mora, quien en 2007 pertenecía a  la Brigada Móvil 15 en Ocaña, Norte de Santander.

Es allí donde Mora descubre que los aparentes buenos resultados de los nuevos comandantes corresponden en realidad a actuaciones criminales. En esas prácticas los civiles son asesinados y luego presentados como guerrilleros muertos en combate.

Pero hay más: el cabo Mora identifica las conexiones entre los crímenes de Ocaña  y los de Soacha, registrados en detalle por la prensa durante meses.

La impunidad rampante dio lugar al nacimiento de una organización conocida  como Las  madres de Soacha.

Estas últimas siguen reclamándole al  Estado colombiano y al gobierno de entonces su responsabilidad en la desaparición y muerte de sus hijos.

A  resultas  de las amenazas contra su vida y ante la falta de  acciones de  sus superiores, Mora decide denunciar el caso ante la Fiscalía y la Procuraduría.

Es entonces cuando el aparato militar se le viene encima. Solo la solidaridad y la presión internacional le ayudan a seguir con vida.

 

Foto tomada del BBC

 

Tumbas a ras del suelo

La ficción y la realidad tienen a veces relaciones equívocas. Tumbas en el aire es el título del primer libro de ficción de Juan Miguel Álvarez. Se trata de una colección de cuentos en los que la fatalidad gravita todo el tiempo sobre la vida de los protagonistas.

Es la misma fatalidad que se abate sobre las víctimas de los crímenes de estado en la reciente Historia de Colombia, esa antología de la infamia en la que las tumbas a ras del suelo se multiplican como testigos mudos de atrocidades antiguas y recientes.

En sus más recientes trabajos Álvarez le ha seguido el rastro a esas tumbas abiertas  y medio sepultadas en todos los rincones de Colombia.

Escarbando en la desmemoria colectiva descubrió- o mejor volvió a descubrir-esta historia ejemplar publicada en diciembre de 2014 por la revista El Malpensante.

 

periodismoFoto por Jess Ar

 

Ese relato políticamente incorrecto le valió  el premio otorgado por un grupo de instituciones conformado por el Centro Nicanor Restrepo Santamaría para la Reconstrucción Civil; El Centro de estudios  de Periodismo de la Universidad de los Andes; La especialización en Comunicación Política de la Universidad Eafit y la Universidad Nacional.

Colombia se adentra en un largo y tortuoso camino: el de cumplir con lo pactado en los acuerdos de La Habana y al mismo tiempo hacerle frente al surgimiento de poderosísimos grupos armados relacionados con el narcotráfico y la explotación minera.

En ese tránsito seguirán apareciendo historias de horrores y  olvidos.

Y los periodistas deberán estar allí para contarlas.

 

 

En Pereira Humberto de La Calle nos aconsejó: “Mijo, eso no se hace”.

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Humberto De La Calle Aconseja a Pereira

 

Por: Elizabeth Pérez P.


“Uno no puede firmar un acuerdo para luego descalificarlo. Para luego someterlo al detalle, para que en esos detalles terminemos anulando un acuerdo que compromete al Estado colombiano, no solamente al gobierno”.


 

 

Humberto

Foto tomada de Abc.es 

Con  la tranquilidad que lo caracteriza, Humberto de La Calle Lombana, quien fuera el jefe negociador del gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc, reiteró en Pereira los reparos que tiene frente a la decisión de la Corte Constitucional de otorgarle al Congreso la posibilidad de modificar el Acuerdo Final logrado en La Habana, Cuba.

Y recordó esa frase que muchos escuchamos en nuestras casas: “Mijo, eso no se hace”.

Así, ante un auditorio que estaba ávido de escucharlo, y que con humor y comentarios de aprobación aplaudió esa apreciación, De La Calle habló sobre los Retos y desafíos para un país en transición, charla con la cual la Universidad Tecnológica de Pereira, cerró la VI Cohorte del Diplomado que ofrece la Escuela de Liderazgo por la Paz.

 

 

Y es que para De La Calle, esta decisión de la Corte pone en riesgo el Acuerdo Final, ratificado en el Teatro Colón en Bogotá, luego de las modificaciones introducidas ante los resultados adversos obtenidos en el plebiscito del 2 de octubre de 2016.

“Uno no puede firmar un acuerdo para luego descalificarlo. Para luego someterlo al detalle, para que en esos detalles terminemos anulando un acuerdo que compromete al Estado colombiano, no solamente al gobierno. El gobierno lo suscribió en uso de facultades que tiene el Presidente, y fue refrendado por el Congreso”, argumentó.

Foto tomada de El País

 

“Uno hace un pacto y lo cumple”, reiteró. Y añadió: “Desarmar una guerrilla para incumplirle es un acto de perfidia. Profundamente antiético. Eso no se hace”, dijo, recordando que eso de cumplir los compromisos lo aprendió en su casa, como una de las enseñanzas que le dio su madre y que le quedaron arraigadas en su vida.

Por eso, para De La Calle, que el gobierno cumpla con lo acordado con las Farc es uno de los desafíos que afronta el proceso de paz, y es un desafío ético. Claro, las Farc también deben cumplir. Habló también de los retos políticos y jurídicos.

Insistió en la importancia  que tiene para el país  decir, convencidos: “A la guerra, no más”, como una consigna.

                                                                                                   Foto tomada de RCN Radio


“No podemos volver a la guerra.
La paz es incipiente. Es un árbol que está comenzando a nacer. Una cosa es haber finalizado el conflicto con las Farc, pero otra es la aclimatación de una paz que es frágil, que tenemos que proteger. Y en ese sentido, la no violencia debe ser el lema central de los colombianos”.

Desde su postura política liberal, y su convicción de que es posible lograr una sociedad en la que las armas no vuelvan a ser utilizadas para hacer política, puso a consideración del auditorio y la sociedad en general su visión de país.

“Tenemos dos caminos al frente. En mi caso particular creo fervientemente en una sociedad incluyente, que respete al otro; tolerante con las ideas ajenas; que no discrimine a las minorías, ni por su origen étnico ni su identidad sexual; que permita que haya un tejido social que crea en la solidaridad, que no crea en el autoritarismo”.

Foto tomada de Portafolio

 

“Ese es el tipo de sociedad que cree en el diálogo, que respeta”.

Dispuesto a apoyar una coalición que defienda el proceso de paz iniciado con las Farc en este gobierno, y el que se adelanta con el Eln, De La Calle propone “un Pacto nacional contra la violencia. No puede haber mezcla de armas y política. Hagamos política limpiamente. Reflexiva y sin dineros corruptos en las campañas”.

Frente a la contienda electoral que se avecina, De La Calle dejó claro en Pereira que objeta “de manera vehemente los llamados que se han hecho por parte de dirigentes nacionales ´a volver trizas el maldito acuerdo´, palabras textuales”.

 

Foto de Paula Zamora 

 

Kilómetro 7, el documental que cuenta historias de vereda.

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Documental que cuenta la historia de Córcega, en el corregimiento de Tribunas

“km7” ha sido proyectado en Pereira en varias  ocasiones: Festival de Cine del Sur,  en las veredas Tribunas y Huertas, en el corregimiento de La  Florida, en el  Cine Club Entrance y en Sala Estrecha.

Si no ha tenido oportunidad de verlo prepárese para su próxima  proyección, este  miércoles 7 de junio en el Centro Cultural Lucy Tejada, a las 6:30 PM (auditorio de la biblioteca pública cuarto piso).


Kilómetro 7, documental realizado  por el colectivo Vereduna Audiovisual, narra la historia de Córcega, en el corregimiento de Tribunas, un corredor turístico que comunica a Pereira con Armenia y que alberga alrededor de 15 veredas.

Narrado en múltiples voces, es un testimonio de las prácticas cotidianas en  los espacios rurales cercanos a la ciudad, de la vida en el  campo y de la construcción de una comunidad en medio de la naturaleza, un entorno que propicia mejores condiciones de existencia  y un sentido diferente a  la vida en colectivo.

Entre los personajes propios del Km 7, además de Ingrid (la protagonista), podemos encontrar las historias de sus vecinos: conocidos de toda una vida y con un  universo por contar. Como  doña Ofelia, una mujer que estuvo trabajando con la empresa de telefonía en Córcega.

Costurera encargada de hacer la mayoría de uniformes de los niños de la vereda,  estudiantes del colegio José Antonio Galán, que estuvo durante muchos años ubicado a borde de carretera, pero que en 2005 fue traslado del sector debido a una tragedia “anunciada”   que cobró la vida de algunos de sus estudiantes.  Este tipo de historias son las que se pueden encontrar plasmadas allí.   

La unión de los habitantes de Córcega, la nostalgia y la intimidad compartida entre quienes han vivido toda la vida en un mismo lugar; le permitió a Laura Gómez Hincapié e Ingrid Bonilla Rodríguez, habitantes de la vereda y directoras del documental, dar nacimiento a un producto audiovisual que supera lo auto referencial.

La historia pasa a través de ellas, habitantes del lugar, pero no se reduce solo a sus historias personales y las de sus familias, sino que da voz al colectivo, al grupo, para narrar entre todos lo que le ha pasado a  todos.

De esta  manera podemos decir que  “Kilómetro 7” es un ejercicio de memoria donde las historias son el motor que permite hacer una radiografía sobre el paso del tiempo y su influencia sobre el campo y la vida en aquellos  lugares alejados un poco, o mucho, de una  ciudad en permanente cambio.

Ingrid Bonilla Rodríguez y Laura Gómez Hincapié 



“km7” es un Proyecto ganador de la  5ta Convocatoria  Estímulos del Institutito Municipal de Cultura y Fomento al Turismo de Pereira, en  Creación, coproducción y circulación de un Audiovisual Documental.

Este año participará en el 3er Festival Internacional de Cine en las Montañas en el municipio de Salento, en la categoría cortometraje regional.


Conozca el trailer

La maestra que salvó a cientos de niñas y jóvenes de la prostitución y la drogadicción

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La maestra que salvó a cientos de niñas y jóvenes de la prostitución y la drogadicción

 

 


Al fin y al cabo se trataba de enseñar desde problemas  reales y llevarlos poco a poco hacia el terreno de la lectura, de la escritura, del dibujo y de las artes en general.  Unas opciones distintas a las de gritar ¡tenemos hambre! Si era viernes por la tarde las niñas entonaban un coro frenético: ¡Queremos pichar! 



Fotos: Jess Ar


 

Maestra vida

Treinta y cuatro años después recuerda que llegó a Estocolmo en pleno verano nórdico. Sin embargo, era tanto el frío que la obligó a protegerse con tres sacos y una ruana.

De ese tamaño fue el cambio de rumbo. Al principio pensaba viajar como alfabetizadora a Nicaragua, en plena revolución sandinista.

Y terminó pasando  una larga temporada en Umeå,  una población sueca ubicada a catorce horas de viaje en tren desde  la capital.

Así son las cosas de la vida.

“De  los rengos/ de los tuertos/ del bajo fondo del puerto/ ella  anduvo enamorada”, canta Chico Buarque y ella piensa que esos versos podrían resumir buena  parte de su vida.

Desde joven sospeché que llevo una monjita por dentro: siempre estoy tratando de hacer algo por los más necesitados, dice Ana María Arenas  hojeando un libro de cuentos  infantiles. Uno entre los miles que le han ayudado a iniciar a cientos de niños en el mundo de la lectura.

Cuando habla los ojos le chisporrotean: tanto es el fervor que experimenta por su oficio de maestra. Es menuda y vivaz. Sus manos no paran de moverse.

 

 

Semillas que caminan

Para ella la vida es un tejido cuya primera puntada empieza antes del nacimiento y ya no lo detiene ni la muerte: al final cada quien deja su legado.  Grande o chico, pero legado al fin y al cabo.

El suyo y el de algunos de sus coequiperos es la Fundación Germinando, una organización no gubernamental que lleva casi treinta años trabajando desde el arte y  la educación para transformar la vida de cientos de niños sometidos a toda suerte de vejaciones.

 

Por estas calles

“Por estas calles / la compasión ya no aparece/ y la piedad hace rato/ se fue de viaje”. El turno  en la banda sonora le corresponde ahora al venezolano Giordano. Y en estas calles descubrió Ana María la dimensión del dolor ajeno. Lo vio en los ojos de los niños  correteando a la deriva en una Pereira que no paraba de crecer y de producir pobres y marginales.  Esos que nadie quisiera ver porque afean el paisaje y atemorizan a los visitantes.

Pero allí están, con la panza inflada y una temprana dureza en la mirada que es a la vez una declaración de principios.

Y  Ana María Arenas los vio. La imagen la devolvió de golpe a su condición de muchacha de estrato medio alto, educada en la Universidad Javeriana.

Rosalba Henao, una amiga muy querida, adelantaba un trabajo  de alfabetización en el sector de Canceles. Usted sabe: bien concebida, la educación es una tarea  liberadora. Eso lo  supieron transmitir muy bien maestros como Paulo Freire  o Leonardo Boff, el alma de la Teología de la Liberación. Como yo había estudiado Filología en la Javeriana sentí que podía  aportar algo y me dediqué durante un año entero a ayudarle en su propósito. Una noche, caminando de regreso hacia la casa de mi papá me llamó la  atención un barriecito lleno de bombillos rojos.  Se trataba del barrio Veracruz. Esos bombillos me llevaron hasta  la casa del líder de acción comunal. En una frase, el señor me resumió el alcance de sus sueños: la gente quiere  aprender a aplicar inyecciones y necesita una escuela para sus niños, me dijo. Entonces  comprendí: lo que para los privilegiados es algo natural para los excluidos es cosa de otro planeta.

Fotografía tomada de Facebook

 

La casita de todos

La necesidad y las ganas los llevaron a crear La Casita de Todos, ubicada al borde del camino. De entrada contaron con el acompañamiento del  Cinep y la energía de mujeres como Gloria Inés, una médica empecinada en hacer de su profesión un ministerio. Allí atendieron a personas que vivían en la mendicidad y en la prostitución, hasta que  llegó la sacudida.

“Un día nos visitó un ser decisivo en el cambio de ruta. Esto es puro asistencialismo, nos dijo. Si la gente no tiene capacidad de producción que le dé autonomía, los problemas  no solo se repetirán, sino que se multiplicarán. Fue en ese momento cuando decidimos alquilar unas cuadras  de tierra en Canceles. Con la asesoría del Comité de Cafeteros reunimos   a veinticinco familias. Excepto una, las restantes estaban conformadas por mujeres cabeza de hogar. De modo que nos dimos a  la obra, distribuimos el trabajo, asignamos responsabilidades y a la vuelta de  unos meses teníamos tremendo almácigo.

Las cosas andaban bien hasta que ¡Plop! Se rompieron los pactos del café, los precios cayeron y el sueño se vino abajo. Con todo, al final nos quedaron una serie de aprendizajes en términos de organización y gestión que fueron fundamentales para el resto del recorrido”.

 

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La primera semilla

Ana María da un triple salto en la memoria y vuelve a una noche, helada como todas, en Umeå.  Acaba de terminar una jornada de reflexión en sus estudios de Teología. Aunque está bien abrigada no puede dormir. Un montón de ideas le hormiguean en la cabeza.

Entonces toma una libreta y empieza a anotar. Desde sus días de actriz al lado de Antonieta Mercuri una obsesión la ronda: ser maestra de escuela rural y abrirle  ventanas a  la gente a partir del conocimiento de la palabra escrita.

A pesar de encontrarse  a miles de kilómetros de casa, las calles de  Pereira la llaman. Y la presencia de miles de refugiados latinoamericanos que huían de las dictaduras la mantienen conectada con su realidad.

En el seminario ecuménico había entrado en contacto con  personas  cercanas a  Helder Cámara, el extraordinario obispo brasileño que trabajaba en las favelas, esas barriadas  de miseria en las que la televisión se regodea presentándolas como la cuna de los delincuentes. En fin que una noche nos dieron semillas en lugar de  ostias. Algo se encendió dentro de mí en ese instante. Con esa imagen borroneé las bases de lo que después sería la Fundación Germinando, una entidad a la que se sumarían  la inteligencia, la capacidad  de trabajo, la imaginación y el inagotable sentido de  solidaridad de un montón de instituciones y personas valiosas en el orden local, nacional  e internacional”.

 

 

Operación  Sirirí

El Sirirí es un pajarito  infatigable y laborioso que no deja tener sosiego a los gallinazos y a otras  aves de mayor tamaño. Por eso,  de las personas tozudas se dice que  parecen un Sirirí. La monja Josefina Torres pertenece a esa estirpe.

Llegó de Bucaramanga  en 1989 a trabajar en el colegio de Las Adoratrices, una comunidad religiosa dedicada a rescatar  niñas  y jóvenes en  el mundo de la prostitución de supervivencia. Porque también existe la otra, la de lujo.

“La llegada de La monja voladora- así le decimos- fue inspiradora. A pesar de que suene contradictorio, tratándose de una religiosa, era una mujer de armas tomar. No tenía  problema en enfrentarse a los clientes que no les pagaban a las niñas. Suficiente con que las violen, las degraden  y las humillen para que además no les paguen por su trabajo, decía”.

Pero el combate no solo  era con los clientes. La monja Josefina ganó también fama porque era capaz de quedarse hasta tres días sentada en la sala de espera del gobernador o el alcalde. Hasta que  conseguía  recursos para su obra no abandonaba el lugar. Ex gobernadores como Roberto Gálvez Montealegre pueden dar fe de eso.

Movidos por el ejemplo de la monja, Ana María y los forjadores de la Fundación Germinando emprendieron su propia  operación Sirirí. Fue así como un benefactor anónimo les financió durante varios años el alquiler de una casa en la carrera novena entre calles catorce y quince.

Para la época los censos oficiales hablaban de  doscientos cuarenta y tres niños abandonados en el área de influencia de la antigua galería central de  Pereira. Eran los hijos de las coperas y prostitutas que sobrevivían trabajando en bares y residencias del sector.

Ana María no puede impedir el flujo de las lágrimas cuando  evoca las imágenes.

 

“Llegaban con el cuchillo y el frasquito de pegante. Nosotros  se los marcábamos con el nombre de cada uno y  se los devolvíamos a la salida. El mensaje era de doble vía: reconocer su identidad  y hacerles saber que existían unas normas. Al fin y al cabo se trataba de enseñar desde problemas  reales y llevarlos poco a poco hacia el terreno de la lectura, de la escritura, del dibujo y de las artes en general como método para curar las heridas  y descubrir otras opciones de vida. Unas opciones distintas a las de gritar ¡tenemos hambre! A primera de la mañana. Si era viernes por la tarde las niñas entonaban un coro frenético: ¡Queremos pichar! Gritaban, pesar de saber que eso implicaba ser abusadas una y mil veces”.

 

prostitución

En muchos casos  lograron ganarle la partida al infortunio. Niños provenientes de todos los rincones de Colombia encontraron en Germinando una opción de aproximarse a los rostros amables de la vida.

Y eso en un ambiente donde todo estaba dado para que nada cambiara. La policía, los jíbaros y los proxenetas hacían frente común para que los poderes del sistema se abatieran sobre los pequeños.

Algunos lograron escapar: una jovencita se graduó de ingeniera de sistemas. Otra superó todos los niveles de inglés en el  Colombo Americano.  Unos cuantos  dejaron de inhalar pegante. En un ambiente donde  la perdición juega siempre la carta ganadora eso ya es ganancia.

“Es ganancia, si tenemos en cuenta que  nadie daba un peso por esos niños. Bueno, nadie daba. Porque un día, cuando estábamos a punto de tirar la toalla, llegaron del Instituto de Bienestar Familiar a decirnos que se iban a perder recursos de la cooperación internacional acumulados durante diez años. Imagínense, y uno rebuscando billete por todos lados. De una nos pusimos a trabajar día y noche hasta perfilar proyectos de  largo aliento que apuntaran a la educación como factor irrenunciable en la formación humana. Así nacieron Acunarte y Amarte, dos organizaciones ancladas en un principio fundamental: el desarrollo y la formación a través del arte. Si no se  explora la sensibilidad, el proceso educativo se reduce a mera información. Y eso por sí solo no sirve para vivir.

 


La vida  antes de la vida.

Después de transitar esos  caminos y de un intento fallido en el Departamento de Córdoba, Ana María Arenas trabaja ahora en la Secretaría de Educación de Pereira. Se ocupa en la formación de maestros. Es decir, en educar para la educación.

La propuesta es ambiciosa: se propone incluso educar a los que no han nacido. A los seres acurrucados en el vientre de la madre. A ver si así las cosas salen un poquito mejor, dice.

Razones le  sobran  a esta madre de dos hijos criados entre los andares de su mamá. Una mamá que decidió el rumbo de su vida  el día en que, sobre el escenario de un teatro, encarnó a La maestra  en una obra de Enrique Buenaventura.

Eso dice, y se marcha canturreando  una estrofa de El Carretero, la canción que completa la banda sonora de su vida.

 

Marsella, un pueblo que día a día reinventa su historia

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Marsella, un pueblo que día a día reinventa su historia

Marsella

 

Desde las voces de algunos historiadores que llegaron al municipio de Marsella como parte del proyecto 50/60, y de algunos de sus habitantes, encontramos un pueblo que ha logrado construir unas nuevas formas de identidad, otras maneras de convivencia y de mirarse a si mismo.

Los invitamos a este recorrido en imágenes por uno de los municipios más bonitos y coloridos del Eje Cafetero, cuyo foco principal se ha centrado en su Casa de la Cultura, una construcción que data desde la década 10 del siglo pasado y que hoy en día es referente a nivel nacional.

 

 

Una flor la espera

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Fotografía: La Cebra que Habla.

Los “trapito rojo” son los encargados de cuidar los carros y motos que parquean en las calles.


El Parque Gaitán, como cualquier parque del mundo, es testigo de los ires y venires de quienes por él cruzan, de las dinámicas diurnas y nocturnas que allí suceden. Siempre está pasando algo, nunca descansa.

De paso es como en ese lugar generalmente ocurre la vida, y de tramo en tramo, se va convirtiendo en parte de nuestra historia y memoria.

Sin embargo, para algunos ese sorbo de existencia, ese “de paso”, termina convirtiéndose en su morada o guarida principal, por trabajo o espera, por ocio o esquivando soledades, en su segundo, y hasta en ocasiones, primer hogar.

Alfredo Cardona es uno de ellos. A modo de promesa irrompible llega todos los días al Parque Gaitán a eso de las 6 de la mañana.

 

Fotografía: La Cebra que Habla.

 

Es su sitio de trabajo pero también ese rincón en el mundo donde se siente útil y agrega algo de belleza a un ambiente agitado por naturaleza, un poco hostil en ocasiones, que jamás se apaga, entre el hospital, la estación de policía y todo aquel que llega a ocuparlo o en espera de algo más.

“Yo me levanto muy temprano, y de una me vengo para acá” me dice Alfredo, con su voz ronca, ya gastada por el tiempo, es un hombre bastante adulto, le calculo unos 40 o 50 años de edad.

Es moreno (a golpe de sol), de estatura media, y siempre lleva consigo una gorra y a veces un trapo en la mano:

“Para cuando a veces limpio los carros, para secarme la frente por el calor tan berraco, y pa´ bueno”, dice entre risas.

Su jornada diaria en el parque es de casi 12 horas,

“Yo llego, miro como está todo acá en la bis, saludo, y empiezo a sembrar, y luego, sigo cuidando y acomodando carros, así, hasta las 5 y media de la tarde más o menos”.

 

Fotografía: La Cebra que Habla.

 

Alfredo cuida los carros que se parquean en la carrera cuarta bis entre calles 25 y 26, un trabajo que le permite subsistir pero también tener un segundo hogar, un sitio a donde llegar y estar, desde hace 8 años que falleció su pareja – algo de lo que no le gusta hablar mucho-.

“Llegué al parque porque vivo por La Clínica Los Rosales, mi familia siempre ha vivido por ahí y este parque hace parte de mi vida, desde chino lo he visto, lo he visitado y lo he vivido”.

Lo de ser “trapito rojo”, así les dicen a quienes se encargan de manera informal a cuidar carros en la calle, es una vocación que conserva desde muy pequeño. Siempre estuvo rodeado de ellos, adquirió una fascinación particular por este objeto:

“Siempre me han gustado, no he tenido carros, pero me gusta verlos, me parecen bacanos”.

Alfredo es quien cuida los carros y las motos de quienes llegan al parque de paso:

“Yo los ayudo a organizarse, que no se arme un despelote en esa calle y que todos puedan caber ahí. Y bueno, el que quiera darme algo, monedas, lo que sea, yo se lo recibo, no reniego por eso”.

 

Fotografía: La Cebra que Habla.

 

Suele ser confundido con el grupo de señores que permanecen en el parque en busca de un trago que les gaste las horas, para los que la fiesta no para. Alfredo no toma, eso me dijo, pero a veces se le ve por ahí compartiendo con este grupo de señores, a pesar de esto no deja de trabajar, y al final sigue su jornada “Prefiero estar solo, que mal acompañado” replica.

Entonces, Alfredo se dispone a trabajar honradamente cuidando los carros y supervisando el parqueo, y entre una cosa y la otra, en esos ratos libres que le quedan de tanto correr y estar pendiente, planta flores, embellece su segundo hogar, hace las veces de jardinero de un pedazo de su parque.

Alfredo sintió con el paso de los días, una necesidad muy fuerte por embellecer el lugar donde se la pasaba a diario. Y al igual que su gusto por los carros, – esta vez por herencia materna– tiene también una fascinación muy profunda por las plantas: “Me volví enfermo por tener plantas en todos lados, como mi mamá”.

Pero las plantas que llegan al Gaitán, me confiesa bajando un poco la voz, se las roba

“Yo veo una planta, me enamoró de ella, y me la traigo” sin pena, ni remordimiento.

 

Fotografía: La Cebra que Habla.

 

No se sabe sus nombres ni tipos pero desborda de pasión por ellas, sabe plantarlas y ubicarlas una a una en las pequeñas montañas que se dibujan en algunos espacios del parque, rodeando los grandes y frondosos árboles. Son bastante coloridas, con bellezas tímidas, y poco a poco van siendo parte del paisaje natural.

Le nace de corazón, como él mismo lo dice, dedicarle tiempo a sembrar plantas y flores en el parque que le da de qué vivir:

“Para mí es el más bello de Pereira, y lo tienen muy abandonado, está entre ese mundo de cosas, que el hospital, que el comando, que en el centro. Pero está abandonado, debería ser el más bonito, pero no han sabido cuidar.”

Sembrar flores en medio del movimiento propio de la cotidianidad: entre fallecidos, sirenas, heridos, borrachos, visitantes, niños jugando pelota, policías, perros buscando comida, o, simplemente ante el paso apresurado e infaltable de los transeúntes en su rutina diaria. Así transcurre la jornada de este hombre, entre toda esa vida acumulada de los parques, los carros y las flores.

Con cierto orgullo en su mirada vamos cerrando la conversación:

“Yo he hecho lo que el Alcalde no hace, ponerle mano”, y prosigue un poco afanado,

“debería ser el parque más bonito de Pereira al estar al lado del comando y del hospital”.

 

Fotografía: La Cebra que Habla.

 

Lo recalca una y otra vez. Y yo entiendo lo que dice, es un lugar para la espera, allí la gente siempre espera algo, una cita de amor o la penosa noticia de la muerte, la hora para iniciar la bohemia al aire libre o el momento de la madrugada para concluir una dura y larga jornada de trabajo.

Y sus flores son para eso.