lunes, junio 16, 2025
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Fragmentos del libro: Palabras de autor, Marcos Fabián Herrera

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En esta ocasión, Sílaba Editores nos comparte un texto sobre Ricardo Cano Gaviria, que viene el libro de entrevistas: Palabras de autor de Marcos Fabián Herrera.

Palabra de autor

Marcos Fabián Herrera

Entrevistas

El refugio de la locura

Ricardo Cano Gaviria

Es uno de los últimos escritores que profesan con inigualable fervor el credo de la literatura, un hombre que ha hecho de la escritura un sendero de extensión del goce de lo leído. Sus libros, sui generis obras de imaginación y cultura, se sustraen de los tópicos que por décadas han asfixiado a la literatura colombiana. Ricardo Cano Gaviria nació el 8 de mayo de 1946 en Medellín, signado por la trashumancia y el exilio. Ha franqueado París, Barcelona y en la actualidad reside en Montblanc, provincia de Tarragona, en España. Al igual que sus novelas, relatos y ensayos, sus opiniones son densos testimonios que escapan de los mentados clichés y endemias, que celebra la frivolidad parroquial. Es autor de los siguientes libros: Prytaneum, Las jornadas de Bouvard y Pécuchet, El buitre y el Ave Fénix, Una lección de abismo, y Gombrowicz y la seducción, así como de una biografía de José Asunción Silva. 

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Ese críptico y anacrónico cenáculo que controla y moldea a la pintoresca clase política en tu novela Prytaneum, en la actualidad colombiana parece tener un rabioso y empecinado parentesco con la realidad. ¿Estamos condenados, como en una ficción borgiana, al eterno retorno en la postergada modernidad cultural colombiana? 

Ricardo Cano Gaviria, tomada de Sílaba Editores

Para no hablar de cosas como la tradicional falta de contactos con lo universal de la cultura colombiana, de la orientación castiza que la define en el siglo XIX, principalmente a través de sus presidentes gramáticos, y de lo que Vargas Vila llamaba Césares de la decadencia, te diré simplemente que en Prytaneum la cuestión de fondo es el lugar del otro: la cultura otra, la heterodoxia reprimida a nivel cultural, que lleva a la heterodoxia mental, la locura. Pues la locura no es más que el refugio que le queda al final a quien quiere ser reconocido como otro sin lograrlo. Ahora bien, una cultura donde no hay lugar para el otro, ni para su forma de ver las cosas, es una cultura naturalmente impositiva y excluyente. Es como si en la fórmula del genoma cultural colombiano faltase un ingrediente, el cívico (¿qué es el civismo?, ¿la voluntad de respetar a los demás?), que empezó a implantarse en Europa tras la revolución francesa. Por eso los caminos que ha seguido la mutación que ha dado origen a la singularidad colombiana son muy intrincados, aunque uno puede olfatear algunos síntomas y algunos ingredientes: entre estos la imagen teocrática del Estado, y entre aquellos la violencia física y mental contra el otro. Pues bien: la leguleyería es una forma de violencia mental que tiene por principio eludir la lógica y la moral: si la hermenéutica es el arte de interpretar para acercarse a la realidad, la leguleyería es el arte de malinterpretar para alejarse de lo verdadero y lo justo. Por eso Colombia, más hija de Santander que de Bolívar, ha sido maestra en leguleyos y pobre en hermeneutas: nadie diría que Uribe y sus seguidores son hermeneutas, ¿verdad? Pues lo que hacen ahora con la Constitución es una obra maestra de leguleyería: el leguleyo es un irrespetuoso, que cree que el mundo existe a la medida de su culo, y por eso intenta convertirlo en papel higiénico. Y se admira a sí mismo, no por justo sino por avispado: en el mejor de los casos, la versión actual del Prytaneum será esa sociedad de avispados en leyes que se alejan de la verdad y de la moral, sociedad que configura el actual avispero colombiano. 

Sus libros recuerdan la sentencia de José Martí: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero que el tronco siga siendo el mismo”, al plantear un diálogo altivo, sinérgico y sin complejos, con las diversas tradiciones europeas. ¿La literatura colombiana sigue ensimismada? 

En la frase de Martí se habla de tronco y de injerto: es de esa manera como se obtienen nuevas especies. El equivalente de esa metáfora creo que es el mestizaje, la realidad del mestizaje. ¿Mezclar lo autóctono con lo europeo? ¡Pero si lo europeo es ya el resultado de una mezcla de lo autóctono con lo foráneo, es decir, un producto del mestizaje! Yo no sé si se puede decir que la literatura colombiana siga ensimismada en el mismo sentido que antes. Pues antes lo que ocurría es que no quería ver la realidad, mientras que ahora pienso más bien que no puede. Por sus territorios soplan vientos de universalidad, pero se trata de una universalidad sin consistencia, una universalidad de cartón piedra: esa genuina universalidad respaldada en lo singular que emanaba la obra de un García Márquez parece agotada, y se ve que los intentos de los autores posteriores, en busca de algo real, no llegan a cuajar salvo en contadas excepciones. Liberados ya de las viejas coerciones esos autores se esfuerzan en vano, ¿pero en qué otro país latinoamericano se tiene la sensación de que las cosas van mejor? Posiblemente tengamos que ser realistas y aceptar que por el momento no se puede esperar mucho. Estamos en un momento reflexivo que deberíamos aprovechar para estudiar como etnólogos las costumbres de los escritores e intelectuales y sus formas de actuar. Por un lado, hay cada vez más endogamia ¿Endogamia he dicho? Hay un estrato de intelectuales y escritores que viven en su faceta más descarnadamente zoológica: animales de presa, que no solo se quedan con los mejores trozos, sino que vigilan para que la pitanza se mantenga siempre entre los mismos. En ese sentido, Colombia es un modelo; cambian los presidentes, cambian los partidos en el poder, pero la gente que controla las cosas a nivel cultural e intelectual es siempre la misma. Por otro lado, hay cada vez más escritores y menos intelectuales, aunque algunos escritores posan de intelectuales. Pero la figura del intelectual prácticamente ha desaparecido: ahora lo que hay son opinadores profesionales. Profesionales de la opinión que disertan sobre el bien y el mal para complacencia de buenos y malos, o incluso politólogos, pero en ningún modo intelectuales. En cuanto a la literatura como realidad en sí misma, está a punto de desaparecer, a pesar de que haya cada vez más novelistas y poetas: lo que estos nos intentan demostrar, con ayuda de las editoriales y los periódicos, es que pueden vivir sin el ritual de la literatura, que era un ritual cálido y humanista. ¿Ha generado eso un nuevo ensimismamiento? Seguramente sí, en la medida en que la literatura era nuestro principal vínculo con una realidad bifásica: la de la historia y la literatura. Ahora la realidad es monofásica: la historia. Con relación a ella, por fortuna, hay escritores jóvenes que por haber incursionado en otras literaturas han podido mirar afuera y están planteando cosas muy interesantes, en cuanto a lo que podría ser una deconstrucción de la cultura y la historia colombiana, lejos ya de la zona del boom. El problema está en que tienen que actuar en medio de un aparato editorial que quiere convertirlos en un producto más, en escritores mediáticos, y que, como Fausto, ellos terminan pactando con ese demonio: por eso cuando tienen que hablar de sus propias literaturas y situarse en los panoramas nacionales se arrojan de nuevo en brazos de la endogamia, expresada a través del deseo de complacer, que es el principal de nuestros males, creo. 

La escogencia de temas, personajes y situaciones, como el suicidio de Walter Benjamin y el influjo adverso de una deidad cananea como Moloc, confieren a tu literatura un cariz ecuménico y nos recuerda el asidero histórico de toda ficción. ¿Cómo explicar esa veta temática en tu obra? 

No es fácil definir el proceso mediante el cual un escritor elige sus temas. Entre los escritores que se precian de ser un poco listos, está de moda decir que el escritor no elige sus temas sino que estos lo eligen a él, lo cual después de todo es cierto. El que no escribe a partir de unos fantasmas, en el sentido casi freudiano, creo que está aislado de sí mismo como escritor. En tu pregunta utilizas dos expresiones: “cariz ecuménico” y “asidero histórico”. Yo diría que el primero depende de la cultura y la altitud de miras, y yo siempre dentro de mis limitaciones he tendido a mirar lo más lejos posible; en ese sentido, el cariz ecuménico sería como el globo en el que uno se eleva para intentar mirar lo que hay alrededor, y para ver el lugar propio desde la mayor altura posible: el “asidero histórico” es el lazo que mantiene al escritor unido a una raíz, es decir, el lazo que evita que el globo navegue o flote a la deriva. Toda buena literatura que se precie en ese sentido es la resultante de esas dos fuerzas. Incluso cuando se habla de extraterritorialidad creo que no se puede decir que el globo se haya quedado sin su amarra. Puede que uno descubra cómo su propio lugar se parece a otros lugares: me gusta imaginar cómo hubiera sido mi vida si hubiera nacido en otro país, otra cultura: esta curiosidad es expresión del deseo de ponerse en el lugar del otro. Me refiero al otro como doble o como posibilidad multiplicadora de sí mismo; pudiera ser que en ese sentido el escritor extraterritorial no fuera más que el que es capaz de multiplicarse, pero eso no significa que su globo no tenga un “asidero histórico”. Pues la historia nos contiene como un relato total en el que estamos y solo cuenta, a la hora de la creación, la capacidad de visionar esa inserción: lo que pasa es que hay gente mezquina que antepone su incapacidad de ver a los que ven de otra manera. En realidad, merecerían el título de “emprobrecedores de la visión del mundo”. 

En el libro de conversaciones con Mario Vargas Llosa, El buitre y el ave fénix, anotas en referencia a la frecuente proscripción del escritor latinoamericano que “ese hombre que elige ser dos hombres tiene una marcada tendencia, en América Latina, al exilio geográfico”. ¿Cómo ha determinado su exilio la carrera de escritor? 

El exilio en mi vida es una categoría congénita. El primer intento de fuga se dio en mí cuando tenía cuatro o cinco años: duró poco, me capturaron a las pocas horas. En cuanto al segundo intento, fue totalmente exitoso: todavía no me han capturado, aunque hay gente por ahí que quiere capturarlo a uno por cualquier cosa, por ejemplo, por no vivir en Colombia. En fin, yo diría que el exilio geográfico en nuestros países es una tendencia natural del escritor, en la medida en que la cultura de estos países es una síntesis en la que la mayoría de la veces los principales ingredientes son de origen occidental: eso es un hecho, y las reacciones a favor de lo autóctono, que pretenden amputar todo lo que viene de fuera, son enfermedades infantiles que normalmente acaban enemistándose con todo, con la moral e incluso con la lógica, porque resulta que esta, tal como la conocemos, tiene origen griego. El exilio ha marcado mi carrera, en primer lugar, descalificando esta palabra: no ha sido una carrera, sino un paso a paso de tortuga. Pues no ha sido fácil enfrentarse desnudo a todos los clichés con que, después del boom, se ha pretendido encerrar al escritor latinoamericano; y ahora que las cosas parecen haberse aclarado, resulta que nadie tiene en cuenta que uno llevaba ya treinta años diciendo lo que ya es una evidencia para los más jóvenes. 

Gracias a la revista Hora de poesía disfrutamos de bellas versiones de poetas de muchos países y lenguas. ¿Qué significó la codirección de una revista de poesía en un mundo editorial que ha entronizado la prosa? 

Participé en esa revista por una especie de mimetismo con Rosa Lentini, su directora y luego codirectora, y como un nivel de la expansión de nuestra relación como pareja. Yo quería ayudarle a que la revista durara más y me metí de lleno en el tema de la autoedición para abaratar costes: a partir de un momento la revista la montaba yo al ordenador. Todo se mezclaba, el montar la revista, el participar en sus contenidos: disfruté mucho y logramos llegar al número cien. Creo que si no es por esa ayuda no llega y se cierra antes. Leí mucha poesía, aprendí a temer a los poetas ofendidos, supe lo que es la poesía como lobby o grupo de presión a través de la poesía de la experiencia. Luego nos metimos en la aventura de Igitur, en la que hoy navegamos en medio de la tempestad agarrados a los maderos como los náufragos de la Medusa. ¿Será por eso que nos gusta tanto el título de Ungaretti previo a La Alegría: la “alegría de los naufragios”? 

¿Y en su obra qué lugar ocupa la poesía? 

La poesía, como la música, como la pintura –y creo que en ese mismo orden– es para mí básica. Me remito a una entrevista reciente, de la que entresaco este párrafo: “Actualmente opino que lo que hay en mí de poeta se refleja más bien en lo que hago como novelista… Si esto es así, ocurrirá a favor de las novelas que escribo, porque creo que la verdadera vocación de la novela es la poesía, y que sin poesía, en el sentido profundo, no hay novela”. Aquí suelo volverme un poco ecléctico y recordar una afirmación de Heidegger: “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esa morada”. Me gustaría creer que si la “poesía” es la forma más esencial y elevada del lenguaje humano, del hablar, en ese concepto de “poesía” tiene cabida la novela, como algo creado con la palabra, junto a los demás géneros. ¿Quién dudaría de que ahí estaría Hermann Broch, con La muerte de Virgilio, o Malcom Lowry, con Bajo el Volcán

Usted es uno de los escasos escritores colombianos alejados del barullo mediático y de la promiscuidad promocional. ¿Resulta difícil la divulgación de una obra cuando se está al margen de la figuración y los entramados comerciales? 

Resulta muy difícil por no decir que es casi imposible. Creo que hay que aprender a sobrevivir como escritor gracias a muy poca gente, muy pocos lectores; ocurre además que, como me gusta mucho opinar y tiendo al pensamiento centrífugo, por aquello del innato deseo de fuga, muchas veces lo que digo resulta inconveniente. 

Sabemos de su juiciosa y fecunda labor de traducción y edición de poesía, junto a la escritora Rosa Lentini, en el sello Igitur. ¿Qué voces de la reciente lírica española destaca? 

Descubrimos a una joven poeta que hoy está siendo muy solicitada y hemos publicado también a otros autores. Por una afinidad natural, tendemos a identificarnos con aquellos que no ponen límites a la poesía, y que no pretenden ser comisarios de los demás, predicando que la poesía es un asunto del sentido común, entendiendo por tal el que huele a mesa de café. Cuando estos señores hablan de realidad, uno piensa en Sancho Panza, mientras que la verdadera realidad está en la cabeza de Alonso Quijano. A mí se me antoja que desde lo alto de las aspas de su molino lo que él vio fue el futuro, y debió quedarse muy sorprendido al averiguar que ese futuro era por cierto muy francés: Vio a Balzac, a Flaubert, a Baudelaire, a Rimbaud y a Mallarmé. 

Su escritura trasluce un fructífero maridaje con la poesía, un labrado vínculo con la belleza narrativa, que en algunos de tus obras obedece a un deliberado propósito que busca ironizar con el lenguaje. ¿Existe algo que pueda llamarse belleza estilística? 

¿Si un estilo es bello, es por ello “poético”? Yo creo que no; la belleza sola, aprehendida en sí misma, no es una cualidad. Y tampoco lo bello es por sí mismo poético. Todo el arte moderno en poesía, desde Baudelaire, es en cierta forma una crítica de lo bello. Lo que pasa es que, a lo mejor en alguna novela, como en Una lección de abismo, he cultivado intencionadamente esa belleza estilística, porque su personaje central, Jasmin, era un “esteta” y estaba impregnado de toda esa manera de ver las cosas y el mundo. Ama la ópera, escribe bellos pensamientos, etc., al tiempo que se enfrenta con lo siniestro, y en su tarea es quizás tan coherente que cierto tipo de lectura tiende a atribuirle todas esas cosas al mismo autor. Por eso, si hay un fallo en ella es quizás el de confiar demasiado en la perspicacia del lector, en su capacidad de captar ciertos registros irónicos, que en el lector de hoy tienden a desaparecer. Sí te confieso que busco una cierta magia del lenguaje, una cierta vida de las palabras en la escritura, en la que ellas digan lo que tienen que decir con una cierta luz. En el estilo tiene que haber savia, es decir, sabiduría del lenguaje, y la percepción de estas dos cosas siempre se entiende como algo bello, aunque a veces se utilicen palabras feas o malsonantes. Pero el estilo es algo muy serio, que constituye la verdadera aspiración del autor (una aspiración en la que se mezclan de la forma más cruenta vida y literatura) y por eso me gusta mucho reflexionar sobre aquella frase de Flaubert que dice más o menos así: “La perla es la enfermedad de la ostra y el estilo el derrame de un dolor más profundo”. 

#CiudadaníaActiva. El paisaje del paseante

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Todos los días al amanecer en esta tierra del café se dibuja una familia de gigantes, aunque a veces las nubes los esconden por un rato, para hacer que los extrañemos, algo le falta al cielo sin su presencia. Esa línea en el panorama separa el mundo de los humanos del de los dioses y del universo que entraña maravillosos misterios.

Cada mañana, desde la ventana, esperamos con ansias que la luz delinee su figura, las ondas de su silueta son definidas por el agua, los ríos caen de ellas con un fluir delicado y calman la sed de las ciudades. Nuestros paseos por la ciudad siempre están acompañados por el paisaje de las cordilleras y aunque juguemos a serpentear calles, a escondernos bajo los árboles de los parques o resguardarnos dentro de nuestras casas, su ostentación, contraria a cualquier necesidad de artificio, no nos abandona.

Serranía del Alto del nudo, vista desde mirador turístico. Tomada de turismo.dosquebradas.gov.co

Soñamos que acompañan nuestros paseos, que hay un coqueteo constante con el Alto del Nudo. Una seducción con el alto de Monserrate, una mirada amorosa al recorrer la avenida Santander y ver el imponente Nevado del Ruiz o transitar Granada bajo la custodia del Cerro de las Tres Cruces

Estos perfiles imponentes son las líneas en el cielo, skyline de nuestros municipios y ciudades. Si Nueva York tiene los rascacielos en Manhattan o Madrid la torre de Cristal, que separa el rastro humano del cielo, las ciudades en el eje Cafetero tienen la imponencia del Parque de los Nevados y su cordillera.

Pero ahora ellas pueden dejar de estar allí para nuestro encuentro, para aprender de tiempos remotos, para tener la seguridad que nuestra existencia sólo es una pequeña pieza de tiempo en el mundo. Es evidente que nuestros paisajes urbanos y rurales, aquellos que nos orientan y que han inspirado a poetas y artistas están en riesgo de desaparecer.

Salto del Tequendama, tomado de colombia.com

Es tal la amenaza sobre ellos, que hemos creado leyes que los protejan de nosotros mismos, y eso que es un gran avance para muchos, también es el testimonio de que no ha primado nuestra sensibilidad hacia la vida, sino nuestras ansias de hacer todo a la medida y el privilegio del hombre, y por ello hemos tenido que idear fórmulas para defenderlos de nosotros mismos.

Bajo esta realidad se encuentra el Parque Natural de los Nevados, el río Atrato, Dagua, Cauca, Otún, el Salto de Tequendama y Santurbán, las cortes han decidido declararlos “sujetos de derechos”, que es el lenguaje legal para decirnos que deben subsistir, que no están allí sólo para nuestro usufructo, sino por los procesos naturales que hacen posible la vida de las otras especies. 

Los paisajes naturales y los culturales confieren a nuestras ciudades el deleite estético y si se quiere, en tiempos de aislamiento, la tranquilidad mental de la contemplación.  Así como una gran obra de ingeniería o un maravilloso edificio procuran encuentros agradables al recorrer la ciudad, a nosotros nos fueron dados por la naturaleza y la cultura, volcanes, cumbres nevadas, farallones, paramillos, los cultivos del café, que podemos ver desde kilómetros de distancia, desde muchas ciudades al mismo tiempo, en una comunión de las miradas que refleja lo inconmesurable de la naturaleza y lo pequeño de nuestro andar.

Esa comunión, ese rito colectivo de miradas que se encuentran y se embelesan en el amor hacia la madre, no debería requerir de leyes que protejan el paisaje de nuestro actuar. Porque, como muy sabiamente dicen nuestros hermanos indígenas: el amor a la madre y a la vida es nuestro primer y gran amor.

“Chocolate con tomate, qué disparate” y otros refranes sobre comida que desconocías

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La obra ‘2000 refranes para comer’ es una prueba de como el campo, los alimentos, la despensa y la cocina han sido nutrientes esenciales a la hora de confeccionar nuestro lenguaje.

Por Nathalia Martínez, publicado en La Vanguardia

Los refranes, esas grandes raciones de sabiduría, pero con sabor popular – sacados de la experiencia, del error vs acierto-, que han pautado la manera de pensar y actuar de muchas generaciones están en peligro de extinción. Rustidos por el paso del tiempo van quedando en el olvido a expensas de que en el surgir de las conversaciones, la gente – y con suerte los más jóvenes– se acuerde de ellos.

“Es un género en desuso, se apoya en la tradición y en este momento las tradiciones no parecen ser muy útiles”, cuenta Ana Lorente, pionera en el mundo del periodismo gastronómico, polifacética por ser autora de varias publicaciones de ocio y gastronomía (como la Guía del Ocio o la revista Mi vino) y empresaria al frente del “centro cultural del gusto” por excelencia en la capital, A Punto – una librería especializada con más de 3000 referencias sobre gastronomía y vino donde también cuentan con una tienda de utensilios y un gran catálogo de catas y cursos de cocina.

“A esto le ocurre como a los epistolarios, se acaba. Ya no escribimos cartas. Ya no hay esa transmisión cultural ni si quiera esa cultura. En el campo la mutación se ha convertido en tan tecnológica que en muchos casos no se entiende ni el lenguaje”, añade.

Los refranes son un género en desuso, se apoya en la tradición y en este momento las tradiciones no parecen ser muy útiles”

Ana Lorente Periodista gastronómica

Sirvan estas líneas para rendirles honor y sacarles brillo, por la riqueza cultural y lingüística que tanto han traído consigo y que en tiempos del 2.0 (si me apuran, para muchos ya el 5.0) tan amenazadas se encuentran.

Lorente fue mano derecha de Juan José Lapitz a la hora de escribir 2000 refranes para comer. Fue el campo lo que les unió. “Juanjo lo sabía todo del País Vasco, se lo había enseñado su abuela, de quién heredó su maravilloso huerto en la muralla de Fuenterrabía y con ello el conocimiento plasmado muchas veces en refranes para que no se olvide. Y juntos hicimos ese tándem ya que yo tenía el conocimiento del castellano y de otras regiones”, aportando esa visión más global.

Su prólogo está colmado de halagos que firman grandes figuras de la gastronomía como son Pedro Subijana de Akelarre (San Sebastían), Hilario Arbelaitz de Zuberoa, Roser Torras Directora del grup Gsr, Arzak o Andoni Luis Adúriz de Mugarit (Errenteria) que define los proverbios y refranes como “destilados de las culturas de los pueblos; palabras condesadas y certeras que inspiran e incitan a la reflexión”.

Una obra, editada con mucho gusto, que se va desarrollando alfabéticamente combinando hasta más de 2000 refranes gastronómicos que nacen de una larga lista de ingredientes de la despensa española junto con un centenar de recetas que se elaboran a partir de ellos.

Refranes que han derivado de la necesidad que ha existido siempre por conocer el comportamiento del clima, el campo y la mar, pero que antaño por falta de medios técnicos, era difícil de concretar; de ahí que, como recoge Lapitz en su obra, “observadores natos, acuñaban de forma a veces dilapidaría qué productos eran más beneficiosos para la salud y qué combinaciones resultaban más sabrosas o valoradas, buscando no la erudición, si no la concreción y en casos la rima”. Pero coincidiendo con Lorente vaticina que “esta forma de divulgar corre peligro de desaparecer como la industria del botijo, por falta de uso y necesidad”.

No nos atrevemos a echar la carne en el asador diciendo que nuestro lenguaje es uno de los más maridados. Si lo desgranamos palabra por palabra, podemos encontrar infinidad de refranes. Sin ir más lejos el vino reúne más de un centenar. Lo cierto es, que como cuenta Lorente “los países de la región mediterránea se han desarrollado paralelamente, teniendo en cuenta que el analfabetismo ha durado prácticamente hasta ahora, la manera de transmitir el conocimiento en muchos casos ha sido esta”.

La obra

Lorente fue mano derecha de Juan José Lapitz a la hora de escribir el libro ‘2000 refranes para comer’, que nacen de una larga lista de ingredientes de la despensa española

Conocimiento que se ha transmitido de generación en generación al que se le han unido algunos otros dichos y refranes que una vez más la sabiduría o la ocurrencia popular ha traído consigo como ‘comerse el coco’ y otros a los que no se le encuentran explicación. ¿Cómo le explicas tú a uno de Estocolmo el significado de pollas en vinagre? Lo más seguro es que no te entienda y se acabe haciendo el sueco.

De su obra se rescatan míticos dichos como “Acelguitas benditas, de día los troncos y de noches las hojitas” -con su correspondiente receta de acelgas con arroz- que no es más que una “alabanza del pobre, que no tiene otra cosa que llevarse a la boca”. Al agua le dedica más de 100, entre los que no sorprende encontrar el tan recurrente “Nunca digas de esta agua no beberé” y comparte páginas con “Sobre el pepino, agua y no vino”, pensado para indicar cómo al ingerir cucurbitáceas (como el melón y el pepino) cuesta más saborear el vino.

Del libro se rescatan míticos dichos como “Acelguitas benditas, de día los troncos y de noches las hojitas” -con su correspondiente receta de acelgas con arroz
 Juan Aunion

Muchos guardan una enseñanza tras ellos, unos en forma de advertencia sugerencia como “Al menear las avellanas, menos suenan las llenas que las vanas” para indicar que no hay que fiarse de los vanidosos, o “Te conozco bacalao, aunque vengas ‘disfrazao'”que alude a lo que se ofrece con engaño o “Buñolero a tus buñuelos” y otros que rescatan algunas verdades: “Dios da almendras a quien no tiene muelas” ( las riquezas a veces caen a quien no puede disfrutarlas); “Barriga llena no cree en hambre ajena” (difícil ponerse en el lugar de quien carece de todo); “Quien no sabe mañas, no come castañas” (aunque se refiere a los trucos pasar asarlas y pelarlas, se aplica a todas las acciones de la vida); “Chocolate con tomate, qué disparate” (aplicable a las parejas disparejas, que no tienen mucho en común); “A quien cuece y amasa, todo le pasa” (las aventuras, venturas y desastres son patrimonio de quienes actúan, de quienes arriesgan); “Higos y nueces, no se comen juntos todas veces” (las satisfacciones son raras y juntas, aún más) y la lista continúa…

Varios sugieren formas de acabar con el cónyuge con la berza como munición, que dependiendo del calendario pueden acabar produciendo una peor digestión. Aunque ni rastro de la acción contraria, dejando entrever ciertos patrones como que era la mujer a quien se le venía a la cabeza con más frecuencia la idea de matar a su marido y la destinataria de estos refranes por ser la cocina un ecosistema más habitado por ella. Un reflejo de la sociedad que se dejaba entrever con estas palabras y que en estos tiempos sería más difícil de digerir.

Más ejemplos

Varios sugieren formas de acabar con el cónyuge con la berza como munición, que dependiendo del calendario pueden acabar produciendo una peor digestión

Otros, por muy escatológicos que resulten, perduran en nuestro diccionario popular como ocurre con “Café y cigarro, muñeco de barro”, al que no le hace falta aclaración ni mención en el libro de Lapitz y Lorente que si se acuerda de “Año de alubias, ruido en los portales”, que tampoco precisa comentario.

No tan ilustrados y detallados son los ejemplos que incluyen otras obras como el Diccionario Práctico de Gastronomía y Salud de Miguel Jordá Juan, o el Diccionario gastronómico: términos, refranes, citas y poemas de Luis Felipe Lescure Beruete donde buena parte de ellos coinciden y de los que rescatamos algunos “Aceite y romero frito, bálsamo bendito”, “Agua de mayo, pan para todo el año”, “Dijo la cebolla al ajo, acompáñame majo” y un largo sin fin donde se encuentran otros archiconocidos como son “A nadie le amarga un dulce”, “El que se pica ajos come”, “No está el horno para bollos” o “A cada cerdo le llega su San Martín”, “Hay más días que longanizas”, “La mancha de mora, con otra verde se quita” o “Con promesas no se come” y que están más presentes en nuestro día a día.

Como nota final, una vez más el refranero nos viene a dar una lección que bien se puede aplicar al texto que aquí nos ocupa cuando dice “tripa vacía corazón sin alegría” y es que ahora que nuestro lenguaje se evapora amenazado, ese rugir que sale de dentro tal vez indique lo mucho que estamos hambrientos; las palabras también se comen y están ahí para que nosotros las devoremos. Por eso por el amor al refranero, lean, escriban y devoren palabras, para que no queden en el olvido.

Romero
 Getty Images/iStockphoto)

Otros bocados de literatura

Las letras han hecho muchos pinitos en el plato, sin ir más lejos, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha sido esculpido a modo de figurita de mazapán por el obrador Santo Tomé, en Toledo alcanzando una altura de 3.599 metros y entrando así en el libro Guinness de los Records.

Un delicioso homenaje a su autor que no escatima en referencias y descripciones gastronómicas en esta obra cumbre de la literatura española en la que muchas historias transcurren alrededor de la mesa. Nada más comenzar Miguel de Cervantes habla de un menú semanal de lo más interesante: “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”.

Una oda a la cocina manchega que Cervantes complementa con consejos en forma de refrán: “Sé templado en el beber, que el vino ni guarda secreto ni cumple palabra”; los que le daba Don Quijote a Sancho muy de vez en cuando.

La cebra que raya: el arte como dispositivo cultural

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“El arte es un dispositivo teleológico y temporal, quiere decir que por una parte sí produce conocimiento con un fin preciso y por otro lado representa un archivo de lo pasado y futuro en clave de presente. No existe duda: la vida se inmiscuye en nuestra obra, porque es una vida hacia afuera, una vida reproducida en toda su tecnicidad, prueba de ello tenemos performances, instalaciones, intervenciones artísticas, imágenes con espacio y sin él, todas formas de recorte de realidad mediadas por la fotografía, el dibujo, el montaje, el video, el cine, el cuadro, soportes de exhibición a través de los cuales solemos permanecer.”

Oscar Salamanca

Con un fragmento del “texto provocador” de la semana del maestro Salamanca iniciamos La cebra que raya:

Hablemos de BD: taller de creación | 17 de septiembre, 6:30 pm | en vivo por canal de youtube de la Alianza Francesa de Pereira

El invitado para esta sesión de creación es el diseñador gráfico y caricaturista, Camilo Triana, director del blog Noticartún Colombia y del evento internacional de Humor Gráfico y Caricatura que lleva el mismo nombre del blog.

Conoce el club de lectores de Hablemos de BD en sus redes:

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Twitter: visitando la etiqueta #hablemosdebd


La Jam de dibujo | 18 de septiembre, 4:00 pm | en vivo por Zoom previa inscripción

Esta sesión es una colaboración con el Centro Colombo Americano y estará acompañada por la artista Sandra Johana Silva, quien por este mes expone su obra “El asombro por lo cotidiano” en el Centro Colombo Americano Pereira en el espacio de Corto circuito, escenarios para el arte.

Será un taller de dibujo al que pueden asistir, previa inscripción en este link: https://forms.gle/gP6XuE23dbyn9drp7

Materiales que deben tener: Libreta para dibujar, lápiz, borrador, sacapuntas, facturas de servicios públicos de un mes anterior y crayolas de colores.

Para entrar a la reunión por la plataforma Zoom estos son los datos de conexión: https://zoom.us/j/97399610616?pwd=SXZFalNuUmRFU1pEdWcyeVp0Uy9odz09 | ID de la reunión: 97399610616 | Código de acceso: sandra

Las redes de contacto del colectivo son:

FACEBOOK: https://www.facebook.com/jamdedibujocolombia/

INSTAGRAM: https://www.instagram.com/jamdedibujo_/


Eventos de la semana en XX Cómic Sin Fronteras | Detalles muestradecomic.blogspot.com   

Clic aquí para ir a la charla
Clic aquí para leer el cómic
Es a las 4 pm el próximo sábado. Enlace de conexión: https://meet.google.com/ypa-wrsb-oug

Fechas a tener en cuenta:

👉 La exposición física queda exhibida desde hoy hasta el 16 de octubre en la Sala de bellas artes de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira.

👉 La inauguración virtual será mañana 18 de septiembre a las 4 de la tarde por FB Live en el perfil de Eidos Ensamble (búsquenlos así en facebook)

👉 Próximamente subirán el recorrido virtual en el canal de youtube de Cómic Sin Fronteras.

A MANO ALZADA DESDE LA PANDEMIA. Esta exposición está dividida en tres secciones que giran alrededor del tema que nos reúne e inquieta como raza humana en este momento: la pandemia generada por la Covid-19. La exposición tendrá trabajos internacionales, nacionales y locales, a través de las miradas que cada temática propone y cada artista explora.

Por eso la exposición tendrá obras del ilustrador catalán Luis Lluïsot, quien estuvo trabajando durante el confinamiento diferentes piezas. También habrá una exposición sobre una selección de ilustraciones de humor gráfico del sexto concurso de caricatura y humor gráfico Noticartún Colombia, con el tema: ¿Después de la pandemia qué? Y habrán obras de artistas locales de los municipios de Pereira y Dosquebradas, quienes trabajaron cómics a partir del tema: Relatos desde la incertidumbre con el Laboratorio de Historietas Intangibles.

Conoce más del evento y la programación de este año en:

muestradecomic.blogspot.com   

Y en redes sociales:

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Instagram: @comicsinfronteras


Convocatoria para publicar en el blog Los Inmodernos | Permanecer | Se recibe obra hasta el 19 de septiembre

Convocatoria para exponer trabajos de creación artística en los Inmodernos. Enviar el material a [email protected]

Texto provocador:

Cuando el asunto del arte en su complejidad sin trasgresión ocupa el movimiento cotidiano de saberse presa de acontecimientos estéticos, surge la pregunta por el camino, por el recorrido, de la simple expectación al hacer.

Espectar como verbo se ha instalado profundamente en la epidermis del arte de hoy, quizá porque con el espectar se activa el accidente. Vemos con mucha frecuencia un afán insondable por encontrar la fórmula efectista que nos conduzca hacia una obra segura, o que al menos no titubee demasiado y sirva, finalmente, a la autorreferencia.

Ya varios nos hemos cuestionado qué significa la obra, si ella ha sido convocada a los nuevos discursos, si en realidad se requiere, así como nos la hemos prefigurado salvífica humanidad. Hablar de obra hoy, incluso en el escenario de la formación estética y artística, produce ruidos de extrañeza, quizá porque pasó el tiempo del obrar de la obra, y en su lugar habrá de instalarse otra cosa, cuya capacidad no convoque la necesaria competencia artísticas sino nimbos destellantes, pretensión, a todas luces, de abandono por la ejercitación íntima.

Convocamos el accidente como una suerte de singularidad programática para hacer arte, ya que al parecer, las cosas con las cuales crece el fenómeno caen, se producen de repente, exponen circunstancias, crean anclajes misteriosos. Me gusta pensar el arte desde una perspectiva del equilibrista, ese ser maravilloso caminando por la cuerda floja receptor inmanente de miradas atención de todo tipo. Un arte de la caída posible, un arte del riesgo constante, pero también un arte de la posibilidad: posibilidad de ir al tema desde un gran distanciamiento.

Para encontrar ese sentido del cual tanto se estudia y habla que debería proporcionar el arte, debemos tocar lo menos posible el mundo que nos interesa, distanciarnos para encontrarnos a nosotros mismos, empezar a poner en funcionamiento la metáfora de la digresión, si entendemos por digresión a) establecer nuevos vínculos sacramentales, b) la masificación kitsch de la imagen y c) trabajar con identidades narrativas, la obra trae lo oculto a la presencia.

El arte es un dispositivo teleológico y temporal, quiere decir que por una parte sí produce conocimiento con un fin preciso y por otro lado representa un archivo de lo pasado y futuro en clave de presente. No existe duda: la vida se inmiscuye en nuestra obra, porque es una vida hacia afuera, una vida reproducida en toda su tecnicidad, prueba de ello tenemos performances, instalaciones, intervenciones artísticas, imágenes con espacio y sin él, todas formas de recorte de realidad mediadas  por la fotografía, el dibujo, el montaje, el video, el cine, el cuadro, soportes de exhibición a través de los cuales solemos permanecer.

Oscar Salamanca

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EXPOSICIÓN: “Dibujo aespacial” de Antonio Ledesma | hasta el 20 de septiembre | Jardín de artista de la Universidad Tecnológica de Pereira

“Los dibujos del artista mexicano Antonio Ledesma pertenecen a la contemporaneidad de diferencia narrativa donde se exhala un halito humanista a través de un arte aplicado a las tensiones de la belleza.  Ese feísmo narrativo de sus figuras mezcladas en intrincadas hibridaciones antropozoomórficas confirman la relación del objeto con xenologías de centro histórico. Ledesma trabaja el imaginario convulso del exotismo dramático en la extrañeza, en mucho, tendencia simpática con una especie de negación del yo por destitución, capacidad en última de expectación.” Fragmento del texto curatorial de Oscar Salamanca.

Texto completo: http://jardindeartista.blogspot.com/

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Lunes con las artes | 21 de septiembre, 2 pm | organiza la Universidad del Valle | Por zoom: https://us02web.zoom.us/j/87448537368 – ID de reunión: 874 4853 7368

El Departamento de Artes Visuales y Estética de la Universidad del Valle invita a su actividad de extensión formativa denominada: “Lunes con las artes”. Se trata de un espacio de diálogo, encuentro e intercambio en torno a las artes visuales que busca promover la participación y el intercambio de conocimientos y saberes de estudiantes, profesores, graduados y profesionales pertenecientes a las distintas comunidades creativas y académicas nacionales e internacionales.

El cuarto invitado es el Filósofo y Profesor de Artes Visuales de la Universidad del Quindío, Jhonathan Villegas Betancourth. Su charla se titula “El flâneur del bosque: caminar, contemplar y actuar, perspectivas desde una ética y una estética ambiental”.

Autorretratos en cuarentena: contagiar la esperanza

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Por, Diego Hernández Arias. Fotografías de Rodrigo Grajales

La fotografía da cuenta del estado del mundo cuando nosotros estamos ausentes
Jean Baudrillard

Asistir a la serie de autorretratos de Rodrigo Grajales es ser testigos de la extrañeza de su confinamiento. El cazador de instantes empezó retratándose en la intimidad de su hogar, pero al no tratarse de una cuarentena por sospechas de radioactividad, finalmente salió al espacio exterior a buscar íconos pereiranos y, para no abandonar el germen de su proyecto, decidió instalarse con su equipo en lugares menos concurridos. Desde casas antiguas comenzó a captar los objetos en su silencio. Rodrigo no imaginaba que su álbum digital fuese a superar la centena de fotografías. Según él, ahora trabaja para que su creatividad se extienda por otros seis meses. 365 imágenes pasarán a formar parte de su archivo personal que, desde ya, encontró un lugar en las redes sociales.

Rodrigo comprende que la vida es naturalmente un estado violento y que las fotografías, bien pueden representar sus micro muertes. Además de rostros dramáticos y exageradamente expresivos, lo que se observa en su pesquisa es lo multiforme: un trazo que va del rostro a las manos, de sus pies a otras extensiones de su cuerpo, —la memoria y la imaginación— para Borges más atractivas. Los árboles y el firmamento también acompañan sus capturas. Raíces, hojas y flores ornamentales y ramas secas que simulan sogas, proveen a sus fotos de una atmósfera siniestra, alegoría del encierro.

Como poseído por el lente místico de Gunnar Fischer en El séptimo sello, Rodrigo apela a la sublimidad, al reino de las sombras y a la penumbra para refractar su prisión metafísica. Mientras Bergman ambientó la citada película en la Europa medieval que estaba siendo devorada por la peste negra, Grajales toma como punto de partida la cuarentena decretada por la presencia de un virus, cuya naturaleza sigue siendo un enigma para epidemiólogos y expertos. De un trabajo artístico que se origine en las entrañas de una epidemia y una infodemia puede esperarse dos cosas… que gradualmente vaya perdiendo su inspiración hasta reducirse a panegíricos banales, donde se loe su figura semidesnuda o que se convierta en una colección de retratos psicológicos interesantes desde el punto de vista metafórico. Quienes conocemos de cerca las obsesiones y pretensiones del autor, sabemos que es probable que esté apostando por la última opción, debido a que en su discurso siempre hace especial énfasis en la naturaleza heterogénea de cada rel[tr]ato.

El simbolismo también es uno de los intereses de Rodrigo, quien acude a piedras preciosas y hasta camándulas para transversalizar su Arte con el universo esotérico y religioso, tan amplio y ambivalente como sus expresiones faciales. Su cara hace las de rostro, antifaz y gorgona. El artista plástico busca un lenguaje que apalabre su delirio, de ahí que refuerce sus imágenes con citas célebres de novelistas, poetas y dramaturgos. Precisamente esta inclusión de epígrafes es un juego con la identidad. Al ser gestor cultural y docente universitario, su propósito es también animar la lectura, toda vez que va esbozando una cartografía de su cuerpo.

Rodrigo es un fotógrafo nómada, por eso sus productos son imágenes en movimiento. Ensayar posturas frente a una cámara es un acto teatral, un ritual que requiere de perfil escénico y de una participación ceremonial para instalarse en el vasto campo de lo imaginario. Rodrigo tiene claro que un retrato no es estático ni singular sino poliédrico y con esa idea construye una arqueología de su piel. Se siente seducido por la historia y usa rocas con grabados, en un intento por evocar las antiguas inscripciones de los egipcios. Es consciente como Baudrillard (2004) que, la sociedad primitiva tenía sus máscaras, la sociedad burguesa, sus espejos, y nosotros tenemos nuestras imágenes. La serie de fotografías que componen este ejercicio de indagación interior pueden leerse como una sinfonía, compuesta por diversos instrumentos [en este caso enfoques] que generan ecos en nuestra conciencia.

Rodrigo Grajales busca —como el pintor, el poeta o el músico —, un espacio en su arte para la eternidad. Él sabe que la naturaleza humana es débil y está sedienta de inmensidad. Por esta razón, su escenografía regular no abandona la luz, la oscuridad y la niebla, con la cual se diluye. A diferencia de los griegos, que se apegaban a la belleza física, el estudio de Rodrigo centra su atención en la perfección inarmónica, la ficción instantánea. Aprecia la simplicidad de lo inestético y observa cómo la vida es inevitable y se reafirma, a cada momento, en la fotografía. La voluntad de retratarse en su casa o en espacios abiertos —bajo planos cenitales o en primer plano—, está enraizada en el gesto pictórico donde el cuerpo adquiere un valor discursivo.

En la caja de comentarios de su Instagram se leen desde elogios hasta críticas cáusticas. No obstante, la recepción de su contenido confirma la hipótesis de Baudrillard, cuando advierte que la imagen se ha convertido en realidad virtual de transparencia y de visibilidad total. En últimas, hemos pasado de la cámara oscura [caja negra] a escenarios más diáfanos e interactivos como los entornos mediáticos que nos permiten asistir de forma simultánea a la cotidianidad y a la hiperrealidad. En este sentido, la mediación tecnológica ha instado a fotógrafos amateur y con trayectoria, a colgar en sus blogs personales un sinfín de imágenes que van del trazo [le trait] al detalle [punctum]. En cualquiera de los casos, un lugar para sembrar la provocación.

La actividad de Rodrigo en redes es continua, inicialmente subía su retrato diario en las mañanas. Ahora acostumbra adelantarse y hacerlo en las noches. Es curioso que la fotografía también tenga ese carácter de obstinación, quizá sea por su índole narcisista o su condición efímera. Fotografiar es una actividad solitaria, en cuando no, nostálgica. La soledad del objeto retratado está relacionada con el sigilo mismo del fotógrafo, quien se acerca y espera con paciencia el momento abominablemente estético para la captura… hay que fingir que se estudia el enfoque, el ángulo, el plano. Se requiere —como diría Cortázar— perspectiva, dedos firmes, disciplina, buen ojo e imaginación. Fotografiar es pues, combatir la nada, es crear otro “yo”, permutar. La fotografía busca la invisibilidad para dar paso a lo espontáneo. Tanto imagen como fotógrafo desaparecen dando paso a la ilusión, a lo espectral y lo fantasmagórico: temas recurrentes en las citas de corte existencial y nihilista que incorpora Rodrigo a sus retratos.

Finalmente, no sobra decir que, si la realidad no basta, Rodrigo ha querido resignificarla mediante su caprichoso oficio de cleptómano. Sí, con su lente le está robando trechos a la nada. Su cámara es cómplice de lo que ha visto y que tal vez no ha querido retratar por temor o por falta de costumbre. Tal vez su lente [oculto] ha visto cosas que incluso él no había percibido. La ventaja para Rodrigo es que hoy todas las cosas quieren manifestarse. Los objetos se han mediatizado, quieren significar algo, ser leídos y registrados. De forma perversa, el mundo se auto publicita. Bien podríamos conjeturar, como los poetas románticos del siglo XIX, que ya no es el sujeto quien representa o retrata al mundo [Imago Mundi] sino que los objetos mismos —al estar hechos igual que nosotros de átomos y materia que sueña— son los que reclaman atención, al tiempo que nos nombran [Ánima Mundi]. De esta forma, argüimos que la inclinación de Rodrigo va más allá del hedonismo representativo. Es su forma de contagiar la esperanza e inspirar a otros a crear.

El cartel del mes por Quimbaya Studio: magia y fantasía

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Arte de Héctor Betancur, integrante del colectivo

Un arte de Héctor Betancur de temática Si Fi – surrealista, una exploración gráfica de escape de lo cotidiano hacia mundos o situaciones mágicas y fantásticas tal vez en lugares lejanos, para que descansen nuestros pensamientos por un rato.

Los invitamos a seguirnos en Instagram, búscanos como @quimbayastudio