viernes, junio 13, 2025
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#CiudadaníaActiva: “Dios me tiene en cuenta”: Elvia de Jesús Blandón

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Durante la actual crisis desatada por el Covid- 19 sólo se habla del obligado confinamiento de los más viejos. Pero poco se dice de los que siguen en primera línea, aportando de manera activa su conocimiento y experiencia a la sociedad. Coordinados por el profesor Franklin Molano, tres estudiantes de tercer semestre de la asignatura de Prensa de la Licenciatura en Educación de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), adelantaron entrevistas a igual número de personas mayores. Por considerarlas de gran interés, las hemos publicado, esta es la última entrega de la serie.

 

Por, Miguel Ángel Agudelo Moncada – [email protected]

Elvia de Jesús Blandón es una mujer de 76 años, quien a pesar de su edad y de su envejecida apariencia, parece que los años no le dan tan duro. Ella padece de una enfermedad mortal, el cáncer. Tiene un cáncer en el estómago, el cual se le ha propagado por su esófago hasta casi llegar a la garganta y debido a esto se tiene que desplazar desde su pueblo natal (Santuario-Risaralda) hasta la ciudad de Pereira para que se le practiquen las quimioterapias y tratamientos respectivos, ya  que en su lugar de residencia, no cuentan con los instrumentos necesarios. Elvia, tiene un problema, y es que además de su previa enfermedad, se enfrenta a una pandemia actual, COVID-19 (coronavirus).

Las personas mayores de 70 años y las personas con enfermedades patológicas impuestas en su organismo son la población más vulnerable al virus, quiere decir, que Elvia con estas dos vulnerabilidades, está sobreexpuesta. Sin embargo, ella es el vivo ejemplo de una mujer guerrera, pues a pesar de las adversidades en las que se ve inmersa actualmente, no le deja el camino fácil a la muerte, con su positivismo y ganas de seguir, sigue luchando para vivir.

 

Les compartimos esta conversación.

 

Empecemos por hablar de su enfermedad, me imagino que la tomó por sorpresa, ¿Cómo fue que se dio cuenta? ¿Cómo lo asumió usted y su familia?

Me di cuenta hace como 3 ó 4 meses aproximadamente, yo sufrí mucho también de la tiroides y tenía muchos dolores de estómago e hipertensión, luego empezó a darme gastritis, y pues vea, resultó siendo cáncer de estómago, eso yo ni sabía que existía, hubiera preferido la gastritis que sí la conocía -risas-.

Miguel, ni tan sorpresa, yo ya me lo veía venir, si fue muy fuerte el darme cuenta y más fuerte aún para mis hijas, pero fue algo que se me pasó rápido, tuve mis malos días de tristeza, pero como le digo, me lo esperaba un poco, yo creo que se lo heredé a mi papá. Él muere en la década del 88 por un cáncer de próstata, precisamente por el mismo que muere mi hermano Ramón en el 2010. Los médicos me dicen que el cáncer trasciende y se hereda. Entonces, luego de darme cuenta lo asimilé por ese lado, fue más la resignación que la preocupación que tuve.

Actualmente estamos pasando momentos difíciles por este nuevo virus ¿usted qué opina?

Mire, yo soy muy creyente en Dios y muy culta, pero ¡ojo! soy creyente más no practicante que no se confunda, no creo en iglesias, el que quiere tener a Dios que lo tenga en su corazón, no en estatuas. Bueno, y yo creo que esto es un llamado de atención de Dios, lo que nos dice es que: “¡pilas! que no están cuidando lo que les doy”. Esto nos afecta a todos por igual, no discrimina, sino que a todos nos puede dar. Me parece muy triste cuando veo en las noticias las cifras de muertos por el virus.

Sinceramente, no creo que esto termine pronto, las personas siguen sin entender la importancia de seguir las recomendaciones, lo que se necesita es la ayuda y colaboración de todos, así como escuché decir a un médico español: “la única cura por el momento, es la solidaridad”.

Usted no se ve tan preocupada, teniendo en cuenta que usted hace parte de la población más vulnerable, ¿Por qué?

Se encuentra equivocado, claro que tengo miedo, lo que pasa es que no lo demuestro, porque siempre trato de estar tranquila, no me gusta preocupar a mis hijas, y mucho menos en estos momentos. Y quiero es ayudar, no quiero ser una carga para nadie. Estoy enferma, pero no muerta.

Cuando usted habla de ayudar, ¿A qué tipo de ayuda se refiere?

Como se lo dije antes, no quiero ser una carga, cada vez que puedo ayudo en casa, me valgo por mí misma. Esa es una gran ayuda para mis hijas.

Ahora que está estancada aquí en la ciudad, ¿Qué está haciendo?

Estoy cosiendo, me conseguí un contrato con el hospital Santa Mónica haciendo tapabocas para la emergencia, a esta ayuda me refiero, quiero ayudar no sólo aquí dentro de la casa, sino también a quienes lo necesiten. Además, porque estoy ganando algo, claro que a veces me atraso o tengo que parar debido a los dolores de estómago que me dan, sin embargo, siempre he sido muy responsable con lo hago.

¿Cuál es su profesión u oficio?

Yo he sido mucha cosas en la vida, fui comerciante, tuve un negocio de arepas, después tuve un restaurante por muchos años, pero siempre tuve ese pasatiempo de coser, me compraba máquinas de coser para hacer la ropa de mis hijos en los ratos libres, hasta que monté una modistería hace ya más de 15 años, la cual me tocó acabar por el cáncer. Así que, mi oficio es ser modista, me gusta.

 ¿Usted cómo consiguió ese contrato para hacer los tapabocas?

En el hospital ya me conocían, por lo de las consultas, y un doctor me comentó que les estaba haciendo falta implementos de protección, yo le dije: “donde me estoy quedando hay una máquina plana, dé la tela y yo les ayudo haciendo tapabocas”, pero el médico ni me respondió. Unos días después, me llamaron y me hicieron el contrato de 50 a 80 tapabocas a la semana, yo acepté y ahí voy.

¿No tiene miedo de enfermar más por trabajar así en su condición?

Soy consciente de que mi periodo de viva ahora es más corto, además que corro más peligro por el coronavirus, pero no me puedo quedar de brazos cruzados a esperar qué y cómo, tenía que hacer algo al respecto, y si me voy a morir, pues que sea ayudando. Incluso, mi nieta Camila, a veces me graba haciendo el proceso de un tapabocas y lo sube a las redes sociales, para que las personas aprendan a hacer los tapabocas, cualquier detalle es aporte, como decía papá. Yo creo que Dios me tiene en cuenta.

Por último, ¿Cuál es el mensaje que usted nos podría compartir?

El mensaje, es que nunca se rindan, que a pesar de las fuertes olas en contra, tenemos que seguir adelante, nunca decir nunca. Ojalá que quienes vean mi caso, se inspiren un poco y no se rindan, esto es algo que nos está incluso matando, pero si nos mostramos fuertes frente a cualquier cosa, podemos superarla. Cuídense mucho y quédense en casa -risas-.

 


 

Última entrevista publicada

https://lacebraquehabla.com/ciudadaniaactiva-la-vida-es-dificil-pero-uno-aprende-a-luchar/

Los Fandangos Fronterizos, “más unidxs que nunca”

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Centro de Memoria Digital del Fandango Fronterizo |

La Bamba se escucha como pregón de bienestar. La compartimos desde nuestros hogares, la cantamos en México y Europa, la bailamos en Japón y Estados Unidos. Con La Bamba recordamos que los Fandangos Fronterizos surgen para construir puentes, viajar con jarana al hombro y cantar contra cualquier tipo de muro.

El XIII Fandango Fronterizo se ha cancelado, y nos entristece dar la noticia. Este sábado 23 de mayo queríamos ver de nuevo a los amigos, abrazarlos y juntos hacer la fiesta del son. Pero la espera deberá prolongarse ante la alerta de pandemia. El Covid-19 nos ha obligado a quedarnos en casa y evitar reunirnos, nos ha obligado a tomar medidas drásticas procurando cuidar nuestra salud y la de otras personas, como Evelin Acosta dice en sus décimas:

 

Si puedes quédate en casa

por quien no lo puede hacer

y por carencia o deber

sale a sortear la amenaza.

 

Y aunque vivimos un tiempo de alarma y aislamiento, la comunidad busca las formas de dialogar por medio del son. Alddo Flores, Cameron Quevedo y Jorge Francisco Castillo reunieron a un grupo de jaraneras y jaraneros en diferentes partes del mundo para enviar un mensaje fraternal. De esa integración surgió este video colaborativo, donde los fandangos hermanos, los Fandangos Fronterizos, nos dicen cuidémonos:

 

Ahí les queda esta Bamba

Yo me despido

Cuiden bien su casita

Cuiden su nido.

 

Queremos llevar esta Bamba a sus hogares. ¡Tomen sus instrumentos y canten junto a nosotros! Mientras tanto, con las décimas de Fernando Guadarrama les recordamos que:

 

Correrá pronto el aviso

por los diferentes rumbos

Y volverá en todo el mundo

el Fandango Fronterizo.

 

Un agradecimiento a todas y todos los que participaron en el video. Sin sus voces y jaranas los Fandangos Fronterizos no germinarían en nuestro planeta.

 

#CiudadaníaActiva: “La vida es difícil, pero uno aprende a luchar”

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Cortesía de Daniela Franco, Cesar Arias en su propio taller de curvadora de tubos, trabajando en una máquina diseñada por él.

Durante la actual crisis desatada por el Covid- 19 sólo se habla del obligado confinamiento de los más viejos. Pero poco se dice de los que siguen en primera línea, aportando de manera activa su conocimiento y experiencia a la sociedad. Coordinados por el profesor Franklin Molano, tres estudiantes de tercer semestre de la asignatura de Prensa de la Licenciatura en Educación de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), adelantaron entrevistas a igual número de personas mayores. Por considerarlas de gran interés, hoy publicamos la segunda entrevista.

Por, Laura Yuliana García Arias – [email protected]

 

Cortesía de Daniela Franco, César Arias en su propio taller de curvadora de tubos, trabajando en una máquina diseñada por él.

 

César Arias es un trabajador empírico de la ciudad de Pereira, que a sus 76 años ayuda a su familia, a los empleados y a otras personas que, como él, buscan llevar acabo proyectos propios. Su vida ha girado alrededor del trabajo y es así como un día, a sus 21 años decidió montar su propia curvadora de tubos.

El Taller Arias, es un negocio que no solo ha contribuido a un sustento familiar, sino que además desde el 2015 ha servido a la administración local, haciendo diferentes piezas como pasamanos para lugares públicos, soportes de las luces de la ciudad y ahora, ayudando a los estudiantes de la Universidad Tecnológica de Pereira para hacer algunos componentes de los respiradores que contribuirán a mejorar la salud de los infectados por el virus COVID-19.

César, nos cuenta vía WhatsApp sobre su vida, su experiencia laboral y el trabajo social que hace por Pereira.

¿Cuándo y cómo empezó usted a trabajar curvando tubos?

Yo soy de Pereira, siendo el hermano mayor de un grupo de 12 hijos, es importante salir a trabajar para llevar comida a la casa, entonces tenía un conocido que trabajaba como mecánico y me ofreció trabajo, ahí empecé a conocer para qué servían las máquinas de curvar y hacer algunos trabajos pequeños, eso fue por los años 50, yo estaba muy pelado pero como todo en la vida es difícil, pues uno tiene que luchar por lo que quiere y así fui aprendiendo para después pasar a ser yo quien enseñaba.

Actualmente usted trabaja curvando tubos, ¿siempre quiso hacer esa labor?

No, yo quería ser boxeador o explorador, pero eso no daba plata para alimentar a mi familia, la curvadora de tubos me ha dado eso que quizás no me iba dar lo que yo quería, y aunque en un principio no pensé que fuera bueno y no me gustaba, después le fui cogiendo amor a mi trabajo y aprendiendo que era honorable.

¿Qué ha sido lo más duro de ser un trabajador empírico?

A veces, se desmerita el trabajo de personas que no estudiaron una carrera profesional, pero va uno a ver y a veces hasta sé más yo de raíces o de medidas que los ingenieros, por eso no es un impedimento, el que tiene la capacidad y las ganas sale a adelante, yo inicié viendo, después fui cogiendo experiencia, y ahora todo es más sencillo, muy mecánico.

¿Cómo su labor ha contribuido a Pereira, su ciudad natal?

Yo tengo un convenio con la administración pública desde hace algunos años, aunque sé que necesito el dinero, no hay mejor satisfacción que ayudar a mi ciudad, a veces voy por la calle y le muestro a mi familia lo que he hecho, en algunos parques de la ciudad hay pasamanos que yo curvo, algunos postes de luz tienen láminas soldadas por mí.  En el parque Olaya, las curvas que tiene los puestos donde se ponen las bicicletas yo las hice, mi labor no es destacada, casi nadie se pregunta quién hace las cosas de la ciudad, pero mi trabajo está en algunos lugares de Pereira, contribuyo a una Pereira mejor, me gusta saber que la gente se siente más cómoda con cosas que yo hago, que son útiles y todos debemos contribuir a mejorar la ciudad.

¿Por qué es importante emprender un negocio? ¿Qué mensaje tiene para aquellos que buscan emprender?

Yo antes no sabía del termino emprender o emprendedor, yo digo echado para adelante, y es importante porque si uno se deja ganar por este sistema, que a nosotros los de la tercera edad ya nos botan, pues no podríamos hacer nada, debemos salir adelante con los conocimientos que tengamos, al principio es duro, lo digo yo que ya pasé por esa situación, a uno le toca hacer préstamos pero todos los que quieran emprender, háganlo, no se dejen achantar, si tienen que iniciar con préstamos, no pasa nada, siempre que crean que eso que saben, les va servir, como me paso a mí.

Con la situación causada por el coronavirus, ¿Cómo ha contribuido su oficio a la población pereirana?

La situación actual es crítica, yo soy alguien de la tercera edad, tengo más riesgos, entonces al principio solo cerré mi negocio y ya, esto me hizo sentir un poco mal pero mi familia también es muy importante y debía cuidarme para cuidarla, pero hace poco la Universidad Tecnológica de Pereira me contactó porque necesitaba que los ayudara con unas láminas y tubos para los respiradores artificiales que allí están haciendo. Al principio dije que no, por temor a contagiarme, pero después, solucioné que lo haría a puerta cerrada, con algunas medidas y esto decidí hacerlo para ayudar a la población de mi ciudad, para mi es importante y si un viejo de 76 puede poner un granito de arena, pues lo pongo y todos deberíamos hacerlo.

¿Qué lo impulsa cada día a seguir trabajando?

Entre más años, más experiencia, y la experiencia en una sociedad donde todo es tan técnico es importante, yo soy muy preciso con mis cálculos pero siempre intento de acuerdo al trabajo darle un toque personal. Por otro lado, me impulsa mi familia, es mi pilar fundamental y yo soy el mayor proveedor de  la casa, por ello, cada día me levanto pensando en que mis nietos tienen que tener un futuro estudiado y que yo les puedo dar ese futuro, también me impulsa contribuir con mi trabajo, dejar un legado para que alguien en algún lugar piense en que le ayudé. Es importante ayudar y hasta que me muera me impulsará saber que ayudo y hago más fácil la vida de las personas.

 


Primera entrevista

#CiudadaníaActiva: “Seguiré reciclando hasta que mis fuerzas me lo permitan”: Juan Isidro Conejo

Caricatura de opinión: publicidad en redes presidente de Colombia

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Barbarias un personaje de Don Fingo

#CiudadaníaActiva: “Seguiré reciclando hasta que mis fuerzas me lo permitan”: Juan Isidro Conejo

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Durante la actual crisis desatada por el Covid- 19 sólo se habla del obligado confinamiento de los más viejos. Pero poco se dice de los que siguen en primera línea, aportando de manera activa su conocimiento y experiencia a la sociedad.

Coordinados por el profesor Franklin Molano, tres estudiantes de tercer semestre de la asignatura de Prensa de la Licenciatura en Educación de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), adelantaron entrevistas a igual número de personas mayores. Por considerarlas de gran interés, iniciamos hoy su publicación.

 

Por,  Jhean Carlo Rivera – [email protected] |

Juan Isidro Conejo, así se llama el hombre. Su historia de vida es muy interesante, de mucho sacrificio y perseverancia. La basura ha sido un problema de todos los ciudadanos que ha pasado desapercibido, hay residuos en todas partes y nadie hace nada. Don Juan es un señor como cualquier otra persona pobre de este país y su oficio es el de reciclar. Vive en el barrio Olaya Herrera del municipio de Dosquebradas en el departamento de Risaralda, un lugar tal vez poco transitado. Pero bueno, yo no soy el indicado para hablarles de este sitio, tuve la oportunidad de platicar con don Juan y sus palabras son las más convenientes.

 

Casa del señor Juan Isidro

                                                          ¿Cómo es el barrio Olaya Herrera?

El barrio Olaya Herrera es un barrio muy agradable, con pequeñas casas y la gente muy cordial que han hecho de éste un sitio muy tranquilo. Alrededor de 85 familias conforman el barrio, nuestras calles son algo pequeñas y desgastadas por el tiempo…

Nuestra comunidad es amable, la forman trabajadores humildes, amas de casa, pequeños comerciantes que se encuentran en sus tienditas y una que otra persona recién llegada a este barrio que han venido a buscar mejores oportunidades para vivir.

¿Quién es Juan Isidro Conejo?

Yo soy un viejo reciclador, nací el 18 de mayo en el año de 1935 en el municipio de Cartago (Valle). Tengo 84 años al día de hoy y a mis 18 años abandoné mi hogar en busca de nuevas oportunidades. Tuve problemas con mi familia y decidí marcharme, llegando aquí a Dosquebradas, que consideré un buen lugar para empezar una nueva vida.

Desde que llegué al barrio no he parado de reciclar, soy uno de los primeros habitantes del lugar y ayudé a la fundación del barrio Olaya Herrera. Con mucho sacrificio construí mi casa donde he vivido solo los últimos años.

¿Cómo empezó el oficio de reciclar?

Nunca imaginé reciclar y que mis años hayan pasado haciéndolo. Todo empezó cuando quise encontrar un empleo en alguna fábrica o empresa, realizando cualquier cosa. No lo conseguía porque me rechazaban debido a la enfermedad que tengo en mi pierna izquierda, que me limitaba un poco para hacer actividades de trabajo. Fue así como decidí empezar a reciclar, una idea que se me ocurrió por la desesperación de no conseguir trabajo.

El material desechado por las personas, lo empecé a guardar y comercializar para generar algo de dinero y a la vez también para remover esas basuras que presentan mal aspecto en cualquier lugar.

¿Hace cuánto tiempo recicla y cómo es el proceso hasta venderlo?

Desde hace 66 años estoy dedicado a reciclar escudriñando las basuras y lo que la gente del barrio me trae a mi casa. Para reciclar utilizo mi carreta y voy a los barrios cercanos como El Japón, Las Violetas y La Sultana. Conozco muy bien estos lugares y siempre encuentro buen material reciclable como cartón, botellas plásticas, latas etc. Cuando ya tengo almacenado bastante reciclado al final de cada mes, solicito un carro para que me lo transporten y lo llevo al barrio El Japón, en un lugar que conocemos como las bodegas, lo compran y lo procesan para volver a utilizarlo.

¿Cuánto dinero ganar por reciclar?

La verdad es que no es mucho, tan solo de 350 a 400 pesitos por 1 kilo de, es una cifra muy poca para el trabajo que hago. Pero qué vamos hacer, me toca seguir recolectando en la calle no es tan malo, el dinerito que gano me cae muy bien y con eso cubro mis gastos.

¿Cómo es su relación con las personas del barrio?

Por lo general, la gente del barrio es muy amable conmigo y por eso me traen todo el material que yo reciclo a mi casa. No lo dejan en la calle en las bolsas de basura como la mayoría de la gente lo hace, para que el camión de la basura se lo lleve. Ya me conocen por este trabajo y las personas de aquí me dicen que, gracias a mi actividad las calles del barrio se mantienen limpias.

¿Hasta cuándo piensa seguir reciclando?

Seguiré reciclando hasta que mis fuerzas me lo permitan, no es nada fácil hacerlo, pero con el tiempo le he encontrado el gusto y lo bonito de hacerlo. Pienso que toda la gente debería reciclar en sus casas y separar los materiales que desechan a diario, evitando un poco la contaminación que existe y el daño que causa a nuestro ambiente.

Plantas en la ventana

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Cada mañana, con lluvia o calor, mi madre saca la misma planta a la ventana. Le dicen “ Oreja de elefante”- a la planta, aclaro- y es su ritual imprescindible de todos los días, junto a  la arepa con mantequilla a la hora del desayuno y las oraciones al santoral católico completo a lo largo de toda la jornada.

deagronomia.com

Tiene un santo para cada problema. Con la pandemia, mi vieja se volvió experta en la hiper especialización del trabajo.

Volveré a esa imagen al cierre de este relato.

Como les he contado antes, siempre me ha gustado escuchar las conversaciones de la gente en  la calle, en los cafés, en los parques, en los bares, en los buses.

Sus palabras  son como migas de pan que me permiten seguir el rastro de los acontecimientos y tomarle el pulso a la sociedad, a los temores, los anhelos, las esperanzas y las ambiciones de la gente.

En estos tiempos de encierro debo seguir ese rastro por otros caminos. Los de internet en general y los de las redes sociales en particular.

Hay de todo allí: desde chistes finos y salidas en falso, hasta las más singulares teorías acerca de lo que nos pasa.

Con el paso de los días, noto que la gente empieza a alinearse.

Por ejemplo, abundan los que, ante la incertidumbre, optaron por convertirse en su propió gurú de autosuperación.

Para ellos, la frase “ Cuando salgamos de esta” se convirtió en una suerte de conjuro frente a la adversidad.

Y claro, siempre se incluyen en el grupo de los que saldrán de esta. Después de todo, vivimos en una sociedad que, contra toda evidencia, como los padres de Buda se empecina en negar la existencia del sufrimiento y la muerte.

En el otro vecindario rondan los escépticos. Los que guiñan el ojo y alzan el pulgar como queriendo decir : ¿Ven? Se los dije.

Ambas especies son inofensivas. Pero por el camino del medio, sin que nadie los note, se multiplican los guías de una cruzada siniestra, capaz de razonamientos como este:

El planeta tierra se acerca hoy a los ocho mil millones de habitantes. Si, en el peor de los casos, el Covid-19 mata a cincuenta millones ¿Qué riesgo representa eso para nuestra supervivencia como especie?

Y añaden: además, está demostrada con creces la  predisposición de la especie  humana hacia la actividad sexual. De modo que, si trazamos una gráfica, encontraremos que a la vuelta de unas décadas los nacimientos sobrepasarán con creces el número de muertos durante la pandemia.

¿Para qué  poner en riesgo entonces la economía del planeta? Si tenemos en cuenta que la mayoría de muertos serán viejos y enfermos, es decir gente no sólo improductiva sino costosa para la sociedad no vemos la razón para tanta alharaca.

Quizás por un residuo de corrección política les faltó decir que, aparte de viejos y enfermos, la mayoría de los muertos serán pobres.

lacapitalmdp.com

Justo en ese momento uno salta de la silla ¿No eran esas las razones invocadas por los nazis para justificar el exterminio?

¿Y no son, en últimas, las mismas ideas defendidas por Trump, Bolsonaro y sus iguales en todos los rincones de la tierra?

Remplacemos la expresión Nacionalsocialismo por capitalismo ultraliberal y estaremos frente a un panorama tanto o más desolador. Porque esa manipulación estadística apunta a soslayar lo más importante: la pregunta por el sentido ético de las decisiones humanas. Como si la importancia de las personas, de una sola persona, pudiera establecerse con mediciones y extrapolaciones macroeconómicas.

Desde luego, ninguna de esas curvas puede dotarnos de elementos para comprender el dolor y la desolación humana.

Y si no entendemos esas cosas estaremos perdidos, por más que el modelo económico se salve y, como ya sugieren algunos, salga más fortalecido, igual que aconteció después de la segunda Guerra Mundial.

Conceptos como los de justicia, solidaridad y equidad- que los cristianos llaman misericordia-desarrollados para proteger a los más débiles, serán arrasados por la noción de supervivencia del más apto, base de los totalitarismos modernos.

Ya lo sabemos: invocando al pobre Darwin, acuñaron la expresión darwinismo social para referirse a ese tipo de aberraciones.

Porque en el fondo de todo esto alienta el concepto de eugenesia, con las consecuencias de todos conocidas.

revistafeyrazon.wordpress.com

Esa es una de las opciones que nos aguardan.

Indiferente a todo eso, mi madre se levanta cada mañana, toma su planta y la pone en la ventana a recibir el sol o la brisa. Es su declaración de principios. Su forma personal de la esperanza. Su manera de probar que ambas, ella y la planta, aún existen.

Foto por formulario PxHere

Las dunas como puertas entre dos mundos

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Me gusta recordar las Dunas de Taroa en el extremo más norte de la península de La Guajira en Colombia, como una especie de caparazón de un animal desconocido, por cuyo lomo tallado de estrías, hecho de las partículas arrojadas y perfiladas allí por los vientos del tiempo, es posible remontar.

Me apetece pensar en ellas como el dorso del pez durmiente sobre el que, en mala hora, descendieron Simbad y los compañeros de su primer viaje, y que al sentir el ardor de las fogatas encendidas por los marinos despertó para sumergirse en las profundidades del mar, arrojando a la superficie de las aguas a los atribulados visitantes.

Me provoca figurarme esas elevaciones doradas y veteadas, como delicadas estructuras, similares a las pirámides de Egipto, esculpidas pacientemente por algunos dioses Wayuú como una suerte de pasatiempo o de reto, en el intento de sobrellevar el tedio de su existencia eterna y divina.

O pensar en aquellas formas sinuosas, hechas de arenas delicadas al tacto, como la piel extendida de un posible torso, cuyo recorrido conduce a un secreto paraíso.

El ascenso, en sí mismo enigmático, estuvo lleno de promesas, no sólo de las sensaciones visuales y táctiles, sino de aquellas reservadas a la imaginación, ocupada en el movimiento de los pies, uno tras otro, que perezosos remontaban la colina, al tiempo que divagaban: ¿qué se esconderá detrás de estas barreras hechas de rubias areniscas?

La cuesta empinada y el apoyo escurridizo demandaban un esfuerzo físico notable, aumentado por el calor aún presente en las horas cercanas al final de la tarde. No obstante, nos movíamos impulsados por la ambición del torrente esencial proveniente del sonido del mar que se insinuaba allende las arenas.

Los reflejos del sol en la superficie labrada daban a la escalada un cierto misticismo, y los pies desnudos recibían toda la carga de esos suelos sagrados mediante una caricia repetida paso a paso.

Insondables caminos hechos de surcos misteriosos, que vistos en conjunto se convertían en una obra de arte de la cual nosotros mismos estábamos participando, como antes otros, como tantos después, en las horas insondables del pasado y el porvenir.

Al ganar la cima, el torso fatigado sintió el ramalazo del viento y de la sal de las aguas que, abajo, chocaban indiferentes, ni calmas ni furiosas, tan solo reiteradas en la afirmación de su presencia hecha de rompimientos sucesivos contra las rocas, golpes en el borde de las mismas arenas ahora extendidas hacia la infinitud del mar abierto.

Descender por las dunas es dejarse absorber por su ser vivo, es sumergirse en sus enigmas, es fundirse con esa combinación extraña entre superficie y desplazamiento constante, hundimiento cálido en las profundidades de ese ser indescifrable. Es penetrar, si se quiere, esa sustancia al tiempo inerte y viviente, siempre cambiante por la adición interminable de nuevas e imperceptibles capas que el viento, tejedor sosegado y perseverante, va depositando en la extensión misma de la duna para hacerla siempre otra, cada instante una cambiante nueva prolongación de su naturaleza.

Quisiera recordar por los siglos infinitos la sensación de la recepción tibia, ese abrirse de la masa levemente informe, apenas superficialmente accesible, dispuesta siempre a la acogida. Nuestras extremidades enterradas parcialmente hasta la pantorrilla, desplazándose difícilmente entre hundimientos y salidas, en la repetición monótona impulsada por el apetito desbordante de llegar a buen término al ganar la orilla.

Al fin, la densidad aumentada, el pie que dejó de zozobrar, los pasos que se tornaron firmes y habituales, y la humedad del contacto que nos inundó con la certeza de la masa inagotable de crepitantes aguas, salobres y verdosas, encrespadas de blancas coronas en el margen mismo en el que algo cambia sin llegar nunca a hallar un límite verdadero.

Un momento de transición: decidirse al arrojo, lanzarse a las frías corrientes. El instante más fuerte del deseo, impulso vital que arde y lastima, y que solo se conjura cuando se vive esa otra inmersión, esta vez de la integralidad del cuerpo en el volumen húmedo y frío que obliga al movimiento rítmico e incesante.

El desplazamiento permanente es la norma para  ingresar en la potencia de este otro ser vivo que es el mar, pacto que los hombres han hecho con las aguas y que debe guardarse celosamente para conjurar el riesgo de ser totalmente engullido por ellas, glotonas como son, ávidas de apropiarse del insuflo que anima los corazones humanos.

Vistas desde la saturación de nuestra humanidad sumergida, con los ojos proyectados hacia sus alturas desde abajo, las dunas parecen marcar el límite entre dos mundos bien establecidos, cada uno con sus lógicas, cada cual deviniendo en su particular manera.

Esa mirada inferior, en el momento pleno de nuestra existencia atrapada por los flujos marinos, ya cerca del crepúsculo, marcó en nosotros la certidumbre de la presencia de las dunas como un ser, una totalidad divina en su perfecta expresión de forma y consistencia, íntegra en la dignidad de su particular existencia.

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