martes, mayo 13, 2025
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De tostadas y maltitas

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Maltitas para empezar el día con mucha energía. Fotos por José Crespo Arteaga

Llegué a la conclusión de que esta era una bebida netamente nacional. Ni en las tiendas latinas pude hallar algo parecido. En el exterior, es el producto más extrañado por los compatriotas que sufren exilio voluntario. Es como el abanderado de la canasta básica de productos nostálgicos, que paulatinamente se exportan a otros países, para consumo casi exclusivo de los migrantes.


 

Probablemente, lo mejor que trajeron los españoles al Nuevo Mundo sea la cebada y sus infinitas posibilidades.

América salvó a Europa de que muriera de inanición aportando la humilde papa o patata. Europa evitó que nosotros muriéramos de aburrimiento trayéndonos la cerveza.

Pero no queremos detenernos en la cerveza, sus innumerables variedades y toda su parafernalia festiva; que eso es bien sabido. La América sureña no es tierra de whiskies, tampoco, aunque tengamos excelentes granos, eso lo saben bien los escoceses, dueños de unos páramos legendarios y aguas milagrosas.

Queremos centrarnos, más bien, en los derivados más simples y menos conocidos de este bondadoso cereal. ¿Quién no ha saboreado alguna vez pito (harina de cebada tostada) mezclado con té o leche caliente en las mañanas más frías? Un desayuno tradicional de las regiones andinas, cuyo sabroso ritual tuve la suerte de practicar a menudo durante la niñez y que por aquello de la migración a la ciudad se fue perdiendo paulatinamente.

 

¿Habrá mejor nombre para una tostada?. Foto por José Crespo Arteaga

 

Lo que sí no pierde vigencia es la fabulosa tostada. Habrá quien se esté imaginando otra cosa. Bolivia no es país de tostadoras eléctricas, es raro ver en alguna casa tal artefacto. Con la enorme diversidad de panes ni falta que hace.

El pan molde es de esnobs y de flojos que no quieren ir a la panadería o tienda cotidianamente, hasta les vendría bien un poco de ejercicio matutino.  Que decía que en este país denominamos ‘tostada’ al refresco hervido con granos de cebada, y a veces mezclado con algo de maíz.

Hay tantos tonos (sabores) de tostada que es casi imposible que una se parezca a otra. Prácticamente, cada familia tiene su receta particular en cuanto a su elaboración: que añadirle hinojo, que clavo de olor y canela, que remojado previo, que hojas de higuera, que la clave está en el punto de tostado, que esto y lo otro, así hasta perderse en la confusión de ingredientes variopintos.

De hecho, hay restaurantes y pensiones que se distinguen por su tostada, donde forzosamente uno tiene que solicitar una jarra del preciado líquido para acompañar la comida. Y también podemos pedir en botella para llevarnos a casa.

Pero jamás conseguiremos llevarnos la receta mágica, por mucho que roguemos.

 

Maltitas para empezar el día con mucha energía. Fotos por José Crespo Arteaga

 

En mis andanzas por España jamás pude encontrar un producto similar a nuestras maltas. Recorriendo los supermercados, me maravillaba de la variadísima oferta de cervezas alemanas, españolas, holandesas, belgas, etc, pero ni rastro de mi querida negra.

Pillé algunas stouts o  Schwarzbier, de sabor un tanto amargo  y poco evocadoras, como para gustos adquiridos; muy lejos de la tradicional bi-cervecina. Llegué a la conclusión de que esta era una bebida netamente nacional. Ni en las tiendas latinas pude hallar algo parecido. Tuve que conformarme con maltas sin alcohol de procedencia colombiana y ecuatoriana. Desgraciadamente, El Inca no había conquistado tierras europeas, todavía.

 

Salteñas con bi-cervecina, inigualables en una mañana soleada. Foto por José Crespo Arteaga

 

El Inca, es la malta por antonomasia, tanto que se ha convertido en patrimonio cultural de Bolivia.

En el exterior, es el producto más extrañado por los compatriotas que sufren exilio voluntario. Es como el abanderado de la canasta básica de productos nostálgicos, que paulatinamente se exportan a otros países, para consumo casi exclusivo de los migrantes.

No hay arranque más suculento que cantarle ‘las mañanitas’ a un familiar con una ronda de batido de huevo con bi-cervecina. Ese dejo de la malta no tiene parangón en el paladar.

Y así esta versátil bebida se presta muy bien para distinguidos usos: desde una mañana de salteñas muy picantes, cuyo ardor se calma con su refrescante tono tostado. En las noches, resulta también idóneo para acompañar un plato de sillpancho saciador. Un lechón al horno, una fritanga chuquisaqueña, un menudito, una ranga de panza, y otros platos donde abunda el ají, casan muy bien con ella.

Pero, por sobre todas las cosas, nada mejor que una bi-cervecina bien espumosa para cortejar un domingo de chicharrón. O para terminar de ‘matar el chancho’. Como a ustedes les parezca.

 

Chicharrón de cerdo+ maltita = una suma de satisfacciones. Imagen extraída del Blog del Gastronauta

 

PS.- Bueno, a mi también me sale lo esnob, eligiendo esta canción para evocar cosas, aunque no tenga mucho que ver con gastronomía, pero esos “fields of barley” son cautivantes.

La vuelta a clases tiene color

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Luego del guayabo económico que deja la temporada decembrina, los padres de familia se ven en la tarea de buscar y rebuscar los implementos de las largas listas escolares para sus hijos.

Bienvenidos a esta galería a la que llamamos “La vuelta a clases tiene color” de todo con lo que nos podemos encontrar en las bodegas y ferias escolares, ventas ambulantes y tiendas especializadas.

 

Después el aire, condena y triunfo

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Reseña del libro Después el aire, galardonada en 2016 en la Convocatoria Estímulos. La novela cuenta con ocho capítulos, cada uno dividido en hasta cinco partes. La fábula es novedosa, algo intrincada, mezcla de periodismo e investigación corporativa. Posee una suerte de existencialismo que tal vez con menos palabras habría calado más hondo.


Texto por: Elbert Coes

 

Información Bibliográfica del libro

Título: Después el aire

Autor: Diego Alexander Vélez Quiroz

Año: 2016

Producción novelística ganadora en 2016 de la Convocatoria Estímulos en literatura.

 

La lectura de una obra premiada se presenta, entre otras, con esta disyuntiva: uno ignora si la responsabilidad del acierto o desacierto recae sobre el autor, el jurado o el editor. Para precisar dicho examen es necesario prescindir de los dos últimos, con la finalidad de que esta labor, ardua por inercia, se simplifique.

Por varios motivos estoy entre los interesados en examinar las obras ganadoras de Estímulos, y hacerlo significa ponerse, merecido o no, a la altura del jurado; acto valiente, aunque sin los mismos efectos.

Es posible, diría, tal vez justificando el ejercicio que estas líneas signifiquen más de lo supuesto, sentido en el que debo ser cuidadoso; especialmente porque el sistema carece de entidad que expida licencia para reseñar.

La novela Después el aire de Diego Vélez vio la luz tras ser galardonada en 2016. En este texto refiero un breve análisis.

Gusto del simbolismo, pero soy extrañamente escéptico a que estos habiten por montones una novela realista. Me rindo sí ante el manuscrito cuya intención es ser escudriñado.

La Biblia es un buen ejemplo. Digamos en Moisés, desde la perspectiva literaria, se observan atributos de legislador y de profeta. ¿Y cuál ha sido la previsión del patriarca? Desconocemos su capacidad adivinatoria, salvo el fáctico visionario de la norma como elemento social indispensable.

De este modo confío en el carácter tácito del título que lleva Después el aire, y confío también en la cuidada elección del autor, reitero, sin necesidad de haber recurrido al simbolismo.

Leer entre líneas es una opción, por supuesto, subjetiva e íntima.

La novela cuenta con ocho capítulos, cada uno dividido en hasta cinco partes. Tampoco apuesto a favor del estructuralismo literario, pero facilita el ejercicio desde este ángulo. La fábula es novedosa, algo intrincada, mezcla de periodismo e investigación corporativa. Posee una suerte de existencialismo que tal vez con menos palabras habría calado más hondo.

Gloria, una joven apasionada por la fotografía y algo tímida, debe abandonar Manaure, tierra de su genealogía, para ponerse al amparo de Edmundo San José. Edmundo trabaja en Salt EA Company, poderosa multinacional a la que guarda un secreto, secreto del que en cierta medida es cómplice. Pronto, al cometer un error impulsado por sus emociones, se ve obligado a abandonar Manaure y pide a Gloria que se vaya con él a Barcelona.

Mientras Edmundo continúa su trabajo para la compañía —ya instalado en España—, Gloria lleva una vida modesta junto a varios jóvenes intelectuales. Entre ellos conoce a Józef Korzeniowski, quien pondrá su vida de cabeza.

Si bien hay otros personajes relevantes, dado que, como dije, el relato es intrincado, son los tres mencionados quienes cargan el peso de las mutaciones; es decir, el viaje del héroe.

El primer capítulo contiene un elemento de enganche, fluidez e intriga; truculencia que se extiende hasta donde el lector comienza a hacerse preguntas cuyos vacíos bien pudieran ser deliberados. Después el aire está contada en forma polifónica, lo que crearía la necesidad de que el lector mismo resuelva sus inquietudes.

El cuarto capítulo va de la voz de Raúl, un programador que sin saberlo hiende el dedo en la llaga.

Como ingeniero de sistemas introduce al lector en un lenguaje especializado. El capítulo resulta elegante y da lugar a un encuentro entre el narrador y Gloria. Se percibe entre ellos una falta de química soportada en las motivaciones internas. Pienso que quizá el cómico arquetipo de perseguidor y perseguido obstinados pudo haber enriquecido la escena.

En el capítulo quinto se aprecian varios correos que Gloria envía a Magdalena, otra millennial implicada en la trama. Cartas que, exentas de intelectualismo resultan atractivas y por momentos líricas. No obstante, ralentizan el relato. Ocurre a nivel de fábula y narrativa: Gloria, quien porta la voz, resuelve rumiar asuntos ya conocidos por el lector. En su psique, es innegable el avance, ya que Manaure pasa de ser Ítaca a convertirse en Ilión.

Con, cito textualmente, “Manaure no es como la recordaba, no existen ya las imágenes que buscaba”, nos permite reflexionar sobre su paraíso perdido —jamás recobrado— y acerca de los detalles que desaparecen, ¿cuáles son esos detalles para ella? Las cosas que echamos en falta también hablan de quiénes somos.

Aquí Gloria recuerda sí a su némesis, Salt EA Company, que persiste en sitiar su tierra, igual que los trucos contra la fortificada Ilión. Esta intolerancia del personaje emerge por la aberrada multinacional que la obliga a reconsiderar el impacto producido en su destino.

La tarea de creación es un atributo, que no por inercia implica su eficaz desarrollo. Lo es en igual medida la técnica: polifonía, diálogos, memoria. En Después el aire el punto de vista del narrador se sobrepone a la gramática —sacrificio certero en ocasiones—, pero debilita el argumento. ¿Escribimos para contar o contamos para escribir? La diferencia esclarece la respuesta.

El capítulo sexto asoma por mis expectativas tras el primer momento de la novela. Abunda el drama, pero sin tensión no hay relato. Carece de acción, cierto, sin embargo, rastrea nuestra realidad.

Por poner solamente un ejemplo: Odebrecht versus periodismo colombiano. Periodistas los tenemos de dos clases; nos competen los que se cuestionan antes de publicar información, que sopesan sus fuentes y se autoexaminan en ética y moral.

Este capítulo, en general, redondea sobre el relato y mantiene vivos a los personajes. Con los tintes cinemáticos que esboza, podría ser la secuencia literaria de una serie moderna. No pretendo definir si eso está mal o bien, sino que apuesto porque el autor es consciente de sus referencias.

Considero positivo se asuma por parte del escritor ficcional, con toda honestidad, que es válido alimentarse también del cine.

Para precisar algunas anotaciones finales, refiero la relación de los esposos, Gloria y Edmundo. Esta, conveniente, consciente y desapegada, no por ello cae en lo trágico. Más allá del resultado, o la expectativa del lector, de principio a fin es a la vez condena y triunfo.

Digamos, quizá, para los sujetos expuestos, esta sea una reafirmación de que las “estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad” y accedieron a dicha “oportunidad” del mejor modo posible. Como en los senderos bifurcados del laberinto que representa la vida, donde se elige la opción menos trágica pese a no ser la más dichosa.

He dicho ya que Después el aire se aleja de ser un relato de acción —acción que anhela consumir un acérrimo lector de Kipling y Auster—, empero, insiste en plantear interrogantes existenciales. Y bien sea fortuna abandonar la fábula de dos ejércitos que se atacan secuencialmente, cual inmolación insinuada por los dioses, o bien sea infortunio optar por contar para escribir, la sobriedad, el cuidado de estilo, la realidad contemporánea, sostienen el relato.

Permítaseme de cierre la atrevida hipótesis de que el capítulo octavo y el epílogo no se escribieron.

 

Texto por: Elbert Coes

Guacho y Carlos Marx

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Karl Marx. Imagen extraída de Wikipedia. Fuente: Instituto Internacional de Historia Social

¿Cuál fue, se pregunta uno, el marxismo que condujo a Guacho a matar a unos civiles desarmados si él nunca llegó a leer un texto de Marx? Para el revolucionario absoluto el fin justifica los medios y asesinar “enemigos ideológicos” no se considera por lo tanto un delito.


 

La primera vez que Guacho apareció ante las cámaras de t.v. fue cerca a Tumaco. Cuando se presentó una fricción entre unos raspachines y fuerzas de policía, alguien disparó y mató a un raspachín.

La policía fue acusada del crimen, lo que no era cierto.

En medio de esa tensión apareció Guacho con un grupo de sus guerrilleros: un hombre joven afrodescendiente, tímido al cual le sobraban el uniforme y el fusil.

Ya después, lo debemos suponer, Guacho se declaró en rebeldía contra su Comandante y se entregó al narcotráfico como “una vía legítima de acción revolucionaria”.

 

Guacho. Imagen de semana.com

 

Lo que vino después ya lo sabemos, aun cuando no deja de estremecernos la crueldad con que mandó a asesinar a la pareja de jóvenes esposos y a los tres periodistas. Muchos guerrilleros – recordemos los feroces campesinos del Pot en Camboya- recurrieron, en el momento de ser enjuiciados por sus crímenes, al sofisma de que solamente habían estado obedeciendo órdenes de sus Comandantes.

Y por lo tanto la ideología era la asesina y no ellos.

¿Cuál fue, se pregunta uno, el marxismo que condujo a Guacho a matar a unos civiles desarmados si él nunca llegó a leer un texto de Marx? Para el revolucionario absoluto el fin justifica los medios y asesinar “enemigos ideológicos” no se considera por lo tanto un delito.

¿No llevaba en su mochila un manual del guerrillero uno de los detenidos por el infame atentado a la Escuela General Santander?

 

Karl Marx. Imagen extraída de Wikipedia. Fuente: Instituto Internacional de Historia Social

 

Yo he leído algunos de estos manuales y lo que allí se lee no es otra cosa que unas instrucciones para convertirse en un fanático porque de marxismo no hay nada, por supuesto, ya que lo que los Comandantes guerrilleros insuflan en el cerebro de estos analfabetos reclutados no es más que una serie de tópicos desfasados como “combatir el imperio, el capitalismo norteamericano” y poner como ejemplo a un aventurero que tampoco leyó a Marx, el Che Guevara.

Naturalmente estas extravagancias, ni en la cabeza del más enfermo de los dogmáticos, podrían constituirse en un argumento para justificar más de cincuenta años de lucha armada en Colombia, pero si nos ayuda a poner en claro la farsa cruel de una ideología manipulada por una élite de dirigentes para su propio beneficio económico.

Guacho apareció por un instante ante nuestros ojos, pero Guacho en realidad no existió en la medida en que quienes estaban encargados de otorgarle la entidad de ser humano con nombre y apellido propios, no lo hicieron.  ¿Cuántos guerrilleros murieron a lo largo del levantamiento  de las FARC  del ELN y cuáles son sus nombres y apellidos, en dónde están enterrados? Esta es una pregunta decisiva para la JEP.

 

Imagen extraída de Twitter. Caricatura por Matador

 

¿Era Guacho marxista-leninista o lo es el Comandante Romaña?

Lo que escribes, recordémoslo, es lo que realmente eres, ya que puedes argumentar que eres Mao Tse Tung, pero tu escritura decirnos que eres un perico de los palotes. Esto, científicamente lo asevera Marx.

¿Será por eso que nunca han escrito nada Iván Cepeda o Jaime Caicedo, el Comandante “El Paisa”, “Pablito El Carnicero”?

Sabemos que quien dijo ser el padre de Guacho, no lo era, y que final y discretamente su verdadera madre rescató el cadáver y desapareció. La dialéctica leninista es implacable como recuerda Merleau-Ponty: para un miliciano todo debe sacrificarse a la causa pues el individuo no existe.

¿Cómo buscar, entonces, las tumbas inconsolables de estos esclavos de una deformada ideología? ¡Saquen a Marx de esa basura!

 

El juego de paranoias y el trompe`l oeil del carro bomba

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Imagen de RCN Radio

La siguiente es una crónica de una falsa alarma de carro bomba en la ciudad de Pereira, un día después del atentado a la Escuela de Policía General Santander en Bogotá.


 

Parecía una escena de locos, preámbulo de alguna guerra mundial que quiebra sus dientes para no morir de risa.

En la ciudad de Pereira el pasado 18 de enero de 2019, un carro que solo sirve para dar lástima, rojo, como para acabar de completar, se quedó varado a mitad de calle en la Avenida Sur, frente a la imponencia de dos centros comerciales judíos y sin alma, y una central de policía que no era judía.

Los policiales, con la paranoia que hace parte de su equipamiento de dotación básica, despliegan el increíble arsenal de un hombre. ¡Un hombre! Con el debido material antiexplosivos para acercarse a la terrible carcasa con el material imaginado y peligroso.

Pero no, al parecer el carro no llevaba más que unos peligrosos cilantros y algunas cebollas terroristas que atacan directamente a los ojos de sus víctimas si estas van desprevenidas por la vida. El carro, un montón de latas rojas de esos que sus últimos usuarios condenan a recorrer la calle de barrios al ton y son de un señor con voz hosca que pregona los vegetales, con una voz que parece cancioncilla navideña y prolonga sus tonos al final de cada palabra.

Toda la ciudad se paralizó viendo la terrible imagen del valiente policía, solitario, y el gallardo carro, indolente en la carretera como si el paso del tiempo no fuera con él.

 

Imagen de RCN Radio

 

Cerraron toda una avenida, toda la sur, una pequeña vía de dos carriles que para los estándares de este pueblo resulta bastante cosmopolita. Cerrar esa vía es como si a la ciudad le taparan una arteria que va directo al corazón, y esta quedara a punto de sufrir un paro cardíaco. Las redes sociales se llenaron con la familiar intensidad que sentencia actas de muerte desde antes como para que no le quede ninguno por fuera.

¡Pilas! y la gente, efectivamente se asusta. Pero contrario al efecto esperado, la muchedumbre no se aleja, sino que el llamado de atención ha servido como laxante porque rápidamente los bordes de los centros comerciales y el perímetro al que se permitía llegar por la calle cerrada, se abarrotó de la curiosa morbosidad de la que goza el populacho, curiosos, o posibles suicidas vergonzantes, vaya a saber uno.

Pero no, ese carro no tenía más peligro que quedarse varado en una saludable explosión de verduras, con un conductor atrevido que se fue sin siquiera dar un par de manzanas a los policías para que cuidaran su cacharro.

Luego de eso todo el día han sido rasponazos de helicópteros que son las delicias de los niños que juegan a correr con él, atrapando a los bandidos.

La gente no ha hecho sino hablar del tal atentado, tienen miedo pero sacan el espacio para alguna hipótesis loca, que van desde guaduas bien puestas con piedras hasta órganos genitales bien dispuestos, y los chistes, conjeturas y especulaciones que salen sobre un mocho que condujo varios cientos de kilómetros para llegar al encuentro con su destino no se han hecho esperar y son un bálsamo en medio del miedo.

Este cronista seguirá pendiente de la eficiente labor de la policía: aún pueden quedar cabos sueltos de peligrosísimas señoras con ollas de morcilla y otras atrocidades que si no matan a punta de pentonita, por lo menos lo hacen a punta de indigestión.

 

El Holocausto, 80 años del horror

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El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas liberaron el mayor campo de concentración nazi, el de Auschwitz. Cada año, en esta fecha, el mundo entero conmemora el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto.


La celebración del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto fue proclamada por la respectiva resolución de la Asamblea General de la ONU el 1 de noviembre del 2005.

Preparamos el siguiente especial sobre el horror sucedido antes, durante y después del Holocausto. Bienvenidos.

 


Documental: los últimos días de Ana Frank

Diario de Ana Frank – fragmentos

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Ana Frank nació en Alemania en junio de 1929 y murió en 1945 en el campo de concentración Bergen-Belsen, víctima de tifus.


 

Fragmentos

“El viernes desperté ya a las seis. Era comprensible, pues fue el día de mi cumpleaños. Pero no podía levantarme tan temprano y hube de apaciguar mi curiosidad hasta un cuarto para las siete. Entonces ya no soporté más y corrí hasta el comedor, donde nuestro pequeño gatito, Mohrchen, me saludó con efusivo cariño. Después de las siete fui al dormitorio de mis padres y, enseguida, con ellos al salón para encontrar y desenvolver mis regalos. A ti, mi diario, te vi en primer lugar, y sin duda fuiste mi mejor regalo.” Domingo 14 de junio de 1942

“Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de muchas libertades. Los judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares; los judíos sólo pueden hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde; sólo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada (…).”

“Nadie escapa a esta suerte, a no ser que se esconda. […] No respetan a nadie: ancianos, niños, bebés, mujeres embarazadas, enfermos, todos sin excepción marchan camino de la muerte.”

“Lo que más anhelo yo es una casa propia, poder moverme libremente y que alguien me ayude en las tareas, o sea, ¡volver al colegio!” 23 de julio de 1943.

“[Sobre sus protectores] Suben todos los días y les hablan a los varones de negocios y política, a las mujeres sobre comida y las dificultades en tiempos de guerra y a los niños sobre libros y periódicos. Vienen con sus expresiones más alegres, traen flores y regalos para los cumpleaños y festividades y están siempre dispuestos a hacer todo lo que está a su alcance. Esto es algo que nunca deberíamos olvidar; mientras otros despliegan su heroísmo en la batalla o en contra de los alemanes, nuestros protectores demuestran el suyo todos los días a través de sus buenas almas y su afecto.”

 “Me angustia más de lo que puedo expresar el que nunca podamos salir fuera, y tengo mucho miedo de que nos descubran y nos fusilen”.

“Éste es ‘el día’: ¡La invasión ha comenzado! […] ¡Conmoción en la Casa de atrás! ¿Habrá llegado por fin la liberación tan ansiada, la liberación de la que tanto se ha hablado, pero que es demasiado hermosa y fantástica como para hacerse realidad algún día? ¿Acaso este año de 1944 nos traerá la victoria? Ahora mismo no lo sabemos, pero la esperanza, que también es vida, nos devuelve el valor y la fuerza. […] Tal vez, dice Margot, en septiembre u octubre pueda volver al colegio.”

“Para alguien como yo es una sensación muy extraña escribir un diario. No sólo porque nunca he escrito, sino porque me da la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual, tengo ganas de escribir y mucho más de desahogarme.”

“Créeme, cuando llevas un año y medio encerrada, hay días en que ya no puedes más. Entonces ya no cuenta la injusticia ni la ingratitud; los sentimientos no se dejan ahuyentar. Montar una bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirse joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo, y, sin embargo, no puedo dejar que se me note.”  24 de diciembre 1943.

[Páginas finales del diario] “Ahí está lo difícil de estos tiempos: la terrible realidad ataca y aniquila totalmente los ideales, los sueños y las esperanzas en cuanto se presentan. Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres.”

“Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo todo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y, sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esta crueldad también acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial.”

“Mientras tanto tendré que mantener bien altos mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica…”

 

El Holocausto: “El mayor y más horrendo crimen de la historia de la humanidad”

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Nosotros, los judíos, no debemos exteriorizar nuestras emociones, debemos ser valientes y fuertes, debemos aceptar todos los inconvenientes y no quejarnos, debemos hacer lo que esté en nuestras manos y confiar en Dios. En algún momento esta terrible guerra acabará. Con seguridad volverá el momento en el que otra vez seamos un pueblo, y no solamente judíos… Ana Frank


Texto y fotos extraídas de Infobae
Autor: Alfredo Serra

 

Se calcula que 6 millones de judíos perdieron su vida en los campos de exterminio nazi

Se calcula que 6 millones de judíos perdieron su vida en los campos de exterminio nazi

 

“Después de Auschwitz es imposible escribir poesía”.
(Primo Levi, 1919-1987, escritor italiano sobreviviente del más atroz de los campos nazis de exterminio)

El Holocausto, la Shoá (en hebreo, “Catástrofe”), se acerca a sus 80 años, si se tiene en cuenta el primer y brutal acto del nazismo: la invasión a Polonia, el primer día de septiembre de 1939, inicio de la Segunda Guerra Mundial a partir de las blitzkriegs (guerras relámpago), que no se detendrían hasta que las fuerzas aliadas empezaron a desvanecer el sueño de Adolf Hitler: un Tercer Reich dueño del planeta Tierra durante mil años.

Pero la cáscara traslúcida del huevo dejó ver a la serpiente y su furia una mañana de 1904 en la Escuela de Artes de Viena cuando el alumno Hitler, de 16 años, hasta entonces un vagabundo sin destino, vio naufragar su delirio de convertirse en un gran artista…

El profesor, devolviéndole sus dibujos y pinturas, lo sepultó:

–Usted, Herr Hitler, no tiene futuro. Sus figuras carecen de vida. Parecen edificios. Tal vez debería probarse como arquitecto…

La sorna de esas últimas palabras lo cegó de odio.

En adelante, deambuló, aunque era enemigo del alcohol, por cervecerías de Munich y Berlín, atento a las encendidas discusiones políticas generadas por la crisis de Alemania, derrotada en la primera gran guerra y condenada por el Tratado de Versalles a pagar una deuda colosal.

Por fin, el 16 de octubre de 1919, empezó a hablar sobre los enemigos que acechaban al país –a pesar de ser austríaco, no alemán–, y ante la indiferencia de los parroquianos, vociferó:

–¡¿Hay alguien que me oiga?!

Silencio en todas las mesas frente a ese joven esmirriado, imberbe, sin más pelo en la cara que un ridículo bigotito chaplinesco, que empezó hablando de Lohengrin, Parsifal, el Valhalla, la pureza de la raza alemana…, y acabó maldiciendo a los judíos:

–¡Se nutren de nuestra sangre y de nuestro trabajo! ¡Son parásitos! ¡Hay que acabar con ellos! ¡Son el verdadero enemigo!

 

Adolf Hitler

Adolf Hitler

 

Muchos, atónitos, abandonaron el local. Pero muchos otros se quedaron.

La mecha estaba encendida…

El 30 de enero de 1933, después de una breve condena a prisión por encabezar disturbios –lapso que destinó a escribir Mein Kampf (Mi Lucha), la biblia del nazismo, ascendió a su primer trono: Canciller de Alemania.

Primera puntada de una de las tramas más siniestras de la historia: el apaleo a los judíos a cargo de los fanáticos de las juventudes hitlerianas, sus camisas pardas y sus brazaletes con la cruz gamada, el espanto de “La noche de los cristales rotos” –destrucción de los comercios judíos–, y el prólogo jurídico del Holocausto: leyes que los apartaron del sistema educativo, el trabajo, la vida nacional…, y en 1935, las Leyes de Nüremberg, que los convirtió en apátridas y los envolvió en una nube canalla: considerarlos una raza…, cuando en realidad son un pueblo, una cultura y una religión, por otra parte optativa.

Pero los planes de Hitler acerca de ellos no acabaría allí.

El 2 de septiembre, apenas invadida Polonia, el jefe de Seguridad de las SS, Reinhard Heydrich, puso en marcha en Varsovia el primer gueto judío urbano. Miles de familias aisladas, sin derechos, y vigiladas por los esbirros nazis y sus fusiles de gatillo fácil…

 

La noche de los cristales rotos

La noche de los cristales rotos

 

En 1940, la misma suerte corrieron los judíos de las naciones ocupadas por las hordas nazis: Noruega, Dinamarca, Bélgica, Francia, los Países Bajos…, y un trágico símbolo de la Shoá: apertura de un campo de concentración en Auschwitz…

Pero la máscara aún no había caído del todo. El 20 de enero de 1942, en una conferencia en Berlín, calle Grossen Wannsee números 56/58, y ante 13 funcionarios de todas las áreas, se “discutió” –un eufemismo– la solución final de la cuestión judía: es decir, “la aniquilación completa de los judíos europeos”.

No todos los presentes estuvieron de acuerdo (algunos opusieron vallas legales), pero la decisión estaba tomada de antemano: tanto, que en el verano del mismo año, las cámaras de gas de 6 campos de exterminio ya funcionaban a pleno. 

El gas Zykclon B, un pesticida que mataba humanos en pocos minutos, se llevó casi 3 millones de judíos…

Pero el delirante mito de la pureza aria no se conformó sólo con masacrar judíos. Sufrieron y murieron del mismo modo los gitanos, los homosexuales y los deformes, venenosas semillas capaces de alterar a los descendientes de Lohengrin y Parsifal… Y también los negros, los comunistas… ¡y los Testigos de Jehová!

Si el Mal admite prodigios, la Solución Final fue un ejemplo de diabólica eficiencia: en pocos meses, 37 campos de exterminio repartidos en media Europa, con predominio de Alemania, fueron construidos, puestos en marcha –algunos con nombres imposibles de olvidar: Auschwitz, Sobibór, Dachau, Flossenburg, Bergen-Belsen, Buchenwald, Treblinka…–, y terminada la guerra, se calculó que en esas pavorosas barracas habían muerto 15 millones (hombres, mujeres, niños), de los cuales 6 millones eran judíos.

 

En el famoso libro The Holocaust Chronicle (en la Argentina, Crónica del Holocausto, Ed. El Ateneo), tal vez la obra más completa –mil páginas– sobre lo que Winston Churchill definió como “El mayor y más horrendo crimen de la historia de la humanidad”, se lee:

En la gélida mañana del 3 de noviembre de 1943, las SS y sus colaboradores nazis rodearon a los judíos de Trawniki, Poniatowa y Majdanek, Polonia. Hicieron marchar a hombres, mujeres y niños hasta unas grandes fosas. Entonces, mientras atronaban con música unos altavoces para acallar los disparos y los gritos, fusilaron a 18 mil judíos. Orgullosos del trabajo de aquel día, los sádicos verdugos denominaron a esa barbaridad, “Enterfest”: el Festival de la Cosecha.

Cerrada la farsa de la conferencia sobre la Solución Final, el jefe del operativo, Hermann Göring, ordenó al SS Reinhard Heydrich la planificación general de la masacre, y a Adolf Eichman la creación del sistema de transporte (trenes y camiones) de los judíos hacia los campos de exterminio.

Pero por sobre ellos, y debajo de Hitler, el bastonero de la muerte fue un mediocre soldado alemán que había combatido en la primera gran guerra sin pena ni gloria, pero de ambición y astucia sin límites: Heinrich Himmler, el híper director del espanto de aquellos campos de la muerte…

Su mente enferma, más la bestialidad de los encargados de las barracas, creó los fusilamientos masivos y la muerte en las cámaras de gas hacia la que los prisioneros caminaban desnudos creyendo que serían bañados después de los eternos viajes en vagones de tren abarrotados, sin ventanas, sin agua, sin comida…

 

Heinrich Himmler

Heinrich Himmler

 

Mientras, otro criminal con aires de científico –una especie de Doktor Frankestein–, Joseph Mengele, martirizaba a los prisioneros con sus experimentos en busca del hombre y la mujer “de raza aria pura” para que tuvieran relaciones sexuales que darían como fruto perfectos ejemplares humanos destinados a propagar nazis ideales por el mundo.

Para ello usaba seres vivos y cadáveres. A los últimos, si eran judíos de ojos azules, les extirpaba esos órganos y los coleccionaba en grandes frascos.

Según sus esotéricas teorías, la raza perfecta debía salir de la unión de parejas sin falla física alguna, de modo que creó una serie de instrumentos para medir las dimensiones de los huesos y otras características.

Si alguno de los conejos de Indias humanos no respondía a los cánones de perfección…, los desechaba. Serían pasto de balas o de cámaras de gas, y convertidos en cenizas en los hornos crematorios. En muchos casos, se obligaba a los prisioneros a cavar sus propias fosas antes de morir fusilados…

¿Por qué no, si Hitler, en sus discursos, repetía “deteniendo a los judíos estoy luchando por la obra de Nuestro Señor”?

Desde luego, miles, millones de cadáveres fueron transformados en próspera industria. Judíos y no judíos. Una vez muertos, y antes de su destino de fosa o de horno, se les incautaban los zapatos, los infamantes uniformes a rayas blancas y grises, y las piezas de oro de sus dientes.

Cuero, tela, metal, llevados a la enésima potencia, llenaban depósitos, y luego eran reciclados, vendidos, o robados por algunos jerarcas…

Recordó en sus memorias MarieVaillant-Couturier, valiente mujer de la Resistencia francesa, prisionera en Auschwitz: “Una noche nos despertaron unos gritos horrorosos. Y al día siguiente supimos por los del Sonderkommando (unidades de trabajo) que el día anterior se les había acabado el gas Zyklon B, y arrojaron a los niños, ¡vivos!, a los hornos“.

Un mundo y un tiempo sin esperanza, a pesar de las palabras de la joven y célebre mártir Ana Frank, muerta a los 16 años en el campo de Bergen-Belsen:

Nosotros, los judíos, no debemos exteriorizar nuestras emociones, debemos ser valientes y fuertes, debemos aceptar todos los inconvenientes y no quejarnos, debemos hacer lo que esté en nuestras manos y confiar en Dios. En algún momento esta terrible guerra acabará. Con seguridad volverá el momento en el que otra vez seamos un pueblo, y no solamente judíos…

La escritora judeo-alemana Hannah Arendt (1906-1975), en su libro de 1951 Los orígenes del totalitarismo, acuñó una frase inolvidable y mil veces analizada, no siempre con lucidez: “la banalidad del mal”.

 

Recuerda, en relación a la historia de Adolf Eichman, que vivió en un suburbio de Buenos Aires desde el fin de la guerra hasta el 11 de mayo de 1960 bajo el falso nombre de Ricardo Klememt.

Capturado ese día por agentes israelíes, y juzgado y ahorcado en Jerusalén en 1962, fue un factótum de la Solución Final: nada menos que el encargado de la red de transportes de judíos hacia los campos de la muerte.

Y escribió Arendt:

Este criminal nazi no era un fanático antijudío, ni un genio del mal, ni un loco que sintiera placer por ser responsable de la muerte de millones de personas. No era estupidez: era una curiosa y auténtica incapacidad de pensar. Para él, la Solución Final era un trabajo, una rutina cotidiana con buenos y malos momentos. No lo atormentaron problemas de conciencia. Su pensamiento fue totalmente absorbido por la organización y administración que le encomendaron. Estamos ante un nuevo tipo de maldad: el burócrata terroríficamente normal.

Como recordó el documentalista ruso Mikhail Room, discípulo del genial Sergei Einsestein, en su film El fascismo cotidianoaquellos criminales de los campos eran como oficinistas. Cumplidas sus ocho horas de trabajo, y después de matar a miles de seres humanos, volvían a su casa, a su mujer, a sus hijos, a sus perros, a sus rosas recién regadas, a sus discos de música alemana, a su apetitosa cena, como cualquier hombre normal: la otra cara del espanto.

Tal vez la peor, la más peligrosa, porque cumple órdenes diabólicas ordenadas por su jefe, e ignora la diferencia entre el Bien y el Mal. Una pata herida de su perro lo preocupa más que los miles de seres humanos a quienes, horas antes, les cerró la puerta de la cámara de gas y accionó la palanca…

Esa “nightmare”, esa palabra que Borges decía que era aun peor que “pesadilla”, su traducción correcta, no duró los mil años prometidos por el führer en su borrachera de sangre: respiró apenas entre 1939 y 1945. Y en su caso, hasta el 30 de abril del año final, cuando se suicidó con bala y veneno, igual que Eva Braun, su mujer, en una Berlín en ruinas y en un bunker alguna vez inexpugnable y al final un castillo de naipes.

 

Pero un final dentro de ese final probó –y probará por siempre– la demencia de los mesianismos políticos: Magda, la mujer de Joseph Goebbels, el todopoderoso ministro de Propaganda del nazismo, antes de matarse junto a su marido… ¡envenenó a sus seis hijos! para que no vivieran en una Alemania derrotada.

Sin embargo, como cáscara de cebolla, hubo otro final, narrado por Simon Wiesenthal en su imprescindible libro Los asesinos están entre nosotros. Según él, ya liberados los campos de exterminio, habló junto a un arroyo con uno de los jefes nazis. Con cierto temor, pero confiado, ya que “era el que mejor me había tratado”.

Y sucedió este diálogo:

–Dígame, Wiesenthal…, si mañana lo llevaran a Nueva York, por ejemplo, y alguien le preguntara cómo era la vida en el campo de concentración, ¿qué le diría?

–No sé… Supongo que la verdad.

–No lo intente.

–¿Por qué?

–Porque no le creerían, lo tomarían por loco, y hasta lo internarían en una clínica.

–No comprendo por qué…

–Porque sólo los que vivimos aquí sabemos lo que pasó. Nadie más, en todo el mundo, puede imaginarlo…

 

Texto y fotos extraídas de Infobae
Autor: Alfredo Serra

De vuelta al camino en 2019: cosas de romanos

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En el escrito de hoy, quisiera recordar una ciudad majestuosa, elevada a orillas del gran río europeo, el Rin.


 

El año anterior leyeron mis notas que daban cuenta del recorrido que hice el pasado verano por algunas ciudades de Suiza y Alemania.

En estos escritos estuve muy concentrada en la intención de darle un contexto a mi experiencia; quise indagar por las cuestiones históricas o urbanísticas, entre otros aspectos, para proporcionar un marco más amplio de comprensión sobre los lugares visitados.

Así, recorrí con ustedes el orden y la belleza incomparable de ciudades como Ginebra, Berna y Zúrich, en Suiza; también el dinamismo y el protagonismo histórico de ciudades como Múnich y Berlín.

Río Aar en Berna, Suiza. Foto por Martha Alzate. Clic en la imagen para leer hoja de viaje de Berna.
Gran Hotel Dolder, Zurich. Foto por Martha Alzate. Clic en la imagen para leer hoja de viaje.
Lago en Ginebra. Foto por Martha Alzate. Clic en la imagen para leer hoja de viaje de Ginebra.

Llegó el fin de año, y me fue obligado hacer una pausa, primero para dar cuenta, en el último de mis escritos del 2018, de la protesta social que mantiene en una azarosa inestabilidad a Francia, país en donde actualmente resido.

Todo plazo tiene su fin, han pasado ya las vacaciones. Empezamos un nuevo año, y los invito a acompañarme nuevamente en el recorrido por algunas de las ciudades más importantes de Europa, destinos que he tenido la fortuna de conocer durante mi estancia en este continente. Asimismo, los invito a hacer parte del viaje enviándome sus comentarios y observaciones a estas notas de viaje.

En el escrito de hoy, quisiera recordar una ciudad majestuosa, elevada a orillas del gran río europeo, el Rin.  Un antiguo enclave romano que obtuvo de ese imperio importantes concesiones por haber nacido en su territorio la emperatriz Agripina, esposa del emperador Claudio, y madre de Nerón, razón por la cual, además, esta ciudad en una época llevó su nombre: Ara Agrippinensium.

 

Río Rin. Foto por Martha Alzate

 

Se trata de Colonia, en alemán Köln, fundada en el año 38 a de C.

Para animar mi narración, recorro las fotografías que tomé en aquellos días cálidos, y no puedo reprimir un suspiro.

Además de su riqueza histórica, que puede contemplarse bien en el Museo Romano-Germánico, en el cual pueden observarse muchísimas piezas de cerámica que proceden de excavaciones y pertenecen al período de Colonia Claudia Ara Agrippinensium.

Es una urbe llena de belleza y encanto, el cual puede percibirse simplemente deambulando en un paseo tranquilo por sus calles, desde las más antiguas cargadas de historia, hasta los nuevos vecindarios construidos alrededor de un robusto urbanismo.

 

Calle de Colonia. Foto por Martha Alzate

 

Empecemos por el Museo. En él se exhibe el mosaico de Dionisio, que hace parte del yacimiento arqueológico donde hoy se elevan sus instalaciones, y que procede de los años 220 a 230.

Igualmente, puede observarse allí un altar, se trata de la tumba de Publicio, que fue reconstruida y que se expone actualmente en este recinto.

Recorriéndolo, pude además enterarme de algo que no tenía presente y que constituyó una novedad: el manejo de los romanos sobre la técnica de la producción de vidrio. Una larga colección de hermosos jarrones, copas, vasijas, todas plenas de traslúcida y centelleante belleza, que nos obsequian, además de sus diferentes colores, diversidad de acabados y decorados.

Largas secciones de estantes que albergan estas maravillas se me antojaron una muestra sobresaliente, además de una prueba de cómo las grandes culturas llegaron a esforzarse por incluir sus ambiciones estéticas, aún en los objetos de uso cotidiano.

Colonia tiene, además, como es ampliamente conocido, una catedral magnífica, que ostentó la gloria de ser el edificio más alto de Europa hasta finales del siglo XIX: la Kölner Dom.

Con sus 157 metros de altura, es la estampa más visible y el mayor tesoro de la ciudad.

Su construcción inició en el siglo XI, y finalizó en el  XIX, lo que la convierte en una suerte de proeza, similar a la que se afronta actualmente con diversas obras inconclusas del arquitecto catalán Antoni Gaudí. Entre ellas tal vez la más destacada la iglesia de La Sagrada Familia en Barcelona.

 

La Kölner Dom, Catedral de Colonia. Foto por Martha Alzate

 

Pero, alejémonos un poco de los monumentos más concurridos por los turistas, e intentemos recordar juntos cómo vieron mis ojos aquella ciudad el pasado verano.

El aspecto más relevante, a mi juicio, es el río, que la constituye y la define como el Garona a Bordeaux, o el Sena a Paris, poderosa fuente hídrica a cuyas orillas se desarrolló el incipiente poblado, convirtiéndose con el pasar de los años en una ciudad, protagonista en la formación y consolidación de la cultura occidental.

De él deriva su verdadera importancia, pues ha sido el intercambio comercial que ha fluido por sus aguas, el que le ha permitido forjarse a través de los siglos un lugar destacado en la economía, no solo de Alemania sino de toda Europa.

 

Río Rin. Foto por Martha Alzate

 

Por ejemplo, en la Edad Media llegó a ser la ciudad más importante de Alemania, debido al derecho de emporio que le permitió ser el centro del comercio entre los países bajos y el centro del país germano.

Y hoy día, aunque ha dejado de ser un destino para los grandes buques, debido a la construcción de numerosos puentes que impiden la navegabilidad en sus cercanías, y de haber abandonado en parte su vocación industrial, se ha posicionado como un centro mundial para las comunicaciones, proporcionando llamativas ventajas competitivas que han propiciado el establecimiento masivo de empresas relacionadas con el mundo digital.

Un paseo por el sendero peatonal que rodea sus orillas, y que hace parte de un espacio público de dimensiones importantes, constituye el punto de relación entre lo sólido del terreno y el líquido de sus corrientes. Mientras lo recorro, puedo contemplar al fondo la estampa de las dos torres de “su dama”, la catedral, imagen inolvidable que imprime una identidad peculiar a todo el conjunto.

 

El Rin. Al fondo sobresales los chapiteles de la Catedral Kölner Dom. Foto por Martha Alzate

 

Köln fue para mí, el verano que pasó, un argumento más en la conformación de la idea de la gran trascendencia que tiene el rescate y el privilegio de las fuentes hídricas en el desarrollo urbanístico, económico, y social de cualquier ciudad del mundo. 

Un aprendizaje que aún no incorporamos en nuestros países, demasiado tropicales, tal vez, en cuyos parajes la abundancia de agua apenas si se compadece con el abandono del que hemos hecho objeto a nuestros principales cuerpos de agua.

Ver galería de fotos de Colonia



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Terremoto del Eje Cafetero: 20 años después

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El 25 de enero de 1999 un terremoto de 6,2 grados en la escala de Richter estremeció al Eje Cafetero. A las 5:40 p.m. del mismo día, una réplica de 5,8 grados arrasó con lo poco que quedó en pie.

De acuerdo con el estudio posterior de la Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe (Cepal), murieron 1.185 personas, hubo 731 desaparecidos y se registraron 8.523 heridos.

El desastre golpeó a los pobladores de Quindío, Risaralda, Valle del Cauca y Tolima, con 138 nuevas réplicas en el mes siguiente, algunas hasta de 4,4 grados.

En La Cebra Que Habla preparamos este especial para nuestros lectores, con crónicas, videos, fotografías, y una serie de lecciones que nos dejó tan desastroso y lamentable acontecimiento. Bienvenidos.


Galería del terremoto del 25 de enero de 1999 en blanco y negro

En el Centro de Convenciones de Armenia  hay una exposición de fotografías, la Unidad Nacional de la Gestión del Riesgo, en blanco y negro de las afectaciones por el terremoto.

 


20 años después del terremoto: lecciones aprendidas

Vida y Futuro fue la fundación que veló por los damnificados del terremoto del 99, un hecho que en muchos sentidos cambió la forma de vivir y de sentir la ciudad.  Charla en el programa Juntos pero no Revueltos con el encargado de gerenciar y orientar la fundación Vida y Futuro, el ingeniero Luis Fernando Sáenz.


Así se reportó el terremoto en el Eje Cafetero:

 

Cambios en el paisaje urbanístico y las normas de construcción y atención de desastres:

Análisis de las causas del terremoto de 1999 y posibilidad de un nuevo sismo: