lunes, junio 16, 2025
cero

El cartel del mes por Quimbaya Studio: animales en vía de extinción, ficcionados.

0
Dibujo es de la colección MEE-7 de Hector Betancur  

Este mes el cartel trata el tema de los animales en vía de extinción, ficcionados. Compartimos con ustedes este dibujo que es de la colección MEE-7 de Hector Betancur, miembro del colectivo.

Los invitamos a seguirnos en Instagram, búscanos como @quimbayastudio

Sexo enmascarado

6

                   “ Opino con Sade/ que al deseo los frenos

                     le sientan fatal.”

                                                 Joaquín Sabina

                                                  Whisky sin soda.

En medio de la avalancha informativa que nos abruma, sin tiempo para tomar distancia crítica y mientras se multiplican por igual las teorías conspirativas y las leyendas urbanas sobre el Covid-19, me entero de que algunas autoridades sanitarias les recomiendan a las parejas- formales o furtivas- usar tapapocas durante las relaciones sexuales, no vaya a ser que la parca les llegue disfrazada de orgasmo.

Para variar, el dato me llegó vía Martha Alzate, que lo encontró en una de sus pesquisas por la prensa global.

¡Nññññeeeerdaaa, compadre,  no jooodddaaa! diría mi vecino, el poeta Aranguren ante semejante muestra de  fundamentalismo.

Hasta ahora, la reglamentación del sexo era potestad exclusiva de los inquisidores. “Señor mío y Dios mío, perdona el pecado que vamos a cometer. No es por vicio ni es  por fornicio, es por hacer hijos en tu santo servicio”, recitaban las parejas antes de entregarse a las delicias y tormentos de la carne, o a lo que algunos teólogos llamaban “Hacer la bestia de dos espaldas”.

¿Sexo sin besos en la boca, sin viborear de las lenguas y sin la consiguiente descarga eléctrica que nos estruja y nos pone fuera de nosotros mismos? ¿a quién se le ocurre semejante aberración?.

Tomada del Q’hubo de Cali

Según los historiadores de la sexualidad, el sexo sin besos en la boca era una suerte de código de honor empleado por las putas. Era y es su manera de dejar en claro desde el principio que se trata de una transacción en la que una parte paga por un alivio fugaz y la otra le sirve de medio, de instrumento.

En la práctica, tener sexo con tapabocas equivale a hacerlo con la ropa puesta. Y aunque este últtimo recurso es válido en situaciones extremas, no es lo más cómodo del mundo: demasiados botones, cinturones, cremalleras.

Estorbos de esos.

Pero hay algo más profundo. En  esencia, el vestuario es también una máscara. Desnudarse es pues, desenmascarar el cuerpo. Ponerlo a disposición del otro como una ofrenda, una señal de complicidad.

Quienes vieron  “El último tango en París”, la controversial película del muy anarquista Bernardo Bertolucci, estrenada en 1972, recordarán la célebre escena en la que el personaje encarnado por Marlon Brando sodomiza a la muchacha interpretada por la joven María Schneider.

Jane está desnuda por completo, mientras Paul apenas si se ha abierto la bragueta. Es decir, la mujer está inerme a campo abierto, mientras el hombre se encuentra atrincherado y a salvo de todo peligro.

María Schneider y Marlon Brando en una de las escenas emblemáticas de la película. FOTO: ARCHIVO CLARIN

En su momento eso desató la furia de las feministas, cuyas descendientes  agrupadas en el #Metoo reavivaron la imagen, y de paso acusaron de violación a un Marlon Brando ya muerto y enterrado.

Vuelvo al asunto de las mascarillas. Buscando una explicación, me dí una vuelta por el mundo del cine, el cómic, la historia, el mito y la literatura.

Al final, vine a confirmar mis sospechas: a los únicos que les luce bien tirar con la máscara puesta es a Batman y a Gatúbela.

Los demás, de Adán y Eva a John Holmes y Cicciolina, pasando por Cleopatra, Octavio y Marco Antonio – ¿Conformarían un trío?- Mesalina y sus  soldados, el rey Salomón y la reina de Saba, Catalina la Grande y las cortes zaristas- de seguro, organizaban orgías- todos a una fornicaban con la guardia baja. Es decir, sin máscaras, como mandan los cánones de madre natura.

Foto por formulario PxHere

Lo propio hicieron el Marqués de Sade, don Juan Tenorio y Giacomo Casanova, tres celebridades en las lides de Eros.

Encontré también que, en tiempos de guerras y pestes la sexualidad se desborda en fiestas y orgías: es la vida plantándole cara a su aviesa amiga, la muerte. Al final siempre acaban reconciliadas y organizan sus propios bailes de esqueletos.

Para los fornicantes audaces no hay cuarentena que valga, concluyo al finalizar mi breve ronda por la Historia grande y sus hijas naturales, las historias pequeñas.

¿Sexo con mascarillas? Me pregunto. Prefiero morir dichoso, me respondo mientras pienso que, a fin de cuentas, Batman y Gatúbela tampoco se ven del todo bien.

La sombra del Poder

0

Sin rostro declarado, el Poder se torna silencioso mientras ejerce dominio sobre las cosas y las manipula. Parece volátil y sin embargo soportamos su peso, su respiración. En su gramática se escriben los decretos y las normas; también los incisos, la letra menuda, el parágrafo que puede interpretarse de acuerdo con los intereses de los grupos.

En su gramática la realidad cobra un sentido que solemos aceptar sin ninguna otra alternativa, porque en lo imperativo no hay espacio para la semántica, mucho menos para la interpretación por fuera de su radio. Ejerce un control y en la serenidad de algunos días creemos que si existe, es porque la sociedad lo necesita para evitar el caos y detener lo inestable.

De pronto, cuando menos lo esperamos, el Poder se torna ruidoso, anima el escándalo, nutre la indignación efímera, en especial cuando desvela lo corrupto de sus formas. Algo de su rostro poco diáfano cobra identidad a la luz del día y esa misma luz se encarga de lucir lo que se escondía detrás del silencio y del rostro indefinido. Pero todo pasa y todo queda.

Perplejos e inermes y sin ninguna otra opción, vemos desde lejos cómo ese Poder extiende sus tentáculos, cómo, sin miramientos, invade la privacidad, desprestigia, fabrica pruebas a su medida, hace de la realidad un holograma de conveniencias e impulsa el fanatismo de sus adláteres. Este es el tipo de Poder gamonal que ahora se niega a guardar silencio, a cambiar de manos. Insiste en permanecer en cuerpo ajeno, sin renunciar al estado vulgar del diminutivo. Lo suyo es interponerse, retrasar, filtrar, chuzar. No hay nada más definido, esta vez, que lo perverso de su rostro sexagenario, con paisaje ganadero y caballar de fondo.

Miremos hacia atrás y hablemos en presente: para blindarse, el Poder selecciona unos voceros, nombra figuras de marioneta en los más altos cargos; expande, a través de ellos, un discurso programático y reitera en los medios frases sonoras que invocan lo patriótico, lo nacional, lo identitario.

De tanto aparecer en los medios, lo programático debilita la verdad e impone un nuevo orden, un tejido de rumores, una estela de sospechas y desconfianzas. El tema ético suele ser un decorado y los asuntos morales terminan por convertirse en preceptos religiosos. Ambos confluyen en capricho. Para entonces se ha propagado una ideología al servicio del buró político. Para entonces la verdad maquillada deriva en gritos, regaños e insultos que se propagan por las redes.

Una vez blindado, el poderoso selecciona a quienes les delega el trabajo sucio, acaso porque, heroicos, sus alfiles están dispuestos a sacrificar su libertad en nombre del líder burócrata. Da cuerpo a una de sus muchas perversidades: se rodea de seres sumisos, sin criterio propio, sin escrúpulos.

El Poder erige sus bases sobre el secreto y el ocultamiento. He ahí su fortaleza y debilidad, su paradoja. Porque lo oculto y lo secreto tienden a emerger y ni siquiera el implicado puede frenar su impulso y sus efectos. Wikileaks lo entendió en el corazón de Europa y por eso extiende la certeza a través de la insondable red a modo de archivos que perdieron, de súbito, su carácter confidencial, el valor de lo inescrutable. Recordemos el escándalo más reciente: la vida excéntrica de Jeffrey Epstein y sus amigos poderosos.

Visible lo oculto, desvelado lo secreto, le queda al Poder otra arma sofisticada: la desinformación, eso que en el ámbito militar se traduce como teoría del rumor: ese complejo sistema de versiones que termina por instalar la ficción en la realidad. Desinformar entraña un nuevo lenguaje puntilloso o por lo menos el uso de un lenguaje de ataques y sobreentendidos.

El Poder está ahí, haciendo sombra, permitiéndose actuar a su antojo. Basta considerar la más reciente presencia de las tropas extranjeras en el territorio colombiano para admitir su impacto. ¿Quién abrió ese boquete? ¿Quién decidió que ese arribo de soldados era urgente?

El Poder se niega a callar, porque sabe que el silencio lo diluye, difumina su rostro; así que emplea twitter para propagar el eco de su lenguaje escaso. Lo más perverso es que se engulle a sí mismo, como un uróboro, aunque luego muda y se traspasa a otros seres reptilianos. Después decide afinar su retórica eufemística para maquillar su semblante y es como si algo en la historia se hubiera detenido para siempre.

Cuando alguien se aferra a él y no quiere soltarlo, el mismo Poder que ha construido lo destruye, lo desprestigia, lo hace a un lado. El poderoso sufre, toma agua de valeriana para moderar su resentimiento, se retuerce en sus haciendas y algo hay de justicia, para la mayoría silenciosa, en ese sufrimiento.

#QuédateEnCasa lecturas recomendadas para este fin de semana

0

Página 12: Paul Krugman: “¿De qué sirve aumentar el PIB si te mata?”

El impacto de la cuarentena en las sociedades. IMAGEN AFP

Revista Gatopardo: Tengo que morir todas las noches


El Mundo:

Muere a los 84 años Christo, autor del arte más grande del mundo

Christo, en una imagen de archivo. VALERY HACHE AFP

‘Sherpa’ de Barón Rojo: De ídolo a némesis de Pablo Iglesias

José Luis Campuzano ‘Sherpa’, frente a una foto suya en Barón Rojo. EFE

The New York Times: Tenacidad y masacres en Afganistán: el camino de los talibanes para sobrevivir a una superpotencia

Un grupo de talibanes bajo un árbol, en marzo, en el distrito de Alingar de la provincia de Lagmán, Afganistán. Imagen. Jim Huylebroek para The New York Times

El País de España: La muerte ya no es una fiesta

Asistentes al entierro de Uri Robledo, en San Andrés Mixquic.TERESA DE MIGUEL

Fragmentos del libro: Aunque me muera a la izquierda, Fernando Araujo Vélez

0

Cada sábado tenemos la sección Antojos, un espacio para leer fragmentos de libros publicados por Sílaba Editores. El día de hoy nos comparten el primer capítulo del libro, completo.

1

Septiembre 25, 1987

La tarde casi de noche en la que terminé de convencerme de que habían llegado los tiempos de las persecuciones, las censuras, los allanamientos y la invencible estupidez, guardé algunos de mis escritos en un falso fondo de un baúl que mi abuelo me había regalado y los firmé con el nombre de Anna Ajmátova, segura de que nadie iba a saber quién había sido aquella mujer. Más abajo escondí una carta que me había enviado el hombre que marcó mi destino, don Martín Enciso, un texto suyo que me robé de su casa y cuyas claves no supe descifrar sino mucho tiempo después, y una decena de papeles, que mucho más que papeles eran pensamientos, sensaciones, sentimientos, rabias, miedos, dolores, razones, derrotas y victorias que yo me sabía casi de memoria. Encima acomodé otros textos con mi nombre, Verónica Domínguez, para que fueran esos los que llamaran la atención de los censores, que más tarde o más temprano llegarían con sus chapas de investigadores oficiales, sus pistolas y sus corbatas negras, diciendo que buscaban sospechosos de alterar o de querer alterar el orden que había instaurado el presidente de la Nación. Eran la Ley, o eso decían. Eran la muerte, pensaba yo. Eran el orden, gritaban ellos. Eran el miedo, murmuraba yo.

Son el miedo, susurré, y cerré el baúl, para acostarme luego en el piso y perderme entre las figuras que imaginaba en el techo y se descolgaban en forma de palabras y frases, buscándome, hiriéndome a veces o haciéndome sonreír. Desde niña, los techos de todas las casas, cafés, iglesias y oficinas del mundo habían sido para mí historias por descifrar. Mi abuelo Ernesto me las había mostrado por vez primera en su casona de los Laches, donde viví mis primeros doce años. Una tarde de sábado, medio gris, medio lluviosa, con tintes rosados y silencio, me cargó sobre sus rodillas, me levantó la quijada con sus manos pecosas y me mostró que en el techo, en todos los techos del mundo, Mi Murciégala, estaban escritas las historias de la vida. Yo miré y vi duendes, hadas, unos tornillos, la cabrilla de un carro antiguo, un barco, algunos discos, y empecé a oír canciones y una lejana voz de mujer que decía:

Cuando en la noche oscura espero su llegada,

Se me antoja que todo pende de un hilo.

¿Qué valen los honores, la libertad incluso,

cuando ella acude presta y toca el caramillo?

Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo

y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:

“¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?”.

Y ella responde: “Yo soy aquella”.

Sigue la lectura dando clic al número 2 ↓↓↓

↓↓

Hay suficiente para satisfacer las necesidades de los hombres, pero no para satisfacer su codicia: Día Mundial del Medio Ambiente

0

La biodiversidad como motivo de preocupación urgente, es el tema que este 5 de junio lleva a conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha dedicada a actividades en torno a la reflexión sobre la necesidad de cuidar y conservar la burbuja que nos mantiene con vida en este planeta.

Dice Janez Potocnik, un político esloveno quien ha sido comisario europeo en temas de ciencia, investigación y medio ambiente: “Si crees que la economía es más importante que el medio ambiente, intenta aguantar la respiración mientras cuentas tu dinero”. Una frase provocadora que da cuenta de la realidad que se vive en el mundo, donde la codicia amenaza cada vez con mayor intensidad a acabar el planeta y todo lo viviente, en nombre del progreso.

Día Mundial del Medio Ambiente 2020 y biodiversidad

El Día Mundial del Medio Ambiente 2020 está dedicado a reflexionar sobre la biodiversidad. Eventos como los incendios forestales sin precedentes en Brasil, California y Australia, la invasión de langostas en el Cuerno de África y ahora la pandemia de Coronavirus Covid-19, demuestran la relación inextricable entre los humanos y las redes de la vida en las que vivimos. Tips para cuidar el medio ambiente

Contexto sobre este día internacional

Esta celebración fue instituida en 1972, por la Asamblea General de la ONU que aprobó designar el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente. Sin embargo, la primera vez que se celebró fue dos años más tarde, en 1974.

En el 2020 Colombia alberga las celebraciones según se anunció en el marco de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP25), por el gobierno de Colombia, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el gobierno de Alemania, que apoya los eventos.

Con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción en todo el mundo, nunca ha habido un momento más importante para enfocarse en la protección de la biodiversidad, enfatizaron durante el anuncio el ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Ricardo Lozano, el secretario de Estado del Ministerio de Medio Ambiente de Alemania, Jochen Flasbarth, y la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen.

Anuncio del Día Mundial del Medio Ambiente 2020 en la COP25 sobre cambio climático en Madrid, España. Foto: UNEP
Anuncio del Día Mundial del Medio Ambiente 2020 en la COP25 sobre cambio climático en Madrid, España. Foto UNEP

Recomendaciones

Generalmente en estos especiales ponemos diferentes contenidos y fuentes para la reflexión. En el de hoy tenemos particularmente dos videos que dan cuenta del mundo actual con el Amazonas como ejemplo.

La deforestación amenaza al Amazonas incluso en tiempos de pandemia

Según el SINCHI (Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas), la Amazonia Colombiana que ocupa el 42% del país, por su diversidad biológica, social y ambiental, es un reto para la investigación en la búsqueda de su sostenibilidad. Pero, está siendo amenazada cada vez con mayor intensidad por los grupos de poder de orden mundial. De eso habla el video informativo de France24.

El Amazonas amenazado: minería, desarrollo y medio ambiente en la gran selva

“los expertos aseguran que el espesor de la selva llegó a ser tan denso y extenso que medio siglo atrás, un mono podía llegar desde los andes hasta la costa Atlántica sin pisar el suelo, bastaba con transitar por la maraña de ramas de árboles…”

Este video, es un documental realizado en el 2017 por un equpo de NotiMex y muestra a través del caso de la minería y la tala en el Brasil, acompañado de los testimonios de los habitantes que rodean a las grandes fábricas mineras, la incongruencia humana, una raza que destruye su ambiente, el único que tiene y que necesita para sobrevivir.

Después de ver estos ejemplos de lo que pasa en el mundo, ¿cómo podemos contribuir a la sostenibilidad ambiental? entendiendo que hay que defender el aire que respiramos, o sea el que nos mantiene vivos.

Bien decía Mahatma Gandhi, el gran luchador social indio, fundador de la desobediencia civil no violenta: Hay suficiente en el mundo para satisfacer las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia.

La crónica de la ciudad moderna: los hijos de Saturno

5

Un célebre cuadro de don Francisco de Goya nos muestra a Saturno (el equivalente romano de la divinidad griega Cronos, que maneja los hilos del tiempo) dedicado a la tarea interminable de devorar uno a uno a sus hijos, que son los días, y con ellos al destino de los hombres.

Saturno devorando a su hijo, Francisco de Goya (España,1823). Imagen tomada de hitsoria-arte.com

A esa imagen del hombre sometido al poder de la divinidad, los poetas de todos los tiempos han intentado oponerse con el conjuro de las palabras que en todas las cosmovisiones son elemento fundacional, en la medida en que los seres y las cosas existen a partir del momento en que son nombrados.

En ese sentido, uno no puede menos que admirar la obstinación de los habitantes de Macondo, entregados a la paciente tarea de rotular las cosas con su nombre y sus usos, como una manera de no sucumbir a la peste del insomnio, una de cuyas manifestaciones es el olvido.

En los albores de la  literatura (¿O del periodismo?) el viejo Homero, ciego y memorioso, se consagra al trabajo de tejer una minuciosa red o si se quiere, de  ensayar un  fresco en el cual quedarán consignados los pasos de la criatura humana sobre la tierra. Dioses y demonios, príncipes y guerreros, adivinos y rapsodas, amantes y criminales nos hablan de los momentos  primordiales de unos seres en cuya sangre ya alentaban los temores, las pasiones, la ambición y la grandeza, que son la sustancia con la cual los humanos amasan su destino.

En esa medida el poeta griego, o quienes se ocultaron detrás de su nombre, lo que hacen en últimas es trenzar un detallado relato personificado de las fuerzas que muchos siglos después siguen gobernando las acciones humanas. Más allá de lo que sus relatos tengan para decirles a los estudiosos del mito, de la religión o la sicología, la saga de Heracles y Leda, de Jasón y Ulises, de Helena y los Argonautas, es un auténtico Hilo de Ariadna que nos ayuda por igual a interrogar los oráculos de la historia y a desentrañar las claves de ese laberinto que es el propio corazón.

Baco y Ariadna, Tiziano (Italia, 1523). Imagen tomada de historia-arte.com

Más adelante, el mundo será testigo de la irrupción de unos hombres que dedican su vida a una lucha tenaz y acaso inútil contra el olvido, pero que en todo caso intentarán apropiarse de las palabras, de lo más sutil y certero de su condición, para relatarles a sus contemporáneos y legarles a los hombres por venir, la esencia misma de la materia con la que se construye la historia.

Ellos nos describirán los trabajos y los días, las obras, los milagros y los horrores que son el rastro dejado por los hijos de los dioses en su afán de hacerse un lugar en el mundo. Por ellos nos enteramos de los sueños de hombres que una vez quisieron elevar una torre que llegara hasta el cielo para mirar por fin de frente el insondable rostro de Dios. De su puño y letra supimos de las intuiciones de un ser mitad mito y mitad hombre, autor de una suerte de código ético que al juntarse con las leyendas del Asia Menor y más tarde con la filosofía griega dio lugar a una de las grandes religiones de la historia.

Gracias a sus palabras fuimos testigos del asombro y del terror mutuos que experimentaron los hombres de Hernán Cortés y del emperador azteca cuando una mañana remota se asomaron al abismo de sus mundos desconocidos.

Una irreprimible inclinación hacia la taxonomía llevó a que los expertos en historia o en literatura, los clasificaran un día bajo la etiqueta de cronistas, es decir, en un sentido literal, los que toman nota de lo que acontece en el tiempo, aunque sería mejor decir que los cronistas son los que recogen las briznas de lo que deja el tiempo en su ir y venir sin tregua ni remedio.

La literalidad de esa acepción pasa por encima del hecho, constatado tantas veces, de que el cronista dista mucho de ser un notario, un amanuense que registra los asuntos de la existencia en una especie de debe y haber, aunque ese fue el papel que les adjudicó durante mucho tiempo la soberbia de los poderosos: al haber iban a parar los sueños, los dioses, así como las pequeñas y grandes obras de los derrotados, mientras en el debe quedaban registradas las propias hazañas. No por casualidad los cronistas formaban parte del equipo de viaje de los conquistadores. Sin esa figura era casi seguro que las gestas – las reales y las inventadas- fueran presa fácil de esa peste del olvido que es una de las señas de identidad de la condición humana.

Bernal Díaz del Castillo. Conquistador y cronista español (Medina del Campo, Valladolid, 1492 – Guatemala, 1585). Formó parte de la expedición de Hernán Cortés y participó en la conquista del imperio mexica. | Imagen de
D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

La lista se hace extensa. De Flavio Josefo a Heródoto. De Marco Polo a Antonio Pigafetta. De los juglares medievales a los cronistas de Indias, todos ellos se convierten en fuente necesaria e ineludible, cuando el historiador deja de ser un aficionado, un relator más o menos espontáneo y se convierte en un profesional. ¿Cómo si no, podríamos entender el complejo universo social, económico, político y cultural en el que tuvo que adentrarse Marco Polo hasta llegar a los confines de la ruta de la seda? ¿De qué otra manera podríamos aproximarnos a las turbulentas empresas que acometía el Imperio Romano en el momento de la irrupción del cristianismo? ¿Con qué herramientas habríamos de asomarnos a lo que fue la llegada de los europeos a América, si los cronistas no hubieran descrito al detalle la esencia de instituciones tan contradictorias como la encomienda y la inquisición?

Tenemos entonces que la crónica no es sólo un regodearse en el relato como un fin en si mismo.

Es, sobre todo, la posibilidad de comprender el mundo.

Y sólo comprendiendo la naturaleza de ese universo en el que le ha sido dado en suerte vivir, puede el ser humano emprender alguna clase de transformación, así en lo individual, como en lo colectivo. Recordemos, de pasada, que fue por los relatos de los periodistas enviados a cubrir la guerra de Vietnam como los ciudadanos norteamericanos tuvieron noción del genocidio que se estaba perpetrando, ayer igual que hoy, en nombre de la democracia y de la libertad. Fue gracias al testimonio de un hombre de la dimensión del escritor y periodista polaco Riczard Kapuscinski, como los habitantes del mundo nos acercamos al carácter demencial y sanguinario de las fuerzas políticas y financieras que se disputaban el botín en el África post colonial.

Más cercanos en el espacio y en el tiempo, autores Alfredo Molano, Germán Castro Caicedo, Juan José Hoyos, Alberto Salcedo Ramos, Carlos Sánchez Ocampo o Juanita León han hecho de sus relatos una puerta de entrada a ese universo doloroso y  admirable a la vez que es el otro rostro de una Colombia que no aparece nunca en los medios de comunicación, a no ser para caricaturizarla en los realities o distorsionarla en los titulares de los noticieros.

Si la crónica pretende ayudarnos a comprender y comprendernos, es evidente que no puede ser mero dato. Fría estadística. Registro monográfico de la realidad. Inventario de próceres. Contabilidad de víctimas y victimarios. Tiene además, la obligación de conducirnos de alguna manera a lo más esencial de esos seres de carne y hueso que hacen la Historia. En esa tarea, además de todas las disciplinas que se ocupan de los diferentes aspectos que afectan a la sociedad y los individuos, este género que gravitó durante años entre la historia y el periodismo, encontró en el camino un aliado que habría de conducirlo hacia territorios no imaginados: La literatura.

Alberto Salcedo. Imagen tomada de https://eldigitalpreneur.com/

Con sus técnicas narrativas, su manejo del lenguaje, su aptitud para crear personajes y ante todo con la intuición poética, los diversos géneros literarios, vale decir, la novela, el cuento, la poesía y a veces el ensayo, entraron a formar parte, de una vez y para siempre de una manera de contar el mundo que, sin perder de vista el hecho de que tenía que vérselas con acontecimientos reales- con todas las dudas y ambigüedades que pueda acarrear esa expresión- supo entender que toda mirada perdurable del mundo debe estar soportada en un acto de creación. Es allí, en ese espacio de conjunción donde parece un género que algunos se apresuraron a bautizar con el nombre de “Nuevo Periodismo” y otros, más osados, no dudaron en llamar “Periodismo Literario”.

La  definición de caracteres, la descripción de atmósferas, los saltos en el tiempo, los datos prestados de otros campos del saber, serán puestos al servicio de un intento por ahondar en las fuerzas y misterios que gravitan sobre lo que es, para muchos, el resumen del proyecto de civilización: la ciudad moderna con sus conflictos de intereses, con sus prodigios tecnológicos, la rapidez de las comunicaciones, sus ofertas de bienestar sin límites, pero también con su irremediable dosis de indolencia, de competencia feroz, de soledad y de miserias sin cuento.

Vistas así las cosas no es casual que el siglo XX sea a la vez el de la consolidación de esas megalópolis admirables y terribles intuidas por Fritz Lang en su película Metrópolis y el del renacimiento de ese género capaz a la vez de resumir los elementos básicos del recuento histórico y de indagar en la naturaleza y los móviles de sus protagonistas. Un género que con Gay Tálese nos permite asomarnos al alma de esos seres atrapados en el vértigo de una obsesión urbanizadora que el pensador Marshall Berman fustigó una y otra vez en sus ensayos. O que en la palabra de Alma Guillermoprieto nos dejó ver, como al descuido, el infranqueable abismo que separa a Latinoamérica de los paraísos del consumo, todo ello contado desde el corazón de los pepenadores de Ciudad de México, los brujos de Rio de Janeiro o los sicarios colombianos.

En esa misma dirección, y aproximándonos al caso nacional, son las voces de nuestros mejores cronistas la que nos han mostrado la posibilidad siempre revalidada de mirarnos de otra manera en el espejo de nuestras dichas y desventuras. En las esperanzas aplazadas de los desplazados del campo a la ciudad. En las glorias inciertas de nuestros deportistas. En la desfachatez e impudicia de los gobernantes, en el juego de abalorios de las estrellas del espectáculo y en la  inalcanzable burbuja del consumo que titila como una estrella de mentiras sobre las cabezas de los excluidos. También están, por supuesto, las historias que nos hablan de nuestra capacidad inagotable para afrontar el infortunio. De los sueños pequeños pero inapelables del tendero de la esquina. De los miedos y fantasías de la modista. De la capacidad renovada de la vida para ganarle el pulso a la muerte. Porque ellos, los cronistas de ayer y de hoy, de vez en cuando dan en el clavo y armados del poder vivificante de las palabras encuentran la manera de hacerles pistola a los dioses y se van por el atajo donde todavía es posible impedir que Saturno se regodee devorando a sus hijos.