miércoles, junio 25, 2025
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“Ciudad de fantasmas”: bajo las sombras del Estado Islámico.

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La propuesta documental es un esqueleto que nos muestra el terror y las ejecuciones de Isis, quienes han declarado una guerra santa contra los profanadores de su cultura. Sus artífices no sólo cuentan el calendario de los hechos, sino que viven en carne propia un asedio por comunicar.


 

Ficha técnica

Año, país, duración 2017,Siria, Estados Unidos, 90 min.
Dirección y producción Matthew Heineman
Fotografía Matthew Heineman
Música Jackson Greenberg , H. Scott Salinas
Género Documental

 

Siria ahora es un país ruidoso, antes su mudez no permitía ni siquiera saber de la magnitud del drama de su gente. Existe una lotería para que algunos lugares del mundo se ganen un sorteo, y obtengan la atención del resto.

Hay unos que no lo requieren y es mejor que sigan en sus aposentos. Pero muchas ciudades son perseguidas y asediadas por los intereses del poder global, que arrasa con las culturas y destierra a los propios para quedarse con lo que les pertenece.

En Raqqa, otro sitio casi inexistente hasta el 2012, un nombre poco común se agencia de situaciones que se han normalizado en nuestra época: el genocidio. Y unos “Hermes” modernos le han contado a los demás qué es lo que allí ocurre: cualquier contexto que impida la circulación de ideas y la diversidad, es propicio para vejámenes y violaciones al derecho de vivir.

La propuesta documental de Ciudad de fantasmas, es un esqueleto de lo que acontece en la capital del llamado Estado Islámico. Sus artífices no sólo cuentan el calendario de los hechos, sino que viven en carne propia un asedio por comunicar.

 

 

 

Las noticias de lo que se denomina como el mundo occidental, apenas nos muestran el terror y las ejecuciones de Isis, quienes han declarado una guerra santa contra los profanadores de su cultura.

En 2012, se gestó la primavera árabe. Jóvenes desde los catorce años pusieron en jaque las monarquías imperantes, lograron entonces con su rebeldía derrocar al dictador Assad. Y mientras celebran jubilosos el logro, pasan de unas manos criminales a otras: Isis.

El documental muestra la vida de unos intrépidos jóvenes que decidieron juntar sus armas, su capacidad de expresión y el vencimiento del temor. Luego lo mezclaron con sus smartphones, internet y la valentía de contar los sucesos.

Cualquier poder no espera fisuras a su andamiaje, e Isis contó con la oposición de estos muchachos que reportaron con su palabra, superando el miedo, y estando dentro de sus fauces, para narrar el diario de vivir en la ciudad de Raqqa.

La muerte ronda y hace su presencia, hablar y mostrar lo que acontece es un hecho cruento, y es tomado por Isis como una afrenta. De modo que las pulsaciones del documental son fuertes. Desde decapitaciones públicas, amenazas en los sitios de rezo, hasta la guerra mediática que emprenden.

 

 

Empezaron con vídeos muy cortos y limitados en aspectos técnicos, hasta alcanzar una plenitud en calidad y dramatismo al estilo Hollywood.

Mientras tanto, los nuevos “Hermes”, deben exiliarse y asumir que su potencial impone cuentas de cobro. Ya no sólo están en el destierro, sino que sus familiares y amigos son uno a uno asesinados, y en los países en los que son recibidos también sufren del estigma y la expropiación: incluso de la muerte.

En Turquía son asediados, y quien les enseñó a usar el arma de la palabra es ejecutado. En Alemania otros jóvenes , neonazis y segregacionistas hacen eco de su verborrea para decirles que salgan de su país, que nos los quieren.

 

 

 

 

No es tan sólo Isis los que usan la bandera del exterminio, parece una epidemia propagada en cualquier latitud. Mientras las cámaras se instalan en un hecho atroz en Raqqa, también apremian en la multitud que los quiere fuera en Alemania.

Los jóvenes ganan un premio internacional a la libertad de prensa, y son condecorados por su coraje. Isis instaura su poder en los niños a quienes enseña cómo matar y defender su coraza. Los reporteros huyen tal cucaracha perseguida por el asco que producen. Su pasión no cesa, así como la vocación por decir.

Raqqa es asesinada en silencio, ante los ojos del mundo. Aunque sabemos que el flujo de intereses no escatima. La ubicación y el control son también de los países como Estados Unidos que esperan hacer su fiesta de mercadeo. Y la población es en últimas la que queda en medio del fuego cruzado y del juego de intereses.

 

 

No importa que bandera se alza ni con qué intenciones u objetivos. Si amenazan, intimidan y engendran el miedo, deberían combatirse. El director Mathew Heineman, ya se había metido en otra boca del lobo, en este lado del mundo, en México, para evidenciar las circunstancias de lucha contra las drogas en la frontera de México y Estados Unidos.

En el 2015 fue nominado por su trabajo Cartel Land. Así que en Raqqa, a esta hora, ondea la bandera de colores blanco y negro, haciendo oda a Isis. Un grupo de yihadistas puede estar planeando un nuevo atentado en alguno de los emporios de Occidente.

Las guerras desaparecen a la gente. La convierten en momias vivientes. Son espectros, cuyos ojos ya no pueden divisar el panorama, son habitantes dominados por el miedo, son marionetas de los designios de una religión, una causa, un odio, un amor, un desenfreno, una ideología.

Son fantasmas, y están asustados por quienes los someten.

“Luz de luna”: la editorial en Pereira que ilumina historias gráficas de ciudad

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Se basa en la concepción del libro como objeto estético en sí mismo. A partir  de una conjugación de palabra y dibujo se busca  sacar  a la luz aspectos a veces dichosos  y en otras lacerantes de  una ciudad  camaleónica.


 

Hasta el viejo hospital de los muñecos

Todo empezó  hace cuatro años. Stefanny Rodríguez, creadora audiovisual aparte de otros saberes  adquiridos  en su corta vida- regresó de visita a  Pereira desde España, donde residía desde su adolescencia  y se cruzó con Ricardo Muñoz Izquierdo, dibujante y creador de un singular mundo en el que las imágenes de la infancia devienen ojo de cerradura para asomarse a los abismos del  universo. Los públicos y los privados.

De ese encuentro surgió una amistad y desde hace un año la idea de crear un sello editorial basado en la concepción del libro como objeto estético en sí mismo.

 

Después de largas jornadas de diálogo  y reflexión surgió  el nombre: Luz de luna Editores. La  expresión sugiere de entrada el mundo de luces y sombras  en que transcurre toda vida humana.

La sutil frontera en la que los sueños en tono rosa se convierten en pesadillas.

El primer resultado tangible de la editorial es el libro titulado  Sketchbook 2017, cuyo autor es Ricardo Muñoz. Uno abre sus páginas y se  adentra en un territorio  de arenas movedizas. Allí destaca un Pinocho sodomita que se burla sin saberlo de la criatura forjada por el carpintero Gepetto, creado a su vez por la imaginación moralizante de Carlo Collodi.

Conoce la primera  publicación de Luz de Luna:  Sketchbook 2017

Impresion 500 ejemplares – 16 x10 cm.
Interior : 100 páginas – 50 hojas: tinta negra.
Portada: 2 tintas – Poster: 2 tintas.
LUZ DE LUNA EDITORES
©Ricardo Muñoz Izquierdo

Solo que este Pinocho es amoral y, por lo tanto, libre. Un  anarquista que no está dispuesto a dejarse llevar al viejo hospital de los muñecos.

Por algo aprendió a lamerse  sus propias heridas.

No es casualidad  que algunas de las palabras  clave para aproximarse a las entrañas del libro sean puntas afiladas como estas: error, cochino, punta, punk, sexo, infame y guarro.

En esa medida Sketchbook 2017 puede mirarse como  un relato en códigos punk, una vuelta de tuerca a los estereotipos sobre el mundo de los niños o como el diario de artista que más tarde convertirá estos dibujos en obras de gran formato.

El libro ha rodado bien por esos circuitos de voz a voz tan  efectivos en las culturas marginales

Y ahora Luz de luna Editores prepara su segundo salto, por fortuna no mortal.

Se trata del resultado de una convocatoria  adelantada por la Alcaldía de Pereira para buscar caminos hacia la convivencia a través de otros lenguajes.

Un mapa hecho de espejos

Página ABC Letra M: Martín Abad: Artista que marcó la historia del arte en Pereira. Su casa se apodaba “El principito”. Dibujo: Edwin Morales

 

Cartografiar la ciudad implica aproximarse a sus mitos, a sus lugares de encuentro, a sus símbolos colectivos y, con alguna frecuencia, a sus círculos de pesadilla.

Es la única manera de  reconocerse para acceder por ese camino a otras formas de mirarse  a sí mismo y  a los otros.

Es en este punto donde la palabra asumida como dibujo o intuición de una  suma  de realidades se pliega sobre  sí misma para revelarnos  sus múltiples sentidos.

Los integrantes del Laboratorio de Dibujo, en este caso trece dibujantes de Pereira entre los que destacan nombres como los  de Freddy Clavijo, Federico Gómez y Ángel Balanta, entre otros, tomaron las letras del alfabeto y  a partir de allí se dieron a la tarea de encontrar palabras representativas de facetas o personajes urbanos de Pereira.

Laboratorio ABC Pereira_ área cultural Banco de la República, Pereira

 

El Pavo,   El Palomo y Gatopardo: una cartografía zoológica para la convivencia

Fue así como cobraron vida personas y lugares que, en algunos casos sugieren una especie de zoológico humano. Entre ellos se cuentan El Palomo, dueño de un célebre sitio de frituras que empezó con una olla rebosante de golosinas de sal y acabó fundando su propio negocio.

También está  El Pavo, el lugar que naciera como tienda de esquina, para mutar más tarde a refugio de jubilados que  regaban con cerveza fría el erial de su paraíso perdido, y terminar convertido en sitio de reconocimiento para ese mundo que, por alguna razón  no del todo explicada, algunos denominan como alternativo. 

Página ABC Pereira – letra P: El Pavo – Dibujo: Edwin Morales

 

A esa selección se suma Gatopardo, un sitio donde varias generaciones  de habitantes del barrio Cuba han hecho de la salsa y los ritmos tropicales la más certera forma de descifrarse a sí mismos.

Pero  existen también otros sitios y protagonistas que esperan en algún recodo del libro a quienes se aventuren en sus páginas. En el ABC de ese singular laberinto en el que la gente se pierde para poder encontrarse.

 

 

 

 

A partir  de una conjugación de palabra y dibujo  los artistas sacan a la luz aspectos a veces dichosos  y en otras lacerantes de  una ciudad  camaleónica- como todas- que no cesa de renovar su repertorio de rostros.

Para finales de noviembre  se está preparado el lanzamiento de este nuevo giro propiciado por  Luz de Luna editores. En el  desembocan aspectos tan vitales para las culturas contemporáneas como el dibujo, el cómic, el punk y la música electrónica, al lado de legados de la tradición como la escultura y la pintura.

El resultado es una invitación a hacer de la ciudad el punto de diálogo  y encuentro que es, en últimas, su razón de ser.

Sucedió en cerritos   

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Ante algunos robos ocurridos recientemente en el sector, es necesario tomar algunas medidas de seguridad. Entre todos, podemos evitarlos.


 

Hace unas dos semanas un amigo arribó a uno de los centros comerciales que existen hoy en la zona a comprar algunos víveres en un supermercado.Por falta de información, supongo, dejó en su automóvil un maletín. También, porque consideró que su estadía era, como se dice, de entrada por salida.

Tomó dos o tres cosas que necesitaba e hizo la fila para pagar, proceso en el cual se tardó, digamos, unos quince minutos. Al salir, el vigilante del centro comercial lo recibió con estas palabras: “Señor, ojalá usted no sea el dueño de la camioneta color rojo”.Por supuesto que sí era. Entonces, se acercó para comprobar que le habían hurtado el maletín, rompiendo el vidrio de la puerta del conductor.

 

La modalidad de hurto es la siguiente: parquean un carro, preferiblemente de alta gama, enseguida del de la víctima. Primero, intentan forzar la chapa, y luego, ante la imposibilidad de hacerlo, quiebran el vidrio. La alarma del vehículo robado no se dispara. Los ladrones sustraen el contenido que consideran tiene valor, encienden el motor y se van.

 

En el centro comercial no hay cámaras de seguridad. El vigilante, pese al ruido y al tiempo empleado para dicho procedimiento, no se enteró de nada. Y eso que el parqueadero de este centro comercial es pequeño. No hubo testigos (aparentemente) del hecho, y la policía mencionó la frecuencia de esta modalidad de atraco en el sector.Durante mucho tiempo, el otro centro comercial estuvo asolado por este tipo de robos.

 

Los dueños y administradores tuvieron que reforzar las medidas de seguridad: el número de vigilantes privados, las cámaras, y, por períodos, se podía ver allí una patrulla de la policía. El parqueadero exterior en este lugar tampoco es muy extenso, aunque quizás lo sea un poco más que en el centro comercial en donde ocurrió el robo que menciono.

 

Lo que sucede, es que los ladrones aprovechan el descuido de los propietarios y la falta de vigilancia para realizar sus fechorías.

 

Mi amigo denunció el hurto en la página web de la fiscalía (www.adenunciar.policia.gov.co) y en menos de 24 horas le fue asignado un NUC (número de noticia criminal), en donde pudo referenciar algunos datos de los objetos robados, como el número de IMEI del celular, entre otros.

 

La recomendación para todos los ciudadanos, que frecuentan de manera masiva estos centros comerciales y otros establecimientos, es NO dejar al interior de los carros ningún objeto que pueda llamar la atención de los ladrones.

 

Son muchas las personas que han perdido celulares, iPad, portátiles, entre otros artículos codiciados por los ladrones. Y para los establecimientos y centros comerciales, reforzar la vigilancia.

 

Es cierto que a veces se dificulta por los horarios (por ejemplo, el suceso que menciono ocurrió en las horas de la noche), o el número de vehículos entrando y saliendo. Pero, las medidas tomadas redundarán en la confianza de los clientes, y de paso ayudarán a enviar un mensaje: Cerritos no es una zona donde se puedan cometer atracos impunemente.

 

 

14 de noviembre 2017

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La líder cultural Lucía Molina en su jardín secreto.

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Al frente del Colombo Americano hizo parte de la creación de dos de los proyectos más importantes del sector cultural en Pereira: La Cuadra y Corto Circuito. Y quizás en ese cuidado por su morada más intima estén las claves para entender su silenciosa y fructífera tarea a lo largo de casi medio siglo.


 

Fotografías: Diego Val.

 

fotografia la cebra que habla

 

 

Mis amigos guatines

Sin falta llegan todos los días- incluyendo domingos y festivos- a las siete de la mañana y cinco de la tarde por su provisión de yucas y plátanos.

Se llaman Belisario, James y Flavio. Lucía Molina y su esposo Samuel Botero saben que sus amigos llegarán puntuales a la hora del desayuno y la merienda.

Y no les fallan.

Son tres guatines que forman parte de la familia, aparte del perro Rufo y la gata Linda.

Todos viven en la parcela La Galopera, ubicada en el sector de El Tigre, una zona rural a media hora del centro de Pereira.

Ah, bueno, La Galopera fue bautizada así en honor a una de las canciones favoritas de Samuel un cantor de boleros que alguna vez fue integrante del grupo Señores. “En un barrio de Asunción / gente viene y gente va”, dice uno de los versos.

 

 

 

La visita de los guatines y el cuidado del jardín son los dos rituales que Lucía no se salta desde que se fueron a vivir hace doce años a ese refugio, luego de consagrarle media vida al quehacer cultural de la región al frente de distintas actividades del Colombo Americano con sede en Pereira.

 

La lengua de Shakespeare

“Supongo que fue en los días del colegio cuando empecé a enamorarme de esa lengua clara y precisa. Moon, river, sun, y por supuesto los días de la semana y los colores del arco iris fueron las primeras palabras que memoricé, como casi todo el mundo.

Tal vez fue en los tiempos del kínder en el colegio Sagrados Corazones, porque todavía no existían los jardines infantiles, y más tarde durante la primaria y el bachillerato con las monjas del colegio La Enseñanza, de quienes tengo un muy buen recuerdo, así como de mis compañeras de colegio.

Con la mayor parte de estas últimas mantengo un contacto frecuente a través de las redes sociales. Cultivar y sostener esas relaciones es una de las maneras de seguir viva.”

 

fotografia la cebra que habla

 

Lucía está sentada a una de las mesas de la cafetería, en la sede del Colombo en la carrera sexta con calle veintidós. La algarabía de niños y jóvenes que salen y entran la devuelve a los primeros tiempos de esta institución que llegó a Pereira en 1968, año de leyenda en el mundo entero.

Camilo Torres y Ernesto Che Guevara habían muerto en combate. Estudiantes y obreros estremecían las calles de París con sus consignas libertarias. Así que los Estados Unidos no gozaban de muchos hinchas entre las jóvenes generaciones, cuyos ojos miraban más hacia La Habana y sus revolucionarios barbudos.

Lucía es bajita, menuda, de ademanes elegantes y fina conversación: una de esas damas educadas en los viejos principios religiosos y cívicos.

 

 

“Mi contacto con el Colombo se dio muy temprano. Pues a mi regreso a la ciudad, luego de una breve temporada en Manizales, donde alcancé a cursar un año de Servicio Social, empecé a estudiar inglés y secretariado bilingüe, algo muy frecuente en esa época, pues todavía no se daba el ingreso masivo de las mujeres a la universidad. Para entonces ya me había casado con Samuel, cuando apenas contaba diecinueve años de edad, algo que también era cosa habitual.

 

 

 

Basta con decir que a los veintiún años tuve a mi hijo Andrés y a los veinticuatro a Nicolás. En un momento pensé que la crianza de los niños interrumpiría mis estudios, pero no fue así. De modo que empecé a echarle ojo a la posibilidad de un trabajo en la biblioteca del Colombo, que estaba ubicado en la carrera séptima entre calles veintidós y veintitrés.

Uno dice biblioteca y piensa en un recinto enorme, pero en realidad se trataba de una habitación donde los libros se ubicaban en tablones gruesos sostenidos por ladrillos. Pero las grandes cosas casi siempre tienen comienzos así”.

 

 

 

 

Un paraíso de libros

Siguiendo la conocida frase de Borges, a la joven madre la biblioteca, entre la que se contaban unos cuantos ejemplares en inglés y algunos títulos sobre cine, pintura y teatro, se le antojaba puerta de entrada a una tierra de promisión.

Muy pronto, ya posesionada de su cargo, descubrió que había elegido un buen camino. A su sitio de trabajo empezaron a llegar jóvenes que buscaban orientación sobre arte y cultura. Entre ellos se contaban unos muchachos inquietos por el cine y sus muchas vertientes que lo habían convertido en una de las grandes expresiones culturales del siglo XX.

 

 

 

Entre ellos se contaban Fernando Maldonado y Germán Ossa quienes, al lado de otros contemporáneos, fundarían el Cine Club Universitario, forjando así las bases de un fervor por el buen cine que, corrida la segunda década del siglo XXI, no cesa de consolidarse en la región.

“Pero el momento clave llegó en el año de 1979. El periodista y abogado César Augusto López Arias presidía la Junta Directiva del Colombo. Un día se acercó a la biblioteca y me dijo: Lucía, organice una Semana Cultural para celebrar el mes del idioma. Casi me muero del susto, pues hasta ese momento me había dedicado solo a cuidar los libros. Pero la suerte estaba echada y empecé a buscar contactos en el medio cultural.

Fue así como organicé un par de conferencias, una sobre la cultura quimbaya, orientada por Hugo Ángel Jaramillo y la otra sobre El Quijote, a cargo del profesor Bernardo Trejos. El cuento es que no asistió nadie, pero en lugar de desistir, nos dijimos que al año siguiente reforzaríamos la difusión. Aparte de las charlas organizamos una exposición de pinturas y presentamos una obra de teatro dirigida por Gustavo Rivera.

Ese fue el germen del Área Cultural del Colombo en Pereira. Los eventos los hacíamos en el Teatro Comfamiliar, durante la administración de Norma Montes. Esa era la única sala con un propósito cultural concreto en la ciudad”.

 

 

Aparte de sus flores y sus amigos animales, Lucía Molina comparte con su esposo Samuel un afecto especial por los boleros. El hombre interpreta la guitarra y conserva una buena voz. De vez en cuando, animados por una copa de vino tinto, comparten una de sus canciones favoritas: Sabor a mí.

 

 

En otras ocasiones, recorriendo algún sendero de la parcela, pastorea sus recuerdos de infancia y juventud. Entonces, sus afectos la conducen a la finca de su padre, el pediatra Emilio Molina. El viejo, querido como nadie entre sus numerosos pacientes pobres, poseía una pequeña tierra por los lados de Viterbo.

Molinares, la bautizó y cada año la hacía pintar de colores vivos sin importarle mucho si contrastaban o no: lo suyo era un pacto con el paisaje. A través de esos colores le rendía tributo al amarillo de los mangos maduros, al verde de las guanábanas, al azul del cielo y al naranja de los zapotes.

 

 

“Aparte de su manera tan particular de ejercer la medicina, en la que primaba más el servicio al prójimo que el dinero, mi papá tuvo otra pasión: la carpintería. Sin que nadie se enterara hizo cursos. De un momento a otro empezó a hacer muebles para la casa: sillas, mesas, armarios. En la familia recordamos una anécdota con mucho cariño: a menudo las mesas le quedaban cojas.

Entonces, con el mismo cuidado que le dedicaba a la atención de sus niños enfermos, se consagraba a remendar las patas de las mesas con trocitos de madera, y no descansaba hasta que le quedaban firmes. Pienso que esa tenacidad y esa dedicación a las cosas y a los demás lo caracterizaron siempre como persona”.

 

 

 

Idéntica devoción les dedicó a sus nietos, entre ellos los hijos de Lucía, Andrés y Nicolás. Apasionados del fútbol, contaron desde muy temprano con la complicidad del padre y el abuelo. Andrés alcanzó incluso a recorrer un promisorio camino como futbolista aficionado, que lo condujo a las filas de una legendaria selección Risaralda, al lado de una estrella fugaz que hizo soñar a los colombianos durante el suramericano juvenil de 1985: John Edison Castaño.

Pero a Andrés las rodillas le jugaron una mala pasada y pasó a ver los partidos desde la tribuna. Por esos días Lucía tuvo que ayudarle a enjugar unas cuantas lágrimas.

 

fotografia la cebra que habla.
Lucia Molina acompañada de su esposo y su hijo Andrés.

 

 

Los amigos de la cuadra

El Colombo Americano ya se había hecho a un lugar en la escena cultural de la región. No solo ofrecía cursos de inglés: también organizaba exposiciones mensuales con artistas de reconocimiento nacional. En otro frente de actividades programaba conciertos, al tiempo que aumentaba y diversificaba su biblioteca.   Además, contaba con nueva sede, situada en el sector de La Circunvalar. Hasta allí se extendió su actividad cultural.

 

 

 

“Estábamos ya en el siglo XXI. Hora de afrontar nuevos desafíos. Entonces se dio una de esas oportunidades que uno debe acoger al vuelo porque solo se presentan una vez en la vida. En la cuadra donde funcionaba el Colombo tenían sus talleres tres de los más representativos artistas plásticos de la ciudad: Viviana Ángel, Jesús Calle y Carlos Enrique Hoyos. A ellos se sumaba el fotógrafo Javier García.

Un día se plantearon lo que podría suceder si abrían sus talleres al público en forma periódica. Digamos una vez al mes. Desde el Colombo acompañamos la idea y ya sabemos lo que La Cuadra significa hoy. Es un programa de tal envergadura que desde otras ciudades del país llegan artistas y gestores culturales para aprender la manera de replicar el modelo”.

 

 

 

Un poco más joven que La Cuadra es el programa Corto Circuito, escenarios para el arte, integrado por las entidades que tienen salas de exposiciones en el centro de Pereira: Areandina, el Colombo Americano, Comfamiliar Risaralda, la Alianza Francesa y La sala Carlos Drews Castro de la Secretaría de Cultura de Pereira

“En ese caso también se dio una situación afortunada : la puesta en marcha de Megabús, el Plan de Renovación Urbana del Centro de Pereira y el hecho de que la sala del Colombo se había quedado corta para atender las necesidades de la nueva generación de artistas.

 

 

Como cada una de las instituciones hacía exposiciones por su cuenta y en fechas distintas, un día nos planteamos junto a Carlos Enrique Hoyos la necesidad de integrar y sumar todos esos esfuerzos en una serie de exposiciones simultáneas inauguradas el mismo día y a la misma hora.

Citamos a una reunión con los responsables de las salas y ¡Zas! Nació Corto Circuito, una experiencia cultural que, entre otras cosas, modificó por completo la percepción que muchos tenían sobre el centro de la ciudad”.

 

 

Desde el jardín

Siguiendo una vieja tradición, Lucía atiende los ciclos de la luna para el cuidado de sus plantas. La siembra, la poda, el trasplante, están regidos por esos ciclos milenarios. Por eso ni sus plantas ni sus flores precisan de otras ayudas. Basta con atender a esos ritos para que sus amigas gocen de buena salud.

 

 

Siempre ha sido cuidadosa de los ritos.

Como el desayuno y la merienda de los guatines.

Como las atenciones para Rufo y Linda.

Como los fríjoles los viernes.

Quizás en ese cuidado estén las claves para entender su silenciosa y fructífera tarea en el sector cultural de Pereira a lo largo de casi medio siglo.

 

 

 

“Chiquitines”: en el Club Campestre el tenis es un juego para todas las clases sociales

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El pasado mes de octubre se realizó en las instalaciones del Club Campestre de Pereira la edición 25 del torneo de tenis infantil Chiquitines que ha reunido a niños desde los 4 hasta los doce años de diferentes regiones de Colombia.

Un sueño vuelto semillero donde más que la competencia lo importante es el encuentro, la alegría del juego, promover valores   y compartir en familia los primeros pasos de un deporte que tantas ilusiones le ha dado a Pereira.

En La Cebra Que Habla encontramos algunas de esas historias y sonrisas, las voces de algunos de los protagonistas que en este cuarto de siglo han sido pieza fundamental en el desarrollo y prestigio de esta práctica en la región a partir de la realización y consolidación de este torneo, que, indiscutiblemente ha contribuido impulsar el tenis nacional.

Bienvenidos a este especial multimedia que hemos preparado para ustedes entre raquetas, pelotas e ilusiones de cientos de niños, instructores y padres de familia, muchos de ellos, desde los rincones más alejados de nuestro país.

 


 

Fotografías:  Jhon Edgar Linares

 

 

 

 


 

 


 

Venticinco años hace que Eduardo Giraldo, el padre de Santiago, el tenista mejor posicionado en la historia del tenis colombiano, ideó este torneo para dar la oportunidad a los niños y niñas más pequeños a tener un inicio en este deporte de la manera más armónica posible.

 

 

Y es que el torneo nacional Chiquitines es, sobre todo, una manera de abordar la práctica del tenis de forma que se conciba desde sus inicios como el compartir de una gran familia.

 

 

A él están invitados los niños de toda Colombia, menores de 12 años.

Ellos vienen siempre desde muchos rincones de nuestro país, acompañados de sus padres y familiares cercanos, para convivir con otros chiquitines como ellos, y saber que lo más importante en este deporte es aprender a ser buenas personas, por encima de llegar a ser grandes deportistas.

 

 

 

En el torneo que lleva veinticinco años realizándose, en el Club Campestre de Pereira, los padres de niños de todo el país encuentran además charlas educativas sobre sicología deportiva, nutrición y técnicas de entrenamiento.

Este año, por ejemplo, se realizaron varias conferencias y clínicas a cargo de un reputado hombre del tenis, Gabriel Jaramillo, quien en su escuela ubicada en los Estados Unidos ha formado personalidades tenísticas como André Agassi.

 

 

 

Adicionalmente, Eduardo Giraldo siempre ha dado al torneo su particular visión del mundo deportivo. Para él, respetar a los más pequeños, sus elecciones y su integridad como seres sensibles, ha sido una prioridad.

 

Por ello, trata insistentemente de transmitir a los padres un mensaje de tolerancia y fraternidad, lo que constituye su particular manera de ver este deporte: una manera efectiva de formar buenos seres humanos y mejores ciudadanos.

 

 

 

El Club Campestre de Pereira es, sin dudas, la mejor sede para este tipo de certámenes.

 

Sus amplias y dotadas instalaciones hacen que los visitantes concurran no solo por el interés del evento deportivo, también porque es una alternativa para pasar un agradable puente festivo (el del 12 de octubre).

 

Las instalaciones hoteleras de la ciudad se llenan a tal punto que en muchas ocasiones los visitantes han tenido que recurrir a buscar hospedajes en la vecina ciudad de Cartago.

 

 

El torneo mueve, por tanto, no solo las finanzas del Club, que recibe muy buenos ingresos producto de las ventas de alimentos y bebidas, sino los de la ciudad, y el entorno cercano.

 

En promedio son 360 niños participantes en cada versión. En esta última, eran 60 locales y 300 procedentes de muchas ciudades de Colombia. Si a cada niño lo acompañan mínimo dos adultos, estamos hablando de 900 personas que requieren alojarse en un solo fin de semana, y que consumen en los establecimientos de comercio y restaurantes de la ciudad.

 

 

Por lo tanto, Chiquitines es, no solo una manera muy propositiva de iniciarse en el mundo del tenis competitivo. Es, también, un evento que mueve la economía y colabora con el posicionamiento turístico de nuestra región, pues muchas familias regresan después a visitar nuestros atractivos producto de esta primera visita.

 

 

Incluso, en el mismo torneo, se presenta una feria comercial en donde las empresas locales pueden mostrar sus productos a personas de todo el país, a muy bajos costos. Es una verdadera vitrina para los productores y empresarios de nuestra región, que les permite entrar en contacto con clientes diferentes a los de su mercado natural, con los cuales seguramente podrán entablar relaciones comerciales que concluyan en nuevas ventas.

 

¡No se ha encontrado la galería!

 

Este tipo de actividades deportivas son muy importantes para nuestra ciudad y región. No solo tienen un propósito en cuanto a la práctica del deporte se refiere. Cumplen un cometido social, con impactos significativos desde el punto de vista económico.

 

Por estas y muchas más razones, larga vida a Chiquitines y a quienes, como Eduardo Giraldo, han hecho de este torneo el más especial de los certámenes infantiles del tenis en Colombia.

 

 

 

 

Reportaje gráfico

Los mejores momentos de Chiquitines en sus 25 años de existencia.

Los niños y sus familias, de un lugar  a otro, siendo felices, jugando, creando lazos de amistad. Tres días que han cambiado la vida personal, deportiva y en sociedad de muchos.

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Es mediodía de sábado y llegan de varias partes del país, padres, que traen a sus hijos al torneo Chiquitines, que este año cumple un cuarto de siglo de celebrarse en El Club Campestre de Pereira.

Es un lugar bello, grande y acogedor, con 26 canchas de tenis en total, 24 de polvo de ladrillo, que las asemeja a campos de tejo, pero más anchas, y 2 de material sólido preparadas para eventos especiales.

A esta hora del día ya hay un mar de auténticas gafas de sol, gorras y caras embadurnadas de bloqueador solar, que se mueve a todo lado por el campus, intentando ubicarse en los palcos azules, para ver a sus hijos jugar, porque ellos ahora son las estrellas.

 

 

Esas que brillan, y que son motivadas por la necesidad de ejercitarse y hacer amigos, pero también por el sueño de llegar a ser un Felipe Escobar Convers o una Sofía Munera Sánchez, por no mencionar a una estrella que brilla desde hace tiempo como Santiago Giraldo.

 

 

Mientras ubican su lugar en el torneo, caminando de un lado a otro con maletines marca Wilson, Babolat y raquetas originales Head, los niños están en su mundo. Unos hacen fila en el remolque de Frisby, esperando alitas fritas con salsa BBQ, otros prefieren hamburguesa al carbón con lonjas de tocineta y los más animosos, comen algodón de azúcar color azul que se les queda pegado en sus cachetes rosados.

 

 

 

Por los pasillos de Club Campestre, pasean Caddies sonrientes que portan carteles verdes con mensajes como Escucha y aprende”, “ganes o pierdas, disfruta el juego”, “respeta el juego, al contenedor y a los jueces”.

Todo está preparado para el torneo más esperado del año, tan esperado, que pudieron escribirse casi 400 niños y otros tantos quedaron por fuera por sobrecupo y por retrasos en sus vuelos.

 

 

Ya en las respectivas canchas, los niños entran como los grandes, escoltados, oyendo las recomendaciones del árbitro, y entrenando para dar una dura pelea no a su contrincante, sino a su amigo, o quizá compañero de estudio. Sienten que están jugando encima de una gran rayuela y eso les da confianza.

 

 

Los Caddies toman posiciones, y comienza el partido, o mejor, comienza los momentos Federer, que estos pequeños talentos llevan a sentir a sus padres, amigos y familiares quienes dedican su día a ellos, los futuros tenistas profesionales del país.

 

 

Mientras hay un intercambio mediano de lanzamientos, con esa forma de mariposa, clásica en el juego de tenis, los adultos quedan a boca abierta, los ojos se abren como platos y empiezan a lanzar motivaciones a los niños: ¡activo!, ¡activo!”, No pasa nada, animo”, “bola por bola. Ahora lo hiciste, vamos”. Y hasta “Si gana hay plata y chicharrón. ¡Tú puedes!”.

 

Al fondo de cada cancha los tableros anuncian a los jugadores: “Pardo vs González”, “Velázquez vs Covaleda”, “Caicedo vs Rodríguez” entre otros, y también se cuelan marcas como Chevrolet, Asul, Frisby y un gran anuncio de la escuela de tenis de Gabe Jaramillo, cuyo sistema de enseñanza se ha implantado exitosamente entre los niños que practican este deporte en el Club Campestre de Pereira.

 

El día ha favorecido el torneo, y aunque no se termina, decenas de personas llegan al evento por la calzada principal que está adornada diplomáticamente con todas las banderas de los municipios del departamento de Risaralda.

 

 

El momento más esperado, aparte de los momentos Federer que han sentido los cientos de espectadores desde el inicio, es el arribo del famoso Santiago Giraldo, que llega vestido como uno de ellos, con gorra, pantaloneta y una gran sonrisa que atrae y motiva a los niños a tomarse fotos con la estrella que siempre han visto brillar, y que más que un profesional, es un amigo y un hermano en el deporte.

 

 


[Perfil] Creciendo juntos

El uruguayo Víctor González es el director  técnico de los equipos de tenis del Club Campestre de Pereira. Llegó a Colombia  a cumplir un contrato de seis meses con Coldeportes, y ya lleva siete años en el país.

 

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[Crónica.] Entre pequeños gigantes.

En el campus del Club Campestre de Pereira un niño llora porque según él, su amigo Pardo, está perdiendo contra González, su otro amigo de escuela. Tres adultos tratan de consolarlo, y lo logran.  Le aseguran que la idea de participar del Torneo de tenis Chiquitines es ejercitarse, hacer amigos y si se gana o se pierde, la victoria está en el esfuerzo.

 

 

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“Chiquitines”: tenis para la vida.

 

En 2017 el torneo de tenis infantil más importante de Colombia cumplió 25 años de existencia. Se trata de Chiquitines, realizado por el mes de octubre en El Club Campestre de Pereira, y que reúne deportistas en formación y crecimiento de diferentes rincones del país.
Algunos de esos visitantes y participantes llegan desde muy lejos, y desde zonas muy vulnerables. El torneo les ha cambiado la vida para siempre.

 


 

Cofradía, arte escénico y danza contemporánea para armar y desarmar la existencia

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En sus presentaciones en tablas, colegios, parques o cualquier escenario, inquieta al relajado y relaja al inquieto. Dejan en claro el mensaje que desean transmitir: feminista, queer, anti violencia o pro derechos humanos. No hay categorizaciones ni limites de expresión.


 

Cofradía Danza y Teatro Experimental no es solo una hermandad, sino una organización conformada por un amplio espectro de artes escénicas: teatro experimental, danza contemporánea, performances, música, y que por medio de su arte está en constante creación y diálogo con el mundo, la existencia y la sociedad.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Al menos esa es la esencia de su intervención cultural en 11 años de existencia como cuerpo artístico, y de una serie de reconocimientos en Pereira y otras ciudades.

Y su relación con el cuerpo es asombrosa, pues es un bello coqueteo de exploración multidisciplinar que juega con el lenguaje, la forma, el color, los sonidos, la literatura, y que, refleja indudablemente inquietudes estéticas, ideológicas, filosóficas para entenderlas y cuestionarlas.

 

Foto: Diego Val.Obra: ” ¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Es su propuesta y su provocación, valiosamente aceptada, tanto por el público que reconoce su calidad cultural, como por los conocedores del género, asistentes a sus obras o críticos especializados.

La constante de sus actividades escénicas es una pregunta por la vida. ¿Qué es existir, para qué existo, cómo construyo sentido?

Las artes y todo su aspectro son el medio para buscar esas respuestas con las que curiosea la juventud que compone el elenco de Cofradía Danza y Teatro Experimental.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Tetrino Santiago Londoño

 

Y más que acuciantes preguntas, sus presentaciones en tablas, colegios, parques o cualquier escenario inquieta al relajado y relaja al inquieto.

Así fusionan de manera magistral jazz con postpunk, el cuerpo pulido con ropas transgresoras, el baile y los gestos lastimeros o enérgicos, entre otras mixturas que dejan en claro el mensaje que desean transmitir, sea este feminista, queer, anti violencia, o pro derechos humanos. No hay categorizaciones ni limites de expresión.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Los montajes son orgánicos y la libertad dentro del elenco ayuda a que esta exploración sea natural. Así cualquier integrante de Cofradía puede elegir la música, la ropa, el color, el maquillaje, la forma de doblar o desdoblar el cuerpo, la voz.

Es la forma como operan desde la flexibilidad, la figura, la deformación y que los impulsa desde hace más de una década a hacer lo que tanto les llena el alma y el corazón: la cultura.

Han representado obras como “La Caída”, “¡Ay! días chiqui”, “De Cronopios y de Jaulas”, “Descenso”, “La Costurera de la Memoria” y otras escenificaciones más.

 

 

Dentro de la programación para celebrar sus 11 años de existencia presentarán “La Oración Fúnebre del Funámbulo” el 14 de noviembre en el teatro Don Juan María Marulanda, Museo de Arte de Pereira. Una puesta en escena basada en la poesía del esteta y escritor francés Jean Genet, que parte de la lectura de su prosa, para en torno a ello, crear una estructura dramatúrgica con danza contemporánea. Espectáculo que llevarán dos días después a la Institución Educativa Jaime Salazar Robledo del barrio Tokio.

Esta obra es impulsada por una beca que ganaron con la convocatoria Estímulos 2017 de la Secretaria de Cultura de Pereira.

 

Foto: Diego Val.. Obra: ” ¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Y el 15 de noviembre, también en el Museo, un performance titulado “Instrucciones para Volar”, una obra de estreno que surge de la relectura de Cronopios y de Famas, del escritor argentino Julio Cortázar, y que en esencia son instrucciones, verbigracia para volar, para desapegarse de la melancolía, la nostalgia, los recuerdos, la infancia, la muerte, el odio.

Y para cerrar esta temporada de celebración, amistad y complicidad en el arte fueron invitados nuevamente a Bogotá al Festival Kuir Bog Fest 2017 donde presentarán ambas obras a finales de noviembre.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Aprender a levantar vuelo desde esta esfera llamada tierra llena de humanos anclados en el presente o en el pasado. ¿Cómo coexistir con el sistema? Cofradía Danza y Teatro Experimental nos muestra la guía: Volando.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

 

Bienvenido sea el arte en la ciudad y en hora buena por esta compañía de teatro y danza que representa a Pereira dentro y fuera de ella con altitud y calidad escénica.

 

Foto: Diego Val. Obra: “¡Ay! días chiqui” 27 de octubre 2017 Teatrino Santiago Londoño

Colombia yo creo en ti

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Colombia yo creo en ti


Saca lo mejor de ti, que la mejor vajilla sea para tu familia, que tu mejor pinta sea para el almuerzo con tus seres queridos, que todo lo que mostramos afuera esté disponible para compartirlo entre nosotros.


 

Sentada esperando, con las esperanzas rotas por el paro de Avianca, observé como a una pareja de extranjeros que estaba a mi lado fue ingresada en el vuelo que me acaban de cancelar.

Tras esperar varias horas consideré acercarme de nuevo a preguntar si ya estaba solucionado, y al ver la negativa de la señorita que me atendió la   invité a   reflexionar: ¿por qué le da más importancia a los extranjeros que a los locales?

Y concluí diciéndole, con todo respeto, “tengo los mismos derechos que ellos y le pido el favor que me solucione este inconveniente”. ¿Esta pareja tiene el mismo vuelo mío y vamos para la misma ciudad, no cree equitativo usted poder embarcarnos juntos?

Después de cinco minutos y algunos pasos hacia sus superiores, una llamada fue suficiente para decirme que podía abordar. Con un gracias y un sí se puede le sonreí y le recomendé un trato más cálido hacia sus compatriotas.

 

 

 

Después de recapacitar y recuperar mi tranquilidad me cuestioné: ¿Por qué estamos acostumbrados al tapete rojo para los que vienen de afuera? ¿Por qué entre nosotros existe un grado de dificultad tan alto para regalarnos lo mejor, lo que realmente somos como cultura y como colombianos?

Necesitamos sumar, y es preciso ser más los que estamos del lado positivo de nuestro país. El de nosotros y para nosotros, el nuestro, el de la esperanza, la naturaleza, los paisajes inigualables y la multiculturalidad.

Esa es la Colombia que nos acompaña y que hoy disfrutamos.

Queremos estar en la cara amable de la Colombia querida, de la Patria que se muestra en el exterior, de ese amarillo que te da la tranquilidad de saber que encontrarás personas cálidas y amables, un azul que te llama al respeto y la bondad, y un rojo que nos caracteriza por ser amorosos, pasionales, territoriales y bondadosos.

Tres colores con denominación de origen de café, con la tierra marcada en nuestras entrañas y con la fe de una Colombia en paz, feliz y del primer mundo.

Estamos acostumbrados a dar lo mejor hacia afuera cuando entre nosotros existe una necesidad de perdón y reconciliación, estamos pidiendo a gritos volver a creer, necesitamos retomar la confianza ciudadana, estamos en el momento de recuperarnos, de renacer, de intentar, de probar y de volver a un “yo creo en ti”

Estas letras están llenas de solidaridad y de desinterés. Un llamado al reencuentro con la patria, una convocatoria que incluya saludar al vecino y que las observaciones hacia los demás sean hechas con cariño, educación y buenas intenciones.

El mundo necesita educación, Colombia necesita reconciliación, respeto, credibilidad, amor, perdón, hermandad, renovación, compasión, pacificación, humanidad y benevolencia, entre muchas más.

 

 

 

 

Que el campo se tome la ciudad, que la sencillez de nuestros campesinos sea recompensada en agradecimiento por su labor, que el pesimismo que nos envuelve sea más fuerte que la corrupción que se ha inyectado en nuestra cultura, que la alegría de nuestra bandera sea compartida con nuestros compatriotas.

Nosotros nos merecemos lo mejor de esta tierra, somos merecedores de este terruño, somos héroes que hemos aprendido a vivir en la adversidad, somos la suma de un país que ha sufrido, el resultado de una cultura que siempre tiene todo para dar.

Saca lo mejor de ti, que la mejor vajilla sea para tu familia, que tu mejor pinta sea para el almuerzo con tus seres queridos, que todo lo que mostramos afuera esté disponible para compartirlo entre nosotros.

Merecemos un país coherente, con civismo, con equidad, sin miedos, sin el afán del qué dirán, un país comprometido con nosotros mismos.

Y si el pesimismo lo envuelve, recordemos algunos argumentos increíbles para sentir que vivimos en un país único, en un país que incita a ser querido y valorado.

Tenemos un país Fantástico. Somos privilegiados, somos el país número uno en el mundo en aves y orquídeas, el segundo en plantas, anfibios, mariposas y peces, el tercero en Palmas y reptiles y el cuarto en mamíferos.

 

 

Contamos con 2900 kilómetros de costa entre océanos Pacifico y Atlántico. Tenemos tres cordilleras con nevados, volcanes, altiplanos, sabanas y valles.

Somos un país con variaciones climáticas, tenemos el mayor número de ecosistemas del mundo: selvas húmedas, bosque seco, bosque alto andino, bosque de niebla, paramos, ríos costas, arrecifes de coral, ciénagas y manglares.

Colombia, la de la selva amazónica, macizo colombiano, y el Chocó, una de las aéreas con mayor riqueza biológica y especies endémicas del planeta.

Colombia el país de la diversidad cultural, expresado en pluralidad. Tenemos un patrimonio único.

Afrocolombianos, raizales, palenqueros, gitanos, pueblos indígenas, comunidades campesinas, mestizos y comunidades originadas en migraciones externas, benefician el paisaje cultural del país.

Somos apetecidos por nuestras flores, nuestra variedad de café, calidad de frutas, cacao, petróleo y carbón, entre otros. Componentes que demuestran nuestras riquezas.

Nuestras diferencias hacen un país fuerte, donde la pluralidad se convierte en la herramienta cautiva, por eso Colombia seduce y encanta.

Colombia te necesita optimista, regalando una mano amiga, y con la fe del volver a creer en el prójimo.

 

 

 

09 de noviembre del 2017

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En Apía (Risaralda) el rock es literatura por una noche

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Este sábado 11 de noviembre se realizará una edición más del Festival Rock Al Viento en la plaza principal del municipio de Apia.

Entre las actividades previas destacamos la que se llevó a cabo la noche del miércoles en el cementerio central del pueblo.


 …noche de muertos.

La música rock y la literatura iniciaron un romance hace tiempo que ha arrojado una prolífica y recomendable producción. Cada vez son más títulos, y cada tanto más sedientos, los que abrevan del universo musical y lo procesan para transformarlo en literatura.

Algo así lo leemos con Víctor Hugo “la música expresa todo aquello que no puede decirse con palabras y no puede quedar en el silencio”.

Tomada de archivo particular

La Corporación Cultural Rock al Viento ha querido hacer un acercamiento a dicha tradición con un evento que honre a cultores de las letras en canciones u obras que se convierten en icónicas dentro del acontecer de este género musical.

Es así como queremos hacer un reconocimiento a Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016, cuyas letras de sus canciones alumbraron el camino del rock hacia destinos literarios mucho más ambiciosos. Su éxito hizo reflexionar a los artistas sobre la importancia de los textos que cantaba.

 

Dylan, leyenda del folk rock surgido de la contracultura de los años ’60, es un poeta más allá de cualquier etiqueta. Muchas de sus canciones se convirtieron en himno. Por esto es uno de nuestros  invitados

“Quiero gritar latino soy, desangrándome en mil guerras, rompo cadenas de opresión un hombre nuevo tienes hoy, escúchame Latinoamérica”.

Poeta no es sólo el que escribe poesía. Hay algo más allá. La poesía está en otra parte. En el rock and roll, por ejemplo.

Y en Colombia hablar de Elkin Ramírez es hablar de Kraken, y es hablar de sus canciones como poemas, y eso son, puesto que era persona culta e ilustrada, con muchas lecturas encima que se ponen en evidencia cada vez que lo escuchamos. Por esto será otro de nuestros invitados.

Para considerar el rock en Apía, debemos indiscutiblemente tener con nosotros la presencia de Francisco Javier López Naranjo, quien es manifestación cincuentenaria de aconteceres literarios relacionados con la creación musical y la inmersión de la onda rocanrolera en este pueblo. Pachito López, el primer hippie apiano.

Por esto queremos hacerle un homenaje, uno más entre tantos que merece.

Queremos en la Corporación Cultural Rock al Viento terminar este evento dando inicio a la búsqueda de una recopilación de anécdotas sobre la incursión del rock en Apia.

Fotografía: Jess Ar

 

Por esto se ha invitado a un conversatorio generacional para recoger las historias que enmarcan la permanencia por 14 años del Festival Rock al Viento, y que nos motivan a institucionalizar este evento para que se sostenga por muchas más generaciones rockeras en Risaralda y Colombia.


Programación

 8 de noviembre. Cementerio San José, Apia, Colombia.

Desde las 7 pm.

  • Video Ave María. In Extremo.
  • Rock y fotografía. Una dura lluvia va a caer Bob Dylan. Fotografía y montaje: Jorge Aristizábal Gómez con declamación de Paola Álvarez Rojas.
  • Lenguaje de mi piel: Elkin Ramírez. Declamación y puesta en escena de Héctor Fabio Hoyos con acompañamiento de Reinaldo Ramírez Castaño en violín y Federico Guillermo Cardona en guitarra.
  • Los ídolos del hogar. Presentación de libro. Octavio Hernández Jiménez.
  • Vameanjomo, ensamble. Música de Cámara.
  • Homenaje a un ancestral rockero apiano. Francisco Javier López Naranjo.
  • Video Alleluya de Leonard Cohen con Bon Jovi.
  • Conversatorio generacional. Historias del Rock Apiano.
    Octavio Hernández Jiménez ,Francisco Javier López Naranjo, Albeiro Cardona, Francisco Acevedo, Carlos Evelio Ruiz, Juan Manuel Corrales y Corporación Cultural Rock al Viento.