miércoles, junio 25, 2025
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La historia de La Virginia que por décadas ha pedaleado César Sampedro en su bicicleta alemana.

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Desde 1978 empezó a “engallarla” con  calcomanías, banderas, colores, monos y  muñecos infantiles que se cuenta por decenas. Hoy en día pertenece al imaginario turístico del pueblo.


Fotografías: Diego Val

 

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Hace más de 50 años, recuerdan algunos de los habitantes, el parque Los Fundadores de La Virginia no era un parque sino un terreno despejado lleno de garrapateros y perros callejeros.

Un lugar que por esos tiempos no divisaba nada especial, hasta que a este pueblo cañero al borde del río Cauca comenzó a recibir importaciones en barcos para la industria azucarera.

 

Entre los enseres traídos por migrantes, un par de japoneses desembarcaron una bicicleta alemana marca Bauer para su desplazamiento personal por el pueblo, pero años después fue vendida y adquirida por el señor César Sampedro, que, desde su llegada a La Virginia, a mediados de los años 70, empezó a usarla como transporte para su trabajo.

Con el tiempo se volvió la bicicleta para sus aventuras personales, incluso desplazándose hasta Cartago en ella.

 

 

El velocípedo adquirió kilometraje, pero también ornato, ya que desde 1978, César Sampedro empezó a “engallarla” con calcomanías, banderas, colores,  monos y  muñecos infantiles que se cuenta por decenas.

El “nuevo objeto” deambulando por calles y caminos  comenzó a ser admirado por los vecinos de La Virginia, como se bautizó el pueblo, según algunos,  en homenaje a Virginia, la esclava del palenque Nigricia, que se destacó por su gran valor.

 

 

El viejo, como lo nombran, mientras escucha boleros mexicanos en la frecuencia AM, recuerda que día tras día iba al parque principal del pueblo, hasta que se aburrió y se desplazó hasta el llamado Parque de Los Fundadores, que hoy es un espacio de unos cuantos metros, sin ningún atractivo, salvo las estatuas doradas de bronce que el escultor Juan Esteban Álzate Ramírez elaboró de los esclavos cimarrones más representativos de Nigricia.

Y por supuesto,  su bicicleta, que según él, es conocida en todo el mundo, especialmente por fotografías que mandan vía  WhatsApp los turistas o habitantes que lo conocen.

El viejo lleva 17 años yendo y viniendo al parque con la rutina de un santo: de seis a ocho de la mañana. Se levanta, se baña y se va para el lugar. A la 11:30 va a almorzar a la casa,  se queda  hasta la 1:30 de la tarde,  y de nuevo al parque hasta las 5:30  cuando ya se dirige hacia su casa a descansar.

Todos lo conocen en el lugar, pero él no conoce a nadie.

 

 

Con las justas, sabe que han emplazado, sin consultar con él, las estatuas de Virginia, la Pancha, La Canchelo,  el neroniano Juanchito Marín y demás personajes de la historia de Nigricia, que el alcalde Nelson Palacio Vázquez mandó a hacer recién en el año 2015.

Porque antes de poner los monumentos de esos aguerridos héroes, era su bicicleta, como réplica, que iban a usar como símbolo del parque.  Al final no sucedió.

 

 

Pero César Sampedro, es ahora el símbolo más representativo del lugar y porque no, de La Virginia.  En su velocípedo ha montado Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, El Caballero Gaucho  y uno que otro alcalde de las administraciones del pueblo.

Al hablar con él, se jacta de no tener pensión, pero tiene un caballito de acero que le da sentido a su vida, y, es más, es su segunda esposa, pues desde que la tiene jamás la ha abandonado.

Tiene tres hijos y ahora piensa sobre quién será el próximo heredero de su preciada bicicleta, que ahora pertenece al imaginario turístico del pueblo, y del municipio de Risaralda.  

 

El viejo, vive en el parque, ahí llega todos los días arreglado como para una boda, escuchando su música favorita, los tangos y los boleros, que lo transportan a La Virginia de mediados del siglo XX.

¡A propósito de toros y protestas!

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Ante el rechazo de unos y la aprobación de otros frente a la tauromaquia, es necesario plantearnos una pregunta: ¿cómo  actuar de  manera efectiva sin violar los derechos de otras personas, constituidos legalmente para sus actividades?
Necesariamente deberíamos estar más conscientes de lo que hacemos y compramos.


El nuevo despertar en la conciencia humana ha permitido que actividades que antes estaban dentro de un contexto normal para la sociedad, o  como cultura o costumbre, ahora sean objeto de rechazo y descontento.  

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Tal es el caso de las actividades taurinas que para la época de fin de año en nuestro país cobran vigencia, y son parte de la cultura popular de ciudades y pueblos.

Por tal razón, también se ha hecho rutinario que cuando se realiza una presentación taurina, en cualquier plaza de toros de Colombia, se congregue un grupo de personas a rechazar estas presentaciones por considerarlas violatorias a los derechos de los animales.

 

 

Visto así, claramente, se nota un encuentro de conceptos, opiniones y culturas que, curiosamente en ambos casos, están protegidos por la legislación y normas actuales.  

Quedando claro que quien organiza, fomenta y practica las actividades taurinas es cobijado por la Ley y quien rechaza esta actividad está obrando conforme a los derechos de ciudadano para protestar, por lo que considera un acto de maltrato para los animales.   

 

 

Entonces, quien trata de impedir que la tauromaquia se desarrolle normalmente, para que su protesta sea escuchada, se convierte en violador de la Ley, y su intención pierde vigencia social y legal para convertirse en, muchos casos, una acción de rechazo por muchos aficionados de los toros, y violatoria de derechos consagrados en la Constitución.

¿Cómo entonces actuar de una manera efectiva sin violar los derechos de otras personas, constituidos legalmente para sus actividades?

Si hacemos una visión de la industria taurina, podemos analizar que esta es una actividad costosa, temporal, y en la cual, participan muchas empresas dando  apoyo.

 

 

Precisamente esta industria del toro prevalece, a pesar de los altos costos, porque existen empresas y marcas que aprovechan esa “vitrina comercial” para promocionar sus productos y servicios, pagan derechos de transmisión  y costosas pautas publicitarias en todos los medios que promocionan y difunden los toros en nuestro país.

Es así como los empresarios pueden contratar toreros de alto reconocimiento y adquirir ejemplares  en las más reconocidas ganaderías, lo que se verá reflejado, en las exorbitantes sumas que  pagan en derechos de transmisión las grandes cadenas radiales y televisivas del país, como también los medios escritos nacionales, entre otros.  

 

 

Así mismo, estos medios de divulgación recuperan su inversión vendiendo pautas a empresas comerciales y de servicios, quienes pagan también altas sumas  por esas publicidades; además, invierten fuertemente  para aparecer como los patrocinadores oficiales de la temporada, lo que les permite ubicar vallas, logos y menciones de sus productos dentro y fuera del escenario taurino.

En este ejercicio aparecen marcas de licores, de café, bebidas gaseosas, servicios bancarios, de comunicaciones, hipermercados, alimentos, entre otras muchas, y todas ellas pagan grandes sumas de dinero para aparecer allí en la “fiesta del toro”.

 

 

De otro lado, quienes se oponen a las ferias taurinas en Colombia han manifestado que el porcentaje de personas que están en contra de esta situación es del 95% de la población, y es precisamente, en este punto donde está la fortaleza para hacer una propuesta de rechazo diferente, más efectiva  y de mayor compromiso.

Podríamos imaginarnos ¿qué pasaría si un alto porcentaje de ese 95% que rechaza las fiestas de toros, tomara conciencia verdadera de protestar por el maltrato animal y dejara de ser un observador pasivo – convencidos raizales que  en ocasiones hasta violan la ley en sus protestas –   y se convirtiesen en protestantes activos de las acciones contra los toros en las plazas?

 

 

Tendríamos que dejar la comodidad en muchos casos, y necesariamente deberíamos estar más conscientes de lo que hacemos y compramos.

Qué tal si quienes lideran las protestas en lugar de invadir la arena de la plaza con un cartel,  se dedican a promocionar una lista de aquellas empresas, marcas y productos que patrocinan este espectáculo en nuestro país, es  gracias a esa  contribución económica y al uso de ese canal de comercialización que promueven, sostienen y garantizan que la fiesta de toros cada vez sea mayor.

Paralelamente a esta divulgación, el 95% de colombianos que dicen rechazar las corridas de toros, debe reconocer qué marca, qué producto, qué servicio aparece en el listado y es de su uso cotidiano, y a partir de ese momento, en razón a la protesta que quieren hacer, no volver  a utilizar o a consumir esas marcas, productos o servicios.

 

 

Estaría seguro que canales como RCN o Caracol televisión no soportarían que por culpa de patrocinar las actividades taurinas en Colombia sus rating de sintonía bajaran a un nivel económicamente importante, porque quienes está en desacuerdo con el maltrato animal no deberían apoyar ver el concurso o la telenovela de ese canal que contribuye con ese hecho.

Y  lo mismo podría pasar con la marca de café, de agua, gaseosa, chocolate, producto de belleza, ente una larga lista.

¿Qué sucedería si fuéramos verdaderamente conscientes y capaces de enfrentar situaciones que nos afectan realmente, y con las cuales estamos en desacuerdo?

 

 

Con seguridad que nuestro sentir colectivo entraría en otra frecuencia de acción, donde la solidaridad y el beneficio social fueran lo más importante,  y hasta  la corrupción y la violencia saldrían corriendo de nuestra sociedad, dejando el vacío para que allí estuviese el bienestar común por encima del particular.

La fuerza no es siempre la manera efectiva de mostrar nuestra inconformidad: si lo es tomar conciencia y hacer los cambios de nuestros propios actos, esos  que contribuyen irónicamente  a favorecer a quienes promueven aquello que nos da ese malestar.  

Es más: usted mismo que ha protestado y ha sentido que tuvo éxito, si  precisamente para celebrar que su acción cumplió el objetivo propuesto ha  brindado con un café o un licor de esos que patrocinan fuertemente la fiesta del toro,  obsérvese y contribuya a una manera diferente de protestar, por el bien de todos.

 


 

 

El fútbol, esa pasión que crea seguridad y confianza en la vereda Betulia

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Para los padres de los niños y  jóvenes que hacen parte  de la escuela de Poli Soccer Betulia,  el deporte es una vía para darles una oportunidad.  Muchos de ellos, sin posibilidad de aspirar a una profesión o desarrollar una pasión.


 

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

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Crecer, jugar, soñar

Un grupo de niños corre por el engramado de la cancha de futbol de Betulia baja, mientras otros acarician el pasto como lo harían con una mascota.

Uno de ellos, Hafeth Martínez Gallego de 9 años, al que han apodado Mbappé por su parecido al jugador del  París Saint-Germain, toma los conos naranja y los alinea correctamente.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

En una tarde de viernes que comienza a aclarar después de una mañana lluviosa, solo hay 7 niños con pantalonetas, tenis, chalecos de colores, que hacen ejercicios de calentamiento.

Al mirar alrededor no se puede apreciar a nadie más en el lugar. Ninguno del grupo, que parecen hormigas alborotadas, se pregunta dónde está el entrenador, ni que harán en esta sesión habitual.

Solo saben que han llegado antes de las 4 de la tarde, y por ser los primeros, se esfuerzan por ser los mejores. En un parpadeo aparecen jóvenes de entre 9 y 15 años por todos lados.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Vienen en bicicletas, se bajan de jeeps, buses, y algunos otros llegan tomados de la mano de sus madres, como si fueran ellos los que las trajeran. Proceden de sectores como La Selva, La Palmilla, Tres Esquinas, Montezuna, y los más alegres viene de más lejos: el corregimiento la estrella.

Un pitido sordo de árbitro se deja oír en la cancha principal. Un lugar rodeado de un samán, tres discotecas, una iglesia, una escuela y una estación de policía, de donde salen los subintendentes Carlos Andrés Aguirre y Luis David Rodríguez, con dos silbatos colgados de su cuello y una tabla donde toman lista a los jovencitos.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Polisoccer

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Al caminar por la Estación de Policía de la vereda,  alguno de nosotros espera oír una historia de algún preso, una pelea veredal o un abigeato. Pero nos encontramos con un afiche a blanco y negro estampado en la pared que anuncia el inicio de la primera escuela de Poli Soccer Betulia.

En la portada de la publicidad se ven los subintendentes, o gestores comunitarios, posando con un balón en la mitad del campo deportivo.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Al charlar con ellos lo primero que destacan es que el rostro social de la  institución está cambiando. Que no se trata de ver a la Policía Nacional como una entidad represora, sino como gestores de proyectos sociales para la comunidad.  

Y así sabemos que, hace dos meses iniciaron el proyecto deportivo con tan solo 8 niños, y entre ellos se pasaron la información hasta crecer a  28,  que ahora asignan entre dos categorías, de 10 a 14 y de 15 a 17.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Debido a la cantidad de jóvenes, una vecina ofreció los predios de su finca llamada La Lila para que pudieran entrenar en cualquier momento.

La idea partió de un amigo del agente Carlos Andrés Aguirre, quien también es un apasionado por las bicicletas, llamado Jonnier Andrés Franco, que propuso una escuela de entrenamiento de fútbol en la zona rural.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Y así pasaron de la teoría a la acción. Mientras conversamos el tema, los niños revolotean alrededor como pájaros, mirando y escuchando lo que sucede con este grupo de periodistas que los visitan.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

La mamá de dos talentos

 

El más atento es Edgar Ronaldo González Gallego, hermano de Hafeth Martínez Gallego, a quien los agentes han apodado Mbappé.  Ambos sueñan con jugar a lo grande.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Su madre, la señora Leidy Johana Gallego, una dama corpulenta que trae ojos satisfechos al ver a sus hijos en algo  y con la mente ocupada, expresa que desde que sus hijos están en el grupo de futbol han cambiado para bien en actitud, educación y valores.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Sin embargo, habla con temor y muy pausada. Tiene  razones para hacerlo. Pues ella es una de las muchas madres que buscan seguridad en este nuevo proyecto, y esto, ante los incidentes que ocurrieron en la vereda en el 2015, y  que  dejó muchos sueños desinflados.

Se refiere al entrenador argentino Edgar Leandro Osuna, que llegó afirmando que era instructor  profesional graduado en la universidad de Palermo en Buenos Aíres, y cuyas supuestas credenciales, le abrieron las puertas. Cada madre le facilitó 5.000 pesos por niño.

Luego en ese mismo año estalló la noticia nacional. El entrenador no era argentino, sino bogotano, y ni siquiera entrenador, sino un secuestrador y estafador internacional.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Desde ahí la comunidad perdió la confianza en los proyectos sociales, y guardaron sus sueños sin esperanza alguna.  Ahora, dice la señora Leidy Johana, “estamos felices porque la Policía Nacional ha empezado el Poli Soccer y les confiamos nuestros hijos”.

Su hijo Edgar Ronald le gustaba pintar, pero ahora, según ella, ha adquirido la pasión por jugar futbol. Él junto a su hermano son los primeros en llegar cada lunes y el viernes, días oficiales de entrenamiento.

Vienen desde el sector Pedregales, a 7 minutos, trotando para llegar ejercitados.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

El entrenador comprometido

 

Jonnier Andrés Franco, el entrenador, se concentra en lo suyo. Es un joven de estatura baja, ojos entusiastas, que inició  junto con los gestores comunitarios el Poli Soccer Betulia. Vive en Cuba,  pero también es un Dj conocido, un entrenador de arqueros y un adepto al ciclismo.

En su bicicleta  viene desde Cuba a entrenar al grupo, sin importar las distancias o el cansancio.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Él ha creído que el deporte es una vía para darles una oportunidad a los jóvenes de la vereda. Muchos de ellos, sin posibilidad de aspirar a una profesión o desarrollar una pasión. Por eso como voluntario gestiona recursos ante sus amigos, para conseguir elementos deportivos para los niños y jóvenes del equipo de fútbol.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

La comunidad de Betulia y las veredas que integran el sector, entre la estación Sucre y Matecaña, han empezado a soñar y confiar en un mejor futuro para sus hijos.

Y esto, según otras madres, gracias al esfuerzo humano y voluntario de personas nobles que creen en las potencialidades del otro, en una mejor  ciudad, y hacen país con  iniciativas como esta.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 


 

La compañía teatral Obskené de Barcelona, llevó a 8 municipios de Risaralda su adaptación del clásico “Fuenteovejuna”.

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La obra ha sido adaptada cientos de veces a lugares y épocas distintas y siempre suena contemporánea. Los efectos devastadores del poder  y sus víctimas solo cambian de ropaje.


 

 

Fotografía: Diego Val

 

Obskené o los hábitos obscenos de las ovejas domésticas

 

 

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Fue en 1476 cuando los habitantes de una aldea andaluza llamada Fuenteovejuna se levantaron todos  contra los abusos y tropelías de su señor.

La revuelta terminó en asesinato. Pero cuando el investigador inició los interrogatorios en busca del responsable, todos le daban la misma respuesta: fue Fuenteovejuna quién mató al señor.

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Es la incontenible  y eterna rebelión de los pueblos frente a las arbitrariedades del soberano.

En  esa historia se basó el gran Lope de Vega para escribir uno de los grandes clásicos del teatro y la literatura universal.

Por  eso la obra ha sido adaptada cientos de veces a lugares y épocas distintas y siempre suena contemporánea.

 

 

Los efectos devastadores del poder  y sus víctimas solo cambian de ropaje.

La compañía  teatral Obskené de Barcelona, España, se cambió de ropas y puso en escena una  hilarante y ácida versión de Lope, que conecta de entrada con los habitantes de cualquier pueblo.

 

 

Con motivo de la celebración de los 60 años de Comfamiliar Risaralda, Obskené anduvo de gira por ocho municipios del   Departamento de Risaralda.

Breve tratado de las ovejas domésticas, es el subtítulo que le pusieron a su muy libre mirada de la obra.

 

 

Fundada  a mediados de 2008  por  Constanza Aguirre, Judith Pujol y Ricard Soler, Obskené se propuso de  entrada el desarrollo de propuestas estéticas y narrativas que explorarán en las distintas disciplinas que cruzan las artes escénicas.

 

Los desafíos del teatro de hoy
En esa medida, y según palabras de sus creadores, en sus puestas en escena intentan eludir la tiranía del texto, así como de los roles convencionales de actor y director.

 

 

Una inmersión distinta en las atmósferas y claves  particulares de Fuenteovejuna supuso  una buena manera de poner en práctica  sus convicciones.

Los habitantes de Belén de Umbría, Santa Rosa de Cabal, La Virginia, Pueblo Rico, Quinchía, Marsella, La Celia y Pereira tuvieron ocasión de disfrutar el resultado y le respondieron con creces a la compañía.

 

 

Tanto, que durante el inicio de la gira en Pueblo Rico el lunes 9 de octubre un  entusiasta habitante de la localidad llamado Ezequiel Molina expresó:

“Estoy maravillado, es primera vez que un espectáculo de esta calidad llega a nuestro municipio, que bueno sería que por medio de Comfamiliar se pudiera crear aquí una escuela de teatro y se generen este tipo de espacios para que niños y jóvenes ocupen de la mejor manera el tiempo libre”.

 

 

La palabra Obskené quiere decir obsceno. En su origen griego significa fuera (ob-) de escena (-scé) Dicho de otra forma, esta compañía  persigue sacar a escena lo que estaba escondido detrás del  telón).

En otra de sus acepciones el vocablo alude a lo transgresor. A  lo que se opone a los designios del poder.

Y eso es lo que hacen los habitantes de Fuenteovejuna y los de cualquier comunidad  oprimidos por el tirano, ya se trate del dueño de un feudo medieval o  de un burócrata de los tiempos modernos.

 

 

Así que la compañía catalana no tuvo dificultades para entenderse con los habitantes de nuestros pueblos.

A su paso, los actores dejaron  una semilla de inquietud plantada en cada uno de los asistentes.

Niños, jóvenes y viejos hicieron suya la invitación de  Comfamiliar Risaralda.

A lo mejor a la vuelta de unos años se empiecen a cosechar los frutos.

 

 

De momento, el aire  de este puñado de pueblos sigue agitado por el paso refrescante de un rebaño de ovejas domésticas.

Y bastante obscenas, para  completar la fiesta.

 


 

FELIPE, el festival de literatura en Pereira que abre espacios para la creación de libros personalizados

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En medio de charlas, escritores invitados y lanzamientos de libros, el encuentro literario  también es una oportunidad para aprender otros aspectos que van más allá de la lectura y la escritura. Hacer un libro es también un asunto de materiales y diseño.


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Al fondo, en el tercer piso, auditorio principal  del área cultural  del Banco de la República de Pereira, alguien que parece un profesor sentado al lado de una mesa, habla de libros.

A primera impresión parece que es un alemán, es más, su acento no es natural de la región, y lleva una camisa beige con flores verdes. Habla, toma un libro, lo huele, pasa sus hojas con cuidado, mientras todos lo miran atónitos.

Aquel hombre grande, de piel roja,  explica todo el proceso de un libro, desde que su hoja es procesada químicamente, hasta que llega en forma de alguna obra de algún autor, es Pedro Felipe Hoyos Korbel.

Es un reconocido editor caldense, más caldense que Bernardo Arias Trujillo, y que ama la edición de los textos como se ama un ídolo preciado. Donde está sentado y en su mesa, y no solo en ella, en la entrada y los laterales del auditorio, hay muestras artesanales creativas de libros, muchos libros, como si fuera una “Casa Abierta” para colegiales.

El Festival de Literatura de Pereira 2017 (FELIPE) ha tenido el honor de invitarlo, y su llegada confirma  la ciudad se vuelve cada vez más lectora.

El público lo conforman estudiantes, que atentos, no parpadean ni para mirar el WhatsApp, porque el tema contiene magia. ¡Hacer libros! ¡Yo, puedo hacerlos! ¿así se hacen?

Y luego todos los que estamos presentes nos transportamos a creer que una a una las hojas, por ejemplo, de “Estaba la pájara pinta, sentada en el verde limón” de la escritora pereirana Albalucía Ángel, no se trata solo de impresión, tinta, embalaje, sino de un proceso hermoso desde que se selecciona los tipos de letra, se corta el papel según las medidas, se diseñan las caratulas, se vende al precio de cinco veces más el costo de impresión, entre otros aspectos.

Al oír a Felipe Hoyos Korbel, empieza uno a querer más los libros de papel.  Los jóvenes están concentrados y los adultos toman nota.  Él habla de su relación con otros editores del país, con editoriales buenas o  malas, librerías y autores.

Incluso habla de la librería Roma (de libros de segunda mano)  en nuestra ciudad,  resalta con sabiduría, ya que los pereiranos estamos en ese proceso de leer más, y subir en ranking de ser buenos y mejores lectores.  

El Festival de Literatura de Pereira le apuesta a esto, ya que varias editoriales independientes están logrando publicar autores nuevos, títulos y  temáticas diferentes, además de diseños de portadas innovadoras y atractivas.  

Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.
Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.

Aunque Hoyos Korbel dejara en claro que hay que apoyar lo local, es decir, acceder a leer y compartir autores regionales, y enfatiza, que, en cuanto al proceso de impresión, no es la caratula lo importante, sino el contenido,  la letra, la manera de componer cada página para que el lector mantenga la tensión y atención en el libro.

 Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.
Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.

Sobre la solapa interna  y la parte inferior del libro, suelta nueve palabras como un experto en el tema editorial, “dos o tres frases como una banderilla, es clave”. Refiriéndose al arte de la brevedad a la hora de redactar una biografía en cualquier tomo.

Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.
Algunos de los libros publicados por Hoyos Editores en Manizales.

Por la frase dicha con tanta emotividad, no sabemos si este hombre que parece alemán, pero manizaleño, le gustan los toros, pero ha estado en España, México, Buenos Aíres, y otros lugares aprendiendo todo lo relacionado con el arte de tratar los libros, algo que hoy los oyentes disfrutan.

Una joven delgada de uno de los colegios invitados se levanta y pregunta: ¿desde cuándo le gusta la lectura?  Él toma el micrófono y responde: eso no es una pregunta, pero responde: desde que tengo uso de razón.


La historia detrás del tríptico “Palomares” de Jorge Castillo, que evoca otro holocausto nuclear sobre territorio español.

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La crítica artística y la museografía españolas han guardado silencio en torno a la obra hasta el día de hoy. Lo mantendrán indefinidamente, como lo han hecho con la obra de Juan Goytisolo, con los Desastres de Goya, o con el reformador Blanco White. Han sido 50 años de censura e indiferencia frente a su significado.


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El 17 de enero de 1966 dos aviones de la U.S. Air Force, uno de los temidos bombarderos B-52 y su avión nodriza, chocaron en una operación rutinaria de abastecimiento de combustible sobre el territorio soberano español. Acto seguido se precipitaron en las inmediaciones del pueblo andaluz de Palomares.

Con ellos se desprendieron cuatro bombas de hidrógeno. Dos de ellas se rompieron en tierra, esparciendo uranio y plutonio a lo ancho de una superficie de varios kilómetros cuadrados. Los otros dos cayeron en el mar.

 

 

Las autoridades políticas españolas, el ejército nacional y la guardia civil cerraron inmediatamente el acceso de la zona afectada y sitiaron a su población, mientras el aparato del estado y sus monopolios de comunicación abrieron una campaña mediática para desmentir los acontecimientos y sus trágicas consecuencias ecológicas y humanas.

Nadie pudo saber de la catástrofe. Nadie puso de manifiesto sus consecuencias locales, ni sus significados globales. Murieron personas y animales, y surgieron enfermedades hasta entonces desconocidas. Pero la censura del estado español fue completa, al igual que en la destrucción total de la ciudad de Guernica por la Luftwaffe germánica.

Esta censura ha seguido vigente hasta el día hoy.

 

El artista Jorge Castillo, año 2013.
El artista Jorge Castillo, año 2013.

 

Solamente una intelectual española, Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, pudo romper el silencio oficial en torno a aquel incidente, organizar por cuenta propia a la población de pescadores y campesinos locales en defensa de sus derechos, y llamar la atención internacional sobre el chantaje nuclear universal que sobrevuela permanentemente nuestra existencia.

Fue condenada a más de veinte años de cárcel por el aparato jurídico español. Su memoria Palomares, que describe los acontecimientos y las acciones de una administración política servil y corrupta, así como las acciones desesperadas de la población afectada, fue censurada bajo el franquismo y el postfranquismo. (Publicado póstumamente en: Eduardo Subirats, La era de Palomares (Barcelona: Editorial Viejo Topo, 2011).

En 1967 Jorge Castillo terminó el tríptico Palomares en su exilio de Boissano. Su formato de tres por seis metros emulaba al Guernica de Picasso y la memoria del genocidio del pueblo vasco.

 

Guernica de Picasso
Guernica de Picasso

 

Era, además, un desafío a las estrategias nucleares de la Guerra fría. En 1968 Palomares fue exhibido en el Documenta de Kassel. A raíz de esta muestra René d´Harmoncourt, en aquellos años director del Museum of Modern Art de Nueva York, propuso su adquisición al consejo asesor del museo. Dicho consejo aceptó comprar la obra. No sin condiciones. 
Debía eliminarse la silueta del bombardero en la parte superior del panel izquierdo del tríptico, porque sus curadores la consideraban una inadmisible regresión realista con respecto a los lenguajes abstractos museográficamente sancionados. Castillo no aceptó semejante intimación.

 

Zona contaminada con plutonio en Palomares, España
Zona contaminada con plutonio en Palomares, España

 

Poco después el pintor recibió una propuesta del Museum für Moderne Kunst de Köln. Este centro estaba dispuesto a adquirir y mostrar el tríptico en su colección permanente. Pero Jan Krugier, el marchante suizo de Castillo, se negó a vender Palomares a dicho museo porque, en su opinión, la culpa alemana del genocidio judío no facultaba a sus instituciones culturales la condena del holocausto nuclear que esta obra recordaba.

 

 

En su lugar, Krugier vendió el tríptico a un coleccionista español, amante de su ex-esposa, que durante cuatro décadas mantuvo este tríptico en un almacén de Genève. Palomares fue adquirido en los años noventa por una institución bancaria de Galicia que asimismo la preservó del acceso al público.

La crítica artística y la museografía españolas han guardado silencio en torno a la obra de Castillo hasta el día de hoy. Lo mantendrán indefinidamente, como lo han hecho con la obra de Juan Goytisolo, con los Desastres de Goya, o con el reformador Blanco White.

 

Fragmento de Los desastres de la guerra de Goya
Fragmento de Los desastres de la guerra de Goya

 

En 2016 un equipo de curadores alemanes, belgas y rusos trataron de rescatar Palomares de Castillo de su olvido y mostrarlo en la exposición Art in Europe, en Bruselas, Karlsruhe y Moscú.

Tras una investigación infructuosa dieron el tríptico por extraviado o destruido. En 2017 Ludwig Forum Aachen pidió la obra para la exposición Flashes of the Future: the ‘68’ Generation a Abanca, su nuevo propietario. Solamente después de que el propio Castillo amenazara con una acción legal, esta institución cedió la obra.

El 30 de noviembre de 2017 se inaugurará una exposición de Jorge Castillo en el Museo de Arte de Pontevedra. En ella se mostrará por primera vez en un museo español el tríptico Palomares.

 


 

Betulia, una pequeña población rural que gira alrededor de una enorme cancha y un Samán

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Un nuevo recorrido por los barrios y comunidades de Pereira y sus alrededores. Esta vez por  los antiguos caminos del tren. Hay una evocación especial que siguen despertando estos lugares al  visitarlos y caminarlos.  


 

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares/ Diego Val.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

En días pasados La Cebra En Tu Barrio estuvo en Betulia (Alta y Baja), veredas del corregimiento de Arabia.

Nos sucede que, como equipo periodístico, nos asalta siempre una emoción especial cuando vamos a recorrer los antiguos caminos del tren.  ¿Cuál será la magia, la evocación especial, que dejaba a su paso este caminante con zapatos de hierro, que aún hoy todos lo evocan  y viven apegados a su recuerdo?

Ambas Betulias se desarrollaron alrededor de lo que fue la línea férrea que conectaba Pereira con el Quindío y otras zonas cercanas del Valle del Cauca.  

 

Foto archivo particular/ Grupo en Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”.
Foto archivo particular/ Grupo en Facebook “Fotos Antiguas de Pereira”.

 

Llegando a estas veredas, a unos 25 minutos de la iglesia de Morelia, ubicada sobre la vía que de San Joaquín conduce al municipio valluno de Alcalá, nos internamos por carretera destapada en relativo buen estado.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

En el camino, fuimos encontrando grupos de casas dispersos, reunidos, la mayoría, en torno a lo que fueron las infraestructuras del tren: un puente sobre la quebrada Cestillal (en el popular balneario Pedregales), las antiguas estaciones, donde se detuvo en el pasado la máquina rodante, y así.

 

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Sin embargo, hoy del tren nada queda.  Los rieles no existen, y nuestro vehículo resbala por la vía en la amplitud de dos carriles vehiculares.  Solo al cruzar la Quebrada mencionada, un observador informado puede hacer la asociación y darse cuenta que aquel cruce debió servir originalmente a una locomotora solitaria. Desde él, los viajeros lanzarían en los tiempos viejos miradas melancólicas o anhelantes a las frescuras de la corriente.

 

 

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Lo que encontramos en la vereda Betulia Alta fue otra realidad. La de una comunidad que se hizo a partir de diferentes actos de donación y de acción comunal.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

El predio donde hoy se asientan la mayoría de las viviendas fue producto de la gestión del entonces congresista Oscar Vélez Marulanda.  El lugar, en su conjunto, destaca por su equipamiento deportivo, orden y, en general el espacio público que lo conforma.  

 

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Betulia Baja está constituido por una serie de viviendas que giran alrededor de dos espacios para desarrollar ejercicio: una cancha múltiple y una gran cancha de fútbol.  Esta última fue donada por el patriarca de una familia muy particular: los Betancourth.  

Don Gabriel Betancourth, no sólo donó los terrenos para lo que, posteriormente, se fue transformando en terreno de juego, sino que tuvo siempre una figuración muy importante en la acción comunal que acompañó los procesos de consolidación del asentamiento.  

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Lo que en su comienzo fue un lote en tierra, hoy luce como un buen escenario deportivo, sembrado en grama y dotado de porterías, iluminación y otras facilidades que permiten su uso y disfrute, por parte de la comunidad aledaña y de vecinos de otras zonas, puesto que en ella se realiza durante todo el año un campeonato.

Cada fin de semana acuden a Betulia Baja los representantes de los distintos equipos que participan en el torneo.  Y la vida misma de la vereda gira, en buena medida, en torno a esta competición.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Recorriendo sus calles, que se abren al visitante bajo la sombra de un elevado Samán, se puede disfrutar de una tarde plena de sol, en la que los colores vistosos de las fachadas de las viviendas alternan con los jardines.

En el corazón mismo del caserío, nos sentamos a descansar al abrigo de una acacia florecida, y muy en nuestro íntimo pensamiento contemplamos como posibilidad algún día compartir la vida tranquila de este lugar, hecho de un verde en el que conviven vecinos de mucho tiempo.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Jairo Londoño, líder comunal y habitante de años de la zona, nos contó cómo muchos de ellos trabajaron arduamente en jornadas extensas para lograr transformar el lote a secas en campo de juego, y llevarlo al estado en que hoy se encuentra. También él, como presidente de la Junta de Acción Comunal (que lo fue durante varios períodos), gestionó la iluminación de la cancha, entre otras buenas obras para la comunidad.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Actualmente, este espacio sirve para que los niños de sectores aledaños practiquen el fútbol en las tardes. Dos veces por semana arriba a Betulia Baja un entrenador profesional, que viene desde Perla del Sur, barrio del  sector de Cuba, en Pereira.

 Allí, cerca de cuarenta niños y jóvenes se reúnen para pasar una tarde deportiva, entrenando con técnicas e instrucciones acordes con la práctica de este deporte, y reforzando una disciplina que les permite pasar sus horas libres apegados a una actividad positiva para sus vidas.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

El deporte, no solo ayuda a cada individuo a tener un mejor estado físico y mental, sino que aporta a la consolidación de los lazos colectivos.  Es por ello que la escuela de fútbol es el semillero que alimenta también al campeonato. Y este, como hemos dicho, constituye eje fundamental de la vida social de esta vereda y sus alrededores.

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Posteriormente, Jairo nos llevó a la casa de los Betancourth. Algunos de los nietos del patriarca (que en total fueron dieciséis), viven hoy en una parcela heredada de su padre.  Recuerdan la tradición de este clan que tanto arraigo tiene en Betulia.

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Varios de ellos (como otros muchos de los habitantes de esta zona) partieron a Estados Unidos. Particularmente a Long Island en NYC.  Allí migraron a finales del siglo pasado, y en la medida en que se ayudaron unos a otros a llegar a este país, buscando mejores oportunidades de vida, se fue creando toda una colonia de Betulia en New York.

En la casa, remodelada en el lugar donde antaño existieron las habitaciones, en tiempos en que el padre aún vivía; de reciente construcción y buenas especificaciones, conviven por lo menos seis de los hermanos.   

 

Fotografía Jhon Edgar Linares
Fotografía Jhon Edgar Linares

 

Algunos de los que están por fuera envían recursos para que puedan mantenerse los que permanecen al frente del terruño familiar. No obstante, varios de ellos trabajan en diferentes actividades y en la misma parcela (de 16 cuadras de extensión) cultivan y crían animales que ayudan a su manutención.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Comparten este espacio con sus propias familias.  Es decir, que allí viven los hermanos con sus parejas, y a la vez con algunos de sus hijos.  Una de ellas, de nombre Marta para más señas, cultiva un hermosísimo jardín, en donde destacan las orquídeas de varias especies.  

Allí los encontramos en nuestro recorrido, al final de una tarde de tonalidades amarillosas.  Mientras Jairo mostraba al equipo de La Cebra Que Habla las fotos que conforman el árbol genealógico de los Betancourth, que adornan las paredes de la casa, la jardinera fue contándome sobre las flores que cultiva, con paciencia y esmero, y hasta me compartió sus secretos en cuanto a abonos orgánicos se refiere.  

 

Fotografía Diego Val.
Fotografía Diego Val.

 

Ya de recorrido por Betulia Alta, el panorama cambia drásticamente. En lo que podría llamarse “las partidas”, una y que bifurca la vía en dos caminos, se encuentra una tienda (enseguida de lo que fue una estación del tren y que hoy está habitada por una familia que tiene en ella su vivienda), y un espacio para la práctica de tejo.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Tomando este camino se accede a la parte más elevada del corregimiento, que está conformada por terrenos de cultivo de plátano y tomate (poco café), y algunos potreros.

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

La tarde se extiende sobre el camino que acompañan las portadas de las fincas.  Se nota una gran actividad agrícola. Hay olor de fungicida y de caca de gallina.  En las tomateras, diligentes obreros juntan el producto del tomate, en camas de madera.  El aire tiene la temperatura de los valles cercanos.  

Y el paisaje es un resumen de los recuerdos de la infancia: guaduales que danzan despacio al ritmo del viento, plataneras espigadas, y algunas matas de café que aportan al horizonte el contraste del verde oscuro.  

 

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Pudimos contemplar, en el recorrido, bellos exponentes de la arquitectura tradicional cafetera, adornadas como es costumbre por variedad de plantas que crecen desprevenidas y abundantes en ollas, envases, canastos y todo tipo de recipientes. Indiferentes a su continente, exponen su fronda para el disfrute de quien quiera dedicarles una mirada.  

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

 

Betulia Alta no tiene un caserío concentrado, como su vecina “La Baja”, pese a que en su jurisdicción se encuentra ubicada una escuela importante. No obstante, se siente ese agradable vivir de las zonas de campo, en donde las horas se deslizan, perezosas, de la aurora a la noche, acompasadas por los humos que fogones activos obsequian al ambiente, en su plenitud de maderas quemadas.  

 

 

Fotografía Diego Val
Fotografía Diego Val

Las otras vidas de Matador, cuando no está al frente de sus caricaturas

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El ciclismo, los hijos, su amor desenfrenado por el Deportivo Pereira, sus gustos musicales, sus inspiraciones y pasiones de niño.
¿Quién está detrás de los personajes que hacen reír cada día a los colombianos?


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El chico y los garabatos

La mitología familiar dice que dibujó sus primeros monigotes en los retazos de cuero que su papá Ovidio, zapatero de profesión y librepensador por vocación, arrojaba el piso del taller luego de recortar los moldes para esos zapatos claveteados que se usaron hasta los años ochenta.

 

Foto archivo particular
Foto archivo particular

 

Todos necesitamos un mito particular para  ayudarnos al reposo.

¿Usted piensa ganarse la vida pintando monas? Le espetó Ovidio cuando Julio apenas despuntaba a la adolescencia.

El muchacho no entendió la pregunta y siguió dibujando garabatos.

 

Diego González y su hermano Matador
Diego González y su hermano Matador

 

Y siguió haciéndolo, hasta volverse una celebridad que hace reír cada día a los colombianos con  su  peculiar visión de la fauna política planetaria.

Pero eso ha  sido documentado a la saciedad. Así que es mejor seguirlo en el ejercicio de sus otras vidas.

Por ejemplo, cuando le prepara el desayuno a su pequeño hijo Mateo, un espécimen alborotador que lo devuelve a sus años tempranos.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

O cuando se queda mirando a su hija  Sara con el aire atónito de quien intenta en vano descifrar un viejo enigma.

O  cuando, siguiendo una  vieja tradición, se  desdobla en la madrugada y se enfunda en uno  de esos coloridos uniformes  de equipo de ciclismo profesional que le sirven a un creciente número de  ejecutivos,  empresarios, profesores y estudiantes para soñar que son Nairo Quintana escalando los Alpes o  Rigoberto Urán devorando kilómetros mientras  engulle gajos enteros  de bananos.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

Camino a la escuela

“La primera noticia que tuve del ciclismo fue cuando  mi papá me llevaba  a la escuela en la parte delantera de una de esas bicicletas canasteras que  utilizaban los mensajeros para repartir pedidos de víveres, medicamentos o insumos para la zapatería.

Estamos hablando de mediados de los años  setenta, cuando  Cochise Rodríguez  corrió al final de su carrera en un equipo italiano llamado Bianchi Campagnolo. De ahí sacó mi papá el nombre para su taller y su marca de calzado.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

Para la época Pereira era una ciudad pequeña y por sus calles circulaban muchas bicicletas de ese tipo. Recuerdo sobre todo las que llevaban botellas de Leche La Perla en sus canastas.  La visión del líquido blanco y el sonido de esos envases de vidrio tintineando en las mañanas es uno de los recuerdos perdurables de mi infancia”

Ese y los prados del Parque de la Libertad donde se jugaba al fútbol y se utilizaba ¡Oh sacrilegio! el mural de la maestra Lucy Tejada en honor a los estudiantes a modo de portería.

En esos juegos de tardes de domingo nació una temprana pasión por el Deportivo Pereira, con todo y sus infortunios.

“Es muy cómodo ser hincha de un equipo diseñado para ganar. El Barcelona y  el Real Madrid, por ejemplo pueden comprar a los mejores jugadores del mundo. Por eso están obligados a ganar todos los títulos, tanto, que si se les escapa uno en la temporada es considerado un fracaso. Pero ensaye usted a ser hincha de un equipo como el Pereira pa´ que vea lo que es la desdicha”.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares

 

Músicas de fondo

Antes de ponerse  su uniforme de ciclista de ocasión Matador enfrenta otro dilema.

Como  buen melómano siempre tiene una canción sonando al fondo mientras trabaja en sus monigotes que ahora se pagan bien y refutan de paso las predicciones del viejo Ovidio.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares

 

De modo que siempre debe resolver una encrucijada: escoger entre la  voz ebria de José Alfredo Jiménez, los sonidos casi guturales de Lemmy  Kilmister– el vocalista de Motorhead– o el decir cadencioso de Joan Manuel Serrat.

Mientras resuelve ese  acertijo revisa los periódicos del día en busca de material para su trabajo diario.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos siempre tiene un buen motivo para ocuparse de Norteamérica.

“En este caso el personaje tiene un valor agregado: su demencia. Normalmente los desaciertos de los políticos constituyen un inmejorable material para trabajar.

Pero Trump supera con creces todas las expectativas. Solo su megalomanía ha bastado para convertirlo en un personaje tragicómico. Uno  no sabe si reír o llorar cuando se entera de sus últimas decisiones”.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

Eso dice, mientras el fondo Serrat canta sus propios poemas y adelanta  su último deseo: “Y  a mí enterradme sin duelo/ entre la playa y el cielo/ en la ladera de un monte/ más alto que el horizonte / quiero tener  buena  vista”.

 

Dejémonos  de vainas

Cumplida esa primera parte de los ritos cotidianos llega la hora  de subirse a  la bicicleta.

Y eso no es poca cosa para un hombre que se acerca  a los cincuenta-  nació en Pereira en 1969, el año del primer alunizaje humano y de la separación de Los Beatles-.

Solo, o en compañía de su coequipero Guillermo Vélez toma alguna de las carreteras que conducen   a  veredas y corregimientos de la ciudad.

Algunas  veces, cuando se siente valiente y evoca las hazañas de Fabio Parra y Lucho Herrera, acomete una escalada y suda lo suyo tratando de alcanzar una modesta cima.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

Pero no importa si eso le sirve para aliviarse  de las tensiones que deja el trajín del día anterior: enviar una caricatura al día  y cumplir con sus compromisos como publicista y padre de familia no son  poca cosa.

De regreso, hace una escala  en casa de la vieja y querida Alicia, su madre, que gobierna a sus cuatro hijos con una mezcla de energía y condescendencia que todos  agradecen.

A veces Carlos Andrés, filósofo; Diego, explorador en el mundo de la marihuana medicinal; Mauricio, ingeniero mecánico y trotamundos a lomo de un monociclo y Julio coinciden a la mesa y  alegran con su inagotable dosis de humor negro las mañanas de la vieja,  viuda desde hace dos años.

Pero eso sí, en el feudo materno poco valen la fama y los miles de seguidores que el caricaturista pastorea como un rebaño multitudinario en el mundo virtual.

 

Fotografías: Jhon Edgar Linares.

 

 

Curtida en el trato con el mundo, la celebridad de su primogénito le vale un pepino.

Para ella  es apenas uno entre sus cuatro hijos.

De modo que dejémonos de vainas ¿Sí?

 

Entre viejos maestros

 

Foto: John Edgar Linares.

 

“Cuando contaba unos trece años encontré en un puesto de revistas un ejemplar de la Enciclopedia del Humor, que publicaba trabajos de los grandes   caricaturistas del mundo. Allí  aparecían- cómo no- los  argentinos Quino y Fontanarrosa.  

Fue así como conocí a Mafalda  y a Boogie el aceitoso, dos entrañables personajes de ficción que para muchas personas, entre las que  me incluyo, son más reales que muchos seres de carne y hueso. Eso, y las lecturas de las columnas de Daniel Samper Pizano reunidas  en libros, es clave en mi proceso de formación.

 

Foto archivo particular
Foto archivo particular

 

Con esos maestros  aprendí que muyas facetas de la vida- incluidas las más terribles- es mejor abordarlas desde el humor si uno quiere conservar la mínima dosis de cordura necesaria para sobrevivir en este mundo.

Hay otro elemento en común entre Samper y Fontanarrosa: su pasión por dos equipos de fútbol sufridos: Rosario Central, de Argentina, y el Independiente Santafé, de Colombia. Decir que  ese deporte es una metáfora de la vida sería redundar. Pero en  sus ires y venires uno aprende muchas cosas sobre las dichas  y desventuras  que constituyen la vida de todos los mortales”.

Fue esa la clase de humor que le permitió acompañar a su padre Ovidio en la tormentosa travesía que  finalmente  le  permitió acudir  a la eutanasia para poner fin a los dolores que lo  aquejaban.

Hasta el último segundo el viejo hizo gala de una considerable reserva de humor negro que parece ser la insignia familiar. “Quiero vestirme de luto para despedirme  de este mundo puto”, declaró impasible ante una decena de parientes desconcertados que vieron extinguirse así su íntimo anhelo de entregarse al melodrama.

 

Adiós a la bohemia

Cuando  era más joven- o menos viejo, mejor–   Matador resolvía los dilemas de la existencia echándose al coleto un  vaso de Jack Danniel´s, ese trago de roqueros y bebida redentora, según el evangelio particular de Frank Sinatra.

Pero, como buen personaje de los bajos fondos, al tiempo le gusta ajustar cuentas con sus criaturas. Por eso ahora debe contentarse con un vaso grande de jugo de naranja antes de  hacerse al camino.

Como una manera de curarse los afanes de la jornada anterior  sale en busca de su propio premio de montaña.

 

Foto: John Edgar Linares.

 

De vuelta a casa, resurge el dilema de las músicas de fondo. Esta vez deberá escoger entre Carlos Gardel,  Metallica o Andrés Calamaro. Confundido, decide echarlo a suerte.  El turno es para Calamaro, que sin hacerse  rogar ensaya una plegaria con su voz amanecida: “Brindo por lo que sea/ que caiga hoy en el vaso/ brindo por la victoria/por el empate y por el fracaso”.

“Down Patacláun”, ternura artística en un encuentro de capacidades diferentes en Pereira.

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Al final, como si fuera un Mozart prodigio, dirige a  todos los músicos con su batuta, que mueve como pintando algo para la escuela, incluso llamando la atención al que ande desafinado.


 

Antes que los niños, llegaron primero los padres al auditorio. Sin embargo, ambos traían una emoción mutua, ya que los pequeños actuarían para resaltar sus capacidades y los grandes estarían ahí para ver a sus hijos hacer lo que cualquier otro niño puede lograr: teatro, arte y música, sin ningún impedimento.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Ancizar, como le gusta que lo llamen sin apellido, es un niño con síndrome de down que destaca por su vestimenta a lo Beethoven y porque combina el teatro, la música y la dirección de orquesta, todo de una sola, con la finalidad de que los adultos comprendan que los limites solo existen en la mente.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Es una escena maravillosa. Ancizar sale a las tablas con un violín, juega, se deleita con el público y los demás compañeros, luego interactúa en silencio con el espacio, hasta que hace reír su violín con notas improvisadas, pero que encajan bien en el contexto artístico. Al final, como si fuera un Mozart prodigio, dirige a los músicos con su batuta que mueve como pintando algo para la escuela, incluso llamando la atención al que ande desafinado.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Los padres sonríen genuinamente, mientras las madres tienen sus ojos encharcados de lágrimas que disimulan limpiando con pañuelos de tela.   Hay algo curioso, y es que a Ancizar y a los demás les gustan las fotos. Una vez terminada su obra de clown, patacláun y música, hacen las reverencias ante los presentes.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Luego posan y lo hacen con un propósito: que los invitados, que en realidad vienen de varias partes de Caldas, Quindío y Risaralda, manejen conceptos mentales diferentes sobre la capacidad y discapacidad.

 

 

No son los ciegos, sordos, mudos, autistas o Down, los niños y niñas diferentes, sino que lo pueden hacer ver así los espacios no adecuados, o el pensamiento tradicional de la gente que determina qué es o no es normal, según el imaginario urbano del comportamiento.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Ancizar está feliz, ha venido toda su familia. Su sonrisa nunca deja de estar arqueada, y camina al lado de Andrés Mauricio Hernández Betancourt, un integrante del Club de Desarrollo de Habilidades, que, vestido de caballero para una obra de teatro española, intenta explicar que el aprendizaje tiene muchas vías, pues se puede adquirir conocimientos por medio de la emoción que se despierta en los niños con capacidades especiales.

 

Fotografías: Diego Val.

 

Y aunque el evento en el auditorio de la Fundación del Área Andina de Pereira tiene como publicidad a expositores de talla regional sobre temas de inclusión, discapacidad y capacidades diferentes, los verdaderos protagonistas son los padres y los invitados, que vienen a educarse en varias temáticas por medio de las emociones que los niños y niñas con capacidades especiales, despiertan.

 

Fotografías: Diego Val.

 

El mensaje que Ancizar, y el grupo de down, por medio de su performance patacláun quieren transmitir al público y a la ciudad es, yo estoy haciendo esto por el arte, por medio de la emoción. ¿qué estás haciendo tú, que tienes todas las herramientas y los sentidos?”  El desarrollo motriz, cognitivo, de coordinación y otras aptitudes más, son compartidas, ya que algunos invitados también han subido del estrado a la tarima a ser parte del juego lúdico de aprendizaje.

Narices rojas, banda sinfónica, abrazos, besos, aplausos, se acaba la función y empieza el verdadero sentido de ser humanos, antes que especiales.

“Uno tiene que aprender a morir para aprender a vivir…”: Ana Dominga, una cantaora chocoana en el barrio Tokio de Pereira.

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Conserva la cocina del Pacífico haciendo  arepa de calentado, mazamorra, arroz de maíz,  masa frita, aborrajado y pescado. Además tiene una huerta en casa en donde siembra orégano, albahaca, cilantro y cebolla.


 

Yo no sé porque la muerte,

no se apiadará de mí,

yo no sé porque la muerte,

no me deja a mí dormir.

La muerte viene a llevarme

yo no me puedo quedar

me saludan a mis hijos,

a mi papá y mi mamá

Ayy, Audá, ay Audá

y misericordia…

 

Porque… “él que no sabe vivir, no sabe morir”. Así es la expresión de Ana Dominga. Una cantaora chocoana vívida y opaca, cálida y fría, gorda y flaca, una expresión ambivalente, como la vida, como la muerte.

 

Foto: Diego Val.

 

Hace 26 años que se fue de su tierra natal, Piedra Honda – Bagadó – Chocó, hija de María Reinarda Córdoba Rentería y un papá costeño. Llegó al corregimiento de Santa Cecilia en el Municipio de Pueblo Rico Risaralda en el año 91,  ya cuando uno de sus hijos tenía un año de nacido.

En el 2002, por cuestiones de violencia, llega  al barrio  Plumón Alto de la ciudad de Pereira. Allí dejó a sus hijas “instaladas”, para luego, con la fuerza y aliento de su dualidad, construirse la casa en la que vive ahora en Tokio, un barrio entre incertidumbres y certezas.

 

Foto: Diego Val.

 

Si, como ella lo hace saber, por la incertidumbre de la vida y la certeza sobre la muerte.

Vive sola y tiene sobrinos que  la visitan constantemente. Se sienta bajo el marco de la puerta, en la entrada, para vender  cervezas. Con un peine forza un poco su ensortijado cabello para trenzarlo, pues ya tiene media cabeza en zigzag, habla de sus resiliencias, de sus premoniciones,  y también deja palabras  de la “arrechera” que la hace vívida  como una foto en blanco y negro.

 

Foto: Diego Val.

 

Conserva la cocina Pacífico haciendo  arepa de calentado, mazamorra, arroz de maíz,  masa frita, aborrajado y pescado. Además tiene una huerta en casa en donde siembra orégano, albahaca, cilantro y cebolla.

 

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Foto: Diego Val.

 

Con esto, llega un plato fuerte compuesto por versos. Cuenta que aprendió los “alabaos” de libros que leía, sucesos que le acontecían, y unos cuantos que le enseñó su abuela, pues, en la tradición oral de su gente al igual que en la escrita, cualquier cosa es posible.

 

Foto: Diego Val.

 

Cree en el dios católico tradicional, sin embargo, los dioses de su cultura siempre están presentes. Por esto, afirma que los hombres y mujeres negras tienen un corazón blanco. Se siente orgullosa de ser negra, chocolate.

Su risa acoge a todos quienes estén presentes, y además, es pegajosa. Afirma que siente “una satisfacción en el corazón, una emoción y una alegría”  cuando entona un alaba´o, porque recuerda a sus ancestros.

 

Foto: Diego Val.

 

Lo que logra significar un alaba´o para Dominga, seguramente es como lo que significó un hospital para la cantante negra Bessie Smith, momentos antes de morir. Quizá,  le hubiese gustado que Dominga estuviera ahí para ayudarle, y evitar el dolor a su  familia también.

El cantar y el bailar son su alegría. Después de comer y echarse bendiciones acostada, entona un canto. Ya sea un Salve, un Romance o un Alaba´o.

Este año fue invitada nuevamente al Festival de Raíces Pacíficas Tokiomanía en su quinta edición para cantar algunos de sus versos. El día anterior había expresado uno, que excombatientes de las  FARC le pedían frecuentemente entonar.

 

Foto: Diego Val.

 

Cada día llegan cuatro,

cada día llegan tres

y esa gente no conozco,

ni quisiera conocer.  (Bis)

Buenos días señor Sargento,

voy a poner una demanda,

ay que el señor Afranio,

no deja pasar la barca. (Bis)

Y el Sargento me contesta,

con su voz disimulada,

ay esta es la voz del pueblo

y yo no puedo hacer nada. (Bis)

 

Qué es lo que les pasa a ustedes,

que en todo me señalan,

ay hoy estoy aquí

y mañana en la montaña.  (Bis)

 

Foto: Diego Val.

Ése mismo día había cantado para un colectivo que tenía como objetivo la pedagogía alrededor del territorio, participaron niños, niñas, jóvenes y adultos. También hubo actividades  que  no se perdió por nada del mundo, “bailando con uno que otro muchacho”.

Después del festival, bundeado y de cantos fúnebres, Dominga está dispuesta a la dualidad, a su condición, y a la alegría que le convergen tan inquietantes premisas.