sábado, abril 26, 2025
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¡Que cansancio!

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#QueCansancio

Recientemente y en razón, sobre todo, a este proceso electoral extenuante, la W Radio propuso éste como el hashtag de uno de sus programas de la pasada semana.

Escuchando los comentarios que acompañaban a la emisión de radio, llamaba la atención el nivel de abatimiento de los colombianos: ¡parecemos todos aquejados de fatiga crónica!

Esta situación, aunque a nosotros nos parece habitual, está lejos de serlo, tanto que a los extranjeros que por casualidad escuchan cosas semejantes les llama poderosamente la atención este estado de ánimo colectivo.

Reflexionando sobre las causas de tan particular condición sicológica nacional, hay que remitirse a la condición de debilitamiento de la institucionalidad, que deja a los ciudadanos a merced del azar, presos de los imprevistos, y obligados a hacerse cargo de todos los aspectos de su vida cotidiana.

Es decir, en Colombia, cada uno de nosotros está obligado a ser su propio Ministro de Salud, de Educación, de Movilidad, de Seguridad, de Bienestar Social, Economía, Transporte, entre otros aspectos básicos de la existencia social, que no son cabalmente atendidos por las entidades previstas para tal fin.

Para hacer más evidente esta situación, solo necesitamos recordar el caótico tráfico que acompaña a las principales vías de las ciudades más grandes. Como en el cuento de qué fue primero, si el huevo o la gallina, no se comprende si los ciudadanos cometen reiteradas faltas de tránsito (ir en contravía por las bermas, saltarse los separadores viales, parquearse en donde no se puede, hacer giros prohibidos, etc.) porque tienen baja cultura ciudadana, o porque no tienen a disposición la infraestructura que se requiere para circular con arreglo a una cierta lógica.

Surge la pregunta sobre el ¿por qué de las eternas filas para esperar turnos en EPS o para recibir medicamentos? Las razones de los grupos de pícaros que se encargan de la asignación de cupos escolares, las dificultades para el acceso a las universidades, las deudas impagables del ICETEX, entre otras irregularidades del sistema de educación. No se explican fácilmente los “combos” de vecinos que se arman para defenderse de posibles ladrones, el aumento inusitado de empresas privadas de seguridad y vigilancia, etc. No se dan razones suficientes para la proliferación de escenarios privados para practicar fútbol, microfútbol, tenis, patinaje, y otros deportes, lo que significa costos adicionales para las familias. No se comprenden los buses atestados, las bajas frecuencias de las rutas, o la ausencia total de transporte público en áreas muy extensas de varias de las ciudades más grandes del país.

No saben muchos colombianos, no tienen por qué saberlo, que todas estas facilidades de convivencia que se usan o se requieren cotidianamente, son provistas en otros países por el Estado y sus instituciones, porque en ellos no es usual que se roben los recursos públicos, y más bien el sistema de parques, bibliotecas, teatros, auditorios, salas de deportes, y todos los aspectos relacionados con la salud, la educación, la seguridad, entre otros aspectos vitales para todo ser humano que convive socialmente, están garantizados por un sólido sistema público. Es decir, para los habitantes de estos países todas estas actividades son casi transparentes, porque funcionan, no les imponen trámites adicionales, ni las enormes pérdidas de tiempo que esto conlleva.

Es claro entonces que la base de nuestro cansancio no es sólo una campaña política degradada y agresiva, que es la muestra de un país con instituciones débiles en todos los niveles. Es, además, síntoma de que nuestra sociedad no funciona con las normas básicas de la convivencia ciudadana de la modernidad, acercándose más a una lógica tribal, en donde sobrevive el más fuerte y en la que ser parte de un grupo, generalmente opuesto de manera radical y violenta a otro grupo, garantiza una mediana supervivencia.

Sí, estamos cansados de los políticos y de su forma envilecida de hacer la política; pero sobre todo nos sentimos agotados de un país que funciona mal, y que producto de este deficiente funcionamiento somete a sus ciudadanos a cargas adicionales continuas, llevándonos a un punto de agotamiento que amenaza con no tener retorno.

Con previo fervor

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Uno de los recuerdos más cliché de mi vida son los cineclubes a los que asistíamos después de clases. Recuerdo que ponían cine independiente o que hubiera sido producido por fuera de Estados Unidos. Por esos años pude asistir a verdaderas joyas, pero otras veces a bodrios insufribles. Lo que pasa es que uno no se atrevía a decirlo. Antes de la proyección, un joven de pelo largo y saco de cuello tortuga negro y roído, nos presentaba la semblanza del director o de su película y nos explicaba por qué debíamos considerar al individuo o a su obra, como geniales.

Cuando nos introducían un director iraní o latinoamericano opuesto al régimen de su país, todos en el recinto mirábamos la película con: el previo fervor, como describía Borges. Nuestra apreciación ya condicionada por la recomendación experta o el posible rechazo de nuestro círculo intelectual más cercano, nos obligaba a buscar, hasta en las fallas del largometraje, errores deliberados de un genio del séptimo arte o significados ocultos sobre los que indagábamos en nuestras conversaciones posteriores a la proyección.

 Lo cierto es que el común denominador de aquellas cintas era su trama lenta hasta extremos nunca vistos, su argumento melancólico y su mensaje desesperanzador. Por aquel entonces, estar triste (o parecerlo) era bien visto. No gozaban del mismo prestigio los compañeros de curso que disfrutaban los productos que la cultura de masas ofrecía, seres vulgares (y felices) que solo iban a las salas de teatro comerciales (mainstream, por aquellos días) a disfrutar del último producto prefabricado por Hollywood.

Hoy recuerdo a una amiga, que se atrevió a decir una herejía: “que el Ciudadano Kane no le había gustado”, lo que le generó el rechazo de sus amigos que llegaron incluso a cuestionar su inteligencia. Posterior al linchamiento, le pregunte por qué no le impresionó la que para muchos críticos (quizás al lado del El acorazado Potemkin) era la película más relevante del cine. Me dijo que la vio sin tener esa información a mano, que sencillamente la trama no la atrapó. Ese razonamiento en apariencia elemental, mirado en perspectiva, me parece un acto valiente y de independencia intelectual, pues aquella joven se atrevió a valorar la obra a partir de sus propias coordenadas, no sucumbió ante la presión social de su círculo próximo y cuestionó la preferencia tribal (y supersticiosa) de su grupo.  

Así como deberíamos preguntarnos acerca de nuestros criterios para valorar una película o un libro, también sería pertinente hacerlo en el campo de la política. Durante la campaña presidencial se ha caído en el extremo infantil (y sectario) de evaluar a las personas y a sus obras, dependiendo de por quién van a votar. Tal vez el caso más representativo de este fenómeno es el del escritor William Ospina, que desde antes de la segunda vuelta apoyó al candidato Rodolfo Hernández. De repente, todos sus libros, que evidencian gran lucidez, una comprensión profunda de Colombia y de los que muchos “progresistas” eran lectores entusiastas, se convirtieron en anatema. Lo contrario sucede con varios políticos de pasado cuestionable, cuyo único mérito ha sido pasar de un partido a otro de acuerdo con las circunstancias, pero que gozarán de la amnistía moral que garantiza anunciar el apoyo a un caudillo con complejo de Adán.

En aras de la ecuanimidad, hay que aceptar que hay personas muy valiosas que se han depurado por una u otra opción presidencial. Por ende, la valoración de sus méritos y en algunos casos de la obra de toda su vida no debería estar sujeta a esta decisión. Esto es tan ingenuo e infantil como decir desde la izquierda, que no se lee a Borges porque era de derecha, privándonos así de la maestría de sus cuentos y poemas; o que un uribista afirme que Maradona era un mal jugador de fútbol, porque (¡ese sí!) era castro-chavista. Si hay algo por lo que debería pelear cualquiera que se diga izquierda democrática, es por derrotar tales supersticiones.

William Ospina y Rodolfo Hernández. Foto Revista Semana

En boca cerrada…

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Las elecciones en Colombia están, como dicen, para alquilar balcón.

O al menos esa fue la sensación el domingo, después de conocidos los dos finalistas elegidos en la primera vuelta.

Los resultados de ese primer tour electoral dejaron a los partidarios de izquierda, representada en el candidato Petro, un poco decepcionados y abatidos. Con el paso de los días de la semana se han ido recuperando, pero, quién les ha dado margen de recuperación ha sido, paradójicamente, el otro contrincante, del que se ha llegado a decir que “el mayor rival de Rodolfo Hernández es Rodolfo Hernández”.

Y es que “el ingeniero”, como se le llama coloquialmente, no sabe contenerse a la hora de hablar. Su estilo espontáneo, frentero y hasta vulgar, ha cautivado a no pocos votantes y el resultado de esta forma de comunicación se hizo evidente el 29 de mayo, tanto que su presencia en la segunda vuelta, como el contradictor del hasta entonces imbatible Gustavo Petro, tomó a muchos por sorpresa.

Rodolfo Hernández y su esposa. Semana 2022.

Pero resulta que esta estrategia ha empezado a mostrar sus límites. El ingeniero ha equiparado a la Virgen María con “todas las otras prostitutas de su barrio”, y esta mención desafortunada en un país conservador y católico como lo es Colombia, ha podido más que los discursos y las referencias muy elaboradas y sesudas de sus contradictores, al respecto de sus presuntos actos de corrupción o el evidente machismo que permea todo su discurso. Craso e imperdonable error.

Si en este costado de la contienda llueve, en la otra campaña no escampa.

Sus partidarios le imploraron a su líder Gustavo Petro, las horas y los días siguientes al resultado electoral de la primera vuelta, que dejara de lanzar en toda intervención esas peroratas infinitas, cargadas de argumentos intelectualizados y prácticamente incomprensibles para las masas populares. De rodillas le pedían que acuñara un lenguaje simple, efectista, directo, un poco como el de su contradictor.

Gustavo Petro y su familia.

Tal vez esta solicitud resulte ineficaz porque hay condiciones del ser que es imposible cambiar, pero en todo caso no parece viable que los electores que no entendían a Petro antes de la primera vuelta lo vayan a entender en estas tres semanas, a pesar de sus esfuerzos por ser más concreto en sus intervenciones, de las imágenes que lo han empezado a mostrar más cercano ataviado con la pañoleta verde, o en sus recientes, aunque aún acartonadas, incursiones en la red social Tik Tok.

Por otro lado, tantos esfuerzos por mejorar la comunicación, y la avalancha de adhesiones de personajes respetables como Alejandro Gaviria y hasta Rudolph Hommes, parecen inútiles cuando en la foto están los mismos corruptos o desprestigiados de siempre, Armando Benedetti, Roy, Samper, Piedad y la mismísima Gata, entre otros cuestionables personajes que se han agrupado en la campaña del líder de la izquierda. No se puede pregonar a los cuatro vientos ser “el cambio” y, al mismo tiempo, estar acompañado de semejante bandola. En vez de enviar un mensaje positivo a la ciudadanía, dicha actitud parece el desafiante acto de un bocazas.

Que por la boca muere el pez es un dicho viejo en Colombia. Esto deberían saberlo, o más bien tomar medidas para evitar esta muerte indeseable, los dos políticos que actualmente se encuentran en la contienda definitiva para elegir el próximo presidente de Colombia.

Mientras tanto, la campaña se desarrolla en lo que aún parece un empate técnico, y tal vez el resultado final sólo se defina porque alguno de los dos no fue capaz de mantener la boca, ¿o habría que decir la jeta?, cerrada.

Una forma de motivar la lectura.

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Quiero compartir con los lectores de la cebra-parlante, algunas páginas que me han embriagado con el néctar de la sabiduría bien estructurada.

En esta ocasión, William Ospina de su libro: EL DIBUJO SECRETO DE AMERICA LATINA, apartes del artículo: La cultura en tiempos de penuria, nos recrea con su sabia pluma, que no debe opacarse en la vivencia del lector, por navegar en esta época electoral en aguas políticas, para unos con apariencia limpia, y para otros, con vislumbres de turbiedad, al acompañar al candidato Rodolfo Hernández a quien ha descrito en su columna Rodolfo Hernández: la hora de la franja amarilla. Veamos el aparte:

“ …tendemos a pensar que los grandes inventos de la humanidad se dan en nuestra época; por eso está bien que alguien nos recuerde que la edad de los grandes inventos fue aquella del Paleolítico Superior en que encontramos o inventamos el lenguaje, en que domesticamos el fuego y las semillas, en que convertimos en compañeros de la aventura humana al caballo y al perro, a la vaca y a la oveja, en que inventamos el amor y la amistad, el hogar y la cocción de los alimentos…, en que descubrimos el consuelo y la felicidad del arte tallando gruesas Venus de piedra, pintando bisontes y toros y nuestras propias manos en las entrañas de las grutas.

Los grandes inventos no son los artefactos ni las cosas que nos hacen más eficientes, más veloces, más capaces de destrucción y de intimidación, más capaces de acumulación y de egoísmo. Los grandes inventos son los que nos hicieron humanos en el sentido más silvestre del término: el que utilizamos para decir que alguien es generoso, o compasivo, o cordial, o capaz de inteligencia serena, o capaz de solidaridad…

Ahora bien, los tiempos de penuria, los tiempos miserables, los tiempos aciagos, no se deben a una falta de cultura: se deben a la cultura misma. Para saber que es la cultura tenemos que ir a la raíz, al cultivo, a la modificación de la naturaleza que comienza con la agricultura. A partir de allí, todas las derivaciones de esa modificación de nuestro estado natural y del mundo son cultura…

Toda cultura es provisional, porque siempre otra cultura está al acecho. Toda cultura es tanteo, exploración, experimento, y siempre sabemos que del descubrimiento del error puede nacer lo nuevo.

¿En qué consiste hoy nuestra penuria sino en el colapso al que parece llevarnos nuestra propia soberbia? Una doctrina del crecimiento económico que no solo encumbra a unos países en la opulencia y el derroche, en el saqueo de los recursos planetarios y la producción de basuras irreductibles, y abisma a la mayor parte de la humanidad en la precariedad y la indigencia, en la subordinación y la esterilidad; sino que cada vez precipita crisis más amplias y absurdas, que sujetan a las propias naciones opulentas a temporales de riesgo y depresión. Un modelo de producción y de comercio que convierte al planeta en una vulgar bodega de recursos para la irracionalidad de la industria. Un modelo de civilización cuyo frenesí de velocidad y de productividad, de consumo y de obsolescencia de sus objetos, precipita la alteración de los ciclos del clima y la transformación del planeta en un organismo impredecible. Un desequilibrio creciente del acceso a los recursos, al conocimiento, a la iniciativa y a la capacidad de orientar el rumbo de la historia, que convierte las clásicas tensiones del poder y de la sociedad en escenarios del terror y de la arbitrariedad, del tráfico de todo lo prohibido y de corrupción de todo lo permitido. Una doctrina del poder corroída por el fracaso de los valores históricos que fundamentaron toda moral y toda ética, y que ve desplomarse todo lo que fue respetable, serio y sagrado.

Nada de eso nace al margen de la cultura: es una de las consecuencias de un modelo cultural y de un orden especifico de civilización. Y es tan vasto el desorden, tan cósmica la amplitud del malestar, tan universal la manifestación de sus causas y de sus efectos, que ya no parece haber soluciones jurídicas, ni soluciones políticas, ni soluciones religiosas para un mundo que frente al colapso de lo más profundo parece que quisiera aturdirse sólo en el espectáculo, en la información compulsiva que se reemplaza cada día por otra, y que busca refugio bajo el cobertizo de cualquier fe improvisada, de cualquier entusiasmo vacío, de cualquier fanatismo.

En nuestras virtudes también está la fuente de nuestros defectos. La memoria que nos hace sabios también nos hace vengativo

No es la ignorancia, es el conocimiento mal administrado el que nos ha hecho tan peligrosos. Estamos en manos de la razón, pero nunca hubo tanto miedo.

Como decía Hölderlin: “allí donde crece el peligro crece también la salvación. Tal vez por eso los tiempos de penuria son los mejores: porque son los que llaman a la renovación de la historia. Y si es en la cultura donde surge el peligro, es en la cultura donde tiene que estar la salvación”.

El pensamiento desparramado con tanta lucidez en sus escritos, se pondrá a prueba con los canales de la emoción dada por un candidato, que algunas señales dejan traslucir como excéntrico y falto de compañía para una gestión tan trascendente.

La inflación y la inflamación.

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Colombia, ese país del mundo donde todas las cosas extremas suceden al mismo tiempo.

Los comicios que se celebraron el pasado domingo mostraron los niveles de nuestra congestión política, esa que pone a las barras bravas a trinar, de los que toman a su líder como su dios, a sus convicciones políticas como su religión. Ese es el estado de cosas actual, y no es por eso extraño que estemos hinchados, tumefactos.

Por otro lado, en la vida corriente, esa que no se ha mudado a vivir en las redes sociales, especialmente en twitter, los colombianos de todos los niveles sociales sienten otro fenómeno, el de la inflación de los precios. Ningún lugar para sentir mejor el fenómeno que la caja del supermercado. Lo que antes se llevaba con doscientos mil pesos hoy se paga por cuatrocientos mil. ¿Y los salarios? bien, gracias. Al mismo nivel que hace quince años, cuando no más bajos.

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Sí, estamos inflamados, y la inflación nos está comiendo vivos.

Así, ¿cómo se sobrevive? Cualquier médico dirá que es presagio de grandes males para el cuerpo humano el estado constante de inflamación, que en no pocas ocasiones comienza por un estrés continuado, ¿se imaginan?

El nivel de ansiedad que vive hoy el pueblo colombiano, derivado de la incertidumbre de lo que pase con la política local, es lo más parecido a un estrés nocivo y prolongado. Pero, aunque ya lo traíamos, es forzoso decirlo, de la guerra, de la violencia que nos ha azotado por generaciones, en las ciudades, en el campo, el de ahora es más histérico, desaforado.

Paradójicamente, después del proceso de paz, parece haber explotado, tal vez es porque ahora se puede expresar sin temor a ser eliminado. Bueno, no en todos los casos, como se evidencia en el asesinato de líderes sociales, que a comienzos de mayo de este año ya iba por setenta.

Sin embargo, éstas han sido las elecciones con menor abstención en los últimos veinte años, y ninguna mesa electoral en el país tuvo que ser reubicada en razón al orden público.

Por otro lado, a este estado de crispación constante, de inquietud en aumento que experimentamos en este país, se suma el desconcierto al comprobar, cotidianamente, que el dinero ya no alcanza para nada.

Un escenario difícil en todo sentido, pues estamos inflados e inflamados, o como dirían las mamás, tras de gordos, hinchados.

Nos esperan 20 días de insultos, reclamaciones airadas, señalamientos, llamados a hacer historia o a no dejar que se pierda el país; y, en el caso menos grave, a reflexionar por cuál rodadero nos lanzamos.

Los resbaladeros que se nos ofrecen son de tierra y grava, y seguramente las posaderas no llegarán al final sin sendos rasguños, o francos desgarros sangrantes y dolorosos.  No sabemos cuál camino será menos peliagudo, y tampoco estamos seguros, muchos, si quedarnos en la orilla ondeando la bandera blanca de la indecisión, mientras vemos cómo los demás se lanzan por alguno de los dos caminos, cogiéndose como se dice “las nalgas con las dos manos”.

El miriñaque de los discursos.

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Como los debates televisados tienden a concentrarse en la minucia de cada propuesta, intentaré, en un ejercicio cuyos resultados podrían ser discutidos o incluso refutados, clasificar las propuestas de los candidatos a la presidencia de la República de Colombia según su ideología a fin de brindar al lector una mirada a los cimientos de sus discursos.

En primer lugar, nos atenemos a la definición de ideología presentada por Vallès J y Martì P (2015) en su libro Ciencia Política un manual: “…un conjunto compartido de conceptos y valores que pretenden describir el universo político, señalar objetivos para intervenir en el mismo y definir las estrategias necesarias para alcanzarlos”. En últimas, se trata de la partitura general que supedita, por ejemplo, los detalles acerca del monto o destinación de determinado subsidio o las características que debería tener una nueva reforma tributaria. 

 

Ahora bien, cuando se habla de ideologías, la tendencia es a utilizar las etiquetas “izquierda, derecha y centro” que no dan cuenta de la naturaleza híbrida de algunos candidatos (de esto hablé en el artículo Voto útil aquí y allá (1)) y que se usa de manera peyorativa. Esta clasificación, además, dependerá del momento histórico en el que se está y del talante de nuestros contradictores. Por ejemplo, si se revisa el espectro político de la Rusia revolucionaria, podría considerarse que Vladimir Lenin al oponerse al enfoque de los economicistas y a las acciones terroristas de los llamados socialistas revolucionarios (ver su obra Aventurerismo revolucionario) estaba en el callejón del medio lejos de ambas posturas, pero si nos ubicamos en la Colombia del 2014 de Juan Manuel Santos, el primer mandatario era definido por muchos seguidores de Uribe, como un izquierdista. ¡hágame el favor!

Pero a lo que vinimos. Comencemos con Federico Gutiérrez. Aunque Gutiérrez no me guste, y represente muchas de las cosas a las que me opongo, tengo que decir que su discurso es consistente. Es un defensor acérrimo de las libertades económicas y quizás en su mesa de noche tenga, o se haya leído el resumen de la obra fundacional del neoliberalismo de Friedrich Hayek, Camino de servidumbre donde se insinúa que cualquier proyecto igualitario conducirá inevitablemente al totalitarismo. Gutiérrez es un alumno aplicado (y chabacán) de la Escuela Austriaca. Como buen uribista, exagera las bondades de “la mano invisible” hasta un punto que el mismo Adam Smith se hubiera sonrojado.  

Sigamos con Fajardo, quien a mi juicio tiene la mejor propuesta para el momento histórico en el que estamos. Es Keynesiano en lo económico y liberal en temas como la legalización de las drogas. Piensa reactivar la economía a partir de la demanda (se opone a la ley de Say), defender la producción nacional y sustituir importaciones. Su presidencia sería reformista y la educación, la promoción de la ciencia la tecnología y las matemáticas, serían una prioridad. Es sin duda un socialdemócrata y está acompañado por expertos de todo el país por lo que es el candidato más técnico de todos.  

Continuemos con Petro, candidato difícil de definir. Aunque la mayoría de sus votantes se sitúan a la izquierda del espectro político, él mismo dice no ser de izquierda (2) cosa con la que estoy de acuerdo, toda vez que aceptó las imposiciones de la OCDE, del FMI, y buscó hasta el cansancio aliarse con César Gaviria, neoliberal por antonomasia que al final terminó con Federico Gutiérrez. Fuera de esto, la propuesta de Petro es una colcha de retazos. Toma reivindicaciones de la comunidad LGBTI, de las mujeres, de sectores ecologistas (casi todos puristas) y con todo eso, intenta armar un proyecto de país. En lo político es posmoderno, hace suyas todas las reivindicaciones que le den popularidad en el sentido más inmediato, mientras que en lo económico es sabrosamente premoderno. (Ver su propuesta de salud pública) En resumen, es un neoliberal con ropaje inclusivo, igual que Biden o Macron.   

            Por último, de Rodolfo Hernández lo único que sé es que es un híbrido, al igual que los demás candidatos a la presidencia. En algunos temas, digamos, la reapertura de relaciones con Venezuela y los diálogos con el ELN, podría considerarse de izquierda; en otros, por ejemplo, la despenalización del aborto ha asumido posturas de derecha. Se ha hecho la fama de ser el antipolítico por excelencia y su mensaje simplificado y repetitivo de lucha contra la corrupción, ha calado entre varios sectores. No descree del diseño institucional, sino de la probidad y honestidad de muchos funcionarios a quienes, según él, habría que cambiar por personas competentes y honestas. Como parece guiarse por su intuición, es de difícil clasificación.

            En síntesis: Federico Gutiérrez es una versión criolla de la Escuela Austriaca, Fajardo es socialdemócrata y Keynesiano, Petro es posmoderno y neoliberal y Rodolfo Hernández es rodolfista.

Referencias

De piruetas y pirulines

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Se dice frecuentemente que “la política es dinámica”, y seguramente algo de verdad encierra esa frase, puesto que la política es el arte de los acuerdos, y en ese orden de ideas, las realidades empujan a las fuerzas representativas de la sociedad a buscar diferentes formas de acomodo.

Lo ideal, también se repite constantemente, es que los acuerdos se hicieran en función de ideas y programas, y para ello, se recuerda que es necesario tener partidos políticos fuertes, que trasciendan los procesos electorales y los diferentes períodos de mandato, y que se estructuren en función de propuestas y, sobre todo, de una visión de sociedad a largo plazo.

Hasta aquí el repertorio de lo deseable.

Ilustración de Antonio Caballero.

Pero en el mundo, y de modo folclórico -tropical en nuestro país, todo lo anterior importa cada vez menos.  No han sido ajenos a la política nacional los cambios bruscos de partidos, de idearios, de candidatos y de aliados políticos, las tradicionales piruetas o volteretas electorales. De piruetas estamos inundados en nuestra historia, y cada día las ejecuciones son más sensacionales, más aparatosas; y los que las ejecutan más acrobáticos, estirando hasta el límite la integridad de sus humanidades a riesgo de reventarse de tanto salto.

El respetable público puede darse ánimos pensando que lo que presencia en estas elecciones, las presidenciales cuya primera vuelta se darán el próximo domingo 29 de mayo, es un performance de alto desempeño acrobático. Y, hasta llevados por esa falsa ilusión, podrían aplaudir entusiastas el espectáculo, alineados, como fuerzan las circunstancias, en bandos que se oponen a rabiar, se muestran los dientes, se insultan, y amenazan con agredirse cada vez de manera menos figurada y más real.

Tranquilos. No estamos presenciando los juegos olímpicos ni el Cirque du Soleil. Y si de circo se tratara, más bien es el momento de los payasos, porque el espectáculo al que estamos sometidos en estos comicios en Colombia no está en manos de grandes acróbatas, ni siquiera de clowns formados y experimentados. No, asistimos, más bien, a la presentación de los payasitos, ridículos, ebrios anticipando la borrachera de pirulines que se les prometen desde cada una de las orillas; pirulines cocinados con las prebendas, los puestos, los privilegios, el tráfico de influencias, y grandes porciones del presupuesto nacional.

¡Calmados colombianos!, que el resultado del espectáculo de los payasos, cada vez más decadentes, será indiferente al flanco que termine por hacerse con el escenario por los próximos cuatro años. No fantaseen con cambios estructurales, ni en primera, ni en segunda, ni en tercera. Ni con nuevos comienzos, y menos con una nueva sociedad, diferente a la que padecemos todos los días.

Recuerden queridos compatriotas que, al final, y más si hay pelea encendida en ambos costados del tablado, lo que nos espera son los pasteles estrellados, la crema batida derramada, el halón de pelos que amenaza con retirar la peluca, los puños, las babas, los mocos y la sangre.

Parecen tan inofensivos que hasta nos enternecen con sus graciosas piruetas, pero lo suyo no es la risa, aunque a veces la desaten en el público, sino el embuste. Detrás de sus ridículos contoneos, de sus volteretas escandalosas, de su falta de memoria selectiva, y de sus incoherencias; por debajo de los brillantes vestidos, las máscaras y los zapatotes, se esconden los pelos, las fauces y las garras. La orilla no hace la diferencia, y su aparente torpeza procede de los engorrosos disfraces con los que pretenden engañarnos. Una vez se hagan con el poder, se despojarán de sus ropajes, y se mostrarán ágiles e implacables para devorarnos.

La procuraduría y el caso del alcalde Daniel Quintero.

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Notas del profesor Carlos Andrés Echeverry.

Dos actuaciones disciplinarias se iniciaron contra Daniel Quintero por presunta participación en política, una el 26 de abril de 2022 por parte de la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa y Judicial, la cual estaba en la etapa de “indagación preliminar”, la otra, el 29 de abril de 2022 por la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa, Asuntos Sociales y Paz, que se encontraba en la etapa de “investigación”.

Luego de conocerse el video del 09 de mayo de 2022, donde Daniel Quintero aparece en un carro diciendo “cambio en primera”, y después de unas declaraciones radiales de la senadora electa Isabel Zuleta donde mencionó un supuesto apoyo del alcalde de Medellín al Pacto Histórico, el Viceprocurador General de la Nación expidió un acto administrativo del cual destaco lo siguiente: 1) acumuló las dos actuaciones disciplinarias previamente surtidas contra Quintero, 2) en ejercicio del poder preferente desplazó a las dos procuradurías delegadas y asumió directamente el conocimiento de esos casos, 3) suspendió provisionalmente al alcalde de Medellín.

Imagen tomada de: borderperiodismo.com

No me voy a detener en la cuestionada celeridad del Viceprocurador en la valoración de los elementos que supuestamente indican una participación política de Quintero, especialmente de la intervención radial de Isabel Zuleta del 10 de mayo que fue valorada el mismo día de expedición del acto de suspensión del alcalde de Medellín. ¡No! Creo que hay un asunto a estudiar con más detalle porque puede representar una vulneración del derecho al debido proceso del señor Quintero y tiene que ver con el presunto incumplimiento de las condiciones para acumular (integrar a un mismo proceso) varias actuaciones disciplinarias. Veamos:

Como lo comenté previamente, mediante acto administrativo del 10 de mayo de 2022, el Viceprocurador General acumuló dos actuaciones disciplinarias surtidas contra el señor Daniel Quintero. La primera se encontraba en la fase de “indagación previa o preliminar”, la segunda en la de “investigación”. El artículo 98 de la Ley 1952 de 2019 (Código General Disciplinario), dice que “se tramitarán bajo una cuerda procesal las actuaciones que satisfagan los siguientes presupuestos: 1. Que se adelante contra el mismo disciplinado. 2. Que las conductas se hayan realizado en un mismo contexto de hechos o que sean de la misma naturaleza. 3. Que no se haya proferido auto de cierre de investigación o que no se haya vencido el término de investigación”.En teoría, las dos primeras condiciones se cumplen, es decir, las dos actuaciones acumuladas se adelantan contra Daniel Quintero y las conductas son de la misma naturaleza (presunta participación en política), sin embargo, creo que no se cumple la tercera, esto es, que se hubiese proferido auto de cierre de la investigación o que se venciera el término de la investigación.

En efecto, una de las actuaciones que el Viceprocurador acumuló, la iniciada el 26 de abril por la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa y Judicial, estaba en la etapa de indagación previa o preliminar, la cual es distinta a la de investigación. El artículo 208 de la Ley 1952 de 2019, dice que la fase de indagación previa se apertura “en caso de duda sobre la identificación o individualización del posible autor de una falta disciplinaria”, mientras que la de “investigación” se adelanta cuando “con fundamento en la queja, en la información recibida o en la indagación previa se identifique al posible autor o autores de la falta disciplinaria”. En otras palabras, si no hay certeza del autor de la falta disciplinaria corresponde abrir la etapa de indagación, pero cuando sí se lo identifica entonces se da paso a la etapa de “investigación”.

El numeral 3 del artículo 98 de la Ley 1952 de 2019 dice que la acumulación procede si en las actuaciones que se pretenden integrar en un solo proceso no se ha vencido el término de investigación o no se ha proferido el cierre de la investigación. Como la actuación iniciada el 26 de abril no estaba en la etapa de “investigación” sino en la de “indagación”, no se configuraba ese requisito legal para acumularla con la actuación del 29 de abril, que sí estaba en la fase de “investigación”. No puede haber vencimiento ni cierre de la investigación en una actuación disciplinaria que estaba en la etapa de “indagación”.

Lo anterior resulta evidente cuando se lee el numeral primero de la parte resolutiva del acto del Viceprocurador. Allí dice que “se abre investigación respecto de la INDAGACIÓN PREVIA ACUMULADA (…)” (mayúscula sostenida fuera de texto), reconociendo expresamente que acumuló una actuación que no estaba en la etapa de “investigación”, como bien lo ordena el numeral 3 del artículo 98 de la Ley 1952 de 2019.

Aunque no soy ‘Quinterista’, creo que el incumplimiento de ese requisito legal compromete el derecho al debido proceso del suspendido alcalde de Medellín.

El trapo rojo, el candidato Fico, y el uso del lenguaje.

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El pasado sábado en la Plaza de Bolívar de Pereira, el expresidente César Gaviria Trujillo, hijo de esta tierra, se subió a la tarima todo vestido de rojo, y en posesión de un desnutrido discurso intentó agitar el “trapo rojo” que representa las banderas del partido que dirige hace ya demasiados años.

El expresidente, desperdició no sólo su presencia sino la ocasión, usando el tiempo en el micrófono para avivar una vieja disputa con otro expresidente, Ernesto Samper, y reclamarle públicamente por unas declaraciones en las que éste llamó a Fico “el candidato de los victimarios”.

Pobre eco tuvo este monólogo que desarrolló Gaviria desde la tarima, porque el expresidente Samper es un personaje tan desprestigiado que entrar en un debate de este calado no aporta nada en términos políticos, y más bien rebaja la estatura del orador que lo interpela.

El otro tiro fallido de Gaviria fue acusar al expresidente español Rodríguez Zapatero de ser “el aliado de Maduro”, criticando de esta manera su reciente acercamiento a la campaña de Gustavo Petro. Estos temas generan escaso interés y son distantes para la muchedumbre, porque no guardan ninguna relación con sus problemas cotidianos.

Al final, el tono desgastado, los temas poco efectivos para una tarima pública, el alargue de la intervención, y hasta la lluvia, obligaron a Gaviria a cortar de tajo su discurso.

El candidato Fico arrancó su intervención diciendo que él era de estas tierras, de madre pereirana y padre quindiano, y, en actitud de cantante, intentó animar a los asistentes exclamando: “¿cómo está Pereira?”.

En su discurso, por lo menos en esta plaza pública, no hubo propuestas concretas, sólo lugares comunes, llamados a la unión, acusaciones sobre el riesgo para la democracia que representa la otra campaña, y reiteradas alusiones a la pobreza y al sufrimiento de la población, remarcando que estas condiciones son inaceptables, e intentando vincular al público emotivamente preguntándoles: “¿sí o no?”.

Tímidas propuestas para los jóvenes, protección de las empresas, y referencias globales a la importancia de conocer las regiones. Y anécdotas, muchas anécdotas. Por ejemplo, traer a colación el decir de sus padres: “nosotros no tenemos plata, nuestra herencia es la educación”.

En general, un discurso flojo, no sólo desde el fondo sino en la forma, cortando las preposiciones, usando “pa” en vez de para: “echemos pa’ adelante”, “a la gente no le alcanza pa’ comprar la carne, pa’ comprar el mercao”; entre muchas otras expresiones coloquiales que muestran el uso de un lenguaje ajeno a la dignidad de una personalidad pública que aspira a ser el presidente de La República. 

Y es bueno aclarar que, si por la campaña de Fico llueve, en la otra orilla no escampa, porque la floritura y la demagogia de Gustavo Petro tampoco alcanzan a encubrir el mesianismo de sus propuestas, y el riesgo evidente de su instalación como autócrata todopoderoso que amenaza la estabilidad de nuestras débiles instituciones democráticas.

El lenguaje no es sólo una manera de comunicarse, el lenguaje es pensamiento, y en términos de su uso, la plaza pública en Colombia es cada vez más circo y menos pan. Las palabras vacías no alimentan ninguna emoción en las masas, por más que estén dichas en parlache y con entonación de animador callejero, o en el tono altisonante del que hacen uso los dueños de la moral y de todas las verdades.

La vieja y pragmática fórmula romana, hay que recordarles a nuestros políticos, funciona siempre y cuando esté compuesta por los dos componentes, no basta sólo el circo si la gente se muere de hambre, física y conceptualmente.

Ni la familia del frailejón Ernesto Pérez se salva del predial en Santa Rosa.

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Santa Rosa de Cabal se caracteriza, entre otras; por las gentes amables, las aguas termales, la gastronomía típica, una representativa plaza de mercado, y por su riqueza hídrica y natural. En su territorio discurren aguas provenientes del Paramillo, el nevado Santa Isabel y el Parque Natural Nacional los Nevados. Y en estos días de invierno, los fríos que se encumbran sobre el cuerpo, hacen recordar el estrecho vínculo del municipio con Los Nevados y la Laguna del Otún.

Allí, en zona de paramillo que alcanza hasta 4200 msnm, en el flanco occidental de la cordillera central, están ubicados tres predios en conservación -2150 hectáreas- que varios socios de la Fundación Netropic, han venido recuperando y protegiendo; antiguos terrenos ganaderos que heredó un abuelo a niños de diez años, y que actualmente por la vía de la regeneración natural y el cuidado misional de la fundación, es hábitat de felinos, dantas, diversidad de aves y plantas, incluidas más de 500 hectáreas de frailejones.

Pero lo que la fundación emprendió con criterios ecológicos y ambientales, está ahora amenazado por las medidas de actualización catastral de la empresa Go-Catastral de Bogotá, contratada por la actual alcaldía en Santa Rosa. No obstante, la actualización no ha aterrizado a la realidad del municipio cafetero que también siente efectos del fenómeno turístico local conocido como “salentización”. Técnicos y políticos, optaron por las variables que aumentan los avalúos de los predios, para incrementar el valor del predial, hecho que ha ocasionado el malestar general de la población. Luego lo que pareciera un asunto exclusivo de la política económica y social, también repercute en lo ambiental, a los tres predios en conservación les facturaron 195 millones de predial.

La fundación es reconocida por su dedicación a las causas ambientales y aportes en materia de conservación: Reforestación, un compromiso con la vida en Risaralda (Diario del Otún, abril 20 del 2022). En esa línea, han conservado en estos predios un bosque de frailejones en el que las paletas de colores del verde, marrón y amarillo de la flora endémica, se fusionan con la niebla del paramillo, configurando un armonioso paisaje natural que muy pocos han podido registrar en fotografías. Y como canta Ernesto Pérez: “Hola, mi nombre es Frailejón Ernesto Pérez. Te quiero saludar, no me conoces, pero yo a ti sí, sí, yo soy tu amigo, tu amigo Frailejón Ernesto Pérez. Te quiero saludar, soy una planta sin mucho color, cuidar el agua es mi profesión, yo soy tu amigo, tu amigo Frailejón Ernesto Pérez”. En efecto, en este caso también podrían decir “no me conoces…”; luego hay allí toda una familia de frailejones que funciona como reservorio de esponjas de agua que bañan la Laguna Matías que es a su vez fuente del río San Eugenio.

Laguna Matías

Y aunque el sonido de las plantas mediante la cavitación es inaudible para el ser humano, la familia santarrosana del Frailejón Ernesto Pérez, pareciera expresar a través de las recientes corrientes gélidas de aire, que esos censos catastrales capitalinos, poco verdes, queman como fuego la posibilidad de que más empresas y organizaciones sigan contribuyendo a su protección ecológica. Ese predial, que afecta hasta en materia ambiental, debería corregirse. “Esta casa es mía; esta es nuestra casa común”.