Es evidente que los colombianos vivimos un profundo estrés post traumático.
O, tal vez, no es tan claro para todos los que estamos involucrados, y menos para quienes administran y han estado por años al frente del poder político y del sector público, en donde se toman las decisiones que nos rigen como sociedad.
Psicoanalistas como Boris Cyru-lnik han trabajado ampliamente este tema. Cyrulnik es conocido mundialmente por la difusión relativa a la resiliencia. Pero este concepto, que es en mi opinión muy potente, ha sido manipulado indebidamente, manoseado sería más justo decir.
Este postulado, que tiene que ver con los traumas profundos y la manera de salir de ellos, se presenta como una opción de sanar las heridas psíquicas, para no quedarse eternamente orbitando en lo que sucedió.
Esto último es lo que, en mi opinión, nos pasa en Colombia, volvemos una y otra vez sobre el dolor, innegable por supuesto, sobre la rabia y el terror, que son sentimientos asociados a la violencia que hemos vivido y que están totalmente justificados ; pero no estamos trabajando o estructurando una salida colectiva del estado traumático.
Este tipo de proposiciones las han hecho otros psicoanalistas, como Viktor Frankl, quien narró su experiencia, desgarradora y límite, como prisionero Nazi en los campos de concentración. El Hombre En Busca De Sentido es un libro que no niega el dolor, pero plantea justamente cómo los seres humanos tenemos la capacidad darle sentido a nuestra existencia, aún en condiciones desesperadas.
Estas dos propuestas conceptuales, que provienen del psicoanálisis, difieren en que para Frankl el sentido está en el interior de uno mismo, y para Cyrulnik está afuera, en una especie de guía que el autor denominó en su último libro La Nuit J’ecrirai Des Soleils como el hecho de tener “una estrella de belén”. Un propósito que, si bien nos involucra, es relativamente externo, y consiste en tra unas metas u objetivos, si se quiere ambiciosos, pero que nos van remontando, sacando del hueco, y aligerando el esfuerzo de la salida porque, en todo caso, se tiene en el horizonte ese faro que es guía, ilusión y esperanza.
En último término, la vida es eso. Somos nosotros mismos quienes a través del lenguaje damos forma al vínculo social. Es a través del lenguaje, origen de la existencia de lo humano, fundamento y vehículo de nuestro pensamiento y nuestra convivencia, que nos otorgamos el sentido de vivir.
Por tanto, nos convendría reflexionar sobre este aspecto, que va desde la política hasta las artes, de las decisiones públicas que rigen nuestra convivencia a la narrativa expresada en nuestra literatura.
Y sí, estoy convencida, nos hace falta emprender un camino de sanación masiva del trauma relativo a la violencia que hemos sufrido durante tantos años.
Me dirán los que se apostan en todas las esquinas empuñando sus caucheras que la violencia sigue, que no hemos salido de ella. A ello podría responder sí y no.
Porque en mi opinión es innegable que el proceso de paz con las FARC ha significado un cambio, un punto de quiebre, un corte con la lógica exclusiva de las armas y una proyección hacia el debate político, y aunque con muchos tropiezos, un paso adelante, en todo caso.
No quiero por ello afirmar que esta nueva etapa sea irreversible, al contrario, es frágil y podemos ir fácilmente hacia atrás.
Justamente, para garantizar que el proceso continúe, no basta llamar a la unidad, a un supuesto “cambio”, a una identidad nacional que apenas si se sostiene, o la construcción de una autoestima que, claramente, nos falta.
Ningún ser humano sumido en el trauma y que no haya sido capaz de darse o encontrar poderosas razones para salir de él, está listo para tener auto estima o para cambiar. Nos encontramos como nación en un modo de supervivencia sicológica, de delicada inestabilidad psíquica.
Y no nos llamemos a engaños, es justamente esa debilidad mental, socialmente compartida, a la que siguen apelando los extremismos de todas las orillas, instigándola con el combustible que le es más propicio: una mezcla calculada entre rabia y miedo.
Salir de ahí requiere darle forma a un nuevo relato, que sustente una etapa diferente de nuestra historia como sociedad. Pero el primer paso sería, sin duda, una sanación psíquica colectiva, consciente y bien dirigida, acompañada y voluntariamente asumida.
Sino se encara esta necesidad con el debido rigor y el compromiso de llevarla a cabo, el riesgo de volver a un escenario de guerra generalizado, con más y poderosa presencia en los centros urbanos, estará siempre vigente; ya sea como realidad, o como justificante, espectro que causa indignación o pánico. Justo sería comprenderlo y recordarlo: no existe instrumento más rendidor para los populismos de todos los extremos que explotar este estado de ánimo colectivo en el que hoy sigue sumida la nación colombiana.
La Cebra visitando las Arenas de Arlés, en Francia.
Estas arenas están consideradas como unas de las que están en mejor estado de conservación en suelo francés. Y hacen parte de los vestigios romanos por Europa. El anfiteatro de las arenas fue construido entre los años 80 y 90 Antes de Cristo en el territorio considerado como una colonia romana en el sur de Francia.
Entre sus usos históricos más resaltados ha pasado del original como coliseo para eventos con gladiadores, a fortaleza medieval, y en épocas más contemporáneas -luego de varias restauraciones- ha sido destinado para eventos populares y culturales, y desde luego como sitio turístico dentro del país Galo.
Una buena idea si de recorrer la provenza francesa se trata…
Estas dos construcciones enfrentadas parecen haber engendrado lo que se expresa de manera tan visible en el centro de la plaza: la tradición filosófica, el teatro, la música, y la poesía.
Uno de los lugares más hermosos de Berlín, la capital alemana, es la plaza Gendarmenmarkt. Los viajeros son sorprendidos por la amplitud del espacio público, una gran explanada custodiada por dos iglesias considerables en tamaño, pero aún más por la belleza de sus fachadas y, sobre todo, por su similitud.
El visitante se frota los ojos, para comprobar que no está sufriendo una alucinación producto de los agites propios de los viajes: ante sí, se yerguen dos templos de forma y magnitud prácticamente indistinguibles.
Esta visión del antiguo mercado de los Gendarmes (de allí toma el nombre la plaza) obliga a consultar las razones de tal obra.
¿Qué ciudades en el mundo se permitieron construir dos capillas iguales, enfrentadas una a la otra, ambas con semejante fastuosidad, y con qué objetivo?
¿Qué comunidad religiosa desearía, o envidiaría, la forma y el tamaño del recinto sagrado de un credo distinto, cuando no rival?
¿Qué actividades se realizan en el edificio central de la plaza, aquel que no tiene una connotación religiosa?
Foto por: Martha Alzate
¿Qué significado tiene el monumento a Schiller, y por qué está ubicado en el centro de la plaza?
Así, inicia un recorrido que obliga a indagar sobre el lugar y lo que en él se puede observar.
Las capillas fueron construidas durante el reinado de Federico I de Prusia, quien les concedió, tanto a las comunidades religiosas luterana como a la reformada francesa, un lugar para construir sus respectivos templos.
Es importante recordar que los protestantes franceses, de influencia calvinista, fueron perseguidos por los monarcas de su propio país desde la segunda mitad del siglo XVI.
La Corona francesa, fuerte aliada de la iglesia católica, persiguió y ejecutó a los reformadores, lo que impidió que la reforma protestante se extendiera en Francia de la misma forma que en otros países como Inglaterra y Alemania. Durante el reinado de Luis XIV, el llamado Rey Sol, se intensificaron las persecuciones a los hugonotes. Tanto, que entre 1686 y 1689 se produjo un éxodo masivo que continuó hasta las primeras décadas del Siglo XVIII.
Se estima que durante este período emigraron cerca de 200.000 hugonotes, siendo Prusia uno de sus destinos más importantes. En general, estos fugitivos eran gente de avanzada, artesanos, industriales y hombres de letras, que beneficiaron con su arribo a las regiones que los acogieron.
Foto por: Martha Alzate
En cuanto a la arquitectura de los templos y la explanada, la historia es como sigue: la plaza está construida siguiendo el diseño de otra de gran importancia, la Piazza del Popolo en Roma. Ésta, en forma de círculos simétricos, alberga las chiese gemelle (dos gemelas) iglesias de Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto.
Ahora, en lo referente al nombre del lugar, Gendarmenmarket, su designación se debe a que originalmente el espacio fue contemplado para instalar allí un mercado, por lo cual recibió como primer nombre el de Linden-Markt. Este cambió, en 1799, en honor al regimiento de Gens d’Armes, cuyas caballerizas estuvieron instaladas en la plaza.
Federico II, llamado El Grande, -aquel que llevó a Voltaire a la corte de Berlín, al tiempo que a otro grupo de músicos y artistas franceses y que tuvo por nodriza a una institutriz hugonote, con la que aprendió a hablar simultáneamente francés y alemán-, ordenó desmantelar las caballerizas y construir en su lugar un pequeño teatro francés. Este recinto fue sustituido por el Teatro Nacional, en el año 1802, el cual se quemó completamente en 1817.
A partir de ese momento, se emprendió la construcción del Konzerthaus, que es el punto central de la plaza y aún hoy permanece en pie, siendo usado regularmente como sala de conciertos. Este edificio fue diseñado por el arquitecto Karl Friedrich Schinkel, el más importante del Estado prusiano y el mayor representante del neoclasicismo alemán. El mismo diseñador que concibió la cruz de hierro, aquella que fue agregada a la cuadriga de la puerta de Brandeburgo cuando ésta retornó a Berlín, después de haber sido raptada por Napoleón.
Enfrente del Konzerthaus está el monumento a Schiller, encargado por el último emperador o káiser del imperio alemán y último rey de Prusia, Guillermo II, al artista plástico de corriente naturalista neobarroca, Reinhold Begas.
El propósito de este monumento era conmemorar los cien años del nacimiento del poeta alemán, y estaba previsto que fuera inaugurado en 1859. Sin embargo, sólo estuvo listo diez años después.
Foto por: Martha Alzate
Las obras de Friedrich von Schiller son afines al espíritu del protestantismo. Dotadas de un profundo carácter interior, conducen a la reflexión moral a través de la introspección de sus personajes teatrales, que se debaten entre asuntos como el ejercicio de la libertad y la sujeción a la necesidad.
El monumento a Schiller, podría decirse entonces, condensa toda una amalgama de circunstancias y significados que están presentes en el Gendarmenmarket: en primer lugar el protestantismo como expresión religiosa del capitalismo ascendente y la influencia de las ideas francesas relativas a la justicia y la libertad, que son el preámbulo a su revolución, acontecimiento que ha marcado para siempre la vida de Occidente.
Asimismo, afloran el teatro y la música, dos expresiones culturales que se alimentan y se refuerzan (es necesario recordar que Schiller fue inspirador de grandes obras musicales como La Oda a la Alegría de Beethoven o las óperas de Giuseppe Verdi).
En el centro de todo, la fuerte tradición filosófica y poética de Alemania, y los albores del romanticismo con el movimiento Sturm und Drang, traducido al español como Tormenta y pasión.
Después de este breve recorrido por los antecedentes que han derivado en lo que hoy es el Gendarmenmarket, es comprensible que en el centro de todo esté la figura del gran poeta alemán. La belleza que se manifiesta en este espacio público hace honor a la tradición histórica que concentra y se nutre de importantes acontecimientos políticos, sociales y religiosos, que juntos han contribuido a cimentar el legado reflexivo y poético encarnado en la figura de Schiller.
Alemania, y por tanto Berlín, su capital, lejos de constituir una pretendida pureza racial y cultural, es más bien una mezcla producto de múltiples y variadas influencias. Entre ellas, el influjo de Francia es tan innegable como problemático: una amalgama entre anhelo y rechazo, que se parece más al amor que al odio.
Foto por: Martha Alzate
De este transcurrir parecen erigirse como garantes las dos gemelas, las iglesias que se enfrentan y, a su vez, se complementan.
Espejos la una de la otra, rivales y apéndices, estas dos construcciones enfrentadas parecen haber engendrado lo que se expresa de manera tan visible en el centro de la plaza: la tradición filosófica, el teatro, la música, y la poesía.
Dicho de otra manera: la síntesis de una cosmovisión.
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“El año pasado le pidieron a mi mamá un libro de cuentos porque nos iban a enseñar a leer y escribir. Fuimos a varias librerías y aunque había libros hermosos y coloridos, mi mamá decía que esos no porque no tenían imágenes que se parecieran a mi”. Madiba Vergara Maturana.
Madiba es una niña bogotana, de 6 años, hija de Dora Maturana, mujer afropereirana. Dora es abogada, magister en Derechos Humanos, estudiante de doctorado en Derecho. Su frustración al no encontrar un libro de cuentos, con personajes donde su hija pudiera identificarse, la llevó a escribir el libro infantil “La Perla negra del Oshun” que cuenta la historia de Guadalupe Zapata, mujer afro y una de las fundadoras de Pereira. Oshun es el nombre de la diosa africana Yoruba de las aguas dulces del mundo, los arroyos, manantiales y ríos y fue el nombre inicial del río Otún.
“La perla negra del Oshún” está basado en los datos históricos reales contenidos en el trabajo de grado “Mujer, subordinación y poder: Guadalupe Zapata y la narrativa histórica de Pereira” realizada por Alexander Cuervo entre 2013 y 2016. En ella, el autor ubica a Guadalupe como una de las fundadoras de Pereira por su participación en la misa de refundación de la ciudad en 1863, aparecer en el censo poblacional de 1867 y por ser beneficiaria de la titulación de 35 hectáreas en el proceso de entrega de tierras a los fundadores. Esta historia, desconocida aún para muchos pereiranos, no ha sido lo suficientemente difundida entre la población y menos entre los niños y niñas. Dora quiso aportar este texto infantil, no solo para hacer visible una mujer afropereirana referente para las niñas, si no acercar el entorno escolar a la historia de una mujer que por años fue invisible en los textos de historia de la ciudad.
A través del cuento, Dora no solo logra narrar detalles de la vida de Guadalupe, de una manera didáctica, con adaptaciones para facilitar la lectura infantil, si no que permite identificar tradiciones ancestrales, problemáticas sociales de las mujeres y actividades económicas realizadas, transmitiendo valores como el trabajo, la autonomía económica, la solidaridad, la inclusión y la diversidad.
Agradezco a Dora la escritura de este libro, no sólo porque permitirá a las niñas tener un referente en el cuento y en la autora, si no porque nos hace cuestionar y reflexionar sobre los espacios de inclusión y diversidad para nuestra niñez, en un departamento tri étnico y multicultural y donde 44 mil personas hacen parte de la comunidad afrodescendiente.
Como olvidarse del paisaje verde, y de esas chozas o casitas solariegas que consintieron nuestra niñez y en las que se prodigaba el amor, vivificado por el sudor de la labor cumplida, testimoniado por cafetales y diversidad de cultivos de pan coger, fincas y veredas comunicadas en esos años treinta, y recordado por el camino real, moldeado por mulas y caballos enjaezados de enjalmas, sillas y galápagos, que atravesaban laderas que bajan a encontrarse con ríos y cañadas, topándose con terreno llano, para tomar lomas escalando las montañas, por esos inolvidables caminos de herradura, que en cada recoveco se nutren de vivencias, voces cantarinas que resuenan en lejanía y la presencia sonora de esos ríos, en cuya vera los guaduales se mecen al ritmo del viento refrescante, rumbo al poblado.
De pronto, ya la casa con corredores orlados por jardines, ya la fonda, lugar de descanso donde el aguardiente quema el gaznate y, que más tarde al retorno será cómplice de embriagados apostadores de dados y naipes, que viven en sus carrieles ya el engorde o el esmirriado resultado de las apuestas.
En esas fondas se gestaron historias de negocios, amores, pendencias que tantas veces culminaban con heridos a machete. Clientes envalentonados por el licor, estimulados por las vitrolas emitiendo música guasca y rancheras que empezaban a llegar de un país de charros que así bautizaron su aire musical, en homenaje al rancho, donde discurría su vida rural.
Al parecer, la música guasca nace en la revolución zapatista de 1.910, como reacción del pueblo ante la expropiación agraria de la aristocrática clase alta, de sus costumbres tomadas de Europa y de los cambios políticos que surgieron en México; el artículo 6 del Plan de Ayala permitió la recuperación de tierras. Este género musical comenzó escuchándose en las ferias regionales y, muchas personas la fueron incorporando a su diario vivir, convirtiéndose en icono y símbolo del país de los charros y mariachis, para dar luego el salto a Suramérica, donde llegó para quedarse en Argentina, Perú, Colombia y Venezuela.
Álbum: El cancionero popular de Amparo Ochoa.
La música guasca o carrilera se ejecuta con instrumentos de cuerda: tiple, guitarra, bandola, violín; de viento: trompeta y de percusión: maracas, raspa y acordeón. Se fusiona con rancheras, corridos y huapangos.
Pasados los años, lentamente esos caminos se ampliaron, dando paso a las vías terciarias por donde comenzaron a rodar primero los jeeps o jipaos, luego en sucesión carnestolendica: los camiones mixtos al movilizar pasajeros en las hileras de asientos, seguida del lugar de carga. Luego llegó el bus escalera, llamada también chiva, para quedarse en pueblos de Antioquia, Eje cafetero, Tolima grande, asestando duro golpe a la arriería, aniquilándola junto a su entrañable y alegre compañera: la fonda, que se resiste a desaparecer en algunos pueblos, y que continúan como ancestro de nuestros abuelos. Fondas con su música, que obligo a decir a un memorioso: “allí, donde la vida es corta y el licor largo y mucho”.
Caminito que todas las tardes, feliz recorría cantando mi amor,
No le digas si vuelve a pasar, que mi llanto su suelo rego.
Las fondas devinieron en cantinas, aceptadas por los pueblos en los días de algarabía y bullicio de los mercados dominicales. Ya las calles no celebraban el paso de mulas y caballos de paso, con su estampa de boñiga, olorosa a caballeriza que guardaba a los animales, hasta cuando sus amos llegaran a montar sobre ellos el mercado, obtenido con los productos de las cosechas, vendidas en la plaza, al lado de los expendios de carne, de los toldos de viandas de variada índole, desde la chanfaina, y fritangas que tomaron carta de ciudadanía en ciudades como Bogotá, y pueblos de tierra fría que además ofrecían la chicha.
Pues bien, esos caminos polvorientos en verano y anegados en invierno, llevan la impronta de sus más fieles caminantes: los arrieros. Estos, diestros en enjalmas, lazos, rejos, costales, útiles necesarios para amarrar cargas en las nobles y fuertes mulas; distinguidos de lejos por su indumentaria, consistente en sombrero de paja, machete o peinilla al cinto, poncho, mulera, delantal de cuero para no ajar el pantalón, carpas o encauchados para proteger la carga y sus cuerpos de la lluvia, seguidores de la recua de mulas, gritando palabras de grueso calibre, cantando los aires que se les pego en las fondas, y el infaltable carriel, testigo mudo de sus gustos personales… Como no recordar otra estrofa del tango Caminito.
Caminito que el tiempo ha borrado
Que juntos un día nos viste pasar
He venido por última vez
He venido a contarte mi mal
En las ya mencionadas cantinas, difusoras de la música guasca, los campesinos llevaban en sus mentes y emociones, el eco de las tonadas, que en el curso de la semana seria tarareada entre cafetales, desyerbando los sembrados, limpiando potreros, y añorando el siguiente mercado, aprovechando los descansos para ingerir el guarapo preparado en múcuras o calabazos con cunchos que enfuertaban el agua y la panela.
La solidaridad también hacía presencia en los hogares campesinos, con los llamados “convites”, que consistían en reunión de labradores en una de las fincas necesitadas de mano de obra, para rozar un potrero, tumbar un monte, recoger una cosecha de yuca, maíz o café, en un verdadero festival, que el dueño del predio pagaba con almuerzo, guarapo y otras viandas.
Después de la fatiga, llegaba en la noche, a la luz de velas de cebo, o lámparas –caperuzas- de petróleo, en los corredores de la casa, el rasgar de guitarras, tiples, y bandolas. En esas veladas, un olor a café recién molido perfumaba el aire y se expandía libre por la vegetación circundante; haciéndole coro a la música, sapos y grillos entonaban sonidos lastimeros, a la luz natural de cocuyos y candelillas.
Las mujeres en la cocina, preparaban la merienda, sobre una llamarada de leños secos, que, danzando a ritmo de los arpegios, se elevaban en compañía de los aromas del café recién tostado. En el campo, todo es música, desde pajaritos y gallos, hasta el agua en los tejados de zinc, “despiertan felicidades tan matizadas de triste” como lo expresa Santiago Gamboa. Esas noches, cuando cocuyos y candelillas apagan sus fulgores y el silencio ayuda al merecido descanso.
En el campo, entreverados con el silencio y el sonido múltiple de la naturaleza, viene el recuerdo de la música de cuerda que gratifica y ennoblece el alma campesina…eso sí que lo añora el desplazado a las ciudades, aturdido por la disonancia de ruidos que ensordecen, reemplazando esos sonidos que arrullaban en esas noches y amaneceres pastoriles como el canto de los gallos, el gorjeo de pájaros, el relincho del caballo, el mugido de las vacas invitando a ser ordeñadas.
En el campo los sentidos se tonifican, en las ciudades algunos se atrofian. En esa euritmia de sonidos que encierran voces ya idas, paisajes de insospechada belleza que alelan nuestra vista, de los olores y fragancias, de sabores que agitan las papilas, y del despliegue del tacto; como no sospechar del goteo de lluvias de pasión entre mujeres y hombres, que culminan en radiantes soles de amores, responsables del crecimiento de las familias… es “el llamado ancestral, profundo, como salido de la entraña de la especie “ según inspiración de Laura Restrepo; llamado al que responden hombres y mujeres y que nutre de hijos las familias.
Tuvo buen cuidado de asegurar con gruesos pasadores y un viejo pero efectivo candado la sólida puerta del sótano que durante tantos años había servido de laboratorio y campo de pruebas de los más variados experimentos nacidos todos de su fértil imaginación y de una constancia poco común. Bajó los peldaños, invadido de una frenética ansiedad de lo que se avecinaba.
Así, encerrado, nadie lo molestaría en la ejecución de la prueba máxima para la cual se había preparado con empeño en los arduos años anteriores. Solo él sería autor y testigo único del formidable evento que estaba próximo a realizar.
El vasto y sombrío salón que le servía de laboratorio era un variado compendio de cuantos artilugios requiere la química y la física experimental; de algunas retortas aun salía un vapor verdoso que irritaba con su ácida emanación buena parte del lugar.
Una que otra rata huía por las vigas y tuberías que enmarañaban el gris cielo raso. Solo la luz temblorosa de un mechón humedecido en petróleo hacía esfuerzos por iluminar el santuario secreto del hechicero que, en aquel instante, completamente desnudo, se colocaba de pie al frente de dos vasos, uno de verde contenido y otro de un líquido rojo oscuro, colocados uno junto al otro sobre una mesa de negra madera.
De un solo trago apuró el verde brebaje del vaso situado a su izquierda, luego de unos pocos minutos una sensación de calor lo invadió primero por fuera a flor de piel y luego esa misma sensación de fuego fue penetrando hasta sus huesos. una extraña condición de levedad lo invadió, algo así como si su cuerpo perdiera poco a poco el peso propio de todo sólido; con algo de temor bajó la mirada hacia el suelo y pudo comprobar que sus piernas habían desaparecido obedeciendo a un fenómeno ascendente que, con lentitud, pero con inobjetable incertidumbre, iba borrando su cuerpo de la faz de la tierra. En poco más de quince minutos, el mago desapareció por completo.
***
Estaba dichoso, exultante. el experimento había salido tal como lo había diseñado. Aunque ahora su cuerpo era uno con el aire, aun lo seguía sintiendo en toda su solidez, el palpitar de su invisible corazón era evidente, con sus inexistentes ojos dio una atenta mirada a su alrededor, al espejo que de antemano tenía preparado y cuya superficie no reflejó nada al colocarse frente a él.
Pasó un buen rato por el interior de su laboratorio dando de vez en cuando una furtiva mirada al vaso con el líquido rojo que al beberlo revertiría la prueba llevándolo de nuevo a su estado natural.
Consideró que ya era el momento de realizar la segunda parte del singular evento, volver a su estado corpóreo y así dispuesto se colocó frente a la enorme mesa en cuya superficie descansaba el vaso púrpura. El sueño de tantos alquimistas, magos, ocultistas estaba totalmente cumplido en él en este día memorable y jubiloso, digno de un reconocimiento universal. Lo que antes era tema de fantasiosas novelas, de relatos especulativos, ideas de enfebrecidas y delirantes mentes, él lo había transformado en una inobjetable realidad.
***
Su invisible mano derecha fue en busca del vaso con el líquido rojo; sus dedos cercaron el cristal del recipiente y apretaron su entorno pero, al tratar de levantarlo, se dio cuenta con espanto, que el vaso no se movía un milímetro de su sitio. Lo intentó de nuevo dos y más veces con igual resultado: la ausencia de su cuerpo físico eliminaba cualquier influencia sobre los objetos materiales. Estaba vivo y a la vez no era nada, por lo menos en e mundo de las cosas visibles.
Desesperado lanzó un manotazo de ira destinado a derribar el vaso. Su mano abierta cruzó veloz el aire y pasó de largo a través del recipiente… el vaso seguía ahí, incólume en la quietud, en la inercia común a todos los objetos que poblaban el silencioso y solitario laboratorio.
El hechicero la emprendió contra los morteros, los matraces, las retortas y todo lo que por su cristalina consistencia era susceptible de reventar en pedazos, pero sus patadas y manotazos pasaban de largo sin ocasionar la menor alteración en aquellos adminículos indiferentes al drama atormentador que estaba sufriendo su dueño quien, amenazado por el pánico decidió salir huyendo del lugar.
Subió velozmente los escalones y agarró con fuerza uno de los pasadores tirando de él hacia atrás pero, al igual que el vaso púrpura, la gruesa barra de metal no cedió un milímetro; inició un forcejeo frenético contra el aldabón de hierro pero solo logró un agotamiento de sus fuerzas que no se compadecía en forma alguna con los nulos resultados obtenidos. Abatido, sentado sobre uno de los peldaños de la escalera, comprendió que había quedado atrapado en la nada para siempre.
Homenaje sentido al pueblito que más amo: Filandia, la colina iluminada.
Fachadas y calles de Filandia, Quindío.
I
Cuenta esta leyenda que dos seres, un cafetal y una joven, en razón a su vecindad, establecieron amistad.
Transcurrido el tiempo los dos se hicieron inseparables: el cafeto la atraía con sus frutos maduros, ella se dejaba cautivar en su condición de chapolera. La avidez los acosaba esperando la traviesa o segunda cosecha, para sentirse más próximos: tú posas tus suaves manos sobre mi piel, y yo las acaricio, parecían decirse. Estos escarceos amigables, iban madurando al tiempo que los verdes granos, quizás por rubor, iban tomando un color rojo encendido. Comenzaron a soñar despiertos ante la proximidad de la cosecha; tan nerviosos estaban que ella vivía intensos insomnios, y él, de susto, al recibir la caricia del viento dejaba caer por descuido sus granos repletos de color.
Llegó la cosecha y se dispusieron al anhelado reencuentro: ella miraba a lontananza la extensión del cafetal, tan grande como era no le cabía en su corazón desbordante de sentires insospechados.
Después del agite nervioso de la recolección, fue convocada por el patrón para —¡qué vergüenza!— desnudar la pepita de su habitual ropaje, lavarla, y lo que menos la satisfizo, quitarle el dulce mucilago. Ese disgusto se hizo gusto al mirar esa pepa dividida en dos, cuerpo y alma (igual que ella), cada una de sus dos partecitas estaba cruzada longitudinalmente por una fina línea que, como en los humanos, separaba corazón y pensamientos — o sino ¿por qué el rubor? —.
Luego de ponerlas a secar, celosa del deslumbrante sol, recibió la sorpresa de detectar su innegable e inconfundible olor en el tostado, anunciador de un indescriptible aroma que la molienda hacía llegar cada vez con mayor intensidad a su ya embelesado olfato. ¡Y eso que además faltaba provocar no solo a sus papilas gustativas, sino todos sus sentidos hasta lanzarlos a espacios siderales!
Esta tierra es tan generosa que ve crecer mujeres chapoleras con similares atributos al café: cuerpo esbelto, aroma inconfundible, sabor con tonalidades de dulzura, acidez y amargo, características en su esencia, idénticas a toda recia personalidad femenina. Es por eso que el aproximar una taza de café al despertar, se asemeja a la realización de un venturoso sueño, estimulando el torrente sanguíneo, haciendo vibrar el corazón, tonificando el diario vivir. ¡Desestrésate corriendo en favor de las excelsas cualidades del grano-mujer!
II
Una vez chapoleras y demás recolectores reciben su paga y se produce el secado comienzan a llegar los tozudos hechos dolorosos. El clarear dominical ve desfilar rumbo al pueblo a esos campesinos como Don Segundo Rojas, por las vías de penetración veredal que la desidia oficial ha trasmutado en trochas. Allí entregan en la Federación o a negociantes particulares, su producto en pergamino, a precios que no superan los costos; es de los pocos a los que el comprador le fija el precio.
Pintura de Carlos Alberto Valencia.
Sus pasos posteriores lo llevan al Banco Agrario o al Banco Cafetero donde cancela la cuota del empréstito con el que renovó, mejoró los silos de secado y modernizó la despulpadora. Luego con resignado caminar en los almacenes de insumos, abonos y fertilizantes importados, compra a elevados precios lo que podríamos, con algo de voluntad, fabricar en el país. Pasa por donde Guillermo Echeverry a proveerse de linterna, radio transistor y colchonetas para las cuadrillas de labradores que llegarán en la próxima recolección. Antes del regreso a casa y cumplido su servicio devocional, y las reuniones en el comité y en la charla de Unidad Cafetera, visita el cementerio donde yace un hijo que se alistó de soldado profesional y había entregado su vida en combate; ¿por qué será que sólo los hijos de los pobres pagan el servicio militar?, los otros hijos ya han partido a la ciudad en busca de las oportunidades que el campo no les ofrece, justamente para eso lleva su radio de pilas: para escuchar a la madrugada al calor de un tinto y luego en el tajo, la emisora, soñando que llega algún mensaje de sus hijos…
No ha olvidado que el domingo es el día que llega el doctor Aurelio a cumplir la promesa de ilustrarlos acerca de la Revolución Verde, que dizque fue un avance tecnológico provocado por organismos internacionales desarrollando formas de producción moderna para el agro, con un ‘venenito’ pegado: la alta concentración de insumos, semillas mejoradas o transgénicas y agroquímicos que terminan por envenenar suelos y cosechas en busca de mayor productividad, pero en beneficio de grandes conglomerados financieros.
De esta manera Segundo Rojas, quien forjó su liderazgo probándose en la tempestad, comprendió que la revolución verde acabó con los cafetales bajo sombrío. Y mientras reflexionaba, esperando la ansiada cita del domingo, entró en soliloquio:
“camina caminito, piensa que te piensa… en la vaquita de leche: las vaquitas no son nuestras, las vaquitas son ajenas, ¡ah, y si fueran nuestras como calmarían las penas! Esos dichos de la abuela, tan arrugadita que murió. Una lagrimita y otra lagrimita, una por mi amá y la otra por mi apá…camina y piense hasta que se canse la mente… que el corral pa’ las gallinas, y el estanque de los peces, y el racimito de plátano, y el cultivito de yucas, y darle felicidad a la vieja con la huerta casera… para acabar la borrachera…
Y piensa que te piensa… el que fuma y el que canta se le seca la garganta. Si lo escucharan a uno pensaran que estamos locos lucas, ja,ja,ja… y la hija Matilde tan apegada que era, bien dicen que detrás del apego viene el desapego…tan juiciosíta con las maticas del jardín… ¿cuándo será que arreglo el rancho pa’ cuando regresen los hijos?… ¡Qué ingratos! acá no les falta techo ni comida y pu’alla aguantando, solitos entre la multitud que se mueve como las hormigas”
III
Ese domingo Aurelio dedicó su intervención a ilustrar acerca de los problemas estructurales del café. Y vaya que abrió los ojos y las entendederas de los cafeteros que, animados, asistieron a escucharlo.
En su exposición resaltó que el café es un producto primario, cosa que lo hace vulnerable frente a los monopolios y a la especulación en las bolsas de valores de Nueva York y Londres. “Para que me entiendan: gente riquísima asociada aprovechándose de la variación de los precios para ganar grandes sumas de dinero sin coger una pepa.”
Acto seguido, ahondó en aspectos de las condiciones internas y externas de producción y comercialización:
–“Es como sacarle la nata a la leche: el café es un producto primario que se exporta sin mayor valor agregado, controlado en su comercialización interna y externa por monopolios de la torrefacción y la distribución, sometido a la especulación financiera- en las bolsas de valores-sembrado en zonas de ladera, sin posibilidades de mecanización y con exigencia de abundante mano de obra para producirlo, es un reglón económico en el que ustedes los productores están sometidos, a través de los pactos de cuotas o en el “libre mercado”, al control de los monopolios. Trabajamos para que otro coma, o sino como me explican que esos monopolios se llevan el 90% del precio final y, a ustedes les queda el 10%, que en su experiencia propia a veces no les alcanza ni para cubrir los costos.
Recuerden que los costos incluyen fertilizantes, créditos a intereses elevados, combustibles donde la gasolina se encarece fluctuando los precios, fletes que por malas vías elevan costos, y mano de obra con un lio insoluble: precio alto para el caficultor, pero bajo para el trabajador.”
Luego remató hablando sobre el abandono, las políticas cafeteras y los responsables:
–“Agreguemos para completar el menú tóxico: Ustedes no recibieron ayuda para renovar. Aquí van a importar progresivamente café de Ecuador y de otros lares. La Flota mercante la quebró la política oficial de Gaviria y la debieron pagar los cafeteros.
Voy a soltar la lengua para contarles con toda sinceridad que el café explica en buena medida lo que tenemos de desarrollo nacional. En un brevísimo resumen, su cultivo permitió sacar de la ganadería extensiva cerca de un millón de hectáreas; le dio pie a un mercado interno de alguna importancia; buena parte de las redes ferroviarias y de carreteras respondieron a las necesidades de las exportaciones del grano, de las que salieron las divisas que pagaron una gran porción de las importaciones y del endeudamiento externo; con sus recursos se han financiado no pocas obras de interés nacional, departamental y municipal, y en torno a sus ahorros se creó un aparato económico que controló activos superiores a 2.400 millones de dólares y que lo colocaron como el cuarto grupo del país…
Quizá una de las contradicciones que necesita resolverse es que la crisis se produce cuando los costos son superiores al precio, que es fijado, repito, por la política neoliberal.
Es negativo que seamos mono-productores porque somete el desarrollo a un solo producto, le quita flexibilidad al manejo económico, condena a la inexistencia o al anquilosamiento a los demás sectores productivos, genera inmensas diferencias evolutivas entre las regiones e introduce una muy inconveniente inestabilidad en los ingresos de divisas. De ahí que sin duda eso le ha costado carísimo al país, por haberse olvidado de la sabiduría popular que indica que “ no se deben poner todos los huevos en el mismo canasto”. Este lastre se agrava cuando se trata de productos agrícolas o mineros que se exportan con muy poca o ninguna transformación. Les aseguro que el monocultivo cafetero sirvió incluso para facilitar la definitiva dominación neocolonial que Estados Unidos impuso al país a partir del Tratado de Comercio Reciproco firmado por la primera administración de López Pumarejo, en un momento en que el mundo vivía una crisis de superproducción.”
Y tras finalizar con otras causas globales como el rompimiento del pacto de cuotas, el curso de la magistral exposición desembocó en el ¿qué hacer?, que incluía las peticiones de la organización cafetera y las tareas para hacerlas cumplir.
Cierto es que entre cafeteros asistentes como Don Orlando, Don Serafín, Don Evelio Agudelo, Gloria Ramírez, Francisco Valencia, Belisario Soto, Fidel Villa, Dora Salinas, Doña Ofír y Don Segundo Rojas, y muchos más, creció airosa la legión de campesinos íntegros y honrados, que no claudicaron en el esfuerzo por un agro que garantice la soberanía y la seguridad alimentaria, pasando porque sus hijos se queden contribuyendo a hacer realidad este propósito.
IV.
Este café que estamos degustando, va en sus nombres y en el de chapoleras, jornaleros, productores, labriegos que dignifican el necesario laboral de las áreas rurales sin dolientes oficiales. La chapolera del cuento es hoy la esposa de Don Orlando y su existencia la vivió cocinando para atender cogedores de café, cuidando gallinas y cerdos, y en la cosecha colocándose el canasto en su cintura para salir a acariciar las pepas rojas.
¡Que fidelidad Doña Anita!, eternamente la recordaremos por su humildad, su trato siempre amable y por al cariño que expresaba cuando la visitábamos y nos preparaba un almuerzo campesino con la gallina criolla que elegíamos, todo un placer gastronómico que continuaba con su cafecito preparado en agua de panela.
Foto de la pintura “un café cosechado con amor.” Óleo sobre lienzo de Carlos Alberto Valencia.
Este recuerdo entrañable de la chapolera de La Celia, llevó a mi ser la imagen de una niñita que para esa época engalanó nuestro diario vivir; gateando por los cuartos de casa soportando estoicamente unos adenoides, balbuceando sus primeros intentos por hablar, y desde esa ya lejana época, encontró un nidito de amor inconmensurable en nuestros corazones.
Los fuegos sagrados de Ahura Mazda llevan a sus fieles a conseguir el propósito espiritual guiados por Zoroastro, los yacimientos de gas superficial en lo que hoy es Irán encienden los fuegos sagrados y los conservan hasta ahora. Como se descubre el fuego que emerge del suelo para comunicarnos con los dioses, se encuentra a finales del siglo XIX, su capacidad para mover el mundo y en específico la primera revolución industrial.
Sin embargo, a medida que la industria y la economía se abalanzan a su tan publicitada “cuarta revolución”, el peso del sector minero en la economía mundial y la colombiana ha venido en retroceso. Desde hace dos décadas este fenómeno es evidente, en Colombia ha caído desde el predominante cuarenta por ciento del producto interno en el año 2009, a un 7,7% en el 2013, y en el registro más actual que corresponde al año 2019, cae a 5,4%. Este retroceso va alineado con el destino del principal producto de exportación de la minería colombiana que es el carbón, hoy departamentos como el Cesar y la Guajira sostienen el sector y aportan el 68,4 del PIB minero. Otros productos como los minerales no metálicos (calizas y arcillas) sólo aportan el equivalente a la tercera parte del carbón, mientras los minerales entre los que están el níquel y el oro, se ubican en el último lugar en el aporte al PIB minero.
Foto: Rodrigo Grajales.
Pero no es sólo su producto, es también importante lo que las empresas aportan en la tributación al Estado en contraprestación a sus dividendos. En la tributación el elemento más fuerte son las regalías que pueden llegar a ser la mitad de los tributos pagados, ascendiendo en el año 2013 a 1,3 billones de dólares y siendo aportadas en un 92% por el carbón y el níquel.
Este resultado económico y de tributación del sector deja en contraprestación algunos pasivos ambientales, que los institutos de investigación han determinado pero que la Unidad Minero Energética -UPM- del país, no ha valorado en términos de los recursos económicos que nos costarán a todos los colombianos revertir los procesos del cambio químico y contaminación del agua superficial y subterránea, el cambio en las calidades de los ecosistemas y la afectación a la biodiversidad, la disponibilidad pesquera, la salud humana (ver diagnóstico de la información ambiental y social respecto a la actividad minera y la extracción ilícita de minerales en el país. Sentencia del río Atrato. Humboldt. 2019).
Verter sobre los ecosistemas materiales pesados como el mercurio, en el caso de la explotación del oro, tiene impactos nefastos sobre la vida de todas las especies. Igualmente, en algunas explotaciones de filones o aluviales puede desestabilizarse el suelo, desaparecer las capas más ricas en nutrientes o contaminarse por residuos de la actividad minera. Los pasivos ambientales cuentan con la constatación científica de sus efectos y no está en duda, como quieren hacer creer algunos actores vinculados al sector minero.
Es notorio el incremento y necesidad de reubicación de unidades mineras en el Pacifico colombiano según los estudios de la Unidad de Planeación Minero-Energética. El Pacifico y la Amazonia colombiana son algunos de los puntos de mayor biodiversidad del mundo y su afectación repercute a nivel planetario.
En este orden, como es habitual, los rendimientos de un sector económico también llevan consigo el reparto de impactos, que no solo afectan la producción que los genera, sino al resto de la economía y a todos los ciudadanos y las especies. En esta balanza entre rendimientos en materia económica y pasivos ambientales, la única vía de análisis no puede ser la privatización de las ganancias sino también el conjunto de los pasivos ambientales.
Para cerrar la indagación que me propuse con estas dos partes tenemos: territorios mineros con un nivel superior al promedio de necesidades básicas insatisfechas, mayores índices de pobreza multidimensional, una explotación de más de quinientos años de antigüedad en algunas localidades, un PIB minero en retroceso, peligro en el mantenimiento de las regalías si zonas como El Cerrejón entran en declive, y la colectivización de los pasivos ambientales sobre el conjunto económico, social y sobre todas las especies sin que aún hayan sido contabilizados.
Saquen sus conclusiones, pero la pregunta es: ¿Cuánto dinero y años nos costará recuperar selvas como las del Atrato en contraprestación de pírricas ganancias y con una población llena de inequidades y ausencias estatales? (la misma pregunta se puede trasladar al caso del Cerrejón o cualquier otra gran mina colombiana).
Resumen: Se plantea que la literatura es un vehículo adecuado para abordar las áreas difusas de la realidad. Se toma como ejemplo la lectura de la novela El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald en una clase de economía de grado once de un colegio privado de la ciudad de Pereira, a fin comprender las áreas difusas de la realidad del crac del 29 en Estados Unidos.
Palabras clave: El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, áreas difusas de la realidad, crac del 29.
Las áreas difusas de la realidad
En este ensayo intento demostrar que la literatura puede llegar a lugares de la realidad no “colonizados” por las disciplinas que conforman los planes de estudio. Estas suelen agruparse en dos categorías gruesas que son las ciencias y las humanidades. Las primeras, cuyo objeto de interés son las leyes que gobiernan el mundo físico, agrupan por ejemplo a la biología, la química y la física. Por su parte las segundas, se dedican a estudiar al hombre y su papel en la sociedad y están conformadas por saberes como la filosofía, la historia o la economía.
Las habilidades del lenguaje y las matemáticas se encuentran, según mi parecer, por fuera de las dos clasificaciones anteriores. Con respecto a las primeras, en concreto, el habla, la lectura y la escritura, puede afirmarse que son condiciones sin las cuales es muy difícil acceder de manera efectiva a cualquiera de los saberes que conforman los programas de estudios o de producir nuevos desarrollos teóricos. Las segundas, por su parte, se desarrollan independientemente de sus posibilidades de aplicación y ayudan a estructurar el conocimiento de cualquier materia. Por ejemplo, la biología las usa para simplificar las relaciones entre genes, mientras que la historia podría recurrir a ellas para modelar la política expansionista de un imperio.
De modo pues que, mediante las ciencias naturales, las humanidades, las habilidades del lenguaje y las matemáticas, intentamos comprender la realidad que, en últimas, es un embrollo impredecible y complejo y se intenta abordar desde el punto de vista de determinada disciplina, dependiendo de nuestros intereses.
Así las cosas, no es lógico suponer que las disciplinas del conocimiento, que son creaciones humanas y cuya existencia es posterior a la materia que conforma el universo, encajen perfectamente en la realidad. De modo pues que esta (representada como un óvalo negro en la gráfica 1) no podrá ser abordada totalmente por los diferentes saberes (figuras de colores) por lo que quedarán espacios vacíos. A estos intersticios los llamaremos áreas difusas del mundo real.
Ahora bien, alguien podrá alegar que estas áreas difusas pueden ser cubiertas por la interdisciplina que consiste en el abordaje de determinado fenómeno mediante la articulación de dos o más disciplinas, por ejemplo, al estudiar la relación de una comunidad con un río desde la antropología y la ingeniería sanitaria. También puede pasar que de la interacción entre materias surja una nueva área de conocimiento como la bioestadística en la que se analizan la salud y el bienestar con datos numéricos. En ambos casos se “colonizará” un nuevo sector de la realidad, ya sea por el hecho de que un asunto se mire desde una nueva perspectiva o porque la aparición de un híbrido disciplinar, digamos la bioética, ponga las luces donde antes no estaban.
Esta situación se representa en la figura 2 en donde la realidad (representada mediante un óvalo negro) es abordada por diferentes (y nuevas) áreas del conocimiento que, en un ejercicio interdisciplinario, se juntan entre sí e intentan llegar a otros rincones
Sin embargo, el abordaje interdisciplinario suele darse desde el punto de vista de disciplinas estructuradas y en tal sentido, es lógico pensar que algunos sectores de la realidad sigan por fuera de estas nuevas combinaciones. Seguramente existan áreas del conocimiento ajenas a los objetos de estudio de las asignaturas que conforman el plan de estudios y a las que tendríamos mejor oportunidad de aproximarnos mediante abordajes más exploratorios.
La idea que aquí se pretende defender, es que la literatura es uno de los vehículos que permite llegar, al menos de manera parcial, a las áreas difusas de la realidad. Veamos:
El objeto por excelencia de la literatura es el libro. (Ya sea impreso o electrónico) Este se gesta en algún lugar del mundo que en la figura 3 se representa por un óvalo negro. Adentro, se muestran diferentes áreas de conocimiento interactuando entre sí e intentando abordar la mayor parte posible de la realidad.
La obra literaria, cuya evidencia empírica suele ser el libro, tiene la licencia de circular por el mundo que conocemos sin supeditarse a ninguna disciplina en especial. Es más, puede salir de lo real y caminar por los terrenos de la ficción (área amarilla) para luego retornar enriquecida a la realidad en la que habitan lectores que, por ser de carne y hueso, residen en el óvalo negro. Este periplo se representa por una línea color rosa.
Nótese que este recorrido caótico de la obra literaria logra, en su retorno, pasar por algunas áreas difusas de la realidad.
El crac del 29.
En la clase de economía se abordó el tema de las crisis bursátiles y se analizaron varios casos representativos. El más icónico es la gran depresión o crac de 1929. Durante ese año los precios de las acciones de la Bolsa de Nueva York se desplomaron dejando a miles de personas sin empleo. Nuestro énfasis fue la especulación financiera y sus consecuencias.
Sin embargo, la gran depresión tiene muchas más aristas de las que podrían ser abordadas desde la clase de economía. Esto se comprobó en el curso de historia en el que los estudiantes analizaron los eventos que antecedieron al crac y que tuvieron lugar durante una época de bonanza sin precedentes que se conoció como los locos veintes.
En este punto cabe preguntar si la historia y la economía son las únicas áreas adecuadas para abordar dicho tema. Considero que no. Por ejemplo, desde la filosofía podrían darse discusiones especialmente interesantes acerca de la codicia humana, el sueño americano o las ideas que imperaban en Estados Unidos finalizando la segunda década del siglo XX.
Ahora bien, sería interesante que el estudio de la gran depresión no se hiciera únicamente desde las humanidades. Por ejemplo, en la clase de ciencias naturales podrían estudiarse los efectos ecológicos del consumismo descontrolado (característica distintiva de la década del 20) sobre varios ecosistemas de los Estados Unidos. También la psicología podría realizar sus aportes, indagando hasta qué punto una situación económica adversa puede llevar al suicidio o cómo el enamoramiento (que padecía el señor Gatsby) distorsiona nuestra lectura de la realidad.
Las matemáticas también constituyen una oportunidad para comprender a fondo la gran depresión. Es sabido que el mercado accionario se ha vuelto tan impredecible, que los gurús de esta área del conocimiento parecen mejor capacitados para realizar predicciones que los mismos economistas. Se sabe que con modelos matemáticos muy sofisticados es posible analizar el comportamiento de variables numéricas como el precio de las acciones. Si a esto le agregamos las emociones que suscitan los movimientos en la bolsa sobre los inversionistas, el problema se vuelve más estimulante.
En cuanto a las competencias del lenguaje, no es difícil entender que serían indispensables para el abordaje del tema estudiado desde el punto de vista de cada una de las áreas del conocimiento. Lo anterior, porque para todos los casos el estudiante tendrá que consultar varios materiales y estructurar en un escrito sus análisis y conclusiones.
Ahora bien, una vez abordado el tema de la gran depresión desde las diferentes asignaturas, cabe preguntar: ¿cuáles serían las áreas difusas de las que se habló anteriormente?
Por más que leamos acerca de determinada época de la historia, nunca lograríamos entender (o sentir) los sucesos con la fidelidad que los vivieron sus verdaderos protagonistas. Seguramente la década del 20 en Estados Unidos tenía una “atmósfera especial e indefinible” que las diferentes disciplinas no podrían comprender por sí solas.
Para hacernos una idea de “atmósfera especial e indefinible” remitámonos a nuestra juventud o niñez. Por ese entonces, nuestro mundo tenía elementos que sabemos que hoy no están pero que ahora mismo nos cuesta precisar. Las sensaciones de esos días nos acompañan durante toda la vida y costaría mucho explicárselas a alguien que no tenga recuerdos de aquel tiempo o no haya vivido en un espacio similar. ¿Qué decir de aquellas épocas que por cuenta del paso de los años se han quedado sin testigos vivos?
Valga aclarar que lo que me interesa en este ensayo es el aporte de la literatura a diferentes áreas que conforman el plan de estudios, específicamente de economía y no a la clase de español, que como bien es sabido, cuenta con su propio derrotero en el que han de cubrirse asuntos relacionados con la fundamentación de los lectores, por ejemplo, el análisis de la biografía del autor, la cronología de una obra o el modo en el que esta está escrita.
Tengo la profunda convicción de que el mejor vehículo para comprender las áreas difusas del conocimiento son algunas obras literarias, incluso de ficción, como es el caso de la novela de Fitzgerald. Por más datos que los estudiantes conozcan de la década de los veinte en Estados Unidos o hayan analizado los pormenores de las crisis bursátiles, la literatura permite captar el “alma de la época” y conectarse con la esencia de lo que vivieron y sintieron sus protagonistas.
Por lo anterior, la economía, la historia y las ciencias sociales en general, tienen en la literatura uno de sus principales aliados toda vez que esta logra llegar como ninguna otra a lo que en este ensayo denominamos las áreas difusas de la realidad.