Café Mujer: un modelo para investigar y reproducir
Por, Sebastian Valencia* |
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de conocer los llamados pueblos cordilleranos de Quindío (Córdoba, Buenavista, Pijao y Génova). El primer municipio al que visité fue Córdoba, pueblito encantador, que disfruté durante un par de horas.
Llegada la hora de seguir mi camino hacia el siguiente municipio, fui consciente de que sería una insensatez irme sin disfrutar un buen café. Me dirigí al parque central y me senté en un kiosco; el lugar estaba repleto de flores que adornaban y le daban un ambiente único; la atención la dio una persona que, estoy seguro, tiene varias horas de capacitación en barismo; y el café, que sin ser un gran fan y mucho menos un conocedor sobre el grano, es de los mejores que me he tomado. Por mi trabajo y profesión conozco lo difícil que es emprender en Colombia, y más difícil aún, asociarse en una región con rasgos culturales tan individualistas como la nuestra y, lo que es aún más complejo, que mujeres campesinas hayan logrado todo lo anterior con tanto éxito.
Esto hizo aún más agradable la experiencia en el “Café Mujer de Córdoba”
Después de Córdoba seguí hacia Pijao y luego hacia Génova. La sorpresa fue que en todos estos municipios (incluido Buena Vista al que ya había ido en una anterior ocasión) hay una asociación de mujeres cafeteras. Lo que para mí fue grato porque me parecía muy difícil de lograr.
Al final resultó ser común en estos municipios: mujeres campesinas de tradición cafetera que se asocian para darle valor agregado a sus productos y generan ingresos para ellas y sus familias. El que sea insistente con el hecho de su condición femenina tiene razón de ser, pues en estos municipios no existe la versión masculina o asociaciones de campesinos cafeteros con este modelo de negocio: valor agregado a través de la valoración del patrimonio.
Barreras que enfrentan las mujeres para acceder a trabajo remunerado o para para emprender
A las mujeres en nuestra sociedad se les hace mucho más difícil emprender e inclusive trabajar en la producción de bienes y servicios porque, entre otras cosas, gran parte de su tiempo lo dedican a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos. En el AMCO (Área Metropolitana Centro Occidente), la relación entre el trabajo remunerado y el no remunerado (tareas en el hogar y cuidado de los hijos) es de 8 a 2, es decir, por cada hora de trabajo no remunerado el hombre trabaja 8 horas remuneradas; en el caso de las mujeres, por cada hora no remunerada la mujer trabaja 2 horas remuneradas.

Otro ejemplo que ilustra esta desventaja es que las mujeres dedican en promedio 19 horas semanales a los oficios del hogar, mientras los hombres dedican 8,5 horas. Asimismo éstas dedican 25,4 horas al cuidado de los hijos, mientras los hombres dedican 15,1 horas. Por el contrario, en el trabajo remunerado, los hombres dedican 62,4 horas semanales, pero las mujeres dedican 60,9 horas (jornadas de más de 49 horas semanales).
Lo anterior ilustra que la mujer trabaja mucho más (reconociendo que el trabajo en los hogares es igual o más importante que el trabajo remunerado, según el DANE (2018), se calcula que este representa el 20% del PIB) que los hombres, en el trabajo no remunerado y en el trabajo remunerado la diferencia es mínima (Marin, et al, 2020). Aunque estos datos son para el Área Metropolitana Centro Occidente (no existen datos para los municipios cordilleranos), estas brechas o barreras no deberían cambiar mucho o deberían ser superiores, por ser un territorio rural.
Interesado por saber cómo estas mujeres habían conciliado su trabajo en los hogares con el trabajo por fuera de ellos, en este caso, su asociación, busqué una charla con una de las emprendedoras. Ella me contó que antes de iniciar en la empresa habló con el esposo, le dijo que mientras ella no estuviera, él y los hijos tendrían que ayudar con las tareas que ella suele hacer: oficios del hogar, hacer la comida, cuidar los animales, gallinas, peces, cerdos y atenderse ellos mismos. Ella dijo percibir colaboración de su esposo e hijos los domingos cuando el esposo no trabaja; en semana la ayuda no es tanta, a ella le toca llegar a preparar comida, atender al esposo y responder por sus hijos, sin embargo, dijo estar de acuerdo en que la ayuda de su familia haciendo estos oficios ha sido clave para darle la libertad de trabajar en la asociación.
Más allá de lo injusto que puede parecer este arreglo, el logro de estas mujeres es de tener en cuenta. Habría que preguntarnos entonces ¿Cuántas mujeres rurales cuentan con esas libertades? La familia colombiana como institución, ¿da esas libertades a las mujeres? ¿Cuánto potencial hay por aprovechar en los territorios rurales si las mujeres campesinas contaran con las libertades con las que cuentan estas mujeres quindianas?
La agricultura es una tarea masculina. Según Marin et al (2020) por cada hombre que trabaja en esta actividad 0,17 mujeres se dedican a la agricultura. Desde la apertura económica (principios de los 90s), los diferentes gobiernos han impulsado la asociatividad como base para la competitividad de la agricultura campesina en los mercados nacionales e internacionales, pero asociar a los campesinos pareciese que es una tarea muy difícil, en tanto que los resultados en términos de política pública para aumentar la productividad del sector han sido mediocres (DNP, 2016).
¿Es coincidencia que las mujeres tengan tanto éxito mientras los hombres (que son los que más se ocupan en la agricultura) no han podido cooperar para competir?
Liderazgo femenino y sus cualidades para la asociatividad
Liderar se puede definir como organizar, motivar y retroalimentar el talento humano disponible para lograr los objetivos organizacionales, en tanto que alcanzar estos objetivos satisfaga los objetivos personales de las personas a las que se lidera.
La literatura especializada ha identificado dos tipos de liderazgos: I) transformacional II) transaccional. El segundo es un liderazgo que acude a los intereses personales del empleado para que éste cumpla los objetivos, ya sea comisiones o amenazas de despido. En el liderazgo transformacional, el líder motiva al cumplimiento de los objetivos inspirando confianza, siendo empático y dando ejemplo, para así transformar los objetivos personales en objetivos colectivos o de equipo (Eagly, 2014). Diferentes autores como Eagly (2014) o Premuzic (2019) afirman a través de evidencia empírica que el liderazgo más efectivo es el transformacional aplicando algunos rasgos de liderazgo transaccional.
Asímismo, estos autores concuerdan en que las mujeres tienden a un tipo de liderazgo transformacional, mientras que los hombres tienden a ser líderes transaccionales. Zenger (2019) afirma que las mujeres obtienen mayores puntajes que los hombres en su desempeño como líderes.
Si detallamos el principal rasgo del liderazgo transformacional: la empatía, ejemplo e inspiración para transformar los objetivos personales en objetivos colectivos, hay una relación clara con el objetivo que busca la asociatividad: acumular esfuerzo productivo individual para lograr objetivos colectivos o solidarios. Investigar y caracterizar el tipo de liderazgo de las mujeres de las asociaciones de mujeres cafeteras de los pueblos cordilleranos podría orientar las políticas públicas que fomentan la asociatividad como base para la competitividad.
Patrimonio cultural y natural como valor intangible en los mercados diferenciados
La competitividad, desde un enfoque estratégico, se logra de dos maneras: I) teniendo los costos de producción más bajos u II) ofreciendo al cliente una combinación de valor superior.
Por las condiciones ambientales, económicas, socio-culturales y político-institucionales de los territorios rurales nuestros, es muy difícil que una estrategia basada en “los costos más bajos” tenga éxito. La estrategia que implementaron estas mujeres en sus asociaciones está basada en ofrecer una combinación de valor diferenciada y única. Esto último parece ser lo que las hace competitivas y les permite darle valor agregado a su producto, a diferencia del modelo de negocio tradicional del café colombiano que es, en mi opinión, bastante errático: producir un café de alta calidad, con altos costos, pero competir con países a los que poco les importa la calidad y enfatizan en el costo y el precio bajo.

El valor que estas asociaciones de mujeres le están entregando a sus clientes y están capturando para sus empresas, tiene un alto contenido cultural, de sostenibilidad ambiental, social y económico, además de la ya reconocida calidad del café colombiano, características altamente apreciadas en los mercados diferenciados y especializados, que a nivel país se ha promocionado a través del Paisaje Cultural Cafetero.
Es por esto que permitir modelos de negocios rentistas como la minería o el turismo extractivista podría destruir estas características territoriales, por lo que esta ventaja comparativa, que se volvió competitiva por el empoderamiento de los campesinos de su patrimonio, terminaría desapareciendo.
Lo determinante de las capacidades de estas mujeres para competir, parece estar altamente relacionado con sus territorios: aspectos como los ecosistemas, la cultura campesina y cafetera (que incluye un tipo de liderazgo más efectivo), la disponibilidad de recursos naturales y unas instituciones promoviendo y financiando estos proyectos, creo, fueron claves para el éxito de estos emprendimientos.
Lo anterior me genera la siguiente pregunta: ¿Siendo la asociatividad la base de la competitividad de las economías campesinas, y estando la capacidad para competir determinada por las características de estos territorios, las políticas públicas de fomento a la agricultura deberían enfocarse en hacer a los territorios competitivos y no a las unidades productivas individuales, siendo esto último lo que se viene haciendo?
Investigar y probar la importancia de los territorios para el éxito de los proyectos productivos en los territorios es imperativo, más cuando la base del pos-conflicto es dar oportunidades reales a los habitantes de nuestra ruralidad. Hacer a los territorios competitivos dotaría a los campesinos de capacidades para llevar una vida que tengan razones para valorar, que es, al final, lo que busca el desarrollo sostenible e incluyente.
*Administrador de negocios internacionales
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La tuberculosis en tiempos del coronavirus
ESPECIAL. Día Mundial de la Tuberculosis 2020. Fotos Edison Cano |
Pereira y Dosquebradas eran dos ciudades fantasmas al atardecer del 24 de marzo. Aún faltaban seis horas para la hora cero de la cuarentena oficial pero ya la población, temerosa y asustada, había vaciado las calles. Patrullas de soldados con tapabocas y el fusil al hombro desfilaban por las plazas. El fusil, omnipresente en nuestra historia reciente, no sirve para atacar el virus. Pero sí puede disuadir las turbas de mendigos, pobres y trabajadores informales desesperados que han comenzado a formar motines espontáneos coreando una consigna antigua, anterior a cualquier discurso político: “¡Comida! ¡Comida!”.
En tiempos de aislamiento hay una población especialmente vulnerable que será la primera víctima de la pandemia: los habitantes de la calle y consumidores de sustancias piscoactivas que no tienen ni medios económicos ni defensas en su cuerpo para enfrentar el temporal.
“Una trabajadora sexual del Parque de la Libertad me contó que lleva cuatro días sin poder pagar la pieza: ya la sacaron” cuenta Angélica Jiménez, de la Coorporación Teméride, una ONG que los últimos diez años ha atendido a población vulnerable usuaria de drogas y además ha gestionado recursos de un fondo global de la Naciones Unidas para combatir el VIH, la tuberculosis y la malaria.
La emergencia del COVID-19 ha hecho que otros problemas de salud pública que ya estaban ahí pasen a un segundo plano y desaparezcan de la agenda, pero pocos se preguntan cómo terminarán entrecruzándose ambos fenómenos. El 24 de marzo, justo en la fecha de inicio para la cuarentena, se conmemoraba en todo el mundo el día de lucha contra la tuberculosis, una infección respiratoria causada por el bacilo de Koch que estaba prácticamente desterrada del país hace unos años, pero ahora anda de regreso. “La ley 100 acabó con los programas públicos de prevención que había en el país y que eran muy buenos” asegura Douglas Montañez, un médico que por estos días está encargado de realizar pruebas domiciliarias a pacientes infectados con COVID-19 y sus familiares.
Las cifras de la secretaría de salud en Pereira son preocupantes al respecto. En el último lustro los casos anuales de tuberculosis siempre fueron superiores a trescientos (362 en 2017, 324 en 2018) y el porcentaje de mortalidad ronda el 10%. Pereira se ubica entre las seis ciudades del país con un mayor número de contagios por tuberculosis, la tasa es de 75 por cada 100 mil habitantes. El hacinamiento, la desnutrición y el consumo de drogas son factores que favorecen la propagación de esta enfermedad.
Poblaciones especialmente vulnerables y propensas a la tuberculosis son los habitantes de calle y los usuarios de drogas como heroína y basuco, puesto que su sistema inmunológico es débil y suelen asociarse a otras enfermedades como el VIH/Sida. Son, además, las poblaciones que más van a sufrir durante el periodo de cuarentena, sin garantías de vivienda y alimentación.
“En Guadualito la gente nos cuenta que se han muerto personas de tuberculosis. Los vecinos han ido hasta la secretaría de salud pero no les ponen mucho cuidado” explica Angélica Jiménez, de la Coorporación Teméride. Guadualito es un barrio de Dosquebradas que se ha convertido en el principal expendio y sitio de consumo de heroína en el área metropolitana.
Guadualito también ha sido uno de los epicentros de programas de reducción del daño como la entrega gratuita de jeringas a los consumidores, que buscan precisamente evitar la transmisión del VIH y proteger la salud de los adictos. Este programa ha sido financiado a través del FONADE con recursos internacionales del Fondo de las Naciones Unidas para la prevención de la malaria, el VIH y la tuberculosis, sin embargo, durante todo el 2020 ha estado parado por trabas burocráticas “programa de atención este año no ha habido” explica Jiménez, “nosotros hemos estado repartiendo unos kits de jeringas que quedaron guardados del año pasado, pero lo hicimos a título individual, más como una labor humanitaria”. En años anteriores el foco ha sido la atención y prevención del VIH, no en la tuberculosis.
No obstante, la relación entre ambas enfermedades es clara: una cuarta parte de los casos reportados de tuberculosis son también VIH positivos. Eso explica por qué Pereira y su área metropolitana, que ya tienen un problema crónico de salud pública con el consumo de drogas inyectables, se sitúa también entre las ciudades con más alta prevalencia de tuberculosis.
“La secretaría de salud ha implementado estrategias positivas o afirmativas en prevención de nuevos contagios por tuberculosis” asegura Jhonatan Restrepo, un funcionario de la alcaldía de Pereira que antes ha trabajado en programas con población en riesgo de VIH como trabajadoras sexuales y usuarios de drogas. Según Restrepo, desde la administración municipal se han implantado tres acciones que son “la detección oportuna, la educación permanente en cuanto a los mecanismos de transmisión la importancia de la adherencia a los tratamientos y la canalización de usuarios”. No obstante, Restrepo admite que frente a la actual coyuntura del COVID-19 los pacientes con tuberculosis serán especialmente vulnerables por su debilidad inmunológica.
La reflexión y el debate que ha suscitado la crisis actual del coronavirus debe servir para entablar un debate y un balance de los retos frente a la salud pública que no hemos afrontado correctamente como sociedad.
Café Mujer, una década de trabajo en equipo
En el municipio de Córdoba en Quindío, se encuentra el café de origen “Café Mujer” una producción de la Asosciación de Mujeres Cafeteras de este municipio.
Ésta organización nace como respuesta a la necesidad de realizar los sueños con trabajo en equipo, entre mujeres, en busca de la identidad, la dignidad y la autonomía, según lo manifiestan en sus publicaciones de Facebook, página por la que anuncian sus productos y su quehacer en torno a la transformación del café.

El grano se cosecha en fincas de tradición cafetera centenaria, asociado con especies vegetales que protegen y conservan la tierra, el agua y la vida silveste. Café mujer lleva en su almendra la dulzura, sencillez y fortaleza de la mujer campesina.
Recordamos en este mes de marzo el trabajo de estas mujeres en Córdoba a quienes visitamos en el año 2017 para nuestra sección Tardeando:
Y las felicitamos porque en el 2020 están celebrando 10 años de trabajo. Según una nota realizada por la Crónica del Quindío, este año se proyectan para poner un nuevo punto de venta y continuar la tradición, vinculando cada vez más jóvenes.

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A la memoria de Alec Collett: para antes del olvido
Especial: Día Internacional de Solidaridad con los miembros del personal detenidos o desaparecidos 2020 |
Entre la cantidad de conmemoraciones- trascendentes o banales- que tienen lugar cada día en el mundo, al punto de que ya no alcanzan las hojas del calendario para abarcarlas, cada 25 de marzo las Naciones Unidas llevan a cabo diversos actos tendientes a mantener viva la presencia de sus colaboradores secuestrados, asesinados o desaparecidos, desde el momento mismo de la creación de ese organismo en 1945.
El pretexto es honrar la vida y obra de Alec Collett, experiodista que prestaba sus servicios al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas en el Cercano Oriente cuando fue secuestrado por hombres armados en 1985. Sus restos fueron hallados en el valle del Bekaa, territorio de Líbano, en 2009.

Pero el objetivo de fondo tiene mayor alcance: evitar que el mundo olvide un hecho significativo: que en 75 años de historia, más de 3500 hombres y mujeres han muerto en cumplimiento de una misión: defender y preservar la paz.
Si nos ceñimos a la fría precisión de las cifras estaríamos hablando de cuarenta y siete asesinatos registrados cada año, lo que tratándose de personas consagradas a defender la paz y la vida, resulta un síntoma alarmante del errático rumbo de la criatura humana.
No olvidemos que las Naciones Unidas surgen como respuesta a las dos grandes carnicerías perpetradas por el hombre contra sí mismo en la primera mitad del siglo XX.

Hablamos de la primera y la segunda guerra mundial, dos expresiones del capitalismo conjugadas para validar la conversión de las personas en mercancías: las luchas por los territorios estratégicos y la aplicación de los principios de la ingeniería para multiplicar el asesinato de manera exponencial.
Independiente de los cuestionamientos que se le hacen desde diferentes ámbitos, la ONU apela en sus más elementales enunciados a los principios del humanismo, entendido esto como el respeto a las personas y al legado de su paso por el mundo.
Esa herencia incluye la ciencia, la política, la economía, la religión, el pensamiento, las artes y las tradiciones de la comunidad, para mencionar solo unos cuantos aspectos. Es decir, los cimientos sobre los que se edifica el devenir de los pueblos.
En todos los casos, las personas asesinadas partieron un día de casa, confiadas en que la esencia misma de su trabajo las preservaría de cualquier ataque.
Pero ni el mundo ni los hombres obran así. Algunos murieron tratando de apaciguar feroces guerras tribales desatadas por la codicia de las riquezas del vecino; confrontaciones azuzadas por países y corporaciones decididos a hacerse con el botín del petróleo, de los diamantes, del oro, de la mano de obra esclava.
Otros se internaron en territorios donde el nacionalismo y el fundamentalismo religioso exacerban en las personas lo más feroz y primitivo de su condición.
Unos cuantos más perecieron defendiendo a minorías acorraladas por sus propios gobiernos, dispuestos a todo con tal de suprimir a los diferentes, siempre a punto de convertirse en disidentes.

¿Y los victimarios?
Bueno, estos se embozan detrás de todas las máscaras y ropajes imaginables: gobiernos, corporaciones, milicias, sectas, mercenarios y toda la gama de apariencias asumidas por el poder en sus múltiples expresiones.
En un momento u otro de su camino, los muertos aprendieron demasiado tarde que el poder es, ante todo, el poder de matar.
Y digo que los muertos aprendieron porque al final de su aventura nos dejaron ese legado: detrás del variopinto ropaje de la civilización alienta lo más primitivo de nuestra condición. La bestia agazapada está siempre dispuesta a asestar el zarpazo. Basta con que haya un territorio por conquistar o una fuente de riqueza a la vista, para que lo más básico del animal humano se ponga en marcha.
En muchos sentidos, esos 3500 hombres y mujeres casi todos jóvenes, porque se precisa de mucho idealismo para acometer ese tipo de causas, sucumbieron por exceso de fe en la condición humana.

A ese idealismo y a esa voluntad de servicio rinden tributo las Naciones Unidas cada 25 de marzo. No importa si año tras año deben sumar otra víctima a ese listado del oprobio. Como lo expresara alguna vez el mismo Alec Collett: “Frente al horror no queda otra salida que reavivar el rescoldo de la esperanza”.
El “tema” es ese
Ocioso como soy, me di a la tarea de seguirle la pista a los usos y abusos que los medios de comunicación en distintos formatos hacen de algunas expresiones que, de tanto repetirse, acaban por distorsionar su sentido original o, peor aún, por perder todo sentido.
¿Se han fijado ustedes en esa manía arribista de sustituir los vocablos cortos y certeros por otros más largos que transmiten la idea de sofisticación? Por ese camino, la gente ya no ve películas sino que las visualiza: va uno a saber qué valor le agrega eso al viejo encanto del mundo contado en imágenes. En la misma tónica, ya no se dice que un grupo de personas se reunió para compartir algún descubrimiento: ahora resulta más elegante declarar que “socializaron” los resultados de una investigación, omitiendo de paso que el verbo socializar tiene un sentido por completo distinto al que pretende adjudicársele.
Otra perla que muy pronto se convirtió en epidemia hizo de la frase “De cara a” una suerte de comodín para resolver las situaciones más dispares. Aquí les va un ejemplo: “Los ministros del gabinete del presidente Duque se reunieron para tomar medidas de cara a las decisiones imprescindibles para afrontar el tema del Coronavirus” Si disponen de tiempo y paciencia hagan el ejercicio y no tardarán en encontrar la expresión de marras regada como enredadera en medios impresos, televisión, radio y publicaciones digitales. Por lo visto, los forjadores de la muletilla decidieron suprimir de un tajo recursos como los siguientes: con el propósito de, con miras a, con el fin de, frente, ante y toda una colección de palabras y sentencias equivalentes. En la misma línea, la expresión“Se prenden las alarmas” borró del diccionario de los periodistas verbos como alertar, advertir, prevenir y media docena de sinónimos más.
Pero la joya de la corona la constituye el vocablo “tema”, al punto de que más parece una plaga bíblica que un recurso expresivo. En una entrevista radial emitida el pasado fin de semana, entre el periodista y el invitado repitieron, no me lo van a creer ¡Veintiocho veces la palabreja en el transcurso de una hora, descontando el tiempo de los anuncios! Ustedes sabrán dispensarme, pero voy a transcribir la introducción al diálogo:
-Con el fin de hablar sobre el preocupante tema del Coronavirus, y de las dificultades afrontadas por los más vulnerables, hemos invitado hoy al doctor Díaz, experto en el tema del manejo de la prevención de desastres. Doctor ¿Qué tenemos para decirle a nuestra audiencia sobre el tema?
-Pues la verdad es que se trata de un tema preocupante, porque el tema de la asignación y el flujo de los recursos se ha visto entorpecido por la legislación sobre el tema de contratación.
Mejor no sigo citando, porque los pocos lectores que tuvieron la paciencia de llegar a esta altura del artículo podrían lincharme. Más bien ocupémonos de las posibles razones de esa pandemia.
La primera está sobre diagnosticada: como no leemos ni investigamos, nuestro acervo de recursos es bastante escaso y rudimentario. Por eso resulta más cómodo casarse con una colección de lugares comunes que nos ayudan a salir del atajo. Bastante maltrechos y con poco respeto hacia las audiencias, eso sí.
Pero eso parece no importar mucho.
La segunda es hija bastarda de la primera: se trata del facilismo puro. Si en el diálogo citado suprimimos la palabra en cuestión, notaremos que el estilo se hace más ágil y fluido, sin detrimento del sentido. De ese modo aportamos al enriquecimiento conceptual de los consumidores de información. Y si mal no recuerdo ese es, en teoría, uno de los propósitos de los medios de comunicación: ampliar la perspectiva y la profundidad de lo que reciben las audiencias. Digo en teoría, porque la experiencia nos muestra otra realidad, al menos en la mayoría de los casos: pereza mental, indolencia y falta de rigor parecen ser la moda al uso. Los resultados saltan a la vista.
Por incómodo que resulte, pacientes lectores, el “tema” hoy era ese.
Colombia y el mundo: en cuarentena y a altas temperaturas
Especial Día Meteorológico Mundial|
¿Qué clima hace hoy en tu cuarentena?
Podría ser la pregunta obligada por estos días de encierro todavía más forzados que los anteriores. El carcelero es el miedo. Nuestra manera de pasar el tiempo, compartir videos en redes sociales.
Entendemos, como en un sueño, la pandemia, sus cifras de contagio, la expansión vertiginosa. Alternamos las noticias más actualizadas que nos llenan de incertidumbre, con los chistes más diversos, y nos reímos a carcajadas del último meme subido en el grupo familiar o de amigos, mientras nos comemos en media jornada lo que estaba dispuesto para la mitad del período de cuarentena.
Estos comportamientos totalmente incoherentes se alternan durante el día, al tiempo que la hostilidad con los más inmediatos sube de nivel. Esos pequeños defectos de cada uno, que el otro soporta porque le llegan en la eventualidad de las pocas horas compartidas durante la semana o en algunos momentos del fin de semana, se vuelven imposibles de evitar; y su presencia constante comienza a amenazar la precaria firmeza lograda a base de repetirnos, presos del pánico, que es obligado permanecer encerrados.
Inventamos escapadas a rincones de los pequeños espacios que habitamos, con la promesa de un improbable alejamiento. El problema es que no sabemos cómo estar solos con nosotros mismos, y seguimos conectados a los otros, virtualmente, hasta que nos duelen las extremidades por el peso del móvil o debido al desgaste del constante tecleo.
En este estado de cosas, recuerdo que el verano pasado en Europa tuvo ocasión un fenómeno excepcional relativo a la climatología, una subida extrema de temperatura diurna, cuyo nefasto efecto era que el calor no descendiera en las horas de la noche. La media noche nos sorprendió en Francia con temperaturas de hasta 36 grados centígrados, y no hallamos el sosiego requerido para dormir, cuando ya habíamos sido azotados con subidas entre los 43 y 45 grados centígrados antes del anochecer.
Dominque Bourg, filósofo y representante elegido para el Parlamento Europeo en el 2019 por el movimiento Urgencia Ecológica, dijo en esa ocasión en France Inter Radio, el 5 de julio del pasado año, que la fotosíntesis se detiene a los 45 grados centígrados.
Atascados, embotados, perplejos y desorientados, así se sintieron los habitantes del norte de España y Francia, quienes habían ya experimentado la tragedia que significó la primera canícula reciente, la del año 2003, en la cual, según reportes oficiales, se alcanzaron hasta 47 grados centígrados al sur de Portugal, y se calcularon los fallecidos relacionados con este suceso entre 13.000 y 15.000 personas en toda Europa, a quienes la muerte se les presentó como un “golpe de calor”.

Vivir este tipo de estados de alta tensión globales, reduce a los hombres a una impotencia que anula sus pretensiones de dominar el orbe. Recordamos en esos momentos, como hoy con la pandemia del Coronavirus, la escala de la naturaleza y su imperio con respecto a la fragilidad de lo humano, a pesar de nuestra soberbia e insensatez.
Estas dos crisis, la de la canícula y la pandemia de coronavirus, se relacionan en cuanto a hechos excepcionales que sobrepasan las capacidades humanas de conjurarlos. En ambos, tan solo nos es dado aislarnos, del calor extremo o del virus.
El encierro es la disposición obligatoria que viene a unir estas dos situaciones, altamente irregulares e ingobernables.
Y la temperatura, claro. Ella está presente en ambos hechos en dos dimensiones diferentes.
En la canícula se trata de la clausura preventiva, pues exponerse a las altas subidas del calor que se experimentan en las ciudades a ciertas horas del día, equivale a perder la vida. Con el Covid-19 pasa algo igual, puesto que el protocolo preventivo hasta ahora conocido obliga a recluirse de manera radical. Ambos confinamientos se dan, privilegiadamente, en el espacio de habitación familiar, pero con mucho mayor énfasis en la presencia del virus, ya que la canícula no obligó a detener el aparto económico ni a tomar medidas de toque de queda.
Que aumentarán los divorcios, que se incrementará el maltrato, que la intolerancia abundará, eso es seguro. Y en medio de todo este caos, sobresale el gesto casi histérico del compartir desmedido de información digital, única posible tabla de salvación para no encontrarse en soledad frente a uno mismo, o lo que es peor, frente al otro.
En Colombia la reclusión obligatoria aún no empieza. Sin embargo, en el caso de familias con niños menores de 15 años y adultos mayores de 65, comenzó hace una semana, y faltan tres, aún, para cumplir con el aislamiento total decretado por el gobierno nacional.
No importa que nos digan que los víveres no van a escasear, que aseguren que no habrá especulación con los precios de los alimentos. Estamos curtidos de vivir aquí y sabemos de sobra que todo eso y cosas peores, cómo los saqueos masivos, son altamente probables.
Según Wikipedia, La meteorología es “la ciencia interdisciplinaria de la física de la atmósfera”, y en ella se estudian, sobre todo, las variaciones del clima terrestre.
Pero estarán de acuerdo conmigo en que la vida está poblada por muchos tipos de climas, y que por estos días nos hacemos más conscientes de ellos: el clima interior, la atmósfera familiar, el ambiente social.
Y no sé si ustedes coincidan con este punto de vista, pero en Colombia las temperaturas de todas estas variables estarán muy elevadas, y tendremos diversos tipos de fiebres, y quienes las padezcan no estarán necesariamente contagiados con el virus de marras. La primera en caer enferma será la economía, y la frágil estabilidad social que difícilmente sostenemos en equilibrio bastante precario se irá a pique.
Pensando en ambos fenómenos, empiezo a considerar que apenas estamos en el inicio de lo que se nos vino encima, y que las pequeñas desgracias domésticas son, si se quiere, el comienzo de canículas mucho más severas que están por arribar.

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María Antonia, el lugar donde el café se sirve con poesía
Andrea Murillo, comunicadora social y apasionada por el cultivo del café y Hernán Mallama, maestro de secundaria y escritor de poemas, son los propietarios de María Antonia Café Boutique, un lugar ubicado en la “zona rosa” del centro de Pereira, desde octubre de 2015, un espacio donde la palabra tiene tanto protagonismo como el grano que finalmente se consume en taza.
A Andrea se le hace imposible recordar desde hace cuánto el café ocupa gran parte del tiempo de su vida, ese mismo que ahora comparte con sus hijos, su esposo, su negocio, las labores de la casa y sus trabajos como periodista freelance.
A Hernán le cuesta un tanto admitir que la vida es tan dura cada día al levantarse y tener que pensar en el tiempo que le queda para escribir, sin dejar de tener su corazón puesto en los alumnos, un ojo en el negocio y el otro en su familia.
Antes de dar apertura a su café, la pareja ya se había montado en el barco del emprendimiento, cuando el precio del café comenzó a desplomarse, iniciaron un proyecto llamado “María Antonia, productos de café”. El nombre escogido desde ese primer momento para llamar a su empresa es un tributo a la labor de la mujer en la siembra y cosecha de la bebida más popular del país y la segunda más consumida en el mundo.
María Antonia ofrece a sus visitantes, pereiranos que recorren a diario la ciudad, o a turistas, que buscan la taza de café más deliciosa y selecta, una amplia gama de preparaciones con un café de origen, cuidadosamente seleccionado. Un café gourmet tipo exportación, cultivado a 1.700 metros sobre el nivel del mar en el municipio de Belén de Umbría, Risaralda.
Y no solo café y productos para llevar a casa o compartir con familiares y amigos se encuentran en este lugar, aquí también hay espacio para actividades culturales que van desde los recitales de poesía y presentaciones de libros, hasta las exposiciones de pintura y fotografía.
Destacamos este contenido en MujeresenMarzo por la labor de Andrea dentro de su negocio, además por el espíritu que encierra María Antonia en todo el concepto inicial, que los ha llevado a ofrecer el grano, que cultivan y distribuyen, en su consumo final: la taza acompañado de poesía, música y arte.

En estos tiempos de cuarentena el café se encuentra cerrado, pero están entregando café a domicilio en Pereira por si alguien quiere disfrutarlo en su casa.
Esta nota la publicamos inicialmente el 7 de junio de 2017, la reactivamos y actualizamos en MujeresenMarzo y en tiempo de cuarentena para que nuestros lectores en Pereira tengan una opción de lectura y café dentro de su dieta en casa.